Covers (1951-1964). Cultura, juventud y rebeldía

Exposición

De septiembre de 2012 a enero de 2013

Sala Thesaurus – Centre Cultural La Nau

Horario: de martes a sábado de 10 a 14 horas  y de 16 a 20 horas. Domingos de 10 a 14 horas.

Entrada libre

Organiza: Universitat de València

Produce: Fundació General de la Universitat de València

Patrocina: Bancaixa

Comisarios: Justo Serna y Alejandro Lillo

 

Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos vive un período de expansión demográfica y económica sin precedentes. A partir de la década de los 50, el nivel de vida de las familias crece imparablemente: América luce con orgullo su supremacía. A la vez teme y se opone a los comunistas, a esos remotos comunistas que se infiltran. Estamos en plena Guerra Fría.

Los estadounidenses alcanzan cotas de bienestar inimaginables unos años antes. Esa bonanza, que está presente en la vida cotidiana de Norteamérica, también se ve en los medios de comunicación. La satisfacción y el logro son portada. Hay ostentación y hay exhibición de riqueza, de prosperidad. La publicidad muestra ropa de vestir y de sport, trajes de espiguilla o vestidos y faldas de mucho vuelo, sombreros para los caballeros y zapatos de aguja para las señoras, joyas que dan luminosidad y gafas puntiagudas, bañadores y lencería fina y de realce.

La revista Life, por ejemplo, recoge con precisión las tendencias de la época. O las comedias televisivas, como I Love Lucy. Pero la publicidad también muestra coches, motocicletas, neveras, batidoras, televisores: todo tipo de aparatos que satisfacen necesidades humanas, pequeños lujos que hacen más confortable y más acelerada la existencia. Vistos ahora, esos complementos y esas máquinas tienen un aire vintage, cool, y hay anuncios que aún hoy nos atraen por su glamour.

Pero la dicha material también esconde o tapa distintos malestares que no todo el mundo advierte. Uno de ellos, nada desdeñable, es el de la juventud americana: jóvenes a quienes se les ve la inquietud y a quienes se les ve con inquietud. Frecuentemente manifiestan descontento, con actitudes de rechazo, para pasmo de sus mayores. Parecen desdeñar lo heredado, lo recibido, el mundo adulto o esa prosperidad de la que se benefician. Y lo hacen vistiéndose de otra manera, uniformándose con indumentarias que los distinguen, luciendo jeans y cazadoras de cuero o pantalones de pitillo. Lo hacen al ritmo de la música, de canciones que expresan sus malestares y sus anhelos: el amor, el cuerpo, el deseo, la velocidad.

La radio y la televisión transmiten el cambio. El porvenir no dura y los jóvenes lo quieren todo ya. Ese afán, ese repudio y esa insolencia llegarán a convertirse en algo característico de las siguientes generaciones. Son rebeldes, muchachos que se agrupan en pandillas, que pilotan, que se afirman, que luchan contra la hipocresía de los adultos: son The Outsiders, como recreará Susan E. Hinton años después (1967) y rememorará Francis Ford Coppola (1983).

De los orígenes de ese malestar es de lo que se ocupa Covers. La Exposición nos pone en ruta, en la carretera: regresar a esa Nación opulenta y nerviosa, necesitada de psicoanálisis, de terapias que alivien. Nos propone volver a ese país en el que se manifiestan por primera vez la inquietud y la rebeldía juveniles tal y como hoy las conocemos. Emprendemos un recorrido por la América de los años cincuenta y primeros sesenta.

En 1951, J. D. Salinger publica The Catcher in the Rye. O como se tradujo en español: El guardián entre el centeno. En 1964, The Beatles y The Rolling Stones llegan a los Estados Unidos para actuar en la televisión, en el Show de Ed Sullivan, y para dar conciertos. Entre ambas fechas, con Marlon Brando como icono salvaje, nacen propiamente lo joven y la rebeldía. Nace también el rock y triunfa Elvis Presley, que mueve sus caderas. Entre mediados de los cincuenta y mediados de los sesenta, James Dean o John F. Kennedy ocupan la escena, son portada y mueren pronto: van a escape, toman drogas o viven el sexo. Es el tiempo de los Beatniks. La revolución de los jóvenes ha estallado provocando hondas sacudidas. Es una explosión cultural que cambia el aspecto, la existencia cotidiana, los modos de vida, los valores. Ya nada será como antes. Pero no todo es grave. Hay alegría, optimismo: como el twist que tantos bailan a comienzos de los sesenta.

A través de esas manifestaciones culturales, a través de la imagen y la apariencia, Covers pretende mostrar el origen de la contestación y la rebeldía, de las ganas de vivir y de morir joven. Con secuencias de películas, portadas de discos, canciones, fotografías y obras literarias, Covers destapará la identidad de aquellos pioneros, sus valores, lo que fue portada, lo que tuvo cobertura: lo que las cubiertas dejan ver y ocultan.¿Cómo era la América opulenta? ¿Cómo eran esos jóvenes rebeldes? ¿Qué música escuchaban y repetían? ¿Qué canciones versionaban?

Cover es versión: reitera algo ya conocido pero a la vez introduce elementos nuevos. Las letras expresan anhelos y confirman deseos. En esa leyenda están la expectativa y la frustración, lo que se repite. La cultura de masas es eso: repetición.  ¿Cómo se presentaban y se nos presentan aquellos jóvenes? De aquellos modelos y de aquellos papeles se han hecho innumerables copias: versiones y réplicas.

En 1959 aparece The Presentation of Self in Everyday Life, de Erving Goffman: La presentación de la persona en la vida cotidiana, un estudio sociológico de la dramaturgia social, de las relaciones y representaciones de los americanos. Todo un teatro. Con guión e improvisación, con música de fondo. Con banda sonora.

Bienvenidos a la América acogedora, familiar y vistosa.  Bienvenidos a los años del rock ‘n’ roll.

Universitat de València, Cultura


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10 comentarios

  1. Creo que el señor Lillo y usted se han pegado -y lo que te rondaré, morena- un currazo bestial, de manera que sólo por ello ya hay que felicitarles sobradamente. Veremos los resultados, pero creo que la cosa promete, que el trabajo ha sido apasionado y honesto y que el tema es enormemente atractivo. Pienso hacer acopio de mi modesto poder de convocatoria para hacer que mis allegados y alrededores asistan a la exposición. Lo vamos a pasar bien.

  2. Un detallazo, sr. Montesinos. Estas palabras suyas son un detallazo. Justamente cuando estamos ahogados de trabajo (la expo y las restantas faenas, claro) –precisamente cuando nos desvivimos con lo que hacemos–, entonces leemos un comentario como el suyo. Esto da alas.

  3. Yo me sumo al comentario de Montesinos. Me consta que el Sr. Serna y el Sr. Lillo han dedicado muchísimas horas a la preparación de esta exposición y de su catálogo y espero que – sabiendo que es un trabajo que no se paga con dinero, porque se necesitaría mucho – la gente que visite La Nau y leo el catálogo lo sepa valorar. Si tiene la misma acogida que el ciclo dedicado a las bandas sonoras, será un éxito rotundo de público y crítica. Yo haré lo posible por difundirla con mis medios.

    Llevo muchos años (prácticamente desde que entré en la UV) yendo a La Nau a ver las exposiciones (muchas tardes trabajando en la Biblioteca Histórica), pero creo que es la vez que más curiosidad tengo por ver el resultado de una. Disfruté mucho con «Los Trenor: la exposición de una família burguesa» y estoy seguro de que lo haré con «Covers». Tengo ganas de leer el catálogo y de ver esas motos y esos discos, esa cultura pop(ular) americana.

  4. No había reparado en ello. Y me parece una buena referencia. Si lo que pretendía, sr. o sra. fffffffff, era ridiculizar el título de la exposición, ocurre lo contrario: da otro sentido. Norteamérica era como una inmensa feria de muestras, con bienes de consumo al alcance. Y nuestra exposición es un muestrario selecto de bienes culturales de los jóvenes. O sea: no.

  5. Los comentarios del señor Montesinos y del señor Fuster son totalmente acertados y más en estos momentos en que buena parte de «la cosa pública» está en riesgo o en entredicho: La exposición que se anuncia es un ejemplo más del esfuerzo, la dedicación y la ilusión de la UV, la nuestra, por difundir cultura y encima no aburrir al personal.
    Ciertamente, a mí me ocurre como al señor Fuster y supongo que por motivos parecidos: «Llevo muchos años yendo a La Nau a ver las exposiciones, pero creo que es la vez que más curiosidad tengo por ver el resultado de una» Lo mismo quería comentar yo («igualico, igualico que el defunto de su agüelico») pero ya que se me han adelantado, puedo asegurar, al menos a mi me consta, que esa curiosidad se ha ido contagiando de manera geométrica durante estas semanas. Por si acaso se me ha olvidado contárselo a alguien, seguiré voceándolo por ahí: ¡Ya falta muy poco: Covers (1951-1964). Cultura, juventud y rebeldía! Is it only rock & roll? Seguro que no…

  6. Muchas gracias, señores. En efecto, como dice el señor Serna, sus palabras de ánimo y apoyo no pueden venir en mejor momento. Nos animan mucho, esa es la verdad.

  7. Me consta que ha habido muchas reuniones, muchas horas de trabajo y, sobre todo, mucha ilusión.

    Sin lugar a dudas va a resultar un exitazo.

    Todo mi apoyo y felicitaciones anticidas a los comisarios.

  8. Gracias, Leda, por sus ánimos. Ojalá salga todo tan bien como usted augura. Le estamos poniendo todo el empeño.

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