15-M. ¿Tomar la calle?

Crónica, dudas y reproches

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Breves lecciones electorales, 7

Uno.

Hace cinco años, en la Puerta del Sol y en otras plazas españolas se reunieron espontáneamente y convocados a través de las redes un sinnúmero de individuos. Manifestaban un hastío, una protesta frente a los poderes constituidos, frente a las instituciones. Al decir de aquéllos, que no abandonaron la concentración durante semanas, la democracia española estaba secuestrada por los privilegiados, por los políticos de coche oficial y moqueta. Entonces reflexioné al instante, de manera urgente. Lo que ahora escribo es deudor de aquello. Me expreso literalmente y entonces lo entrecomillo si pertenece al momento.

«En alguno de los manifiestos que han publicado los concentrados del 15-M se declararon «ciudadanos normales»…»

Llamaba la atención ese calificativo con el que se identificaban. Eran normales. Es decir, eran público municipal y espeso, eran gente corriente, eran una plebe sin privilegios.

Si hemos de creer lo que ciertos comentaristas y editorialistas dijeron, algo nuevo, muy bonito y muy grande estaría surgiendo: «un movimiento espontáneo de españoles airados, de jóvenes sin perspectiva y de mayores laboralmente desahuciados. Sería algo así como la sociedad en movimiento. Todos ellos habrían dicho basta decidiendo salir a las calles para protestar festivamente contra los polítcos, los banqueros. Serían así, en general, los corruptos».

Percibí entusiasmo en algunos editoriales que veían con esperanza, un movimiento aparentemente espontáneo de una sociedad civil musculosa. En El Mundo del 16 de mayo, por ejemplo, no podían reprimir la simpatía que el movimiento les despertaba:

«Ayer comprobamos por qué los ciudadanos ven a los políticos como uno de los principales problemas sociales, según reflejan tenazmente las encuestas del CIS. Miles de españoles salieron a la calle en varias ciudades convocados -sobre todo a través de las redes sociales- por Democracia real ya, un movimiento formado por «ciudadanos normales» preocupados por la corrupción política y la indefensión ante la crisis económica y social. Deberían hacer caso los dirigentes a estas manifestaciones de malestar ciudadano. Internet hace que movimientos que antes era casi imposible que se estructuraran, ahora sea fácil que lleguen a muchas personas, que se pueden organizar sin demasiado esfuerzo. Ayer, por ejemplo, Democracia real ya fue trending topic en Twitter. Esta pujanza de la sociedad civil debe servir para que reaccione una clase política cada vez más enrocada en sí misma».

Eso decía El Mundo.

Por correo electrónico varias personas me preguntaron entonces mi parecer sobre ese movimiento. Mi respuesta era, como casi siempre, escéptica ante lo nuevo y lo jamás visto. No nos engañemos: lo inaudito suele ser algo viejo y con problemas bien conocidos.

Entiendo que hubiera y siga habiendo mucho malestar por la crisis económica y por el mal ejemplo que algunos responsables políticos estaban y aún están dando. Entiendo que las instituciones democráticas sean mejorables, pero no compartía ni comparto un cartel que tenga como lema «Democracia real ya» y no aceptaba ni acepto que los convocantes se comparasen con los revoltosos de Egipto, con los pobres revoltosos de Egipto, por ejemplo.

«¿Es que acaso una dictadura bien engrasada y una democracia defectuosa son lo mismo?», me preguntaba. «Me resulta muy desazonador que la rebeldía se exprese así, sin distingos».

Convocados a través de las redes sociales, los manifestantes de esos días acudieron a las concentraciones en distintas ciudades españolas. Llevaban una cartelería muy apañada. Como de manifestación norteamericana. No eran sábanas o banderas. Eran cartones bien ensartados en palos de madera con eslóganes muy medidos para rimar y entonarse. Todo muy aseado, ya digo. Resultaba difícil creer que esos carteles, tan parecidos, surgieran como por ensalmo. Pero, en fin, lo aceptaré.

Pude ver la concentración de Valencia, junto a la Glorieta. Había un tono festivo, ruidoso, con ese tam-tam antisistema que enardece o cansa, según. Y pude escuchar declaraciones de algunos de sus líderes espontáneos. Espontáneos ¿Qué quieren que les diga? Creo que es intolerable condenar a los políticos, a todos, como corruptos. Las manifestaciones de estos líderes son generalizaciones, afirmaciones nada precisas y son un síntoma.

«¿Pero por qué he de creer que un movimiento espontáneo resolverá los problemas de los partidos?», me decía entonces.

Es más: «En una concentración, en un ejercicio de democracia directa o asamblearia de «ciudadanos normales», siempre puede surgir un demagogo que aproveche los humores, los malos humores, a ritmo de tam-tam. ¿Y el entusiasmo que muestran los convocantes? La verdad es que el entusiasmo en política siempre me deja frío o sencillamente me inquieta».

“Sólo es posible mantener charlas enjundiosas con los entusiastas que han dejado de serlo”, dijo en cierta ocasión E. M. Cioran. Es con esos con quienes se puede hablar. “Serenados al fin, han dado, por gusto o por fuerza, el paso decisivo hacia el Conocimiento, esa versión de la decepción”.

Lo siento. Pero pienso exactamente lo mismo. Yo soy una persona de orden (¿un integrado?) que no sabe hablar con entusiastas, con gentes arrebatadas que entonan cánticos antipolíticos. El resultado es francamente dudoso. Espero a que se serenen. Sus líderes espontáneos los decepcionarán. Y la crisis seguirá.

Dos.

«No lo pongo en duda: entre los indignados de este movimiento llamado 15-M, que pretende tomar la calle, hay gente sinceramente irritada. Con motivo. Pero estoy seguro de que hay otra gente gente que aprovecha la ocasión para enredar, para despistar y confundir aún más a los votantes de izquierdas. Como sospecho que hay gente antisistema que ve una oportunidad para hacerse oír. Leo el Manifiesto titulado Democracia real ya y su mismo arranque me produce estupefacción».

Decía así:

«Somos personas normales y corrientes. Somos como tú: gente que se levanta por las mañanas para estudiar, para trabajar o para buscar trabajo, gente que tiene familia y amigos. Gente que trabaja duro todos los días para vivir y dar un futuro mejor a los que nos rodean.

«Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie».

Etcétera, etcétera. Aumentaba mi estupor al leer después una nota que hizo pública Europa Press el día 17 de mayo a propósito de dicho movimiento en Valencia. ¿Cuál era el titular? «Simpatizantes del movimiento 15-M acampan frente al Ayuntamiento de Valencia». La noticia recogía las intenciones, los objetivos, las declaraciones de los acampados. «La releo y no salgo de mi asombro. Entre otras cosas dice esto:

«Una veintena de simpatizantes del colectivo ‘Democracia real YA’ (DRY) están acampados frente a la plaza del Ayuntamiento de Valencia, donde permanecerán hasta las elecciones autonómicas y municipales del próximo 22 de mayo, con el objetivo de mostrar su rechazo a la gestión económica puesta en marcha para superar la crisis y reivindicar un nuevo modelo político, económico y social. Según han comentado uno de los portavoces de esta iniciativa a Europa Press, «el sistema tiene que cambiar», ya que en este momento «no existe ninguna opción por la vía democrática». Por este motivo, ha emplazado a «cambiar las leyes electorales»…»

Según esa nota, los simpatizantes «permanecerán hasta las elecciones autonómicas y municipales del próximo 22 de mayo».

«¿Y por qué sólo estarán hasta el día de las elecciones?, me decía. «¿Es que acaso el 23 respiraremos con alivio? Si se trata de mostrar rechazo a la gestión económica de la crisis y de reivindicar un nuevo modelo, no entiendo por qué se retirarán al día siguiente? Escaso aguante para tan grandes objetivos, dirá el quisquilloso. ¿O es que sólo hay metas inmediatamente electorales? Por otro lado eso de cambiar «el sistema» es un propósito bien intencionado pero muy abstracto, la verdad. Además, la palabra «sistema» tiene tan mala prensa que, si se dice, inmediatamente provoca adhesiones», añadía.

«Ustedes me perdonarán, pero dicho así, el sistema, me evoca el título de una obra homónima de Mario Conde. ¿La recuerdan? Se llamaba precisamente ‘El Sistema’. Qué curioso: un banquero que casi revienta el orden financiero español publicaba un volumen incendiario cuando lo pillaron con las manos en la masa. Lo dicho, no hay mejor enemigo que «el sistema».

En fin. «Los parados, los subempleados y los jóvenes precarios se merecen algo mejor. ¿Una utopía de segundo orden? Creo que no. Creo que nos hace falta una dosis mayor de realidad. La circunstancia es grave y tomar las calles provoca efectos muy teatrales. En todo caso, si las causas estaban antes del 22 de mayo, no sé por qué han de desacampar cuando acaben las elecciones.

Piénsenlo los simpatizantes valencianos del 15-M: quizá deban seguir frente al Ayuntamiento y frente a la Generalitat; quizá deban mantener la tienda de campaña. El día 23, ambas instituciones aún formarán parte del sistema…

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