0. Es un varón de rostro anguloso. Es un hombre joven cuyos rasgos y perfiles le dan un aspecto ciertamente viril. La frente es prominente y destapada, como si una incipiente alopecia la despejara. La oreja es de trazado grande, con un lóbulo que se extiende. La nariz, con orificios muy negros, describe una línea perfecta, incisiva, un ariete. La cuenca alberga un ojo que adivinamos almendrado, protegido por el arco superciliar. Ahora, el párpado está entornado.
El individuo parece entregado al sueño o a un placer propiamente sensual. Su rostro severo, algo envarado, no añade dato alguno. Al observar el detalle de esta imagen no podemos saber lo que ocurre fuera de campo. Imaginemos: entorna los párpados para apreciar mejor un sonido que embriaga. ¿Un himno, una marcha militar, una cancioncilla? Los himnos se escuchan con el mentón levantado, mostrando respeto y aplomo marcial. Imaginemos: el varón retador atiende y se contiene. Ese mentón, justamente, alarga el rostro confirmando su masculinidad.
Sin embargo, hay algo en esta imagen varonil que desmiente su aspecto pétreo; algo que revela rasgos casi femeninos; algo que suaviza dicho porte. ¿Quizá ese claroscuro que exagera la distribución de la luz y las sombras? El individuo está expuesto al sol, de eso no hay duda, y ello acentúa el sombreado: los brillos de su rostro iluminado los vemos como retoques de maquillaje. Las cejas parecen dibujadas, excesivamente perfiladas; las pestañas son largas y el repliegue de los labios es muy carnoso. Ahora bien, lo que le da un aspecto menos viril es la pieza con la que se cubre la cabeza (¿una redecilla, un bonete?), pieza de la que cuelgan esas borlas que distinguimos.
Recuerdo Tu rostro mañana, de Javier Marías. Hay allí, en esa novela, un personaje llamado Rafita, alguien detestable para el narrador. Cierta noche, Rafita acude a una discoteca londinense tocado con una redecilla, un complemento absolutamente incongruente y anacrónico del que Javier Marías escribirá páginas divertidísimas. Pero en esta imagen que ahora tenemos al costado no vemos anacronismo alguno. Las borlas, por ejemplo, parecen formar parte de una indumentaria preceptiva. ¿De qué indumentaria estamos hablando? Ampliemos algo la imagen, un nuevo detalle.
1. ¿Brindando? Ahora lo vemos mejor. Quien aparece en esta imagen está vestido con un traje de inspiración goyesca. ¿Es un matador brindando un toro? Desde luego, su aspecto parece el de un torero con montera, o algo así. Quizá ha concluido el paseíllo y brinda con recogimiento y seriedad ante el respetable. Ya lo sabemos: el brindis es un rito con el que se ofrece la muerte del toro a una persona elegida. O la faena en su conjunto. Pero, vamos, es la muerte del animal la suerte que se brinda con mayor implicación. El matador se destoca y ofrece la montera. Por ejemplo, a todo el público.
Pero no. Hay indicios que esto no puede ser así. Si lo observamos bien, éste no puede ser un torero a pesar de su aspecto goyesco. Si lleva redecilla o bonete, no puede tocarse con montera. Sobre la indumentaria del matador leo en Mundo Toro: «En cuanto al tocado de la cabeza se empieza a emplear la típica redecilla de malla negra, que envuelve el cabello y lo recoge en trenza sobre la nuca. Esta redecilla se fija con un pañuelo o cinta de seda negra, lo que con los años se convertiría en la actual castañeta. Sobre 1830 esa redecilla se empieza a sustituir por una pequeña montera adornada con borlas, que evolucionará hasta convertirse en la actual».
Es decir, que si lleva redecilla y borlas no lleva montera. Luego, no es un torero que vista preceptivamente. No puede estar brindando con montera. Vemos el escudo de Valencia en el ángulo inferior izquierdo. Eso significa que esta imagen alude a un festejo local. No sabemos si es una corrida en la Plaza de Toros de Valencia. Agrandemos el detalle. Nuevos datos, nuevas informaciones, nos permitirán completar la pesquisa.
2. ¡Arriba España! Ahora empezamos a verlo mejor. El personaje es un valenciano de guardarropía, un presunto huertano vestido de torrentí, no de torero. Sobre un fondo de farolillos y banderas victoriosas con el águila imperial, hace el saludo falangista. ¿Cuarenta y cinco grados preceptivos? Hemos de suponer que acaba de gritar Arriba España. O que está punto de vocearlo. Vuelvo a mirar el ojo del apócrifo huertano. La disposición del párpado parece incongruente. Si está cantando el himno falangista –el Cara al sol, que nos recuerda Marisa Bou–, entonces sorprenden la languidez o el éxtasis, esos ojos cerrados. O no: ahora me parece que ese párpado está entreabierto. En fin…
3. 1939. La oscuridad al final del tunel. Todo lo que precede lo he ido pensando y escribiendo para llegar a lo que quería anunciar. En la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia se desarrollan unas Jornadas Internacionales los días 23, 24 y 25 de noviembre. El título: 1939. La oscuridad al final del tunel. Es un programa ciertamente ambicioso con conferencias, mesas redondas y proyecciones de películas (aquí). Entre otros, acuden expertos como Julián Casanova, Gabriele Ranzato o Ronald Fraser. Y el cartel de las Jornadas es este que abajo reproduzco (pueden hacer click para verlo en tamaño mayor):
Ahora creemos entenderlo todo, ¿no es cierto? Alguien puede reprocharme este largo excursus. ¿He jugado con ustedes? No exactamente. Lo que he hecho desmenuza lo que el ojo ve o lo que creemos ver, lo que inmediatamente solemos pensar. Pasamos del detalle al entero, de la parte al conjunto, y de repente parece todo aclarado. El primer plano del rostro se prestaba a interpretaciones quizá equivocadas. ¿Es así? Cuando vemos el plano general, creemos entenderlo todo. En realidad, aún hay más. Dicho póster es una recreación de otro que vio la luz nada más acabar la Guerra Civil, con ese lema que figura en la parte izquierda inferior: «1939 · Año · de · la · Victoria«. El primitivo era un cartel anunciador de la «Gran Feria de Valencia«, del 17 de julio al 2 de agosto de… 1939.
¿Qué es lo que nos muestra? Pues una representación de las adhesiones políticas. Una institución, el Ayuntamiento de Valencia, adopta una iconografía renovada, acorde con el régimen de Franco, nacido de la Guerra Civil. Se anuncia, en efecto, la Feria de Julio, que organiza la corporación, y en el faldón de cartel original se añade una leyenda que empieza diciendo: «Festejos en conmemoración del Glorioso Alzamiento Nacional«. Los autores del cartel original son Bellver y Diago, ilustradores acreditados de la Valencia de los años treinta. Ambos eran profesor y auxiliar respectivamente de la Escuela de Artes y Oficios y forman parte de una destacable aportación valenciana: la de la ilustración gráfica. Leo en Abc una nota breve correspondiente al jueves 12 de febrero de 1931. Es una noticia local. «Valencia 11, 10 de la mañana. El Jurado municipal del concurso de carteles anunciadores de las ‘fallas’ en las próximas fiestas de San José, ha concedido el premio al boceto presentado por los Sres. Bellver y Diago, profesor y auxiliar, respectivamente, de la Escuela de Artes y Oficios». En los archivos de la Junta Central Fallera se conserva el cartel definitivo. Es este que abajo reproduzco.
Hay fuego y llamada, y sobre todo hay un porvenir que estaba todavía por definirse. No había llegado la República y, por supuesto, no hay cataclismo alguno. No hay un fascismo que se avizore. Como tampoco lo había, meses después, cuando el Ayuntamiento convoque a la Feria de Julio, la correspondiente a 1931. Un cartelista acreditado es el encargado de convocar a los veraneantes para disfrutar de los regocijos públicos. Es Josep Renau. Se acaba de afiliar al Partido Comunista de España.
«Vista la historia desde hoy», decía yo mismo en un artículo varios años atrás, «todo su proceso parece obvio y su curso, inevitable. Sin embargo, nada hay garantizado de antemano y cualquier cosa alcanzada, cualquier bien por modesto que sea o cualquier ventaja tenazmente conquistada pueden extinguirse, malograrse, como esa alegría republicana con que Madrid festejaba el nuevo régimen y que luego acabó en amargura. Creemos posible hacernos un destino y de repente descubrimos que todo designio sólo es un privilegio fortuito o una chiripa menuda. Todo aquello que importa, como el amor, como la democracia, como la mejora personal, tarda en llegar, hay que acarrearlo y, una vez logrado, puede perderse. No sabemos qué nos espera y ese hecho trivial cobra retrospectivamente un dramatismo fatal, un augurio de desastre».
Acabo La noche de los tiempos, la nueva novela de Antonio Muñoz Molina, entre otras cosas, una crónica republicana.
En mi intervención en las Jornadas Internacionales dedicadas a 1939 trataré de plantear ese porvenir del que los protagonistas aún no son enteramente conscientes. La historia está sucediendo y la gente menuda no sabe qué les va a deparar el futuro. Ese futuro se cierne sobre ellos bajo la forma de una Guerra Civil aún impensada. Se cierne, sí, sobre los cartelistas valencianos y sobre el arquitecto Ignacio Abel, el personaje de ficción que protagoniza la novela. Leo esta obra y me conmueve y me angustia. Qué impresión da leerla, qué felicidad se perdió, qué proyectos sensatos se arruinaron, qué alocada inconsciencia.
Colofón. Finalmente no he podido ir a la mesa redonda a la que estaba invitado. Un odioso virus me ha tenido postrado durante estos días. Ahora, cuando ya estamos a miércoles 25 de noviembre, me recupero. Acaban las Jornadas y yo me despido de 1939 con una columna. Otra vez será.
Hemeroteca
La expresión arrobada de ese rostro expuesto al sol, no sólo sugieren que escucha un himno guerrero, sino que le otorgan un título concreto: «Cara al sol». Y cuando se abre el campo y aparece la mano extendida al límite, con exageración marcial, nos vemos confirmados en la suposición.
Después, observando el fondo de banderas y águilas, más la enseña española sustituyendo a la manta morellana, se me sugiere una idea que yo no consigo fijar en mi mente: ¿un torrentí falangista? ¡Los dioses de la guerra nos protejan de semejante imagen!
Continúe, hombrepordios, que me tiene en ascuas!
Como ve, Marisa, he continuado.
En realidad, anuncio unas Jornadas Internacionales sobre 1939.
Este póster nos devuelve justamente a aquel tiempo, a aquella época en que la sociedad es sometida a un proceso de «franquistización».
El terminacho es muy feo, pero ha sido adoptado por los historiadores para designar la socialización política y la coerción institucional que España experimenta entonces. Vamos, la represión y… la adhesión.
Las Jornadas se celebran los días 23, 24 y 25 de noviembre en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valencia.
Bueno, ha sido como la inversión del final de una película muda. En lugar de una oclusión paulatina, en fundido en negro, del campo, nos las hemos visto en una apertura progresual. Especulando y esperando.
A mí la imagen final del cartel me ha recordado un cortometraje que rescaté de la Filmoteca Nacional, titulado «Sagunto», de 1942, producido por Cifesa, que es una exaltación de la ideología franquista y su deformación y abuso de la historia y los mitos patrios, en cuyo final aparecen banderas y estandartes falngistas y franquistas con el perfil del castillo saguntino y la fábrica de Altos Hornos. Pude conseguir un permiso para reproducirla en VHS y se repartió entre los socios del Centre d´Estudis del Camp de Morvedre. Una pieza «arqueológica» de la ideología visual y el relato mitificador del nuevo régimen, al que se darían, bajo el miedo y el entusiasmo, los artistas y escritores de aquel paisaje después de la batalla.
Nunca entenderé cómo pudieron vender su arte aquellos genios. Tener la capacidad de expresarse tan bien, en todas las ramas del arte, y entregar sus esfuerzos a una causa tan innoble, tan alienante… es increíble. Pero yo no tengo más remedio que creerlo, puesto que llegué a ver algunos casos con mis propios ojos. Sólo pensarlo me produce escalofríos.
Lo peor de todo esto es que la gente -así, en general- vivíamos de espaldas a lo que estaba sucediendo. He ahí la mayor prueba de cobardía colectiva que se puede dar. Ojos que no ven…
Aquellos que nunca quisieron ignorar la realidad, sufrieron lo que no está escrito. Afortunadamente, algunos vivieron lo suficiente para conseguir que nada cayera en el olvido. Porque se perdona, pero mo se olvida. Aunque, a veces, no debiéramos siquiera perdonar, ¿no creen?
Justo. Parece muy interesante la Jornada.
Pero_este «post» es un mareo.
Yo sí creo, Marisa, claro que creo. Sin sonrojo, sin bajar los ojos ni sentirtme ruin o miresable: ni olvido, ni perdón. Y me siento, al contrario, orgullosa de no olvidar ni perdonar. Sería traicionar a mis padres, traicionar su vida, su desgracia y su afrenta.
Y nadie me ha pedido perdón. Perdón ¿De qué? ¿Para qué? ¿Quienes? Ya no vive ninguno y el dolor fue infligido, está ahí en mí. Ya no vive ninguno, pero, cuando hay quienes se declaran herederos orgullosos de aquello; cuando paseo por mi barrio y veo a los cachorros fascistas con sus banderitas españolas en el reloj, cuando veo ese cartel, de clara influencia de Vázquez Díaz; cuando leo las dificultades por las que pasan los que quieren recuprerar a sus muertos, o la lucha de los descendientes del asesino por las propiedades que robaron a los vencidos, el recuerdo de algo que no viví, pero que marcó mi vida para siempre, vuelve renovado, fresco y vivísimo a mí y me siento orgullosa de ese dolor, de ese no olvidar ni perdonar porque nunca podré olvidar ni dejar de querer a mi padre.
Al hilo de lo que comenta, doña Ana, quisiera expresar aquí la vergüenza que he sentido al leer el artículo que hoy publica Marías en el País dominical. Ello no mueve un ápice mi estima por su talento literario y sus ideas, muchas de las cuales comparto, pero en este asunto, el de las fosas de la represión franquista, la exhumación e identificación de las víctimas del franquismo, mi postura es diametralmente opuesta.
Marías tiene todo el derecho, faltaría más, a defender y explicar la postura de la familia García Lorca, como está en su derecho de postular su rechazo de las exhumaciones. Lo que me parece altamente peligroso y deleznable es arremeter con esos adjetivos y esos improperios que son un ataque frontal a esas otras familias que no se merecen ser ofendidas. ¿Cómo se puede decir que lo que buscan es «blanquear» a los verdugos? Esto es una barbaridad sólo explicable por la ceguera a la que le lleva una argumentación errónea. Es todo lo contrario. ¿Cómo se puede decir que lo que buscan estas familias es «traficar» con los huesos de sus familiares y montar espectáculos? Hace falta miopía para dirigirse así a esta gente. Un error, un error.
Interesantísimas las Jornadas, también el post. Un magnífico ejemplo de cómo se construye un relato de misterio, de intriga, a partir de una imagen, reconstruyendo el mecanismo de la mirada. Algo parecido hizo Antonioni, adaptando un relato corto de Julio Cortazar, en “Blow-Up”
Como decía Machado:
“El ojo que ves
no es ojo porque tú lo veas:
es ojo porque te ve”.
Ana, Juan Antonio, mañana les contesto. Perdonen.
Ahora, rápido, para «Exalumno», que me dice: «Justo. Parece muy interesante la Jornada.
Pero_este “post” es un mareo».
Respuesta: le garantizo que las Jornadas van a ser muy interesantes. Las Jornadas en plural. ¿Y este post es un mareo? Pues sí: pero aún no ha acabado. La historia de esta película muda –como dice Juan Antonio– todavía continúa. Hay un enredo…
Mañana, más.
Don Juan Antonio, yo tengo un foro literario de Internet que procede del de Javier Marías. Aquel se cerró y se creó el mío para que se alojaran en él los «damnificados» del de Marías que sentían una especie de desolación por el cierre y la separación que suponía. Sin ser mi autor favorito, sí admiro a Marías y lo leo con gusto. Por una cosa casi sentimental, copio y pego en mi foro todos los artículos de Marías, entrevistas, noticias etc. Hoy no he puesto su artículo y no sé si volveré a hacerlo. Quizás, si hubiera tenido tiempo de hacer un comentario largo, lo habría colgado, pero no lo tenía y menos que tiempo, ganas.
Seguramente será una actitud excesiva, radical, arbitraria, pero resulta que me da igual. A mi edad he decidido aceptar cómo soy y mis radicalidades y con el Marías de hoy he sentido no tanto vergüenza como decepción. No es que me haya parecido nunca un genio, pero sí pensaba que era una persona inteligente. Su artículo de hoy no lo es. Al menos es inoportuno y profundamente desagradable. Algo muy similar a la actitud ya de hace tiempo de Rosa Montero; persona a la que he tratado muy superficialmente, pero la he tratado, siempre de un modo grato y amistoso, pero, en un plan pretendidamente ecuánime, ha escrito varios artículos en los que cuestiona el maltrato a la mujer.
La vida es corta y la gente que no me la hace grata, que me irrita y me duele, prefiero eliminarla de la mía.
¿Es posible vivir sin echarnos los trastos a la cabeza? Quiero decir: ¿es posible dejar que cicatricen real y metafóricamente las heridas que se inglieron nuestros antepasados? ¿Es posible no perder la alegría a pesar del horror que se cometió? Cuando empezaba el siglo XX, esta posibilidad aún parecía verificable. Ludwig Wittgenstein lo anotó en una entrada de sus Diarios secretos. Está en la trinchera, está en las peores condiciones, y a pesar de todo escribe: «Haz las cosas lo mejor que puedas. Más no puedes hacer: y conserva la alegría. Deja que los otros se basten a sí mismos. Pues los otros no te apoyarán, o sólo por breve tiempo (…). Ayúdate a ti mismo y ayuda a los demás con toda tu fuerza. Y al hacerlo ¡conserva la alegría! Pero ¿cuánta fuerza se necesitará para uno mismo y cuánta para los demás? ¡Es difícil llevar una vida buena! Pero la vida buena es bella». Lo dije en mi intervención de la pasada semana en el Congreso de Comunicación. ¿El dolor de tus víctimas y el daño que a ti propiamente se te ha infligido impiden la concepción de una vida de alegría?
En Más allá de la culpa y la expiación, Jean Améry responde negativamente. Si las víctimas son los sujetos de las tragedias históricas –y el siglo XX es básicamente eso–, olvidarlo o relegarlo entrañaría complicidad con los verdugos y con la sociedad que los produce. La única perspectiva posible para evaluar la barbarie del Novecientos sería la de los judíos, la de los gitanos víctimas del nazismo, la de los prisioneros del del Gulag, la de los desaparecidos argentinos, la de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki, las de los millones muertos provocados por el maoísmo. Etcétera.
Para Améry, las víctimas no pueden admitir nada que no sea la justicia. Y, si no la hay, a los supervivientes, como él, sólo les vale el resentimiento. Pues una sociedad que produce el crimen es una sociedad enferma. Todos respiraríamos el aire mefítico de los verdugos que evitaron la justifica. Améry sentía una repugnancia invencible ante el desarrollo alemán de los años sesenta. Él esgrimía su derecho al resentimiento: el de quienes no ven reparado el crimen que se ha cometido. No me sobornaréis materialmente: soy un extraño en vuestra propia casa, en vuestro propio país.
Lo dicho por Amery es muy atendible y profundo. Aunque no sé si ésa es la filosofía que está detrás de estas Jornadas. Su conversión en objeto histórico no convierte la guerra o el franquismo en algo neutro, pero le quita el dramatismo inmediato. Reflexionaremos sobre ello…
Señor Serna: nos dice «Qué impresión da leerla, qué felicidad se perdió, qué proyectos sensatos se arruinaron, qué alocada inconsciencia.» ¿Alocada inconsciencia? No he leído la novela aún, pero por lo que sé, había una ilusión arrebatada y una esperanza loca. Tener todo eso, seguramente, es inconsciene, pero yo no lo creo. Solo así se puede avanzar, aunque sea dos pasitos adelante y uno para atrás. Lo malo es que, en este caso, fueron un pasito adelante y dos para atrás.
A mí me gustaría seguir toda mi vida con esa alocada inconsciencia que me hace creer que se puede hacer algo, que siempre es posible.
Gracias por este post, Justo. Es hermoso.
Inauguración de Exposición
Como actividad complementaria a las Jornadas dedicadas a 1939, este lunes 23 de noviembre se inaugura a las 13:30 la exposición Reflexos de Llibertat. La llum al final del túnel (1977-1979).
La muestra está en el Hall del Primer Piso de la Facultad de Historia. La novedad de la muestra es que recoge parte de la cartelería pegada en las instalaciones de la Facultad de Geografía e Historia durante la transición política. Este material forma parte de la colección del Prof. Alejandro Pérez Cueva. La exposición estará situada en el Hall del primer piso hasta el próximo 23 de Enero de 2010.
Me estoy perdiendo todo esto. Estoy postrado en el lecho del dolor, con un virus o algo así. Con fiebre. Me levanto escribo esto y me vuelvo a acostar. Leo.
Vaya con los efectos secundarios, querido Justo. Cuídate, amigo:-)
Don Justo iba a decirle que le acompaño en la postración….pero es que iba a quedar muy mal, ¿no?. Coñas aparte, cuídese y descanse. Un abrazo
Ay Justo, Justo, que se trata usted muy mal y no somos de goma. Cuídese. Puede ser la gripe A (Mi hijo mayor la ha tenido), o una simple, iletrada, pero temo que sea un agotamiento atroz. No se levante y hasta estoy por decirle que no lea. ¡¡Haga una una cura de sueño, porlosclavosdecristo, hombrededios!!
Y… ¿sería mucho volver a rogar de la amabilidad de algún contertulio de los que pueda asistir a las jornadas internacionales un somero repaso a las novedades que allí se cuenten? Me parece muy sugerente la nueva versión de, precisamente, los meses de 1939 que presentan Viñas y Hernández en su obra “El desplome de la República”, escrita a la luz de los nuevos datos inéditos recientemente encontrados y que, por lo tanto, introduce un nuevo filtro a la visión de tan aciago año, el Año de la Victoria. La de ellos.
Sobre lo que se ha tratado más arriba – básicamente, el pintoresquismo de Marías – sólo apostillar que no puede haber perdón sin haber a quien perdonar. Es decir, falta un culpable concreto para hacer ese ejercicio… si se quisiese hacer. Pero fallamos por la base. España sigue siendo ese país europeo donde hubo un golpe de Estado contra la democracia, hubo una guerra sufragada por el fascismo, hubo una represión larga, extensa y sangrienta y hubo una dictadura que duró cuarenta años sin generar ni un solo culpable. ¿A quién se va a perdonar si no hay culpables? Así que, mientras no los haya, cualquier rencor de las víctimas es lógico y cualquier venganza de éstos, se justifica.
Se nos aseguró que haciendo “tabula rasa” se empezaba de nuevo. Oh, la Santa Transición. Los verdugos quedaron incólumes y las víctimas, tuvieron que comerse el pastel entero, desde la simbología monárquica a un parlamento legislador que salvaguardase a toda la canalla franquista… 1939… 1979… 2009… Y aquí estamos. Han pasado treinta años de aquella “tabula” que logró que la derecha organizara el sistema parlamentario a su medida, con un sociatismo que lo permitió entonces y lo sigue permitiendo ahora y una monarquía que todo lo bendice… Y así estamos. Sin poder ni enterrar a los muertos. A nuestros muertos.
Don Justo, a cuidarse, que la gripe A va haciendo estragos… o eso dicen.
No soy nuevo por aqui porque les leo. Me maravilla la división que hace Don Gato entre victimas y verdugos. ¿Los stalinistas de la guerra civil, qué eran, victimas?
Salud don Justo, que es lo que en estos momentos más necesita.
Supongo que como yo, algunos de los visitantes a este blog nos hemos percatado de su ausencia.
Yo tan sólo he asistido a la conferencia de Julián Casanova, una interesante reflexión sobre causas y consecuencias de una cruel guerra. Cruel como todas las guerras, aunque siempre nos parezcan más crueles las que nos tocan más de cerca…
Me maravillo que le maraville, Benito, Benito Bodoque, supongo. Si yo soy Don Gato, usted no puede ser otro. Pero dejemos estas minucias del callejón.
A ver si vamos adquiriendo algunos rudimentos conceptuales, ¿le parece?… Mire, tres cuestiones que ha de tener claras, que, me parece a mi, que va aser que no… pero descuide, que como no es lerdo, enseguida lo comprenderá.
La primera es que la diferencia entre víctima y verdugo se da entre quien es agredido y quien agrede. En nuestro caso, el agredido es el sistema democrático español de la II República, quien lo defiende – sea este quien sea – es la víctima. El agresor es el perjuro y el traidor, o sea, el golpista que no quiere respetar el sistema de convivencia del que se han dotado a si mismos los españoles. ¿Lo va pillando? Me alegro.
Si tiene el punto anterior claro podrá entender la segunda cuestión. Cuando se produce una guerra civil, la española o cualquier otra, no hay neutrales. Ya sé que es terrible pero, precisamente, ese es el horror del fratricidio. O estás con unos o estas con otros. El carpintero judío aquel que bendijo a uno de los dos bandos, el de los verdugos, por cierto, ya lo dijo: “o conmigo o contra mi”. Así que los bandos bélicos se posicionan a partir de la fórmula “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Bueno, pues aunque a la derecha liberal republicana, los democristianos nacionalistas, los socialistas (que entonces había), los marxistas y los anarquistas no vieran precisamente con buenos ojos el estalinismo, éste se convirtió en su aliado por que el PCE se posicionó con la República, era el enemigo de su enemigo. ¿Vale?
Bueno, pues el tercer asunto, si ha entendido los dos anteriores, se le hará diáfano: de la misma forma que no es lo mismo ser víctima que verdugo, simplemente por compartir ambos el patíbulo, vaya haciéndose a la idea de que no es lo mismo agredir que defenderse. Y los estalinistas, que no son precisamente santo de mi devoción – ya que tanto ha leído este “blog” lo sabrá, especialmente de mi – se limitaron a defenderse porque fueron los agredidos. ¿Y por eso se convirtieron en unos asesinos? Pues sí, mire usted, es que era una guerra (por si no se había dado cuenta). Y en la guerra, generalmente, se mata y/o se muere, no se debate. Si a eso quiere denominarle asesinato, no seré yo quien se lo rebata. Aquello se pobló de asesinos, pienso ahora, sin ir más lejos en las bandas de Falange Española y de la JONS, Comunión Tradicionalista Carlista, Renovación Española, CEDA… sí, amigo Francisco – o Benito, como prefiera – las guerras se llenan de asesinos. Y así y todo, siguen habiendo víctimas y verdugos, agredidos y agresores, por más que le maraville. No todos son iguales.
Me voy a callar porque para no voy a discutir con quien dice que los estalinistas se limitaron a defenderse porque fueron los agredidos.
¡¡Que se lo pregunten a sus victimas republicanas!!
Bueno, aunque no venga muy al caso, me gustaría invitaros a ver la exposición «Urbe y Natura» en el MERCADO DE FUENCARRAL de Valencia, donde están los cines Cine Cité. En la planta calle, detrás de la tienda LAGA.
Mostramos el contraste, la convivencia y el choque de colores entre la urbe y la naturaleza. Un saludo.
Ustedes perdonarán que no me explaye en mi comentario. Vuelvo a leerles, pero he de regresar a mi postración. Hago caso a los amigos y les dejo. Vaya tiritona que tengo…
Sr. Serna vaya mala suerte, cuídese y procure ver lo positivo: obligatoriamente va a descansar.
Sr. Pumby, (esto va en serio) no se pueden decir más cosas ni más claras con menos palabras. Me encanta su lucidez y comparto todo lo que ha dicho. Efectivamente creo, que este es un país en el que ese conflicto no está cerrado, no se ha hecho un ejercicio de reconocimiento de los errores por llamarlo de alguna forma; la izquierda no se ha atrevido y la derecha obviamente no va a deslegitimar su victoria, como muy bien dice usted, aquí estamos: todavía con los muertos por enterrar, y eso, no se puede quedar así por eso creo que desde algunas sensibilidades se sigue volviendo una y otra vez a aquello. “Cuando se produce una guerra civil no hay neutrales” eso es verdad pero una vez terminada la contienda los vencedores llevaron a cabo una la labor de persecución y exterminio, una limpieza a todos los niveles…. y como usted muy bien dice, aquí nunca ha habido culpables.
Me volviste a arrebatar
Por favor, don Justo, cuídeseme usted. ¿Qué quiere decir eso de ir cogiendo virus por ahí? ¿Nadie le ha dicho aque hay que apartarse cuando se ve venir uno de esos? ¿O es que no lo vió venir? ¡Ay, ay, ay! El sábado estaba usted como una rosa, y ahora mire cómo se ve. Espero que no sea nada que no se pueda curar con un par de días de reposo.
Y hablando de reposos, ¿cómo va el suyo, señor Millón? Espero poder verle en la próxima quedada bloguera, no se me haga el remolón.
Querida RSR, no se arrebate demasiado con el minino, que es muy traidor -como todos los de su especie- y, cuando menos se lo espere, le dará un buen zarpazo. No es malo, no. Pero arañar está en su naturaleza. La única manera de evitarlo es rascándole tras las orejas: eso lo deja completamente desarmado.
Por cierto, Pumby, espero que no se deje atrapar por el leñador y la vieja. Esa gatera astrosa me da muy mala espina…
Mañana, si el cuerpo me lo permite, hablaré en la Mesa Redonda en la que tenía previsto intervenir. Los organizadores me piden que tome pastillas y vaya. Bueno, lo voy a intentar.
No me extrañaría nada que en las Jornadas aparecieran el leñador con la gatera y la anciana de aspecto fiero. Si es así, yo me haré el desentendido.
Don Aleskander62 ¿podría darnos algún otro de la expo que nos propone? tipo horario y fechas de la expo, por ejemplo. Gracias.
Vuelva, vuelva al lecho del dolor, don Justo, y expíe allí sus males que en forma de resfriado lo corroen. Anda que… menudo defensor me he buscado, que anuncia su desentendimiento en el espinoso asunto del leñador loco, la gatera ominosa y la anciana airada… Por amor de dos… Menos mal que no estaré en el evento. Por cierto, insisto, que alguien lo cuente a quienes no podemos asistir, por favor.
En fin, señora R.S.R.… con lo mal que empezamos – no vea la manía que me tenía usted no hace muchos “posts”, reconozcámoslo – y aquí estamos, como paseando virtualmente por los puentes de Madison, comentando nuestras cosas… Este… bueno, perdón, me disperso. Había una cosita que le quería decir… mmm… a ver… ¿ha leído lo que dice la señora Bou de mí?… Bien… ¡Todo infundios, calumnias, falacias!… No le haga ningún caso por más razón que ella tenga, no le crea ninguna de sus verdades.
Alguien debe tener mucha suerte.
Doña Marisa… pero qué cosas tiene, ¡por las “arrecogías” del Beaterio de Santa María Egipciaca!… Hágame usted el favor de silenciar inmediatamente mis puntos débiles o alguna desalmada acabará acunándome en su regazo… y eso sería mi perdición (y la de ella).
Mire, Justo, la vamos a tener. Es usted un enfermo pésimo. Si va al baño, vaya, pero no se desvíe hacia el ordenador, disimuladamente, tipo pantera rosa. ¡Estese quieto de una maldita vez! Que tiene tiritona, que tiene tiritona ¡no la va a tener! todo el día de paseo y con fiebre. Tiene suerte de que no sea yo el ama de llaves de su casa, (aunque me comporte com tal, con estas cosas que le digo) porque ya le habría encerrado con pestillo y hasta le habría sacudido un mandoble para que se quedara en la cama Grrrrr.
Pumby ¿Qué le digo? Que me ha encantado su discurso didáctico a Benito Bodoque; su distingo entre víctimas y verdugos. El verdugo siempre es quien desencadena la guerra. Siempre, siempre. Que sí que hay culpables y ellos lo saben y nosotros lo sabemos, pero ganaron, ganó la maldad. Y, si no hay culpables ¿Por qué nos piden que olvidemos y perdonemos? ¿Eh? Yo no quiero hablar de esto porque me produce demasiada violencia, pero gracias a usted por hacerlo y por hacerlo de ese modo a la «mala gente que camina y va apestando la tierra».
No, Marisa, no estoy de acuerdo con usted en las cosas que dice de nuestro gato (me cuesta decir nuestro en lugar de «mi gato» porque Pumby siempre fue mío). Si usted hubiera tenido un gato durante 19 años, como lo tuve yo, habría aprendido que, cuando sacan las uñas, simplemente para no caerse y porque es una reacción natural de ellos, si se asusta y retira la mano, se hará usted misma un arañazo morrocotudo, pero si avanza la mano hacia donde él va, no sufrirá ninguna herida. Los gatos no son traidores; los gatos nos tienen mucho miedo y hacen bien, aunque no me parece que ese sea el caso de Pumby.
El País, 24 de noviembre de 2009
Luz sobre 1939
Ignacio Zafra
La Guerra Civil es un género superventas que los historiadores tratan de divulgar con rigor, en unas jornadas, frente a teorías revisionistas
Poco podía sospechar en 1992 Julián Casanova, quien por entonces trataba de encontrar editorial para un libro sobre el fascismo y la violencia en Aragón entre 1936 y 1939 (se lo llegó a ofrecer gratis al Gobierno autonómico, sin éxito), que la Guerra Civil Española se convertiría una década más tarde en un género superventas.
Y a juzgar por el lleno de ayer en la apertura de las jornadas 1939. La oscuridad al final del túnel, que se celebran en la Facultad de Historia de la Universitat de València, el interés va mucho más allá…
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La exposición «Urbe y Natura» estará hasta el 10 de enero en MERCADO DE FUENCARRAL, planta calle, detrás de la tienda LAGA. Muchas gracias por el interés, Pumby. Éste es un buen blog, sí señor. La exposición la presenta el GRUPO ALTERINES.
A pesar de que quería cumplir con el compromiso de la Mesa Redonda, no va a poder ser. Continúa la tiritona…
Lo justo es de justicia y de justicia es darle la razón a doña Ana Serrano. En efecto, cuando se secundaban las propuestas gaticidas que mi odiado señor Montesinos propagaba con tea en la mano y furor en sus ojos desorbitados a las masas enardecidas de mis enemigos – que ni son pocos ni amigos de obras pías – fue ella, junto con doña Fuca (aquella que mi hermano conoce como doña Francisca), las dos únicas valedoras que tuve en tan difícil tránsito. Imborrable, doña Ana y perdidamente a sus pies, por ello. Amén de otras coincidencias y convergencias.
Gracias, don Aleskander62. Estas navidades me tendrá usted por allí. Y no creo que sea el único de los contertulios que asistan que, ésta, es gente muy dada a la fiesta compartida y la excursión lúdica, siempre, eso si, bien entendida como “otium cum dignitate”.
Pues eso, don Justo, cuídese usted que ocasiones habrá para tratar el tema. Estas jornadas parecen más bien un punto de arranque que uno de arribada.
Por cierto… recordaba unas líneas arriba a don David… Me extraña que no tenga nada que decir al respecto de este “post”… mmm… algo debe estar urdiendo… Por cierto, vaya par de fotos bonísimas que tiene usted en su “Cueva”, picarón.
La mañana de ayer era ominosa. Muy ominosa. Tras el hurto del velero vagaba errabundo y meditabundo por las calles valencianas tramando cruel venganza, barruntando perrerías perniciosas y pecaminosas -esas que tanto me gustan- contra el Bigotes, sus secuaces y demás parientes de farmeceúticas, cuando tropecéme con un anuncio interesante que me hizo carcajearme en medio de la calle. Ignoré las miradas alarmadas de los viandantes y, manteniendo mi sonrisilla maliciosa, me encaminé, embutido en mi tabardo, hacia a la Facultad de Geografía e Historia con los ánimos renovados y el espíritu inhiesto. Había decidido acudir a esas charlas sobre cierta Guerra Civil que parece ser aconteció por estos lares tiempo ha con la esperanza de que aquellos eméritos prohombres valencianos, y más aún el zaragozano, de insigne apellido ligón, pudieran proporcionarme pistas sobre el mejor modo de desencadenar una guerra intestina en este territorio levantino y levantisco con el objeto de, en la barahúnda propia de este tipo de algaradas, agenciarme de nuevo mi preciado velero y, ya de paso, alguna que otra bagatela en posesión de los susodichos sinvergüenzas.
Al arribar al lugar, encontréme la sala repleta. Enseñé los dientes a un melenudo que puebla aquellos lugares y le invité a que me cediera su mullido y confortable asiento a cambio de perdonarle la vida. Una vez aposentado dejé a Tormentosa –mi espada de metro y medio que como la Rexona, nunca me abandona-; dejé a Tormentosa, como decía, a mi lado, y escuche las sabias y ponderadas palabras del gran Julián Casanova.
Su conferencia fue comedida e inteligente, demostrando un dominio sobre la materia realmente envidiable (hasta tal punto me agradó su labia que estaba decidido a ofrecerle un puesto de grumete en mi navío). Recalcó los orígenes de la guerra civil, señalando con claridad, quiénes y por qué la provocaron; subrayó la importancia y trascendencia que para la causa rebelde tuvo la internacionalización del conflicto, sin la que, a su parecer, es imposible entender la contienda. Insistió, más adelante, en el conflicto de clases que existió en la guerra. Afirmó, como digo, que la guerra fue de clases, pero que también consistió en un conflicto político, religioso, cultural (en un sentido amplio aunque muy vinculado con la educación) y también en una lucha por crear burocracias afines a las dos grandes visiones que había en liza.
La verdad es que la charla me pareció tan entretenida como inteligente, que sin decir ninguna novedad –al fin y al cabo los receptores eran todos jóvenes estudiantes,- me pareció un magnífico ejemplo de síntesis y claridad expositiva. Sobresaliente, en fin, para el Casanova.
Tras él hablaron otros. Cuando estaba dudando si levantarme y liarme a mandobles con los allí presentes ante la insoportable levedad de sus seres, acudió Morfeo –pérfido- en su defensa, y me inculcó, pese a mis denodados esfuerzos, un profundo, profundísimo sopor, en el que caí rendido cual grácil gacela. Más concretamente, con un pierna en la cabeza del pringao que tenía delante. Cuando desperté, los dinosaurios todavía estaban allí. Así que me levanté y, soltanto mi perversa –y estudiada- carcajada, abandoné el lugar sin mirar atrás.
¿Ve, Doña Marisa? (pongo a conciencia doña con mayuscula ¿qué pasa?)No sólo no son traidores los gatos, son memoriosos y agradecidos. Tantico megalómanos, eso sí, pero es que les encanta ser el centro y, eso, con mayor o menor disimulo, nos pasa a todos :-)
Una rascadita, Pumby.
Ay, Justo, cuídese y repóngase pronto.
Doña Ana (con mayúscula, no sólo por ser principio de escrito): Conozco bien la memoria de los gatos, su agradecimiento a quien les da de comer y sus zalamerías. Sólo le diré que he llegado a tener siete ejemplares conviviendo conmigo y con mis hijos. Se figurará el maremagnum, ¿no?
Mi intención al criticar a nuestro (sí, sí, nuestro) Pumby, era únicamente como advertencia para nuestra nueva amiga, RSR, que parece estar muy «colgada» de él, y -usted lo sabe bien- no puede una hacerse ilusiones con tan alocado gato. Mejor mantener las distancias que sufrir un desengaño.
Don Justo, apoyo totalmente la bronca de doña Ana: no se nos cuida usted nada, ¡sapristi!. Le doy de tiempo hasta el jueves para ponerse bien.
Vaya, Marinero, qué interesantes anécdotas experimenta cada vez que pasa por Valencia. Me hubiera gustado escuchar a Julián Casanova, pero me resultó imposible acudir a la Mesa Redonda de ayer. Gracias por su particular crónica :-)
Don Justo, espero que esté haciendo caso a las recomendaciones de los amigos. Cuídese. Verá como mañana se encuentra mejor. Imagínese si llega a participar en la Mesa Redonda de hoy tiritando…
Advertencia: no mimen ni malcríen tanto a Pumby, que se va a poner insoportable. Además, su antepenúltima intervención, efectivamente, ha estado bien… pero tampoco es para tanto, ¿no? :-) :-) :-)
¡Menuda sorpresa acabo de llevarme! Leo que un cineasta sevillano, Guillermo Rojas, ha rodado un corto sobre un grupo guerrillero que actuaba en Jaén, Córdoba y Granada, conocido como «Niños de la noche». Según leo, este cineasta grabó un documental sobre el mismo tema para la Televisión Andaluza, llamado, Milicianos andaluces. Pues bien, no sé si recordarán (porque en alguna ocasión he aludido aquí a ello) mi abuelo materno, del poeblo jienense de Alcaudete, Rafael Villena Montilla, que murió en el 40 en la cárcel de Jaén, perteneció, según me comentó mi abuela antes de morir, a dicho grupo guerrillero. Mis indagaciones sobre mi abuelo y dicho grupo no han llegado más allá de algún dato general o alusiones parciales al mismo de historiadores de pueblos colindantes, como Luque. Tengo unas ganas tremendas de saber más sobre este cinesasta y su documental, que según dice la noticia que leo, se basa en el testimonio de algunos milicianos. No saben lo que supone tener aunque sólo sea briznas de noticias. Bueno, siento entrar así de sopetón, pero quería compartirlo.
Hombre, Juan Antonio, permítime que me alegre por su alegría.
En efecto, doña Isabel, el Marinerito, anda gracioso, pero da la casualidad que yo también estuve ayer en la disertación de Casanova y, aunque coincido con el dictamen del marinero, me sorprende que no haya hecho mención a un altercado lingüístico que se produjo en la intervención de Ferran Archilès (creo). No lo pude ver bien porque estaba al final, pero el acento del individuo que interrumpió al profesor Archilès era sin duda extranjero. No sé, no sé…
Pumby, perdóneme por no contestarle con lo de los funcionarios. Ando algo liadillo con ciertos preparativos. Saludos.
Doña Ana, yo, siendo un sencillo egolátrico ya me conformo; mi natural inmodestia no me hace aspirar a la megalomanía ;-)
Lo suyo es incorregible, señora Bou, lanza patrañas en contra mía y, encima, advierte a una dama – que no puede tener más interés por un servidor de usted que el que se tiene por un gato – sobre mis más bajos, digo, básicos, ¡dije básicos! instintos… ¡por-fa-vor!. Téngase, téngase. Compostura.
Vaya… y la oronda fotógrafa haciéndole los coros… ¡vaya dos, doña Marisa y usted, doña Isabel!… lenguas viperinas…
Hombre, don Juan Antonio, pues la verdad es que con sopetones como esos yo creo que todo el mundo se alegra. Es un placer poder compartirlo con usted, tanto por la alegría que le generó la noticia como lo interesante de la misma “per se”. A ver si hay algún gestor cultural – qué denominación… señor… – leyéndonos y se anima a programar un ciclo de cine documental sobre la materia. He tenido el privilegio de ver el primer montaje de “Cipriano Mera. Vivir de pie”, producida por “Los Sueños de la Hormiga Roja” y buena falta hace que esos fantasmas (por su condición de sombras, según la perspectiva de la izquierda, y a la vez, de monstruos, por la distorsión derechista) tomen cuerpo y se hagan imagen nítida para las nuevas generaciones.
Don Alejandro, cuídese usted de ese Marinero loco que anda perdiendo barcos, repartiendo mandobles y propagando noticias tendenciosas sobre este gato. En cambio, no se preocupe usted, en absoluto, del tema de los funcionarios, tiempo habrá para hablarlo. Ah y espero que esos preparativos le sean venturosos… ¡y breves!
Dejo para el final al Magister del “blog”. He de encarecerle que deje de hacer el zascandil por su casa. ¡Métase en cama y cúrese de una! que el jueves ha de estar en condiciones. Ya saben ustedes a que me refiero: presentación del libro de Isabel Barceló, “Dido, reina de Cartago”. Como dicen los argentinos – muy correctamente, por cierto – ¡imperdible!… Yo estaré, como siempre que voy a estos eventos, en la parte de atrás, a la izquierda, visto desde el escenario. Los que me quieran pegar una paliza ya saben donde encontrarme.
pero de que estais hablando??
Las prisas y las efusividades de antes me hicieron pasar sin preguntar por su salud don Justo. Espero que vaya mejorando su estado, así lo deseo.
Pues la verdad; Pumby, es que sí que sería una muy buena idea (las nuevas aproximaciones creativas a los periodos de la guerra y la posguerra, tanto desde el documental o la ficción), aunque seguro que sería bien difícil que alguno de esos que usted llama «gestor cultural» se propusiera tal proyecto. Siempre nos quedará la camaradería y una buena grabación, ¿no?
Alejandro: ese incidente lingüístico al que te refieres (por cierto, creo que fue el profesor Albert Girona el protagonista) ha sido hoy tema de conversación por los pasillos de la facultad. Yo no estuve en la conferencia, pero me han contado la anécdota y me ha precido muy triste. Además de ser – en mi opinión – una excelente persona, educada y amable con los alumnos, Albert es uno de los profesores más serios y más discretos que he tenido en esa facultad. Nunca me he distinguido por ser un nacionalista exacerbado, pero por mucho prestigio que dé a una universidad tener a alumnos «erasmus», no me parece bien que lleguemos al punto de lo que sucedió ayer.
Juan Antonio, impresionante sorpresa, desde luego.
Me pregunta por mi salud…, pues la verdad es que mejor. Yo no debería estar aquí. Pero como estoy mejor hago lo que no debo.
Señor Millón: llevo bastante más de media vida investiganto a mi abuela materna (y aledaños) me figuro su alegría y agradezco que le guste compartirla con nosotros. Espero que su patita vaya viento en popa.
¡Marisa! ¿Siete gatos… y los niños! Sus hijos han tenido una casa muy divertida, pero ¿Usted? ¿Como quedó después de criar todo «eso»? :-)
Justo, no tiene usted arreglo. Bueno, a ver si se pone bueno del todo, pese a lo mal que se trata.
Bueno, yo también venía a comentar una cosa que me tiene muy contenta. Hoy ha sido un día bueno, buenísimo en lo personal y, además:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Sanchez/Ferlosio/gana/Nacional/Letras/elpepipor/20091125elpepicul_3/Tes/
1939
Justo Serna
El País, 25 de noviembre de 2009
Se atribuye a Victor Hugo una ocurrencia probablemente apócrifa: aquella según la cual los españoles disfrutaríamos con las procesiones y con las guerras civiles. O, en otros términos, con lo excesivo, con lo extremo: desde los pasos de Semana Santa hasta las matanzas fratricidas. Lo sangriento sería, así, expresión de nuestro volcánico temperamento, el arrebato místico de un catolicismo vehemente.
Algunos de los viajeros que visitaron este país a lo largo del Ochocientos no hicieron más que revalidar la leyenda de esta tierra inhóspita y bronca, con unos naturales pronto dispuestos a sacar la faca o el arcabuz. La violencia sería el sino fatal de los españoles trágicos, siempre envueltos en conflictos homicidas. Noblotes pero pendencieros: así nos vieron muchos de esos observadores extranjeros que viajaban para confirmar el encanto y el misterio orientales de la Península Ibérica. El siglo XX pareció acentuar esa visión: así, la guerra de 1936 corroboraría la larga tradición de conflictos. Si antes los españoles saldaban sus cuentas a bastonazos, ahora, gracias al progreso armamentístico, libraban sus disputas con la mejor artillería.
Y, sin embargo, no es así. El del 36 no fue uno más de esos conflictos bélicos. En realidad, esta Guerra Civil fue algo más terrible: fue una contienda total, en el sentido que le diera Carl Schmitt a esta palabra. Es decir, degradación y aniquilación del enemigo, destrucción de los lazos primarios de la convivencia. Concebido así, éste es un conflicto que se desarrolla como si fuera «la guerra última de la humanidad», según precisaba Schmitt, una guerra en la que el contendiente espera arrasar material y espiritualmente al enemigo.
La Facultad de Geografía e Historia de la Universitat de València ha organizado unas jornadas internacionales dedicadas precisamente a evaluar la magnitud de aquel cataclismo, la ferocidad de la represión. Se vienen desarrollando desde el pasado lunes con gran éxito de público y a ellas han acudido expertos que sopesan las consecuencias del conflicto, la muerte o el exilio. Los historiadores aún tenemos mucho que decir.
Pero también la memoria familiar o la novela. Como soy básicamente lector, me gustaría recomendarles dos libros recientes y estremecedores. De sus páginas salimos entristecidos y más sabios. Uno de ellos es El exilio de los marinos republicanos, de Victoria Fernández Díaz (PUV). Resulta conmovedor el relato de sus penalidades, el detalle de tanto menoscabo padecido. El otro volumen es La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina (Seix Barral). Es una portentosa novela, una recreación minuciosa del mundo que fue arrasado en 1936. Sin maniqueísmos.
No se imaginan qué congoja da leer esas páginas.
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El repudio al maniqueísmo debía ser el norte de cualquier historiador. Algunos se empeñan en no serlo, especialmente en la España de los últimos años y ese canalillo pestífero de “revisionistas” de su historia del siglo XX. Como observador crítico del mundo – del mundo pasado, de lo contrario ya no ejerce en historia – resulta imprescindible ese posicionamiento. Es como un cirujano forense que con su fino bisturí (la crítica) y un distanciamiento gélido (objetividad) del cadáver (el objeto histórico) lo abre, examina, hurga, analiza, dictamina, informa… La única forma de “revisar” la historia es desde la objetividad y la crítica. La subjetividad y la emoción, la opinión incontrastada y la ideología, mal pueden apoyar la revisión de nada, son sospechosos de parcialidad desde su propio planteamiento. Por eso, precisamente, pedía en mi primera intervención, qué novedades llegaban a las Jornadas – qué se había revisado – tras las aportaciones de Viñas y Hernández de material desconocido hasta el momento y que, presuntamente, daba un giro copernicano a la visión de los cuatro meses de 1939 que aún duró la República en España. ¿O no ha sido así y lo que plantean Viñas y Hernández, a la luz de la nueva documentación, no modifica nada, sólo confirma? ¿o se ha hecho una interpretación errónea por parte de ambos? ¿o, “como yo ya tengo mi canonjía en el departamento no hace falta que revise mis propias conclusiones”… esas que sacó el funcionario de la Universidad hace, digamos, veinte o treinta años, cuando hizo su tesis?
Genial e inoportuno lo de Sánchez Ferlosio. Genial por lo obvio – qué mente más lúcida, independientemente de que se coincida con sus opiniones o no – e inoportuno por lo que se está comentando en diversos foros, eso de conceder un premio regional, “pequeño”, como lo describe el periodista, el de España, el Premio Nacional de las Letras Españolas, cuando previamente y por el mismo motivo, ya se le ha dado otro “grande”, internacional, el de Hispanoamérica, el Premio Cervantes. Bueno… de todo se aprende: véase que el provincianismo no es patrimonio de nadie y que, como dice la “vox populi”… “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, “siempre habla más quien más debería callar”, “se ve la paja en el ojo ajeno, no la viga en el propio”, etcétera. Ay, los españoles… qué ombligo tan grande, qué mirada tan corta…
¡Don Justo, vuélvase a la cama inmediatamente, tome su medicación y cúrese! Este hombre es otro incorregible…
Y, aunque no soy amigo de estos festejos oficiales pantomímicos, creo que el de hoy merece, al menos, un reflexión. Me refiero al Día Internacional contra la Violencia sobre la Mujer (no sé si ese es su nombre correcto pero, vaya, ese es su espíritu). Es tan vergonzoso para la especie dentro de la biodiversidad universal, es tan humillante para la humanidad “per se”, es tan hipócrita para las sociedades ya se llamen “modernas” ya se llamen “confesionales”… ¡vaya mierrrrda de modernidad – postmodernidad incluida – y vaya mierrrrda de creencia – y me da igual en qué dios/ses se crea – es tan inhumano…
Ups, perdón, donde dice “mierrrrda”, palabra malsonante por su impacto descriptivo tan inmediato, léase “abono orgánico compactado”, no quiero deslucir mis intervenciones con exabruptos que nada aportan argumentalmente al discurso. Así que olviden eso y piensen en el medio centenar de mujeres asesinadas en lo que llevamos de año y en la sociedad que lo genera.
Perdonen que me repita.
Yo siempre pongo como ejemplo de lo que es la objetividad aquello que decía Clifford Geertz. Estamos en guerra, hay un hospital de campaña y un cirujano tiene que intervenir. El quirófano no está –no puede estar– totalmente esterilizado. ¿Qué hacer? Tenerlo aseado, lo más limpio posible, con el fin de operar con un mínimo de garantías. El cirujano no puede pretextar la falta de condiciones ideales. No puede decir: «Total, como no está esterilizado, da igual dónde operemos, en un quirófano o en un estercolero».
Hombre, no. No da lo mismo. La objetividad a la que ha de aspirar el historiador es, ciertamente, un ideal, como la esterilización que requiere el médico. Para el historiador, también es deseable asear su trabajo, no hacerlo en las peores condiciones, no entregarse a lo fácil o a lo dañino o tóxico.
Pumby dice: «El repudio al maniqueísmo debía ser el norte de cualquier historiador. Algunos se empeñan en no serlo, especialmente en la España de los últimos años y ese canalillo pestífero de “revisionistas” de su historia del siglo XX».
Estoy de acuerdo en el repudio del maniqueísmo, por supuesto. Y que eso sea el norte de los historiadores. ¿Quiénes son esos que, según usted, «se empeñan en no serlo»? No sé a quiénes se refiere.
Ahora, me permitirán retirarme temporalmente…
Dice Pumby: «La subjetividad y la emoción, la opinión incontrastada y la ideología, mal pueden apoyar la revisión de nada,»
La subjetividad, la opinión incontrastada y la ideología, de acuerdo en que mal pueden apoyar la revisión de nada, pero la emoción… ¡Ah la emoción! debe estar presente en todos nuestros actos o más vale que no los realicemos.
Gracias, Pumby, por decir unas palabras en el dia de hoy. Había de ser un gato. Lo que voy a decir, usted lo sabe, porque, como todos los gatos, es cotilla y mira en muchos sitios y se entera de todo, hay un maltrato, del que apenas se habla, en el que, sin un sólo golpe se logra que la muerte sea una liberación. La inmensa mayoría de los suicidios femeninos se deben al maltrato, pero no se contabilizan en él, porque nadie lo sabe y, claro, no habían denunciado.
Habrá observado, Justo, que vamos a acabar yendo todos los blogueros, en tropel, a su casa a atarle a la cama.
Don Justo, espero que vaya recuperándose en su salud y vayan disipándose esos dolores que le atenazan.
Por otra parte, mi felicitación por su artículo, 1939. Me ha gustado ese primer párrafo aludiendo a la visión extranjera de los viajeros de la España del XIX. Y muy acertada esa visión de la Guerra Civil como guerra total siguiendo los presupuestos de Carl Schmitt. Esa política de exterminio que no abandonó el régimen franquista, y que duró hasta sus últimos días -no dudo que modulado y graduado en sus aspectos de terror-, viene dado desde los primeros momentos, véase como ejemplo el magnífico libro de Francisco Espinossa, La columna de la muerte.
Cambiando, aunque quizá no tanto, de tema, acabo de escuchar las intervenciones en el Congreso de los Diputados sobre el tema del Alakrana, y he de felicitar a LLamazares por su excelente intervención. En ella ha aludido al «africanismo», a esa visión, que tanto gusta la derecha, pero no sólo, de que los problemas se solucionan con el eejercito, armando los buques atuneros, desviando el grave problema de Somalia y los intereses económicos y políticos de la zona y las malas prácticas de los empresarios armadores. Cuidado.
Sr. Millón, gracias por sus felicitaciones.
Me doy cuenta de que ha escrito el comentario justo cuando yo publicaba mi nuevo post sobre lo que se avecina: la presentación de ‘Dido. Reina de Cartago’, de Isabel Barceló.
En efecto, señor Fuster, sucedió cuando hablaba el profesor Albert Girona. Me equivoqué. Fue un incidente curioso, sin lugar a dudas. Ni que decir tiene que el señor Girona estuvo impecable. Son cosas que le dan vidilla a la Facultad, ¿no le parece?
Sobre la objetividad, el maniqueísmo, etc, etc. Una de las cosas que más me gustó de lo dicho por don Julián Casanova fue precisamente esa defensa de la objetividad. De hecho fue así como comenzó su discurso. Luego, conforme avanzaba, fue dando pinceladas en torno a esa idea y, qué quieren que les diga, me quedé con ganas de más, de mucho más.
Su defensa de la objetividad fue clara, así como su consideración de la historia no como una ciencia sino como una disciplina que pretende conocer, de forma aunque sólo sea aproximada, una realidad (en esta caso, pasada) objetiva, una verdad, por tanto. De hecho, Casanova comenzó afirmando que no entiende por qué a los historiadores del feudalismo, cuando estudian ese período, no se les escruta con sospecha, pero en cambio a los historiadores que estudian la guerra civil se les acusa de tendenciosos y subjetivos, cuando es precisamente en éste último período donde más información y más documentos de todo tipo se han conservado para extraer una idea más o menos clara y objetiva de lo que fue y significó aquello. Su argumentación me recordó mucho a Sokal o, si lo prefieren, por citar a otro historiador, a las posiciones de Hobsbawm. Creo que este tipo de discursos no sobran. Son muy importantes en los tiempos que corren, pues aunque todos sabemos de la precariedad de los estudios históricos (sobre todo comparados con las ciencias), es el mejor instrumento que tenemos para conocer el pasado. Y es un instrumento muy válido. Hay que reivindicar la objetividad en las ciencias sociales y en las humanidades. En caso contrario estaremos perdidos.
Don Justo ya debe estar bien… inaugura otro “post”… ¡y me tira de la lengua!… En fin… casos concretos, me pide… veamos ¿qué tal el intelectual de cabecera de la derecha española, don Pío? Pío Moa, quiero decir, el celoso novicio del conservadurismo más rancio. ¿O ese clásico indiscutible e incombustible, don Ricardo de la Cierva, hombre fajado en mil batallas cuya obra sigue reutilizándose a pesar de su descrédito? ¿Y por qué no incluir a aquel muchacho que tantas esperanzas despertó en la egiptología patria cuando comenzó su labor pública, don César Vidal?. Yo, en esta pitanza, tampoco descartaría a los que se tildan de progresistas: la postmodernidad aplicada a la historia de la forma más estúpida posible, oh, ¿qué mejor y más hermoso ejemplo que aquel grupo de amigos – si no han reñido ya – que se dedicó, hará un año o poco más, a pregonar por las universidades, centros culturales españoles y prensa acomodaticia la falacia de las fotos de Capa?… No son pocos, no.
Aunque, tal vez, los más peligrosos no son los que tienen nombre y fama, aunque sea fama de cretino – “que hablen de una, aunque sea pa mal”, decía Lola Flores, esa fina pensadora española – tal vez los peores son los que se emboscan en el anonimato: profesores universitarios de vida intelectual mediocre, profesores de instituto de curriculum escaso, gacetilleros que rellenan las páginas de cultura de la prensa o de internet con sus propias obsesiones o a sueldo del jefe, o sea, de la empresa… en fin, esos homúnculos grises, tristes y zotes, agentes de conformación de la opinión.
La emoción, doña Ana, la emoción… va implícita en nuestra condición humana, sin duda, incluso podemos sospechar que, en realidad, es lo que nos hace vivir. Pero, por más que nos guste, por más que nos pese, si queremos hacer historia, hemos de prescindir de ella de la misma forma que el médico consciente que citaba don Justo o el cirujano que traje a colación (¡cuánto matasanos!). No es hermoso, desde luego, pero es historia.
Sr.Pumby, me alegro de que hablando de barbaries traiga una reflexión acerca de otras. ¿Ha visto qué datos? Las edades de víctimas y agresores ponen los pelos de punta. Me gustaría poder entenderlo. Ciertamente es un problema muy complejo, pero hay un punto de partida en el que todos deberíamos estar de acuerdo y es que está muy claro quién es el verdugo y quién la víctima, quién el agresor y quién el agredido, a partir de ahí, podemos hacer todo tipo de análisis.
PD: Ay Pumby ¡Cuánto desencuentro! Para una vez que anuncias tu presencia en un acto….Definitivamente los Dioses no están de nuestra parte, los mortales presagian malos augurios ¿qué le has hecho a las mujeres del blog que tanto me previenen contra ti y tus zalamerías? mmm…esto me da qué pensar. Cuídate mañana de tus enemigos, que veo que son muchos, especialmente del Leñador y su gatera y de ese” marinero de los mares del destino” yo que le hacía mar adentro y resulta que está en tierra.
Me ha encantado su artícuo, Justo. Felicidades y por su rápida mejoría.
Puedo dar fe, y la doy, de que a don Ricardo de la Cierva le «ayudaba» en su labor literaria un, llamado negro que, además había de atenerse a los mandatos de su jefe en cuanto al modo de contar las cosas y, encima,era rojo.
Hablamos de distintas emociones, Pumby. Yo no dudo de que, trémulos por ellas, podemos ser absolutamente objetivos. Los grandes acontecimientos de la historia (y los pequeños), o nos emocionan en un sentido u otro,o no son «na»
Sobre los revisionistas, casos concretos: Pío Moa. Permítame el narcisismo: le remito a un artículo que publiqué en 2007 en la revista Pasajes.
https://justoserna.wordpress.com/pio-moa/
También aparece Ricardo de la Cierva…
Bueno, hacemos una pequeña digresión, aprovechando que don Justo ya colgó el siguiente “post”. En efecto, siendo extraordinariamente grave el número de asesinadas, es escalofriante, en efecto, la edad de los agresores y de las agredidas. Y aun peor, cuando no sólo se cuenta con la actitud injustificable de ciertos jueces (caso de la sentencia de Cantabria, de la semana pasada, en la que el juez no contempló la violencia de género por los catorce años de edad del agresor) sino que se une la acogida y exculpación de la propia familia del agresor (algo que también es de aplicación a la violencia en las aulas – y perdón por el ex-curso en la digresión – cuando los padres en vez de corregir a su hijo, aún defienden sus desmanes). Algo huele a podrido en la Dinamarca de la educación y de la familia, algo apesta en nuestra sociedad.
PS: ¡Dioses injustos!… Destino cruel… Fatal sino… Lenguas de doble filo… Señora mía RSR, advertila convenientemente de las maniobra torticeras de algunas contertulias – las que me tienen en el peor concepto – para humillar mi honor y arrastrar por el fango mi integridad moral. No las atienda, por favor. Atienda vuesa merced a mis… bueno, a mi valedora, cuya opinión bien vale el contrapeso a los embustes emitidos contra mi fama por aquellas desagradecidas. ¿Zalamero, yo?… pero si soy la honestidad personificada, la seriedad encarnada, la adustez hecha felino… Si por alguien ha de dejarse engatusar, que sea por mi, no por ellas, que para eso soy yo el gato. Mas, no por zalamerías vacuas, cosa baja y vil, si no por el rigor de mi verbo, siempre argumentado y sereno (menos cuando me arrebato) y la rectitud de mi proceder, insobornable aunque flexible. Reconsidere pues sus dudas sobre mi al calor de mis sinceras palabras, de mis súplicas… Ah y descuide por mi integridad física, ni hay gatera que me encierre, ni leñador que me atrape, ni marinero de agua dulce que me desvele… Se lo reconoceré: otra cosa sería si se tratase de sus ojos; cautivado quedaría, sin duda, en la prisión de sus pestañas y la profundidad de su mirar… Ah, quieran los hados torcer este angustioso desencuentro…
¡Doña Ana, qué pregunta! ¿No es evidente como quedé? Bastante «tocada del ala», claro está. Pero debo decir que -niños y gatos- contribuyeron no poco en hacer mi vida agradable, a pesar de las circunstancias.
Lo que pasa, Pumby, es que me gusta chinchar, sobre todo a los gatos. Son encantadores cuando se revuelven contra quien los aguijonea. Y usted es un claro ejemplo de ello.
Amiga RSR, a él es a quien no debe escuchar. Sobre todo cuando se pone en plan empalagoso. ¿Pues no va y le hace ojitos? ¡Vamos, anda! ¡Lo que me faltaba por ver!
Me doy cuenta ahora que debí poner «contribuyeron… a hacer» y no «contribuyeron… en hacer». Pero bueno, se ha entendido, ¿no?
Se ha entendido divinamente y no se le nota nada el esfuerzo. Las rosas y usted son así, amiga mía.
Pumby, sí, valedora hasta el fin, pero me lo está poniendo difícil: ese auto bombo, ese coqueteo, que delante de mi faz estuvo feo. Que no tenga Marisa que acabar diciendo, emulando a Don Mendo:
Mas aquel «Pumby mío», aquel sobeo
delante de mi faz, estuvo feo;
porque él llegó a palpalla,
que yo lo ví con estos ojos, ¡ay!,
y ella debió oponerse, ¡qué caray!,
al ver lo que yo hacía por salvalla.
¡Repórtese, Pumby, que se le ve el plumero! :-)
Ja, ja, ja… lo haré, doña Ana ;-)
He leido tu deposición en el pais (lo regalan en Opencor).Eres un miserable manipulador. ¿Historiador?, mas quisieras….de manipulador de ignorantes no pasas.
Diles a tus pupilos que:
1. El primer genocidio en Europa lo realizó la 2ªRepública.
2. Que antes del levantamiento, la super democracia había consentido el asesinato de más de 8.000 personas.
3. Díles que el Komintern, mandaba en España.
4. Que practicó en las checas todo tipo de torturas.
Sigo?. Pues yo te recomiendo en vez de dos libros, uno solo: Las checas del terror.
Cuenta la persecución a la que sometieron a España ANTES del levantamiento, tu puta República, so cabrón.
Mira, a mi abuelo le descerrajaron dos tiros en la cabeza, por el mero hecho de ser creyente. Lo sacaron de su casa a las cinco de la madrugada. Un camión lleno de milicianos. Eran muy valientes…como tú. Mi abuelo tenía 5 hijos, que quedaron huérfanos, cabrón, sin derecho a nada, de madrugada, armados,….para que venga ahora un gilipollas como tú, diciendo gilipolleces.
No pasas de ser un mierdecilla, mentiroso y manipulador. Pero historiador?, ya quisieras tú….
Y si no te gusta lo que escribo, llamame al 669319995
y te diré lo que toca, pero¿a que no tienes…?
Voy a hacer algo de lo que quizá después me arrepienta. Quiero decir: dirigir la palabra a alguién que muestra una actitud violenta y destructora hacia la propia palabra.
Mire usted, si su abuelo o el mío murieron como perros fue porque este país olvidó que para defender una idea no hace falta matar la contraria, que el valor de una idea no reside en la aniquilación del enemigo, que más que ideas importan las personas que las piensan y que sólo las palabras en las que encarnan las ideas pueden dilucidar su potencia o preponderancia. No mató a su abuelo una idea sino unos criminales, asi pues, dirija sus invectivas y su odio contra los que actúan con violencia, con represión, porque no tienen ningún argumento que ofrecer.
Siento decirle que si su abuelo fue un verdadero cristiano no se sentirá muy dcihoso de ver cómo su nieto cobardemente se dedica a insultar a los demás. ¿Qué valor tiene para usted el prójimo? ¿Dónde está para usted la piedad?
Haga el favor de medir sus palabras si quiere merecer algún respeto. Y tenga mucho cuidado con la bravuconería, recuerde: dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.
Este es el único caso, el único, en el que, en mi foro y sin más explicaciones, borro lo que escriben y cierro la entrada al que lo hace. Esa persona de más arriba, al margen de los dislates que dice, insulta y reta reiretadamente al anfitrión, al responsable de este blog en unos términos y con unas palabras inadmisibles en ningún lugar. En ninguno.
Doña Ana: ¿Está usted segura de que «eso» es una persona? Es usted demasiado buena.
Y ya que nos ha mostrado usted, “Juan”, su valentía, su sabiduría, su educación y respeto, y por supuesto, su correcto nº de teléfono, ¿por qué no tiene la gentileza de mostrarnos también su nombre y apellidos completos? Así nadie podrá acusarle de “tirar la piedra y esconder la mano” ¿no cree?.
Qué cosas, “Juan”. Fíjese: a su abuelo le descerrajaron dos tiros en la cabeza por el mero hecho de ser creyente. Y usted injuria a don Justo (por cierto, injuriar es un delito; léase el art. 208 del Código Penal) con agravios tales como “miserable manipulador”, “ignorante”, “so cabrón”, “gilipollas”, “mierdecilla”…, por el simple hecho de que el Sr. Serna no piensa como usted, y también por el curioso hecho de permitirle expresar sus opiniones libre y democráticamente.
Interesante paradoja…
Bueno, doña Isabel, la paradoja que cita no es desdeñable. He ahí un bello ejemplo de inteligencia insuficientemente desarrollada con pústulas de haber leído a esos historiadores a los que yo mismo aludía más arriba y haberse criado en el odio, la irracionalidad y la intransigencia. Debe ser un buen cristiano.
Pumby, hombre, modérese. No ataque así, que me compromete.
Otra cosa. ¿Qué quiere decir? ¿Que la persona «debe ser un buen cristiano» o que «debe de ser un buen cristiano»? Supongo que se refiere a lo segundo, dado que conjetura sobre esa posibilidad, ¿no?
http://twentypv.blogspot.com/2009/11/jornades-internacionals-o-jornadas.html
Una altra visió del 1939
Hombre, pues sí señor, lo expresé mal. No me di cuenta. Tiene usted razón. Dado que considero que la intransigencia fue la aportación más destacable de los seguidores del carpintero galileo, entendí, por la formulación expresada, que ésta correspondía a algún seguidor de esa secta judía.
¡Y me contuve, don Justo! Saben los Dioses Inmortales que me contuve y no poco. Fuera de mi intención alguna de comprometerlo a usted en nada, especialmente porque a mi, personalmente, no me hubiera importado quedarme un ratito más en este “post” para debatir con quien defendiese las ideas que parecen subyacer bajo los improperios del afectado si éste, claro, hubiera utilizado un mínimo tono cortés y alguna argumentación que no hubiera sido el exabrupto. Al no hacerlo, al mostrarse, sencillamente, insultante, entendí que puede esperarse cualquier desaguisado, así que preferí la contención. El profesor Chivete me hizo igual recomendación. A Manel tuve que sujetarle las manos pues pretendía desenfundar su acero aunque luego se moderó, reflexionó y vino a coincidr con ustedes. A los tres – le incluyo a usted – hice caso. Creo.
Y si no hay más, por mi, volvamos a lo que veíamos de “Dido, reina de Cartago” que parece más interesante que este asunto.