Uno. Una amiga me escribe un WhatsApp para informarme de que el 8 de enero es el cumpleaños de Elvis Presley. Y de que este mismo 8 de enero David Bowie is…: vamos, que regresa con una canción y, pronto, con un nuevo disco. Le agradezco a mi amiga esa confidencia que sin duda es pública y universal, además de íntima.
Hace dos o tres veranos leí la biografía de Elvis que escribiera Peter Guralnick en dos volúmenes. Era una minuciosa reconstrucción: Ultimo tren a Memphis y Amores que matan. Lo que más me sorprendió fue el protagonismo del Coronel Parker. Sabía de su importancia, pero ignoraba que tuviera tanta influencia en el Rey. Tanta…
Tengo en casa una biografía dedicada a David Bowie. Su autor es Paul
Trynka. Aún no la he leído, pero espero no tardar demasiado: la vuelta de Bowie me sirve de acicate.
Aprovechando estas noticias, yo ahora debería recomendarles a ustedes la visita a la Exposición de la que Alejandro Lillo y yo somos comisarios: Covers (Centre Cultural La Nau, Valencia). Como lo he hecho ya infinidad de veces, no repetiré la promoción.
Dos. El rock me cambió la vida: perdonen la trivialidad. Mi inglés precario no fue obstáculo para que siendo joven escuchara a Elvis, a Bowie. Etcétera. Me recuerdo solo, en mi habitación, poniendo vinilos en un tocadiscos portátil. Era rojo y marfil, unos colores muy sesenteros, aunque fue un regalo de comienzos de los setenta. Sorprendentemente lo tiré. Es curioso: procuro deshacerme de todo lo que me recuerda mi pasado. Hay una herida que no cicatriza…
Hablando de heridas: había que tener mucho cuidado con la aguja del tocadiscos (siempre amenazada por mis manazas, por el polvo y por la pelusa) y había que preservar el disco (siempre tan frágil). Recluirse en la habitación era un acto de soberanía. Te daba una potestad sobre tus pertenencias. Estabas en un mundo que tus mayores no entendían.
Recuerdo que en la pared, junto al buró en el que estudiaba, tenía un póster de Lou Reed, una fotografía difuminada procedente del Rock ‘n’ Roll Animal (1974). La copia de mi disco español estaba censurada, por supuesto. Y para rellenar el hueco (Heroine estaba prohibida) los productores habían incluido Walk on the Wild Side (una canción extraída de Transformer, 1972). Y alguna pieza más.
Estoy seguro de que el Rock ‘n’ Roll Animal lo he escuchado miles de veces: no exagero ni un ápice. Y estoy seguro de que las canciones del Transformer me conmocionaron entonces y después. No sabía bien cuál era el mensaje, pero aquello me distinguía.
De todo esto hace mucho tiempo, tanto como cuarenta años, pero la sensación adolescente no la he olvidado.
Aún duele.

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