Por qué importa Sinatra

Hace unas semanas, quizá meses, adquirí en la Llibreria Ramon Llull unos pocos volúmenes de Libros del Kultrum.

Almudena y Francisco disponen entre sus anaqueles de un exquisito fondo de obras musicales de este sello.

Alguna de esas piezas la he regalado: por ejemplo, Q, la autobiografía de Quincy Jones, el gran productor norteamericano.

No son volúmenes de mucho tamaño ni de colorines, sino obras hechas con mimo, objetos culturales y materiales de tacto fino y rugoso a un tiempo.

Son tan sencillamente bellos que uno no querría estropearlos con el uso. Nutren la vista y el espíritu, y siempre valen la pena.

¿Pena?

Pena, ninguna. Es verdad que no son exactamente baratos, pero el placer que experimentamos al tocarlos, al pasar sus páginas, no tiene precio.

Entre los volúmenes que compré en la librería hubo uno que yo ambicionaba tener desde hacía tiempo. Digo bien: ambicionaba.

Se trata de una obra aparecida originariamente en Estados Unidos en 1998 e inmediatamente traducida y publicada en México.

Me contuve.

Por fin, tras años de espera, Libros del Kultrum ha acabado por editar en España aquel volumen que se tituló Why Sinatra Matters.

Se trata de un ensayo biográfico escrito por un gran autor, un oficiante del mejor y ya clásico Nuevo Periodismo: Pete Hamill, fallecido en 2020.

Fue un narrador de sabia habilidad, a la altura de Gay Talese o Truman Capote.

No fue amigo de Sinatra. Menos aún “íntimo y confidente” o “compañero de correrías”, como equívocamente se dice en la edición en español. Simplemente tuvo acceso a él y coincidieron en distintas ocasiones.

Sin lugar a dudas alcanzaron alguna familiaridad nocturna y etílica. Eso sí, sin que las intimidades respectivas se desvelaran.

Ya se sabe que los varones elegantes de las viejas masculinidades eran muy cautos hasta con sus conquistas.

Sin embargo, Sinatra simpatizó con Hamill hasta el punto de proponerle que fuera su autor. Vamos, que le escribiera sus memorias.

De haber hecho tal cosa, de haber sido su escriba, entonces sí, entonces la cercanía habría sido máxima. Pero tal posibilidad no se consumó. Una pena.

¿Pena?

Podríamos parafrasear al clásico: allí donde está el fracaso nace lo que salva. Tras la muerte del cantante en 1998, Hamill escribió un bello, un bellísimo libro dedicado al crooner.

Hamill se vio impelido a contar al mundo ‘Por qué importa Sinatra’.

Ahora se edita por primera vez en España, con nueva introducción del autor (escrita cuando se conmemoraba el centenario de Sinatra en 2015).

En sus páginas nos habla de esas relaciones personales que no llegaron a la máxima intimidad.

Pero, sobre todo, nos habla de la figura publica y privada del crooner con una autenticidad y una elegancia que nos llevan al arrobo.

La pieza en su conjunto es deliciosa. No traza una semblanza ditirámbica de Sinatra, aunque —eso sí— Hamill deje aflorar su afecto, su sentido recuerdo.

Pero, sobre todo, radiografía la figura del crooner a lo largo de los años gloriosos o menos gloriosos de Sinatra dentro de la cultura y la música populares.

Es, sí, un homenaje. Ahora bien, el autor no esquiva los aspectos menos brillantes o simplemente desastrosos de un crooner al que millones de personas idolatramos.

Nos habla de su familia emigrante y de su instalación en Hoboken, Nueva Jersey. Nos habla de su políglota, inteligentísima y adorable madre, Dolly.

Nos habla del Ku Klux Klan, del racismo, de la xenofobia y de lo que significaba ser de origen italiano.

Nos habla de la mafia y de sus relaciones con la política estadounidense, la Ley Seca, la Depresión, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, etcétera.

Nos habla de sus cualidades, de su especialísima dicción, de su singular fraseo, del amor, de los enamoramientos, de la soledad, de la lealtad, del éxito, del fracaso.

Y, por supuesto, nos habla poco, muy brevemente, de sus ternos y sus sombreros, el colmo de la elegancia.

En este libro, Frank Sinatra cobra una dimensión humana que lo hace entrañable y, por momentos, antipático.

Vemos al artista refinado y al hombre frágil y bronco, aquejado de soledad, dolores y amores.

Vemos al italoamericano que luchó contra la discriminación y al demócrata que se volvió increíblemente republicano.

Y sobre todo, mientras leemos este libro, suenan en nuestro interior las piezas más memorables que Sinatra cantó como nadie.

Las piezas, en fin, que Hamill cita abundantemente. He repasado los álbumes originales y he visto que los tengo todos en diferentes soportes, así como una literatura que me desborda. Tal es la idolatría.

Sinatra tuvo muchos secretos y, por supuesto, habilidades reconocidas. Quizá una de ellas fue cómo conseguía adueñarse de una pieza que él no había escrito, pero sobre la que volcaba sus estados de ánimo.

“Habitaba la canción”, dice Hamill, “del mismo modo que un actor llega a habitar un papel, a menudo inyectando su propia vida a la música”.

Por eso, aún vive. Por eso importa.

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