¿Qué hace el Partido Socialista Obrero Español? Dice Alfredo Pérez Rubalcaba que el PSOE no va a la deriva y que él mismo se siente respaldado como máximo dirigente de la organización.
Admitamos que sea así: que esa declaración sea totalmente sincera. Habrá que admitir también que en la sociedad de la comunicación no sólo es verdad lo que es verdad, sino lo que la gente juzga como tal. Y en la opinión pública se está imponiendo un juicio común y probablemente cierto: Alfredo Pérez Rubalcaba fue parte de la solución; y en cambio hoy es parte del problema.
El problema no es lo que hay, sino lo que muchos perciben. Y la percepción es la de que contamos con un partido socialista que se mueve lentamente, que hay militantes válidos que son apartados o simplemente ignorados, que hay dirigentes audaces que lejos de ser promocionados son frenados. Y que Alfredo Pérez Rubalcaba confía en remontar esta coyuntura tan negativa. Pero aquí y allí el Partido Socialista aparece descabezado, mudo o escasamente convincente. El PSOE tiene un problema. O dos. Y bien que lo lamento. Espero que dicha organización se revuelva, se revele y se rebele…
La ciudadanía espera un cambio.
¿Continuará…?
La ciudadanía espera un cambio, sí: un partido abierto; no una organización cerrada que premia el asentimiento y castiga el disentimiento.
Hay electores que esperan un liderazgo dinámico, intelectual y popular. Ni arrogancia iletrada ni antiintelectualismo.
Hay votantes que esperan cuadros y dirigentes que intervienen, que ocupan espacios de opinión, y no simplemente orgánicos. Ocupar un espacio mediático no es alarmar o crear acontecimientos escandalosos o hacer declaraciones pomposas que recogen inmediatamente las televisiones. Es crear las condiciones de la transparencia y de la deliberación: criticar lo obvio.
Hay simpatizantes que esperan participar en la vida interna de la organización, que esperan la renovación de cargos a partir de listas cerradas, pero no bloqueadas.
¿Continúo?
Hace un siglo, Robert Michels diagnosticó el mal de los partidos políticos. Tomaba como dato su propia experiencia dentro del Partido Socialdemócrata alemán. Tituló su obra de manera genérica: Los partidos políticos (1911). En realidad analizaba microscópicamente la organización germana. Sus resultados eran desoladores: no es posible la democracia interna, porque los partidos son maquinarias oligárquicas, entes en los que se enfrentan dirigentes con intereses contrapuestos que buscan sus adeptos en una guerra política de alianzas.
El diagnóstico de Michels parecía muy ajustado y la experiencia histórica no parece sino revalidarlo. Pero la crítica radical de la forma partido conduce al fascismo, que es la opción por la que se inclinó Michels en la última parte de su vida. La clarividencia sin consecuencias lleva al desastre. Aunque la perspicacia con efecto lleva al conocimiento.
En el Partido Socialista Obrero Español hay defectos insoslayables, taras propias de toda organización política. Pero en dicho organismo hay unas tradiciones propiamente democráticas y sobre todo hay un elemento humano muy valioso y aprovechable. Quien disiente lealmente es un valor, no una carga o una rémora. ¿Acaso en la sociedad de la comunicación el partido puede atrincherarse? La opinión pública empezó como el espacio de publicidad: aquel ámbito en donde los ciudadanos exigen porque distinguen.
No pensemos que los nuevos partidos se libran de incurrir en los mismos vicios. La tendencia oligárquica es algo general. La ventaja de la comunicación de masas es que hace visibles el caciquismo y la fontanería.
¿Sigo…?
Leo el editorial que El País dedica al Partido Socialista tras el breve oleaje interno que ha sufrido este fin de semana. Se titula «Lo que necesita el PSOE«. El editorialista da una serie de recomendaciones. Concluye:
«Pero la decisión sobre quién ha de encabezar el cartel en las próximas elecciones no debería retrasarse excesivamente. Lo que necesita urgentemente el PSOE es capacidad de integración. No anda sobrado de fuerzas como para seguir con unas luchas intestinas cuyo único efecto es alienar a sus posibles electores e impedir un debate a fondo de cómo ha llegado a su situación actual y sobre cómo salir de ella, lo que implica ayudar a salir al conjunto de España».
Encabezar un cartel electoral no es baladí: de su atractivo, de su capacidad de convicción, de su crédito depende una parte de su éxito. Pero también depende de su fuerza, de su dinamismo. No puede presentarse un candidato de aspecto derrengado. No puede luchar un político al que ya vemos amortizado.
El editorialista añade que PSOE necesita capacidad de integración: que se acaben las luchas intestinas, vaya. No sé si entiendo bien la recomendación. Que haya confrontación interna no es malo. Forma parte de la deliberación. Lo que resulta letal es una organización en la que una parte se impone a la otra para luego negarle su integración. Si los debates intestinos se liquidan haciendo callar al otro, lo que el partido pierde es capital humano, recursos efectivamente humanos. Entonces, esa lucha interna sí que es un espectáculo poco edificante.
No pueden atrincherarse los dirigentes, no pueden encastillarse. Si lo hacen, los compañeros se convierten en enemigos y el enemigo siempre está a las puertas. Las puertas de la organización no pueden estar cerradas a debates. No me gusta el asambleísmo, pero menos me gusta el despotismo.
Un partido necesita un liderazgo reconocible, dinámico, persuasivo, con expectativas. Y siempre revocable. Y necesita ocupar un espacio de la opinión. Siento decirlo: pese a sus esfuerzos, el PSOE no ocupa dicho espacio; lo pierde, se desdibuja.
Una reacción interna, una refundación, es el principio, no el objetivo.
¿Qué hace el Partido Socialista Obrero Español? Dice Alfredo Pérez Rubalcaba que el PSOE no va a la deriva y que él mismo se siente respaldado como máximo dirigente de la organización. Admitamos que sea así: que esa declaración sea totalmente sincera. Habrá que admitir también que en la sociedad de la comunicación no sólo es verdad lo que es verdad, sino lo que la gente juzga como tal. Y en la opinión pública se está imponiendo un juicio común y probablemente cierto: Alfredo Pérez Rubalcaba fue parte de la solución; y en cambio hoy es parte del problema. El problema no es lo que hay, sino lo que muchos perciben. Y la percepción es la de que contamos con un partido socialista que se mueve lentamente, que hay militantes válidos que son apartados o simplemente ignorados, que hay dirigentes audaces que lejos de ser promocionados son frenados. Y que Alfredo Pérez Rubalcaba confía en remontar esta coyuntura tan negativa. Pero aquí y allí el Partido Socialista aparece descabezado, mudo o escasamente convincente. El PSOE tiene un problema. O dos. Y bien que lo lamento. Espero que dicha organización se revuelva, se revele y se rebele… La ciudadanía espera un cambio.
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Justo Serna
¿Continuará…? https://justoserna.com/2012/10/29/el-psoe/
El PSOE justoserna.com
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Daniel Molina
Hay que tener paciencia Justo, los ciclos políticos son largos en España y el PSOE todavía tiene que construir un rearme ideológico y un candidato. Rubalcaba me parece una persona con experiencia e inteligencia, que yo creo que es lo que se requiere ahora mismo. Ten en cuenta que no hay elecciones hasta el año 3015.
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Guillermo Busutil
Necesita solventar muchos problemas, querido Justo. Reelaborar un discurso progresita del siglo XXI ( sus postulados pertenecen en gran parte al XIX); soltar el lastre de las últimas décadas del sectarismo y la falta de autocrítica; dejar a un lado a tantos políticos que ocupan cargos de gobierno a los que más que gestionar lo que les importa es salir en la foto, entender de todo, incluso de lo que sólo compete a los técnicos (que para eso están y para eso los buscan y contratan); abandonar la querencia que tienes muchos de sus cargos a ejercer el caciquismo (especialmente en provincias); dar paso a una nueva generación mejor y más formada en política, en comunicación, en economía, en cultura (este sector no puede ser el cajón de sastre de los que salen de otros ámbitos y son acomodados en una disciplina de la que ni saben ni les importa); aprender a dialogar constructivamente (esto es vital para el resto de partidos) y muchas más cosas. Es lamentable cómo en una década han desencantado y mucho a militantes, simpatizantes y gentes de una izquierda ilustrada a la que nunca han tenido en cuenta.
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Daniel Molina
Hasta el 2015, quería decir jeje.
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Honorato J. Ruiz
Evidentemente la zozobra ideológica es de toda la izquierda europea. Dan bandanzos en su relación de sumisión a los postulados económicos neoliberales. Sinceramente pienso que la alternativa de la izquierda en España no pasa por el PSOE, al menos no por este PSOE.
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Joan Alcàzar Garrido
Efectivamente, aunque sea verdad (que APR tiene la confianza de su partido) no lo parece. Pero, aunque así fuera, el problema no lo tiene en su partido, sino que lo tiene con los votantes de sus siglas (que son millones más), que están huyendo como alma que lleva el diablo de su vera. No solo no se recuperan del batacazo del 2011, sino que siguen porfiando no sé exactamente en qué, porque no lo explican. Pero el capitán parece haber dado órdenes a la orquesta de que siga tocando; mientras, las vías de agua abiertas por los icebergs gallego y vasco pueden ser una broma cuando choquen con el próximo el 25 de noviembre.
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Justo Serna
La ciudadanía espera un cambio, sí: un partido abierto; no a una organización cerrada que premia el asentimiento y castiga el disentimiento.
Hay electores que esperan un liderazgo dinámico, intelectual y popular. Ni arrogancia iletrada ni antiintelectualismo.
Hay votantes que esperan cuadros y dirigentes que intervienen, que ocupan espacios de opinión, y no simplemente orgánicos. Ocupar un espacio mediático no es alarmar o crear acontecimientos escandalosos o hacer declaraciones pomposas que recogen inmediatamente las televisiones. Es crear las condiciones de la transparencia y de la deliberación: criticar lo obvio.
Hay simpatizantes que esperan participar en la vida interna de la organización, que esperan la renovación de cargos a partir de listas cerradas, pero no bloqueadas.
¿Continúo?
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Guillermo Busutil
Eso es lo que se espera. Esa es la línea de trabajo a seguir. Pero si alguien con cabeza dentro del partido hiciese una evaluación de lo que aquí se está diciendo se quedaría solo o con cuatro. es cierto que es necesario refundar el psoe y que más pronto que tarde exista una alternatia de izquierda con estos postulados, pero lo dicho sobran muchos caciques, muchos cabeza hueca, mucho señorito de Armani, mucho comisario carpetovetónico, mucho iletrado, mucho pelota, mucho fantasma…
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Ciudadana Carmen
Lo de premiar el asentimiento y castigar el disentimiento es cuestión de obediencia al partido,independientemente del que sea,dificil solución.Todo lo demás que planteas en cuanto a : votantes,electores,simpatizantes, osea ciudadanía toda,es certero y o cambian el concepto …o no superaran la crisis jamás. Y no será que no me duele.
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López Blanco Rogelio
Exacto, entonces me pregunto ¿por qué se habla en los medios de Madina o Chacón? Es decir ¿el zapaterismo fue algo bueno o un camino sin sentido (sin negarle aspectos puntualmente buenos)?
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Antonio Benlloch
Creo que tenemos que olvidarnos del Partido Socialista. ¿Tiene que renovarse el partido para así solucionar los problemas de los ciudadanos? No, vamos a saltarnos ese paso, antes vamos a tratar de resolver los problemas de los ciudadanos, los desahucio…Ver Más
Hace 35 minutos · Me gusta · 1
Guillermo Busutil
Efectivamente Antonio. Esa es la otra asignatura pendiente de este país: conformar una sociedad civil que tenga criterio, que sea activa, que haga escuchar su voz y se mueva. Los periodistas y los escritores, a falta de los intelectuales acomodados en el silencio o en la fuga, podemos escribir sobre estos temas, intentar debatir propuestas, mover la opinión de la calle. De hecho, estoy convencido que con la crisis de la política, sumisa a la economía y más preocupada del culto al líder y de escalar en el partido, la sociedad, la ciudadanía es la que debe seguir movilizándose y tratando de encontrar soluciones.
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Justo Serna
Hace un siglo, Robert Michels diagnosticó el mal de los partidos políticos. Tomaba como dato su propia experiencia dentro del Partido Socialdemócrata alemán. Tituló su obra de manera genérica: ‘Los partidos políticos’ (1911). En realidad analizaba microscópicamente la organización germana. Sus resultados eran desoladores: no es posible la democracia interna, porque los partidos son maquinarias oligárquicas, entes en los que se enfrentan dirigentes con intereses contrapuestos que buscan sus adeptos en una guerra política de alianzas.
El diagnóstico de Michels parecía muy ajustado y la experiencia histórica no parece sino revalidarlo. Pero la crítica radical de la forma partido conduce al fascismo, que es la opción por la que se inclinó Michels en la última parte de su vida. La clarividencia sin consecuencias lleva al desastre. Aunque la perspicacia con efecto lleva al conocimiento.
En el Partido Socialista Obrero Español hay defectos insoslayables, taras propias de toda organización política. Pero en dicho organismo hay unas tradiciones propiamente democráticas y sobre todo hay un elemento humano muy valioso y aprovechable. Quien disiente lealmente es un valor, no una carga o una rémora. ¿Acaso en la sociedad de la comunicación el partido puede atrincherarse? La opinión pública empezó como el espacio de publicidad: aquel ámbito en donde los ciudadanos exigen porque distinguen.
No pensemos que los nuevos partidos se libran de incurrir en los mismos vicios. La tendencia oligárquica es algo general. La ventaja de la comunicación de masas es que hace visibles el caciquismo y la fontanería.
¿Sigo…?
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Ivan Ferri Vercher
Al menos los nuevos partidos no han demostrado corrupción ninguna, por el momento…
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PPSOE por desgracia si
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Hace usted, don Justo, un diagnóstico perfecto de lo que aqueja -en estos momentos- al Psoe. Y también están muy acertados los comentarios que nos adjunta del facebook. He pasado el enlace a mi «grupo» porque quiero que vean cuánto coincidimos también en las recetas que proponen.
Aprovecho esta entrada para agradecer, aunque sea a «post pasado» a doña Isabel Zarzuela por el espléndido reportaje de la última presentación, aunque yo le diría, en un aparte, que sobraba una foto. Ella me entenderá.
Leo el editorial que El País dedica al Partido Socialista tras el breve oleaje interno que ha sufrido este fin de semana. Se titula “Lo que necesita el PSOE“. El editorialista da una serie de recomendaciones. Concluye:
“Pero la decisión sobre quién ha de encabezar el cartel en las próximas elecciones no debería retrasarse excesivamente. Lo que necesita urgentemente el PSOE es capacidad de integración. No anda sobrado de fuerzas como para seguir con unas luchas intestinas cuyo único efecto es alienar a sus posibles electores e impedir un debate a fondo de cómo ha llegado a su situación actual y sobre cómo salir de ella, lo que implica ayudar a salir al conjunto de España”.
Encabezar un cartel electoral no es baladí: de su atractivo, de su capacidad de convicción, de su crédito depende una parte de su éxito. Pero también depende de su fuerza, de su dinamismo. No puede presentarse un candidato de aspecto derrengado. No puede luchar un político al que ya vemos amortizado.
El editorialista añade que PSOE necesita capacidad de integración: que se acaben las luchas intestinas, vaya. No sé si entiendo bien la recomendación. Que haya confrontación interna no es malo. Forma parte de la deliberación. Lo que resulta letal es una organización en la que una parte se impone a la otra para luego negarle su integración. Si los debates intestinos se liquidan haciendo callar al otro, lo que el partido pierde es capital humano, recursos efectivamente humanos. Entonces, esa lucha interna sí que es un espectáculo poco edificante.
No pueden atrincherarse los dirigentes, no pueden encastillarse. Si lo hacen, los compañeros se convierten en enemigos y el enemigo siempre está a las puertas. Las puertas de la organización no pueden estar cerradas a debates. No me gusta el asambleísmo, pero menos me gusta el despotismo.
Un partido necesita un liderazgo reconocible, dinámico, persuasivo, con expectativas. Y siempre revocable. Y necesita ocupar un espacio de la opinión. Siento decirlo: pese a sus esfuerzos, el PSOE no ocupa dicho espacio; lo pierde, se desdibuja.
Una reacción interna, una refundación, es el principio, no el objetivo.
De acuerdo, el paisaje que se dibuja tras la incontestable evidencia electoral -la de hace unos meses y la de hace dos semanas- es el de la refundación. Si solo hubiera sido la mayoría absoluta de Rajoy en las estatales… bueno, esto ya pasó con el tardofelipismo y el ingreso de España en lo que Vázquez Montalbán llamaba la «aznaridad»… Pero no es tan sencillo, pues ahora concurren circunstancias novedosas. De no ver al partido el electorado tradicionalmente fiel en trance de descomposición no sería explicable una victoria tan arrolladora de una derecha encabezada por un candidato tan gris, un tipo de propósitos tan tornadizos, un líder al que pocos creían antes de gobernar, y al que ahora ya no creen ni los suyos, pues ostenta una marca digna de figurar en el Guinness: no haber cumplido una sola promesa electoral. Todo esto sólo se explica por la deriva en la que se halla el socialismo, una deriva que Rubalcaba no reconoce porque simplemente cree que es mejor no reconocerlo.
Analicemos. (Como no he simpatizado jamás con el PSOE, lo tengo fácil por aquello de la frialdad, y perdonen la inmodestia) La gente que votó a Zp no es tonta, y sabe muy bien que una parte muy considerable de las repercusiones que han tenido sobre el país los desastres de la Gran Recesión tienen que ver con la gestión que el segundo socialismo hizo del asunto, no sólo por desacertada, sino también, y muy especialmente, por tardía. Esta lentitud de reacción tiene culpables directos en Zapatero y su equipo, en especial el equipo económico, del que apartaron a gente muy experta como Solbes porque con ese ojo triqui y la mirada de cenizo y rácano viejales distorsionaba la imagen eufórica de chicos alegres y muy progres, encantados de haberse conocido, con la que acabaron su primera legislatura. «Deje de amargarnos la vida diciéndonos que no hay dinero». Y Zp se lo cargó. Llama la atención aquello de «las dos tardes de un curso acelerado de economía». Yo no sé de economía, por eso no he de gobernar España. El problema de Zp es que él sí gobernó, y lo que es peor, cuando esa cosa con plumas (volátil, quiero decir) que es el éxito electoral le sonrío por segunda vez, creyó que además podía prescindir de quienes realmente sabían algo. Y así le fue. Lo de los trescientos euros o lo de los «brotes verdes» son genialidades resultantes de aquella irresponsabilidad.
¿A dónde voy a parar? El PS tiene una historia, y es deudor de ésta tanto como lo somos cualquiera de nosotros. ¿Quieren que retroceda hasta el felipato? Mejor que no. Si el partido se encuentra ahora mismo ante la mayor amenaza de su historia, pasar a la irrelevancia parlamentaria, o lo que es lo mismo, abandonar en todas partes -no solo a nivel de Estado- la condición de partido con vocación gubernativa, no es solo porque la evolución de las sociedades occidentales esté -como se dice con razón- distorsionando el mapa de la fidelidad de los ciudadanos al laborismo, sino porque cada vez que gobierna España el partido fundado por Pablo Iglesias se empeña en hacerse ética e ideológicamente irreconocible. Añadamos la corrupción y tenemos el diagnóstico perfectamente redondo: el electorado progresista no perdona la deshonestidad ni la falta de agallas.
El gran desafío de un partido de izquierdas en la Europa desarrollada está ahí. Lejos quedan por muchas razones los tiempos en que su gran granero electoral, las masas obreras, podía sustentar un gran proyecto de poder. Los desafíos de la globalización y el capitalismo postindustrial han problematizado la condición de «clase» que tenía su antiguo electorado, configurándose un mapa complejo, laberíntico incluso, de voluntades. ¿Qué las define? ¿Cómo podemos aunar el sentido de esas voluntades si su designio ya no es la condición que el marxismo clásico catalogaba para las clases revolucionarias? Son dos cualidades. Una es la convicción de que la derecha moderniza sus estilos solo a duras penas para terminar aplicando una agenda oculta cuyo destino es servir al capital y alimentar la brecha social. La otra, más problemática y muy poco estudiada, pero en mi opinión esencial, es el carácter refractario a la representación que tiene la actual ciudadanía progresista. Al contrario de lo que sucedía con los tiempos de Felipe y el carisma, la izquierda sociológica actual no está dispuesta a soportarlo todo -la tenebrosa burocracia del aparato del partido, la corrupción, la absoluta incapacidad para enfrentarse ni mínimamente a los poderes fácticos…- por el carisma de un líder o porque «así no gana la derecha».
El abstencionismo, that´s the question. Se trata de un fenómeno demasiado complejo para reducirlo a lo que Josep Ramoneda llama la pura «dictadura de la indiferencia». No, la fidelidad de la izquierda es condicional, cree en el divorcio, y si tras el matrimonio la decepcionan, entonces se va con otro o vuelve a la soltería. Esto no es así en la derecha, capaz de votar a tipos a los que desprecian profundamente, como esas esposas católicas que soportan la violencia, la humillación y la infidelidad de sus maridos porque no son capaces de ver nada más allá de la indisolubilidad del matrimonio. Pero eso ya lo sabíamos hace mucho.
Intuyo un riesgo en hablar de refundación si el único mecanismo de ésta es el cambio de líderes. No digo que usted lo haga, no lo interpreto así, aunque discrepo de su falta de ilusión respecto a opciones que yo creo que merecen una reflexión como la de las listas abiertas. Tampoco comparto su opinión sobre el asamblearismo, a mí sí me gusta. No dispongo de una teoría concluyente sobre cómo aplicar sus procedimientos a la democracia contemporánea, pero yo he aprendido a pensar políticamente en los miles de asambleas de todo tipo en qué he participado, por eso digo que sí me gustan.
No sé si sirve para elucidar algo toda esta argumentación o si solo consigo alentar la confusión. Pero se me ocurre algo muy constructivo, creo que la gente del PSOE debería leer más y con más pasión. Por ejemplo a Naomi Klein, estoy ahora mismo con «La doctrina del shock» y me parece de una claridad y una lucidez portentosa. O a Tony Judt, que empecé a leer con atención por culpa de usted. (Por cierto, a usted también le deberían leer, no sé si lo hacen) Cito al señor Judt, y se me ocurre que podía haberles ahorrado este rollo desde el principio sólo con esto: ´
«Incluso si todos los regímenes conservadores y reaccionarios que hay en el mundo se derrumbaran mañana, y su imagen pública quedara manchada por mucho tiempo por la corrupción y la incompetencia, la política del conservadurismo sobreviviría intacta. El argumento a favor de «conservar» seguiría siendo tan viable como siempre. Pero, para la izquierda, la falta de una narración apuntalada en la historia deja un espacio vacío. Todo lo que queda es política; la política del interés, la política de la envidia, la política de la reelección. Sin idealismo, la política se reduce a una forma de contabilidad social, a la administración cotidiana de personas y cosas. Esto también es algo a lo que un conservador puede sobrevivir muy bien, pero para la izquierda significa una catástrofe» (Algo va mal, pg.139)
Amigo David: en sus opiniones veo equiparadas la dureza y la justicia. De la misma forma que, como militante socialista, me veo obligada a aceptar sus críticas -pues me parecen oportunas- y al mismo tiempo a rechazarlas, en tanto no estoy de acuerdo con algunas de ellas.
Por ejemplo, coincido con usted en que la «condición de clase» ha variado sustancialmente. En que la izquierda social es mucho más exigente hoy día que en ese «pasado carismático», al que usted alude y que ya no existe, no sé si por falta de personas o de motivaciones.
En que la derecha se moderniza poco (sólo en aquello que le conviene, p.e.: su aceptación del divorcio) y que tiende siempre a conseguir la desigualdad social, para conservar sus privilegios. Justamente ahí radica la diferencia con el socialismo, aunque me vea obligada a «tragar quina» con los probados casos de corrupción, que son los garbanzos negros de la familia.
Discrepo en que a la izquierda (si es que se refiere al Psoe) sólo le quede la «política del interés, de la envidia, de la reelección». No le discuto que ésa sea la política que se está llevando a cabo, desgraciadamente. Y esto lo digo públicamente, aún a riesgo de ser «anatemizada». Pero, si los que sí tenemos idealismo pensáramos que no nos queda otra, hace tiempo que habríamos tirado la toalla. Y usted sabe muy bien que no es así. Sabe que seguimos luchando para defenderlos. Y que seguiremos mientras nos quede un soplo de vida.
El párrafo que nos aporta del libro de Tony Judt (que muchos de nosotros hemos leído) está muy bien traído para el momento actual. Le agradezco mucho sus sugerencias de lectura, asumiendo personalmente mis carencias en este punto, pero no acepto que insinúe que los socialistas no leen: le aseguro que lo hacen, y mucho. Al menos, aquellos a los que yo más considero.
En una palabra, reconozco su buena voluntad en la crítica y me confieso, como usted, amiga de las asambleas. Pero no en todo momento ni para todas las situaciones.
Reciba un cordial saludo, querido amigo.
Sr. Montesinos, le agradezco sus reflexiones. Y le agradezco su referencia a este post en su blog, lugar en donde también usted habla del PSOE. Es usted muy razonable, muy razonablemente escéptico ante la situación de dicho partido. Creo que es una rémora el burocratismo. Pero peor aún el personalismo ventajista de ciertos dirigentes que se instalan en una cómoda situación de derrota parcial, de segundo puesto. Algunos creen que son el Poulidor del ciclismo político. Y esos mismos creen que llegarán conforntablemente a la meta en segundo lugar, cosa que les garantiza un puesto en el pódium. Pero con esa actitud la derrota está garantizada. Mi columna de ‘El País’, de esta semana, trata de esto mismo y con brevedad lamento esta circunstancia por la que atraviesa este partido. La crisis política no se debe sólo a Rodríguez Zapatero o la depresión económica. Se debe también al ventajismo y al clientelismo que hay entre ciertas familias del Partido Socialista.
El PSOE
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/11/09/valencia/1352455357_882375.html
PP y PSOE se hunden en valoración ciudadana en cuestión de un año
http://politica.elpais.com/politica/2012/11/10/actualidad/1352585150_617080.html