La vida de Clint Eastwood

Uno. No todas las películas que más me han inquietado, que más me han entretenido o que más me han sorprendido son excelentes. En mi panteón de films ilustres no destacan siempre las de calidad más reputada o indiscutible.

Sobresalen las que me emocionan, las que me hacen reír o llorar: y sobre todo aúpo a aquellas que me alteran sin saber nada o casi nada de antemano. Adoro ir al cine sabiendo poco. Es como leer un libro sin estar excesivamente condicionado. Acudo a la sala con escasas informaciones y procuro no dejarme llevar por las apreciaciones de los expertos.

¿Por padecer algún afán adánico e inocentón? No, no creo que sea ésta mi patología. ¿O es acaso por la falta de profesionalidad de los críticos, por su gusto adocenado o superferolítico? No quiero generalizar. Lo que de verdad quiero es averiguar poco a poco una historia y para ello sólo necesito una referencia escasa. Con ese dato menor ya podré aventurarme: quizá valga la pena descubrir el film.

Digo esto y recuerdo un artículo mío, escrito hace años, que le gustó a Javier Marías. Bueno, no era gran cosa, pero en él hablaba brevemente de su manera de ver cine. El escritor repudiaba tajantemente la deriva de la crítica reciente. Me permitirán repetir parte de aquel texto mío , un texto en el que hablaba de eso: de cine y de Javier Marías. Empezaba así:

«La excesiva profesionalización de la crítica, literaria o cinematográfica, suele llevar a la rutina, a la fórmula reiterada. Hallazgos que fueron felices, aciertos ocasionales, son ahora esquemas estereotipados, moldes a aplicar. Cuántas veces no habremos tenido la sensación de que el crítico se aúpa a la joroba del artista y se sabe cabeza, incluso cabeza colosal. Cree haber leído mucho y ordenadamente, cree haber visto mucho cine y por géneros, y por tanto cree poder juzgar con severidad lo que tantas veces es el descubrimiento de un hombre solo…

“Yo ya no sé qué se puede hacer con los críticos, aparte de no hacerles caso”, decía Javier Marías diez años atrás, de manera expeditiva y probablemente injusta, y lo decía alguien, un autor, por lo general bien tratado por la crítica. Pero tal vez por ello su opinión contundente era atendible, sobre todo si consideramos de qué manera se expresan algunos comentaristas ya profesionalizados. Pero “en esta ocasión no me refiero a los [críticos] literarios”, añadía Marías, “sobre los que mucho habría que decir y ya he dicho, descubriendo de paso que son gente completamente impermeable a las críticas, por eso tal vez son críticos”. Se refería a los críticos cinematográficos, muchos de los cuales serían “pedantes, conservadores y cobardes”, gente que se dejaría llevar muy frecuentemente por juicios estereotipados, por obviedades, gente “solemne, campanuda y malhumorada”…»

He recordado estas palabras hoy, justamente hoy cuando he ido a ver la última película de Clint EastWood. Me la recomendaba una amiga: ella no la había visto aún, pero por lo que sé se moría de ganas por acudir al cine. Yo he ido y he ido con sencillez, con inocencia, ignorándolo prácticamente todo de este film. Se titula Más allá de la vida (2010). He salido emocionado con un nudo en la garganta. Quizá se deba a mi actual estado de ánimo, no lo sé. Pero el caso es que ha sido así: apenas podía contener las lágrimas: de hecho me las he enjugado varias veces. Y hacia el final el nudo que me ahogaba casi me asfixia. La persona que me acompañaba no ha salido con esa sensación inminente de romper a llorar.

¿Es una película sensiblera? En la producción están Kathleen Kennedy y Steven Spilberg y eso puede hacer recaer al duro de Eastwood en el ternurismo. Pero es que Clint no es duro. Tiene ya unas cuantas películas especialmente emotivas en las que siempre te cuenta una historia dura de personas solas o que se sienten solas. En ciertos momentos las vemos en escenas silenciosas únicamente subrayadas por solos de piano, de guitarra, de chelo que el propio Eastwood compone.  Todo con sutileza melodramática, como corresponde a esa combinación de música y drama. 

El film de Clint es un cuento excelentemente relatado, mostrado. Con artimañas e ingredientes con los que ratifica lo hábil que es Eastwood: alguno quizá le llame tramposo. Creo que no se lo merece. Simplemente es un cuento con moraleja: como son los relatos populares, edificantes y aleccionadores. O como son las películas de Frank Capra, pero con una carga más desolada.

Yo a Eastwood no le pido nada: sencillamente que me emocione con ese punto de desolación. Y así ha sido. Y lo ha hecho con una historia que fuera de la pantalla no me la creería, pero el relato está tan bien urdido y los personajes arrastran tan bien sus averías psíquicas, que el espectador hace suya la vicisitud y la fortuna. La chiripa cuenta, sin duda. Y las casualidades son numerosas para que las cosas sucedan. Pero la realidad es más inverosímil que la ficción más fantasiosa…

¿Trata de espiritismo? ¿Es la historia de un médium?, según he leído en alguna crítica miope. No. No trata del más allá; trata del más acá. ¿Million Dollar Baby (2004) era una película de boxeo? No, por supuesto. Las emociones desbordadas que el film nos provocaba –vamos, las lágrimas incontenibles– no tenían nada que ver con el combate pugilístico.

Tampoco Los puentes de Madison era la historia de una granjera en el Medio Oeste. Llueve, anochece y un automóvil se detiene ante un semáforo. Puede seguir o girar. Durante esos segundos nos conmovemos otra vez, sabiendo qué es lo que queremos que ocurra.

En Más allá de la vida, la existencia es la que reaparece. ¿Vuelve alguien de ultratumba? Ah, no les digo más. No se pregunten por la verdad de los hechos; pregúntense por la vida. ¿Para cuándo la reservamos?

A Eastwood no le quedan muchos años. ¿Y a nosotros? Pregúntense qué es lo que les emociona en el cine. ¿Para cuándo reservamos ese sentimiento que se desborda? No se hagan ilusiones.

19 comentarios

  1. Hola, don Justo, no sé cuál es el motivo de su actual desánimo, que espero que sea pasajero. Yo no atravieso con frecuencia por estados de ese tipo porque por lo general estoy bastante amargado siempre. No se me nota porque por pura convicción ideológica gozo de buen humor y de una cierta propensión a la alegría y la jovialidad, pero el caso es que tiendo al pesimismo. No me cuesta nada imaginar situaciones en que podría -o podríamos todos- estar mucho peor de lo que estamos, de manera que termino pensando que me va bien y así evito deprimirme. Llámenlo conformismo. En cualquier caso, nunca me ha gustado cómo el mundo es.

    Leo con cierta frecuencia a algunos críticos. Existen porque la gente necesita orientarse. En mi caso, es frecuente que el crítico no me convenza ni siquiera cuando aún no he visto la peli o leído el libro, que es cuando yo creo que hay que leerles. Ahora bien, si le he leído muchas veces antes y sé de qué pie cojea, entonces leo entre líneas y decido si me interesa o no ir al cine, con independencia de que el tipo me lo recomiende o no. Es hacerles caso sin hacérselo, vamos.

    Lo que en ningún caso debemos hacer es dejarnos manejar ideológicamente por un crítico, eso es peligrosísimo. La mayoría son gente que está enfadada, como yo, pero con menos sentido del humor y menos capacidad para reírse de sí mismos. (Con honrosas excepciones, como Boyero, dicho sea de paso) No sé si la razón se encuentra en ese tópico de que son autores frustrados, o si es que beben en exceso y con tanta película y tanto libro se les olvida que de vez en cuando hay que ir a bailar o pegar un polvo.

    En cualquier caso hay una gran impostura en ese sesgo tan característico que proyectan sobre todo lo que escriben. Cuando cogen una película digna y se la cargan de forma despiadada, siempre se me ocurre pensar en las obras maestras que el crítico en cuestión haría si fuese realizador. Y seguro que en la cabeza tiene unas obras maestras que te cagas. Yo también las tengo, por cierto, en mi cabeza Ciudadano Kane se queda en un subproductillo, el problema es que luego hay que contratar al personal, buscar localizaciones, saber qué hacer con el equipo cuando se desata una tormenta, lidiar con los actores, saber cómo poner las luces dichosas cuando se pone enfermo el iluminador… En fin, esas cosillas que ,más allá de las profundidades metafísicas de los grandes «creadores» que gustan tanto a la intelligentsia, constituyen lo que de verdad es hacer cine. Hacer una película -lo acaban de ver muchos de ustedes en «También la lluvia»- es extremadamente laborioso y complicado. Demasiado como para cargársela sin titubeos en ocho líneas. Me convencí de esto hace muchos años, cuando acompañé a unos amigos en la realización de un cortometraje. Y años después, cuando vi Lost in La Mancha, un documental sobre el frustrado rodaje del Quijote de Terry Gillian, tremendo, llegas a pensar que hacer una película es una maldición que te cae del cielo para llevarte a la tumba.

    Sobre Clint Eastwood, yo creo que a la crítica nunca le ha caído bien. La razón -y quiero que se me entienda- es que Eastwood es un ser humano… No un alma pensante que hace genialidades, se lee libros profundos, se suma a causas humanitarias y procura llevarse bien con la gente influyente. No, Eastwood es un tipo que, básicamente, hace lo que le sale de los cojones, y yo creo que eso siempre molesta un poco. En su cine se expresa el proceso de una tormenta interior que dura tanto como la vida. Cioran reclama ser comparado con los grandes santos: «Ellos han hecho tanto por superar sus contradicciones como yo por preservar las mías». Pues esto es es el cine de C.Eastwood, la expresión artística de esa gigantesca desgarradura que constituye la identidad.

    El mayor de los creadores cinematográficos que habrá nunca, John Ford, no fue jamás adorado por la crítica, es más, entre los pedantes seguidores acérrimos de Cahiers de Cinema, se trataba de un director de westerns dedicado a divertimentos ligeros y a producciones superficiales de la industria de Hollywood. Qué genios. Yo creo que Eastwood es un superviviente de aquel espíritu, aquel cine americano que, al contrario de lo que ahora solemos encontrarnos, era emotivo a la par que muscular y, sobre todo, inteligente. A partir de ahí, como siempre sucede con los grandes maestros, el poder de seducción de sus relatos y sus personajes tiene algo de inexplicable, ejerce una hipnosis que resulta muy difícil de poner en conceptos. Hay algo en Million dollar baby o en Mystic river -una manera de hacer entrar la luz entre las sombras, un sentido del tempo que parece suspendernos a todos al borde del precipio- que ningún crítico puede poner en conceptos. Sólo puedes admirarte ante ese ritmo y guardar silencio o ser insensible a ello. Y eso, más allá de la teoría del talento, suele ser consecuencia de que el personaje lleva sesenta años en el negocio. Llamémosle experiencia, o profesionalidad si quieren.

  2. El ánimo a veces es como el tiempo, no siempre puede ser estable ,pero antes o después, siempre mejora.

    No podría decir con exactitud que es lo que me seduce de sus películas. Diría que la capacidad que tiene para contar historias y para mostrar cinematográficamente las emociones. De “Los puentes…” hemos hablado en este blog, pero creo que no ha sido así con Million dóllar Baby. Una película bella y conmovedora donde las haya. Relata una realidad durísima, no es de boxeo, pero tiene una estética increíble, que de alguna manera, dignifica ese mundo oscuro.
    Lo que me fascina es como se sirve del relato para mostrar los complejas y difíciles que son las relaciones humanas, habla bien del conflicto y de la capacidad y libertad de elección y decisión. Es posible que cometamos errores, sí, pero afortunadamente esa es la consecuencia de haber elegido.
    Muestra con imágenes lo inevitable de la soledad, a veces de una manera desgarrada.

    Ya veremos cuántas teclas toca ésta.

  3. R.S.R. se refiere a las posibles teclas que toca esta película. El nudo en la garganta se te pone cuando un solo de guitarra, de piano o de chelo acompaña la desolación individual, el desamparo o la simple expectativa de un persona. No me pasaba esto desde que vi ‘Million Dollar Baby’. No las comparo, pues son historias muy distintas, pero están unidas por la esa exhición de las contradicciones de las que Eastwood ha hecho su lema cinematográfico.

    Como dice David P. Montesinos: «Cioran reclama ser comparado con los grandes santos: “Ellos han hecho tanto por superar sus contradicciones como yo por preservar las mías”. Pues esto es es el cine de C. Eastwood, la expresión artística de esa gigantesca desgarradura que constituye la identidad».

    No sé si es una desgarradura. Para mi gusto es la simple expectativa de la muerte. ¿Cosas de la edad? No necesariamente.

  4. Me gustó la película El gran Torino, de Eastwood, porque utiliza un esquema cinematográfico y le da la vuelta, consiguiendo un producto original.
    Quisiera recordar películas peculiares, también, como Soñadores de Bertolucci. More y el caso Von Bullow de Barbet Schroeder.
    Después están las rarezas: Flesh Gordon de Michael Benveniste, por ejemplo.
    Las obras maestras: El río de Jean Renoir.
    Y aquellas por las que sientes debilidad como Blow Up de Antonioni.

  5. Hoy ha salido un excelente Babelia en EL PAÍS. Las mejores novelas y películas de los últimos 20 años. Y un gran artículo de Muñoz Molina.
    También hay un buen ABC Cultural.
    Sábado, gran día para la prensa.

  6. Nunca un solo de piano, o de guitarra, o de chelo habló tanto de una ausencia.

    Usa muy bien el relato, en este caso unas vidas desencuadernadas, para hablar del dolor.De la ausencia que se convierte en una presencia insoportable y silenciosa. De la imposibilidad de conformarse con ese “nunca más”, de la desesperación de que las cosas hubiesen sucedido de esa manera. Ante eso lo único que puede hacerse es llorar, dejar que la pena corra tranquilamente por las mejillas. De nuevo, Clint Eastwood vuelve a conmoverme.

    Estamos ante una película que habla de la necesidad de respuestas que tenemos los humanos ante nuestro propio final pero sobre todo del final de los que nos dejan.

    Les dejo una de las músicas de la película, el concierto nº2 de Rachmaninov, forma parte de los conciertos del dolor. Tiene detrás una historia humana de superación.

    Las imágenes tendrán que ponerla ustedes

  7. Sra. R. S. R. Muchísimas gracias. Es muy pertinente la pieza que nos enlaza. Un regalo en medio del dolor.

  8. Victoria Serna García:

    La vi ayer, me pareció genial la película y maravilloso, como siempre Clint Eastwood.

    Justo Serna:

    Yo salí llorando. Y eso que la historia de un médium no es precisamente lo que más me atrae…

    Victoria Serna García:

    Tienes razón en la historia del médium pero de alguna manera, tenía que ligar las historias para dar al final un soplo de esperanza.

    Justo Serna:
    http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/Lagrimas/navidenas

    Victoria Serna García:

    Gracias Justo, muy interesante.

    Justo Serna:

    De nada. Un saludo.

    Agustín Celis Sánchez:

    Excelente esta entrada, Justo. Sé que no pretendías hacer crítica cinematográfica, o no solo, pero manejas perfectamente los hilos para hacer que a quien lea el artículo le entren unas irresistibles ganas de ir a ver la película. Has escrit …o una recomendación perfecta.

    Hay dos cosas que me han llamado la atención y quiero comentártelas. La primera es cuando dices que la historia no te la creerías fuera de la pantalla, y me ha parecido perfecto. Es así. ¿Acaso no consiste en eso el arte, en lograr que parezca creíble lo que sabemos que es solo ficción? En mi opinión Clint Eastwood lo logra siempre.

    La segunda es en relación con la música; dices que aparecen escenas con solos «de piano, de guitarra, de chelo que el propio Eastwood compone». Esto me ha llamado la atención, porque tengo entendido que es su hija la que colabora componiendo algunas piezas en las películas de su padre. ¿Es esto así o estoy en un error?

    Un saludo.

    Justo Serna:

    Hola, muchas gracias por tus palabras. Muy generosas.

    La banda sonora… Si no me equivoco, en los créditos aparece como autor de la música Clint Eastwood. A excepción del concierto nº2 de Rachmaninov. Precisión de R.S.R.:

    https://justoserna.wordpress.com/2011/01/22/la-vida-de-clint-eastwood/#comment-15714

  9. Yo he tenido la sensación de haber acudido a una galería de estímulos, donde las imágenes, la música y otros sonidos te provocan un determinado estado de ánimo; donde afloran los sentimientos, igual que cuando observas un cuadro o una fotografía que conmueve.

    Recuerdo algunas imágenes imborrables ya para mi memoria: escenas en las que la soledad que acompaña al medium es tan abrumadora como la que me transmite Hopper en todos sus cuadros; el silencio que se respira en la montaña, en el hospital donde la gente va a morir, es tan sobrecogedor, tanto…; o los ojos vidriosos de ese niño con gorra, que sin consuelo pudieron finalmente expresar el dolor de la pérdida y el miedo al abandono. Ese momento no dejó indiferente a nadie.

    Y otra vez el «Nessun dorma», esa pieza que embellece toda imagen, que eriza la piel de cualquiera.

    «Es un cuento excelentemente contado» dice un sabio amigo. Sí, desde luego.

    “Ma il mio misterio è chiusu in me,
    Il nome mio nessun saprà!,
    No, no, sulla tua bocca lo dirò,
    Quando la luce splenderà!”

  10. Pues no es otra mi intención. Pero no averigüen gran cosa. Vayan con la mayor inocencia posible.

  11. Me gusta Clint Eastwoot. Ha demostrado ser un tipo duro con corazoncito. Ustedes me perdonarán, pero en mi imaginario permanece asociado a ese tipo solitario y duro de «El bueno, el feo y el malo» y a todos esos spaguetti westerns que protagonizó en su momento. Esos hombres no tenían problemas cotidianos, vivían al día, sin mayor preocupación que tragarse el lingotazo de whisky tras acabar con el sherrif del pueblo, alimentar a su caballo y pasando una cerilla por la barba del pringao de turno, encenderse un purito.

  12. O ‘Por un puñado de dólares’. O ‘La muerte tenía un precio’. Lo normal era ver el rostro impenetrable de Clint, con primeros planos, con primerísimos primeros planos. Recuerdo sus patas de gallo, su eterno bronceado, sus ponchos. Y recuerdo a ese villano que era Lee Van Cleef. Como recuerdo la degradación del género: con aquella pareja imposible de ‘Le llamaban Trinidad’. Qué calor hacía siempre en ese Oeste almeriense. Estuve en Tabernas antes de que Álex de la Iglesia rodara ‘800 balas’. Qué polvoriento todo, sí señor. Me emocioné, para qué voy a negarlo.

  13. He pasado el fin de semana departiendo con familiares a los que no veía desde hace mucho tiempo, en el silencio apacible -a pesar de todo- de un tanatorio próximo a la ciudad.

    Y hoy entro a leerles y ¿qué me encuentro? Hablan ustedes, por cuenta del nunca bastante ponderado Clint Eastwood, de la soledad que deja la muerte.

    Pues bien, no estoy de acuerdo: no siempre la muerte deja soledad. A veces deja un gran alivio…

  14. La muerte en la película de Clint Eastwood priva a los protagonistas de sus seres queridos, personas de cuyo fallecimiento no había indicio o premonición. Quedan amputados, limitados, desamparados. Y deben rehacerse.

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