Uno. En Valencia, la Universidad Católica ocupa actualmente dos edificios erigidos en el siglo XIX, dos magníficos inmuebles que ordenaron construir José Campo y Juan Bautista Romero: el primero está en la calle Corona; el segundo en Guillem de Castro. En ambos casos, el objeto fundacional de dichos establecimientos es el de dar enseñanza y acogimiento a niños pobres, a los hijos de las clases trabajadoras.
Campo y Romero pierderon a sus vástagos y con esas obras aspiraban a perpetuar su memoria, devolviendo a Valencia lo que de la ciudad decían haber recibido. La muerte del hijo provoca una quiebra familiar, por supuesto: la ruptura de las emociones y la pérdida de los herederos. Para las grandes fortunas, la sucesión era sobre todo la expectativa de continuidad patrimonial.
Si, al final, los grandes burgueses carecían de descendencia, ¿qué hacían? En algunos casos dejaban consignada en sus testamentos la fundación de Asilos de Párvulos, instituciones benéficas para el socorro de infantes menesterosos.
Esos son los casos de José Campo y Juan Bautista Romero. Hoy en día, ambos edificios son sede de la Universidad Católica y ya no cumplen los objetivos para los que fueron creados. ¿Por qué? ¿Ya no hay niños pobres?
Dos. El periodista de El País Jaime Prats se extiende en un reportaje sobre estas cuestiones. En esas mismas páginas, Anaclet Pons y yo mismo escribimos una tribuna de opinión en la que añadimos, precisamos y valoramos el hecho. El pasado no es algo muerto, aún late, deja sus huellas: numerosos vestigios materiales continúan…
¿Es también un gran negocio?
1. Jaime Prats, «Sedes de la Católica vulneran dos legados», El País, 30 de enero de 2011.
2. Anaclet Pons y Justo Serna, «Por sus obras los conocerán», El País, 30 de enero de 2011:
«No parece que en la sociedad valenciana haya muchos filántropos, gentes altruistas dispuestas a ceder generosamente una parte sustancial de su patrimonio a la Comunidad. En la cultura protestante, uno ha de demostrar con hechos y en vida que se ha ganado el reino de los cielos o el favor de Dios: la persona hecha a sí misma crea una fundación para patrocinar un modelo de conducta, el que le ha permitido prosperar. ¿Por qué esta diferencia? La respuesta es difícil, pero sin duda algo tiene que ver el catolicismo. Para esta religión, el pecado no es determinante ni terminante. Al fin y al cabo, importa más el propósito de enmienda que la enmienda en sí: la confesión limpia conciencias y ensancha el ojo de la aguja, angosto orificio por el que pasa cualquier camello. Nada de lo hecho será imperdonable mientras haya un sacerdote que alivie el peso de la culpa y tramite el perdón de los pecados…» Leer más en El País.
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Hemeroteca:
Justo Serna, «Territorio católico, El País, 27 de octubre de 2010.
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Fotografías:
Asilo de Campo, Archidiócesis de Valencia.
Asilo de Romero, Marta Pilar.

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