He leído y he escuchado los mensajes de apoyo de la Reina Letizia y de Su Majestad Felipe VI a un presunto vivales, a un señor ricachón que utilizaba una tarjeta black. Wompy Wolly, Compy Yogui. O algo así.

Ay, qué pena más grande. Ay, qué dolor. Qué vergüenza… No es que te salga rana un amigo. No es que te engañe un presunto delincuente. Es…, cómo decirlo: es que un listo engaña a los monarcas. ¿O estaban en el ajo?

–No, no –me digo.

No nos merecemos esto. Queríamos gerifaltes modernos. Tras Borbones que voluntariamente confundían el patrimonio real con sus cuentas privativas; tras soberanos que traficaban con negocios particulares; tras los miles o millones de reales de vellón sustraídos por monarcas sin escrúpulos, lo de Doña Letizia y Don Felipe es un misterio abracadabrante o una más de las estupideces que cometen quienes se creen a salvo.

Mi señora esposa y su señora hermana, dos historiadoras (puaj), han escrito un libro sobre el Patrimonio Real. Se trata de un volumen que publica Akal. Patrimonio Real: a no confundir con las propiedades privadas, privativas, de los reyes.

En estos momentos vuelan camino de México. Allí van a presentar y mostrar los frutos de su investigación. Espero que no les pregunten por nuestros soberanos.

¿Por qué, señor, por qué? ¿Por qué los monarcas españoles han sido tan manirrotos, tan espléndidos con sus amigos negociantes? ¿Por qué, señor, por qué?