Arte e ilusiones

Troppo vero. A una sesión cinematográfica se asiste en silencio y a oscuras, con el recogimiento que merece un espectáculo que fue ideado para disfrutarlo así: en una sala ocupada por personas que concentran su atención en lo que se proyecta en pantalla. Todo otro uso altera esas condiciones y por tanto modifica y trastorna la recta y correcta emisión: ruidos, luces, interferencias quiebran la unidad de sentido.

Todos nosotros tenemos abundantes experiencias de este tipo. Vemos una película en las peores condiciones y, después, nos atrevemos a juzgar su calidad o su efecto habiéndola contemplado en una circunstancia poco idónea. Con el arte pasa lo mismo. Creemos ver el arte porque tenemos reproducciones fotográficas que, incluso con gran fidelidad, nos reproducen la obra. Pero sabemos que no, que no es así: que la fotografía  de una pieza artística es un triste remedo de lo que esa obra es al natural.

Por ejemplo, el óleo de Diego Velázquez titulado Inocencio X hay que observarlo en su emplazamiento original: en el Palazzo Doria-Pamphilij de Roma. Hace un par de años, cuando lo vi por primera vez, quedé sobrecogido. Allí, en una pequeña salita, fría, escueta, prácticamente sin ornamentos, Giovanni Battista Pamfilij me miraba directamente a los ojos. Nada entorpecía ese escrutinio. Es una mirada sobre la que escribo, a poco que tenga ocasión. Aquí mismo, en este blog. Pero, ahora que lo pienso, esa salita no es el emplazamiento primero del cuadro, por supuesto. No somos espectadores de un momento artístico primigenio, sino visitantes de una ruta turística que incluye el Inocencio X.

Joaquín Sorolla. Días atrás estuve en el Centro Cultural de Bancaja, de Valencia. Acudí a ver la exposición dedicada a Joaquín Sorolla: Visión de España. Colección de la Hispanic Society of America. Se clausura el 10 de enero de 2010.

Durante meses me había resistido a visitarla, quizá irracionalmente. Fue Ana Serrano quien me convenció, quien me hizo desechar toda prevención. Me habló con entusiasmo del Museo Sorolla, de Madrid, una referencia cotidiana para ella: para mí, una visita excepcional, siendo adolescente. Me habló del apego que experimenta por el pintor valenciano.

Ya sé que Sorolla es maestro en la pincelada y en la ejecución, en el color y en la luz, que parece natural, cuando todo es un maravilloso artificio, una ilusión. Pero yo tenía un reparo fundamental: el pintoresquismo de la serie Visión de España, ese casticismo.

Por supuesto, Ana venció mi resistencia. La verdad es que valía la pena el esfuerzo. Allí, en la Plaza de Tetuán, poco antes de las 17 horas del miércoles 16 de diciembre, el frío me destemplaba. La espera fue breve, pero durante esa pequeña demora un viento gélido nos azotaba el rostro. Finalmente pudimos acceder. La visita fue muy provechosa.

Mireia Sánchez Barrachina, antigua alumna mía, nos hizo de cicerone: una experiencia muy positiva. Mireia ejercía de maestra espléndida, ejemplar. Sala a sala fuimos contemplando las pinturas de Sorolla y su explicación nos detallaba aspectos muy sobresalientes de esos catorce paneles que componen la serie restaurada de Visión de España.

Ilusión y pintoresquismo. Regresé con el cartel. Compré el catálogo, formidable. Llevo una semana anegado por esa iconografía que, de entrada, tanto me repelía. Admiro la maestría, ya digo, pero no consigo amistarme con esa España que Sorolla pinta, copia, recrea. ¿Por qué?

Como dicen Marisa Bou y el sr. De Villa Rabitos, ese folklorismo o ese pintoresquismo eran lo que me detenía. Pero no. Ante el arte eficaz y bien resuelto, ante el arte desatado, debemos abandonarnos en primera instancia suspendiendo todo raciocinio: hay que dejarse  arrasar por la voluptuosidad, aunque sea castiza; y hay que dejarse llevar por el desenfreno de color, esos mil y un detalles que se muestran al espectador. La lujuria pictórica de Sorolla, sí.

Antonio Muñoz Molina lo supo extresar contundentemente: «Para nosotros, espectadores modernos habituados a los ascetismos visuales de las vanguardias, Sorolla es mucho mejor cuando está más contenido, cuando vence la tentación de sucumbir a sus facultades más evidentes, aquellas que facilitaron la caricatura injusta de su colorismo superficial y folclórico, de una opulencia entre ordinaria y fallera de pintor de hectáreas de paletos con trajes regionales o de niños brillantes como botijos chapoteando en las playas.Cuántos malentendidos, cuánta suficiencia. Da vergüenza comprobar que uno mismo ha compartido la biliosa tendencia española al desdén hacia lo que de verdad no se conoce, hacia lo que uno no se ha molestado en mirar ni en leer. Sorolla quería jubilosamente pintarlo y además tenía el afán de acumular encargos de quien ha sido pobre de niño y ya no pierde nunca la inseguridad ni el miedo a la escasez. En su ambición abarcadora se parece a Galdós, que disfrutó como él de un gran éxito cuando estaba en la plenitud de sus facultades y luego fue también arrojado al purgatorio del descrédito», concluye Muñoz Molina.

En esa tensión estuve durante meses, lo que yo quería evitar y lo que he querido vencer. Por un lado, evitaba caer en la trampa colorista, en la lujuria pictórica de Sorolla; por otro, deseaba disfrutar la expresión del brillo y de la pincelada. Pero deseaba también observar directamente qué motivos españoles condensa el pintor. En lenguaje freudiano, la condensación es una representación única que reúne por sí sola varias cadenas asociativas, en la intersección de las cuales se encuentra.

Sorolla yuxtapone, agrega, añade para hacer una copia presunta de lo real, de esa España del Novecientos. No es tal copia, claro: es una condensación absolutamente imposible que inventa o recrea tópicos luego muy arraigados en la representación colectiva. Hoy, por ejemplo, hay numerosos valencianos que se reconocen inmediatamente en la fiesta campera de Las grupas (1916); y hay políticos que se identifican con el arte huertano que simbólicamente nos representaría: por eso se fotografían con dicho fondo. Pero olvidémonos de este espejo deformado del agrarismo, olvidémonos del uso anacrónico de Sorolla y regresemos a lo último que nos decía Muñoz Molina.

Sorolla se deja arrebatar por su vocación pictórica, por el júbilo de pintar, sabiéndose dueño de una habilidad maestra, sabiéndose reconocido, con la urgencia, con «el afán de acumular encargos de quien ha sido pobre de niño y ya no pierde nunca la inseguridad ni el miedo a la escasez», dice Muñoz Molina. Acumula encargos: de esa ambición abarcadora procede la Visión de España. Archer Milton Huntington se la propondrá. Ésa es la muestra original.

Pero la Exposición que yo he visto no es la muestra original. Estoy todo el tiempo hablando de la experiencia del arte, del lugar del arte, y, claro, esto que yo veo está desplazado, fuera de sitio. El impacto no puede ser igual. ¿Cuál es su emplazamiento? La mayor parte de los cuadros proceden de la Hispanic Society, de Nueva York, una curiosa institución, un depósito de referencias españolas que fundara Archer Milton Huntington en 1904. Yo no he podido visitarla. Por lo que se sabe, la Hispanic Society es una especie de compendio vertiginoso, una suma de piezas, una condensación principalmente española: algo totalmente alejado de las vanguardias.

Pero es que ahí tropezamos con otra cuestión que afecta a Sorolla. Mientras las artes se revolucionan, mientras los artistas se entregan a la redefinición de lo estético y de sus usos, Joaquín Sorolla sigue con el esquema aprendido y heredado: sigue con la pintura de caballete sabiendo, además, que la fotografía tiene ganada la partida. O aún no. «Los pintores ostentaban todavía el derecho exclusivo al color», nos recuerda Eric Hobsbawm en A la zaga (1999), «y no es casual que, desde los impresionistas hasta los fauvistas, el color se hiciera cada vez más vivo, cuando no chillón». Ese color: ese color que sirve para captar las expresiones pero también la emoción concreta de las cosas. Por ello, por la misma época, Sorolla gratifica a su público y por ello las vanguardias sorprenderán a sus destinatarios.

Pero, como dice Hobsbawm, el arte de vanguardia cosecha un egregio fracaso: los públicos se apartan de la pintura abstracta. ¿Y cómo expresar los tiempos? «Una vez que la reproducción se dejó en poder de las cámaras», el pintor sólo tiene dos opciones, dice Hobsbawm: o gratifica a sus destinatarios, acogiéndose a la tradición, a los motivos ya sabidos; o se abandona a la creatividad estrictamente personal, perdiendo el contacto con la realidad, una realidad que los demás ya no reconocen en esa tela. Lo real se le escapa a la pintura, que es captado por los objetivos de las cámaras. Con ello, el arte pictórico acaba por mostrar toda «su obsolescencia tecnológica», apostilla Hobsbawm.

Colofón. ¿Es correcto el dictamen de Eric Hobsbawm sobre el arte, sobre la pintura y su pérdida, su caída? Alejandro Lillo admite la parte de verdad que hay en este diagnóstico expeditivo: alejarse de la realidad para expresarse sólo a sí mismo es un riesgo en el que puede incurrir el artista, ajeno al público, distante. E incluso inefable, dotado de un sentido profundo e inaccesible que sólo expertos podrían atisbar.

Es precisamente cuando «nos encontramos con algo parecido a una casta sacerdotal que por fortuna artistas como Sorolla aún no necesitan. El arte de vanguardia se convierte entonces en un negocio», apostilla Alejandro Lillo. Pues estoy y no estoy de acuerdo.

Sorolla no parece necesitar una casta sacerdotal que aclare su creación porque aún espera repetir lo externo, aún espera obrar con mimetismo. Hay en él todavía una ilusión referencial que sabe provocar en el espectador. Eso que está ahí fuera puede ser captado y repetido única y originalmente en la obra: justo lo contrario de lo que sucede con la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica (por decirlo con Walter Benjamin).

En la época de Sorolla, la pintura aún conserva el aura de lo irrepetible, ese sentido único, preindustrial: y como tal es admirado. En cambio, las vanguardias aspiran a romper con lo referencial, con lo externo, con lo reconocible, valiéndose de técnicas, de procedimientos o de motivos insólitos que trastornen la evidencia de lo obvio. El debate no ha acabado y la antítesis no es tal. Necesitamos la filigrana mimética y precisamos el delirio antirreferencial. Necesitamos la realidad reproducida con artificio, la obra de arte cuyo objeto reconocemos, y precisamos la ruptura de las expectativas, la audacia que provoca y enajena al público.

Al final, el arte figurativo y el arte abstracto tienen sus marchantes y tienen sus expertos, tienen sus destinatarios . ¿Y nosotros? Pues depende: a veces nos dejamos arrebatar por la pincelada inefable o por la composición inaudita, pero siempre esperaremos bañarnos en la playas irreales de Sorolla: esas que nunca podremos pisar, cegados por la luz, por los reflejos, por la ilusión.

Hemeroteca: Justo Serna, «La restauración de Sorolla», El País, 23 de diciembre de 2009 (aquí).

Archer Milton Huntington se la propondrá.

76 comentarios

  1. Don Justo, su artículo me ha dado mucho qué pensar. Mientras lo leía no he podido evitar acordarme de la imagen que de España y/o Valencia se pretende ofrecer al turismo hoy en día. La propuesta que aquel mecenas hizo a Sorolla solicitando agregar “rasgos autóctonos y tópicos previsibles” a su obra, aclara la intencionalidad de la Hispanic Society. Pero ¿qué se pretende satisfacer (o a quién), en la actualidad, con esa imagen turísitica de España proyectada básicamente en los toros, las figuritas de gitanas ‘bailaoras’, el flamenquito, el jamón, la paella o el sol espléndido de Benidorm? En fin…

    Y ese cuadro de Inocencio X… uf… no sé a dónde quiere llegar Sr. Serna, pero desde luego a todos aquellos a los que les (nos) guste el cine de terror, observar esa pintura en su emplazamiento original debe ser alucinante ;-). Como alucinante es este ‘Monigite’… qué bueno.

    Bueno, dado que me resultó casi imposible intervenir en el post anterior, aprovecho ya este nuevo para desearle felices fiestas al Sr. Serna y al resto de amigos que participan en este blog. Resulta muy reconfortante encontrarles siempre por aquí.

    ¡Felix dies natalis solis invicti!

  2. Soy de los que leen el blog y casi nunca comentan. Por eso les digo que el blog es muy bueno y los comentarios, menos los que no merecen ser contestados, magníficos, por eso todo debe seguir tenga la altura que tenga, tanto el blog como los comentarios. Aparte de esto, -y con respecto al artículo de Justo Serna de hoy de El País- indicar que los paneles-cuadros de Sorolla para la Hispanic Society, tienen unas calidades muy diferentes, ya que el cansancio y la enfermedad y la propia realización de la grandiosa obra en sí, no le permitieron desarrollar en la totalidad de los paneles, todo su genio, hay que pensar que Sorolla murió al poco de acabar esta magna obra y no pudo ni tan siquiera verla colgada en la Hispanic Society y que el tipismo era algo muy dificil de evitar por el destinatario final del encargo. Sin ser yo un enamorado total de la obra de Sorolla, añado, -yo vi la exposición de Madrid- que tiene algunos cuadros verdaderamente geniales.
    En cuanto al (no hay adjetivos laudatorios para definirlo) cuadro de Inocencio X, hacer notar que los que hemos tenido el placer de verlo nos ha producido una gran impresión, con esa mirada dura , que indica la capacidad de fulminar a quien se le oponga y que además añade, todo el cuadro, un grandioso retrato psicológico de un personaje histório. Velázquez sabía lo que hacia
    Bueno ya les dejo, desearles a todos unos dias dichosos y si es posible tranquilos con los suyos, sin dejarse llevar mucho por esta sociedad consumista que a todos nos atrapa. Gracias

  3. Querido Justo, te invito a colgar la versión del retrato que pintó antes de morir Francis Bacon, víctima propiciatoria como buen irlandés de los abusos de su propia Santa Iglesia Católica y Romana. Al horror que transmite la mirada del Papa velazqueño se une el abismo infernal plasmado por Bacon. Yo lo tengo, pero no sabría como colgarlo. Viene bien recordar en estos días de elevación a los altares de Pío XII la visión de mundo que trasciende de los ojos de un Papa.

  4. ¡Alto, insensatos!… Bacon pintó o mejor, “versioneó” DOS retratos del cuadro de Valezquez, uno en 1961 – tremendo, violáceo y rasgado, de los que da miedo a doña Isabel – y otro en 1962, rojo y retorcido, aterrador, pero por otros motivos más relacionados con la imagen que nos propuso en su momento don Justo. A ver cual cuelgan…

  5. Un gran blog, ciertamente. He comprado el libro Héroes alfabéticos. Aunque tardaré un poco en leerlo, porque tengo un montón. Leí a todos los poetas finalistas del Premio de la Crítica Valenciana 2008. Y voy a leer además de Héroes alfabéticos, la novela ganadora, El testamento ológrafo.
    Efectivamente ver una pintura o una escultura y sobre todo arquitectura al natural es único y una gozada, pero la fotografía nos ayuda a conocer.

  6. A Rafael Lillo: muchas gracias por sus palabras y por las precisiones tan pertinentes que hace sobre Sorolla. Es mi intención desarrollar lo que en el artículo de El País está levemente apuntado.

    Aleskander62, gracias por sus palabras.

  7. Y, sin que sirva más que como ex-curso al calor de lo apuntado por don Miguel Veyrat, la última de los católicos es para partirse. No sólo removieron al pobre Juan XXIII de su tumba, “demasiado visible” para el gusto de la actual Curia y lo han metido en un rincón, es que ahora quieren hacer santo al Pío XII, el papa que bendijo el fascismo, y a Juan Pablo II, el iluminado líder de la carcunda más reaccionaria del catolicismo retrógrado. Yo me tendría que alegrar, seamos sinceros. Que se olvide Juan XXIII y el Concilio Vaticano II es lo mejor para que el ateismo universal siga ganando adeptos. Con torpes como Venenito, digo, Benedicto XVI o los anteriormente citados obispos de Roma, todo es más fácil: son unos pésimos jugadores de póquer. Me sabe mal por los católicos bienintencionados que un día, inocentemente, creyeron en que la Teología de la Liberación (la única Ilustración cristiana posible) serviría para redimir la Humanidad y, como ya saben que me da por las causas perdidas, tuvieron, sus practicantes, mi admiración y respeto. Hoy, todo aquello, es papel mojado, florecido, putrefacto y abono para la nueva reacción católica, la de toda la vida, la de siempre… la que genera ateísmo. ¡Gracias, Venenito!, digo, dale, Benedicto…

    Otrosí. Viene el artículo de don Justo a sacar a colación, creo yo, otro asunto aparte del puramente pictórico. Me refiero a la imagen rural y folclórica que se espera de España. La que se demanda… hasta en buena parte de España (un saludo para los votantes del PP). Obviamente, Sorolla, un profesional como la copa de un pino, trabaja a sueldo de su cliente (algo que debería aprender algún que otro “inspirado” pintor conceptual de nuestros días; de esos que nos perdonan la vida con su mirada cuando les hacemos notar que confunde su devoción con su profesión; pero, bueno, esto es otro asunto), decía que Sorolla pinta lo que se le pide. Precisamente por eso es genial, porque desde la exigencia de un encargo, crea con liberalidad, creatividad e imaginación, logrando satisfacción para el cliente, admiración pública y autoestima de si por la ejecución de su propia obra. Ay, que me vuelvo a dispersar. A lo que iba, el asunto que veo reflejado en lo que apunta doña Isabel y, me parece, también quiere señalar el señor Lillo (¿pero usted no se llamaba Alejandro? ¿o es su hermano?): esa España a la que se la quiere caracterizar con la charanga y pandereta machadiana, la de los toros y el rosario católico, la de los vagos, sinvergüenzas y perillanes, la de la seriedad del asno, la intransigente… la que se exige. ¿Y dónde quedó la del martillo y la maza?, esa en la que el poeta acaba reclamando:

    Una España implacable y redentora,
    España que alborea
    con un hacha en la mano vengadora,
    España de la rabia y de la idea.

  8. ¡Ay, Pumby! Esa España implacable ya no tiene arrestos para vengar nada. Hasta la rabia perdió y la idea, si alguna vez la tuvo.

    No he visto aún los cuadros de Sorolla, precisamente porque el folklorismo nunca me resultó atractivo. Sé que los veré, por apreciar de cerca la técnica y el dominio del color y de la luz que tenía el pintor. Pero aún me lo pienso.

    Doña Isabel, la veo aún muy «entera». ¿No se adelanta el acontecimiento? Es usted muy capaz de aguantar hasta el final, con tal de disfrutar de su barriguita y de las pataditas de la futura Helena (de Valencia, que no de Troya). Aguardamos impacientes, créame.

  9. …Como dicen Marisa Bou y el sr. De Villa Rabitos, ese folklorismo o ese pintoresquismo eran lo que me detenía. Pero no. Ante el arte eficaz y bien resuelto, ante el arte desatado debemos abandonarnos en primera instancia, suspendiendo todo raciocinio: hay que dejarse arrasar por la voluptuosidad, aunque sea castiza; y hay que dejarse llevar por el desenfreno de color, esos mil y un detalles que se muestran al espectador. La lujuria pictórica de Sorolla, sí. Pero…

  10. Su artículo vuelve a poner de manifiesto que la realidad, los acontecimientos sociales, las formas de vivir deben ser presentadas o representadas en su complejidad, las visiones sesgadas, parciales, son solo una parte, no el todo. Al igual que los discursos que se generan entorno a unas prácticas sociales son la realidad pero no solo. Me ha recordado el Post que hizo de Esperanza Aguirre, y la imagen que puso de sus manos, no he visto la exposición,aunque lo haré ,pero es cómo si esa imagen de «otra valencia», «de ese tiempo burgués e industrioso» del que usted habla, fuese secundario e irrelevante.

    Aprovecho para desear a todos los contertulios felices fiestas, y de manera especial al Sr. Serna por facilitar un espacio de reflexión, de intercambio, de estímulo. Un espacio que analiza y va más allá de lo aparente, de lo superficial, genera y suscita debate…en definitiva un espacio fructífero.

    Feliz navidad.

    PS: Sr. Pumby, gracias por señalar ese “error técnico”.No es achacable a la juventud sino a la mala memoria, no recordaba en ese momento quién lo escribió y se me olvida que Google existe, pero no tenía ni idea de la fecha de su redacción, menuda intuición.
    Bueno, permítame que le dé algún «consejillo» para estos días: deje el cariñena y pásese al buen vino, beba con moderación o sin ella, póngase una buena música, la que más le guste, suba los decibelios y brinde por lo que fue y por lo que no (incluida la socialdemocracia)y por favor, siga deleitándonos con sus intervenciones. Felices fiestas

  11. R.S.R.: muchas gracias a usted por intervenir tan reflexivamente en este blog. Le deseo Feliz Navidad.

    A todos ustedes, felices fiestas.

  12. Hola Justo. Celebro que hayas superado tu reparo a ver esta exposición. Debo confesar que hay algunos cuadros en los que ese folkolrisme que apuntas se hace más evidente pero la verdad es que las obras de Sorolla tienen vida propia. Los personajes salen del marco y van a buscarte para que participes con ellos en una procesión, en un baile, en la pesca.
    Hace unos años, cuando estaba trabajando en Albacete fui a ver una exposición de Sorolla y me sentí absolutamente reflejada en sus lienzos. Me sorprendió lo bien que me reconocía en ellos. Las escenas de la playa de la Malvarrosa, la maestría en la captación de la luz, esa luz que fuera de casa se reconoce tan bien y te hace sentir una añoranza infinita. Intenté comentarle mi impresión de Sorolla a mi preparador de oposiciones, experto profesor de arte, y me miró con desprecio como diciendo no tienes ni idea. Solo era un paisajista que pintaba para satisfacer las necesidades de autocomplacencia de la una burguesía que lo contrataba. Me sentí muy decepcionada. El periodista y profesor Martí Dominguez en El Temps tiene un artículo que insiste de nuevo en lo anticuado de su pintura, mientras Picasso pintaba Las señoritas de Avignón Sorolla aun estaba pintando como en el siglo XIX.
    Por todo esto he recibido tu artículo con mucha alegría. Yo también pienso que hay que restaurar a Sorolla. Y por lo que dices que solo refleja la Valencia rural. Bueno, yo no estoy tan segura (me refiero a toda su obra) ¿No son burguesas las señoras que pasean por la playa, con esos maravillosos trajes blancos? Vale no está reflejada la industria pero la agricultura naranjera estaba alcanzando su cenit y también trajo muchos cambios.

  13. Hola, Inés. Buenas noches. Celebro que comentes aquí. Por supuesto tienes razón en que el Sorolla rural y arquetípico no es el único. Por supuesto tienes razón en que las escenas de playa, con esos blancos extremos que lastiman o con esos brillos satinados, son una maravilla. Son el punctum, que diría Roland Barthes cuando hablaba de la fotografía.

    Cuando en mi artículo reprocho a Sorolla el ruralismo valenciano de ‘Las grupas’, lo hago porque ésa fue la visión que Archer Milton Huntington estaba dispuesto a difundir.

    Había, por supuesto, una Valencia urbana e industriosa. Saludos.

  14. Saludos, don Miguel, siempre es un alegría volver a leerle.

    Si me lo permiten, el cuadro de Bacon que mas me ha impresionado de los expuestos en esta improvisada mini-pinacoteca es el segundo. Espeluznante.

    Creo que la calidad y maestría de Sorolla está fuera de duda. Otras cosa es que esos paneles, esos encargos, muestren una visión muy determinada de Valencia.

    Lo que a mí me interesa del artículo del señor Serna es lo que queda hoy de esos paneles que pintó Sorolla. Y creo que queda mucho. Seré breve: hay un modelo de valenciano que se encontraría en su salsa dentro de esos paneles, que se siente cómodo con esa imagen y con esas identificaciones de las que habla don Justo. Estoy hablando de una Valencia facilona y típica, indolente y supercicial.

    Evidentemente eso existe en cualquier ciudad. El problema a mi entender surge cuando ese modelo es promovido desde las administraciones y los poderes públicos. A veces me da la sensación que nunca hemos dejado de ser «llauros» (en el peor sentido de la palabra), que aunque la mona se vista de seda (Ciudad de las Artes y las Ciencias, rascacielos y Copa América), seguimos siendo unos campechanos insensibles y escandalosos (doña Rita Barberá, por poner un ejemplo, pero también Fabra o Alfons Rus y un largo etcétera). En fin, que tras la elegancia de los trajes de Camps, debajo de su presunta sofisticación, se oculta lo más retrógrado: la Obra de Dios.

    Y mientras tanto lo “industrioso”, lo diligente, el trabajo, no aparecen por ningún lado. Deben estar todos de vacaciones en Torrevieja o en Benicasim, o en Marina D´or, o jugando al golf, o navegando o en la fórmula uno, o con los macacos del zoo, qué sé yo.

  15. Permítame don Justo dirigirme a la sra. R.S.R. Confío en su gentileza para permitirme esta alusión tan personal. Concédanme ustedes, amables contertulios, este regalo de Navidad. Gracias.

    Señora mía, le agradezco «ab imo pectore» su sinceridad y simpatía. He de hacerlo también, sobre todo, por su paciencia para con mis excentricidades. Desde que nos (re)conocimos, creo que cerca de Madison, cruzando cierto puente, algún tropiezo accidental hemos tenido; sin duda alguna, fue por mi torpeza pero su inteligencia nos ha permitido salvarlo con donaire. Espero que en adelante tengamos una vía menos accidentada y, como mínimo, tan divertida como la habida hasta ahora.

    Tomo nota de sus “consejillos”, no dude que le haré caso. Si me lo permite, le perfilaré un poco mi cena y escena navideña. ¿Beber? Es costumbre familiar procurarnos una curda respetable sin vulgaridad alguna, ¡faltaría más! Nos la procuramos con armagnac. ¿Música? Sí, sin duda. ¿Alta? Bueno, sí, mientras que no alcance el punto de distorsión. Para la cena tengo preparado “L’elisir d’amore”, de Donizetti claro, es divertida aunque contenga, en su II acto una de mis piezas favoritas… y tristes, “Una furtiva lacrima”. Luego, con la primera copa, comenzaremos con Kathleen Ferrier. Lo que ya no le puedo asegurar es cómo acabaremos… ¿Brindis?, naturalmente, por la felicidad y la humanidad. Y, si me lo permite, también alzaré mi copa por usted, a su salud. Felices fiestas, también para usted y los suyos.

  16. Quería haber hablado de periodistas; quería haber hablado de Belén Esteban (mucho más que de lo anterior, puesto que tengo un concepto totalmente opuesto al que ustedes han manifestado sobre el fenómeno que representa) y mucho más ahora de Sorolla y de Inocencio Díez como lo llamó mi hijo chiquitito al verlo en Madrid, pero no puedo. Soy ama de casa, con actividad frenética en estos momentos y en varias direcciones; estoy durmiendo cuatro horas y no puedo mucho más. Encima he estado varios días fuera, sin internet, y no puedo ponerme al día, como ha hecho Marisa (un cariño para usted), es imposible y no debo hablar (escribir) sin haber leído todo lo que se ha escrito (son prolíficos, sí, mucho), así es que me limito a desearle unas muy felices fiestas. Espero regresar antes de fin de año.

    Me alegro, Justo, de que no se haya arrepentido de ver la exposición.

  17. La Valencia que a mí me ha llegado de forma más tangible es la industriosa a la que Serna se refiere. Llegaban historias de la huerta de Benicalap, de un padre de hábitos moriscos que dividió la tierra entre sus hijos varones… Curiosamente, el que optó por renunciar al campo fue mi abuelo, de manera que del paisaje bucólico solo me ha quedado la leyenda, una casa solariega en el Camino de Luna -al norte de lo que ya solo es conurbación de Valencia- y unos cuantos familiares lejanos que llevan mi apellido y que no me reconocen al cruzármelos por la calle.

    Claro que hay una Valencia ajena a la de la exposición. Como creo que hay muchos Sorollas y muchos Blasco Ibáñez. La cuestión es que el Sorolla que provoca colas desmedidas es ese folklorista de pincel indiscutiblemente inspirado que ha secuestrado la imagen institucionalizada del pintor. Es un poco como las pizza de pizza hut que se comen en Roma, es un producto italiano del que se apoderó una cultura hegemónica para devolverselo a la autora en forma ya filtrada y digerida. Lo que intento decir es que el Sorolla que hay en nuestro imaginario es ese del que se han apropiado los madrileños: un pintor amable del Levante feliz, un cronista de la luz y el hedonismo mediterráneo… y todas esas cosas que son verdades demasiado profundas pero que suenan fatal cuando te las dice uno de esos tipos que de Valencia solo conocen la playa y las paellas de paellador. A veces me pregunto si no le han asignado un papel similar a los artículos de Manuel Vicent, y si él no juega un poco con esa imagen de viejales con sombrero blanco que coge todas las mañanas su barquito en el puerto de Denia tras tomar el café con sus viejos amigos y sabe vivir la vida como un buen epicúreo. Todo esto está muy bien pero alimenta el prejuicio de una tierra algo indolente, poco ilustrada e ingenuamente hospitalaria, un pueblo, en suma, demasiado «femenino» y propenso a ser fecundado y colonizado por otros más industriosos y agresivos.

    Ya lo ven, me ha quedado un poco «maulet», en cualquier caso la belleza en el mundo de Sorolla es turbadora… Por cierto, yo me quedo con «El niño de la bola». Lo de Las grupas o las pinturas estas de toros en Sevilla me abruma un poco, refulge demasiado, hay excesiva «profesionalidad», mucho «a vuestro gusto».

  18. Abundando en la línea de lo que afirma don David, de esas ingentes colas que se forman y se han formado aquí en Valencia para ver “esas” obras concretas de Sorolla, compárenlas ustedes con las colas que se forman para entrar en el Museo de Bellas Artes San Pío V (hay quien afirma haber visto colas que daban dos vueltas o incluso tres o cuatro a la manzana). Vamos, que no va ni Dios a ver al santo. Bueno, al fin y al cabo, sólo estás considerada la segunda pinacoteca de España, sólo superada claramente por el Prado. Sólo tiene una colección de tablas góticas de relevancia internacional y obras de Velázquez, Ribalta, Juan de Juanes, Murillo, Goya, El Greco, Benlliure, Pinazo, y, qué casualidad, también algo de Sorolla.

    Pero claro, es que los paneles de Bancaja vienen de New York, de la “espanic sociaieti”, y claro, no es lo mismo, porque es algo maravilloso y espectacular. Conclusión: importan un carajo la calidad intrínseca de las obras. Lo que se valora es el prestigio o el nombre de quine las tiene, las expone o las trae. Frente a la foto de Rita y cía junto a “las grupas”, tenemos la noticia de que en el Museo Pío V hay goteras, aunque Cultura dice que “sólo cuando llueve mucho”. Eso es cuidar el patrimonio. Qué bonito.

    http://www.levante-emv.com/cultura/2009/10/04/cultura-dice-museo-san-pio-v-goteras-llueve/638016.html

  19. Como suele ocurrir con los “posts” de don Justo, él abre una espita y el agua entra a borbotones, rompe exclusas y se crean mil temas vinculados, próxima o remotamente, con la inicial apertura que hizo el magister del “blog”. Supongo que por eso me gusta éste “blog”. Bueno, por eso y por lo que me tienen que aguantar, sufridamente, aunque por fortuna, no en silencio (de pronto me sentí la hemorroides del pensamiento). En estos momentos que, al nacer el Sol, se anuncia el inminente cambio de año, no quería dejar pasar más el compartir con ustedes esta reflexión. Luego vienen los turrones, las bebidas espirituosas, comilonas y excesos y ya no hay tiempo para este tipo de opiniones. Gracias, pues, don Justo y gracias, a todos ustedes amables contertulios por los buenos ratos que me hacen pasar.

    Descuiden, no me reblandezco. No es un gimoteo. “Los gatos duros no lloran”. Es que parto a singular periplo por “montañas lejanas y desiertos remotos” en pos del trabajillo que me ocupa unas semanas al año. A final de año, quiero decir. Sí, soy pluriempleado. En estas fechas abandono temporalmente el laboratorio y ejerzo de Paje Motorizado de Sus Majestades Republicanas, los Reyes Magos de Oriente. Advierto que quien osare reírse de esta condición laboral mía que, por ello, recibirá carbón de Baltasar y/o un zarpazo del gato, así que ojito con lo que decimos… incluso lo que pensamos, niños, que los Magos lo saben todo.

    Así pues, a mi ya me volverán a ver el próximo año. Con lo cual, una vez más, adelantaré mis parabienes a la fecha que debiera ser más oportuna para expresar aquellos. Siéntanse, así, felicitados efusivamente uno a uno. Depositados suavemente mis labios a un centímetro de las manos de las damas y apretujadas drásticamente las manos de los caballeros…

    … Felix sit annus novus!

  20. Bueno, creo que esencialmente Hobsbawm anda en lo cierto. Es tremendamente duro con un determinado y abundante tipo de arte contemporáneo, pero no le falta razón. En el momento en el que un artista se aleja tanto de la realidad y ejecuta su arte de una forma tan personal que nadie salvo él puede entender o alcanzar a comprender el sentido de lo que está pintando o esculpiendo, ese arte pierde gran parte de su sentido. Si el arte se abandona a la subjetividad más absoluta, si la gente de la calle necesita intérpretes para entenderlo, supuestos expertos que explican al vulgo esa especie de verdad revelada, nos encontramos con algo parecido a una casta sacerdotal que por fortuna artistas como Sorolla aún no necesitan. El arte de vanguardia se convierte entonces en un negocio, en una forma de ganar dinero. Creo que Warhol fue uno de los primeros en darse cuenta de eso, aunque antes hubiera otros marchantes de arte que se hicieran ricos así.

  21. …Colofón. ¿Es correcto el dictamen de Eric Hobsbawm sobre el arte, sobre la pintura y su pérdida, su caída? Alejandro Lillo admite la parte de verdad que hay en este diagnóstico expeditivo: alejarse de la realidad para expresarse sólo a sí mismo es un riesgo en el que puede incurrir el artista, ajeno al público, distante. E incluso inefable, dotado de un sentido profundo e inaccesible que sólo expertos podrían atisbar.

    Es precisamente cuando “nos encontramos con algo parecido a una casta sacerdotal que por fortuna artistas como Sorolla aún no necesitan. El arte de vanguardia se convierte entonces en un negocio”, apostilla Alejandro Lillo. Pues estoy y no estoy de acuerdo.

    Sorolla no parece necesitar una casta sacerdotal que aclare su creación porque aún espera repetir lo externo, aún espera obrar con mimetismo. Hay en él todavía una ilusión referencial que sabe provocar en el espectador. Eso que está ahí fuera puede ser captado y repetido única y originalmente en la obra: justo lo contrario de lo que sucede con la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica (por decirlo con Walter Benjamin).

    En la época de Sorolla, la pintura aún conserva el aura de lo irrepetible, ese sentido único, preindustrial: y como tal es admirado. En cambio, las vanguardias aspiran a romper con lo referencial, con lo externo, con lo reconocible, valiéndose de técnicas, de procedimientos o de motivos insólitos que trastornen la evidencia de lo obvio. El debate no ha acabado y la antítesis no es tal. Necesitamos la filigrana mimética y precisamos el delirio antirreferencial. Necesitamos la realidad reproducida con artificio, la obra de arte cuyo objeto reconocemos, y precisamos la ruptura de las expectativas, la audacia que provoca y enajena al público.

    Al final, el arte figurativo y el arte abstracto tienen sus marchantes y tienen sus expertos, tienen sus destinatarios . ¿Y nosotros? Pues depende: a veces nos dejamos arrebatar por la pincelada inefable o por la composición inaudita, pero siempre esperaremos bañarnos en la playas irreales de Sorolla: esas que nunca podremos pisar, cegados por la luz, por los reflejos, por la ilusión.

  22. Esto del arte contemporáneo es relativamente nuevo para mí, y si intervengo en este asunto, conociéndolo con bastante superficialidad, es simplemente porque llevo una temporada intentando comprenderlo para formarme una idea general sobre el asunto. Expreso pues, una opinión que no es inamovible, y lo hago públicamente para que, con un poco de suerte, pueda intercambiar pareceres con quien piense distinto o tenga otra visión y me pueda enseñar algo y/o mostrar aspectos de ese tipo de arte tan desconocido para mí. Vaya esto por delante.

    Sorolla, en efecto, no necesita ningún intérprete para que nos impacten y maravillen sus cuadros, como tampoco lo necesita Hopper, algo más cercano en el tiempo a nosotros. Como usted bien afirma, don Justo, el genio de esos artistas está ahí, en esa capacidad que tienen de captar un aspecto único e irrepetible de la realidad, incomodando, agradando y/o asombrando.

    Por otro lado, pienso que el movimiento de vanguardia es tan amplio que parece difícil que un mismo análisis pueda servirnos para abarcarlas a todas (a las vanguardias, digo). Es cierto que algunas tienen como objetivo romper con lo heredado. Esas vanguardias podrían entenderse, en cierto modo, como revolucionarias y transformadoras; hay otras, en cambio, que parecen acomodarse bastante bien al status quo, aprovechando precisamente esa distancia con la realidad y el significado que acompaña a toda obra de arte, para, como decía, hacer negocio. No digo que eso sea bueno o malo, intento constatar lo que creo que es una realidad. Esto no invalida todo arte abstracto o figurativo, porque hay obras que impactan, pero como dice Hobsbawm, “el conceptualismo está de moda porque es fácil y porque es algo que hasta personas sin habilidades pueden hacer, y las cámaras no; es decir, tener ideas, sobre todo cuando no es necesario que sean buenas ni brillantes”.

    Ejemplos de lo que quiero decir hay muchísimos. Como este cuadro de Basquiat:

    La galería de subastas lo presentó como una figura que recordaba a Cristo y que representaba la lucha de los hombres negros en una sociedad blanca. Bueno, pues que baje Dios y lo vea. El cuadro se vendió por 14´6 millones de dólares.

    A mí me encanta la obra que sea capaz de enajenarme, de romper con la realidad y con mis expectativas. Hay obras de arte contemporáneo que lo hacen, pero otras muchas no, pues por sí mismas no tienen sentido, o la menos yo no se lo encuentro . Como dice Muñoz Molina, refiriéndose a las paradojas del arte contemporáneo, “en vez que la explicación nazca a partir de la obra, en muchos casos es la obra la que nace de la explicación. E incluso la explicación llega a cobrar más importancia que la obra, y en muchas ocasiones hasta llega a sustituirla.”. Esto me suena mucho a márketing, pero bueno, sigue Muñoz Molina: “…dado que la obra no habla por sí misma, sino que depende de la explicación, es muy importante quién da la explicación. Y aquí se produce también otra inversión, porque muchas veces la estrella no es el artista sino el explicador: el comisario, lo que llaman el curator…»

    Un buen ejemplo de esto sería “La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo”, de Damien Hirst, el artista más valorado de la historia. Todas sus obras van en ese sentido. No sé dónde está el arte en poner un lienzo en un torno de alfarero e ir arrojándole pintura conforme gira… Decir que cada una de esas obras representa la energía del azar y vender cada una por miles de dólares, parece más bien una tomadura de pelo…

  23. Alejandro, qué quiere que le diga: que me parecen muy pertinentes sus observaciones y su prudencia a la hora de enfrentarse con el arte.

    El arte es reconocimiento (de ahí la mímesis), pero también es o puede ser conocimiento: la creación de algo que no estaba o no es reconocible. Si, además, nos rompe las expectativas, entonces no nos consuela ni nos adocena. ‘Los misterios de París’, que mencionaba en el post anterior, consuela y adocena. ¿Es arte? Bueno, la definición del arte nos llevaría muy lejos.

    Ahora mismo, aparte del volumen de Hobsbawm, tengo en mi mesa de trabajo varios libros sobre esta materia inacabable. Es una pequeña lista de volúmenes cuyo asunto acaba abrumándonos: ‘¿Qué es una obra maestra?’, de Arthur C. Danto y otros; ‘Filosofía del arte moderno’, de Konrad Paul Liessmann; ‘¡Arte o chorrada?’, de Ian Ground; y, finalmente, ‘Pero ¿esto es arte?’, de Cynthia Freeland.

    La cuestión sigue. Y yo quiero seguir aprendiendo de un asunto que me apasiona.

  24. Don Justo, esos libros suenan de maravilla. Me está poniendo los dientes largos. Vaya si es un tema apasionante…

  25. Me da verdadera rabia no tener tiempo de participar; he reflexionado, leído y escrito mucho sobre lo que hablan y durante toda mi vida me he preparado y dedicado a la pinturay a la música (dos mundos muy similares en cuanto a tradición y modernidad (no así el literario). Me limitaré a aconsejarle, Alejandro, que lea un librito más humorístico que otra cosa, en que su autor reflexiona sobre este asunto. Tuve que hacer su reseña para la revista Leer y me dio para tanto que tuve que hacerlo en dos números, uníéndola a la crítica de un concierto de música de hoy de Pollini.

    Allí donde pone música, usted lee pintura y tiene lo mismo:

    El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin (Siruela) de Alessandro Baricco, autor de gran éxito sobre todo por su tercera novela, Seda, y de profunda preparación artística y musical.

    Le copio un fragmento de mi reseña, que contiene fragmentos del curioso librito:

    «En cuatro capítulos y una nota preliminar reflexiona no sobre la música contemporánea exactamente, sino sobre la relación del público con ella, más bien sobre la no relación, sobre la ruptura del público con los compositores de hoy. Baricco es un hombre muy ingenioso, muy culto, que escribe muy bien. Hay fragmentos que producen la pura carcajada, y ahí esta el quid de un libro absolutamente tendencioso, embustero, engañoso y, sobre todo, tramposo, muy tramposo. A base de verdades de Perogrullo, con las que todos estamos de acuerdo, enunciadas con verdadera gracia («… en el histérico saltar en pie del melómano frente al enésimo agudo del tenor se descifra algo que sólo él y sin explicaciones podría diferenciar del grito de un hincha de estadio.» — pág. 23—), el elitismo de los oyentes de música culta, la entiendan o no, el superelitismo de los pretendidamente entendidos en música culta de hoy («… acosado por la modernidad, el consumidor de música culta rema hacia atrás con gran dignidad.» —pág. 25—). En el capítulo dedicado a lo que él llama música nueva, comienza hablando del «intrincado absurdo que es la música contemporánea» (pág. 45), y hace notar el lujo que supone subvencionar y mantener algo que no se ama ni entiende ni conoce, y aquello tan manido, por sabido, de que la gente calla por miedo a su propia ignorancia y a que tenga razón la autodenominada selecta minoría…»

    Sólo puedo añadir que estoy muy de acuerdo con Baricco.

  26. Doña Ana, le aseguro que lo leeré, así como alguno de los citados por don Justo. Muy agradecido.

  27. «…Ya en vísperas de los ardores veraniegos, el entusiasmo público se desató con motivo de la exposición Sorolla (1863- 2001), exhibida en el Museo del Prado. De origen humildísimo, el valenciano Joaquín Sorolla fue uno de los pintores españoles que más fama internacional logró en vida y, encima, trabajador infatigable, uno de los que mayor rendimiento económico sacó a ese formidable prestigio, lo cual siempre le acarreó recelos, envidias e incomprensiones, que todavía hoy no se han disipado. Para bien o para mal, el pueblo llano siempre le fue devotamente fiel, lo que aumentó la suspicacia crítica de los «entendidos». Por otra parte, en medio de la honda crisis identitaria que se produjo en España tras el desastre de 1898, que generó una mea culpa nacional, por el que regodearse en las lacras físicas y morales del país se consideró el paso obligado para la regeneración patriótica, Sorolla encabezó una versión contrapuesta, la de una «España blanca», de radiante luz mediterránea y alegre sensualidad, que estaba en la antípoda de la «España negra», adusta, severa, oscura y miserable. De manera que no sólo se convirtió en objeto de discusión su estilo pictórico, sino también el trasfondo moral que comportaba su optimista versión del país. Por todo lo antes apuntado, se hacía necesario una revisión de su figura, aprovechando la oportunidad de que estaban viajando por diversos puntos de España la monumental serie de las Visiones de España, que pintó Sorolla para la Hispanic Society de Nueva York. El Museo del Prado tuvo entonces la feliz ocurrencia de acompañar este maravilloso conjunto con una retrospectiva de un centenar largo de cuadros del artista, algunos nunca vistos en directo y otros, prácticamente desconocidos. De nuevo, el éxito de público fue tan estruendoso que esta convocatoria se convirtió en una de las más visitadas de toda la historia del Prado, pero lo más fructífero del evento fue la muy bien trabajada selección de obras y el excelente planteamiento crítico de todos los aspectos de esta exposición, que será recordada como la mejor realizada hasta el momento…»

    Francisco Calvo Serraller, «De Bacon a Rodin», El País, Babelia, 26 de diciembre de 2009.

  28. Ana, leí esa novela de Baricco que usted cita: Seda. La leí porque se la habían mandado a mi hijo mayor cuando iba al Instituto y me dije: ¿bueno, por qué no leerla? La recuerdo como una narración de extrema ligereza, como esa seda con la que comercian en el Ochocientos documentado e imaginado de la novela. La otra obra de Baricco que usted menciona no la conozco. Me han entrado ganas de leerla.

    Abrazos.

  29. Pues yo no, yo no he leído Seda :-) Tengo dos ejemplares y aún me regalaron otro más que regalé. Durante un tiempo fue una moda apabullante, por eso mismo, me resistí a leerla y porque me repele un poco el autor. Es muy suficiente, muy culto, sí, pero muy epatante. No sé bien por qué, me recuerda a nuestro Félix de Azúa, en cuanto a erudición y preparación musical, aunque bastante más frívolo. El librito (las vacas es poco más que un folleto) está escrito en clave de humor, pero incide, reiteradamente, en el papanatismo de aceptar todo lo actual no sea que lo tomen a uno por inculto. Del mismo modo hay autores del pasado, como Sorolla o Tchaikovsky, que no queda bien admirar y por causas completamente ajenas a su maestria.

    Para mi Sorolla es un maestro absoluto, al margen de lo que pintara, cosa que no se le suele reprochar a los demás. Y la pintura actual, en general, me parece detestable y fruto de la prisa. De la prisa por llegar a la fama; de la prisa por llamar la atención. Hoy nadie está dispuesto a aceptar que su mayor obra es practicamente imposible que la cree antes de cumplir los cincuenta. Mientras la gente lo acepte y pase por el aro… Pero, personalmente, y sé que puedo pasar al lado de los apestados, me parece deleznable que se pueda equiparar el Inocencio X de Velázquez con esa caricatura, quizás curiosa, de Bacon. Y sí entiendo de pintura. Odio oír eso de «Es que, como yo no entiendo, no me gusta Picasso o no me gusta la música de hoy», no hay que pedir disculpas. Para entender el arte actual parece que hay que explicarlo, hay que documentarse, estudiar… ¿Desde cuándo la contemplación del arte ha de ser un acto de erudición? ¿Desde cuándo hemos necesitado explicaciones para la emoción estética? El erudito es el que crea y los demás miramos.

    En literatura intentaron el camino de la vanguardia, pero rectificaron rapidísimamente. En música y pintura los creadores siguen teniendo mucha prisa y los demás justificándonos por no entenderlos. Pues bueno.

  30. Complicadísimo, pero apasionante tema… Y soportable en la medida en que a algunos suele entrarles gana de pontificar, algo que he visto infinidad de veces por ejemplo en mi facultad y que, por fortuna, no veo en ustedes. «El arte ha muerto», decía con patética petulancia un compañero de la facultad una y otra vez cuando a algún ingenuo como yo se le ocurría hablar bien de Hopper, de Julio González o hasta del dibujante de Popeye. «Picasso y Dalí fueron a París a matar al arte, lo apuñalaron». A lo que su oponente en el aula, un joven pintor enamorado de los clásicos objetaba que la pintura no había producido nada que mereciera la pena desde hacía cien años y que era normal que Dalí y Picasso quisieran asesinar al arte porque «nunca produjeron nada merecedor de tal nombre».

    Ese irritante debate entre dos idiotas muy pagados de sí mismos era en realidad el eco del que entonces sostenían en algún suplemento dominical Antonio López y Antoni Tàpies. Este último, sospecho que un pelín envidiosillo porque aquél le había robado la aureola de pintor número uno del reino, acusó a sus fans de querer algo así como un tipo de «arte decorativo, de comprensión plana y que para bien en el recibidor de la casa». Luego completó aquella memez soberana con reflexiones sobre la quiebra histórica del arte figurativo y la imposibilidad de abrir el arte a otro dominio que no fuera el abstracto en nuestro tiempo.

    Yo solucionaría el tema diciéndole a Tàpies: «pinte usted lo que le dé la gana y déjenos a los demás decidir lo que nos gusta sin que usted nos excomulgue y nos acuse de incultos». Pero les diré más a ustedes: de pintura entenderé poco, pero sí sé de argumentaciones, y las razones de Tàpies contra López y el «figurativismo» eran de una zafiedad filosófica preocupante. Tàpies no parece superar el principio de que el arte no abstracto es pura mímesis, simple reproducción de lo real que en estos tiempos de -sigo la consigna benjaminiana que Serna nos recuerda- reproductibilidad técnica habrían perdido el aura y, por tanto, su sentido.

    No tengo duda de que la serialización de todo, y por tanto, el nuevo tipo de identificación mercantil del objeto pone a las bellas artes en situación de incertidumbre. Creo por eso mismo que es mal momento para maximalismos y necesitarismos. Me parece tan erróneo cargarse a Sorolla por no cargar con las corrientes de su tiempo, como se ha dicho muchas veces acusándole de artista reaccionario, como me lo parece rechazar grosso modo todo lo que ha ido viniendo desde entonces, empezando por las Vanguardias históricas. Entiendo, a vueltas con lo que dice Alejandro, que en aquella lógica un tanto enloquecida hubiera mucho de «urgencia», pero creo que no es solo la urgencia del éxito -¿es que Praxíteles, Michelangelo o Velázquez no pretendían ser admirados?-, sino más bien la urgencia de una época donde hay una demanda enfebrecida de nuevos lenguajes, de nuevos códigos de expresión para ayudar a la gente a entender un mundo que parecía escapársele de las manos. Ese mundo de los años locos, las guerras de la supermortandad o el consumo y el pop ya no es el mundo de Velázquez, ni siquiera el de Sorolla. Necesito entablar diálogo con Pollock, con Topor, con Wyeth, con Hopper… Es imposible expresar la locura del mundo ultraadministrado, esta especie de manicomio de la sobreinformación, el tráfago inhumano de las ciudades, la catástrofe ecológica, los simulacros de todo tipo, la especulación financiera y todo el largo etcétera sin hablar de alguna manera a través del arte ese mismo lenguaje del absurdo. Beckett lo entendió a través de la novela, el Scorsese de Apocalypsis now lo hizo a través del cine… Son simples ejemplos, pero me sirven. El arte me interesa en la medida en que me ayuda a entender, o mejor, me ayuda a «no entender» aquello que parecía luminoso y rotundo. El arte abre interrogantes y en esa medida es,como apunta Serna, conocimiento, y no solo reconocimiento.

    A partir de ahí estamos expuestos a los timadores, claro, pero… ¿cuando no lo hemos estado? Por cierto, una preguntita malvada: ¿soy el único de esta tertulia que considera al amigo Calatrava como una maldición que nos ha caído?

  31. Sr. Montesinos, creo ser una persona muy distinta de usted. Nos conocemos lo suficiente como para que ambos podamos corroborar esta evidencia. Pues bien, resulta preocupante el grado de coincidencia al que llegamos usted y yo en temas tan dispares. Me alegra muchísimo y me inquieta a la vez. Particularidades:

    Primera: estoy menos dotado que usted para la ironía. Creo ser moderada, modestamente, irónico, pero usted alcanza niveles de excelencia. Le envidio. No se confundan: hablo de ironía, no de sarcasmo. Hablo de ironía con una dosis exacta de ternura. Ése es el sr. Montesinos: un sesenta por ciento de erudición, un treinta por cierto de ironía y un treinta por cierto de ternura. Perdonen los porcentajes: son negociables.

    Segunda: estoy muy alejado del mundo futbolístico, al que usted por familia y por devoción personal está muy unido. Yo nunca seré un hincha. De hecho, no soy hincha de nada. Tampoco de Santiago Calatrava.

    Suscribo el noventa y cinco por ciento de lo que dice en su comentario anterior, sr. Montesinos. También este porcentaje es negociable.

  32. No, Sr. Montesinos, no es usted el único. Casi me atrevería a decir que Calatrava es la maldición que hemos elegido los valencianos. Y aquí lo dejo, porque me altero mucho con este tema.

    Doña Ana, me encantó su penúltima intervención. Estoy totalmente de acuerdo con usted, sobre todo en este punto, que a continuación transcribo, aunque con una pequeña matización: “Odio oír eso de “Es que, como yo no entiendo, no me gusta Picasso o no me gusta la música de hoy”, no hay que pedir disculpas. Para entender el arte actual parece que hay que explicarlo, hay que documentarse, estudiar…”.
    Pues bien, a mí más bien lo que me molesta de aquellos que saben de arte (o creen saber de arte) es decir que no gusta Picasso o el arte moderno (por no hablar del conceptual) porque precisamente “no se sabe”, por que “hay que entender”, porque “hay que documentarse” para poder apreciarlo. Estos mismos son los que se gastan cantidades importantes de dinero en cuadros de autores de prestigio con independencia de que les guste la pintura o no, pues lo que verdaderamente interesa es exhibir “la firma” de su adquisición.

    Yo no tengo que mostrar lo que sé o lo que tengo que dejar de saber cuando me encuentro frente a una obra de arte y la contemplo. Lo que realmente me interesa de este acto -tan íntimo y personal- es la emoción o los sentimientos que me generan, porque como dice la Sra. Serrano “¿Desde cuándo la contemplación del arte ha de ser un acto de erudición? ¿Desde cuándo hemos necesitado explicaciones para la emoción estética?”.

    Marisa, sigo entera, redonda y ya desesperada :-)Besos

  33. Justo, no sé cómo lo hace (sí lo sé, pero bueno :-)) pero logra llegarme al alma. La foto de mi madre niña aquí en medio es…

    Isabel ¡Choque esos cinco! Je, je. Y no se desespere. Lo que está pasando usted es la época más mágica que una mujer puede transitar. Si no fuera por el enorme deseo de ver su carita, sus manos, sentir su olor, yo hubiera querido prolongar ese tiempo mucho más. Le cuento así, entre usted y yo, ahora que no nos oye nadie, que en mi plena redondez primera, fui a saludar a Montserrat Caballé, tras un concierto. Evidentemente ella estaba mucho más redonda que yo :-) Un pianista amigo le dijo, refiriéndose a mí: «Mira cómo está la pobre» y ella, poniendo su dulcísima mano sobre mi tripa, dijo: «Está de la mejor manera que se puede estar. Que la música ilumine sus pasos». Ha sido así y deseo lo mismo para usted. Con mi cariño.

  34. Franzen era un fotógrafo genial y el mayor tesoro que tengo en mi casa son los cientos de fotos que les hizo a mi abuela y a mi madre, que iban dos veces al año a su estudio. La más bonita, que es de ese mismo día, la tuvo en su vitrina del portal de la casa en que tenía su estudio hasta que murió. Una modelo como mi madre niña, tampoco es corriente. Es una suerte para mí.

  35. Me ha impresionado el retrato desde que Justo lo ha colgado, bellísimo de verdad. Mis mejores deseos, Isabel, será usted una «mujer desesperada» pero su reflexión revela un magnífico estado de forma.

  36. ¿Porqué Calatrava es una maldición, caída del cielo?.¿Porqué se aprovecha de la estolidez de sus paisanos, haciéndoles creer que los burros arquitectónicos vuelan y cobrándoles más de lo que presumiblemente valen(vía presupuestos)?.¿Porque le saca muchos talentos económicos a su talento?.¿Porqué les ha hecho un estudio psicológico a los prohombres y promujeres de esta ciudad y se ha dado cuenta que aquí todo tiene que ser descomunal,sobre todo el precio?.¿Porque ha visto que el cemento es el actual becerro de oro valenciano?.Si es por eso,maldito sea.

  37. ¡Maldito sea Calatrava y los que le ensalzan y enriquecen! Creo que eso es algo que compartimos prácticamente todos en este foro.

    Les he estado leyendo, pero no he entrado porque estoy coin mis preparativos para el viaje (que emprenderé el 29 hasta el 2 de enero) Y que ya les comentaré a mi vuelta. No es que sea un «viaje alucinante», es más bien modesto; pero como estoy tan poco viajada, me parece una aventura.

    Me he alegrado mucho de encontrarles ahí. Primero fué un diálogo -interesante y sabio- entre Alejandro y Justo, tras la despedida de Pumby. Hay que ver, para ser un gato, se le echa en falta.

    Después, y para contento de los que la añoramos cuando no se prodiga, entró Doña Ana (con mayúscula) y también el ínclito David P., con su fina ironía (ya lo habíamos notado, don Justo) y hasta la embarazadísima Isabel, que pareciera que la tripa no le deja llegar al teclado. ¡Ánimo, mujer, que ya queda poco! Espero tener noticias a mi regreso.

    Y hasta don Arnau, que es como el Guadiana, ha aparecido para lanzar su anatema contra Calatrava, en el que le acompaño. ¿Qué tal, don Arnau? No nos ha contado nada del viaje de su hija. Espero que nos haga, al menos, un breve resumen.

    En fin, señores: que tengan una buena entrada de año, que disfruten de libertad (Berta Chulvi dixit) como condición indispensable para conseguir cualquier otra cosa que le pidan a la vida.

    Nos vemos el día 2. Besos a todos.

  38. Buen viaje Marisa, disfrute.

    A tenor de los dicho por el señor Montesinos, quería hacer mención a un artículo de Muñoz Molina que leí hace ya algunos años sobre un cuadro. No recuerdo su título, tampoco el nombre del autor, sólo ´se que era azul, un gran cuadro azul en dos tonalidades. El dibujo me impactó, debo decirlo, pero cuando leí la explicación de Muñoz Molina me pareció una maravilla. Si eso es el arte contemporáneo, bienvenido sea. Por mi parte, seguiré leyendo sobre el asunto y pensándolo, escribiendo, por qué no, sobre él, con respeto y pasmo, con rechazo y admiración, intentando comprender precisamente lo que más me extraña.

  39. Que lo pasen fenomenal. Yo quiero cambiar el post el lunes o el martes (a más tardar). Aunque sé que muchos de ustedes estarán fuera, no importa: siempre encontrarán un hueco para leer algo del post. ¿Referido a qué tema? Ah, ya lo mirarán.

    Sobre la Valencia de Catalatra (Calatrava como epítome de una época municipal) escribí una reseña hace un tiempo. ¿Su rótulo? ‘La Valencia fea’. Es el título de la obra reseñada pero es, además, el epígrafe que yo le habría puesto a mi reseña.

    http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=2383

    Creo describir con el autor del libro esos parajes horrorosos con los que nos tropezamos haciendo antropología urbana. Nos calzamos las botas, caminamos largamente y descubrimos rincones y edificios de una fealdad ostentosa.

  40. Yo quería decir otra cosa. Quizás sea un prejuicio mío, pero no creo que un escritor pueda ser un hombre simple (hablo de grandes figuras) poco culto; en cambio un pintor, un músico, un escultor sí pueden serlo, suelen serlo, y que me perdonen, pero la dedicación a su tarea es tal que no suele darles la vida para más y Sorolla era un hombre de origen humildísimo; no podía tener la cultura capilar de quien la recibe del entorno y, además, era un hombre rico y feliz; feliz en su profesión en su vida familiar ¿Qué iba a pintar? Y aún hizo «Trata de blancas» o «Y aún dicen que el pescado es caro». No sé, pero creo que gran parte de lo que nos pasa con Sorolla es que es nuestro. Nos derretimos con los impresionistas francesa y a Sorolla no sé qué le pedimos.

    Hablaban de Antonio López y de que si en la representación de la realidad esta ya todo dicho. No como lo dice Antonio López; no como lo dijo el malogrado genio Torrens Lladó; no como lo dice Hernán Cortés. Ni la novela ni ningúna creación artística puede morir mientras haya alguien con una voz propia y luminosa que quiera seguir diciendo cosas con los mismos mimbres de sus tatarabuelos.

  41. ¡Pues que la música ilumine nuestros pasos, doña Ana!

    Sr. Montesinos, gracias por sus ánimos y por sus magníficas intervenciones, de las que siempre aprendo. Y que sepa que asisto a las clases que imparte en su ‘Cueva’ con cada post, aunque la mayoría de veces sin su permiso ;-)

    Doña Marisa, disfrute del viaje y haga uso de su libertad, por favor. A su vuelta le cuento. Ah, y tiene usted razón: se echa de menos al gato remilgado, ¡con la de cosas interesantes que podría contarnos en este post! Aunque… a lo mejor si lo picamos un poco…

    Sr. Serna, aténgase a las consecuencias: va usted a nombrar a la bicha… Bueno, pues nos enfrentaremos a ella, disfrutaremos y aprenderemos, como en cada uno de sus post.

    Sean felices.

  42. Voy a contar una anécdota sobre Joaquín Sorolla.

    Tiene que ver con el origen humildísimo del pintor. Hace unos años recibí un encargo. Un alto empleado de la Generalitat catalana, Sebastià Ruscalleda, me telefoneó para pedirme que rastreara en los archivos valencianos datos sobre Sorolla. Se trataba de encontrar el registro civil del futuro pintor, los datos referidos a sus padres, el barrio de nacimiento, su boda con Clotilde. No sé cómo llegó a contactar conmigo, pero el caso es que me pidió que le hiciera ese trabajo de archivo. Fue un señor muy amable. Hice lo que me encargó, él quiso abonarme mi trabajo, aunque yo nunca le cobré. No sé por qué. Quizá veía en él a un empeñoso erudito, a un entusiasta de Sorolla.

    Nos encontramos en Valencia, yo le entregué mis notas manuscritas extraídas del Archivo Municipal de esta ciudad y él me invitó a almorzar una suculenta paella de marisco en un restaurante de la playa de la Malvarrosa. Fue un plato de digestión lentísima.

    Esos datos que yo le había encontrado eran cosas menores, informaciones chiquitas que al erudito emocionan o consuelan y que al vulgo nada dicen. Su intención se consumó en un libro (Sorolla a Santa Cristina) que aclara el emplazamiento que el pintor adoptó para pintar su panel sobre Cataluña: la playa de Santa Cristina en Lloret de Mar. Por lo que sé Bancaja ha reeditado ahora ese volumen.

    http://www.cincodias.com/articulo/Sentidos/Sorolla-vision-Cataluna/20090608cdscdicst_3/cds5se/

    http://www.diaridegirona.cat/secciones/noticia.jsp?pRef=2009060900_4_337025__Opinio-lloretenc-socarel

    http://lalletraborda.blogspot.com/2009/02/sorolla-santa-cristina-barcelona.html

  43. Isabel, perdone: se cruzó mi comentario con el suyo. No sé a qué se refiere con mentar la bicha. ¿Qué será…?

    Le deseo lo mejor, ya lo sabe.

    Abrazos. Estamos a la espera.

  44. No conocia «La Valencia fea». Voy a buscar el libro para ver las fotos de los edificios. Por lo que he leido en la reseña ¡tiene que ser el museo de los horrores! En Valencia hay muchos «rincones» feos feos.

    Siempre se aprende.¡Saludos!

  45. Veo que entre otros temas hablan de Calatrava y no me resisto a decir algo por más que sea sabido y seguramente por lo que leo, compartido por más de un contertulio.
    Si la arquitectura debe permanentemente balancear entre estética y funcionalidad, las obras de este “escultor” se inclinan inquebrantablemente hacia lo estético, hacia una dudosa estética diría yo, y por ello sus obras son incómodas, cuestan el doble de lo presupuestado y a veces hay que cerrarlas o retocarlas por motivos de seguridad. Ejemplos hay muchos, el puente de Venecia que ya le ha costado a su ayuntamiento más de una demanda como consecuencia del material con el que está realizado , o como el puente de L’Assut de l’or donde se han producido al menos dos accidentes mortales por la desproporcionalidad de su pendiente.

    Otro aspecto que se podría discutir es si este debate sería menos trascendente si fuesen obras financiadas no por el erario público sino por fondos privados. Aquí me remito a un post que realizó el Sr. Serna con motivo del 9 de Octubre donde se hablaba de los monumentos y creo recordar que fue el Sr. Millón el que comentó aquello de que el espacio también es público, de todos, y por tanto hay que ver qué se pone en él.

    De todas formas este tipo de arquitectura responde al modelo de ciudad por el que estos gobernantes apuestan, ostentación y desmesura, contenedores espectaculares vacíos de contenido, el resultado es un conjunto imposible que no guarda la más mínima armonía. No está en mi ánimo hacer patria, pero ¿han visitado Sevilla últimamente? al margen del puente del Alamillo, la ciudad con todas las dificultades y deficiencias de las que los propios vecinos se quejan, es otro modelo: centro peatonal transitado por bicicletas y tranvía, una manera diferente de entender el espacio público más accesible, más transitable.

    Sr. Serna seguro que habrá tiempo, usted siga escribiendo sus post y nosotros seguiremos leyendo. Por cierto, necesitaría encontrar dos post antiguos, no recuerdo el título y no sé como buscarlos. Uno debió ser por septiembre y hablaba de Canetti de sus “Apuntes”, era de la lectura de para qué le servían los libros ¿se acuerda? El otro era el de la conferencia de Muñoz Molina en la fundación Juan March, pero no la conferencia, sino las crónicas e intervenciones que se hicieron ¿Sería posible encontrarlos? Muchas gracias.

    Doña Isabel, mis mejores deseos para los acontecimientos que están por venir.

    PS: Yo también hecho de menos al Sr.Pumby. Menuda ausencia.

  46. Estoy absolutamente de acuerdo con Ana Serrano y con Isabel Zarzuela. No debemos justificarnos a toda hora: no sé de arte moderno, no entiendo. La emoción del arte es lo que cuenta y cuando una obra no emociona es que le falta lo esencial.
    Cuando se murió Chillida soñé que mi preparador de oposiciones me hacía comentar una de sus obras. Hacía poco que había visitado Gijón y había visto in situ una escultura maravillosa de Chillida. Partiendo de lo poco que sabía de Chillida y del esquema de comentario que él nos había dado creo que me salió muy bien. Lo hice desde la emoción que me provocó la intensa comunicación que había entre la colina verde, el mar azul y los inmensos bloques de hierro. La manera de ensamblar la escultura en el paisaje en Chillida es sencillamente poético. Estaba en un momento triste de mi vida y me hizo sentir una felicidad y una calma inmensas.
    Respecto a la felicidad de la vida de Sorolla yo también la celebro. Es un ejemplo de que se puede disfrutar de la familia, del trabajo y también de la fama. ¿Por qué no?
    Ana la foto de tu madre es preciosa.

  47. Gracias Inés. La foto de mi madre es preciosa y mi madre también. Ella recordaba, con horror, cómo, en las tiendas, de pequeñita, la subían sobre el mostrador y la gente la jaleaba. Siguió así, de una belleza sobrecogedora y sin un ápice de presunción. Franzen, cuando iban a retratarse, le regalaba, le hacía, varias fotos de más, que a ella le espantaban porque pasaban el día en el estudio: sus padres, su hermano, la señora de compañía, los perros y un baúl de ropas para cambiarse. Posar así, durante horas, para un niño debe ser como un castigo, pero un regalo que me ha quedado a mí. Los usos de principios del siglo pasado nos resultan hoy tan distantes, tan raros… El tiempo parecía parado.

    Y Frazen viene aquí porque Sorolla le hizo un retrato bellísimo. Lo que no sé es por qué no está en la exposición de Sorolla la foto que Franzen le hizo mientras le pintaba. No la encuentro en la red. Si aparece, se la traigo.

  48. Gracias por el contexto. No entendía por qué Justo la había dejado caer ahí como si nada y usted me lo ha aclarado que todo lujo detalles. Intuí que era de principios de siglo porque tengo algunas fotos de mi abuela y por vestido, el color lo deduje. Pero no tenía ni idea de la relación que guardaba con lo que estábamos hablando. Gracias otra vez y encantada de hablar con usted.

  49. Creo que este es el retrato que Sorolla le hizo a Franzen. Lo he descargado en mi ordenador y no sé cómo ha llegado hasta aquí. Todavía no sé cómo funciona esto. Además de Franzen este es otro descubrimiento. Ciao.

  50. Hola, Inés. Lo he subido yo. Me apresuro a decirlo porque si no van a pensar que «Inés Climent» soy yo. Y no lo soy.

  51. :-)

    Me emociona este cuadro. Imagino que mi madre vio ese rosro, esa actitud, cientos de veces y sé que, en el bolsillo izquierdo, Franzen tenía caramelos de «La pajarita» que le daba si estaba quieta y se portaba bien. De pronto, algo tan distante, tan ya histório, se hace próximo para mí, cotidiano y lleno de emoción.

    La que yo busco es la foto que le hizo Franzen a Sorolla mientras le pintaba. Tendré que escanearla del lugar en que la he visto, que no sé si es el catálogo de esta exposición o de otra y mandársela a Justo para que la ponga.

    Sí, Inés, es de principio de siglo. 1914. Mis padres cumplirían este año 100, lo que me produce una sensación muy rara, como si los alejase, como si fueran mis abuelos. Me tuvieron muy mayores. La guerra hizo eso con los que se iban a casar a su comienzo: retrasar la boda y los hijos diez años. Encima yo llegué 8 años después de casarse. Pobres.

    También yo estoy encantada de hablar con usted.

  52. Sabía que eras tu Justo. Aunque ha sido muy gracioso. Me he puesto a buscar el cuadro de Sorolla me lo he descargado en mi ordenador he vuelto al blog y ya estaba colgado. Me he quedado atónita, he pensado esto es magia. Me he comprado un ordenador nuevo muy bueno y muy potente pero todavía no me lee el pensamiento. Además no tengo ni idea de colgar algo en el blog.

    Ya lo he entendido Ana buscas la fotografía que Franzen le hizo a Sorolla. Desde luego las fotografía antiguas despiertan un mundo entero de sensaciones. Tengo una foto de mi abuela y mis bisabuelos de principios de siglo y no los siento lejos sino cerca. Veo en mi bisabuela la cara, el pelo, incluso los ojos y los gestos de mi hermana. Siento que nosotras somos la continuación de ellos y me siento más unida a ellos que nunca.

  53. ¿Otra vez enlaces a mis pobres cosas? Ay Justo, Justo.

    Sí, Isabel, también yo los siento muy próximos. Tuve una infancia rara (no fui al colegio) pegada todo el día a mis padres, que eran grandes contadores de historias que ilustraban con multitudes de fotos. Esa era mi vida, la de aquellas gentes lejanas y tan próximas en las que también busco rastros y encuentro en nosotras. Es algo especial y hermoso.

  54. Hablando de arte e ilusiones (nada, pues, que deba ser justificado) no se pierdan Avatar (en su casa, como yo, o en el Cine, ese lugar con palomitas:-)

  55. De nada, R.S.R. Ojalá le sirvan esos enlaces. Ya me dirá.

    Por cierto, sr. Planas, me da un inmensa pereza acudir al cine a ver Avatar. Siempre me gustaron las películas de James Cameron, pero el cine de fantasía con muñequitos antropomorfos me da grima. ¿Puede darme una buena razón para ver Avatar? De verdad, no quiere perderme una buena película. Las valoraciones que he leído en la prensa son muy muy dispares.

    Ya nos dice.

    Por cierto, no tardaré mucho en cambiar el post. Pronto hará una semana que estamos con él. Creo que no había estado tanto tiempo con uno en plena temporada. Seguramente hoy mismo, esta noche quizá, introduzca nueva entrada.

  56. Salvo para sumergirse en ella en 3D -imposible, me dicen, aquí en Palma salvo con reserva de más de una semana: vaya subidón y cuánta envidia para la SGAE- no hay demasiados motivos para ir al cine, pero sí, muchos, para verla. Es una película a la que se le pueden aplicar fácilmente casi todos los adjetivos: espectacular, intimista, infantil, adulta, metafórica, ecologista, panteísta, antimilitar, militar, maniquea, platónica… filosófica, poética y hasta ñoña, si se quiere, en su desenlace. Imprescindible. Véala;-)

  57. A la orden, sr. Planas. Muchas gracias por la enumeración de adjetivos. Si contiene todo eso y en equilibrio, valdrá la pena verla. Vaya, a lo mejor esta película tiene que ver con las ilusiones de las que vengo hablando en este post tan duradero.

  58. Pues hala, yo también aconsejo cine. «Buscando a Eric», de Ken Loach. Conviene verla a los fans de este creador tan fecundo y a los que se resisten. Es «Loach», pero menos… y eso quiere decir sorprendentemente alegre. Todo empieza siendo gris y va iluminándose hasta completar un relato esperanzador sobre el poder que las personas humildes tienen cuando actúan unidas para enfrentarse a los abusos. Sencilla pero no un divertimento ligero como los que tanto se estilan, arranca una sonrisa sosegada y reflexiva, sin sarcasmo ni cinismo.

  59. Ah, y no se dejen engañar, orbita en torno al futbol pero no va de fútbol, ya me entenderán si la ven.

  60. Perdonen, amigos contertulios, que me entrometa tan a destiempo y a tan altas horas del post. Postura imperdonable, lo admito, que espero que ni la molicie, ni la ataraxia, ni ningún otro inconveniente propio de estas fechas, vuelva a reproducir en mí.

    Desde luego, don Justo, ha sabido plantear un atractivo y provocador puzzle de propuestas e interrogantes con el «arte» y la «ilusión» como banderines de enganche. Las miradas, las representaciones, lo que éstas producen o a lo que éstas abocan, abre un impresionante espectáculo de posiciones, convicciones, hipótesis o teorías, que, a mí al menos, en principio, me produce algo similar al «estupor» aristotélico.

    He de anotar, en primer lugar, mi emoción, al volver a ver la entrañable imagen de la madre de doña Ana. Una imagen que a mí, no sé por qué resorte, me retrotrae a aquellas fotografías que hiciera el reverendo Charles Lutwidge Dodgson a Alexandra Kitchin o a Alice Liddell: la ensoñación infantil femenina, su misterio y vitalidad, su fragilidad y latencia… un mar de fondo embravecido que atenúa una mirada liviana.

    Aunque imagino que muchos de ustedes ya lo sabrán, no quisiera dejar pasar la ocasión de anotar una incongruencia. La serie de pinturas de Sorolla, objeto del post, no se corresponde exactamente al proyecto, a la intención del mecenas Archer Milton Huntington, quien deseaba más bien unos cuadros de raigambre y temática «histórica». Ni tampoco la visión de España que tenía el ciudadano Sorolla era exactamente la que queda reflejada en aquellos lienzos; cabe decir, que participa desde luego de ella, en un sentido ideológico, dentro del tipismo, del nacionalismo regionalista que propugnaba la burguesía española de entonces, conformando identidades simbólicas, pero no a la suya propia. Precisamente Sorolla expresó a un periódico estadounidense, The Independent, en 1909, lo siguiente: “¿La España de Gil Blas? ¡Ah! Esa desapareció para siempre. Ahora tenemos la España moderna, con ferrocarriles y telegrafía sin hilos (…) Habiendo perdido las colonias, España ha de desarrollar sus importantes recursos y competir en los mercados del mundo. Para hacerlo con éxito, debe promover la educación agraria e industrial. Ha de comprender y aplicar los métodos conocidos, ha de tener la mejor maquinaria…”.

    Es decir, aunque explícitamente o figurativamente, no aparezca ese progreso burgués, lo que gran parte de la pintura de Sorolla plantea es una «representación», una «imagen» que es propia de la burguesía de fines de XIX; dicho de otra forma, lo que representa Sorolla es el “imaginario” burgués, tan contundente y real como el signo de lo fabril o de lo urbano, que constituye a ese orden burgués. Recordemos aquí, también, cómo la élite burguesa promovió en Valencia, y de qué manera, ese “tipismo” desde códigos lingüísticos y culturales elaborados que conformarán el movimiento cultural de la “Renaixença” (vid. los estudios de Ferran Archilés y Rafael Roca).

    Blasco Ibáñez recogía en un artículo publicado en su periódico, El Pueblo, en 1900, el proyecto cultural de Sorolla, en respuesta a quienes le pedían que se instalara en Paris: “No señor, al Cabañal: frente a aquel mar todo luz y poesía. Construiré en la misma orilla una gran casa, una casa de artista, y allí vendrán mis discípulos y formaremos una colonia, una escuela de pintura revolucionaria, la pintura al aire libre, sin estudios ni artificios, y tú vendrás también allí a escribir novelas… Ya verás como hacemos de Valencia una Atenas.”. Azorín recogería parte de este ambiente, de estas propuestas, en varios textos memorialísticos.

    Y ya que algunos de los contertulios se han decidido por proponer películas, yo les propondría -y me propongo, porque aún no se ha programado, que sepa, en Valencia y no he podido ir a verla- el documental Ich bin Enric Marco, de Santiago Fillol y Lucas Vermal. De ella escribió un magnífico artículo, este fin de semana, Javier Cercas.

    Bueno, esperando que todos disculpen mis intemporalidades, quisiera felicitarles estas fiestas, y expresarles mi deseo -éste, al menos, sí que a su debido tiempo- de que tengan un muy feliz año 2010.

  61. Sr. Millón, le agradezco muchísimo la información que nos proporciona, un auténtico lujo para este post sobre Sorolla: sobre la ilusión. Con el título de esta entrada, yo me refería a Ernst Gombrich, de quien siempre se aprende muchísimo. Su sombra tutelar ha estado presente en este post. Tiene obras capitales para entender el arte, para hacerlo sencillamente accesible.

    Una de ellas es, sin duda, ‘Arte e ilusión’. En ésta y en otras hace hincapié en la percepción de la obra de arte, en la asimilación de la imagen. Hay una obra material, objetiva, externa. Pero hay sobre todo un proceso de captación. Cuando observamos un cuadro, por ejemplo, vamos equipados con nuestros modelos perceptivos y de ello se derivan consecuencias. Etcétera.

    Si tuviera que recomendar una obra de Gombrich –aparte de ‘Arte e ilusión o de su ‘Historia del arte’–, entonces yo propondría ‘Lo que nos cuentan las imágenes’, un libro-entrevista con Didier Eribon. Sencillamente sabio.

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