Discurso de agradecimiento de Jaime de Vera al recibir el Premio Antena por Vega, una vida de desamor.
Señoras y señores,
miembros del jurado, compañeros de letras, autoridades, amigos, lectores, lectoras y almas gemelas:
Esta noche, bajo los neones de Barcelona, que brillan como constelaciones en el cielo, me invade la emoción. La emoción es un río desbordado de ternura. Recibir el Premio Antena con Vega, una vida de desamor es como besar la eternidad con los labios temblorosos de la gratitud.
Escribí esta novela en silencio, sin teclear mi vieja Remington. La escribí aprovechando los huecos de la vida cotidiana, con el corazón convertido en lira. Cada palabra era un pétalo arrancado del jardín secreto del desamor, un modo de abrazar la fragilidad de los vínculos humanos como quien acaricia una mariposa herida.

Vega nació de una pregunta íntima, lanzada como un suspiro: ¿qué sucede cuando el amor, en lugar de salvarnos, se convierte en nuestro naufragio más dulce, en un mar de lágrimas que, aun así, nos arrulla como una nana infinita?
Quiero agradecer, en primer lugar, a los lectores potenciales, presencias invisibles que me acompañaron como ángeles custodios; a mi familia, que soportó mis ausencias espirituales y mis presencias físicas; y a mis amigos, camaradas de ternura, que iluminaron mis noches más oscuras con la luz del cariño incondicional.
Gracias también a la editorial Antena, al jurado, que recogió mi manuscrito como se recoge a un gorrión tembloroso caído del nido, recordándome que las historias no laten por su tamaño, sino por la intensidad con la que desgarran el alma y la cosen con hilos de esperanza.
Este premio no es solo mío: es de todos aquellos que han amado hasta quebrarse, de quienes han llorado hasta vaciarse, de los valientes que han mirado al desamor como quien contempla un eclipse: con miedo, con temblor, pero también con la certeza de que detrás del eclipse vuelve a brillar la luz. Porque la esperanza no se pierde: la esperanza es un amanecer eterno que cada día vuelve a pintarnos el horizonte.
Me siento profundamente agradecido y, también, infinitamente comprometido. Ojalá Vega, una vida de desamor sea algo más que un libro premiado. Ojalá sea un refugio mullido, un pañuelo perfumado, una cuna de consuelo, un arco iris de palabras para todos aquellos que han conocido la herida ardiente, el beso roto, el vacío del abandono.
Muchas gracias.

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