Blog enlazado por El País (Comunidad Valenciana) 
He leído en la prensa digital y he escuchado en algunos canales de radio y televisión que en Valencia, al lado de Les Corts, la policía empezó a desalojar a los indignados del 15-M. O al menos lo intentó con extrema dureza: excesiva contundencia para echar a unos pocos manifestantes.
Perdonen que me ponga tiquismiquis, pero no es exactamente así. Hay desalojo cuando previamente alguien se ha alojado o instalado en un lugar o casa. En la calle próxima a Les Corts no había nadie acampado. Lo que había eran manifestantes que se habían acercado con el fin de mostrar su disgusto. Se habían concentrado para afear la conducta de los diputados. No sé si de todos o sólo de los relacionados con casos y procesos de corrupción. El resultado es bien conocido y lo hemos visto en televisión: el aporreamiento de una parte de esos manifestantes. Como consecuencia de ello, se montó un Cristo, que se dice vulgarmente. Según el parte posterior, ha habido heridos: diez entre los manifestantes y ocho entre los policías.
La sesión parlamentaria –lo que los manifestantes no vieron ni pudieron ver– resultó bochornosa. Un porcentaje elevado de diputados a los que se relaciona con la corrupción entraron sonrientes e incluso desafiantes en el hemiciclo. Repartiendo saludos, como si de estrellas televisivas se tratara. El presidente de Les Corts juró su cargo poniendo delante un crucifico de madera, un sencillo adminículo que dejó sorprendidos o molestos a una parte de los diputados, al menos a los miembros de Compromís y Esquerra Unida. No se sabe si el grupo de los socialistas valencianos mostró su desazón.
Tras la constitución de Les Corts, los diputados y restantes invitados pudieron disfrutar de unos arroces y de unos mariscos. El arròs a banda o el del senyoret o los mariscos son manjares típicos de la gente de postín o de gentes que se quieren mostrar espléndidas cuando festejan algún hecho. Los representantes de Esquerra Unida no aceptaron el convite, de 18 mil euros, y optaron por abandonar el lugar.
Tal como establece la ley, delante de un Parlamento –constituyéndose éste, además– no se permite hacer presión política. No puedo ir a las puertas del Ayuntamiento a chillarle a Rita Barberá. Si se acepta que yo pueda hacer esto, entonces habrá que tolerarlo cuando la gente de signo contrario acose a los políticos que a ellos les disgustan.
Tras lo sucedido en Valencia hay que preguntarse si la actuación policial fue inevitable. La verdad es que no tengo información, pero las imágenes son desagradables, aunque menos violentas que las de Barcelona. Ignoro cuáles eran las órdenes y qué factor concreto provocó el reparto de mamporros. La circunstancia es confusa, pero como suele ser habitual ha sido aprovechada por Esteban González Pons con gran sentido de la oportunidad.
En esta situación, lo mejor es ser sensatos. Los manifestantes sabían que estaban mostrando su disgusto sin autorización previa y sabían que la ley prohíbe estos actos delante de una institución democrática cuando está constituyéndose o en sesión. Por principio, esto no es represión. Es cumplimiento de la ley que facilita el funcionamiento de las instituciones, de la democracia. Por otra parte, quizá la policía podría haber previsto tales cosas, la deriva de la manifestación, estableciendo tempranamente un cordón de seguridad mayor y una distancia más grande. Eso habría evitado la respuesta violenta, la carga: no tendríamos heridos. La palos han sido tan grandes que alguno parece un Ecce Homo.
Leo en El País un artículo de Patxo Unzueta que es el colmo de la sensatez. Se titula «No hay derrotas definitivas«. En su párrafo final apostilla:
«…«Nuestros sueños no caben en vuestras urnas», proclamaba estos días un letrero de los acampados en la Plaza de Cataluña de Barcelona. Es una hermosa queja que sin embargo parte de un malentendido: la democracia no sirve para dar la felicidad; sus fines son más modestos: elegir a los gobernantes por un periodo limitado. Posibilidad que solo se valora cuando no se tiene o hay peligro de perderla».
Elegimos a nuestros diputados y en el caso de Les Corts han obtenido actas cierto número de representantes que están imputados. Toman posesión con ufanía y lo hacen amparados por un Cristo portátil. Es un espectáculo que me incomoda, que me produce gran violencia. No tengo nada contra la religión católica, pero me irrita la exhibición ostentosa de su fe. He de moderme la lengua y he decirme con Unzueta que no hay derrotas definitivas, que la sensatez volverá a ser sinónimo de la política. Si me vieran ahora: aunque nadie me ha golpeado parezco un Ecce Homo.

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