¿Los marcianos?

Justo Serna, Cartelera Turia. Núm. 2.957, 2-9 de octubre de 2020

[Diez personajes (o más) que conmovieron al mundo]

Recordemos La invasión desde Marte (1938), el programa radiofónicos de Orson Welles y Howard Koch.

El guion adapta una novela de H. G. Wells: La guerra de los mundos (1898). Se emitió en la víspera de Halloween por el Mercury Theatre ante los micrófonos de la CBS.

El protagonista del radioteatro es un famoso astrónomo, Richard Pierson, del Observatorio de la Universidad de Princeton.

Ya en la novela de Wells el pánico era una de las claves principales. Hablaba de lo que sentían y experimentaban las masas cuando constatan que están ante una ocupación marciana.

“Jamás hasta entonces en la historia del mundo se había puesto en movimiento una masa tan grande de seres humanos”, señala.

“No era una marcha disciplinada, sino una fuga loca, un terror pánico, gigantesco y terrible, sin orden y sin fin”, admite a mitad del relato.

Algo semejante se trasluce en la versión radiofónica, con ese sentido de plaga bíblica que se aprecia en las palabras de Welles.

Las masas que escuchan la radio son advertidas para que no se dejen llevar por el pánico. Pues bien, es lo que más o menos harán.

Como dijo después Hadley Cantril, un autentico profesor de Princeton que estudió el efecto, “probablemente, jamás se ha visto tanta gente súbita e intensamente conmocionada en calles y paseos de todas las localidades del país como durante la noche en cuestión”.

No se refería a invasión marciana, sino a las consecuencias que provocó la emisión radiofónica.

Al parecer y según se analizó después, el asunto no fue para tanto, pero pánico hubo.

La clave de ese pavor fue la emisión del radioteatro como un informativo.

Por ello, sus responsables se valieron de interrupciones, de minutos musicales, con supuestos periodistas desplazados a Jersey, con presuntos científicos y militares explicándose.

La clave, sí, fue la confusión que se dio entre un radioteatro y el noticiario.
¿Cómo fue posible?

A lo largo de varios cortes y de la presentación misma como ficción se dijo que aquello era una fábula.

Pero la realidad ya superaba a la ficción. Según admiten Cantril y otros estudiosos posteriores, quienes no captaron o no aceptaron esas advertencias acabaron vencidos por el espanto.

Concebida la emisión como un informativo (ficticio), con locutores, con expertos entrevistados, con estrellas de la radio, con interrupciones, era lógico que la conclusión errónea se multiplicara.

De todo lo empleado, la clave estuvo en la palabra autorizada, acreditada, del ficticio profesor de Princeton, Richard Pierson, su principal protagonista.

Por supuesto se trata de un astrónomo inventado, pero lo suficientemente verosímil como para convencer a muchos radioyentes.

Es un científico, la figura con mayores credenciales o avales de nuestra sociedad, un experto a quien daba voz Orson Welles.

Welles cerraba su representación con un monólogo, que era el informe o dietario melancólico de Pierson.

A Pierson le resultaban increíbles la peripecia marciana y lo milagroso de la supervivencia.

Había, en efecto, en sus palabras una reflexión triste y aliviada sobre la muerte, sobre la contingencia, sobre la finitud, sobre la excepción de nuestras experiencias.

Según concluía el profesor en el guion radiofónico, “se me hace raro ver desde la ventana, a través de la bruma de abril, los capiteles azules de la Universidad”.

Y añadía: “Se me hace raro ver a los niños jugando en las calles. Y no menos raro se me hace ver a los jóvenes paseando por el césped, allá donde la hierba primaveral va cicatrizando las quemaduras de la tierra”.

Algo semejante me pasa a mí y a tantas y tantas personas en esta circunstancia extraña que ahora vivimos.

Acabo esta columna melancólicamente. Con un alarmismo que me es impropio.

Se me hace raro hoy que sobreviva un planeta invadido por depredadores, por masas embravecidas, por comunicadores perturbados, por extremistas que nos llevan a la deriva.

Milagrosamente aún habitamos la Tierra. ¿A pesar de los marcianos? A pesar de los fanáticos.

En el científico de Welles que redacta el informe, la extrañeza se la provoca la chiripa de la supervivencia (gracias a la muerte de los marcianos por las bacterias).

A mí, la extrañeza me la provoca la furia irracional de que estamos rodeados.

Vamos a morir todos, me digo.

Espero equivocarme.

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