3 comentarios

1. Siempre me han interesado y emocionado las aventuras de Pinocho. Desde pequeño me sentí atrapado por la novela moral de ese homúnculo que descubre el mundo a fuerza de mentiras. Y aún le digo más: llevo como fetiche cultural una figurilla de dicho personaje, que compré en un viaje a Florencia, colgando del retrovisor del coche. En ese mismo viaje incluso me acerqué como un turista más hasta el pueblo de Collodi a modo de homenaje a mi infancia y le compré a mi hijo una edición preciosa del libro de marras. Ese es el volumen que he ido a remirar al leer su «Habla, mudito» de hoy. ¿Por qué me ha dado por ahí? Yo qué sé, ya hace mucho tiempo que no me analizó lo suficiente, ni dejo que otros lo hagan por mí. Lo que si que tengo claro es que primero: a Pinocchio, le crecía la nariz cuando mentía (menuda ventaja para aquellos a quienes pretendía engañar ¿No, Don Justo?). Segundo: Aquel trozo de madera tenía conciencia y cada vez que miro a mi alrededor, encuentro menos grillos. Tercero y último: Las aventuras que Collodi publicó ya hace más de 130 años se conocían también como la ‘Storia di un burattino’ y, como usted bien sabe, en castellano quedaría el asunto como la historia de una marioneta. Pero todo esto, seguro que es producto de la mente de un masón, como el mismísimo Collodi.
   Un abrazo.

2. Preciosa historia. ¿Sabe que de pequeño la historia de Pinocho me tenía traumatizado? (¿O será mejor decir ‘mosqueado’). Probablemente porque tenía miedo de que me creciera la nariz. Luego, de adulto, he vuelto a leer la historia de Carlo Collodi: en este caso, utilizando como falsilla el libro de Carlo Ginzburg titulado ‘Occhiacci di legno’ (‘Ojazos de madera’).

   –Occhiacci di legno, perchè mi guardate così?

3. ¿El que calla otorga?

   Seguramente encontremos la respuesta o nos aproximemos a ella leyendo «La farsa valenciana». Creo que es un magnífico documento esclarecedor.