Las enaguas de Ségolène Royal

segoleneroyal.jpg Ayer, Isabel Burdiel, profesora, compañera y amiga mía, publicaba un artículo de título bien significativo: “¿Quién cuidará de los hijos de Ségolène Royal?”. Lo suscribo de principio a fin y creo que muestra bien a las claras de qué modo enfrentan las mujeres las dificultades de sus respectivos trabajos, los obstáculos que tienen que vencer cuando quieren estar presentes en la vida pública. “¿Qué hay en Ségolène Royal que irrita tanto a los dirigentes tradicionales del Partido Socialista francés?”, se preguntaba Isabel tras constatar los peros que se le han puesto, la hostilidad manifiesta de los llamados elefantes de esa formación política. Básicamente, sería la misoginia la fuente de tanta ojeriza, la base de unos reproches que varones algo desorientados hacen sin tener argumentos mejores. Se le achaca su popularidad, su buena planta, su proximidad, su mezcla de señora madura y bien conservada, su energía de gobernanta…  

“Royal utiliza conscientemente su imagen de mujer respetable y bella, se enfunda en tailleurs elegantísimos (…), se sube todos los días a unos tacones bien altos y cruza las piernas”, describe Isabel. Es decir, sabe combinar una  “imagen tradicional y muy femenina” con el feminismo. Ya no estamos ante “la feminista  desgarrada, mal vestida y transgresora. Sin embargo, lo es”, concluye. Es transgresora  y moderada a un tiempo, cosa que a mí personalmente me encanta. No me gusta hacer ostentación de la revuelta vistiendo atavíos explícitos, con una indumentaria que pregona manifiestamente lo que eres o dices. Tal vez mi comportamiento sea muy recatado, pero siempre me ha incomodado el alarde expreso de lo que piensas o crees pensar. Puedo escribir artículos en la prensa –como el que hoy publico en Levante— o en este blog, pero no me gusta que me identifiquen por un aspecto subrayado o  enfático.  

Ségolène Royal viste bien, en efecto, pero sobre todo viste como tantas y tantas damas francesas de hoy: unas con prendas de Chanel y otras con piezas más baratas de similar aspecto. El caso es que sus exigencias feministas enfundadas en atuendos respetables tienen la posibilidad de calar en una sociedad que tal vez se reconoce en ella, en su imagen batalladora y elegante. Creo que cuando Isabel Burdiel trataba estas cosas hablaba de Ségolène Royal, cierto, pero hablaba también de sí misma frente a otra dama a la que ella admira y de la que se apiada: Mary Wollstonecraft.  

Hace doce años, mi amiga publicó una excelente edición de la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), de Mary Wollstonecraft: una mujer haciendo la edición de la obra de una mujer que a la vez habla de los derechos de la mujer. No conozco a muchos hombres que hayan leído este clásico del feminismo, aparecido justamente cuando irrumpía la modernidad política. Es indudable que a su actualidad no ayuda la propia Wollstonecraft: es la suya una obra clásica, sí, pero su prosa revela desorden expositivo, fruto de una mente brillante, intuitiva, que tuvo que enfrentarse al propio orden de las cosas. Hay digresiones, hay retórica ampulosa en ocasiones, hay quizá una crítica puritana de la banalidad coqueta, hay reiteraciones y excesivo énfasis, hay, tal vez, demasiadas analogías (entre mujeres, soldados, siervos, súbditos). Pero hay clarividencia cuando la ceguera masculina era prácticamente universal, hay perspicacia cuando todo llevaba a dejarse arrastrar por las evidencias. Por eso, conforme se avanza en la lectura sorprende el talante firme, excepcional de la autora, nuestra contemporánea. Hasta tal punto es así que el lector se pregunta: ¿cómo es posible que nos separen más de dos siglos? 

Aquello en lo que la autora se empeñó fue en tomarse en serio la humanidad de la mujer. Tomarse en serio la humanidad de la mujer es admitir sin reservas su naturaleza igual, esto es, lo que la equipara al hombre.
Con estos sencillos pero inapelables argumentos, que la autora reitera una y otra vez a lo largo del libro (quizá de manera machacona, insisto), Mary Wollstonecraft se nos muestra como una contumaz polemista, en especial contra un inerme e inconsecuente Rousseau, a quien toma insistentemente como blanco de su ira. Con absoluta porfía demuestra la incoherencia y la inconsistencia de las viejas aserciones discriminatorias contra la mujer y de las que el pensador ginebrino se habría convertido en voluntario portavoz. ¿Cómo?
 

La paradoja que ha envuelto la definición de lo que sea la mujer, decía Mary Wollstonecraft, es haberla convertido en un bello defecto. O, dicho en otros términos, aquello que tratadistas y moralistas –como Rousseau— han perpetrado contra ella es su reducción a mero objeto de deseo, eliminando, pues, la cualidad racional de que también está investida, atrofiando, al fin, su maduración. Apartada desde edad temprana de la educación racional, de la responsabilidad, del juicio y de la disciplina, tareas reservadas a los varones, la mujer consuma su crecimiento como un ser torpemente instintivo, simple, subordinado, arbitrario, dependiente, amputado y entregado en exclusiva al cultivo de la belleza, al despliegue frívolo, pasajero e inconsistente de la coquetería. Ahora bien, con el desarrollo desordenado de una imaginación y de una sensibilidad enfermizas, la propia mujer se vuelve doblemente dependiente y tiránica.  

Por un lado, siempre a la espera de quien ha de proporcionarle amor, de quien ha de inflamar su pasión, se dedicará por entero al arte de agradar. En el caso de que tal expectativa se cumpla, añadía Mary Wollstonecraft, la frustración no tardará en llegar, pues a la galantería sucede el enfriamiento. Por otro, esa misma persona frívola y débil es o se manifiesta frecuentemente despótica, poseedora de un poder ominoso que le viene de la astucia, de la doblez, del ardid seductor. En conclusión, aquellas que estaríamos dispuestos a admitir como cualidades racionales que toda mujer debería perseguir por su condición de ser humano con el fin de garantizarse una preservación digna y una excelencia llevadera, no son objeto de cultivo, sino que son sofocadas una a una. ¿Se puede caer más bajo?  

Ségolène Royal viste bien, le gusta agradar y ejercita sus cualidades racionales. No es, desde luego, un bello defecto y, sobre todo, ya no tiene por qué tolerar lo que le espetara Horace Walpole a Mary Wollstonecraft. “Esa hiena en enaguas”, decía de ella. Gracias a aquella hiena en enaguas, mujeres como Royal o Burdiel no tienen por qué pedir perdón por lo que son o por cómo visten. La candidata socialista ha sabido hacer frente a tanto hostigamiento afirmándose como señora que, en efecto, no se arrepiente, que no se ha disfrazado de varón para poder entrar en política, que no ha debido sentirse “un hombre atrapado en un cuerpo de mujer”, como apostillaba Isabel Burdiel citando los sentimientos  que, por ejemplo, expresara Mary Wollstonecraft hace un par de siglos. Felicidades…

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Definitivamente, Ségolène Royal, candidata socialista. Me gusta. Y, sin embargo,  Nicolas Sarkozy me hace preguntarme cosas sobre la Francia heredera de Tocqueville. La semana que viene…, comentario sobre este posible candidato.

  1. Muy brevemente para felicitarle por su rapidez de periodista (Historiador del instante, según Camus) al tratar el tema de hoy. Y de paso criticar el increíble e intolerable —en pleno S. XXI, y en la patria de las libertades y los Derechos Humanos— machismo de una buena parte los dirigentes socialistas franceses, a los que ha faltado enviar «a fregar» a Ségolène Royal y quebrarle una «pata» para que se quede en casa y deje de molestar… La candidata francesa aprendió bien el «bon mot» de Simone de Beauvoir: «On ne naît pas femme, on le devient», esforzándose a lo largo de toda de su vida en demostrar que una mujer puede tener hijos y cuidarlos de modo excelente, haciendo bueno su nacimiento como hembra, y además «devenir» una mujer completa, de cuerpo entero, capaz, ¿Por qué no?, de ocuparse de asuntos de Estado y convertirse en la Jefa de un Estado.

  2. Serna. Soy Pipiolo. Te acuerdas? He vuelto para «hostigarte» como tu dices con «verbo ampuloso». Què? Eres socialista y amigo de las damas?
    P e l o t a.

  3. Yo no se quién es este Pipiolo que vuelve. Pero si vuleve para eso que escribe, pues vaya. Vete a «hostigar» a otra parte

  4. Bueno, vamos a ver. Yo no tengo por qué declarar si soy o no soy socialista. No creo ser nada en particular. Voto o no voto a esta o a aquella opción política y procuro hacer las cosas con discreción. Por otra parte, señor Pipiolo, no sé por qué me tutea si no tengo el gusto… En todo caso, sí que soy amigo de las damas, sobre todo de ciertas damas.

  5. Guardo un gran recuerdo de Isabel Burdiel, a cuyas clases asistí hace unos años. La poca historia que conozco (no hice la carrera; sólo aquella asignatura que la profesora impartía, como créditos de libre opción), la manera de entenderla y el gusto por estudiarla vienen de aquella (lamentablemente) breve etapa. Eso, y un voraz apetito por cada libro de Hobsbawm.

    Saludos

  6. Hombre veo que tenemos ayuda para sacarle los colores a serna. Pipiolo: Serna no es socialista. Solo es políticamente correcto. Es lo que hay que ser y quedar tan bien. Ánimo compañero.

  7. Pipiolín, ¿por qué no se va a levantar las falditas a las niñas? Seguro que lo hace muy bien desde pequeñito, gilipollas. Ya sabemos a qué «ha vuelto», a provocar. Pues qué bien, jua, jua, jua… Qué tío tan macho.

  8. ¿Alguien podría colgar el artículo del País? Es que es de pago.

  9. No he tenido ocasión de leer la Vindicación de Wollstonecraft, pero sí he oído hablar de él (por cierto, la hija de esta autora fue la famosa Mary Shelley, creo que recordar, ¿es así?).
    Me parece significativa no sólo la «anomalía» que supuso hace más de dos siglos el hecho de que una mujer escribiera (y no una novela convencional, sino todo un ensayo o reflexión intelectual madura como la Vindicación), sino también la personalidad que demostró al dar a luz esa obra precisamente en los momentos menos propicios para la defensa de la igualdad sexual. El siglo de las luces fue también el siglo de las separaciones de conceptos que hasta entonces habían caminado unidos: individuo-sociedad, razón-pasiones, los tres poderes… y resulta hasta cierto punto lógico que pensadores como Rousseau concibieran también la separación de naturaleza y funciones de hombres y mujeres, para un buen funcionamiento (racional) de la sociedad. Tal vez por ello se pueda concebir a Wollstonecraft como uno de esos personajes de quienes se dice que se adelantaron a su tiempo.

  10. ¿Quién cuidará de los hijos de Ségolène Royal?

    Isabel Burdiel

    EL País – Opinión – 16-11-2006
    Los socialistas franceses eligen hoy a su representante en las elecciones presidenciales de mayo de 2007. Tras la criba de los últimos meses, quedan tres candidaturas. La del socialdemócrata Dominique Strauss-Kahn; la de Laurent Fabius, defensor del no en el referéndum sobre la Constitución Europea de 2005 y supuesto líder del ala izquierda del partido, y, finalmente, Ségolène Royal, a quien se suele definir, ambiguamente, como una política pragmática.

    La irrupción de Royal en las primarias fue recibida con mal disimulada hostilidad por los llamados elefantes del Partido Socialista, a pesar de que todas las encuestas apuntan a que es la única capaz de competir en pie de igualdad con el previsible candidato de la derecha, Nicolas Sarkozy.

    Aun contando con el desgaste que ha supuesto partir como favorita indiscutible, todos los sondeos dan a Royal como ganadora. Sus oponentes esperan, sin embargo, que sea necesaria una segunda vuelta y unir entonces todas las fuerzas en su contra. Se sabe que Lionel Jospin, tras deshojar la margarita de su candidatura y desistir por falta de apoyos, ha presionado a sus partidarios para que voten a cualquiera menos a ella. ¿Qué hay en Ségolène Royal que irrita tanto a los dirigentes tradicionales del Partido Socialista francés?

    Royal ha sido objeto de una deslegitimación sistemática por parte de sus oponentes. En esa deslegitimación la misoginia ha desempeñado un papel fundamental. Para empezar, y a pesar de su sólida carrera política, se ha considerado que no estaba a la altura, que era demasiado inexperta, que no estaba en su lugar, que no era verdaderamente socialista, que su popularidad no iba a durar, que no podía durar. En este mismo periódico, el analista francés Dominique Moisi escribió hace un mes que «el programa de Royal es su popularidad».

    La pregunta respecto al origen de esa popularidad tiende a tener respuestas que no sólo la descalifican a ella, sino que parecen sugerir que el electorado francés es menor de edad. Sus propuestas a favor de una democracia más participativa -los jurados populares de ciudadanos, por ejemplo- han sido ridiculizadas y su manera de tratar a ese electorado -buscando la proximidad personal a través de un lenguaje claro, sencillo y directo- se entiende como simpleza argumental, falta de programa y de ideas claras. Cuando dice que los políticos deberían comenzar por preguntar a la gente «¿qué queréis que hagamos?», se la tacha de demagoga. Jospin aseguró que las primarias eran demasiado serias como para confundirlas con un concurso de belleza y algún otro dijo que sus mítines tenían un ridículo tufillo a reunión de Tupperware. Su energía y su firmeza han sido tildadas de arrogancia, de un estilo autoritario que podría confundirla con la «estricta gobernanta» de ciertas fantasías masculinas o, con mayor malicia política, con la «dama de hierro» de los conservadores británicos.

    La sexualización de Royal, su valoración primero como mujer que como política, ha sido en suma una constante del debate político socialista. Hasta aquí, nada nuevo. Lo nuevo, lo interesante, es la forma en que Royal está lidiando con ello. Muchas veces con el silencio y el desdén, pero otras muchas con la utilización consciente y agresiva de esos brotes misóginos para reforzar su posición política a través de la orgullosa afirmación de ser mujer.

    Royal no se disfraza de hombre -como se han visto obligadas a hacer muchas otras mujeres antes que ella- para poder entrar en la vida pública. No soy, dice, la criada que aspira al puesto del señor. Tampoco se siente «un hombre atrapado en un cuerpo de mujer», como lo hizo la gran precursora del feminismo occidental, Mary Wollstonecraft, en su desesperación por encontrar una identidad adecuada para ese deseo de participar en política.

    Royal utiliza conscientemente su imagen de mujer respetable y bella, se enfunda en tailleurs elegantísimos que si no son de Chanel lo parecen, se sube todos los días a unos tacones bien altos y cruza las piernas. Su imagen tradicional y muy femenina le quita viento en las velas a la misoginia tradicional. Eso, quizá, es lo que la hace más intolerable. Nada que ver con el estereotipo machista de la feminista desgarrada, mal vestida y transgresora. Sin embargo lo es. Una feminista que denuncia el machismo de sus compañeros de partido y apela a una sociedad (de hombres y mujeres) que ha cambiado mucho más que sus dirigentes políticos y que rechaza el supuesto, implícito en esas críticas, de que hay una incompatibilidad sustancial entre el hecho de ser mujer y mandar.

    Al mismo tiempo, Royal se presenta como una madre de cuatro hijos, preocupada por la familia como vehículo de transmisión de valores y se niega a considerar que esa preocupación deba ser patrimonio exclusivo de la derecha. La última vuelta de tuerca es que jamás se ha casado con François Hollande, el padre de sus hijos, el secretario general de los socialistas franceses que le ha cedido a ella el protagonismo de la candidatura al considerar que era la mejor preparada de los dos. Demasiada perfección. Demasiada versatilidad. Demasiado moderna.

    Hoy, ha dicho Royal, una de las principales desigualdades en Francia es la que distingue a las familias que pueden educar a sus hijos y ofrecerles posibilidades de éxito social, y las que no pueden. Los franceses quieren tener una mayor certidumbre respecto a lo que van a transmitir a la generación futura. Es necesario volver a dar esa seguridad en la transmisión y, en ella, la familia es fundamental. Dominique Dhombres escribió un artículo en Le Monde analizando esas declaraciones. Lo hizo a través de la forma en que la candidata iba vestida: una túnica caqui con unas hombreras que a su juicio parecían charreteras. La conclusión del articulista fue «la seguridad es un asunto de los militares y de los policías. La transmisión es un asunto de las madres». Ségolène sería entonces algo así como la encarnación de la madre y el comandante en jefe que busca hoy la desconcertada sociedad francesa.

    Pero ¿es de verdad una madre o una seudomadre? En realidad, ¿no es todo falso?, ¿inevitablemente falso? ¿No hay una inconsistencia profunda en su defensa de los valores familiares, de la transmisión y del orden social?, se preguntan. Laurent Fabius, con la escandalosa pregunta que da título a este artículo, llega más lejos de lo que quizá conscientemente pensaba y trata de alcanzarla a ella (y a su potencialmente ridículo marido) en la línea de flotación. ¿Quién va a cuidar de los hijos de Ségolène Royal? ¿Quién va a cuidar de los hijos de todas las familias francesas, si las madres abandonan el hogar y juegan a ser comandantes en jefe? Uno de sus defensores se apresuró a aclarar que los hijos de Royal y Hollande son ya mayores. Así es que la pregunta, incluso para quienes defienden a Royal, va en serio.

  11. Creo que uno de los principales problemas de los defensores del feminismo es que no saben exactamente qué defienden. Lo demuestra el ejemplo que Burdiel apunta en las dos últimas frases del artículo.

    Existen posturas que confunden. Desde dentro de la caverna se suele confundir el feminismo con la versión femenina del machismo, el hembrismo. Desde fuera, una mal entendida corrección política impide muchas veces la sana crítica.

    Saludos

  12. Y, desde luego, la respuesta que alega la mayoría de edad de los hijos de Ségolène Royal no tiene precio como ejemplo de lo que trato de decir. Demuestra que es difícil construir un argumentario sólido cuando se desconoce lo que se debe defender. La buena voluntad sólo es un comienzo.

    Saludos

  13. Rafa, el feminismo defiende la igualdad de oportunidades para los hombres y las mujeres. Entre esa igualdad y esas oportunidades está el derecho de las mujeres a ser diferentes unas de otras; a no ser consideradas un «rebaño genérico». El derecho al propio yo. Un reto, por supuesto, infinito e inabarcable… también para los hombres, tan distintos entre sí.
    Por cierto ese Pipiolo tiene una gran virtud, sin duda: la de conocer su propia densidad y aplicarse un nombre acorde

  14. Claro, Rose, entiendo que el feminismo persigue la igualdad. A lo que me refiero es a que muchas veces la gente actúa coaccionada por el desconocimiento, pensando que tal actitud o tal otra puede calificarse de machista. En mi opinión, la mal llamada corrección política (estoy a favor de la corrección lingüística, del respeto en las relaciones humanas, y creo que la «corrección política» es una necesidad bastante superflua si se siguen estas directrices) ha convertido el feminismo en un arma arrojadiza que dificulta el diálogo. Del mismo modo que es difícil criticar a Israel sin que a uno le tachen de antisemita, en ciertos ámbitos es difícil criticar a una mujer sin que a uno le tachen de machista.

    Saludos

  15. Aclaro que cuando digo «criticar a Israel» me refiero al gobierno de Israel, y cuando digo «criticar a una mujer» hablo de críticas respetuosas. Por supuesto, si uno es antisemita o machista, lo es y punto.

    Saludos

  16. Quiero felicitar a Isabel Burdiel. He leido su artículo aquí pegado y de verdad que está muy bien. En cuanto a Justo Serna: ánimo. No se nos desanime. Lo que hace es necesario.

  17. Me uno a la felicitación de Laura.

    Saludos

  18. Serna: un tal Safo ha insultado gravemente aqui. Vas a dejar que diga esas cosas tan feas? ¿Tu: que eres el inquisidor del insulto? Y yo que creia que esto era un sitio politicamente correcto!

  19. Paco ¿Por qué no va a tocarse el pito a un rincón del patio con su amiguito Pipiolín? También pueden jugar a ver quién hace pipi más lejos.

  20. Dejen de retarse con el pito. Yo les pregunto ¿Y Sarkozy? Cómo será el enfrentamiento Sarkozy-Royal? Guste no no Sarkozy tiene ideas

  21. Hay un error. He querido decir que guste o no, Sarkozy tiene ideas

  22. Seguro que comete usted otro error, Jaime: ¿Ha querido decir que Ségolène no las tiene?

  23. Avatar de Javier ( el más antiguo)
    Javier ( el más antiguo)

    Ya que he visto la palabra misoginia en el artículo de Don Justo, quisiera pedir al resto de participantes, que si alguien sabe como se denomina el equivalente a misógino en la mujer, que me lo dijera.
    Gracias

  24. Jaime, todavía no es seguro que Sarkozy sea el candidato: Chirac aún no ha renunciado ni tampoco el primer ministro, y la derecha francesa está inquieta, muy inquieta ante la presencia de Royal, que rompe todos los esquemas conocidos hasta ahora. A propósito, apoyo a Kafeína: espero que no haya querido usted decir que Sarkozy le gana a ideas a la candidata socialista. Sería otro alarde de machismo.

  25. Elequivalente es misántropo, o misántropa, estimado Javier el más antiguo. Pero misantropía vale también para los hombres que están hartos del género humano.

  26. No dudo que Sarkozy tiene ideas, lo ha demostrado mucho en estos últimos meses, pero ya ven que cuando las ideas se agotan o los argumentos son poco sólidos se pregunta ¿quién va a cuidar a sus hijos?
    o, como también se suele decir, que no argumentar, se le echarán encima los males de la sociedad que son muchísimos desde que la mujer trabaja.

    Sería reconfortante que los más mediterráneos nos uniéramos a esa costumbre de los más nórdicos de elegir mujeres para el más alto cargo de su país.

  27. En silencio, sin fracturas ni grandes transformaciones, una nueva generación ha tomado el relevo en la izquierda socialdemócrata. Pero la vieja guardia, que todavía subsiste dentro del nuevo marco, mira con desconfianza. Denominan a las nuevas corrientes ideológicas “pensamiento débil” mientras recuerdan con nostalgia los días del programa, de los grandes objetivos y las tomas de poder, de la ideología rígida. El dogma programático, el camino a seguir que marcaba el líder fuerte. Y sin embargo, detrás de esos discursos, políticas pragmáticas. El lenguaje y la acción tendían a diverger.
    Ahora, en cierto sentido, determinadas situaciones les desbordan y desconciertan. Y entonces salen a relucir esquemas caducos que chocan con la política presente, con el aquí y ahora. La fortaleza del líder y su programa esconde de alguna manera actitudes machistas, y éstas, implícitas e invisibles, han topado en Francia con Ségolene Royal. Se ha hecho obvio que la sociedad se mueve a distinta velocidad, que nuevos valores y sensibilidades requieren un pensamiento más abierto, difuso y maleable, débil en el buen sentido de la palabra, si se quiere dar la vuelta a la expresión y reivindicarla.
    También ha sucedido en España con Zapatero, cuya posición – o no- posición firme – provoca murmullos entre los socialistas de toda la vida. Aquí no pesa lo de ser mujer, pero sí los demás aspectos… Y sin embargo, no hay grandes diferencias políticas, sino un discurso menos cohesionado pero más realista, acorde con los tiempos. Menos autoritario también. Y esa indeterminación no tiene por qué ser mala. Al menos, Royal inspira esperanzas.

  28. Quería decir (el culto a) la fortaleza del líder y su programa …

  29. Yo creo, Russafa, que les ha cogido a todos con el pie cambiado. Y a Sarkozy entre otros, que está temblando ahora de que Chirac decida presentarse otra vez, como le está animando a hacer su mujer. Lo que ha sido una sorpresa para muchos es contemplar el espectáculo machista de unos líderes socialistas ¡Y a demás franceses! a quien todos creíamos más proclives a la igualdad. Pero hay que asumirlo, la izquierda tiene también esos resabios y ha sabido asimilar muy mal que la mujer, tras conquistar con mucho más esfuerzo que los hombres determinadas cimas laborales, económicas y sociales, aspire ahora a la, políticamente, más elevada. Pero ya se irán acostumbrando….

  30. Avatar de Javier ( el más antiguo)
    Javier ( el más antiguo)

    Gracias Safo.
    Pero busco la palabra cuya definición sea: adjetivo femenino. Que odia a los hombres ( no al genero humano).
    Porque alguna mujer asi habrá, digo yo.

  31. Esto es una prueba de leer bien las letras. A VER SI AHORA LO CONSIGO.

  32. Perfecto, Russafa. Así evitaremos el spam. Aquí no se ve, pero en mi correo en espera de ser aprobado o rechazado había cientos. Saludos, JS

  33. Russafa, me ha dado una gran idea. Ya hablé de Sarkozy en este blog:
    http://blogs.epi.es/jserna/2006/09/07/nicolas-sarkozy-y-mayo-del-68/

    Pero estoy pensando que voy a volver sobre él. Tiene un libro recién publicado en castellano con prólogo de Aznar. Me pongo manos a la obra y la semana que viene lo comento aquí. Muchas gracias por la idea…

  34. Javier: Homófoba

  35. Javier: Perdona me he precipitado. Lo correcto aprobado por la RAE es andrófoba.

  36. Avatar de Javier ( el más antiguo)
    Javier ( el más antiguo)

    Gracias Juan, hace mucho que sentia curiosidad.

  37. Y además es guapísima esta mujer. Será presidenta seguro.

  38. Bueno, pues he tenido que cambiar de servidor porque mi versión de Explorer no servía, no salen las letras ni los números. Pero he cambiado a Netscape y funciona. Un saludo, y muerte al Spam.

  39. Me ha pasado lo mismo que al señor Veyrat, pero cambiando a iCab también me funciona el invento. Enhorabuena.

  40. Perdón, Kafeína, por llamarle «señor», y nada menos que Veyrat. Con el lío este de la sopa de letras antispam me he hecho un auténtico lío. Espero que su acendrado feminismo no se me excite.

  41. Passa nada, Bismy, el sñeor Veyrat es «de los míos». Ha sido un honor.

  42. … Y además, no soy nada «andrófoba». A las feministas de verdad nos encantan los tíos.

  43. Resulta agradable leer ese diálogo chispeante entre los Bismutos y Kafeínas. Le da vidilla a un blog en el que tantas veces nos ponemos serios, demasiado serios.

  44. He leido los dos últimos posts de J. Serna. El del burgués valenciano y del Segolene Royal y me interesa este blog.La gente que escribe aqui no chilla y las cosas parecen interesantes. Señor Serna: ya está en la calle el libro que anuncia?

  45. Ya se lo había dicho en el post anterior, pero se lo reitero. Le agradezco su interés. El libro ‘Diario de un burgués’ estará físicamente en la calle el día 29 de noviembre, día de la presentación en Valencia (creo que lo distribuye GEA) y, por supuesto, se distribuirá al resto de España. El libro es una especie de viaje a un mundo penúltimo, el que nos precedió y del que tomamos tantos hábitos y formas de vida: el ocio, el turismo, la preocupación por el cuerpo y la salud, la gastronomía… Ojalá estemos a la altura. Reciba un saludo cordial, JS.

  46. Buenas tardes sr Serna,
    Disculpe que me salga del tema tratado en el blog . Suelo leer sus post y me gustaría conocer su opinión sobre el último libro de Richard Dawkins «The God Delusion».
    Gracias
    Un Saludo.
    José Manuel

  47. Apreciado amigo, lamento no poder decirle nada: simplemente no he leído dicho libro. Seguro que será un nuevo suceso editorial, probablemente tan exitoso como ‘El gen egoísta’. El argumento tratado así lo augura. Espero no tardar demasiado en leerlo. Mientras tanto, leo a Sarkozy, ocupado en lo trascendente, en la esperanza y en la religión como constitutiva de ciudadanía (nada menos): un republicano demasiado respetuoso, probablemente, con las creencias inverificables, cosa que, si no estoy equivocado, abate Dawkins.

  48. Ay Serna.Con lo leido que eres y no has leido lo último de Dawkins. Què decepción!

  49. Paco, ¿sabe usted quién es Dawkins?

  50. Avatar de Javier ( el más antiguo)
    Javier ( el más antiguo)

    Kafeina, no se esfuerze preguntando a Paco, si revisaramos el blog desde que Paco interviene, comprobariamos que nunca contesta a lo que se le pregunta, o replica a lo que se le contesta. Él es asi, deja su estiercol y nada mas, como la mayoria de los trolls.
    Un saludo.

  51. Kafeina y Javier. No contesto porque solo hago de mosca cojonera en este sitio tan politicamente correcto. La pena es que el señor Pipiolo que estuvo por aqui el otro dia no vuelva a encabronar a serna. Una persona tan leida como Serna debe vivir poco. Merece que se le mortifique para que abandone la pantalla. Así es que en eso estoy.

  52. Después de esa confesión tan sincera le dejamos que siga usted hozando en el estiércol, deseándole una mala digestión, por supuesto. Siga adelante con su vocación, porque no creo que se de cuenta del mortal ridículo que hace.

  53. Avatar de Gertraud Tilemann
    Gertraud Tilemann

    ¿¿?? He ecrito algo parecido a lo que acaba de colgar Bismuto ¡muy parecido! y lo he hecho hace rato y he escrito las letras y números que hay que escribir ahora y no me ha dicho esto nada en contra, pero no ha salido. El dios de las moscas cojoneras ha debido de tener algo que ver.

    Nada vive menos que un insecto, sea cojonero o no, lo malo es que, mientras está en el mundo, mancha con sus patitas lo que toca y no queda otra que espantarla con la mano. Qué le vamos a hacer.

  54. Avatar de Gertraud Tilemann
    Gertraud Tilemann

    Y ahora sí aparece lo que escribo. Los designios de Internet son infinitos.

  55. Tranquila, señora Tilemann, pero Paco es inasequible al desaliento: Tiene una misión en la vida, perseguir a Serna. ¡Qué suerte tiene! Algunos ni eso…

  56. cada hombre tiene su precio (robert walpole)

  57. Nada es hasta que no ha sido.

  58. De los muchos sufrimientos que se padecen en este mundo, la mayoria son producidos por el temor a desgracias que no llegan a suceder nunca.

  59. No sufran, Segolene Royal no ganará.

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