Para combatir el horror de las aguas devastadoras, quisiera introducir algo de comedia en esta circunstancia. Aludiré al Diluvio Universal. Ustedes sabrán perdonarme.
Para ello me valdré del concurso involuntario de Ignacio Martínez de Pisón. Escribe el novelista una sensatísima e irónica columna, “El pipiribipipí”, sobre el vino y, más en general, sobre el alcohol como tradición de la cultura.
En dicho artículo, Martínez de Pisón nos recuerda la historia del vino, la exaltación del ‘carpe diem’. Y no sólo en la cultura judeocristiana.
Precisamente cuando habla de esta tradición alude de pasada a Noé: sí, el del Arca y el Diluvio Universal. Y se refiere también a la melopea que este longevo patriarca (setecientos y pico años) agarró tras descender de la Nave y plantar viñedos para obtener uva y vino, etcétera.
Martínez de Pisón me ha hecho recordar no sólo el Génesis y el Antiguo Testamento, que de niño yo leía con unción. Me ha hecho evocar un divertidísimo capítulo de Una historia del mundo en diez capítulos y medio (1990), de Julian Barnes.
Me refiero a aquel en que el autor le da la vez y la voz a alguien (no diré a quién) para narrarnos el suceso del Diluvio Universal y el asunto del Arca.
El narrador es “El polizón”, el polizón en el Arca, claro. El relato que de la gesta nos proporciona no es épico. El polizón cuenta cosas muy secretas, poco edificantes, de Noé, de las que apenas se dice nada en el Génesis.
De hecho, la imagen que el polizón nos transmite de Noé es deplorable.
Según dice, Noé no era más que “un viejo bribón con un problema de alcoholismo que estaba ya en su séptimo siglo de vida”. Nada menos.
Y, además, más que una melopea, en el Arca y fuera del Arca hubo episodios de borracheras descomunales para escándalo de su hijo Cam.
Como dice expresamente el polizón: “…y…, bueno, un hombre de seiscientos cincuenta y pico años desnudo y tirado en el suelo en un estupor alcohólico no es una visión muy agradable”.
Pero no solamente era el problema del alcohol. También era su mal carácter. Ah, y sus brotes histéricos y la crueldad con que trataba a los animales acogidos.
“¿Que eso no encaja con vuestra versión de las cosas?”, nos dice el polizón a los lectores. “¿Que siempre os han hecho creer que Noé era sabio, recto y temeroso de Dios y yo lo he descrito como un bribón histérico con un problema de alcoholismo?”
Según admite el polizón, “las dos opiniones no son enteramente incompatibles. Pongámoslo de esta manera: Noé era bastante calamitoso, pero tendríais que haber visto a los demás”.
Madre del amor hermoso.
El representante de una especie muy-muy particular… se cuela de rondón en el Arca. ¿Particular? No lo revelaré, en fin, pero dada su naturaleza difícilmente Noé podía admitirlo.
El polizón nos detalla con verismo fiel lo que ‘verdaderamente’ ocurrió más allá de la parquedad del Génesis.
Esto es de agradecer. Como son de agradecer la genialidad de Julian Barnes y la sutil ironía de Martínez de Pisón en “El pipiribipipí”.
———
https://www.facebook.com/share/p/8NVKpU1Sj7yA7hDC/?
———

Grabado de Gustave Doré (1832-1883)

Deja un comentario