Uno. Los ojos de Ana (Ana Torrent) en El espíritu de la colmena (1973) son el hallazgo cinematográfico español más
sorprendente de principios de los setenta.
No son efectos especiales, no son trucos de computadora. Son cine que expresa y con el que nos identificamos.
De su producción y estreno se cumplen cuatro décadas.
La historia tiene cuarenta años más, pero también sus responsables: el director, los guionistas, los actores y, entre otros, los espectadores.
Del guión se ocuparon Víctor Erice y Ángel Fernández-Santos; de la dirección, Víctor Erice.
El film fue suficientemente ambiguo como para exigir la intervención activa del público.
Había que dar sentido a un contexto histórico y a unos actos imprecisos.
Yo vi de estreno la película, tras el galardón que se le había concedido en el Festival de San Sebastián.
Mis padres, que me acompañaban, mostraron su creciente irritación: los largos silencios de Fernando Fernán-Gómez o Teresa Gimpera les resultan tediosos e incomprensibles, probablemente porque eran los silencios de su propia generación.
Los personajes se adaptaban a un mundo hostil, frío, completamente árido. Con miedo. Con terror. Cuesta aceptarlo.
Dos Una niña descubre con silencios y medias palabras lo que ha sido la Guerra Civil, lo que está siendo la posguerra. Todo es suposición a partir de datos menores, de indicios escasos.
Ana mira, escruta observa y los hechos vistos son informaciones y confusiones, conjeturas maduras e inmaduras.
La niña de siete años ve una película en el cine ambulante de su pueblo, una pequeña localidad de Castilla a comienzos de los cuarenta.
Es Frankenstein (1931), de James Whale. La ficción estimula la imaginación, ensancha lo visto y lo supuesto, lo temido y lo deseado.
Tiene una hermana mayor y conserva a sus padres: esas figuras silenciosas que encarnan Fernando Fernán-Gómez y Teresa Gimpera.
Prácticamente no hay comunicación entre los miembros de la familia.
En el mundo adulto, todo son supuestos, sobreentendidos, medias voces, probablemente rencores y suspicacias.
En el mundo infantil, la pesquisa y la averiguación son una necesidad. Todo está por descubrirse.
Tres. Sin duda, la película refleja la mirada infantil y el hermetismo de su rostro. Ana también se protege.
El padre parece bueno pero tiene algo de monstruoso. A la búsqueda de su propio monstruo dedicará Ana sus tareas extraescolares. Y su actividad psíquica.
¿Por qué un pueblecito de Castilla? ¿Por qué a comienzos de los años cuarenta? ¿Por qué Frankenstein produce tal impacto en Ana?
¿Por qué callan los padres? ¿Por qué la colmena y las abejas que con mimo y dedicación cuida el padre?
Cuatro. A estas preguntas y a otras trataré de responder en el seminario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Valencia titulado Historia y cine: la construcción del pasado a través de la ficción, que dirigen Mónica Bolufer y Telesforo Hernandez Sempere.
Se celebrará los próximos días 23 al 25 de octubre en la sede de la UIMP. Vienen especialistas internacionales, entre otros Peter Burke, James Amelang, Áurea Ortiz, Josep Lluís Sirera.
Creo que vale la pena asistir. habrá gentes procedentes del cine, de la historia.
Para poder seguir las ponencias y mesas redondas hay que matricularse. Hay becas… Vale la pena.
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Más información: http://www.uimp.es/uxxiconsultas/ficheros/4/19767PROGRAMA.pdf

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