1. Eduardo Mendoza. En un post que publiqué el pasado 21 de abril decía lo siguiente:
«Días atrás tuve que hablar de La verdad sobre el caso Savolta. Era en una clase de historia, de historia de la Restauración borbónica. Por supuesto, no se trataba de tomar la novela de Eduardo Mendoza como fuente histórica. Tampoco como documento de época. Se trataba de transmitir el asombro que esa novela aún provoca. Ambientada en la Barcelona de 1917-1919, la narración nos muestra las clases burguesas y el ambiente menestral, el hampa y los obreros de aquel tiempo. Con personajes deslumbrantes o irrisorios, con magnates o potentados, con desgraciados y purria, todos los individuos son objeto de relato a partir de un montaje propiamente cinematográfico que se sirve de variados contrapuntos: rompen la historia y las versiones. Es una maravilla, ya saben. Y, además, tiene la ironía como principio rector, regulador y narrador (…). Apareció un Día del Libro: el 23 de abril de 1975. Ahí empezaba todo». Eso decía. ¿Exageraba?
Luego he leído novelas suyas absolutamente desternillantes, breves y falsamente costumbristas. He leído también otras obras suyas de gran empaque y de fingido casticismo con momentos muy guasones. Y he escrito repetidamente sobre su creación: la última vez sólo hace unos meses. Ahora, las últimas noticias que me llegan despiertan todas mis expectativas: pronto podré leer Riña de gatos, una narración por la que le acaban de conceder el Premio Planeta.
2. Ustedes son formidables. Ayer 15 de octubre, a última hora de la noche, cuando repasaba los periódicos del día, me enteré de una noticia que aún me emociona. Acaba de fallecer Alberto Oliveras.
Digo ese nombre y veo inmediatamente a mi abuelo: a mi abuelo Francisco, que murió en 1970. Pronto acudiré al cementerio para rendirle mi homenaje anual. Lo recuerdo relatándome la guerra de Marruecos, pero sobre todo lo recuerdo pegado a la radio, al inmenso aparato con el que sintonizaba las distintas cadenas. El dial traía nombres de ciudades alejadas, distantes, más o menos exóticas.
Pero traía también el programa preferido de mi abuelo en los años sesenta: Ustedes son formidables. Yo aprendí ese adjetivo gracias a aquella emisión. Era un programa benéfico, de cuestaciones masivas, de radioyentes solidarios. Lo presentaba Alberto Oliveras, un santo varón para mi abuelo: un Oliveras siempre dispuesto a darnos las últimas noticias de familias necesitadas y de españoles en apuros. La banda sonora no la he olvidado: la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvořák. Qué tiempos.
3. Cómo salir de la crisis. Días atrás me comentaba Francisco Fuster lo que Antonio Muñoz Molina había contestado a propósito de la crisis y de lo que cada uno de nosotros podía hacer para paliar los efectos. Muñoz Molina respondía a un cuestionario citando a Albert Camus: «que cada uno haga su trabajo».
Leo esa respuesta completa en la sección que ha abierto recientemente el diario Abc. Se titula «Regeneración»: un rótulo algo pomposo y rancio que les sirve para sondear a intelectuales, escritores, artistas, pensadores, etcétera. Según los publicistas conservadores de dicho periódico, a España le faltaría algo de vigor: estaríamos padeciendo un debilitamiento general.
Los responsables de Vocento están deseando que el Partido Popular gane las elecciones, objetivo legítimo, y creen allanarle el camino atribuyendo todos los males de España al Gobierno y a la pérdida de los valores. ¿Qué es la pérdida de valores? La descristianización de España, por supuesto. Eso creen.
Hay un uso y hay un abuso de las analogías históricas. Hay un abuso (Regeneracionismo y Regeneración, ahora para Abc) cuando las analogías nos hacen pensar retrospectivamente en situaciones completamente nuevas. Yo evitaría esos rótulos (Regeneracionismo, Regeneración) y de cara a la crisis me tomaría en serio lo que nos plantea Muñoz Molina: que cada uno haga su trabajo.
Que cada uno haga su trabajo significa que cada uno desempeñe sus obligaciones sin ampararse en lo mal que está todo; significa completar las tareas con el mayor cuidado, con el mayor esmero; significa optar por un tipo de humanidad. ¿Para qué vamos a hacer mal las cosas si podemos hacerlas bien? Los existencialistas, Camus entre otros, tuvieron el coraje de buscar una moral sin pretextos religiosos, sin la excusa de la Providencia. Supieron que de ellos iba a quedar lo que hicieran: no sólo su obra, su obra escrita, sino la actitud, la disposición, propiamente la humanidad.
Si no haces lo que debes o si haces malamente lo que debes y justo en ese momento te mueres, ¿qué quedará de ti? Haz las cosas con rigor y con humor. Luego espera tranquilamente la muerte.
4. España en decadencia. ¡Últimas noticias, últimas noticias! España en decadencia. Ése es titular de portada del diario Abc: domingo, 17 de octubre de 2010.
No estamos a finales del Ochocientos, pero la lectura de ese titular nos hace remontarnos al 98. Hay resabios noventayochistas en ese susto que nos dan, resabios que confirma la campaña de «Regeneración» que ha emprendido el diario de Vocento.
Sus responsables dan por hecho el declive español. ¿Causas? «La falta de autoridad en la escuela y en la familia», señalan: un hecho que «conduce a nuestro país a su peor crisis de valores en décadas».
He leído el diario en papel: su editorial, el «informe» de José María Carrascal y el artículo de José Antonio Marina. De todo ello, lo único sensato es el texto de Marina, que es juicioso aunque subraye únicamente lo obvio, lo imprescindible: la tarea conjunta que han de hacer los padres y la escuela para transmitir datos y criterios, para instruir y educar. Digo que es evidente lo que sostiene Marina, pero eso no le quita fuerza a lo que defiende. Además su artículo se inclina por el optimismo frente al derrotismo o frente al pesimismo.
Exactamente lo contrario de lo que puede leerse en el editorial de Abc y o en el «informe» de Carrascal. Lo peor de una generalización, apoyada en datos sólo parciales, es el efecto de verosimilitud que provoca. No importa cuánto se manipule la realidad: importa que esa realidad presentada parezca incontestable.
¿De verdad creen los redactores de dicho diario que la realidad de nuestro país es «la falta de autoridad»? No el debilitamiento, sino literalmente la falta. Es decir, que nadie tiene autoridad en los hogares o en la aulas. Por otra parte, si tenemos la «peor crisis de valores en décadas», entonces es que hubo un tiempo en que los valores educativos estaban firmemente asentados en España. Que yo recuerde, hace décadas había una dictadura.Ah, los viejos buenos tiempos…
Por otra parte, esa falta de autoridad que deploran –en realidad, un debilitamiento de funciones institucionales– tendría factores sociológicos que los periodistas no exploran: antes los padres tenían una autoridad inobjetable y la escuela transmitía los datos básicos con los que el individuo debía manejarse. Hoy, sin embargo, las funciones de instrucción y los modelos sociales en los que inspirarse son numerosos: se los disputan a los mayores y a los maestros.
¿Significa eso que educan Internet o los mass media? Por supuesto que no: los criterios de que servirse no nos los proporcionan los medios. No hay que renunciar a la tarea educativa por mucho que algunas de las funciones tradicionales sean desempeñadas por múltiples instancias y por mucho que la información disponible ya no nos la puedan proporcionar los padres o los maestros.
¿Pero cuál es la conclusión de Abc? España en decadencia. ¿Han visto la fotografía de la portada? Echen un vistazo nuevamente a lo que allí se nos presenta. Un aula vacía, sin estudiantes y sin profesor. Sólo un muchacho. Aparte de la construcción de la imagen, artificiosa, forzada, ¿qué quieren decirnos? ¿Que ese estudiante está efectivamente solo, sin relaciones, sin referentes, sin la presencia de la autoridad docente? El joven está sentado, con las manos cruzadas, es decir, desocupado: sin libros, sin cartera, sin papeles. Los pupitres están vacíos. Últimas noticias: España está en decadencia.
Resulta escandalosa esta operación gráfica e ideológica.
5. Camino de perdición. Lunes 18 de octubre. Últimas noticias. Repaso Abc. ¿Y qué trae? Sigue la campaña que han rotulado «Regeneración», un edificio ideológico hoy afirmado sobre columnas extremas. Por un lado, la de Gabriel Albiac, que parece desistir de toda reforma: ya nadie lee, ya nadie aspira al saber, ya nadie se esfuerza por conocer, pues la suya, la que ingresó en la Universidad en 1967, fue la última generación que hizo de los libros su trampolín, parapeto o defensa. Eso dice tras un rigurosísimo sondeo personal. Viva el impresionismo. El antiguo marxista que dejó de serlo está derrotado y, por tanto, no cree que la Regeneración sea ya posible.
Es normal: quien creía que la historia era un proceso sin sujeto, al modo de Louis Althusser, ahora se deja llevar por el pesimismo de la voluntad.
Por otro lado, leo la columna de Juan Manuel de Prada. Describe de nuevo el apocalipsis que nos aflige: familias sin auctoritas con muchachos simplemente caprichosos y desorientados. Digo que De Prada describe de nuevo, porque es la enésima vez que denuncia el estado del mundo, descristianizado. Leo ahora: «Una vez disuelta la familia, el Estado Leviatán puede usurpar tranquilamente el derecho de los padres a educar a sus hijos, convirtiendo la escuela en una máquina feroz de adoctrinamiento que, ante los ojos de los padres dimisionarios aparece, sin embargo, como la única instancia capaz de salvarlos del caos. A tal engaño los conduce su mala conciencia; y luego, cuando el engaño se desvela, claman contra el sistema educativo. Que es como si el sifilítico clamara contra el treponema, camino del burdel».
Si la Regeneración ha de afirmarse con diagnósticos tan sutiles, la cirugía de hierro amputará las partes sanas e insanas, dejándonos en estado de postración definitiva. Por los clavos de Cristo.
Si les parece, retomamos aquí los asuntos que discutíamos en el post anterior.
R. ha resumido oportunamente las posturas. Es cierto que se decanta usted en favor de uno de los contertulios y que podría entenderse que simplifica alguna de las posiciones de JM, pero creo que eso es culpa de la resistencia de JM a fundamentar suficientemente algunas de sus aseveraciones. Quiero decir que si no tuviera esa costumbre tan suya de meter en el mismo saco a todos los que le molestan, sus argumentaciones no presentarían entonces tantos flancos débiles, por más que en ocasiones esa falta de rigor le permite poner a caldo a algo o a alguien que la corrección política o el prestigio de la academia impide a los demás. Con todo y con eso, creo que en esta polémica termina perdiendo a los puntos por esas incoherencias a las que R. se refiere.
Concluyo con el tema y, por si sirve de algo, creo que Marías es un articulista luminoso y al que me he divertido mucho leyendo, pero creo que se equivoca en una cosa importante: no siempre, cuando alguien se ofende por tal o cual invectiva o menosprecio lanzado en su artículo de turno es porque el lector es suspicaz o pertenece a tal o cual organización de meapilas o feministas rabiosas o boy scouts… ni tampoco porque todos tengan vocación de censores. Esta forma de proceder en el debate tiene asignada en la Lógica el nombre de una de las falacias más antiguas, la del «hombre de paja». Consiste en desplazar el argumento del supuesto oponente a una caricatura de sí mismo, de tal manera que si uno dice que el cine de Tarantino le parece que trivializa la muerte, entonces es que lo que uno quiere es recuperar la censura franquista, o convertirse en guardián de la moralina en los films, o cualquier cosa que dice Marías que el oponente ha dicho pero que en realidad no ha dicho, sino que es el propio Marías el que la ha deducido impropiamente de lo que sí ha dicho. Esto Marías lo hace con frecuencia y creo sinceramente que le desluce, pues va en detrimento del rigor argumental que, por ejemplo en esta polémica -y no estando yo de acuerdo con él en todo- Muñoz Molina sí exhibe.
No sé si es exactamente una comparación lo que hago, querida R., en todo caso me referí a Salvar al Soldado Ryan como un «a propósito de», no sé si me explico. Intenté hacer más valedera -aunque no me necesite para nada- la posición supuestamente moralizante de MM en la polémica con JM. Como usted dice, Tarantino tiende a operar en la ruptura de los códigos de género, lo cual supone que su poética no es comparable a la de un film como el que yo cito, donde ciertamente no se articulan procedimientos deconstructivos. Yo me refiero a las implicaciones éticas, de las cuales -y en esto MM tiene razón a mi entender- no debemos disociar las obras de arte.
Cuando algunos de mis alumnos, preferentemente los varones, hablan de la guerra -y entre sus temas de conversación están los aviones de combate o las armas, sobre todo lo cual tienen un nivel de competencia sorprendente algunos de ellos- suelo intentar advertirles sobre las diferencias entre la realidad de la muerte y el tratamiento que de ella se da en cierto cine o en mundo de los videojuegos. Ya sé que Tarantino no se reduce a las pelis del tonto de Van Damme o a los videojuegos de tipos musculosos destripando zombis, pero sí creo que se sirve de la misma habilidad para hacer correr la hemoglobina y provocar impactos emocionales facilones a golpe de katana, metralleta y ensaladas de hostias. Su cine no es solo eso, ya, pero es difícil si subsistiría sin «eso».
Escojo esos momentos para enseñarles el film de Spielberg. Pese a que contiene también algunas cosas discutibles, este film, y en especial la estremecedora media hora inicial del ataque a la playa de Omaha, ayuda a interiorizar el horror de la violencia. Esto no lo puede conseguir ni un documental. La cámara subjetiva nos sitúa en el corazón de la batalla y nos permite entender que todo eso de las banderas, los himnos y las batallitas que deciden unos hombres poderosos y muy dignos puede trasladarnos al más odioso de los infiernos. No comparo poéticas incomparables, comparo las formas de interpretar el mundo que se articulan a partir de la obra.
Me gusta Mendoza, me gusta muchísimo, y, sobre todo, tiene algo que a mis ojos ayuda mucho a los escritores que me gustan, y es que su primera novela sigue pareciéndome un clásico imprescindible, lo cual no quiere decir que lo demás sea, ni mucho menos, un declive. «La verdad sobre el caso Savolta» me parece una de esas obras que los alumnos de bachiller deberían estudiar, tal y como se hace con «Pascual Duarte» o «Niebla». En cualquier caso, no sabría decir si no me deslumbró todavía más «La ciudad de los prodigios», quina bèstia.
Por cierto una maldad: me pregunto si para la Generalitat existe el mejor de los escritores catalanes. (NO es que me importe mucho, pero las maldades son para eso, para fastidiar). Sí, ya sé que tiene un Sant Jordi, que no es poco, y que tiene algunas cosas escritas en catalán, pero no sé, aparece junto a Marsé y AM Matute en la web gubernamental como «escriptors catalans en altres llengües», un poco como una figura anómala o equivocada… y a veces parece como que que cualquier medianía que escriba en la «lengua adecuada» lo va a tener más fácil.
Una guerra es una guerra es una guerra
Sr. Montesinos, es muy interesante la disertación que hace en su blog sobre el sentido de la polémica y de la guerra, buscando auxilio en la etimología. Qué bello recurso. Eso mismo intentaba hacer yo con mis alumnos días atrás para distinguirles monumento (‘monere’) de documento (‘docere’). Su sentido es muy próximo: el monumento nos advierte, nos reclama, nos hace recordar lo que ya no está; el documento nos instruye, nos enseña, nos muestra lo que tampoco está.
Estas cosas se las decía a mis estudiantes de historia. No sé por qué pero creo que me miraban mal, como si yo fuera un tipo raro que se vale de trucos o de retóricas en desuso. Quizá no les faltaba razón: en principio, la etimología es un recurso en desuso. Pero, bien mirado, no es así. Qué le voy a decir yo que usted no sepa, sr. Montesinos: en las palabras de hoy nos quedan esos restos históricos que son sus viejas acepciones, no desaparecidas del todo. Los historiadores deberíamos tener especial cuidado con esas huellas del pasado. Las palabras son nuestro primer archivo.
Aprovecho esta pedantería que le largo para hacerle una precisión, igualmente vanidosa. Quien dijo lo de ‘war’ y sus significados no fue el superministro Blanco, sino el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, José Antonio Alonso. “En la lógica del uso de la lengua inglesa la palabra guerra, ‘war’, se utiliza de manera polisémica», dijo. Y así hablan de «guerra contra el narcotráfico», contra el terrorismo.
«No tiene la más mínima importancia el uso de la palabra en boca de Obama o de otra persona que se exprese en lengua inglesa», afirmó Alonso. Sin duda, suena a absurdo lo dicho por el portavoz. Pero, bien mirado, no es un disparate lingüístico. Como muy bien dice Margaret Macmillan en ‘Juegos peligrosos’, la legitimidad de ciertas operaciones bélicas de los últimos años se han basado en analogías lingüísticas. Lo de Afganistán parece una guerra en su sentido más literal: hay territorio, campo de combate y frentes (o al menos es lo que más se parece). Pero el combate contra Al Qaeda difícilmente puede llamarse guerra cuando los ataques son difusos, el enemigo es plural, evanescente y no está simplemente emboscado. Es otra cosa. Recuerdo haber discutido, ‘polemizado’, sobre esto cuando leí libros sobre el terrorismo. En fin.
Y acabo. Habla usted en su blog de la guerra que se libra entre la Campanario y la Esteban: permítame llamarlas así. Qué interesante… Tengo entre mis libros pendientes de lectura uno sobre Belén Esteban, precisamente. Parece un sesudo estudio sobre dicho personaje. Se titula ‘Belén Esteban y la fábrica de porcelana’. Debo su descubrimiento a Alejandro Lillo, que conoce estas perversiones mías. No puedo decirle más. He de esperar… Aunque, bien mirado, lo que de verdad estamos esperando sus fans (los de usted, sr. Montesinos) es un libro suyo sobre este fenómeno hiperreal.
También yo me he emocionado al conocer la muerte de Alberto Oliveras, Señor Serna. Es el recuerdo de toda mi infancia pegada a la radio, me vuelven los olores, los sabores de entonces y, sí, la música. Ese 4ºtiempo de la 9ª Dvořák que sigue estando ligado a aquel programa ¿Sabe? cada vez que cualquier orquesta programa esa sinfonía y llega a su final, sigue habiendo un murmullo en la sala; la gente dice bajito, se lo dicen unos a otros «Ustedes son formidables». El poder de la radio en aquella época me parece que fue aún mayor que el de la tele ahora. Sus protagonistas eran tan populares como pueda serlo «La Esteban», pero, claro, es que no teníamos otra cosa.
Ya ve, en casa, mi padre se enfadaba cuando oíamos a Alberto Oliveras. Era yo muy pequeña y no recerdo bien, pero había algo políco en él que no le gustaba nada. Pero es mi infancia y lo recuerdo con infinito cariño.
Estoy muy contenta del Planeta a Mendoza, que lo anunciaron todos los periódicos una hora antes de que se hiciera público :-) Ya ni disimulan; es como un juego, la crónica de un premio anunciado.
Feliz fin de semana a todos. Me alegro de que sigan por aquí
Y nosotros de que se dé un garbeo por estos barrios, doña Ana.
Gracias en primer lugar por el comentario, señor Serna. La precisión onomástica no es uno de mis fuertes, y el caso es que ahora me viene a la cabeza el momento televisivo y es cierto que no fue el superministro, al que tengo tendencia a atribuirle toda suerte de maldades y cizañas. Decía Baudrillard -ya que habla usted de lo hiperreal- que la guerra ya no es lo que era, y que ya nunca lo sería. Desde la primera Guerra del Golfo, el impulso bélico de las grandes naciones ha sido sustituido por una operación mediática donde no se ahorran el horror y los muertos, pero que se aleja de los parámetros tradicionales de los dos bandos que dirimen sus fuerzas. Guerras como la de Afganistán son hoy otra cosa, ciertamente, y tardaríamos mucho en definir qué, aunque usted introduce algunas de sus características peculiares. Yo añadiría un efecto en cierto modo surreal -horrorosamente surreal, diría yo- por el que la representación mediática,lo que creemos saber de esa guerra, diverge cada vez más de lo que verdaderamente ocurre. Se me dirá que esto ocurre siempre, que la primera víctima de toda guerra es la verdad y que la información viene siempre distorsionada. De acuerdo, pero ahora estamos ante una vuelta de tuerca nueva. No podemos suponer que las agencias filtran y falsean la información verdadera porque ya no sabemos cuál es la «verdad» de lo bélico. Habla usted de un enemigo evanescente. Pero quien es el enemigo. ¿Los talibán? Y a estos los imaginamos muy fanáticos del Corán y muy barbudos, ¿pero son realmente «eso» los talibán? ¿Estamos seguros de que no hay muchos afganos que a veces son talibán y a veces se les clasifica como otra cosa? ¿Qué dicen los informes sociológicos de los USA sobre la complejidad de las comunidades afganas? Se habla de «misión de paz y de democratizar el país», pero la gente cree que poner paz es separar a dos tipos excitados y furiosos que están pegándose. Creo en suma que, por más que si nos ponemos a buscar encontramos alusiones a esta guerra por todas partes, el ruido impide entender a la mayoría lo que está pasando. Esa incertidumbre es lo que verdaderamente vuelve equívoco el concepto «war».
Respecto a las etimologías, debo decirle que un momento especialmente grato en mis clases de bachiller últimamente fue cuando una alumna que acude a la optativa de Griego me comentó la satisfacción que le producía entender antes que muchos de sus compañeros los conceptos filosóficos que, por ejemplo sobre Platón, explicaba yo en clase de Filosofía. Por ejemplo, ayer, cuando traduje el vocablo «areté» como virtud, se me ocurrió intentar hacerles ver que hay un cierto desplazamiento de sentido en dicha traducción, la cual, como cualquier traducción, no es «literal». Para nosotros es virtuosa la conducta leal y generosa, para el griego, la areté del hombre hace referencia al coraje para llevar a cabo aquella misión que le es propia. No creo que sea un mal ejercicio, más bien creo que es imprescindible en los estudios humanísticos. Y tampoco creo que la mayoría de sus alumnos lo tomen por un ejercicio pedantesco.
Respecto a Belén Esteban… No es una perversión. Que uno decida pasar del tema me parece bien, les aseguro que yo no veo programas rosa, no tanto porque me aburran como porque me encolerizan, pero da lo mismo, uno termina enterándose más o menos de todo porque el país se ha estebanizado. Y es ciertamente un fenómeno sociológico que reclama ser meditado. Creo que ya lo he contado, pero una mujer allegada me dijo hace poco que la amaba porque «es una Madre Coraje», afirmación de aire brechtiano que otra allegada -esta sensatamente odiadora de la Esteban- contestó oportunamente:
-«Una Madre Coraje eres tú, que te quedaste viuda de joven y tuviste que sacar adelante a tus hijas sin ayuda»
¡Sra. Serrano, qué alegría tenerla por aquí!
:-) Gracias. Tengo una época muy mala de trabajo y los leo, pero no puedo intervenir. Abrazos para todos.
Doña Ana, hago un esfuercito para saludarla, pues me alegra -como a los demás- saber de usted. Yo estoy un poco pachucha y por eso me estoy limitando a leerles, pues escribir me exige una postura que, de momento, no puedo adoptar.
Gracias, Marisa, por el esfuerzo, que no debería haber hecho ¿Que le ocurre? Espero que se rucupere rápidamente y que vuelva a traer aquí su alegría y su enusiasmo.
Un abrazo.
Sra. Serrano y sra. Bou, les agradezco el esfuerzo que hacen escribiendo en el blog a pesar del trabajo acumulado o del estado. Estamos cargados de tareas hasta las cejas y nuestros cuerpos no responden con el dinamismo de la juventud: me incluyo, eh. Aquí, el único que parece vitaminado es el sr. Montesinos. Uf, qué energía.
Leo esa respuesta completa en la sección que ha abierto recientemente el diario Abc. Se titula «Regeneración»: un rótulo algo pomposo y rancio que les sirve para sondear a intelectuales, escritores, artistas, pensadores, etcétera. Según los publicistas conservadores de dicho periódico, a España le faltaría algo de vigor: estaríamos padeciendo un debilitamiento general.
Los responsables de Vocento están deseando que el Partido Popular gane las elecciones, objetivo legítimo, y creen allanarle el camino atribuyendo todos los males de España al Gobierno y a la pérdida de los valores. ¿Qué es la pérdida de valores? La descristianización de España, por supuesto. Eso creen.
Hay un uso y hay un abuso de las analogías históricas. Hay un abuso (Regeneracionismo y Regeneración, ahora para Abc) cuando las analogías nos hacen pensar retrospectivamente en situaciones completamente nuevas. Yo evitaría esos rótulos (Regeneracionismo, Regeneración) y de cara a la crisis me tomaría en serio lo que nos plantea Muñoz Molina: que cada uno haga su trabajo.
Que cada uno haga su trabajo significa que cada uno desempeñe sus obligaciones sin ampararse en lo mal que está todo; significa completar las tareas con el mayor cuidado, con el mayor esmero; significa optar por un tipo de humanidad. ¿Para qué vamos a hacer mal las cosas si podemos hacerlas bien? Los existencialistas, Camus entre otros, tuvieron el coraje de buscar una moral sin pretextos religiosos, sin la excusa de la Providencia. Supieron que de ellos iba a quedar lo que hicieran: no sólo su obra, su obra escrita, sino la actitud, la disposición, propiamente la humanidad.
Si no haces lo que debes o si haces malamente lo que debes y justo en ese momento te mueres, ¿qué quedará de ti? Haz las cosas con rigor y con humor. Luego espera tranquilamente la muerte.
Continuará…
Entro un momento y aprovecho para disculpar mi prolongada ausencia en esta sección durante los últimos días: a una acumulación excesiva de compromisos se ha unido un extraño virus que se enseñoreó de mi portátil y me ha obligado a formatearlo.
Ya con mi pc recuperado, aprovecho yo también para comentar la cita de Camus y la encuesta del Abc. La fórmula que propone Camus me parece, como le dije a Justo, de lo más simple y acertada. Entre otros muchos factores, la crisis económica que padecemos obedece al hecho de que muchos españoles – con cargo y de a pie – han abdicado de sus funciones laborales o las realizan de forma totalmente ineficiente. Pongo el ejemplo de una institución como mi universidad. Esta semana pasada tuve que hacer un par de gestiones para un encargo que me han hecho y me encontré con gente del PAS (Personal de Administración y Servicios, la gente que se encarga de que la maquinaria burocrática de la universidad funcione) las dos posturas: una persona que me atendió amablemente, con diligencia y eficacia, cumpliendo con su trabajo y facilitándome el mío; y otra persona ejemplo de esos funcionarios que, con la excusa del excesivo trabajo (como si los demás no tuviésemos), canaliza esa frustración adoptando el papel de víctima y desatendiendo – o atendiendo con malas formas – al usuario de un servicio de la universidad que no tiene ninguna culpa ni responsabilidad en el origen de ese supuesto abuso del que es víctima el funcionario.
No lo digo esto como un ataque a los funcionarios, ni mucho menos. Al revés, lo que digo es que dentro de una misma institución hay gente que hace su trabajo y lo hace – o al menos lo intenta – bien, con predisposición y el mínimo de amabilidad que se exige a alguien que trabaja de cara al público, y luego hay gente que dimite de ese buen talante y despacha su estrés laboral con quien está en una situación de inferioridad. Es una lectura de lo que dice Camus y con la cual yo estoy totalmente de acuerdo: no sé si saldríamos de la crisis o no, pero lo que me parece evidente es que si cada cada cual hiciese su trabajo, desde luego que todo funcionaría bastante mejor. El jefe de mi antigua empresa, que no creo que haya leído a Camus, ya nos lo decía a los trabajadores: «no os fijéis en si el de al lado lo ha hecho bien o lo ha hecho peor; que cada uno se ocupe de lo suyo y ya veréis como al final no habrá quejas del cliente y se marchará contento». Es bastante elemental.
Y la encuesta del Abc me parece interesante y me recuerda – empezando por el título – a las que estudio en mi tesis sobre la crisis del 98 en España. Salvando las distancias, es algo parecido a la famosa encuesta que hizo Joaquín Costa (el famoso texto «Oligarquía y caciquismo» y el informe que lo acompañaba) cuando sondeó también a intelectuales y prohombres de la España finisecular en busca de posibles soluciones a la crisis de identidad que padecía la España de fin de siglo y para cuya solución propuso Costa su famosa fórmula del «cirujano de hierro», del líder que debía emerger y actuar quirúrigicamente cercenando el cáncer de la Nación y sus ramificaciones malsanas. Es muy interesante el paralelismo entre ciertos aspectos de aquella época y de esta que vivimos ahora.
El paralelismo que usted observa, sr. Fuster, más que interesante es inquietante: que los responsables de Abc se propongan esas analogías nos lleva al final de las mismas, al cirujano de hierro. El cáncer la nación y sus ramificaciones malsanas son, además, metáforas de desdichada consecuencia política. Usted lo sabe. Por cierto, digo esto y me viene a la cabeza un clásico de Susan Sontag que leí tiempo atrás y del que aún me beneficio: ‘La enfermedad y sus metáforas’.
Entrevista de Carlos Sala a Eduardo Mendoza tras la concesión del Planeta.
La Razón: Eduardo Mendoza: «Me gusta ser leído y leer con absoluta inocencia»
No estamos a finales del Ochocientos, pero la lectura de ese titular nos hace remontarnos al 98. Hay resabios noventayochistas en ese susto que nos dan, resabios que confirma la campaña de «Regeneración» que ha emprendido el diario de Vocento.
Sus responsables dan por hecho el declive español. ¿Causas? «La falta de autoridad en la escuela y en la familia», señalan: un hecho que «conduce a nuestro país a su peor crisis de valores en décadas».
He leído el diario en papel: su editorial, el «informe» de José María Carrascal y el artículo de José Antonio Marina. De todo ello, lo único sensato es el texto de Marina, que es juicioso aunque subraye únicamente lo obvio, lo imprescindible: la tarea conjunta que han de hacer los padres y la escuela para transmitir datos y criterios, para instruir y educar. Digo que es evidente lo que sostiene Marina, pero eso no le quita fuerza a lo que defiende. Además su artículo se inclina por el optimismo frente al derrotismo o frente al pesimismo.
Exactamente lo contrario de lo que puede leerse en el editorial de Abc y o en el «informe» de Carrascal. Lo peor de una generalización, apoyada en datos sólo parciales, es el efecto de verosimilitud que provoca. No importa cuánto se manipule la realidad: importa que esa realidad presentada parezca incontestable.
¿De verdad creen los redactores de dicho diario que la realidad de nuestro país es «la falta de autoridad»? No el debilitamiento, sino literalmente la falta. Es decir, que nadie tiene autoridad en los hogares o en la aulas. Por otra parte, si tenemos la «peor crisis de valores en décadas», entonces es que hubo un tiempo en que los valores educativos estaban firmemente asentados en España. Que yo recuerde, hace décadas había una dictadura.Ah, los viejos buenos tiempos…
Por otra parte, esa falta de autoridad que deploran –en realidad, un debilitamiento de funciones institucionales– tendría factores sociológicos que los periodistas no exploran: antes los padres tenían una autoridad inobjetable y la escuela transmitía los datos básicos con los que el individuo debía manejarse. Hoy, sin embargo, las funciones de instrucción y los modelos sociales en los que inspirarse son numerosos: se los disputan a los mayores y a los maestros.
¿Significa eso que educan Internet o los mass media? Por supuesto que no: los criterios de que servirse no nos los proporcionan los medios. No hay que renunciar a la tarea educativa por mucho que algunas de las funciones tradicionales sean desempeñadas por múltiples instancias y por mucho que la información disponible ya no nos la puedan proporcionar los padres o los maestros.
¿Pero cuál es la conclusión de Abc? España en decadencia. ¿Han visto la fotografía de la portada? Echen un vistazo nuevamente a lo que allí se nos presenta. Un aula vacía, sin estudiantes y sin profesor. Sólo un muchacho. Aparte de la construcción de la imagen, artificiosa, forzada, ¿qué quieren decirnos? ¿Que ese estudiante está efectivamente solo, sin relaciones, sin referentes, sin la presencia de la autoridad docente? El joven está sentado, con las manos cruzadas, es decir, desocupado: sin libros, sin cartera, sin papeles. Los pupitres están vacíos. Últimas noticias: España está en decadencia.
Resulta escandalosa esta operación gráfica e ideológica.
Continuará…
He tenido similares experiencias -yo diría que calcadas- a la que cuenta Paco Fuster, y me han suscitado semejantes reflexiones.
Está bien traído lo de Camus y las implicaciones éticas del existencialismo, aunque aplicadas a este caso pueden terminar en simple «voluntarismo», es decir, hace las cosas bien aquel a quien sus principios éticos le impiden hacerlo mal, y éste es a su vez quien resuelve el trabajo y posibilita con ello la indolencia del otro. En esto soy inmisericorde. Quien se sirve de triquiñuelas para desistir sistemáticamente de sus obligaciones debe ser inspeccionado y,si cabe, sancionado. Puede que suene a estalinista, pero son ilustrados aquellos pueblos que articulan procedimientos para solucionar problemas. Nada que ver con ese lamento por la propia inoperancia que llega a convertirse en una visión casi antropológica de los males patrios. Quizá así empecemos a cargarnos de autoridad para rebatir al ciudadano que tacha a todos los empleados públicos de mangantes.
Respecto al rótulo «regeneración», uy, qué peligro. Joaquín Costa me parece todo un personaje. Tengo entendido que este juego metafórico con la ciencia médica fue característico del regeneracionismo, movimiento sumamente influyente de entre siglos y cuyas consecuencias se extienden durante décadas. No discuto la atinada interpretación que da Fuster: la idea del «cirujano de hierro» anda detrás de esta movida que ha montado el ABC.
No seré yo quien venga aquí a reivindicar el Regeneracionismo clásico, pero temo que su trasfondo y sus condiciones de posibilidad son bastante más complejas que lo que la derecha española que recupera el vocablo pretende. Yo creo que el objetivo entonces era configurar un discurso ideológico genuinamente burgués, que es justamente lo que faltaba en aquella España tan socialmente polarizada entre oligarquía y clases populares que teníamos, pienso que a consecuencia de la afasia que arrastraba el país en comparación con las naciones europeas que habían vivido una revolución industrial digna de tal nombre.
No me parece mal intento y, si fracasó, fue por la misma razón por la que detectamos tanta incongruencia ideológica en los talentos del 98: es muy difícil aportar una mirada burguesa sobre un país que no ha llegado a desarrollar verdaderas clases medias. Quizá por eso terminamos encontrando en Costa, como en Maeztu, como a veces incluso en Unamuno, interpretaciones que llegan a tener tufillo reaccionario y aristocrático.
Sin embargo, creo que aquellos movimientos de modernización que intentaban extender la «mentalidad positiva» -pienso también en el alma mater del costismo, el krausismo- tenían una digna razón de ser: asociaban la postración histórica nacional a la incapacidad de las instituciones para imbuir a nuestros compatriotas de espíritu científico. Por eso llenaron sus escritos y sus estudios de datos y estadísticas. Ahora puede parecer ingenuo, pero en aquel momento había un mal hispánico de raíces atávicas al que había que hacer frente. En aquel momento, «español» significaba paleto o, en todo caso, místico entregado a las letras y que olvida la problemática social inmediata porque ya ha renunciado a resolverla.
Lo de ahora, me temo, es otra cosa. El cirujano de hierro no llega para amputar viejas y profundas dolencias: solo tiene que derrotar a Zapatero, que por lo visto es el verdadero causante de todas nuestras desgracias. Qué cutres.
Sobre ‘cirujanos de hierro’ que algunos comentaristas conservadores añoran, es revelador el final de esta columna de Manuel Martín Ferán en Abc:
«Lejos de buscar rigor a cada partida del Presupuesto que debiera sacarnos de una crisis que no supo ver llegar y no quiso abordar resueltamente, las aplica en su propio beneficio, para perpetuarse en un sillón que requiere un líder herculano. No un alfeñique político disminuido por sus propios errores tanto como por sus erráticas compañías».
Han leído bien: la presidencia del Gobierno necesita «un líder herculano. No un alfeñique político disminuido». Leo eso e inmediatamente pienso, claro, en José María Aznar, que no tiene nada de alfeñique y sí todo de herculano.
Qué malvado este Martín Ferrand: siempre desestabilizando a Mariano Rajoy.
Es normal: quien creía que la historia era un proceso sin sujeto, al modo de Louis Althusser, ahora se deja llevar por el pesimismo de la voluntad.
Si la Regeneración ha de afirmarse con diagnósticos tan sutiles, la cirugía de hierro amputará las partes sanas e insanas, dejándonos en estado de postración definitiva. Por los clavos de Cristo.
La derecha intelectual tiene una preocupante propensión a la jeremiada que da gusto. No sé si es deliberado, yo creo que sí, o una estrategia para ‘vender libros’, como la que practica Pedro J. con su periódico.
Esa visión oscura del porvenir creo que no es más que una traslación anímica, al papel, de sus negros humores por unas biografías personales mal avenidas en no sé qué punto.
Que cada uno trabaje en los suyo con decisión y energía. Compre, venda y tome cafés con leche. Circulará el dinero y la crisis se irá paliando.
También los políticos deberían hacer su trabajo, sindicatos, ONGs…
Una entrañable historia la de La noche de los tiempos, con Ignacio Abel, Adela, su mujer, el facha del tío Víctor. El suegro que dispara migas de pan cuando habla. Todo ello ambientado en los años 30. Con personajes ficticios y reales, como Juan Negrín.
Acabo de enterarme, con retraso, de cuáles eran las novelas finalistas del Premio Nacional de Narrativa. De tres de ellas hemos dado cuenta en este blog: ‘La noche de los tiempos’, de Antonio Muñoz Molina; ‘El viajero del siglo’, de Andrés Neuman; ‘La sima’, de José María Merino; ‘El animal piadoso’, de Luis Mateo Díez, o ‘Esas vidas’, de Alfons Cervera. Aparte, claro, de ‘Anatomía de un instante’, de Javier Cercas.
http://www.lavanguardia.es/cultura/noticias/20101008/54020620582/javier-cercas-el-23-f-en-espana-fue-como-el-asesinato-de-kennedy-en-ee.uu..html
Bien, creo que Luis Mateo Díez (La fuente de la edad) ya lo tiene y Muñoz Molina también, dos veces. Javier Cercas escribe muy bien y ya tenía dos buenas novelas por lo menos . ¡Y tres!
Yo tampoco conocía la nómina de las novelas finalistas y la verdad que el elenco es de un nivel altísimo. Me alegro por todos ellos y, especialmente, por Alfons Cervera, que es quien más de cerca me toca. En la estantería de mi habitación tengo el ejemplar de «Esas vidas» con su dedicatoria. Lectura muy recomendable, de las que no se olvidan fácilmente.
Alfons Cervera y Javier Cercas
https://justoserna.wordpress.com/2009/06/02/alfons-cervera-y-javier-cercas/