Blog de Campaña de El País (Comunidad Valenciana)
Uno. Ah, los tiempos. Cuando vivíamos aletargados por la fatalidad televisiva, cuando creíamos que todo era inamovible, unos jóvenes airados nos dicen que no. Que es posible salirse, convocarse, reunirse, concentrarse, mostrarse y crecerse. Exigen lo inevitable o lo imposible, según. Pero tenemos alguna experiencia, la magra lección de la historia, y sabemos que estos movimientos no siempre pueden mantenerse por mucho tiempo; no siempre tuercen lo inevitable; no siempre imponen su credo.
Momentos interesantes, fértiles y probablemente pasajeros. Al final, la consecuencia acabará frustrando a los más entusiastas, pues todo acto de intervención que se sale de lo previsto, que se alimenta de objetivos más o menos extremados e imaginativos, termina decepcionando a quienes lo iniciaron. Pero esos actos tienen algún éxito parcial o inesperado o indeseado, un triunfo parcial o insólito que los propios protagonistas no aceptan por insuficiente. Releemos a Max Weber y comprobamos que es así.
Dos. Puerta del Sol, Plaza de Cataluña, Plaza del Ayuntamiento, etcétera: tres espacios públicos de Madrid, de Barcelona y de Valencia que efectivamente han sido tomados por numerosos ciudadanos para mostrar y mostrarse, para dictar la ley del número, la que nos hace pasar de la cantidad a la cualidad. Hay momentos en la vida que tienen dicha índole. Suelen ser actos multitudinarios: cuando nos agregamos, cuando nos reunimos, cuando nos congregamos para hacernos copartícipes del hecho festivo, reivindicativo o expresivo de estar juntos.
Estas concentraciones son algo muy antiguo y a la vez algo muy moderno. Son actos teatrales y son efecto del mundo virtual. Son hechos dramáticos y son lo más parecido a un happening. Los protagonistas son la masa y el ministro del Interior: el responsable de la Policía no quiere crear problemas, sino atemperar. Es acusado por la derecha: se le atribuye el plan y se le acusa de no atajarlo. Claro que hay un plan, pero no urdido por ese ministro tan malvado, sino por jóvenes que salen y se salen, jóvenes que se saben personajes de una representación retransmitida y retratada, glosada y observada.
Tres. Las concentraciones son moleculares. Ocurren aquí y allí y además son a la vez fijas e inestables. Elias Canetti analizó los fenómenos de masas como si de organismos vivos se trataran, como si de un cuerpo con cerebro se tratara. Las masas siempre quieren crecer, decía. Mientras se mantienen como multitudes reina en ellas la igualdad. La masa ama la densidad, pero necesita una dirección: no me refiero a un líder, sino a una meta que impida su desintegración. Ahora bien, la masa y sus actos son sobre todo relatos con planteamiento, con nudo y con desenlace. ¿Con final feliz? Las televisiones retransmitiendo y los ojos del mundo entero escrutando…
Hay numerosos jóvenes que están aprendiendo lo que es la democracia, un sistema imperfecto de procedimientos formales. Hemos oído a un portavoz de este movimiento (15-M) decir que son tantos en la plaza que ya no valen los brazos en alto para votar, esos que agitan festivamente: hay que poner urnas para ejercer el derecho, para expresar por escrito las inclinaciones y las decisiones. Pronto elegirán a sus representantes… De momento no hay un dirigente –todavía no–; ni hay un único portavoz. Es una mezcla de anarquía y moderación, antipolítica y morigeración, utopía yrealismo.
Cuatro. Bien mirado, lo que está ocurriendo es muy antiguo –insisto– y remite a nuestros orígenes culturales, históricos: todo acaba en una Plaza. La muchedumbre físicamente reunida; la masa que reclama derechos que en principio no contemplan los representantes de las instituciones.
La multitud está llevando al límite las propias contradicciones del sistema político democrático y nos reta. Porque si esto ocurriera en El Cairo, el desalojo habría empezado a tiros y habría acabado con muertos. Pero todo esto –no lo olvidemos– no tiene solución que a la mayoría contente: la frustración es inevitable. Habrá elecciones el 22 de mayo y el resultado –decepcionante, siempre decepcionante para las expectativas– no confirmará ni corroborará la acción.
¿Continuará?
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Es difícil desprenderse del pesimismo de la razón, ciertamente. Pero son ellos, esos jóvenes con los que nadie contaba políticamente hace unos días, los que han aparecido y no sólo en Madrid, Barcelona o Valencia, sino en Londres, Buruselas, Melbourne o Ciudad de México. Y tienen que equivocarse, y tienen que desarrollar la tolerancia ante las frustraciones que provoca la tozudez de la realidad ante quienes pretenden modificarla. Y tienen que aprender.
Un ejemplo precioso: «ya no podemos contar las manos en las votaciones, y tenemos que poner urnas». ¿No es magnífico?
Joan, eso, exactamente eso, es lo que he dicho más arriba. Coincido contigo. Perdona la repetición. Literalmente es así: «hay numerosos jóvenes que están aprendiendo lo que es la democracia, un sistema imperfecto de procedimientos formales. Hemos oído a un portavoz de este movimiento (15-M) decir que son tantos en la plaza que ya no valen los brazos en alto para votar, esos que agitan festivamente: hay que poner urnas para ejercer el derecho, para expresar por escrito las inclinaciones y las decisiones. Pronto elegirán a sus representantes…»
Sí, como escuela es fantástico. Ayer la hija de mi compañero vino a cenar a casa directamente de la plaza del Ayuntamiento (yo vivo al lado), y me contaba muy divertida e intrigada, cómo estaba funcionando formalmente la asamblea, y cómo se organizaban en comisiones. Y yo disfrute explicándole algunas cosas y me encantó que ella estuviera allí. Que los partidos de izquierda (todos, todos, todos…) se han ganado a pulso esto que sucede es tan verdad como la vida misma. Algunos lo venimos diciendo desde hace tiempo. Que ver a los jóvenes es emocionante, no hay duda y que la demagogia de otros no tan jóvenes es insoportable, también es evidente. Si la izquierda a la izquierda del Psoe se sube a la chepa de estas multitudes de jóvenes esperanzados y llega en condiciones a los espacios políticos de decisión, me alegraré muchísimo !!! . Veremos si llega. Y veremos si una vez allí nos ayuda a frenar al PP en las generales, o si una vez allí siguen diciendo que PP y PSOE es lo mismo. Que el PSOE aprenda la lección es INEXCUSABLE:…..Los que como militantes del Psoe defendimos ir a la huelga del 29-S y estuvimos en los piquetes de las 8 de la mañana luchando con la policía (recuerdo perfectamente las escenas en correos…) deberíamos ahora decirle a los 100 economistas de ZP: ¡Veis! Y sin embargo, guardamos silencio y observamos porque estamos impactados porque en el fondo sabemo que lo que ha convertido esto es un fenómeno de masas es la «antipolítica, la política como tabú, que tiene en este país profundas raíces…» Si esto sirve para romper el tabú, si esto sirve para convertir la política en un «subject» de masas. Bienvenido sea.Yo no pienso renunciar a pensar aunque me emocione ver a los jóvenes en las plazas llenas
La democracia deliberativa, 2002
«…Es, sin embargo, tarea de todos volver a conceder valor a la palabra modesta, a la palabra argumentada, a la discusión ordenada y democrática, a la cultura razonada como sedimento de la expresión pública y como base de la decisión. La política no es un repertorio de problemas técnicos que deban resolver expertos reservados y en silencio. Es responsabilidad de todos hablar con fundamento, exigirse cultura, formación, preparación y buen juicio. Los expertos suelen ser personajes que discriminan entre ciertos medios para lograr un fin, hacen cálculos y nos indican cuál es la opción más económica. Pero sobre el valor último de las metas nada pueden decirnos y más bien deben callar. Decidir sobre lo bueno, lo deseable, lo políticamente adecuado no es tarea suya, sino nuestra, pero es sobre todo labor, demanda y exigencia de ciudadanos preparados, formados, dotados para la discusión racional. Hay que aprender a leer, cierto, pero sobre todo hay que leer, cultivarse, adensarse culturalmente para poder debatir, para poder respetar al otro y para poder formular algo más que opiniones triviales. A la postre, es de estos ciudadanos formados y exigentes de quienes dependen la fortaleza del sistema democrático y la vitalidad de la discusión que haya en el espacio público…»
http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/democracia
La democracia deliberativa, 2008
«…Por eso, deberíamos “desprendernos del hábito de concebir la democracia como algo institucional y externo», había escrito Dewey en 1939. En efecto, deberíamos adquirir «el hábito de tratarla como un modo de vida personal”, insistía el norteamericano. Leídas hoy y aquí, tal vez esas palabras nos resulten excesivas. En España, la implicación deliberativa de los ciudadanos no es algo relevante. A ello han contribuido, sin duda, los pésimos ejemplos que nos han dado algunos de nuestros representantes: la corrupción pública o los enriquecimientos escandalosos retraen a los ciudadanos políticamente honrados. Pero también desmotivan el estrépito mediático, la estigmatización del contrario, la destrucción semántica del rival: eso es algo bien distinto del debate civil.
“Me inclino a creer», decía otra vez John Dewey, «que la base y la garantía última de la democracia se halla en las reuniones libres de vecinos en las esquinas de las calles, discutiendo y rediscutiendo las noticias del día leídas en publicaciones sin censura, y en las reuniones de amigos en los salones de sus casas, conversando libremente”, concluía John Dewey. Hace unos pocos días estuve con otras personas… en una reunión libre de vecinos. Nos congregamos unos sesenta comensales con el fin de discutir sobre la circunstancia política. Era una convocatoria hecha a través de Internet, por correo electrónico: en red, pues. Tres ponentes debíamos iniciar las intervenciones con nuestra reflexión o crítica. Yo hablé de la manipulación, de la mentira, de la ganga oral que en campaña tan frecuentemente nos rodea. Tras los primeros parlamentos llegó el momento de la cena; después, la serie de preguntas y discusiones que completaban la velada. La tertulia en la que participé tenía algo de conspiración entrañablemente antigua y contradictoriamente liberal. Liberal, en la acepción de Dewey: comunitaria, republicana, progresista. Y liberal en el sentido propiamente español y decimonónico: el espacio público del primer Ochocientos comenzó con tertulias menesterosas en tabernas municipales en donde los ciudadanos hacían comensalismo y liberalismo…»
https://justoserna.wordpress.com/2008/02/20/television-y-deliberacion/
Joan Alcàzar
Sí, sí, si yo me hacía eco de tus palabras. Mi único matiz respecto a lo dicho por ti es que creo ver la situación con un poco más de optimismo que tú (me parece). Aunque no consigan poner el mundo del revés, aprenderán cosas, aprenderán lo difícil que es cambiar la realidad, y lo necesario que resulta valorar cosas que hoy nos parecen banalidades pero que son muy importantes. Como el hecho de poder votar, aunque tengamos que elegir entre cosas que no nos satisfacen.
Marc Baldó Lacomba
Muy lúcido y penetrante. La democracia y las formas, las manos levantadas y las urnas, una lección de historia; la plaza y la fiesta de compartir y de crear con otros, otra lección de historia y vida humana. Pero lo que a mi más me impacta es el rebentón que se ha producido. Salir del abotargamiento, del vivir aletrargados. Siempre se comienza rompiendo la vigilia. Si los humanos no tuviésemos capacidad de soñar no transpasaríasmos nuestro horizonte; sin capacidad para realizar nuestros sueños (o intentarlo), tampoco. Eso es el despertar: «salirse, convocarse, reunirse…». (siempre he pensado que el amargado es aquel que combate sólo chismorreando rumores, quejándose por lo bajini)
Justo Serna
Gracias, Marc. Hay que observar todo esto. No sabemos a qué conduce, a qué nos lleva. Presionan, empujan, desconciertan. No está mal, nada mal. Los efectos sociales y los efectos imprevistos… De paso algunos comentaristas le echan la culpa a Alfredo Pérez Rubalcaba, el gran urdidor. ¿Y por qué no lo ha ideado meses atrás? Pero, insisto, no nos dejemos llevar por los espejismos: la decepción es inevitablemente el resultado. Léase en todos los sentidos posibles. En cualquier caso, si la gente protesta y hace uso de la democracia, espléndido. Un abrazo.
Ana Bru
Maravillosa la irrupción de la juventud, por favor que dure!
Yo llevo muchos años (tantos como los que estoy metida en política) echando de menos a los jóvenes en el compromiso, precisamente porque es a ellos a quienes más afecta. Lo que decidamos hoy, marcará su futuro. Entonces, ¿porqué no se ocupan ni se preocupan por esas decisiones? Salvo algunas excepciones, que no siempre resultan edificantes, los jóvenes se han venido complaciendo en repetir que ellos son «apolíticos», que nada de la política les importa.
El hecho feliz de que ahora se hayan decidido en dar el paso, me llena de esperanza. Nada me gustaría más, antes de que mi vida acabe, que ver a una juventud ocupada y preocupada por su porvenir y por el de las generaciones que les seguirán. Entonces yo sabría con certeza que todo había valido la pena.
¡Ah, pero sobre la esperanza siempre se cierne una sombra! ¿Sabrán estos jóvenes encauzar su fuerza, reconocer la mala hierba en su sembrado? ¿Ignorar cualquier canto de sirena para centrarse en aprender de propia mano, esquivando los errores que sus mayores cometimos; llevar a buen puerto esta espléndida decisión que ahora han tomado?
El debate que llevo conmigo misma, colocada por un lado en el optimismo, pero por el otro en el pesimismo, no sé cuánto tiempo se alargará, pero sé que me dejará exhausta. Ojalá gane mi yo optimista. Porque la juventud es un estado pasajero, el más pasajero de la vida. Y dependerá de lo que haga la juventud actual el escenario de actuación que quede para la juventud de mañana.
Estoy totalmente de acuerdo con vuestras reflexiones. Sobre todo creo como Marc que lo esencial ha sido esta explosión de protesta, la irrupción inesperada de objetivos que aunque simples, parecían lejos de la acción política y del horizonte de lo real: «Democraticemos la democracia» ¡Cuántos nuevos eslóganes para seguir convidándonos desde la izquierda, para hacerlo mejor! y los teníamos ahí a la vuelta de la esquina de nuestra propia memoria ideológica y de nuestra imaginación, casi, casi sin prestarles atención. Aunque yo también parta de la desencantada impresión de que, y cito textualmente a Justo, «la decepción es inevitablemente el resultado»; aunque este movimiento no sirva para nada a largo plazo, qué bueno es ejercer el riesgo de equivocarse en libertad. Lo importante es actuar y dar contenido a esta democracia un tanto anoréxica. Juan
Siento aguarles un poco sus observaciones, levemente optimistas, pero tengo para mí que el efecto de estas concentraciones es un refuerzo del voto al PP. ¿Los electores se van a conmover y van a cambiar el voto por ver unas miles de personas en la Puerta del Sol, de Madrid? ¿O en Valencia? ¿O en Barcelona, con CiU a las puertas de la alcaldía?
No creo equivocarme si les digo que este movimiento espontáneo y espontaneísta aumentará el apoyo al partido conservador: las elecciones que siguen a las oleadas de malestar público suelen dar éxitos rotundos a la derecha. Hay, además, muchos pueblos y ciudades menores con unas clases medias muy castigadas y sobre todo muy irritadas: no son los ‘indignados’. Entonces, la decepción de la que hablaba aún será mayor. Y quizá todavía mayor el desconcierto. Los partidos damnificados siempre podrán echarle la culpa a la distorsión electoral de la última semana.
Si me equivoco, estoy dispuesto a reconocerlo en público. Inmediatamente.
Lo siento.
Seguramente lo que más ha reforzado el voto al PP ha sido la política del PSOE… Lo de estos chavales, de momento, me parece ejemplar y edificante, no les echemos, encima, otras culpas:-)
Yo no echo ninguna culpa. Hablo del «efecto de estas concentraciones», que sospecho será «un refuerzo del voto al PP». Y añado: «¿Los electores se van a conmover y van a cambiar el voto por ver unas miles de personas en la Puerta del Sol, de Madrid?» Pues eso.
Dice, sr. Planas, lo siguiente: «Lo de estos chavales, de momento, me parece ejemplar y edificante». ¿De momento? Yo no echo ninguna culpa –ya le digo–, pero usted, sr. Planas, sospecha de ellos.
Saludos cordiales.
LA democracia es lo que tiene. De vez en cuando se producen períodos extraordinarios de socialización política, que son procesos de aprendizaje colectivo. Ocurrió durante la transición, ocurrió en algunos momentos de nuestra titubeante democracia. Ocurrió también cuando la gente reaccionó indignada -aunque ahora Rajoy pretenda que con ellos no había indignación- contra la guerra de Irak. Estamos en medio de otro período intenso de socialización política. Los jóvenes nos dicen que la democracia no es cada cuatro años, sino todos los días. Sin ciudadanos activos, las democracias languidecen. Bravo por ellos, independientemente del efecto electoral inmediato, esto mejora la calidad de nuestra democracia y obliga a los partidos a hilar más fino.
A ver. Me refería a su acertado comentario de que los partidos damnificados les echen, ellos, las culpas. No, usted ni yo, por supuesto. En cuanto a lo de mis presuntas sospechas no sé a qué se refiere, la verdad. Este viaje de la Plaza al Ágora ya lo he vivido anteriormente…
Ahhh, don Justo, ahora caigo en que se refiere a mi retórico «de momento». Pero, hombre de Dios, no sabe usted lo mucho que siempre me gustó retorcer la gramática? XDDD
Un abrazo!
Hola, Pepe. Ojalá los partidos hilen fino. Ustedes en ‘Volem i Podem’ son los más finos del PSPV. Y no es un piropo: es una descripción.
Sr. Planas. Lo ha pillado: ese ‘de momento’ no es casual… Un abrazo.
S. Serna coincido con su análisis necesariamente no tan optimista, observo con temor las notícias en ésta jornada de reflexión, a mí también me gustaría equivocarme y que los jóvenes que están tan justamente emocionados con lo que están viviendo no se sintieran después de indignados, decepcionados, como nos sentimos muchos al comprobar que pronto habrá que empezar de nuevo, que lo viejo no nos vale, y que mientras encontramos el camino el adversario va a trote ligero alcanzando nuevas metas.
XDDD Quizá nada sea, nunca, casual… qué se le va hacer. Pero de pillado, nada. Mi opinión sobre el 25M ya la dejé esbozada en mi blog:
http://jplanas.blogspot.com/2011/05/indignarse-no-basta.html
Pero hay o habrá más. Para el martes tengo el encargo de adentrarme más en este asunto en marcha del 15M y también en el resultado electoral del 22M. De momento, ni una cosa ni la otra han llegado a su fin. Espero. (De momento, claro;-)
Ayer estaba en la plaza, salundando a un amigo, y de repente otro amigo que venia conmigo, me dijo: ei, no es tu hija la que está hablando por el micro? Y si, era Clara, que con 16 años reivindicaba su derecho de ciudadanía a pesar de no poder votar. Sólo por lo que está aprendiendo estos días sobre respeto, tolerancia y democracia ya habrá valido la pena la experiencia.
Creo que los que hemos militado en la izquierda y vivimos la transición tenemos que dejar cierta soberbia de «vanguardia del proletariado» y escuchar a nuestros hijos y posiblemente aprender de ellos.
No sé si todo este asunto va, finalmente, a beneficiar en la cuenta electoral al PP, de verdad que no lo sé. Sin embargo, hay algo que me hace sentir más entusiasmo por el movimiento del que sienten algunos de ustedes: la plastosa sensación de que todo el pescado estaba vendido antes del 15-M, de que todo ese procedimiento institucionalizado de las elecciones en que se sustancia la democracia representativa iba a llevar a una victoria aplastante del PP, una victoria perfectamente legítima, sí, pero una victoria que es también la de la indiferencia, el mejor aliado que puede encontrar la derecha.
No me preocupa tanto que gane el PP como que eso no nos importe, que las masas, y en especial los jóvenes, no hagan ninguna lectura de ello, como si no hubiera ninguna conexión entre el éxito de un partido que llena sus filas de imputados en casos de corrupción y la vida de la gente. Voy a votar dentro de unos minutos, pero no pienso despreciar la actitud de quienes creen que la izquierda solo puede regenerarse a través de un voto -o un no voto- de castigo. Algunos allegados míos piensan así y son capaces de argumentar su actitud de manera apasionada y convencida. Tienen mi respeto, y no se lo voy a perder llamándoles «apolíticos». Debemos convencerles, pero, para ello, hay que dar cuentas de en qué aspectos de su vida y de la vida de todos va a ser mejor que gobierne en autonomías y ayuntamientos la izquierda que no que gobierne la derecha. Ya sé que está en los programas electorales, pero nada identifica mejor las propias intenciones que lo que uno ha hecho en el pasado, en este caso, lo que ha hecho por ejemplo el PSOE mientras ha gobernado, y aquí, caballeros, mucha gente se siente profundamente decepcionada.
En cuanto al 15-M, un par de apreciaciones.
La acusación de inconsistencia, adanismo o falta de criterios de aplicación es tan superficial como las consignas que escuchamos o leemos en las manifestaciones a personas que, en muchos casos, tienen apenas veinte años. Está surgiendo en Occidente una corriente crítica respecto a la evolución del capitalismo que proviene de Seattle y que fundamenta los llamados Nuevos Movimientos Sociales. El libro de Hessel es, como los documentales de Michael Moore o algunas intervenciones de nuestro Sampedro, algo simplista, pero entren en la página de ATTAC, por ejemplo, o lean al economista Juan Torres y se nos quitarán las ganas de hablar de falta de propuestas.
Yo intento ser coherente. Entre adultos es recurrente la teoría de que nuestros jóvenes son políticamente indolentes, heterónomos y pueriles. He escuchado miles de veces adjetivaciones despectivas de este jaez en los claustros de los institutos. Sin embargo, he comprobado que, cada vez que en el instituto los chavales montan alguna movida, qué sé yo, organizar un concierto, protestar por no sé qué, montar una revista o hasta organizar el día de la primavera o la semana cultural, entonces desde las mismas salas de profesores empiezan a aparecer las trabas y se les dice que no pueden organizar tal o cual otra cosa y que ahora no puede ser y que patatín y patatán. ¿En qué quedamos? ¿Queremos que tengan iniciativa política o nos conformamos con seguir pensando toda la vida que las únicas revoluciones «de verdad» las hemos hecho nosotros?
Yo creo, en definitiva, que la gente joven, antes que estar indignada o reclamar atención y respeto, lo que sobre todo tiene es miedo, está reaccionando ante los trazos tan sombríos que les ofrece un futuro que está, reconozcámoslo, mucho más cargado de incertidumbre de lo que hace pocos años hubiéramos podido imaginar. «Cobrar 600 euros, eso sí es violencia», dice una pancarta. Joder, es que tiene razón el portador de la pancarta, es que con 600 euros no hay quien cree un proyecto de vida. Y luego nos quejamos de que se quedan como eternos adolescentes en casa de los padres más allá de los 30 o que se van de botellón.
No sé, yo creo que esto está haciendo que mucha gente viva y aprenda cosas, y esto es bueno, y crea además un precedente que va a ser muy inquietante en el futuro para quienes son felices con la indiferencia, que es el único verdadero apoliticismo.
Espero que gane la izquierda hoy, pero de una cosa estoy seguro, cada vez que en el futuro se reactiven los campamentos va a ser la derecha la que más se inquiete. Ya lo verán.
Una última cosa, cada vez que explico en clase los orígenes de la democracia me remito a la asamblea de Atenas. Nunca, por más pinturas o testimonios de la época que busque, acabo de hacerles entender lo que era el ágora. Como trabajo de clase pedí que acudieran el fin de semana a las asambleas de la Plaza del Aytmto, ahora rebautizada como del 15-M. Los profesores tenemos un problema, casi siempre somos simplemente gente que habla. Bla, bla, bla, que si la II República, que si los griegos, que si Montesquieu, que si la revolución burguesa…, siempre cosas de ninguna manera conseguimos que asocien a sus vidas nuestros alumnos, pues para ellos la política no es más que los cuatro tipos trajeados de turno que se insultan y se calumnian en televisión. De vez en cuando la vida nos brinda la posibilidad de explicarnos con un ejemplo, un ejemplo que en este caso, lo es en toda la extensión de la palabra. Lo tenemos delante, como pedagogo no pienso despreciarlo.
Debo decirles que viendo las imágenes de Sol, de la Plaza del Ayuntamiento en Valencia y demás ágoras de España, y escuchando sus cánticos y consignas, se me pone la piel de gallina, me siento orgulloso de lo que todas esas personas están reivindicando. Soy un poco romántico y un sensiblero, sí, pero me gusta ver a las personas reivindicando cosas que cree justas en un ambiente festivo y respetuoso. Se me impone la idea, quizá algo ilusa, sí, pero no lo puedo evitar; se me impone la idea, decía, de que la gente, si colabora y aúna esfuerzos, puede cambiar las cosas. Un sueño, sí, pero también una muestra de que nos movemos. Las dudas y el temor inicial que sentía van disipándose, pues toda la gente a la que he oído hablar desde allí me ha parecido responsable y sensata. Veremos, como dije en una intervención anterior, si esto perdura, si mañana la siguen allí, dejándose ver y discutiendo los siguientes pasos a dar.
Sí, es muy posible que todo acabe finalmente en una gran decepción. Cambiando un poco el sentido de lo que decía una poetisa norteamericana (Edna St. Vincent Millay, recogido en el “Manual del pesimista”), la vida no es una decepción tras otra, es la misma decepción que se repite una y otra vez. Los humanos nos ilusionamos y nos decepcionamos, nos solidarizamos y nos desilusionamos continuamente. La clave para la supervivencia está, pienso, en hacerlo todo con mesura y contención. Los que permanecen en la calle y en las plazas están hartos, cansados de aguantar discursos, consejos y advertencias que consideran vacías o tras las que por lo menos advierten poca voluntad política. Esa gente, pase lo que pase, el día de mañana podrá decir: yo estuve allí, lo intenté, no pudo ser pero traté, con mi voz y mis acciones, mejorar las cosas.
Creo que la piedra está ahora en el tejado de los políticos, en especial de los de izquierda: tienen que mover ficha, dejar de hacer gestos para la galería y promover, al día siguiente de las elecciones, algunas iniciativas legislativas absolutamente claras y necesarias para mejorar la democracia. Si este movimiento continúa y la izquierda no reacciona, puede significar un duro varapalo para ellos, pero si asumen las propuestas ciudadanas, puede significar su salvación para las elecciones generales. Entonces esa decepción habrá servido para algo, habrá mejorado un poco las cosas. ¿Y quién sabe? Quizá este movimiento sea un precedente, un signo de que, efectivamente, algo está cambiando en nuestras sociedades.
¿Recuerdan lo que se le gritaba a Zapatero cuando ganó las elecciones?
[…] ya vaticiné el despiste y me comprometí a corregirme en público si me equivocaba. Fue hace dos días, el 21 de mayo, en un comentario que escribí sobre las movilizaciones del 15-M ….: “Siento aguarles un poco sus observaciones, levemente optimistas, pero tengo para mí que […]
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