Como era de esperar, el primer comentario hostil que podia recibir mi libro Fernando Savater. La deriva de un intelectual (Sílex ediciones, 2024) tenía que proceder de The Objective.
Ese diario digital acoge con redoble todo lo que sea antisanchismo primitivo y, de paso, resulta hospitalario para quienes abdican de la izquierda.
El Fernando Savater actual, ya muy anciano, según él mismo admite, ha devenido un antisanchista primitivo. Ya en la vejez no le queda vestigio alguno del progresismo que dijo profesar.
Debe de ser duro llegar a la edad provecta para finalmente descubrir que buena parte de lo que defendiste eran tópicos izquierdistas. O eso dices ahora.
La crítica a mi libro por parte de José Antonio Montano está hecha con desgana. Comprendo el marrón con el que ha tenido que cargar: defender a su ídolo para descargar de faena al maestro.

¿Quién es Montano? Es un periodista chistoso al que le gustan las burradas e incluso proferir cosas en las que no cree, aunque sólo sea para llamar la atención. Así, con estas palabras se reconoce.
Con él tuve tratos superficiales y ásperos hacia 2004 o 2005, cuando frecuenté el NickJournal del blog de Arcadi Espada, convertido pronto en una sentina.
A aquel Montano le perdí la pista. Nada de lo suyo me interesó, salvo su ocupación más bizarra: la de seguir siendo palmero de Arcadi Espada.
Montano parece haber encontrado ahora motivo suficiente y bien justificado para ocuparse de mí. De mí, no. De Fernando Savater, que es intocable y al que sus acólitos deben defender.
Si quieren que les diga la verdad, tengo la impresión de que Montano no ha leído el libro. Como mucho, ha espigado fórmulas o expresiones entre sus páginas para así extraer alguna cita literal y alguna idea suelta.
Es más: no sólo no lo ha leído completo, sino que, incluso, tiene serias dificultades para averiguar a qué género pertenece mi libro. Piensa que el volumen habla de mí y se equivoca.
Habla de una o dos generaciones que leyeron al Savater más chisposo o chispeante y que ahora se abochornan con sus furias verbales. Es toda una derrota.
Savater ha perdido el norte y la dirección, y durante años ha estado marchando a la deriva. Felizmente ha recalado en The Objective, el último refugio de socialdemócratas y progres que dejaron de serlo.
En ese navío de gente venida a menos, Juan Luis Cebrián sería un capitán agraviado para quien casi todo el mundo es idiota. ¿Y Antonio Caño? Pues un grumete aún meritorio a pesar de la edad avanzada: es decir, que no aprende a despecho de sus maestros.
Lo que escribe Montano es flojo. No parece estar dotado para la prosa cipotuda, la de los machotes que hacen guardia. Ni siquiera la ojeriza que mi libro o yo le podamos despertar, le permiten volar alto.
Quien lea esa reseña desde la frialdad y la distancia, pensará que el libro debería estar dedicado a Pedro Sánchez, que como se sabe es lo peor que le ha pasado a España desde Viriato.
Precisamente, por eso no se explica, salvo por mi sectarismo, que en el libro critique a Savater en vez de atacar al presidente, que se lo tiene bien merecido.
Por eso, Montano me incluye dentro del sanchismo oficial. No puede ser, no puede ser, que critique a Savater teniendo a mano a ese ser infernal que es Sánchez.
Por ello, sólo la miopía y el sectarismo me impedirían hablar del presidente. Yo trataría de salvar a mi ídolo político frente a sus enemigos más acerados: desde Savater hasta Cayetana Álvarez de Toledo, pasando por Andrés Trapiello, Félix de Azúa o Félix Ovejero.
Ya digo, Montano no ha leído las páginas que les dedico, porque de haberlo hecho tendría buenas y poderosas razones para estar más irritado.
El resultado es una reseña deslavazada en la que ni siquiera Montano se esfuerza por atacar con toda la acidez o la chanza de que sería capaz. Es como si me abordara con cansancio.
No se trata de que el libro provoque dicho tedio, sino de que Montano viene cansado de casa, aburrido de tener que luchar contra lo evidente: el sanchismo y sus secuaces.
Como autor del libro, agradezco mucho el interés y el tiempo que Montano ha dedicado a escribir una reseña desastrada, mal argumentada. Y lo agradezco porque, como dijo el castizo, siempre es bueno que hablen de ti aunque sea bien. Bien, sí.
Por supuesto, Montano no quiere hablar bien de mí, pero no sabe exactamente de qué hablar. Ignoramos lo que sabe del Savater anarquista, del Savater colaborador de ‘Egin’, del Savater socialdemócrata, del Savater reaccionario y, por ello, se abandona a una prosa de escudero con la que no consigue alzar el vuelo.
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