1. Leo El enigma Ciutadans. Un misterio político al descubierto, de Álex Sàlmon, y leo Ciudadanos. Sed realistas: decir lo indecible, editado por Jordi Bernal y José Lázaro. Son, por supuesto, libros de circunstancias, volúmenes que aprovechan o despiertan el apetito de lo noticiable: son ejemplares que pronto caducarán, pues pertenecen a ese género momentáneo que es el libro político ocasional. No es que lo que allí se trata se olvide en un par de semanas. Lo que ocurre es que dos o tres ideas buenas o irritantes, cinco o seis aciertos verbales o siete u ocho análisis atendibles o discutibles se perderán inevitablemente cuando las novedades bibliográficas, la dinámica electoral o el nuevo oportunismo los entierren. Un libro efímero desaloja a otro libro temporal y precario. Por eso, los he leído ahora, justamente ahora, antes de que desaparezcan: he aprovechado que aún están en los expositores de novedades. Dentro de un tiempo es probable que sean descatalogados y finalmente guillotinados.
El primero de ellos, El enigma Ciutadans, lo firma el director de la edición catalana de El Mundo: Álex Sàlmon. El volumen está concebido como la crónica de un partido nuevo, como el relato en el que se narra la gestación de un partido a raíz de un sueño particular: el de una Cataluña posnacionalista. Quince intelectuales, amigos, conocidos y residentes en Barcelona (la mayor parte de ellos) se reúnen en varias ocasiones para hablar; comen en restaurantes más o menos caros mientras alimentan aquella idea, mientras confirman tener una misma idea y, después de hacer públicos algunos manifiestos, deciden plasmarla formando un partido político. Pero por ser eso –intelectuales más o menos talludos, reconocibles, admirados u odiados– ceden dicho trabajo partidista a militantes menos conocidos o nada conocidos, gente de la base que tenga elocuencia o que se para valerse de una oratoria convincente. Forman la organización en cuatro meses y en las siguientes elecciones autonómicas catalanas obtienen tres diputados en el Parlament. A la crónica, Sàlmon le pone su intriga, al tiempo que manifiesta por Ciutadans su admiración abierta. Sàlmon también le pone su entrega, pero el libro se resiente de precipitación: hay numerosas erratas, hay descuidos injustificables e incluso hay repeticiones de párrafos o de citas. Dice haber escrito el volumen en varios fines de semana. Desde luego se nota. No creo que el autor haya leído completamente y de una sentada el original de su libro. Es probable que la necesidad de llegar a las elecciones y de aprovechar el leve tirón de esta circunstancia le haya llevado a cometer esos deslices.
Más cuidada es la edición de Ciudadanos. Sed realistas: decir lo indecible, coordinado por Jordi Bernal y José Lázaro. Aun así, veo igualmente precipitación: aunque en menor número, también hay erratas incomprensibles en un libro hecho con mayor esmero. En esta obra se reúnen los textos fundacionales de Ciutadans de 2005 y 206, los manifiestos elaborados por aquellos quince intelectuales, artículos de prensa, entrevistas a los nuevos diputados y los diálogos con los profesores, escritores, gentes de la cultura, en fin, que alentaron el proyecto. Aquí aparecen, entre otros, Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Félix Ovejero, Xavier Pericay y… Fernando Savater. ¿Savater? En marzo de 2006, en el Teatro Tívoli de Barcelona se realizó el acto fundacional del nuevo partido, todo un acontecimiento pensado como hecho noticiable: sin ser promotor de la idea, sin ser barcelonés de origen o de vecindad, en aquel evento ya estuvo Fernando Savater saludando la iniciativa. En un capítulo de este libro, podemos leer sus respuestas a preguntas que el editor les hace a todos ellos, cada uno de los cuales aprontando ideas. Fuera de algunas enormidades a que tan proclives son los intelectuales y que probablemente no podrán asumir los diputados de Ciutadans, la verdad es que ni Savater ni sus virtuales contertulios no dicen nada que no sea de sentido común. Ése es el problema, dice Félix de Azúa: que decir las cosas más sensatas es en Cataluña un acto revolucionario. Seguramente es una enormidad…
Dicen cosas, pues, en ese capítulo, un capítulo que los editores no han querido titular debate –un debate, dicen, es una lucha–, sino deliberación. Esa palabra tiene un enorme prestigio, pues a lo que alude es a una actitud abierta del dialogante: quien delibera no discute desde posiciones inamovibles; quien delibera expresa su deseo de dejarse influir por las ideas del otro, que –seguro— algo tendrán de racionales y de razonables. Sin haberlos reunido en un espacio físico para grabar sus intervenciones, los editores han compuesto ese capítulo con las declaraciones escritas de estos intelectuales, declaraciones remitidas generalmente por e-mail a partir de preguntas generales: un capítulo provisional luego reenviado para que cada uno de ellos pudiera introducir sus últimos retoques o apaños. Sin duda, es la parte más interesante del libro. Primero por los protagonistas; segundo por lo que tratan y dicen.
Yo no veo especialmente la deliberación por ningún lado: cada uno dice la suya y no creo que nadie modifique sus puntos de partida. En realidad, lo que sostienen es la necesidad de que Cataluña vuelva a los hecho. Los mitos del nacionalismo –dicen– habrían velado la percepción de los ciudadanos y, por tanto, un baño de realidad –incluso de objetividad— sería imprescindible. Entienden que Ciutadans –como partido transversal y posnacionalista– sería la solución y la respuesta: ellos no son los políticos que bregan diariamente, sino que ellos son la referencia última que impulsa. Más allá de la defensa del bilingüismo, se trataría, en suma, de crear y mantener una organización que no cayera en los vicios electoralistas de PSOE o PP, un partido abierto, antiburocrático. Pero no las tienen todas consigo: saben que la política es canibalismo y que, por eso, los cargos públicos de ese nuevo partido que no quiere ser antipartido (no ignoran que eso conduce al fascismo) pueden caer atrapados en la maquinaria del sistema. Savater aparece en el libro como un simpatizante fervoroso y esperanzado: la oferta de Ciutadans no debe limitarse a Cataluña. Eso es lo que espera y desea… Por eso, por ser tan evidente su enfoque, resulta algo impostada y teatral la pose que él y Carlos Martínez Gorriarán han mantenido la última semana. Les resumo.
2. ¿Crónica de un nuevo partido? “Ciutadans y «Basta Ya» escenifican su futura alianza política”, dice el diario Abc en su edición del 26 de mayo. El verbo es exacto y realista, preciso. Muestra hasta qué punto la política es hoy teatro, exhibición, puesta en escena; muestra hasta qué punto aquello que ahora domina es el periodismo de declaraciones: el que persigue el hecho noticiable y a los protagonistas que puedan decir algo. Así empezaron los inspiradores y responsables de Ciutadans, en 2005 y en 2006, sabedores de que hay que crear el acontecimiento: cuando los quince intelectuales presentaron el primer manifiesto y cuando en el Tívoli de Barcelona se constituía el nuevo partido. Para tener eco, para tener respaldo directo o indirecto en los medios, es preciso provocar un evento, por pequeño que sea. Raudos acudirán los periodistas…
Ahora bien, para que funcione como tal, dicho acontecimiento político ha de tener, por supuesto, protagonistas, gentes reconocibles, individuos que antes o en ese momento se ganan una audiencia gracias a esos mediadores que son los periodistas. Se trata, insisto, de provocar un evento, sí, pero sabiendo después de qué modo hay que administrar estratégicamente la información, de qué manera hay que suministrar los datos a los reporteros que cubren los hechos, de qué forma hay que presentarlo y representarlo. Es decir, esos hechos noticiables han de tener su intriga, su planteamiento, su nudo y, finalmente, su desenlace. Es un modo de inducir y de aumentar el interés. En periodismo o en publicidad se sabe que una noticia por sí sola no despierta atención: sólo cuando esa información se convierte en crónica, en serie, en capítulo de un proceso más largo, es cuando el dato llega a una audiencia que lo recibe con solicitud.
Durante una semana, Fernando Savater y Carlos Martínez Gorriarán, cabezas visibles de Basta ya y simpatizantes declarados de Ciutadans, se han presentado ante los medios deshojando la margarita…: que si sí, que si no, que si montamos un partido, que si hay que votar en blanco… Al mismo tiempo que esto sucedía, Eduardo Zaplana les proponía una alianza coyuntural, como si el Partido Popular fuera un partido recolector de todo tipo de votos, incluso de laicos confesos. A la vez que eso ocurría, Abc, por su parte, rogaba a Savater y Martínez Gorriarán que prestaran su apoyo al PP: que no forméis un partido al estilo Ciutadans, que no hay tercera vía, que no hay más opción que la de desalojar a Rodríguez Zapatero aliándose con los populares. Savater aprovecha su audiencia de El País y Martínez Gorriarán se vale de una Tercera de Abc para volver a lamentar la vaciedad del actual presidente del Gobierno. El periódico de la grapa (así lo llamaba Javier Marías) da todo su respaldo al articulismo antizapaterista sin que su director parezca advertir que el diario proRajoy está siendo utilizado por otra opción… Es tal la ojeriza que Rodríguez Zapatero despierta que José Antonio Zarzalejos cree posible una gran coalición contra el PSOE…
De todas las tribunas y columnas aparecidas en el diario conservador, la más significativa ha sido la de Edurne Uriarte: con una prosa algo envarada, la autora dice que entre Savater y Aznar no hay gran diferencia, que hay más cosas que unen de las que separan, que la izquierda no tiene superioridad moral, que… por favor. Algún día después, el viernes 25 de mayo, Savater y Martínez Gorriarán se presentan en Barcelona haciendo como que descubren ahora las afinidades con Ciutadans. No hay tal cosa. Me refiero al descubrimiento tardío: ya sabemos que desde hace meses Fernando Savater presta su apoyo a Ciutadans al tiempo que muestra su todo desencanto, toda su decepción, con Rodríguez Zapatero. Que dos días antes de las elecciones, después de haber predicado el voto en blanco (que yo mismo le he criticado), el filósofo donostiarra defienda la opción de Ciutadans es… la penúltima operación de una presentación mediática calculada. Vayamos dosificando las informaciones, vayamos dando ruedas de prensa estratégicamente, de modo que siempre haya una novedad que los periodistas puedan registrar.
¿Cuál es la consecuencia? Ciutadans recoge el descontento, cierto, pero la auténtica opción es que, si sale mal, si no obtiene concejales en Barcelona o en otras poblaciones, siempre podrán echarle la culpa al bipartidismo imperfecto que pretenden abatir aquí o allí. Si, por el contrario, sale medianamente bien al lograr algún regidor, siempre será un triunfo, una gesta personal, un hecho heroico. Habrá que ver, no obstante, en qué consiste ser ese nuevo partido que espera no reproducir los vicios de los anteriores. Aunque, ahora que lo pienso, no sé por qué una organización liderada por Albert Rivera va a funcionar mejor que el PSOE o el PP (siempre decepcionantes, claro), una organización prístina y adánica que por lo que parece llega, incluso, a convencer a Fernando Savater, tan sabedor de decepciones políticas. Mientras estamos atentos a la pantalla, confirmando la alianza de facto, José Antonio Zarzalejos vuelve a lo mismo en su Tercera dominical, ajeno –al parecer– a lo que es evidente:
«Con el respeto más absoluto, sin embargo, y en atención a la historia de España que tanto nos enseña, expreso la duda de si la migración de estos intelectuales a militantes de un nuevo partido sería útil o no a la causa de la democracia constitucional española. El modelo que ha puesto en práctica Sarkozy -nutrirse de las ideas de intelectuales de procedencia diversa pero homogéneos en su convicción sobre la necesidad de una gran regeneración de valores y principios nacionales y sociales- ha sido exitoso. Gallo, Baverez, Marseille o Glucksmann, entre otros, no han entrado en la arena política, pero sí en el compromiso por una opción electoral -la de UMP dirigida por Sarkozy-, ejerciendo así un papel referente y orientador para la opinión pública».
Esa invitación es ceguera voluntaria: la obstinación de un director de diario que lo fía todo al triunfo del PP. En una dirección semejante se expresa Jon Juaristi, que en su artículo «Fernando» publicado en Abc (27 de mayo, reproducido en la sección de comentarios) viene a decir que al aprecio por Savater no le hará seguirle. «Sus desplazamientos tácticos no me preocupan», precisa Juaristi. «De Fernando Savater se puede prescindir en las escaramuzas, incluso es recomendable hacerlo con frecuencia», añade. El Mundo, por el contrario, juega con varias barajas, algo que se puede ver en la crónica de Ciutadans escrita por Álex Sàlmon. Si el PP sale bien parado de las elecciones locales y autonómicas (¿y quién no sale bien parado de unas elecciones?), sus respaldos serán Abc y El Mundo. Si los populares no consiguen «la capacidad de absorción» que ha demostrado Sarkozy (en palabras de Zarzalejos), entonces el diario de Pedro J. Ramírez siempre podrá hacer valer su simpatía por Ciutadans.
En cualquier caso, es difícil que los socialistas puedan salir con bien de este trance al que les llevan sus opositores o sus desengañados. Aumentar o repetir el mismo número de sufragios logrados en 2003 o en 2004 son quizá logros improbables, un menoscabo que siempre podrá ser aprovechado por los rivales: la pérdida de votos en números absolutos probaría el desgaste, la decepción, el hastío incluso. Salvo que el PSOE incremente netamente su respaldo (hazaña improbable) o salvo que los socialistas obtengan alcaldías o autonomías emblemáticas, todos podrán presentarse como ganadores: más aún, un porcentaje abstencionista significativo siempre podrá achacársele al partido socialista. Ésa es una opción interesante para Ciutadans y para la plataforma que auspicia Savater: pueden sumar votos propios y otros que jamás llegaron a las urnas.
(Cerrado el post a las 16:35 horas del domingo 27 de mayo)



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