Con Bob Dylan

Uno. La prensa ha informado de unos galardones recientemente concedidos. Entre otras personas, Bob Dylan ha recibido del presidente Obama la Medalla de la Libertad. Dichas medallas se entregaron en el Ala Este de la Casa Blanca. No conozco esa parte del palacio presidencial. No la frecuento.

Frecuento El Ala Oeste (1999-2006), serie con la que ahora me evado, gracias al DVD que me regalaron unos amigos. No puedo dar crédito a lo que veo: el presidente Josiah Jed Bartlet y los miembros de su equipo son atractivos, sensatos, irónicos, cultos, bienhumorados, aceptablemente íntegros, humanos.

Digo que no puedo dar crédito porque echo un vistazo a los mandatarios y los magnates que hoy y aquí nos rodean y lamento la mediocridad o la ambición ramplona.

En fin, éstos son los males de la ficción: que te hacen confundir la realidad y lo inventado en un delirio ocasional. Decía Sigmund Freud que de la ficción se sale indemne. No está claro: de los mundos imaginados es difícil volver. Por eso, de esta realidad tan odiosa y heladora procuro mantenerme alejado. Regresemos. Dejemos a Bartlet.

Dos. La Medalla de la Libertad es un premio que corresponde a personas que han destacado en el ámbito cultural, social y político.  El presidente Obama subrayó las cualidades de los galardonados. Le habían cambiado la vida, añadió. Quiso ser especialmente delicado con Bob Dylan. «Obama bromeó sobre el hecho de que su tierra natal, Minnesota, era demasiado fría para iniciar la revolución. Todos rieron la ocurrencia, salvo el cantante que se mantuvo impávido», leo en El País.

La broma dejó helado al cantante, podríamos decir. Se mostró frío, sí, con ese aire desdeñoso o escéptico que tantas veces adopta. Tal vez, «su rostro tiene la extraña propiedad de exhibir todas las edades y las etapas por las que han pasado todos los Dylan. Y eso que los Dylan son muchos hasta la fecha», leemos en Aire de Dylan (2011), de Enrique Vila-Matas. Muchos rostros: fotografiados entre otros por Daniel Kramer. ¿Cuáles?

«El admirador de Woody Guthrie (…), el cantante de protesta, el mesías electrificado, un músico convertido en creyente, un poeta andrógino que revolucionó el folk, el ermitaño doméstico, el gitano divorciado, el Oblomov que se encogía de hombros y al que nada le importaba durante los años ochenta y, finalmente y por encima de todos, el cowboy crepuscular de hoy en día cabalgando hacia no sabemos dónde».

Tres. En cualquier caso, a Obama no le falta razón: la meteorología de Minnesota es extrema. Pero eso es algo ya tópico, algo ya sabido y reflejado por ejemplo en No Direction Home (2005), el documental que Martin Scorsese dedicara a Bob Dylan, al primer Bob Dylan. Allí en un momento dado, el cantante recuerda su infancia y su primera juventud admitiendo que en Duluth (la ciudad en la que nace) y luego en Hibbing (el pueblo en donde crecerá) hacía muchísimo frío. Precisamente por ello,  no podía rebelarse, declara Dylan ante la cámara de Scorsese. Con esas temperaturas tan bajas no podía idearse maldad alguna.

«Para ser malo, realmente malo, tenías que marchar en motocicleta luciendo una cazadora de cuero como única ropa de abrigo», leo en la biografía que le dedicó Robert Shelton (No Direction Home. The Life and Music of Bob Dylan, 1986). Una Triumph y una Perfecto: es lo que el joven Bob había visto en las películas a mediados de los cincuenta, películas ambientadas en climas más benignos. Así se hará fotografiar: con 15 años posaba ya como James Dean, como Marlon Brando, como Elvis Presley.

Pero allí en Hibbing, Minnesota, la meteorología todo lo iguala, reconoce el cantante ante Scorsese. Por ejemplo, ¿a quién se le iba a ocurrir perpetrar un atraco subido a lomos de una Triumph protegiéndose únicamente con una chupa de cuero? No. No había  filosofía, ideología o meteorología a las que enfrentarse…

De todo eso hablamos en COVERS, la Exposición que de la que somos comisarios Alejandro Lillo y yo y en la que participan muchas personas (entre ellas, varios amigos de este blog). Pronto se inaugurará en La Nau (Universitat de València). Tras las vacaciones de verano: antes de que llegue el frío. O antes de que nos quedemos helados.

11 comentarios

  1. Fue curiosa la actitud fría de Dylan cuando Obama lo «enjoyó», no aceptó el tono enrollado del presidente y marcó aún más distancia con sus gafas de sol y gestualidad.

    ¿Cómo interpretarlo? ¿contra el poder, pero aceptando su reconocimiento? ¿es posible que se sintiera intimidado? ¿Qué opina el titular del blog a partir de su conocimiento de la trayectora del personaje (aunque entendería que no quiera meterse en el terreno de la especulación no bancaria)?

  2. Gafas de sol. Es ya una tradición que Dylan se presente con lentes ahumados: propio del gran tímido que es y característico del gran coqueto que también es. Desde joven sabe cuál es su mejor pose, su mejor lado, incluso cuando se muestra desdeñoso, distante o airado. Perdón por tanto adjetivo, pero Dylan se merece muchos calificativos tras tantos años y tantos rostros. Por otro lado es un tipo bien orgulloso. Sabe que tiene cualidades, que es capaz de escribir hondas canciones, perturbadores poemas. Y sabe que a pesar de su edad se conserva admirablemente joven. Siempre ha sido poca cosa: me refiero desde el punto de vista físico. Pero siempre ha sabido mostrar su aspecto más fotogénico. Kramer lo retrató. Otros lo han fotografiado y él sabía cómo presentarse. Suze Rotolo lo indicaba. También Joan Baez. En fin, de estas cosas tan poco comprometidas, tan poco políticas, hablamos en COVERS. Imaginen a la vuelta del verano: todos más bronceados, más guapos. Pues entonces, justamente entonces, empieza la Exposición. Nos llevará a los cincuenta, a los sesenta. ¿A la época de Mad Men? No exactamente. No iremos a Madison Avenue, sino a otra América…

    Como dije meses atrás, No se pierdan esta exposición.

  3. La primera impresión es que, realmente, parece resignado y, quizá, incómodo. Pero me quedo mirando la foto un rato más y entonces se me aparece, además, envejecido y cansado. Quizá sólo está representando el papel exacto, la situación actual, de todos sus sueños…

  4. En cierto modo, intepreto apresuradamente las palabras de Justo Serna, Dylan está haciendo de Dylan, es decir, de la representación pública del Dylan transgresor, que subraya su sello (personalidad rabiosamente independiente y rebelde) pero con la suficiente dosificación para no ser grosero con el presidente Obama.

    Sigiuendo este hilo, Dylan no se deja manipular, con su distante frialdad impide que Obama se apropie de su imagen en beneficio propio, como pretenden todos los políticos, superando en el papel protagonista a éste en el acto. La sonrisa de Obama parece forzada cuando constata que Dylan no le hace el juego y no se presta al «chou» (están en campaña, no lo olvidemos).

    No voy contra Obama (le voy a votar en cuanto me sea posible), pero si es así, me parece muy digna la posición de Dylan, pequeño, envejecido pero resistiendo los encantos del poder.

    Si aquí se da el caso de dos estéticas enfrentadas, gana la moderna, es decir, la más antigua.Tiene gracia.

    ¡Ala COVERS!

  5. Vagando desde el salvaje Oeste / Dejé los lugares que más quiero / creía haber pasado altibajos / Hasta que llegué a Nueva York / Gente que baja a la tierra / Edificios que suben al cielo.

    Invierno en Nueva York / El viento esparce la nieve / Doy vueltas sin rumbo fijo / Se te hielan los huesos / Se me helaron los huesos / El ‘New Yor Times’ dijo que era el invierno más frío en diecisiete años / Yo no tenía tanto frío entonces.

    Con mi vieja guitarra en bandolera / Me acomodé en un vagón de metro / Y dando unos tumbos de muerte / Aterricé en la parte del downtown / Greenwich Village.

    Di una vuelta y acabé / En uno de los cafés del barrio / Salté al escenario para tocar y cantar / Un tipo me dijo: «Vuelve otro día / Cantas como un patán / Y aquí queremos cantantes de folk».

    Conseguí trabajo con mi armónica y empecé a tocar / Echaba el bofe por un dolar al día / Soplaba a rabiar, como una fiera / El tipo de allí dijo que le encantaba mi música / Por un dolar al día.

    Y después de semanas rodando por ahí / Encontré un trabajo en Nueva York / Un local más grande, también más dinero / Hasta me afilié al sindicato y pague mi cuota.

    En fin, un gran hombre dijo una vez / Que ciertas personas te roban con una estilográfica / No tardé mucho en descubrir / A qué se refería exactamente / Mucha gente no tiene qué llevarse a la boca / Pero sí tiene muchos tenedores y cuchillos / Y algo habrá que cortar.

    Así que una mañana, cuando el sol calentaba / Me fui de Nueva York sin rumbo fijo / Me calé la gorra hasta las cejas / Y salí en busca de los cielos del Oeste / Hasta la vista, Nueva York / Muy buenas, East Orange.

    Ésta es la segunda canción del primer álbum de Dylan (‘Bob Dylan’, 1962): ‘Talkin’ New York. En esta pieza manifiesta la dureza de la vida en Nueva York (de eso hablará años después en sus ‘Crónicas’, vol. 1). Habla el rústico que acaba de llegar a la gran ciudad, ese joven que tiene vértigo y que tontamente se engaña queriendo regresar. A su pueblo volverá pocas veces y con su familia tendrá escasos tratos. Los sueños continuaron y el frío de Minnesota, también.

    Ramblin’ outa the Wild West / Leavin’ the towns I love the best / Thought I’d seen some ups and downs / ‘Til I come into New York town / People goin’ down to the ground / Buildings goin’ up to the sky.

  6. Temo, Rogelio, que su deseo no se va a hacer posible, nadie le va a preguntar si votaría usted a Obama porque jamás le dejarán hacerlo. De otro lado, debo decirle que comparto ese deseo, yo votaría a Obama si pudiera. Lo curioso es que no nos dejarán nunca hacerlo a pesar de que lo que ocurra en unas elecciones USA ha de tener incidencia en nuestras vidas casi tanto como en las de los propios norteamericanos, los únicos afectados que tienen derecho a opinar en este asunto.

    Dylan ha sido desdeñoso desde siempre con las jaranas mediáticas, lo cual no quita para que en ocasiones se haya servido de los medios para intervenciones que es difícil saber si debemos interpretar como ironía o como síntomas de una patética incapacidad para envejecer dignamente. La realidad es que, desde los ochenta, Dylan no ha sido capaz de decir nada interesante sobre el mundo. ¿Por qué habría de hacerlo? No tenemos razón para exigirle tal cosa. Dylan captó magistralmente el aliento de una generación que estaba acojonada por si le metían una bayoneta en el estómago en una selva del Vietnam, y que, al compás de la prosperidad y la proliferación de los signos del consumo, creyó ver en el ocaso de las sociedades disciplinarias y las éticas del sacrificio la promesa de unas relaciones humanas más libres y espontáneas, una cultura de la convivencia expurgada de la violencia y de las antiguas represiones que bloqueaban el derecho a la felicidad. Lo de después ha sido demasiado complicado para que el propio Dylan que, obligado a vivir enclaustrado, resguardado en alguna cárcel de oro para protegerse de periodistas y mitómanos, sólo tenía reservas líricas para confrontaciones más básicas.

    Obama se hace el guay delante de Bob Dylan porque es tan hijo como cualquiera de nosotros de aquella revolución cultural y de todas las esperanzas de un mundo mejor que fue capaz de incorporar en torno a sí. Y también porque, paradójicamente -dado que él es mucho más joven que el viejo bardo-, seguimos identificando a los héroes de los sesenta -pensemos en los Stones- como símbolos de un movimiento juvenil. En estos casos, cuando uno no tiene como James Dean o Janis Joplin la delicadeza y el buen gusto de morirse pronto, entonces termina envejeciendo muy malamente, llegando a parecer una momia, como Mick Jagger o Paul McCartney, que cada vez se parecen más a mi abuela cuando se iba a alguna fiesta maquillada como una puerta.

  7. David P. Montesinos tiene derecho a reprochar al Dylan crepuscular su falta de originalidad. Quien ha sido tan grande no merece más que capones. Pero, a la vez, ¿cómo es posible sobrevivir a adeptos y mitómanos?

    Esta semana, Alejandro Lillo yo hemos acabao, acabao, los dos textos últimos que nos faltaban para COVERS. Uno
    dedicado a Dylan y otro dedicado a los Stones-James Brown.
    Tenemos la sensación de que los intelectuales más postineros del Novecientos se han perdido todo lo relevante del siglo XX.

    Menos mal que Tony Judt estuvo en el ello y en el ajo. O en otros términos: estuvo en el ‘ello’, lo inconsciente, lo pulsional. Y estuvo en el ojo, o en el ajo: en el centro de la contracultura, de la que huyó.

    Algún día hablaré bien de Mick Jagger. Cuando tenga su edad, me gustaría ser esa pasa pulsional que él encarna con tanto ardor.

  8. Es cierto que tengo escasas posibilidades de que un obamita me pida mi voto, estimado David, pero aquí estoy y como Facebook y los capos de Wall Street (ayer visioné «Margin Call» y no puedo evitar la califiicación) me han valorado en 100 dólares, imagino que mi voto valdría un porrón más, así que también se lo tomen (en la hipótesis) como una donación para la campaña.

    Es asimismo cierto que Obama, en rigor, pertenece a la cohorte generacional de los babyboomers y la revolución contracultural, pero ¿es miembro o es producto? Porque,¿qué ha hecho Obama de significativo antes y durante su presidencia, además de estimular y producir emociones y sensación de progreso en la afición?

    Por lo que rerspecta a la pésima forma de envejecer de estos «popes», no puedo estar más de acuerdo. Me tiene en vilo pensar que (estacionado el taca-taca por un momeneto) mientras Jagger da saltitos en un escenario se le pueda caer la dentadura postiza. ¡Ay, que yayos están!

  9. Por favor, conténganse un poco, señores. Todo ser humano intenta, en la medida de lo posible -o de sus posibles- envejecer bien. Es natural que todo aquél que lo consigue, o se aproxima, sea envidiado por los demás.

    Este es el motivo de que, algunos, huyamos de los espejos como de la peste. O como vampiros, vaya.

  10. Me meto con seres a los que en realidad amo, no se engañen. Cuando Mick baila parece una señorita Rotenmeier echándonos la bronca, pero yo lo sé porque he visto mil veces videos de sus actuaciones. Y las he visto porque me gustan.

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