El prostíbulo de Arganzuela

¿Es posible vivir sin imaginación? ¿Vivimos sólo lo que vemos? ¿Inventamos? ¿Le añadimos fantasía a la vida? Las preguntas son muy obvias, pero parece que hay que replantearlas a la luz del ataque de Arcadi Espada contra Javier Cercas, una arremetida que reaviva una hostilidad antigua.

¿Es posible la literatura en el periodismo? ¿Es posible la comprensión imaginativa del presente? Javier Cercas las defiende y además lo hace en la prensa. Así se expresaba días atrás y así se expresa habitualmente. Para defender la realidad frente a la imaginación, Espada ha inventado unos hechos de los que Cercas habría sido supuesto protagonista: coloca al novelista en un prostíbulo de Arganzuela. Y, además, eso lo ha hecho en una columna periodística.

Su ataque inflige un grave daño personal y sorprende la violencia de la embestida. Intentemos razonarla para ver cómo podría enunciarse. Sería algo así como: ¿decías que sin imaginación no es posible la realidad? Pues toma imaginación: me invento unos hechos en los que habrías estado envuelto. ¿Qué te parece? ¿Seguimos mezclando la ficción y la realidad?

De este asunto hemos dado cuenta en un post anterior titulado «Arcadi Espada versus Javier Cercas»: gracias a Alejandro Lillo y a otros lectores hemos ido precisando cuáles han sido algunas de las reacciones. Ahora, si me permiten, me gustaría rastrear parte de esa polémica en sus orígenes. A Arcadi Espada y a Javier Cercas les hice sendas entrevistas para Ojos de Papel . ¿Los temas? Entre otros, la realidad y la verdad, la imaginación y los hechos. Corresponden a los años 2004 y 2006. Reproduzco brevemente los pasajes que atañen a estos asuntos. Aún me hago cruces.

Arcadi Espada (2004)

Justo Serna: Charlando con Albert Boadella y con Dolors Caminal hace poco, usted oyó algo significativo, valioso y discutible. “Yo pinto lo que veo», le dijo Dolors, «no lo que sé. Lo que sé no tiene ningún interés”. Esa declaración podemos tomarla como un aforismo sabio, pero podemos tomarla también como una aspiración jamás resuelta, consumada, como la búsqueda insomne, furiosa, sincera del realismo. Ojalá fueran así las cosas. ¿Pintamos lo que vemos o lo que sabemos? Qué disyuntiva. ¿No le parece que vemos lo que sabemos? Ya lo dejó dicho Umberto Eco en Kant y el ornitorrinco. Cuenta el semiólogo italiano que el gran viajero que fue Marco Polo tuvo una vez que enfrentarse a un dato incómodo de la experiencia: en Java se tropezó con rinocerontes. ¿Cómo nombrarlos, cómo hacerse una idea cabal de su condición? Jamás los había visto antes, pero eso no fue óbice para que con gran realismo los definiera como unicornios. En efecto, vio lo que sabía. ¿Qué le respondería al sabio Eco, a quien yo me he atrevido a parafrasear?

Arcadi Espada: Hay un problema. Piénselo. Marco Polo no se tropezó con rinocerontes. La frase de la pintora Caminal tiene para mi interés, porque simboliza el esfuerzo por encarar lo real sin dogmas, conveniencias ni ataduras. Es evidente que nuestra percepción de las cosas está en parte determinada por lo que sabemos de las cosas. Por eso, precisamente, es posible desnudar esa mirada, rebañarla y acceder a una percepción distinta sobre las cosas. Es como cuando uno pronuncia muchas veces la palabra gato y esa repetición rítmica acaba liberando de su significado a la palabra para extraer de ella la simple carnosidad de su fonética. Miradas lentamente las cosas ese proceso de despojamiento puede producirse. Al menos yo lo aprecio no sólo en las intenciones de la pintora Caminal sino también en sus resultados. Sea como fuere, los gatos, los rinocerontes y los ornitorrincos no son construcciones sociales. A diferencia de los unicornios. La cuestión de lo real y su representación se manifiesta muy bien en el sueño. No hay un grave problema, soñando, en creer que lo que uno sueña es verdadero. Pero puede haber dificultades si en plena vigilia uno cree que lo que ve lo está soñando. Es por esta trascendental diferencia que la relación entre lo real y la representación no puede vincularse a un juego de prosas, de relatos. Semejante punto de vista sólo opera en la ficción: es decir allá donde lo real sólo es relato.

Justo Serna: Verdad, yo, identidad, mentira, A la pugna en favor de la verdad se añade otra: usted lleva adelante una sorda o abierta lucha contra la ficción. Así como suena. No sólo contra la crónica que hizo de la narración novelesca su molde, su esquema, como Truman Capote, sino también contra la mezcla de ficción y de realidad que se extiende entre todos los ramos del periodismo. Ahora bien, su campaña no se detiene en ese rigor deontológico del que usted se haría garante, sino que también se pronuncia genéricamente contra los géneros de la ficción. Tal vez esto resulte extraño, paradójico, incomprensible para muchos: parece como si para usted la novela fuera algo del pasado, como si el presente nos diera suficientes motivos para enfangarnos sin necesidad de recurrir a la fantasía o a la imaginación que inventa mundos. ¿Es que, acaso, no concibe posible el conocimiento que se extrae de la ficción? Hay muchos lectores a quienes les gusta frecuentar ficciones, no para evadirse (lo cual es legítimo), sino para aprender sobre el mundo. Nos dilatamos con personajes y con relatos que sin ser nuestros nos interpelan y nos conmueven. Leer ficciones puede ser un acto de grandes rendimientos cognoscitivos, ¿no?

Arcadi Espada: Por supuesto. He sido conscientemente malinterpretado en este asunto. Es una vieja y sucia operación retórica hacerle decir a uno lo que no dice. Yo puedo ironizar sobre muchos novelistas vacuos e irrisorios; puedo pensar que la ficción organiza abusivamente el paisaje literario y puedo reflexionar sobre cuál sea hoy el papel de lo literario, lo específicamente literario, en un mundo cercado por la ficción y lo virtual. Pero jamás he dicho que la ficción no sea un método de conocimiento. Entre otras cosas, porque yo he aprendido mucho de las ficciones. También cómo combatirlas, por cierto. El supremo sentido del Quijote.

 

Javier Cercas (2006)

Justo Serna: En su primera novela está ya el credo básico que a usted le anima: entre otras cosas, la confusión, aleación o mezcla entre los hechos y los relatos, entre la circunstancia histórica y el relato real que la capta, que la traduce en palabras. Esa noción, la de relato real, ha regresado una y otra vez en sus obras. Los motivos narrativos de Soldados de Salamina y de La velocidad de la luz los ha revelado usted mismo en sus libros de crónicas, de reportajes (en Relatos reales y en La verdad de Agamenón). Es decir, sus éxitos más celebrados son, sobre todo, la reescritura de casos procedentes del mundo externo, como dicta la tradición novelesca. Y esa expresión, relato real, le ha obligado a entablar algunas controversias con lectores que le reprochan el uso de la invención. Sus narradores dicen escribir un relato real o una novela falsa y lo pregonan dentro de una ficción. Esto ha suscitado malentendidos. Si en el interior de una novela el narrador dice que escribe un relato real, entonces provoca un desconcierto, desde luego. Eso, que es lo que sucede en Soldados de Salamina, es lo que, al parecer, ha confundido a algunos lectores, ¿no?

Javier Cercas: Sí, sin la menor duda. Eso resulta por un lado halagador y por otro desconcertante. Halagador porque evidentemente lo que un novelista quiere –desde siempre: desde el Quijote, desde el Lazarillo, desde Robinson Crusoe–es que su ficción pase por ser real: que sea para el lector la realidad, al menos mientras dura la lectura. Desconcertante porque no acabo de entender que eso provoque controversias que sólo pueden ser calificadas de infantiles: es como que provocase controversias morales el hecho de que Cervantes nos hubiese engañado asegurándonos que su historia no la inventó él, sino que fue fruto de la imaginación de Cide Hamete Benengeli, y que él sólo estaba traduciéndola. Imaginemos a alguien acusando a Cervantes de mentiroso por haber hecho eso. Bueno, pues es lo que, salvando todas las distancias –la más corta: la temporal-, ha ocurrido en mi caso. Ay, señor.

Justo Serna: Pero, además de estos motivos constantes en sus obras, en La velocidad de la luz hay un tratamiento verdaderamente ingenioso, audaz, del éxito, de lo que significa el éxito literario. Quien narra se le parece a usted extraordinariamente: como usted, ha conseguido un gran suceso editorial con una historia ambientada en la Guerra Civil. Pero contrariamente a lo que a usted le ocurre el éxito le lleva, en principio, al desastre personal y familiar. Es decir, parece como si convirtiera su ficción autobiográfica en un muestrario de situaciones potenciales. ¿Qué me habría ocurrido si hubiera sucedido esto o lo otro? Ésa parece ser una forma de hacer historia virtual, pero sobre todo ésa parece ser una forma de conjurar el riesgo de la gloria.

Javier Cercas: De nuevo vuelve usted a acertar de lleno. Escribir es experimentar con uno mismo –experimentar todo aquello que la vida no permite experimentar– y la novela se formula siempre, en efecto, una pregunta: ¿qué habría ocurrido si…? Cervantes llega a su vejez de escritor fracasado, y se pregunta ¿qué habría ocurrido si en vez de haber escrito lo que he escrito, en vez de ser un veterano de Lepanto y un hombre infeliz me hubiera pasado la vida encerrado en una aldea, haciendo vida de hidalgo y leyendo libros de caballería, que es lo que en realidad me hubiese gustado hacer? Y entonces va y empieza a escribir el Quijote. Sí, la novela es una forma de historia virtual, y también una forma de exorcismo. Por eso no se puede vivir sin ella.

              Entrevista con Arcadi Espada.       Entrevista con Javier Cercas.

 

36 comentarios

  1. Alejandro Lillo Says:
    16 febrero 2011 at 3:02 pm e

    Creo que lo de Espada es de una vileza inusitada. Creo que Cercas y él hablan distintos lenguajes, y que cuando una persona no tiene voluntad de entender no se puede hacer nada para que entienda. En estas situaciones no hay diálogo posible. ¿Lo mejor? Quizá no perder la dignidad, morderse la lengua y comportarse como un caballero.

    En momentos complicados no sobra ninguna declaración de ánimo, ningún gesto de apoyo, por pequeño e insignificante que sea. Por eso quiero expresar como ciudadano todo mi apoyo a Javier Cercas.

    Desde aquí, como ciudadano, quiero expresar todo mi apoyo a Javier Cercas.

  2. Alejandro Lillo Says:

    16 febrero 2011 at 5:13 pm eNo me puedo aguantar, lo siento. Seré breve.

    Un señor que es capaz de hacer semejante barbaridad para demostrar que tiene razón, me da un poco de miedo, lo confieso. Hay que recordar que estamos hablando de las opiniones vertidas en un artículo, es decir, en una creación cultural producto de la reflexión, el análisis y el trabajo. No hablamos de unas declaraciones orales, que en un momento determinado pueden ser irreflexivas e improvisadas. Es un artículo escrito por una persona inteligente, preparada y capaz, plenamente consciente de sus actos y de sus consecuencias.

    Lo que demuestra este artículo es que el señor Espada se toma las cosas al pie de la letra, en sentido estrictamente literal. Es de suponer que leyó la Tribuna de Cercas y se dijo, ¿Ah si? Pues ahora verás. Ese tomarse las cocas en sentido literal quizá a él le parezca el súmmun de la racionalidad, pero es un comportamiento totalmente irracional. Sólo lo fanáticos y los integristas apelan a la literalidad de los hechos o de los textos.

    Y es que esta literalidad, en el fondo, no es más que una forma de ignorar el contexto.

    Ignorar el contexto implica renunciar al conocimiento, a la comprensión, ya sea de un objeto o materia, ya sea de una persona.

    Renunciar a la comprensión de un objeto, tratarlo fuera de contexto conscientemente, representa una renuncia en toda regla a la verdad, al verdadero significado de ese objeto. Esta actitud impide un conocimiento cabal y certero del mismo. Invita a la manipulación, al error y a la mentira.

    Por otro lado, renunciar a la comprensión del otro evidencia la negativa a conocerlo, a respetarlo y a aceptar sus opiniones.

    Ese no aceptar las opiniones del otro, puede llevar, en un momento determinado, a denigrarlo, atacarlo o insultarlo por expresar esas mismas opiniones.

    Esta negativa a respetar al otro, el acto de calumniar o despreciar a una persona sólo por sus opiniones demuestra un nulo respeto por la democracia.

    Estoy seguro de que si le preguntáramos, el señor Arcadi Espada afirmaría que es un firme defensor de la verdad, la libertad y la democracia.

    Pues no lo parece, hijo, no lo parece.

  3. 16 febrero 2011 at 5:59 pm e[…] Arcadi Espada ‘versus’ Javier Cercas (aquí) […]

  4. David P.Montesinos Says:

    16 febrero 2011 at 6:34 pm eNo entiendo qué sucede con algunos personajes que llegan a parecer valiosos por lo que hacen, por lo que critican, por lo que investigan, por las maestrías que les inspiran… De pronto, caen en el entorno de Pedro J.Ramírez y todo se envilece espantosamente, todo empieza a oler a podrido y a odio y a venganza… No sé, no lo entiendo.

    Arcadi Espada ha hecho cosas que me merecen la pena.
    Siempre he valorado a quienes tuvieron el valor de formar “Basta ya”, un colectivo al que creo que debemos bastante más de lo que hemos sido capaces de reconocerle, por ejemplo desde la izquierda.

    Recuerdo por otra parte el episodio -en esto de juzgar los límites del formato periodístico es veterano, lo cual está muy bien- en que criticó duramente a quien realizó aquella fotografía en que había unos bañistas alegremente en la playa junto a un inmigrante africano ahogado. Espada recriminó que esa fotografía, con supuesta intención informativa, nos escamoteaba deliberadamente la presencia de enfermeros y policías que acudían a recoger al infortunado. No recuerdo todos los flecos de aquella controversia, que trajo bastante cola, pero entiendo que la advertencia que Espada nos lanzaba -informándonos de lo que no podíamos saber, puesto que los del SAMU no aparecían en la foto- era oportuna.

    A partir de aquí, todo lo que leo o escucho en relación con Espada me parece desagradable y mezquino, como esas otras criaturas que son atraídas desde una supuesta izquierda hacia las posiciones más reactivas de la derecha y parecen vivir ya para siempre definitivamente instaladas en el odio.

    No sé muy bien qué le ha hecho Cercas a Espada, salvo escribir mejor que él. En el caso que nos ocupa, aparte de una maliciosidad bastante más torpe de lo que el propio Espada se cree, no veo otra cosa que ganas de liarla y de hacer daño. El procedimiento del que se ha servido para “demostrar” la verdad de sus argumentos, en relación a lo que él considera mezcla ilegítima de los hechos y las imaginaciones en el lenguaje periodístico, es una clarísima falacia. Es más, entraría perfectamente dentro de lo que la Lógica clásica considera una “falacia de la pendiente deslizante”. Es algo así: como usted es nacionalista, entonces es favorable al terrorismo… O también: “como usted no cree en la energía nuclear, sin duda es que está en contra del progreso científico y prefiere que volvamos a las cavernas y al buen salvaje de Rousseau”.

    Eso es una pendiente deslizante, y eso es lo que ha hecho Espada con un juego supuestamente hábil y que sin duda han celebrado con grandes risas en la redacción de El Mundo. “Como usted acepta que pueda uno inventar cosas en una columna periodística, yo me voy a inventar que usted se va de putas. Así demuestro que yo tengo razón y además le hago una buena putada” Qué fino el señor Espada, vaya que sí.

    No me gustó lo que hizo Francisco Rico. No veo qué tiene de oportuno decir que uno no fuma cuando no es verdad. Ya sé que lo valioso era su argumentación contra la Ley del Tabaco, por cierto muy discutible, y que a partir de ahí no es relevante lo que él hiciera con su vida. Precisamente por eso no sé a qué venía decir que no fumaba. Ahora bien, tampoco entiendo por qué tanto lío por tal insignificancia. Lo que sí me pareció relevante es la argumentación que realizó Cercas, no tanto por defender a Rico como porque la línea argumental del artículo -”Rico al paredón” se titulaba- me parece acertada. Es un artículo ingenioso y, por momentos -como lo de la madre de Millás encerrada en la nevera y fumando porros- delirante. Y, sobre todo, creo que tiene razón en lo esencial: de igual manera que la ciencia no es una colección de datos, sino más bien su interpretación, el periodismo no es una acumulación de hechos, sino su interpretación.

    Me parece sorprendente que desde su columna en un diario tan sumamente dado a las interpretaciones abusivas y tendenciosas como El Mundo se nos inste a mantener una inmaculada observancia respecto al riesgo de “mezclar” lo sucedido y lo imaginado. En esto, como en cualquier otra cosa, es cuestión de honestidad, de saber hacerse entender por el lector y de no pretender manipularle. Rico estuvo desafortunado en la conclusión de su artículo, Cercas estuvo brillante en el suyo… Y Espada… Espada ha intentado excusarse en un supuesto procedimiento argumental para hacer daño a alguien al que detesta profundamente. Si se le ocurre leer estas páginas al caballero, conozco un par de buenos psiquiatras.

    Por cierto, qué barata es la calumnia en este país.

  5. Paco Fuster Says:

    16 febrero 2011 at 9:41 pm eSi no es por Alejandro y por Justo (gracias a ambos), no me entero de este “affaire”. Como le decía a Justo por vía interna, coincido con él en que es algo muy grave. Entiendo – poniéndome en la situación de Arcadi – el sentido que le ha querido dar a su texto (algo así como darle a Cercas de su propia medicina, mezclando lo real y lo inventado), pero está claro que el ejemplo que ha usado se pasa tres pueblos y no puede ser más inoportuno, al margen de que sea o no, susceptible de denuncia.

    En general, toda la polémica me marea un poco porque veo que se mezclan churras con merinas: novela, historia, ficción, ley antitabaco, prostíbulos… Pero al margen de este popurri de temas, veo en el trasfondo un actitud – mezcla de orgullo y algo de envidia – muy propia del gremio intelectual de todas las épocas (si leen las memorias de Baroja verán unas cuantas de éstas). Hace unos días y, por otros asuntos, leía un artículo en Internet sobre las polémicas más sonadas entre escritores españoles en los últimos años. Había varios ejemplos de este tipo de enfrentamientos en los que se empieza discutiendo sobre “El Quijote” y se termina con el argumento “ad hominem” más rastrero.

    En el caso de Cercas-Espada, no conozco los anteriores capítulos del serial, pero visto y lo visto y leído lo leído, reitero que creo que Arcadi Espada se ha extralimitado. Lo que podría haber tenido gracia (en términos de polémica), deja de ternerla cuando se vierten ese tipo de acusaciones, aunque luego se diga que son una invención o un juego literario.

    Por añadir otra opinión, pongo un enlace de una notícia de EFE con la postura de otro escritor que suele hablar claro, Sergi Pàmies:

    http://www.abc.es/agencias/noticia.asp?noticia=693180

  6. Isabel Zarzuela Says:

    17 febrero 2011 at 8:27 am e“La ironía, el humor y la risa es lo que nos define como humanos”. No hace falta decir nada más.

    Todo mi apoyo a Javier Cercas.

  7. Como te puedes imaginar, querida Isabel y admirado Justo, no estoy de acuerdo. A mi me gusta reír tanto como el que más, pero lo que nos hace humanos es otra cosa: el uso de (la) razón. No aprecio ventajas cognoscitivas en la confusión entre ficción y realidad. Puedo aprender de una y otra. No del batiburrillo deliberado, y no poco ventajista (Rico), entre ambas. Dejo constancia. Y un saludo, añado dado los tiempos que corren, muy cordial.

  8. Hola, Angel. Por supuesto, lo primero es la cordialidad, claro que sí.

    No sé si no estamos de acuerdo o es que no estamos hablando de lo mismo.

    Jamás he defendido, por Dios, la confusión entre ficción y realidad; tampoco el batiburrillo deliberado entre ambas. Creo que hay que discernir claramente, pero el asunto no está en ello. Desde mi punto de vista, el asunto está en el marco que se utilice: en un discurso sobre la realidad lo ficticio es perturbador. Y en un discurso ficticio, la realidad igualmente nos perturba.

    Creo, sinceramente, que no hay que confundir a quien nos lee. Como creo igualmente que están muy bien los juegos entre realidad y ficción mientras no sea un fraude y el propio lector participe de ese juego: por ejemplo, en el marco de la novela, nadie puede escandalizarse de los juegos de ficción incluso cuando en dicha historia haya personajes que tienen o pueden tener nombres reales. Es lo que hizo Javier Cercas en ‘Soldados de Salamina’. Sólo Arcadi Espada se escandalizó.

    Segundo, en los géneros periodísticos, no es lo mismo una columna que un reportaje, desde luego. Pero si Espada deseaba darle doble ración a Cercas de su misma medicina, lo cierto es que le ha administrado un veneno. Ha estado realmente tóxico. Desafortunado. Lo del prostíbulo es de un mal gusto proverbial.

    Javier Cercas debería vengarse escribiendo una novela en la que apareciera un personaje secundario llamado «Arcadi Espada» atribuyéndole ciertas manías, ciertos actos y ciertos rasgos que no se corresponden con la persona real. A ver qué pasa…

    Me acuerdo ahora de un párrafo que escribí hace tiempo. Angel, a ver si adivina a quién se refiere. No se precipite, que lo mismo se confunde. Léalo primero y luego haga click sobre el enlace inferior.

    Un abrazo.

    El párrafo dice así:

    «Un individuo ingenioso, suspicaz, siempre atento a lo que los otros dicen o hacen, con un mundo interno volcado al exterior, con un afán desmedido de protagonismo, deseoso de sobresalir, de que se le escuche o se le lea, de que se le preste atención, sutilmente adulador de quien pueda recibir ventajas o parabienes y, a la vez, su crítico aspaventoso, sectario y servil, dueño de un verbo acerado que cree inteligente y temido. Le pierden las prisas, los apremios por destacar y por internarse en un nuevo dominio en el que aplicar su genio destructivo, incendiario, iconoclasta. Pronto aburrido por lo que tan rápidamente alcanza, persigue meta tras meta, como un conquistador promiscuo que se supiera rodeado de piezas fáciles a las que debiera apartar con resignación. Aunque espera algún día ser reconocido como un hombre de peso, como aquel que fue capaz de conmocionar los cimientos de la institución a la que pertenece, como quien pudo cambiar las cosas con el solo uso de la palabra, no confía en un mundo que abierta o secretamente le envidia. Sus textos son más incisivos y deslumbrantes que sosegados e inteligentes: pirotécnicos, enérgicos, afectadamente cultos, con el aporte imprescindible de documentación, pero sin la paciencia callada del erudito. Tiene que mostrar que es un individuo que lo sabe todo, que lo ha leído todo, que está obligado a enfrentarse a pares y rivales siempre tediosos, rutinarios, necesitados de su brillo e interlocución. Cuando se cree fuerte y protegido le gusta ponerse en el límite, desconcertando a sus protectores, esperando el cataclismo que haga de él una víctima, que haga de él ese héroe que cayó con coraje y bravura. Así podrá hablar después de lo que pudo ser y no fue, de la animadversión de los mediocres, de los tímidos, de los ganapanes que anteponen la supervivencia a lo justo. Porque, en efecto, siempre cree obrar correctamente, sin doblez, exhibiéndose, comprometiéndose, cosa por la que se le haría pagar con creces, aunque eso sí: confía aún en hacerse con seguidores que aplaudan su valor».

    Aquí encontrarán a quién me refiero y el contexto de ese párrafo:

    http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=2197&r=

  9. No me podía confundir, Justo. Aunque no tenía mérito; ya le había leído. Como siempre -en el acuerdo y en el desacuerdo-, con provecho.

    Segunda aclaración: lo de batiburrillo iba por el artículo de Cercas que desencadenó la lamentable -queda dicho- respuesta de Espada. La verdad es que si se lee con atención el susodicho texto -el de Rico al paredón- no puede no definirse como tal: el embarullamiento es colosal, empezando por la inadecuadísima referencia hitleriana. Porque ahí sí, negro sobre blanco, se hace -sabiéndolo- el elogio de la confusión como proceso cognitivo (a parte de permitirse unos cuantos bajonazos ad hominem).

    No me remonto a Soldados. En realidad, creo que ese es el punto de arranque de toda la historia -la de malentendidos, querellas y envidias-; pero, un punto de arranque que, como todos, hubiese podido dar lugar a distintos caminos o experiencias de escritura y de lectura.

    Dispénseme si me lío, y les lío un tanto (un exceso de unanimismo resulta contraproducente). Pero si quiere usted darse cuenta cabal de lo que sostengo debería saber que ha sido el camino posterior a Salamina -no tanto el de escritura como el de lectura, y añadiría que el de lectura soi-dissant académica- el que hace que mire con prevención ciertas tomas de posición sobre el uso de la imaginación allí donde no llega el documento. Quizá todo se deba a que me entra un sarpullido cuando se sostiene que Anatomía es un libro espléndido (asiento) de historia (ah, no, por aquí sí que no. Y, me temo, lo he oído en muchas partes).

    Me da que ahí hay un problema gordo. Me da, quizá sólo sea eso, que he vuelto sobre mis pasos de la hermenéutica a una cierta reactivación del positivismo metodológico.

    Por último, en lo que no estoy de acuerdo, siendo comprensible debido al innoble recurso prostibulario, es en la confusión entre dos planos: el humano y el, digámoslo así, sin entrar en mayores detalles y sin ponerle demasiado énfasis, teórico.

    La de canallas que en el tiempo han sido y que han tenido razón ‘a pesar de’ -no quisiera creer que ‘por’- serlo…

    ¿O no?, querido Justo.

  10. Ángel, le agradezco –no sabe cómo y cuánto— que rompa la unanimidad: con usted es siempre un placer discutir. Primero porque usted argumenta con contundencia y con bonhomía. Hay otras personas y no me haga decir quiénes que emplean el lenguaje para atacar con mala leche.

    Admítame también lo siguiente: por supuesto, yo no soy partidario de confundir la investigación histórica y la ficción. No comparto la idea de que todos los discursos sean igualmente válidos: no creo, sin embargo, que Javier Cercas sostenga eso. No hace falta ser Arcadi Espada para defender la el periodismo o la historia –por ejemplo—como discursos de verdad: es decir, que han de fundamentarse en la prueba documental. Pero, atención, el discurso periodístico y el discurso histórico son también ejercicios retóricos: no son sólo eso, pero son igualmente construcciones con recursos retóricos que provocan un efecto de realidad. Entre nota y nota, entre documento y documento, el historiador interpreta, añade rellena. La realidad no está ahí fuera dispuesta para ser trasladada. Lo real histórico es algo inerte y desaparecido, algo de lo que quedan vestigios o testimonios a partir de los cuales el historiador (o el periodista) reconstruye con rigor, ateniéndose a ciertas reglas establecidas por la profesión. A veces, incluso, poniendo lo que no está ni podrá saber: o sobreinterpretando. El resultado no es un relato ficticio, sino un relato de verdad que estamos obligados a sostener y a compartir.

    Que yo sepa, Javier Cercas no dice que todo valga y que sea lo mismo una crónica que una novela. ‘Anatomía de un instante’ no es una novela pero emplea con frecuencia el recurso de la conjetura y de la imaginación para completar y rellenar lo que jamás podrá documentar el autor. ¿Hay elementos comunes con la ficción? Bueno, de eso he hablado en algún trabajo que le he dedicado y sobre eso –y otras cosas– volveré el 15 de abril… Ya sabe usted dónde.

    No quiero confundir, pues, la ficción y la historia o la investigación periodística con la recreación fantasiosa de los hechos. Me parece que todo depende del marco que adoptemos: jamás hay que engañar al lector y sobre todo jamás hay que emplear la prensa para lanzar un bulo, para denigrar, para dañar gravemente a las personas. La columna no es género de investigación periodística, sino de opinión. Pero eso no lo justifica todo.

    Ángel, reciba un abrazo cordilísimo.

  11. Arcadi Espada, «De vuelta al burdel», El Mundo, 17 de febrero de 2011.

    «Tenía un hombre que días antes, y a propósito de una columna mía, había escrito una carta a este periódico cuyo único argumento era llamarme mentecato, haciendo uso del lenguaje recto. Y un hombre que, sobre todo, había escrito en el diario El País un artículo con una serie de proposiciones entre las que destacaba, justo al comienzo, esta frase de Hitler como paradójico (y potente) argumento de autoridad: «Exigimos una campaña legal contra quienes propagan mentiras políticas deliberadas y las diseminan a través de la prensa»…»

    Leer más en: http://www.arcadiespada.es/2011/02/17/17-de-febrero-2/

  12. A lo largo de su larga y enrevesada columna –de tintes posmodernos, ay–, Arcadi Espada dice entre otras cosas esto:

    «…Que Ana Karenina se tire al tren no es mentira ni verdad. Que Javier Cercas estuviese en un lupanar, de Arganzuela, la madrugada del domingo es mentira y de la buena. Sabía, ciertamente, que yo no iba a salir sin daños del empeño. El primero es la seguridad de que iban a llamarme, y con toda razón, Cercas. Inmediatamente después, la arremetida del populacho cibernético, cuyo nivel de instrucción es ya inversamente proporcional a su capacidad de publicación…»

    1.-Que Ana Karenina se tira al tren es verdad. Es un enunciado verdadero. Mentiría si alguien dijera que en dicha novela la protagonista no se tira al tren. Por otra parte, Ana Karenina se tira al tren; pero Ana Karenina, no: es un título, no un personaje.

    2. Si es mentira que Javier Cercas estuvo en un lupanar, de Arganzuela, la madrugada del domingo, entonces Arcadi Espada demuestra una gran sensibilidad: vamos, que no le importa emplear cualquier medio si hay que denostar al adversario.

    3. Añade: «Sabía, ciertamente, que yo no iba a salir sin daños del empeño». ¿Ah, pero esperaba que le aplaudieran? ¿No querra ser «ingenioso, suspicaz, siempre atento a lo que los otros dicen o hacen, con un mundo interno volcado al exterior, con un afán desmedido de protagonismo, deseoso de sobresalir, de que se le escuche o se le lea, de que se le preste atención, sutilmente adulador de quien pueda recibir ventajas o parabienes y, a la vez, su crítico aspaventoso, sectario y servil, dueño de un verbo acerado que cree inteligente y temido»?

    4. ¿»La arremetida del populacho cibernético, cuyo nivel de instrucción es ya inversamente proporcional a su capacidad de publicación»? Por Dios, qué finura.

  13. Antonio Muñoz Molina, en su blog:

    «Hay muchas cosas que me gustan de España y otras que me inquietan, que me dan miedo, que me hacen sentirme vulnerable y forastero: la facilidad para el insulto, sobre todo, la violencia verbal gratuita e incontrolada, la disposición a no conceder crédito ni tregua ni respeto a quien tiene una opinión distinta o no secunda ciertas modas obligatorias. No me gusta que no haya límites de decoro ni de formalidad ni de buena educación para la grosería…»

    Leer más en:
    http://antoniomuñozmolina.es/2011/02/otro-pais/

  14. Únicamente una acotación, querido don Justo,… o dos. Matutinas y a vuela pluma.

    El problema no radica en Cercas, o sí. Radica en no pocas lecturas que se hacen de Cercas. Lecturas, ya digo, que no son responsabilidad del magnífico novelista, y mejor persona. O que no lo son hasta que da carta de naturaleza, en la mirada sobre lo ocurrido, el hecho, el dato,… a la imaginación.

    Soy un gran partidario de la misma, pero únicamente en el terreno de la ficción. Incluso cuando ésta opera como enseñanza moral.

    Acaso, segunda acotación, ‘mi’ problema es que en algún momento estuviera tentado de hacer un uso imaginativo de las fuentes. La tentación posmoderna, a la que me refería, fue mía. No suya. Y, ya se sabe, la pasión del converso…

    Finalmente, no hay dos sin tres, me reafirmo en un hecho del que estoy seguro (de ahí que me reafirme). La cuestión de fondo requiere, por su trascendencia, y admito que quizá no era o no es el momento adecuado, distinguir el factor humano -no vea en él discrepancia alguna- del problema de método.

    ps. Voy a estar desconectado todo el fin de semana. Obligaciones de consorte en Priego de Córdoba. Pero sepa que en cuanto me sea posible, conecto. ¡Buen fin de semana!

  15. ¿Ve cómo en el fondo compartimos lo básico? Respeto de las fórmulas de cortesía y de la verdad. Así da gusto.

    La imaginación no es lo mismo que la fantasía. No es lo mismo que la pura invención. Imaginar es conjeturar lo que no está a partir de alguna base real. Lo hacemos constantemente. Otra cosa es fantasear por pereza: me invento cosas para no tener que comprobar los datos y los documentos.

    Buen fin de semana, sr. Duarte

  16. Les he leido y, por eso, algo he escrito sobre el tema… pero sin apenas entenderlo.

    Leí primero el artículo de Espada, en vivo y en directo -en Orbyt- y no supe de qué cosa hablaba, con qué segundas o terceras iba o venía. Olvidé,pues,el tema. Luego me enteré, por ustedes, de la impostura previa de Rico y del posterior paredón de Cercas… Todo un laberinto de imposturas que abandoné antes, incluso, de entrar en él, porque no me gustó el artículo de Espada. Y no me interesó, siquiera, literariamente. Literariamente, sobre todo!

    Mis relaciones con la realidad o la ficción son las que son y sólo sé de ellas que no consigo escapar -nunca lo conseguí- a la bruma que las envuelve. O que me envuelve…

    Un abrazo para todos!

    Juan

  17. Sr. Planas, dentro de un par de meses he de hablar de ‘La imaginación histórica’. He de presentar un ensayo que será examinado…

    Y dentro de mes y medio (menos), presentamos en Valencia los poemarios de Juan Planas y Javier Jover.

    Qué cosas, qué casualidades.

    Yo, mientras tanto, vivo como usted, sr. Planas: a mitad camino entre la realidad y la ficción. En esa bruma de la que un día escribí inspirándome en usted.

    Abrazos.

  18. «Siempre en la bruma». Releo el microrrelato que escribí hace un par de años inspirándome en otro suyo. Estoy tentado de borrarlo: qué bochorno. Carezco de inspiración. Le sobran adjetivos y además resulta muy evidente la sombra tutelar de Borges.

    Seguiré leyendo ficciones, novelas y poemas para aliviar mi falta de imaginación. Seguiré leyendo a Borges.

    Hace tres noche lo vi. Lo vi otra vez en Televisión Española. Reproducían imágenes de aquellos programas que tanto me influyeron y me emocionaron: ‘A fondo’, de Joaquín Soler Serrano; y ‘Encuentros con las Artes y las Letras’. Me pareció distinguir a Paloma Chamorro. ¿Es posible?

    Yo tenía diecisiete años.

  19. Ah, esas brumas eran de Septiembre de 2008. Cómo pasa el tiempo. La entrevista a Borges la acabo de compartir en Facebook, aunque la recuerdo como si fuera ayer. Igual lo era. A la que no recuerdo es a Paloma Chamorro, pero es que detesto la música del decenio 85-95… No estaba tan sordo como ahora;-)

  20. Pero no esa entrevista la que yo mejor recuerdo, sino otra del año 76… mucho más larga y honda. Tengo los enlaces, por si alguien los quiere… Saludos!

  21. Trato de encontrar alguna suerte de renta intelectual de todo este asunto tan turbio en el que, a primera vista, no termino de ver mucho más que la traslación a la esfera pública de un caso de bajas pasiones –la envidia y el odio para empezar- digno del diván de un psiquiatra. Y se pongan como se pongan, el único que aquí ha lanzado veneno –y con muy poca gracia y ningún estilo- es el señor Espada. Decía Woody Allen que los intelectuales “son como los mafiosos: sólo se matan entre ellos”. Sí, pero hay quien mata más y, además, por la espalda. Incluso entre mafiosos –perdón, entre intelectuales- caben las reglas. Espada ha cruzado la línea roja, ha lanzado una calumnia para dañar a alguien a quien odia. Y eso le pone a la altura de todos esos caballeros de la prensa del corazón que se revuelcan sobre las vísceras para hacer audiencia y caja. Hay que ser cínico entonces para decir que “sabía ciertamente que yo no iba a salir sin daños del empeño”. O “me preocupaba el daño que podría causarle a Cercas, aunque no pensaba tanto en el que podría causarme a mí mismo”. Qué pena, sí, hay que ver, cuánto estamos atacando al calumniador por calumniar… aunque, claro, como lo “que pretendía no era calumniar”, entonces hay que celebrar la broma y el fino talento del bromista con grandes risotadas.

    Por cierto, he leído por cortesía de Justo Serna el blog de Espada sobre el tema. Me llama la atención que se refiera a todos esos ignorantes que están graznando contra él y “cuyo talento es inversamente proporcional” a su capacidad publicadora. Y me llama, sobre todo, porque el post no resiste un mínimo control de calidad, ya que él se mete con la calidad, por ejemplo, de los artículos de Millás, otro de los autores a los que detesta el caballero. Léanlo, es de una calidad ínfima, un batiburrillo de analogías inapropiadas, construcciones indigestas, adjetivaciones abusivas. Cada argumento es un “non sequitur” o un “ad hominem”. Creo que voy a coger el texto para ponérselo a mis alumnos como mal ejemplo.

  22. Vamos pues al tema, aunque sólo sea para alejarnos de las vísceras. Y quiero agradecerles el interesante debate.

    Esta vez, al contrario de lo que me ha pasado en otras leyéndole sobre el problema de los criterios de delimitación de lo verdadero, me he sentido más cerca de la argumentación que hace Justo Serna. Trataré de aportar algo al respecto desde una perspectiva modestamente filosófica.

    Es característico del siglo XX el cambio de perspectiva teórica con respecto al problema de aquello a lo que llamamos “lo real”. El pensamiento contemporáneo descubre que la realidad no es el referente al que se refiere la teoría, sino el producto de la construcción de ésta. Para decirlo de una vez: los discursos producen mundo. Debemos asumir que la imaginación es productiva y que lo social se construye a partir de una serie de imaginarios. Esto no significa que todo sea pura retórica. Existe la lógica, pero el problema epistemológico al que nos enfrentamos consiste en que la distinción que Platón instituyó en su momento entre ambos órdenes –el retórico y el lógico- para hacer viable el camino del pensar, ya no puede sostenerse en los términos en los que se ha sostenido incólume durante siglos.

    Si el reconocimiento de este problema nos llevara a la conclusión de que el problema de la validez epistemológica se difumina cuando generamos mundos desde la investigación histórica o desde el periodismo, entonces no habría manera de distinguir entre enunciados verdaderos y falsos. No podríamos en este caso preferir un diario por la veracidad de sus crónicas, sino por su capacidad persuasiva. Entonces, lo que hace el periodista, como el historiador, no es sino construir un relato, y no hay ya diferencia –atiendo aquí explícitamente a la polémica de estos días- entre “inventar” o “fabular” y “encontrar” o “desvelar”. ¿Qué sucede entonces con los supuestos criterios de verdad que hemos aceptado o, por lo menos, que decimos pretender? Habría que concluir que forman parte del proceso de persuasión y que son un producto de las relaciones de poder, es decir, de la pura acción social.

    Creo que si Espada supiera explicarse, sería esta la línea plausible de su crítica al planteamiento que, sobre lo imaginario, realiza Cercas. No creo en cualquier caso que tan abusiva interpretación sea deducible de lo que Cercas dijo respecto al uso de la imaginación en el trabajo periodístico, más concretamente en el columnismo.

    No tengo una solución para el problema. Sí sé, al menos, que éste es “el” problema, y no solo un problema de la deontología periodística, como el debate de los últimos días da a pensar. Creo que tenemos “hechos” porque tenemos valores, es decir, si disponemos de un mundo empírico es porque disponemos de marcos de aceptabilidad racional. Y viceversa.

    Lo que esto supone es que solo desde una ensoñación que dogmatice la existencia de la «verdad pura» podemos pretender denunciar a la interpretación, una interpretación en la que siempre habrá de estar presente el momento de lo imaginario.

    No tengo una solución a tan complejo problema, pero sí tengo razones -acabo de exponerlas- para preferir El País que El Mundo.

  23. Sr. Montesinos, le agradezco su intervención, tan fina. No tiene miedo a no ser comprendido. Se sabe explicar: vaya si se sabe explicar. Y además no teme que los perezosos no lean su argumentación. Menos mal que por aquí no suele venir el «populacho cibernético» que se deja caer por lo de Arcadi Espada.

    Creo que estamos casi completamente de acuerdo, sr. Montesinos. Pienso que lo que hacen el periodista o el historiador es construir relatos. Le doy toda la razón. Creo que compartimos que la realidad no es algo que se imponga, que esté ahí fuera y que pueda ser trasladado sin más. Ahora bien, en ciertos discursos esos relatos se basan en pruebas, pruebas que son válidas dentro de marcos referenciales o significativos, por supuesto. En otros, no. La palabra persuasión es correcta, si por ella entendemos convencer con fundamentos. Pero puede prestarse a confusión: podríamos ser persuasivos sin prueba alguna. ¿Entonces?

    Hacen falta los marcos compartidos, pero hacen falta también los documentos, los fundamentos: ¿qué hace un juez, y un historiador, y un médico, y un piloto de avión? Por ejemplo, el médico cura o no cura si diagnostica bien y se prescribe bien los medicamentos. Ahora bien, el juez, el historiador, el médico o el piloto emprenden sus acciones dentro de marcos que reconocen quienes no son expertos.

    La sala de un juzgado tiene la disposición que tiene entre otras cosas porque sirve para escenificar el proceso. Pero el resultado no depende de la escena. No sé si me explico.

  24. Por cierto, sr. Montesinos: gracias sus sensatos consejos e insistencia, hemos visto en casa tres temporadas completas de ‘Mad Men’. Espero poder ver la cuarta pronto.

    Ahora me dispongo a deleitarme paso a paso con ‘Los Soprano’, que la tenemos entera. En casa habíamos visto algún capítulo en Canal + (cuando estábamos abonados). Ahora la vamos pasar a lo grande y lo vamos a pasar en lo grande: es decir, dando paso y gobernando con el mando a distancia.

  25. Me alegra que le haya gustado, aunque se ha adelantado al consejero, pues yo sólo he visto completa la 1ª. Creo que nuestra amiga R. es también fanática de Mad men.

    En cuanto a la cuestión del debate, lo que usted sabiamente explica me recuerda a cierto frase que escuché a vueltas con el viejo debate entre Sócrates y los sofistas:

    -«No se trata de decantarse entre verdad y persuasión. Se trata de entender que nada es más persuasivo que la verdad.»

  26. La palabra persuasión tiene muy mala prensa. Pensamos inmediatamente en los sofistas. O en los charlatanes. O en los vendedores de humo. Persuadir no es aturdir. Es convencer con fundamentos: en el caso que nos ocupa es convencer con pruebas, esto es, con documentos. La retórica no es aderezo. Como señalaba Carlo Ginzburg apoyándose en Aristóteles, la retórica se basa en la prueba.

    Perdone, sr. Montesinos (y perdonen los restantes contertulios), el lenguaje que me gasto. O, como diría Thomas de Quincey, perdonen por hablar tanto y tan seguido de filosofía. Llevo toda la mañana argumentando sobre ‘La imaginación histórica’ en una memoria de cátedra que he de tener concluida y expedita el 15 de abril.

    Qué cosas.

  27. Hola,
    Más allá del tono tabernario y todavía grasiento del debate Cercas-Espada, el asunto tiene un fascinante trasfondo filosófico. Este blog es el único sitio en el que he encontrado algo interesante sobre la cuestión.
    Saludos cordiales.

  28. Sr. Cadou, le agradezco su amable saludo y sus palabras, tan corteses. Pero no quiero pensar que éste sea el único sitio en el que ha encontrado algo interesante sobre esta cuestión. No lo quiero pensar.

  29. Al Sr. Cadou se lo presenté, fugazmente, en la CdelL hace bastantes lunas… Espero que pronto volvamos a reencontrarle. Saludos!

  30. Mmm, Javier Cercas, gran escritor, encontró su estilo en esa búsqueda entre la realidad, sí, más pedestre y la curiosidad, la indagación. Dentro de una prosa muy pulida.

  31. David Gistau, ‘Et in Arcadi, ego’, El Mundo, 20 de febrero de 2011.

    GRAHAM GREENE tiene, en El cónsul honorario, el personaje de un escritor que se niega a firmar la carta que puede salvar la vida de un secuestrado por reparos a la redacción. Entre la semántica y la persona, condena a la persona. Aplico esta visión paródica a la polémica que, en los ratos que no había fútbol, nos ha mantenido entretenidos toda la semana. La de Arcadi Espada y Javier Cercas. Sus compañeros de camareta han elogiado mucho a Espada por el modo tan ingenioso con que nos ha hecho llegar una verdad revelada, dejando trazado, por añadidura, en la mejilla de Cercas, un chirlo como la Z del Zorro, una
    cicatriz de espejo que habrá de recordarle de por vida qué peligros corre si osa meter en un párrafo un solo gorrión de existencia dudosa. Todo acaba bien en el mejor de los mundos posibles. Cercas descubre que tiene un Salieri propio, lo cual es un primer paso hacia la posteridad. Espada ha dado de comer al ego y se aporrea el pecho igual que King-Kong. Y sus amigotes enfatizan la hazaña como si fuera Dominguín recién escapado del lecho de Ava Gardner para contarlo. Muy bien. No nos divertíamos tanto desde el atizador de chimenea de Wittgenstein. Y hemos aprendido la lección: como si nos hubieran clavado la cabeza de Cercas en la puerta del despacho.

    Lo que uno se pregunta, con su mente sencilla y su anticuado sentido de la honra, es si merecía la pena condenar a la persona por la redacción. Si era proporcionado, para ganar una simple escaramuza intelectual, agredir la reputación de alguien en unmedio cuya repercusión garantizaba unas cuantas horas de confusión. Unas cuantas horas durante las cuales Javier Cercas sería el marido, el hijo, el vecino, no sé si el padre, de un tipo recién detenido en una redada en un burdel. Ya que iba a serlo, por lo menos haber follado. Calibrar esto y seguir adelante es lo que delata el encanallamiento del Narciso intelectual. Y se antoja motivo suficiente para una cita junto a la tapia del cementerio, aunque nuestro tiempo prosaico prefiera los tribunales. Faction y Fiction. Hace falta vivir en una habitación muy chiquita para urdir complejas operaciones de castigo basadas en la creencia de que uno es el custodio del canon universal. Consuélese Cercas, porque a él sólo le toca una vez ¿por década? Aquí hay reporteros que se orean, que salen a confrontarse con el mundo y a contar historias, que se nutren antes de lo vívido que del pensamiento hecho cripta: con más frecuencia reciben una dentellada, propinada desde su habitación chiquita por este personaje de oscuras petulancias, siempre presto a abatirse sobre quien necesite una lección.

  32. Milagro Pérez Oliva, «En defensa de Cercas y de la verdad», El País, 20 de febrero de 2011

    «…La mentira no tiene cabida en periodismo. Y la ficción narrativa solo en las columnas literarias. Nunca en la información. El lector no se llamará a engaño si encuentra interpretaciones imaginativas en las columnas de Manuel Rivas, Maruja Torres, Rosa Montero, Almudena Grandes, Elvira Lindo o Manuel Vicent. Nadie les toma por periodistas cuando escriben en esas secciones, ni se espera de ellos que sean notarios de la realidad, aunque sí se espera que sean honestos y se atengan a la verdad, entendiendo que su verdad, esta vez sí, puede ser fruto de esa «interpretación imaginativa» de la realidad que defiende Javier Cercas.

    En esas columnas, podemos seguir con placer a Juan José Millás en su delirante recorrido por el interior del cuerpo, pero cuando Millás ejerce como periodista y firma un reportaje en El País Semanal sobre José Luis Rodríguez Zapatero o Pasqual Maragall, el lector ha de poder confiar en que las conversaciones y las situaciones que explica son verdad. Que el estremecedor relato de su viaje con Carlos Santos hacia una eutanasia clandestina es absolutamente verídico».

    Leer más:
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/defensa/Cercas

  33. 1. Resulta algo chocante el artículo de Milagros Pérez Oliva, ‘Defensora del Lector’ de El País. Trataré de explicarme.

    2. La base del texto, en la que Pérez Oliva distingue entre columnismo literario y columnismo de opinión, es aceptable y sensata: en el primero se aceptan licencias propiamente literarias; en el segundo, no. Por ejemplo, nos dice, Juan José Millás escribe columnas del primer tipo y se le aceptan sus fantasías; y escribe también reportajes y en ese caso no se le permite fabular.

    3. Milagros Pérez Oliva es profesora de periodismo. Pues bien, incumple uno de los principales preceptos que un periodista o un columnista han de seguir en un diario: cuando hay una polémica no dar por supuesto el conocimiento del lector; no dar por sabido lo que el lector no tiene por qué saber. Pérez Oliva no cita literalmente a Arcadi Espada y tampoco menciona el periódico de la competencia en donde se ha publicado la columna de Espada: El Mundo.

    4. Este es el pasaje en el que mencionay no menciona a ambos: «El propio Javier Cercas habrá podido comprobar esta semana lo amarga que puede ser una mentira y el daño que puede llegar a hacer aunque se vista de ironía, se publique en una columna en la que caben «ciertas licencias» y su propósito sea el de defender o demostrar una supuesta verdad. Me refiero a una mentira publicada en otro diario sobre Cercas. Porque la mentira siempre hace daño. Y cuanto más grande y más atrevida, más dañina es. De modo que, de nuevo, y esta vez en defensa de Javier Cercas, insistiré una vez más en que no, no es lícito recurrir a una mentira para defender una verdad».

    5. No es lícito recurrir a una mentira para defender una verdad, pero tampoco es lícito callar los nombres de los rivales (periodista o periódico) por miedo a beneficiar a la competencia.

  34. «Cercas responde a la Defensora del Lector», El País, 21 de febrero de 2011.

    «Agradezco a la Defensora del Lector que me defienda en su columna de ayer, aunque su desconcertante defensa me obligue a esta aclaración.

    «Jamás se me ha ocurrido decir que es legítimo el uso de la ficción o la mentira en la práctica del periodismo, como parece inferirse de su artículo; eso es un disparate. Lo que yo sostengo es que en determinadas secciones del periódico, como las columnas de opinión, es lícito el uso del humor, de la ironía, de la autoironía, es decir, de determinados elementos que pueden apartar al lector de la estricta verdad de los hechos, de la tiranía de lo literal, siempre y cuando nadie se llame a engaño respecto a la veracidad de lo que allí se cuenta. Pero resulta que la Defensora también defiende algo semejante cuando asegura que la «ficción narrativa» es aceptable en las «columnas literarias»…

    Leer más aquí:

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/Cercas/responde

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