A José-Carlos Mainer
Uno. Momentum catastrophicum. Así, con esta fórmula, titula Pío Baroja una de sus conferencias luego publicada por Caro Raggio y recientemente reeditada. Data de 1918 y es un examen sarcástico y dolido de la España de entonces, el examen de un anarquista sentimental y racional, de un individualista pertinaz.Siempre me ha interesado Baroja y es un gusto que comparto con muchos e importantes lectores. Con Eduardo Mendoza, que escribió una biografía muy socarrona del vasco. O con Francisco Fuster, que escribió una tesis doctoral muy valiosa sobre El árbol de la ciencia (1911)..
Tres. Pero su sueño vasco, local y universal a la vez, era pensar en una futura República del Bidasoa. Nada menos… No era partidario del nacionalismo, ya digo, y era celosamente contrario a toda separación. Qué se le va a hacer…
Pero, puestos a soñar con independencias, su quimera es muy aseada, nada historicista y nada utópica: él podía pensarse en «un pequeño país limpio, agradable, sin moscas, sin frailes y sin carabineros». Sin trepas, sin logreros, sin sectarios, sin fanáticos.
¿Imaginan? Podría tener el tamaño de Gibraltar, pero no es Gibraltar. Podría tener el tamaño de Andorra, pero no es Andorra, según Baroja advierte.
En realidad, el tamaño no importa. Únicamente necesitamos un país limpio, agradable, sin moscas, sin frailes y sin carabineros. Sin trepas, sin logreros, sin sectarios, sin fanáticos.
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Fotografía: Santos Yubero, 1941

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