¿El ser humano no tiene precio? Yo no voy a incendiar lo que queda de Bankia. Es más espero que no quede calcinada. Digo esto por puro altruismo: allí trabaja gente responsable, seria, concienzuda.
Pero, además, no voy a hacer chistes fáciles con la banca por otra razón. Por puro egoísmo: en primer lugar, por los caudales que me tienen guardados; en segundo término, por el dinero que les adeudo. Cuando todo rodaba, yo no fui engañado por los banqueros ni por los bancarios: soy muy conservador, financieramente hablando: si pedías un préstamo, sabías a qué interés estaba en ese momento. Y si te metías en fondos o en acciones, pues igualmente sabías la hondura a la que te podías caer. No quiero que me den palos. Pero los palos los estoy recibiendo ahora con cada nueva noticia referida a Bankia y al sector financiero.
¿Había alguien ahí, en las alturas,? ¿Había algún directivo de esta o de aquella entidad que dijera cosas verdaderas? No se puede mentir tanto, a tantos y tanto tiempo. Justamente ahora me entero de que un directivo de Bankia se lleva 14 millones de indemnización. Probablemente por mi escasa imaginación económica, este concepto nunca lo he entendido: alguien cobra miles y miles de euros y además consigue un contrato blindado por el que, si vienen mal dadas, recibe un saco de dinero aunque la empresa tenga dificultades. De verdad que mi mentalidad modesta (campesina, pequeñoburguesa, no sé) me impide concebir este ventajismo.
No me refiero a que te indemnicen. Me refiero a los millones de euros. No doy crédito. ¿Alguien ha visto esa cantidad alguna vez? Es posible que el agraciado –por no decir otra cosa– crea ahora que negoció a la baja y que finalmente obtendrá una suma inferior a su capacidad o cualidad. Desde luego, el ser humano no tiene precio. Eso dicen. Pero yo no conozco a nadie que su saber y su valor coticen tan alto: 14 millones. Debe de ser porque me muevo en un plano terrenal. O estoy en el limbo.
Estoy en las nubes y no me entero de lo que todos parecían saber. La derecha económica está a lo que está: a forrarse y a hacer como si ello fuera natural. Y como si los demás fuéramos tontos. Un poco sí, ¿no? Y la izquierda radical está para –católicamente– condenarnos: conozco jóvenes purísimos y viejos sublimes que se sienten ninguneados, que se dan golpes de pecho. Mientras tanto, la gente corriente, los ciudadanos que pagamos impuestos y no somos nada relevantes, exigimos menos purismos o menos impurezas. Reclamamos el orden previsible y mediocre de las cosas.
¡Bendito sea su limbo, don Justo! Que es el mío y el de todas las personas que no participamos de este macabro festín.
No, no, imposible para nosotros imaginar semejante cantidad de dinero. Ni creo que ése -ni ningún otro señor- valga, o merezca tanto. Como tampoco es justo que, aquellos que tenemos la inveterada costumbre de pagar nuestros impuestos, nos veamos perseguidos por la Hacienda pública, cuando le da por decir que no hemos pagado lo suficiente.
Por cierto: esas cantidades innombables ¿están sujetas a tributación, o son netas?
No, no, Sr. Izquierdo; esto no se hace. El Estado va a inyectar a Bankia para su recapitalización 23.000 millones. Qué mala imagen, por dios.
Esto no se hace.
Esto no se hace. Yo insisto: ¿un ejecutivo de medio pelo de Bankia se lleva 14 millones de euros?
Intenten pasarlo a pesetas.
Son 2.329.404.000 pesetas exactamente. ¿Cuántas pesetas por año trabajado?
En ocasión de una semifinal de copa de Europa, a un entrenador le preguntaron cuál es el resultado que le gustaría obtener en el partido de ida. El entrevistador esperaba una cifra de goles «razonable», pero el entrenador le dejó atónito con su poco razonable respuesta: «dieciocho a cero». A continuación le puso cara de «si me preguntas lo que a mí me gustaría, te contesto lo que a mí me gustaría, ¿por qué conformarme con menos?» Bueno, pues con esto de las indemnizaciones me temo que ha pasado algo parecido. Han entrado y les han dejado blindarse con la cifra de indemnización que les haya apetecido. Lo raro es, pudiendo poner la que les apetezca, es que no se hayan puesto todavía más, máxime teniendo en cuenta la especie de desaprensivos de la que estamos hablando, a los que se la sopla que los que terminen pagando sean los probos ciudadanos. ¿Ven la diferencia? A aquel entrenador la realidad le puso en su sitio, no ganó el partido ni por dieciocho ni por nada y el rival le eliminó. En cuanto a los banqueros, ahí no ha habido efecto-realidad, sus sueños se han materializado y se han hecho ricos a costa de dejar los bancos hechos un solar. Lo que a mí me escandaliza no es la cifra que se han llevado -a fin de cuentas, el cielo es el límite de la codicia de un sinvergüenza-, lo que me deja en ese limbo de perplejidad -en mi caso con mucha cara de idiota- al que usted se refiere es que las leyes y las instituciones les hayan dejado.
Por cierto, un maestro el Ministro Gallardón ayer en la SER sorteando las preguntas sobre estos asuntos de la entrevistadora. Todo un ejemplo de retoricismo hueco, buenismo fingido y habilidad para la evasiva, y todo para justificar que no piensan perseguir ni tan siquiera incordiar a todos estos benefactores de la patria.
JS, «Està tot molt mal», El País, 30 de mayo de 2012
El problema no es que se lleve 14 millones. Si los lleva porque su empresa ha ganado 14.000 millones igual se lo merece por su dedicación y esfuerzo en beneficio de la empresa. El problema es que se lleva 14 millones con unas pérdidas de 2.000 a las que, con su dedicación y esfuerzo, ha colaborado, por lo que habría que descontarle, no premiarle. Al tiempo que Bankia ejecuta una hipoteca por una deuda de 24.000 euros, en beneficio de sus accionistas y en cumplimiento de un contrato. Esto es lo que no tiene sentido
Yo entiendo que estas clausulas de contrato se hagan a altos directivos. Supuestamente, es gente altamente cualificada, que puede cometer errores, sí, y perder mucho dinero, pero precisamente si se quiere mantener en X entidad a Y persona se le prometen esos millones para que no lo contrate la competencia (¿y se lleven con ellos a sus clientes?).
Ahora bien, cifra tan desorbitante, en los tiempos que corren, no deja de ser difícilmente comprensible. Se debería perseguir a esta gente, obligar a devolver ese dinero o a invertirlo en el Estado. Como personas, también deberían ser considerados (yo no entiendo cómo duermen por las noches sabiendo que hay millones de parados y ellos que pueden vivir el resto de su vida sin mover un dedo) y devolver el dinero por su propia cuenta.
Ahora pensamos, claro, esque esta gente, lo hagan bien o mal ya tienen la vida solucionada. Pues si, «ahora yo llego a directivo y digo, aquí estoy, no muevo ni un dedo, o hundo la entidad, total, como soy rico…».
¿Dónde está el error? Que se comercializa con el dinero. El dinero es un flujo, un sistema de intercambio, pero se ha llegado a la barbarie de poder comprar dinero con dinero. Cuando se decía que el dinero no crecía en los árboles, se debía haber añadido: el dinero crece del dinero, aunque realmente no se esté produciendo nada. Toda la perversión del dinero está aquí. Esos altos directivos no son tal, sino que deberían ser altos funcionarios responsables en asegurar que todo va bien. Si fuesen funcionarios y cobrasen lo mismo de todos modos, pero tuviesen algún tipo de penalización, no tendrían la osadía de arriesgar.
Aquí lo que pasa es que esta gente gana arriesgando, pierda o gane la entidad. Si sale bien la jugada, pasta gansa para la empresa (el banco), y seguro que un buen pellizco para el directivo. Si sale todo mal, tranquilos, que el papá Estado (el PP) o la mamá (el PSOE) te dará unos ahorrillos.
Y bueno, esto es así. Está claro que hay elementos perversos en el sistema, bastante bien identificados (los economistas lo sabrán mejor que yo). Pero lo peor de todo es que después de lo que está pasando, no sean los propios políticos los que salgan a la calle y lo digan claramente: «efectivamente, está pasando esto, y estamos indignados, pero lo vamos a solucionar, a evitar que no vuelva a ocurrir». No, aquí todos se callan como putas, o a lo sumo protegen el sistema, y la población, que en ellos confiamos, nos callamos, nos quedamos con cara de tontos.
Así son las cosas.