Uno. La Sociedad Económica. Acaba de publicarse Ilustración y progreso: la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia (1776-2009). Lo edita la propia Sociedad Económica con fecha de 2010.
La RSEAPV es una institución doblemente centenaria, una corporación fundada en pleno Iluminismo. Como en otras ciudades de la España borbónica.
Aún sigue viva y quiere seguir siendo un núcleo de reflexión sobre la sociedad valenciana, un centro de información y de erudición, un organismo preocupado por el espacio público y por la marcha de la Comunidad Valenciana.
Estos objetivos tan provechosos son raros en una tierra que fácilmente desecha parte de su patrimonio con la excusa de la modernidad y la edificación.
La RSEAPV es un lujo del que todos nos beneficiamos. Por ejemplo, su archivo y su biblioteca son un tesoro documental, dos siglos de libros y de expedientes, de cajas y papeles que recogen la vida cosmopolita de la Valencia contemporánea. Todo investigador debidamente acreditado puede consultar sus fondos.
Se espera la presencia de gran público y numerosas autoridades. A ver si éstas últimas toman nota.
Somos diecisiete los autores de dicho volumen, pero en la mesa, en representación de todos, estaremos: Francisco Oltra, director de la RSEAPV; Nicolás Bas, bibliotecario de la RSEAPV; Alejandro Mayordomo, docente de Teoría e Historia de la Educación y uno de los coautores; y yo mismo como otro de los participantes en la obra y en calidad de profesor de Historia Contemporánea.
Este volumen ayuda a entender parte de lo que hoy nos pasa. Es una investigación y una reflexión sobre las elites y el liderazgo social en Valencia. Es una pesquisa sobre la modernidad y sus frutos, sobre los avances y sus desarreglos.
Dos. La sociedad civil. La expresión que más se repitió la tarde de la presentación de Ilustración y progreso fue «sociedad civil». No es extraño. La sociedad civil es el espacio de los particulares que se hacen mutuamente accesibles. Es un logro moderno: la consumación de la esfera pública. Indicaba Jürgen Habermas que la esfera pública es el espacio en donde los particulares se reúnen como público para hacer uso de la razón. Vale decir: es el lugar en el que hacernos copartícipes de experiencias y de expectativas, el ámbito en el que comunicarnos e informarnos, transfiriendo datos y valoraciones que difundimos para provecho personal y general.
En el artículo 1º de los estatutos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia puede leerse: «La Sociedad Económica ha sido históricamente definida como una reunión de amigos».
Es ésta una bellísima fórmula, antigua, que alude a la sociabilidad, a la interacción. Pero la reunión de amigos tiene un objeto: el país. Desde su fundación en 1776, la Sociedad Económica manifiesta varios propósitos: el de «estimular la práctica de la virtud», leemos en primer lugar; y el de «promover la ilustración general y la riqueza pública».
En el siglo XVIII, por toda Europa y América se desarrollan nuevas formas de sociabilidad, gentes que se reúnen compartiendo descubrimientos provechosos, sorpresas técnicas, lenguajes que designan de otro modo la realidad.También entonces, en el principio fue el verbo.
Leo, por ejemplo, en el último volumen de Tony Judt: «En la Francia de finales del siglo XVIII, por ejemplo, cuando el Antiguo Régimen se tambaleaba, los desarrollos más significativos en el escenario político no fueron los movimientos de protesta o las instituciones del estado que trataron de atajarlos. Más bien se produjeron en el propio lenguaje.
Los periodistas y los panfletistas, junto con algún administrador o sacerdote disconforme, estaban forjando una nueva retórica de acción colectiva a partir de un lenguaje más antiguo de justicia y de derechos populares…»
Prácticamente lo mismo podría predicarse de España, un país en el que clérigos perspicaces, nobles eruditos y burgueses avispados también inventan un lenguaje nuevo con el que designar los hechos que vertiginosamente suceden.
La monarquía ampara la reflexión de los particulares, sobre todo para metabolizar y frenar la revolución intelectual que viene de Francia. Como allí, sociedades, salones, cafés, academias dan lugar: es decir, espacio y posibilidad.
Proliferan las asociaciones voluntarias integradas por las elites locales, asociaciones que son alternativas a las viejas comunidades de pertenencia, propias de la sociabilidad estamental: familias, iglesias, gremios…
Son el espacio del cosmopolitismo, de la razón, de la tolerancia. Y es en esas asociaciones en las que se piensa y se discute sobre el fomento de la prosperidad y de la felicidad públicas. Fomento, prosperidad, felicidad. Son expresiones del Setecientos y son parte de un ideario general que se basa en la Ilustración y en el Progreso. Ilustración.
Esto es, iluminismo, el uso de la razón, del discernimiento, la audacia de pensar por uno mismo, sin amparos. Progreso: vale decir, expectativa de mejora, de avance material y moral.
Las Sociedades Económicas son entonces, y siguen siendo, centros de reflexión, de influencia, de información y de difusión del saber: lugares de lectura pública y de intercambio.
O, en otros términos, círculos en los que propietarios y eruditos, burgueses y emprendedores del Setecientos, del Ochocientos… discuten sobre innovaciones técnicas y de saberes enciclopédicos para el fomento de la riqueza y de los intereses materiales. Se benefician y a la vez creen beneficiar a sus compatriotas.
Así eran y así se expresaban: eran gente de provincias, letraheridos y cosmopolitas a la vez, ocupados y preocupados, gente de sociedades patrióticas a finales del siglo XVIII. Interesados por la agricultura, por la industria, por el comercio.
Estamos en un período de transición del Antiguo Régimen al sistema liberal.
Y ciudadanos distinguidos de Valencia, con su Sociedad Económica, se proponen el cambio, el premio a la innovación, el concurso. Es la vida concebida como una competición o como un certamen en el que ensayar, probar, exponer.
Podría extenderme más sobre lo que la Económica me sugiere, sobre lo que la Sociedad de Valencia hizo en el ámbito de los intereses materiales y que los restantes autores de este libro han tratado: entre otros, el fomento de la agronomía para la mejora de las explotaciones agrarias; las innovaciones en el ramo de las manufacturas, en especial de la industria de la seda, de la hilatura, con métodos europeos; los ensayos de nuevos productos, importados y favorecedores de la economía local, como el guano; o la fundación de la Caja de Ahorros de Valencia, en 1878, como institución de crédito y moralizadora.
Son iniciativas burguesas de los siglos XVIII y XIX y son mejoras que la elite se propone, los mismos círculos distinguidos que a la vez ocupan los puestos de gobierno locales y que se benefician de los adelantos urbanos que promocionan: entre otros, la conducción de las aguas potables o la instalación del tendido ferroviario a mediados del Ochocientos. Y ahí la figura de José Campo sobresale…
Colofón. Pero digo José Campo e inmediatamente me viene a la cabeza la anécdota personal de la que todo parte.
Mi primera relación con la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia (RSEAPV) tuvo lugar hace mucho tiempo, en el otoño de 1980.
Estábamos cursando el último año de carrera. Fue entonces cuando Anaclet Pons y yo fuimos a su sede inducidos (y muy bien aconsejados) por dos de nuestros profesores: Pedro Ruiz Torres y Alfons Cucó (ya desaparecido).
Hacíamos trabajo académico y comenzábamos nuestras tesis de licenciatura.
Queríamos buscar el rastro de los burgueses de Valencia, queríamos encontrar sus huellas. Fue nuestra primera visita a un archivo. Una parte de la historiografía de entonces lamentaba la falta de eso; deploraba la ausencia de una burguesía local.
Nosotros no estábamos tan convencidos. Sospechábamos que a mediados del Ochocientos en Valencia había emprendedores muy avispados y cosmopolitas domésticos se habían adueñado del poder urbano, extendiendo su influencia social. Ernest Lluch ya nos había dado pistas…
Fuimos a la Plaza de Nules, en Valencia, que era como adentrarse en la ciudad del pasado. Allí, en la antigua sede de la Económica, de la RSEAPV, había un archivo riquísimo, catalogado por Francisca Aleixandre.
Y había una biblioteca que albergaba volúmenes modernos, esos libros que los socios de la Económica leían y comentaban, esas obras que eran portadoras de información, de datos, de saber.
El mundo burgués estaba en aquellos salones, tan distinguidos —nos decíamos. Teníamos la impresión de habernos trasladado a otro tiempo, a otro siglo, sentados a la mesa noble de la Sociedad Económica.
Recuerdo el frío que pasábamos y la estufa de butano que escasamente nos aclimataba. Tuvimos que hacer frente a temperaturas que imaginábamos propiamente decimonónicas.
Nuestra primera sorpresa no fue hallar papeles y libros del XIX, cosa que esperábamos. Nuestra primera sorpresa fue encontrar a dos jóvenes profesores de nuestra Facultad.
Allí estaban, a pie de archivo. Allí estaban documentándose, consultando expedientes. Con un alborozo contagioso que les notábamos y que queríamos dejarnos contagiar.
Eso es la aventura de la investigación —nos decíamos al ver y escuchar a ambos profesores.
¿Quiénes eran aquellos pioneros del archivo de la Económica? ¿Quienes eran esos profesores a los que queríamos parecernos?
Telesforo Hernández y Salvador Albiñana. Allí estaban, como nosotros, descubriendo con placer textos, impresos y manuscritos.
Muchos años después podemos considerar que aquellos Amigos, los profesores que nos aconsejaron y los profesores que allí encontramos, son una parte de los amigos, nuestros y del País.
Hemeroteca
Crónica de la rueda de prensa en la sede de la Sociedad Económica, realizada a las 12 horas del 5 de octubre:
Miguel Olivares, «Una historia muy Económica’, El País, 6 de octubre de 2010
Alfons García, «La Económica compila 234 años de historia», Levante-emv, 6 de octubre de 2010
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Fotografía: JS, Francisco Oltra y Nicolás Bas, por Mónica Torres, El País.
Acaba de publicarse Ilustración y progreso: la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia (1776-2009)'. Como sabes, la RSEAPV es una institución doblemente centenaria, un auténtico 'Think Tank' fundado en plena Ilustración. Aún sigue viva --en parte gracias al empuje que le dio Ernest Lluch-- y quiere seguir siendo un núcleo de reflexion sobre la sociedad valenciana, un centro de información y de erudición, un organismo privado pero preocupado por el espacio público y por la marcha de la Comunidad Valenciana. Estas cosas tan provechosas son raras en el País Valenciano y no siempre se conocen. Y son lujos de los que todos nos beneficiamos.
El libro se presenta mañana 5 de octubre a las 19 horas en el Centro Cultural Bancaja. Se espera la presencia de gran público y numerosas autoridades. A ver si toman nota. Los que estaremos en la mesa de presentación seremos: Francisco Oltra, director de la RSEAPV; Nicolás Bas, bibliotecario de la RSEAPV; Alejandro Mayordomo, profesor de Historia de la Eduación y uno de los coautores; y yo mismo como otro de los coautores y profesor de Historia Contemporánea.
Esta voluminosa obra ayuda a entender --ya lo verás-- parte de lo que hoy nos pasa. Es una investigación y una reflexión sobre las elites y el liderazgo social en la Comunidad Valenciana.
http://www.uv.es/rseapv/web
http://www.uv.es/rseapv/Noticias/2010/101005_libroeconomica.htm

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