Uno. En 2013, en el ‘Bestiario español’ decía esto:
«…Y sé que Mariano Rajoy ha demostrado ser una vez más un estadista accidental. Está aquí como podría estar en Matalascabrillas del Duque ejerciendo su profesión de registrador. Lo malo es que Matalascabrillas es un invento de Forges.
Igual que Mariano Rajoy es un resistente de tebeo, como para no morir. Como Carpanta, aquel héroe de la historieta, ideado por Escobar. Pero atención: Carpanta duró décadas. Sólo le bastaba con ingerir accidentalmente. Vivía bajo un puente, sin cariño ni oficio. Únicamente pensaba en ingeniárselas para sobrevivir.
Mariano Gasoil, que dice un familiar mío, resiste (como los motores diésel) y se las ingenia para sobrevivir. Nada más».
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Dos. En 2016 digo esto:
Nada más o nada menos. Los motores diésel efectivamente resisten. Pero las piezas que rodean y completan el automóvil no aguantan el paso del tiempo. Ni siquiera el tiempo de un plazo prudencial.
Los plásticos se quiebran, la chapa se
oxida y se perfora, la correa de distribución puede romperse, el reprís pierde gas o fuelle, el aire acondicionado tiene escapes hasta averiarse. Vamos, que con los años es ya un coche viejo.
Eso es Mariano Rajoy: un coche viejo de diésel en el que nunca hubo turbo. Como un vehículo ya desvencijado que estuviera en permanente ralentí o marchara ya una velocidad extremadamente baja que pone en peligro a los restantes automóviles.
Él va la suya y sabe que puede alcanzar su meta prácticamente sin moverse sin importarle desesperar y exasperar a los restantes conductores y al público que vino a contemplar el rápido curso de los acontecimientos.
Ahí lo tienen: tomándose su tiempo, anormalmente largo, provocando riesgos, haciéndonos enloquecer.