Nicolas Sarkozy y Mayo del 68

sakozy.jpg    He esperado unos días antes de comentar esa noticia y no he visto que sus repercusiones hayan interesado especialmente a los editorialistas o a los articulistas españoles. Hoy, veo que en Levante, Javier Cuervo habla de él. Yo, durante unos días, me he estado mordiendo la lengua, frenando, pero ya no puedo más: he de hablar también de lo que Nicolas Sarkozy, el gran candidato de la derecha francesa, dijo días atrás ante muchos correligionarios entregados, muchos jóvenes de su partido.  

He de admitir que no me gustan los mítines. Desde le punto de vista democrático son imprescindibles, por supuesto, pero nadie me apeará de esta impresión: me  producen gran desagrado la charlatanería a que se entregan generalmente los oradores y los gestos enfáticos que hacen frente a los concurrentes (ya entregados de antemano) o frente a las cámaras que retransmiten el vocerío. Las propias dictaduras promueven una movilización intensa y extensa de sus adherentes para concentrar a su público junto a un entarimado o balcón. Lo dije tiempo atrás: el balcón es, desde luego, un escenario público por el que se inclinan las tiranías porque facilita la comunión del líder con su pueblo, al que invoca de manera directa y plebiscitaria. En el balcón se ensayan gestos o proclamas, representaciones y palabras: eleva la estatura del político, lo hace visible en su magnificencia inalcanzable, próximo y remoto a la vez.  

Sarkozy es un político democrático que habla desde un proscenio y, como tantos representantes de izquierdas o de derechas, busca entre sus correligionarios el eco y el asentimiento que dan la tarima y ese altavoz que es la televisión. Insisto: el problema de estos actos es el bla bla bla que se suele predicar, una charlatanería en la que el candidato mercadea con propuestas llamativas aunque al final inverificables. Por otra parte, es inevitable también que el político de mitin facilite la adhesión de los incondicionales denunciando a quienes hace responsables de los males que aquejan a la nación. Concluyo: el problema de la charlatanería mitinera no es que se digan falsedades, sino la oralidad sobrante, el exceso y la simplificación. Se sabe quién es el adversario al que echarle las culpas: aunque el enemigo se disfrace de varios modos, está claro cuál es su identidad, gran revelación que da cohesión a un auditorio que ya era un piña. 

He de manifestar que el estilo de Sarkozy me sorprende y no siempre desagradablemente. Parece creer en lo que dice. Pero sobre todo parece empeñarse en defender planes poco propicios electoralmente en la Francia intervencionista, la del Estado regulador por antonomasia. Durante mis dos breves estancias en París he podido ver un país ordenancista, nacionalista, con innumerables banderas ondeando al viento, con una Administración elefantiásica, con unas infraestructuras necesitadas de renovación… No vi nada diferente de lo que los observadores suelen denunciar. Quizá yo apreciaba todo aquello como español: de envidiar las ventajas de Francia, como así ocurría años atrás, hemos pasado a juzgar duramente las inercias de nuestros vecinos. Beneficiados con los aportes comunitarios, con esas inyecciones económicas que han cambiado la fisonomía de España, sacamos pecho frente a las Instituciones públicas galas, que vemos monstruosamente gigantescas. Al parecer, Sarkozy pretende adelgazar esa Administración, pretende atemperar el colectivismo francés, pretende impulsar el individualismo liberal. Ahora bien, cuando creíamos que rompía con la grandeur más ufana (que es estatalismo y nacionalismo), cuando creíamos que era valedor de un empuje liberal –kennediano, dicen algunos–, el candidato reincide en el  orgullo patriótico  inspirándose para ello en los viejos principios, en un conservadurismo déjà-vu.  

Sus propuestas ante los jóvenes vinieron precedidas por una exaltación histórica de Francia, celebrando un pasado que las nuevas generaciones deberían conocer. Así, recordaba a los muchachos congregados “cuántas de sus gestas fueron realizadas por jóvenes, desde los generales de Napoleón hasta los héroes de la Resistencia”, resume Martí Font en El País. Juventud y heroísmo, coraje guerrero y proezas patrióticas, serían el humus de Francia, ese suelo sobre el que edificar el porvenir. Las metáforas suelen ser previsibles en estos casos y, por tanto, orador o exégeta caen en los mismos vicios ancestrales y enunciativos. Sarkozy, sin embargo, quiso ir más allá y dijo querer reinventar la República bajo el signo del trabajo, del esfuerzo y del mérito.    

Resume Martí Font: “ ‘No hay derechos sin obligaciones’, les dijo a los jóvenes, y aprovechó para descalificar a la generación de 1968, a la que atribuye los males del presente. Los culpables de este desaguisado surgido del mayo del 68 no son otros, según Sarkozy, que los socialistas, ‘herederos’ de aquella revolución que ‘dilapidó la herencia’ de sus antecesores e impuso ‘una inversión de valores y un pensamiento único del que los jóvenes actuales son las principales víctimas’. La sociedad subvencionada, en la que el éxito es castigado y el igualitarismo castra cualquier iniciativa, no sería sino el resultado final del giro copernicano que aquella utopía imprimió en la sociedad francesa”.  

Algo semejante indicaba el corresponsal de Abc, Juan Pedro Quiñonero, quien subrayaba la crítica de Sarkozy a los “efectos nefastos y perversos de la herencia cultural del mayo 68 francés”. Es más: Sarkozy hizo suyo “ese ataque frontal contra la mitología izquierdista tradicional, proponiendo una escuela nacional más eficaz, menos ideológica, al servicio de la integración social y cultural de la juventud”. Como indicaron los cronistas, el político francés espera reencontrar una escuela venidera en la que los alumnos se pongan en pie justo cuando ingresa el profesor. Será el símbolo del respeto, añaden.  

No me interesa destacar hoy la serie de propuestas (aún muy embrionarias que formuló para llevar a cabo esa reinvención republicana). Me interesa más la insistencia de Sarkozy en denostar Mayo del 68, revuelta estudiantil de la que procederían los modelos culturales de la juventud actual. Según ese esquema, los jóvenes de hoy habrían sido educados en la quimera de la pereza y del derecho, en el embeleco del esfuerzo cero, en confusión de la nula exigencia, en el olvido de la excelencia, en la sopa boba, vaya. Es decir, que si por Sarkozy fuera, el 68 podría olvidarse como parte de ese patrimonio histórico francés que orgullosamente exhibía ante los muchachos. Resulta curioso cómo se simplifican las cosas por aquellos que exigen excelencia razonadora y argumentativa (porque se creen dotados y porque se saben la elite del esfuerzo, del empeño y del mérito).  

Los sesentayochos fueron efectivamente numerosos y no sólo franceses: se repartieron por todo el mundo y significaron no sólo el triunfo de un radicalismo izquierdista, sino también una sacudida del modelo familiar imperante, de esa moral burguesa heredada de otro tiempo. La de los jóvenes fue una revolución cultural que arrancaba del Rock y que impugnaba la evidencia patriarcal de las cosas. Es cierto que una parte del sesentayochismo europeo acabó en izquierdismo desorientado y asesino (Brigate Rosse, por ejemplo). Pero no es menos cierto que los cambios morales más significativos y perdurables de aquel radicalismo de los sesenta transformaron el viejo orden occidental dando protagonismo a las mujeres, a los propios jóvenes. El 68 trastornó saludablemente las evidencias de sentido común, las certezas en que los muchachos debían creer a la fuerza, las jerarquías heredadas que se imponían en la vida cotidiana. El 68 también obligó a hacer una introspección. Las elites intelectuales se vieron forzadas a preguntarse por el dominio de Occidente, por sus modos de colonización, por sus maneras de explorar y explotar el planeta y las otras culturas. Resulta evidente que aquel malestar que la revuelta juvenil manifestó no era sólo un batiburrillo rechazable de ideas incongruentes (maoísmo, hippismo, anarquismo, etcétera): era un salto cultural que desencajaba parte de las rigideces y parte de los hermetismos de la vida familiar y moral de los jóvenes.

Resulta extraño que en un político como Nicolas Sarkozy, que reclama la excelencia y la finura intelectual, se contente con la charlatanería de mitin para enjuiciar un cambio cultural profundísimo, un cambio que fue más allá, precisamente, de las simplezas cometidas por los protagonistas del 68, que fue más allá de los excesos proferidos en aquellos mítines juveniles, que fue más allá de la violencia callejera de aquellos estudiantes. No se trata de mitificar esa corriente, sino de precisar su alcance real: la reivindicación de un individualismo liberal es hoy menos extraño, gracias entre otras cosas al hedonismo que los sesentayochistas cultivaron, gracias a que la sociedad patriarcal y estatalista se vio enfrentada a un generación sacudida por el rock y por el amor libre.

Salut les copains ! cohnbendit.jpg

  1. Apartándome un tanto del tema central, me hace cierta gracia la facilidad española para denostar otros modelos de estado -el propio francés, el de ciertos paises nórdicos como suecia-. ¿En que parámetros se fundamentan estas críticas? ¿El nivel de paro, el descontento social, los indicadores sociales o macroeconómicos? Y aunque estas críticas se basen en datos objetivos ¿son realmente indicadores del estado, ya sea moral o económico, de una nación?

    Lo digo porque, pese a las laureadísimas cifras económicas de nuestro pais, a mí el estado en general, en un nivel digamos psicológico (¿ético?), me parece de una falta de moral y contención insoportables. Prima la ostentación, la imagen, el derroche, la falta de escrúpulos en todos los ámbitos…

    Y en cuanto a lo económico, ciertos foros -y autoridades económicas cuyas declaraciones son convenientemente silenciadas- advierten de un derrumbe cada vez más cercano de nuestra economía en cuanto el negocio de la construcción pinche. Que ya da signos claros de estar haciéndolo.

  2. Hombre, Serna, hoy tampoco me puedo resistir. Por lo que dices, claro –aunque creo que sobredimensionas mayo y París–, pero sobre todo por la foto. Ahí está, en Monsieur le Prince, el CRS de espaldas y Cohn-Bendit sonriente plantándole cara nunca mejor dicho. Pues un poco más atrás, aunque en tu foto no se le ve, está un tipo con barba negra (ahora, hélas, es blanca): soy yo. Porque yo sí estaba en París en mayo del 68. Tiempos aquellos (aludo brevemente a ellos en mi «Matar a Victor Hugo).

    Más brevemente. Mayo del 68, más aún que contra De Gaulle y «el capitalismo», fue contra el PCF, es decir contra Lenin, es decir contra el fascismo estalinista. Claro que, para algunos (entre ellos Sartre o Godard sin ir más lejos), matar a Stalin significó echarse en brazos de Mao o el Che: salir de Guatemala para meterse en Guatepeor. Pero aquello (yo estaba en la facción hippiosa/kerouakiana, caro Serna) fue el principio del fin del maldito sueño comunista, la religión del siglo 20 Pasolini dixit. Ahí empezó a derribarse el muro de Berlín (véase «Soñadores», de Bertolucci).

    Ah: y nada que ver por m i parte con el Cazón ese. No tengo inconveniente ninguno en confesar mi escasamente heroica situación e «ideología» actuales: soy funcionario del Estado, socialdemócrata borrellista en lo político y libertario en lo que a mores se refiere.

  3. De acuerdo en todo lo que dices de positivo del mayo del 68, es más, hoy, ante la oleada neocon que nos invade, ya de lejos, creo que sería necesaria otra revuelta que pusiese la casa y el pensamiento único patas arriba. Se equivoca, intencionadamente, Sarkozy al culpar a los hombres del 68 de la pereza e indolencia que atribuye a los jóvenes, y se equivoca porque generaliza y los jóvenes de hoy no son, ni mucho menos, peores que los de su generación o la anterior, los hay de todas clases, como siempre. Se equivoca, como hombre de derechas que es, al obviar que si hay indolencia en una parte de la población no es por la herencia del 68, que en difinitiva fue un movimiento autocrítico y poco complaciente, sino por los neocon -algunos de sus adalides levantaron adoquines en las calles de las universidades yanquis- que han hecho del consumismo y del clasismo la aspiración única de buena parte de la sociedad, joven y no tan joven. Hoy las universidades europeas, por mucho que se las critique, siguen dando profesionales excelentes, ello no impide que se pueda ser un bioquímico excelso y un perfecto gilipollas a la misma vez, un paleto y un ser humano de categoría ínfima.
    Aquí se habló mucho también, se sigue hablando de la excelencia educativa, que inevitablemente pasa por la exaltación de las ciencias y de las tecnologías de la información, muy poco sobre la formación humanística, de la formación de verdaderos ciudadanos. Eso a Sarkozy y a otros muchos como él importa un rábano, y es, a nuestro parecer, lo fundamental si no queremos que la vida en este mundo sea cada vez menos atractiva para un número mayor de personas independientemente de su edad: Tal vez a eso responda la indolencia y la pereza de la que habla el ministro francés: No les gusta el mundo neocon.

  4. A mí tampoco me gustan los mítines. Con las salvedades propias por el lugar, me parecen discursos proféticos, vengan de donde vengan. Ese blablabla al que usted se refiere es una de las cosas que más me molestan. De la manera que se expresan los políticos da la sensación de que piensan que hablan para un público sandio. Dan una clase de retórica para palurdos. Mi madre nos recordaba los discursos de Azaña, llenos de pasión, sin papeles, como ella señalaba, pero comprensibles, con las cosas claras, dirigidos a todo el mundo.
    ¿quiénes somos hijos del 68? ¿sólo la generación actual, si por actual entendemos los veinteañeros?
    Yo creo que las obligaciones y los derechos van unidos, o son inherentes unos a otros. Esta generación cree sólo en los derechos porque no conocen las obligaciones, pero eso será un problema que hemos creado nosotros, que somos los herederos por derecho del 68. Es decir que, según mi humilde opinión, él también es responsable. Todos sabemos sacudirnos las moscas rápidamente.
    Intuyo que él como todos los representantes de la actual derecha volverían con gusto al pasado del pasado, con los que regresaríamos a los valores de Alatriste o de los mosqueteros, perdiendo, de paso todos los buenos logros conquistados

  5. Mayo del 68, puaf… Es fácil satanizar el sesentayochismo, pero quienes así lo hacen no parecen sentir nada especial por el mundo obsoleto que lo precedía. Regreso…

  6. Russafa escribió: «Mi madre nos recordaba los discursos de Azaña, llenos de pasión, sin papeles, como ella señalaba, pero comprensibles, con las cosas claras, dirigidos a todo el mundo.»

    ¿Tu madre, Russafilla mía? No puede ser, o a ella se lo contó la suya. Yo, casi la más anciana de éste lugar, tuve un padre veinteañero que oyó los mítines (sin papeles) de aquel periodo luminoso y envuelto en sombras a la vez, pero tú eres demasiado joven ¿no?

    Y nuestros chicos, esos chicos del mando a distancias, pasotas, sin pasión, que pegan a sus padres, que lo tienen todo hecho y se burlan de momentos tan hermosos como aquel mayo francés… Esos chicos se mueven y ¡vaya si se mueven! cuando es menester, cuando algo les motiva de modo suficiente. Una de mis grandes emociones fue ver la manifestación de los crios de la universidad contra la guerra de Irak; la más seria de todas. Ellos no hicieron una fiesta de aquello y fue grande y hermosa. Fui a verlos desfilar a la puerta del Círculo de Bellas Artes de Madrid y pasaron muy serios y, en cabeza, la pancarta que había hecho y sostenía mi hijo mayor (Ay, la cosa personal). Vaya si se movieron y ¿Quién se pintó las manos de blanco inmaculado para pedir a gritos que volviera a ser libre Miguel Ángel Blanco: Un chico, heredero o no de aquel mayo francés. ¿Qué más da? ¿Qué importa el discurso, fascista y retrógrado de Nicolas Sarkozy mientras haya un muchacho que pinte una pancarta contra una guerra, que se pinte las manos para pedir la vida…

    La esperanza está en tí, Russafa, en mi hijo, en vosotros, vivos, hermosos, libres y llenos de pasión. Tenéis un precedente, quizás sea el más próximo, aquel mayo francés, pero antes, un catorce de abril y tantos, tantos otros.

    Aquí está Justo Serna y otros justos (qué bien está el nombre algunas veces), Veyrats… que os apoyan desde atrás, desde la cultura, la libertad y el talento.

  7. Ah, Russafilla, y gracias por emplear una palabra que es muy especial para mí: «Sandio» ya no la usa nadie y, por cuestiones personales (como no) que, por una vez, no explicaré, me conmueve.

  8. Ana, mi madre nació en 1913 y mi padre en 1909. Es cierto que mi madre lo escuchó de pequeña, de muy joven, un par de veces en València. Pero llegó a ello y a emocionarse. Los discursos actuales no emocionan, a mí me exaltan pero por la absoluta carencia de fondo. Son frases hechas para titulares, secas, dirigidas al contrario. Últimamente no me gustan ni los de Zapatero. ¿quién puñetas se los escribe? si no se los cree ni él.

    Si es cierto que la historia es circular, nos están buscando el giro completo. Nos reescribirán la historia y como nuestra memoria es perezosa, nos lo acabaremos creyendo.

    Ana, gracias por el piropo hacia mi juventud, pero yo ya he cumplido el medio siglo.

  9. No puedo evitarlo y está bien que ocurra: el intercambio entre Russafa y Ana Serrano me conmueve. Lo digo sin ironía y, por si la coartada personal (que parece exhibir con reservas una de ellas) fuese necesaria, diré que mi abuela materna, María Bellapart Torres, fue– en 1936 y procedente de uno de los cuatro partidos cuya fusión formó aquel nuevo partido, comunista y catalán– fundadora del PSUC. Murió exiliada en Francia.

    Pero estamos en 2006, coño.

  10. El PSUC. Dicho…: hay una generación intelectual formada por jóvenes prometedores de los años setenta, muchos de los cuales militaron en el antifranquismo del PSUC. Una generación de jóvenes que, al principio de la transición, alumbraron sueños gramscianos (partido nacional-popular, intelectual colectivo-orgánico, dirección intelectual y moral). Una generación de jóvenes que, al madurar, se distanciaron del catalanismo y del comunismo sin hacer mucho ruido… dejando a Vázquez Montalbán como excusa o referencia. Una generación de jóvenes que se hicieron intelectuales refinados, autores a los que sigo, leo y en algunos casos admiro, pero, al final, intelectuales poco influyentes a los que ha dado la espalda una sociedad cómodamente instalada en la ficción, presunta o real, que ellos denuncian…

  11. Iván, eres una adquisición para este pequeño foro. Coincido contigo en algunas coas, incluso en haber cubierto como periodista aquellos día de mayo donde «au dessous des étoiles marchait la minuit» y también queríamos nombrarlo todo de nuevo (así rezaba mi propio graffitti escrito en Place Danton: ¡Nombremos todo de nuevo!). Si eres capaz de enternecerte en el diálogo entre Ana y Russafa, eres también de los míos. Si crees que Sarkozy, heredero en fino de Ponia la matraque, es un fascista, también. Poco queda que decir después de vuestras intervenciones: es lógico que a Sarko le moleste Mai’ 68, representa todo lo que él combate porque jamás podrá llegar a serlo, y produjo abundante y espléndida literatura, música, arte plástico, reflexión filosófica, política y social, produjo una generación de hombres y mujeres al fin liberados de los tabúes del sexo y la religión, hizo refugiarse cobardemente a De Gaulle (espejo de los fieles del partido chiraquiano) en Alemania y preparó su caída y retirada en Colombey donde murió añorando la longevidad de Franco en el poder. Heredero de la Convención y de la Comuna, Mayo del 68 fue una revolución que terminó sin el terror asesino de la derecha. Y también difundió su aliento a todo el mundo. Aunque algunos, puestos de perfil, simulen no recibirlo.

  12. Últimamente está muy en boga eso de la revisión de la historia más o menos reciente. Se minimizan hitos históricos (la Segunda República, mayo del 68, la vía chilena al socialismo) que, es cierto, tal vez habían sido mitificados por la izquierda. Lo terrible de la situación es que ese revisionismo es más maniqueo que la mitificación previa, y es deudor, -cuando no cortapegador- de la historiografía franquista. Sigue, en general, la pauta consistente en ver cuáles han sido los peores errores, las peores tragedias cometidas por la derecha y tratar de hacer ver que no fueron peores que aquello que trataban de evitar. Cuando, como en el caso del nazismo, la justificación resulta imposible, se niega la mayor: Hitler era de izquierdas.

    En todo caso, el mundo de hoy sería mucho peor sin los ejemplos que suponen la República, el mayo francés o Allende, tres mitos de la izquierda a los que, curiosamente, sendos generales pusieron fin.

    Saludos

  13. Tres hurras por el Mayo del 68! no podemos eludir todos los aspectos culturales (entre otros) que aquello nos dejó, sobre todo a los jóvenes de hoy que quizá estamos más acomodados aún compartiendo aquellas premisas de entonces: revoluciones universitarias, huelgas generales…Ante lo que dice «Cazón en adobo», una cosa es el (mal ) regreso, y otra el (buen) Regreso, no creo que él se encuadre en este segundo, aún así, tampoco quiero entrar en polémicas, pero no estoy de acuerdo con eso de que dicho año no dejó buenos libros (como «Modelo para armar» de Sir Cortázar )y qué decir de las películas:2001, Odisea en el espacio, por ejemplo, del gran Kubrick, creo recordar que es de ese año, o discos: White Light/White Heat de la Velvet Underground.

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