Leo en ‘El País’, ay

¿Nobles? Leo en El País: «OPERACIÓN EMPERADOR. Nobles y empresarios usaban el dinero negro de la trama de Gao Ping. La elmundoalrevespolicía investiga relaciones de famosos con la red. Cree que usaron la trama para traer su fortuna de paraísos fiscales». Vuelvo a leer el pasaje del diario y no doy crédito. Renace una España de pillos y nobles, de pícaros y aristócratas. Estarán orgullosos. «España y yo somos así, señora», dijo don Eduardo Marquina. Mientras tanto, para que los «nobles» luzcan, los funcionarios pagamos a Hacienda. ¿Con qué objeto? Para que una parte de la clase ociosa se dedique presuntamente a papelonear y a ocultar, a exhibirse y a tapar sus vergüenzas. Sí, definitivamente, en Flandes se ha puesto el sol. Estoy descompuesto. Una parte de la nobleza española, a la que suponía con altura de miras, sólo parece perseguir el beneficio. Como burgueses prosaicos. Y además sin contribuir a Hacienda: como vulgares rateros. No me repongo. Años leyendo sobre la nobleza local, estudiando sus comportamientos y de repente caes en la cuenta: la aristocracia adopta conductas absolutamente plebeyas. Ay, Dios, Qué decadencia.

Continuará…

3 comentarios

  1. Un matiz: las clases medias son las que pagan a hacienda, incluidos en ellas, obviamente, los funcionarios, y las clases menos medias (es decir, las que antes se creían medias) se van quedando desamparadas, junto con las más humildes, por los recortes sociales masivos, en parte destinados a compensar el mantenimiento de empresas públicas repletas de clientela política, antiguos altos cargos y empleados públicos sin carrera ni oposición (los «amigos políticos», de nuevo aquí, aunque parece que nunca se fueron como en un plato recalentado de-“autonomía y caciquismo”).

    Por arriba sobrevuelan, como en una romería goyesca o en una zarzuela de nunca acabar o en un coto de caza del viejo franquismo, ese conjunto de pillos y nobles y cajahabientes y merodeadores de palcos de clubs de fútbol, que tan bien describe el profesor Serna, que forman parte, en alianza con delincuentes (de guante ¿blanco?) y mafias políticas centrales, autonómicas y locales, lo que César Molinas, viene calificando y recordando en artículos, algunos aparecidos en El País, como élites extractivas.

    Aclaración: no atribuyo ninguna característica especialmente dañina a las autonomías per se, simplemente, a más administración y más recursos, más clientelismo. Hasta ahora mismo, las administraciones más poderosas, con mayor maquinaria y presupuestos, son las autonómicas, mientras que las administraciones claves en el viejo estado liberal español eran las diputaciones y ayuntamientos. A cada nueva administración, le corresponde un nuevo modo y asiento de la corrupción. Parece mentira, pero haber estudiado a los oligarcas y caciques del siglo XIX y XX nos permite, además de asombrarnos más de lo previsible, poder interpretarlo con marcos de referencia e interpretación no muy desajustados.

    Saludos

  2. En efecto, Rogelio, las autonomías no son atacables «per se», sino en función de su mala administración. Cuando se «inventaron» yo pensé -y supongo que todos- que significaban distribución: de responsabilidades, de trabajo, de medios. Luego resultó que quedaron en duplicación y hasta triplicación de cargos, de gastos, de funcionariado, pero las responsabilidades se diluyeron como azucarillos en café hirviendo.

    En cuanto a esas «clases altas» -que yo calificaría como «baja estofa»- que se están dedicando a «blanquear» su dinero evadido a través de la mafia china, no me resulta nada extraño. Siempre se ha dicho que el rico lo es porque no desperdicia ni un céntimo de lo que tiene. Añádanse los «nuevos ricos», que lo son en base a lo que esquilman de las arcas públicas… en fín, ¡qué país!

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