1. Incertidumbre. Lo digo sinceramente: hay un error en el entusiasmo. Lo digo porque frecuentemente incurro en él. Al recomendar un libro, al obsesionarme por algo que me cautiva, suelo abandonarme. Un exceso de ardor y de vitalidad es generalmente perjudicial: impide la distancia, la ironía, la sana incredulidad.
Hay que encontrar un punto intermedio entre el entusiasmo y la acritud, anotaba E. M. Cioran en uno de sus Cuadernos. La acritud seca el ánimo, pero el entusiasmo está en el origen de las grandes desgracias públicas y privadas. Eso añadía Cioran en una cita que reproduzco inexactamente, de memoria. Este filósofo había tenido una juventud desesperada y entusiasta. De viejo aún estaba padeciendo las consecuencias.
Cuando vamos cumpliendo años, un entusiasta puro es algo irreal y peligroso, hasta infantil: no parece haber aprendido gran cosa. Pero lo contrario tampoco es deseable: no es raro hallar tipos maduros consumidos por la acritud. Debemos encontrar la equidistancia entre la inocencia y la experiencia, evitando así el entusiasmo y el cinismo.
No me pregunten por qué escribo esto en el primer punto de este post. Escribo porque me encuentro mejor y puedo sentarme ante el ordenador. No sé lo que durará y lo que finalmente resultará. Supongo que habrá remontes y recaídas. Me refiero al post y me refiero a mis dolencias.
2. El sol y la lluvia. El político que amaga con retirarse, que amenaza con retirarse, que finalmente se retira, suele mostrar gran patetismo. ¿Qué hay que agradecerle? ¿Su entrega? ¿Qué es lo que nos reprocha? ¿La ingratitud?
José María Aznar suele hablar del olvido de los héroes. Así se lo expresaba a Victoria Drake en una entrevista que comentamos aquí hace unos días: «como decía Churchill, todas las grandes naciones son ingratas, que es una manera de decir que dejar el Gobierno siempre es difícil. Lo que pasa es que depende mucho de cómo lo dejes».
Churchill, prosigue Aznar, «lo dejó porque perdió unas elecciones después de haber ganado la Segunda Guerra Mundial y, probablemente, las perdió porque nunca se debió presentar a ellas, porque ya había hecho lo más importante que podía hacer en la vida, por su país y por la humanidad».
Juan José Ibarretxe anuncia que abandona la política. «No se me ha olvidado nunca que a los lehendakaris nos da el mismo sol y nos cae la misma lluvia que al resto de hombres y mujeres del país». ¿Cómo se ve a sí mismo? ¿Como un héroe ordinario? «Suponiendo que podamos de veras admirar a los héroes», dice Javier Cercas en Anatomía de un instante. Suponiendo que «no nos incomoden o nos ofendan disminuyéndonos con las enfáticas anomalías de sus actos, quizá no podamos admirar a los héroes de la retirada, o no plenamente, y por eso no queremos que vuelvan a gobernarnos…»
Este post no continuará. Habrá otro.

Deja un comentario