Nota previa
El inspirado texto que abajo reproducimos pertenece a Javier Sahuquillo, que lo escribió durante su última estancia en Italia, verano de 2009. Hace una analogía que hoy nos resulta habitual: compara la política transalpina con la marcha accidentada de nuestras instituciones autonómicas. Es posible que un lector quisquilloso aprecie algún exceso.
Yo creo, sin embargo, que la guasa está muy justificada: entonces y ahora, en 2011. Sahuquillo es maestro en el sarcasmo y en erudiciones de baja estofa, en saberes ordinarios y en conocimientos vastos: con ellos se ríe de personajes campanudos. Sahuquillo es un hombre de teatro, arte por el que ha sido galardonado; y es un hombre que admira a Enrique Jardiel Poncela, bendita influencia. El resultado, como pueden ver, es el del humorismo absurdo. Es como un tónico de efectos benéficos. Yo me lo administro siempre que puedo.
Justo Serna, 2011
Pueblerinamente nacionales (2009)
Javier Sahuquillo
Si tomamos como axioma que una lengua X define a todo pueblo Y que la habla, tendremos que el alemán define a los tudescos, que el francés a los gabachos (o húngaros), el castellano a los españoles y el valenciano a una identidad por determinar. Así, por tanto, podremos decir que el habla de un individuo nos proporcionará pistas sobre su forma de entender el mundo. El que suscribe, que ha adoptado como pasatiempo establecer esas relaciones habla-concepción nacional, ha decidido aplicar este método a los habitantes de su actual lugar de residencia: Italia.
El italiano, como todas las lenguas, está cargado de paradojas, y, a pesar del mito nacional español de que para hablar italiano basta con finalizar todas las palabras castellanas en ”i”, (ellos creen que acabando todas las palabras en “s” hablan la lengua imperial) con ello sólo conseguiríamos formar el plural masculino. La principal paradoja del italiano es que utilizan la misma palabra, “paese”, para referirse a País y a pueblo (en el sentido de, según la RAE, población de menor categoría). ¿Qué concepción puede tener de sí misma una nación que utiliza el mismo sustantivo para definir lo más grande y lo más pequeño? El resultado de la ecuación nos daría que el gobierno del país o paese está tomado por una clase política de pueblerinos, en el peor sentido de la palabra. Una clase dirigente que ocupa esos cargos porque así lo han querido aquellos con su misma mentalidad, es decir, aquellos que creen que su país es lo mismo que su pueblo o paese.
¿Y qué hace la izquierda italiana? Nada. Desaparecida. ¿Les resulta familiar el caso? En Italia il cavaliere sufre el acoso por unos vestidos, en Valencia también. Sólo que en el primer caso el presidente ordenaba quitárselos a damas de lujo, mientras que en Valencia más que desvestirse gira en torno a la acción contraria. Aquí a los sastres los tenemos puteados y allí a las putas se les dan cargos públicos, Berlusconi al fin cumplía el dicho argentino “Que gobiernen las putas que sus hijos nos han fallado”.