Javier Cercas. Realismo o angelismo

Hay razones para estar esperanzado.
Pero también hay razones para desconfiar.

Es más, hay razones para decepcionarse con unos representantes a los que hemos votado y que ahora obrarían de manera opuesta, imprevista o cínica.

Javier Cercas forma parte del grupo de los electores decepcionados. Y así lo manifiesta en su columna en El País Semanal.

Como suele ser característico, lo hace a pecho descubierto, sin ambages ni medias tintas.

El motivo es la amnistía.

Ya lo había hecho. Quiero decir, ya había manifestado su total oposición a la amnistía declarándose a la vez votante de Pedro Sánchez.

Le escribí privadamente el pasado 13 de septiembre de 2023 para aliviar su desazón y para mostrarle mi optimismo racional.

“Querido Javier, ¿qué tal? No sé cuándo podrás leer esto”, empezaba. “Quería felicitarte por tu valentía, un coraje que te lleva a expresar una opinión que es, a la vez, un razonamiento y un deseo”.

Pero inmediatamente le añadía algo más.

“Ignoro si la amnistía cabe o no en la Constitución, pero creo que Pedro Sánchez no permitirá nada que se salte la Carta Magna y que luego pueda tumbar sin más el propio Tribunal Constitucional”, le aclaraba.

“Yo también voté a los socialistas y no sé qué es mejor para el país y para la izquierda en este momento”, le añadía entonces a propósito de la amnistía o de una nueva convocatoria de elecciones.

“Nunca le he hecho ascos a la repetición electoral, si es que llega”, seguía diciéndole.

Pero, de convocarse de nuevo, el resultado previsible será muy parecido, por bloques.

Por ello, los independentistas serán otra vez imprescindibles.

—No —podría replicárseme—. Son factibles pactos con la derecha que eviten a los independentistas.

Yo, a esto, siempre respondo lo mismo. A los soberanistas hay que tenerlos dentro, no fuera. Es más, conviene hacerlos copartícipes de pactos en los que todos algo cedan.

Por otro lado, no estamos solos. Junto a la derecha moderada hay un partido y una tendencia ultraderechistas que se extienden y que todo lo agravan.

Por eso, hay que sumar fuerzas variadas a las que persuadir con cambios de opinión, con mutuas concesiones y con ganancias reales.

Esto no es un juego de suma cero. Aquí podemos salir todos beneficiados.

Eso no es cinismo, es realismo, es pactismo, es tacticismo (el busilis de la política)…, sabiendo cuáles son la meta y la estrategia.

“En todo caso, los independentistas no pasan por su mejor momento electoral. Entre otras cosas gracias al tacticismo (en el buen sentido de la palabra) de Pedro Sánchez…”, le concluía.

Acababa despidiéndome de Cercas, augurándonos un porvenir halagüeño a pesar de los negros vaticinios.

“Muchas gracias, querido Justo. Me gustaría ser tan optimista como tú”, me respondía Javier a las pocas horas.

Por desgracia, Cercas no confiaba en ese futuro aceptablemente resuelto, porque hay pruebas históricas sobradas de políticos irresponsables.

En El País Semanal vuelve sobre ello con dramatismo, hipérbole y teatralidad. Censura a quien él votó, a aquella persona en quien él mismo confió. A partir de ahora, votará en blanco.

Por supuesto, tiene derecho a manifestarse en esos términos. Yo no comparto esa opción.

Jamás votaré en blanco.

Hace casi dos décadas lo dije en prensa a propósito de un posicionamiento semejante, en este caso de Fernando Savater. Anunciaba su voto en blanco.

Al filósofo donostiarra lo perdimos en un delirio político irreversible.

Sé que con Javier Cercas, amigo y caballero sensato donde los haya, no pasará eso.

No hará falta que yo lo convenza. No me creo tan persuasivo.

Simplemente, él nunca estuvo contra el Todo para luego acabar abrazando el Sistema.

Javier siempre estuvo por la mejora del sistema, como un socialdemócrata precisamente sensato.

Permanecerá en el lado de la realidad y no en el del angelismo. Permanecerá junto a los realistas, no en el Olimpo. Sé que lo tendré, que lo tendremos, al lado.

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