Azúa, Boadella, Espada y… Rivera

azuaboadellaespada.jpg    Hace un año, más o menos, escribí un artículo sobre Ciutadans de Catalunya. Mostraba mi escepticismo, básicamente por estar constituido por intelectuales: por profesores metidos en arena política. ¿Quiénes son los intelectuales?, me preguntaba días atrás en Levante. ¿Aquellos que cultivan el intelecto, los que se valen de la reflexión, de la cognición? Los intelectuales son aquellas personas que, dotadas de alguna cualidad reconocible, intervienen, denuncian; aquellas personas que valiéndose de la celebridad o del reconocimiento se atreven a hablar de cosas que no son de su competencia: hacen declaraciones, firman manifiestos, critican decisiones, enjuician a los gobiernos, difunden su palabra, su voz. E incluso fundan partidos.   Ciutadans de Catalunya (o ahora, Ciutadans-Partit de la Ciutadania / Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía) es un partido promovido por intelectuales. El 7 de junio de 2005 se presentó en la Plaza Real de Barcelona un Manifiesto titulado Por un nuevo partido político en Cataluña, un manifiesto impulsado por quince escritores o profesores de reconocido prestigio, entre los que se encontraban Félix de Azúa, Albert Boadella, Félix Ovejero, Iván Tubau y Arcadi Espada. Según recogía Abc, esa proclama nacía con “el  aval de doscientos intelectuales”. Nada menos. En aquel momento, dicha iniciativa me produjo un enorme escepticismo, justamente por ser obra, mayoritariamente, de intelectuales, de profesores. ¿Se cumplen los vaticinios?  ¿Unos intelectuales y docentes organizando un partido político? No me los imaginaba cotizando, acudiendo a inacabables reuniones de célula (¿se dice así?), haciendo labor de proselitismo y formación, dedicando horas a la agitación y propaganda, tratando de hacerse un hueco en la contienda electoral, achicando espacios políticos, adoctrinando a la base, engrasando la maquinaria y ajustando la fontanería. «Llamamos, pues, a los ciudadanos de Cataluña identificados con estos planteamientos”, concluían en su Manifiesto, “a reclamar la existencia de un partido político que contribuya al restablecimiento de la realidad». Es decir, que no iban a ser ellos quienes lo organizasen, sino que invitaban a otros crearlo; que no iban a ser ellos quienes militaran para levantar una estructura, sino que, retirados en sus gabinetes o dedicados a sus tareas profesionales, inspirarían, como si de regeneracionistas se tratara, a una nueva generación de políticos comprometidos con “la realidad”. No sé, no sé…, me decía.    Un año después, insisto, las previsiones se han cumplido. Leo en Abc (que tanta simpatía les ha dispensado), en el Abc del 10 de julio de 2006, que “los fundadores de Ciudadanos de Cataluña renuncian a la acción política”. ¿Renuncian a la acción política? Es decir, ¿que Félix de Azúa, que Arcadi Espada, que Albert Boadella, etcétera, se repliegan? La descripción del corresponsal Ángel Marín, aunque de sintaxis enrevesada, no tiene desperdicio: “después de más de casi dos años de compartir ilusiones en la penumbra, los promotores de la plataforma antinacionalista dejaron ayer, de alguna manera, huérfano al partido recién nacido. Una sensación de abandono que dificultara aún mas el crecimiento de la nueva formación política que tendrá su primer reto electoral en los próximos comicios autonómicos catalanes de mediados de octubre”. Algunos analistas malintencionados hablan de que los intelectuales abandonan el barco, de que no quieren medirse en los comicios. Yo no creo que sea exactamente una dejadez o una incuria profesorales. Creo, más bien, que tienen un concepto entre utópico y vanguardista de la  política. Utópico y vanguardista, pero equivocado. No quieren capitalizar el respaldo mediático, dicen. No quieren atraer sobre sí todo el interés y, por eso, dejan a Albert Rivera, un joven abogado de 26 años, como presidente del nuevo partido, integrado básicamente por “ciudadanos anónimos dispuestos a tirar del carro de un proyecto que nació a partir de las reflexiones políticas de una quincena de intelectuales reunidos en un restaurante barcelonés”, añade Ángel Marín.   ¿Un restaurante barcelonés? Dicho así, suena inadvertidamente frívolo y creo, de verdad, que había seriedad y empeño voluntarista en lo que se proponían, error de perspectiva pero formalidad y esfuerzo. Se planteaban nada menos que rehacer la política partidista en Cataluña y, por extensión, en España. Nada menos que reconstruir los modos, las maneras de concebir militancia y representación. Por eso, desde el principio los profesores Azúa, Espada y los restantes juzgaron Ciudadanos como si esta iniciativa fuera un experimento. Al fin y al cabo son intelectuales y el ensayo doctrinal y el tanteo práctico forman parte de su experiencia. No podían conformarse con la rutinaria vida de partido, tan esclerótica, supongo.   “Huiremos del dogma izquierda-derecha”, dice Rivera en El Mundo del 10 de julio. “Queremos ser el partido de las ideas y de los valores, aunque es cierto que nuestros objetivos pueden ser progresistas”, admite con renuencia el nuevo líder. No sé, no sé… El Mundo insiste en que este dirigente es “un desconocido abogado residente en Granollers”, como si este dato demográfico, como si la falta de celebridad, fuera un obstáculo electoral. No quiero creer que los Ciudadanos pongan el énfasis en la trascendencia mediática del liderazgo, porque de ser así entonces estaríamos ante una opción partidista corriente, equiparable a las ofertas que ya hay. Creo más bien que subrayan algo especial: “Mucha gente decía que era imposible lo que hemos conseguido: crear un partido de ciudadanos”. No hay líderes que se alcen, sino ciudadanos que son aupados o cooptados, defensores de ideas o valores. ¿Nos lo creemos? El Partido Verde, de Alemania, ya lo intentó hace treinta años. 

Si los ciudadanos han debido esperar a que este nuevo partido los represente, entonces… ¿qué cabe esperar de la inevitable oxidación de su fontanería, la férrea consecuencia de toda formación? Decía Robert Michels en Los partidos políticos que la ley de hierro de la oligarquía afecta a toda organización que tenga una estructura administrativa en la que los líderes, desconocidos o no, traten de permanecer. Pasó con el Partido Socialdemócrata alemán (que analizara Michels) y pasó muchas décadas después con los Verdes. Todo dirigente aspira a aguantar, a hacerse con el poder y conservarlo. Los intelectuales de Ciudadanos parece que han renunciado a medirse electoralmente…, cosa que ha parecido muy frívola. No necesariamente es así. Tal vez han renunciado al poder partidista porque son desprendidos y reparten a manos llenas esa influencia que atesoran. O tal vez porque temen enfrentarse a unas maquinarias de los partidos rivales en las que el liderazgo y el sometimiento son sus formas de operar. O tal vez porque sus respectivos empleos les permiten dicha renuncia sin mayor conflicto. Precisamente Arcadi Espada ha declarado que no será candidato a la Presidencia de la Generalitat porque su profesión es la de periodista (y profesor) y no la de político.

Han contribuido a crear un partido nuevo y han aupado a un dirigente desconocido y dotado al parecer de gran facundia.  Sin ir más lejos: el editorial de El Mundo, de 10 de julio, destacaba las condiciones oratorias del joven Rivera, “su falta de complejos”. Tanto es así que este periódico (que ha apoyado con entusiasmo la formación de este partido) celebraba su remontada hasta el liderazgo, un acierto, decían, “tanto por su desparpajo como por su juventud”. ¿Desparpajo y juventud? No sé si esas condiciones harán olvidar a los seguidores de Ciudadanos a quienes promovieron la iniciativa y ahora se retiran: esos intelectuales también elocuentes aunque talluditos, esos intelectuales que habiéndose pronunciado regresan ahora a sus empleos como profesores y periodistas… No sé. En cualquier caso, la ley de hierro de la oligarquía también acabará afectando a la nueva formación (y a ese joven y “desconocido abogado residente en Granollers”). Seguro que para entonces tendrán que refundarla.

32 comentarios

  1. Sigo a CdC desde sus comienzos. Asíduo interveniente en el blog de Casa Arcadio desde febrero de 2004 todo se ha ido formando alrrededor de la figura de su controvertido protagonista.

    Sagaz e inteligente al no querer que CdC fuera una corriente de opinión, -cosa que haría difícil su distanciamiento del grupo si éste deviniese en partido político-, han hecho lo que varios de los «llamados» intelectuales, – con él a la cabeza-, han escenificado. Un partido político para que se enfrenten a los que tienen los poderes que llevan a la Carrera de San Jerónimo.

    El enfant terrible y su cohorte de amigos íntimos seguirán en sus púlpitos mediáticos lejos de la sucia lucha plebeya.

  2. Colega Justo, justo colega, no tengo tiempo ahora (exámenes aún…) de glosar tu artículo, de modo que –deformación profesional/profesoral– me limitaré a ponerte un «excel·lent» catalán, que traducido a siglas de validez española es «SB».

    Salud.

    Iván Tubau, uno de esos

  3. Les ha vencido la utopía, claro está…
    Qué alegría encontrar cada mañana un artículo de Justo Serna, ya se echaba de menos…

  4. De puntillas y hablando muy bajito, para no perturbar el nivel del lugar, entro para decir que, una vez más, la mañana será más hermosa gracias a las sabias reflexiones de Don Justo. Que me uno a las propuestas de Hombre de paz, sin olvidar la medalla al mérito en el trabajo. Mientras otro SB de mi parte.

    Gracias tantas.

  5. La iniciativa de Boadella, Azúa y Espada, como todas las que se hacen desde la libertad -nadie pondrá en duda el activismo antifranquista de hombres como Boadella-, me parece bien. Sin embargo, como se desprende del artículo de Justo, los fundadores intelectuales del partido se han bajado del barco y lo han dejado en manos de personas afines a quienes durante muchos meses han insultado y boicoteado a Cataluña, por querer, acertadamente o no, probablemente no, reformar o ampliar las competencias de su estatuto. Creo en el compromiso políítico de los intelectuales, ¡qué habría sido de esta España timorata y mansa sin él!, pero el compromiso no debe hacerce, opino, desde las alturas, sino codo con con codo con quienes pueden ser los electores. Hoy Ciudadanos de Cataluña quedará como una formación más en contra de la política llevada a cabo por el Gobierno central. No creo que ese fuese la finalidad de sus fundadores.
    Ya ocurrió hace tiempo con Ortega, la Liga para la Educación Política, España, Revista de Occidente, El Sol: Al final Ortega abandonó el barco, se extrañaba de que los hambrientos saliesen a la calle, de los alborotos. La suya era una República ateniense, y no existen las repúblicas atenienses, ni siquiera en aquella Atenas.

  6. Lo que quiere decirnos este artículo es que, a pesar de todo, no nos queda más remedio que acomodarnos al sistema de partidos actual, que no hay nada que hacer contra él, que la demagogia que pone sobre la mesa temas sin importancia seguirá contra viento y marea y que no hay opción política posible más allá de los partidos instalados (excepción hecha, claro, de algún nuevo partido «nacionalista» en alguna nueva «nación histórica real o virtual» surgida de alguna Comunidad autónoma.
    Pues no, señor, no podemos resignarnos a esa realidad. Si son pocos, ya serán más. Si no tienen dinero para la campaña, ya lo conseguirán. Pero negarles el beneficio de la duda en un país que se dice democrático, eso yo no lo paso.
    Ánimo Ciudadanos, en Cataluña y en toda España, donde os necesitamos como agua de mayo. Saludos.

  7. Tal vez lo mejor hubiera sido plantear la iniciativa desde un primer momento como una plataforma de opinión y no como un partido político. Aunque tal vez de ese modo no hubieran obtenido demasiada atención… Mi respeto para sus integrantes, de todos modos.

  8. Y no. Yo no niego legitimidad a esta opción. Ni mucho menos. Soy escéptico, sin embargo, sobre la capacidad de reinventar la convivencia catalana y el parlamentarismo español que los propios intelectuales se proponían. Más bien, tengo la impresión de que el nuevo dirigente es alguien con voracidad política que acabará como tantos otros que conocemos. Ni peor ni mejor. La política es, en buena medida, utopismo para conseguir unos mínimos (ya lo dijo Max Weber) y realismo para acomodarse con responsabilidad a lo posible (también lo dijo Max Weber).

  9. Este nuevo partido reciénnacido ya está siendo fagocitado por la partitocracia:

    LA SOCIEDAD CIVIL
    En la categoría de: Historia, Política — Antonio García Trevijano @ 12:46 am
    Sabemos que existe. La encontramos por todas partes. Se habla de ella con frecuencia. Incluso como algo bueno y positivo. Y se la invoca, sin conocer quien es ni donde está. Pese a su anonimato, goza de prestigio y suscita unas esperanzas que los mundos político y cultural no son capaces de despertar. Parece algo muy importante, puesto que con su expresión queremos referirnos a la globalidad que no es Estado ni Comunidad.

    En tiempos lejanos, la sociedad civil se oponía a la religiosa y a la militar. Los filósofos alemanes la bautizaron con el mismo nombre y apellido que la sociedad burguesa y, enseguida, se opuso a la sociedad proletaria. Los enfrentamientos y conflictos entre ambas sociedades, la económica y la laboral, produjeron en Europa las ideologías políticas del siglo XIX, con las consiguientes guerras civiles, revoluciones y Estados totalitarios del XX.

    Es inútil acudir a los grades pensadores del pasado para saber de lo que hablamos cuando nos referimos hoy a la sociedad civil. El último de ellos, Gramsci, nos descubrió que no era la sociedad política, ni el poder estatal, sino la sociedad civil, como escenario del conflicto social, la que creaba las ideologías y legitimaba a la sociedad política, la formada por los partidos y la opinión, en tanto que intermediaria entre la civil y el Estado.

    Pero desde el final de la guerra mundial, o dicho con más precisión, desde que los partidos políticos europeos se integraron en el Estado, como órganos del poder estatal, tal como habían hecho antes los partidos únicos de los Estados Totalitarios, la sociedad civil se quedó huérfana de representación política, dejó de producir ideologías para la ya inexistente sociedad política, y se convirtió en el lastre o peso muerto del Estado social, que lleva años suplantándola, y de los comunidades nacionalistas que la están acabando de asfixiar en los últimos decenios.

    La famosa teoría del ocaso o crepúsculo de las ideologías (que en España formuló con brillantez Gonzalo Fernández de la Mora) se quedó en la descripción del fenómeno, pero no ahondó en la causa que lo producía. Que no era otra que la eliminación de la presencia ideológica de la sociedad civil en el Estado de partido único, en el Estado de partidos y en las Comunidades nacionalistas o en las de sus imitadoras regionales.

    En el contexto cultural de esta Monarquía de partidos, la definición de lo que es hoy la sociedad civil, casi nada, y lo que debe ser en el futuro, casi todo, solo puede surgir de un pensamiento revolucionario y republicano.

  10. Estoy totalmente de acuerdo con los señores Angosto y Constantine. Quizás una plataforma de opinión desde la que influir con análisis profundos y pertinente hubiese sido más útil que «reinventar» los partidos políticos, cuya razón de ser profunda reside en una ideología compartida con otros y con voluntad de lograr el poder para imponer su programa, no en el «uomoqualunquismo» que respiraba el invento . La «ciudadanía», en general. no es un programa. Ciudadanos somos todos aquellos que nos reconocemos como tales, formemos en la filas o no de cualquier partido y su connotación íntima es, sí, progresista, pero Ciutadans ha muerto de ambigüedad y sobre todo de falta de voluntad combativa. «Que lo hagan otros», comenta Justo que fue la decisión más atrevida de sus fundadores, que por cierto cabían en un restaurante, como antiguamente se decía que «cabían en un taxi». En todo caso, el debate sobre la función de los intelectuales en la democracia y en la vida política está abierto, e invito a Justo Serna a liderarlo: ya ha obtenido un sobresaliente de Iván Tubau… precisamente. Se ha citado a Ortega, yo pienso en Sartre agitando, fundando partidos, periódicos, escribiendo panfletos, obras de teatro, novelas, filosofando, influyendo, influyendo, militando en fin, pero sin vergüenza y con las ideas —equivocadas o no—, bien claritas. Sartre, ante los resultados contradictorios y en agraz de la República jamás hubiese musitado «no es esto, no es esto»… Hubiese luchado. Y sin quejarse de que algún «ultra» le pegase un coscorrón como le pasó al pobrecito Espasa, fundador de Ciutadans, tan Arcadio él.

  11. Yo tampoco sé y tengo miedo; tengo miedo a dejarme influir por cosas que no tienen nada que ver. Tengo miedo de una prevención que me da la experiencia, pero que me puede llevar a equivocarme más de lo normal. La prevención a todo lo que aprueba y respalda el diario El Mundo y, en menor medida, a lo que aprueba y respalda el ABC.

    Por una parte siento profunda admiración por Félix de Azúa, por Boadella… Por otra, la experiencia me dice que no es nada práctico el que un intelectual tenga actuación directa en la política, que eso no ha funcionado nunca, pero que es magnífico su apoyo, su implicación. Considero que el intelectual y el pescadero, deben ser seres comprometidos, pero ese partido nuevo siempre me ha producido perplejidad y sentimientos encontrados. Ahora mucho más.

    He sido partidaria, con reservas, de la reforma del estatuto catalán y que los intelectuales que crearon ese nuevo partido no lo fueran, sólo me hacía considerar mi postura, influida, una vez más y no se si acertadamente, por mi simpatía al presidente de gobierno actual, pero también por la que sentía por los dichos intelectuales. Del mismo modo que el ABC y El Mundo pueden tener razón, aunque me cueste aceptarlo, Rodríguez Zapatero se puede equivocar. Que yo prefiera equivocarme con el segundo que acertar con los primeros es algo que no hace al caso, pero ese partido, por unas cosas y por otras, no acababa yo de verlo claro, de entenderlo aunque jamás dudé de su honestidad. En el momento actual, he dejado de dudar. Por mucho que ellos lo apoyen, por mucho que yo no sea partidaria de la actuación directa de los intelectuales en el gobierno de un país, esa seguridad en su honestidad de izquierdas, al alejarse ellos ya no la tengo tan clara. Es más, lo que tengo muy claro y es algo que se ha producido sistemáticamente en este país, es el boicoteo al gobierno central, que es por lo que creo que ambos periódicos apoyaron al nuevo partido, al margen de cualquier otra consideración.

    Jamás en mi vida he presenciado una agresividad y una crispación como la que se está produciendo contra el gobierno de Rodríguez Zapatero y considero, desde la más profunda humildad de opinión (que me he visto forzada, cariñosamente, a dar), que hay momentos en que la izquierda (tantas izquierdas tenemos aquí que ojalá estuvieran un poquito más organizadas y nos dieran más opciones), las izquierdas españolas, deberían tragarse alguna de sus profundas convicciones y no colaborar al tremendo boicoteo a la que, por una vez está en el poder.

    Es muy probable que si hubiera dos partidos fuertes de izquierda en este país, uno partidario de la reforma y otro no, yo estaría con el segundo y más si estaba respaldado por intelectuales a los que me siento afín. En la situación en la que estamos, no, de ninguna manera.

    En líneas generales, estoy totalmente de acuerdo con los comentarios de Pedro L. Angosto y de Miguel Veyrat. Y animo al Señor Serna a demostrarnos, cual Sartre actual, que un intelectual puede dedicarse de modo efectivo a la política.

  12. Uf, lo que Ana Serrano propone es difícil y agotador, pues, como muy bien recordaba Miguel Veyrat, Sartre se desplegó en un activismo múltiple y expresivo, con equivocaciones espantosas y con audacias admirables. No sé si los demás estaremos a la altura de sus errores y de sus aciertos…

  13. Sartre no es el único modelo, ni un ejemplo en muchos aspectos, como recuerda Justa Serna. Recordemos a Bertrand Russell, actualmente a Günther Grass… la lista sería larga. Se trata de que los intelectuales no «sustituyan» ni se mimeticen con los partidos, sino que ejerzan con valentía y oportunidad la defensa y promoción de sus ideas en las que se ven reconocidos millones de ciudadanos que leen sus libros, acuden a los teatros y cines a presenciar sus dramas o comedias, a ver y aplaudir sus películas a escuchar su música (Baremboim y su encuestra islámico-judía sería otro ejemplo digno de ser tenido en cuenta). En el intelecto está la liza propia del intelectual: a veces sigue dando vergüenza decir lo obvio.

  14. Perdón, donde dice «encuestra» debe decir orquesta, donde dice «Justa», obviamente debe decir Justo. Gracias.

  15. Estimado profesor: Contar con sus nuevas reflexiones ha sido la mejor alegría de un día bastante aciago: fuerte viento de levante, calor por encima de los 35º, el coche en el taller de reparaciones, un disgustillo familiar y, menos mal que al final me encuentro con la alegría de encontrarme con la noticia de la reaparición de su renovado blog.

    Su artículo en la línea habitual; no osaré la replica.

    Simplemente dejar constancia de que me complace leerle, sobre todo porque siempre es una invitación, concluido el texto, a tomarse un respiro y dedicar un tiempo a la reflexión y asimilación; algo que no me sucede con otros textos.

    En cuanto al papel de los intelectuales en la política, pienso que es bueno que se impliquen, que bajen al barro y se manchen, que dejen sus confortables atalayas. Desde este rincón gaditano la aparición de Ciutadans de Catalunya, a pesar no coincidir con sus planteamientos, me parecía interesante por lo que de compromiso, de este grupo de intelectuales, representaba. Ahora, constatado que no están dispuestos a soportar sobre sus brillantes proyectos personales, la mácula de un fracaso, abandonan el intento para dejarlo en manos de Rivera (?). Algo de arrogancia sí que hay en este gesto.

    De cualquier manera, pienso que el papel del intelectual no es tanto tomar partido, militar en un partido político o constituirlo, como comprometerse con la realidad y sobre todo ayudar a interpretar lo cotidiano.

    Un cordial saludo.

  16. Aaaaaaaaaaaaaay Dioooooooos míiiiiiiiiio. Debe ser una cuestión de humor. De un humor que me cuesta mucho entender. No puede ser otra cosa.

  17. Los intelectuales eran cosa de izquierdosos. Aquí primero nos cargamos a los intelectuales (lincharon desde el gobierno de Felipe hasta el mismísimo Aranguren al que ahora -muerto- veneran). Y en la II República, hasta después de muertos, ni Lorca ni Hernandez fueron tenidos en cuenta ¡Otro gallo habría cantado la internacional!.

    Sea quien sea, Promueva quien promueva, estamos en el Siglo XXI: Alguien debe recoger la voz del pueblo al margen de esa partitocracia burguesa bicéfala (Psoe-PP).

    p.d.- no te lo tomes a mal, pero no me pareces tan «supermegahiperblogger» como te llaman tus compañeros. Algo tendrás, que lo que soy yo, entro a diario. Pero hay chavales que nos doblan.

  18. Por cierto, en los blogroll uno suele ponerse al final de la lista o mezcladito si la cosa va por temas, pero en modo alguno aparecer «autoreferenciado» en primer orden.

  19. ¡Qué bien, Justo, te perdonan la vida, aunque te «autorreferencies», valga el «palabro»! Bien, prescindamos de los virus de extrema derecha autorreferenciada que contaminan los «blogrrolls». Intervengo quizás por última vez en este tema para expresar mi ternura y comprensión por el grito faccioso lanzado un poco más arriba «referenciando» a Arcadi Espasa con Francisco Franco. Habría que ayudar a reflexionar al intelectual catalán, pues acaso se lo haya buscado.

  20. Cuando surgió «Ciutadans de Catalunya» y vi a sus promotores, me llevé una buena sorpresa,que se convirtió en estupor pues no vi ninguna propuesta que no fuese un no a casi todo.Siendo muy tibio,casi glacial, con respecto a los nacionalismos,me pareció inoportuna su irrupión,por el momento tan difícil en el que se movía la política catalana y (y española).
    A partir de ese momento me olvidé del asunto.Ningún intelectual,solo o unido a otros intelectuales, ha llevado adelante ninguna acción política que pudiese llegar a alcanzar el poder.El intelectual piensa (lo que es mucho), y en ese esfuerzo agota su fuerza.Hace falta alguien o algunos que concreten en hechos las ideas.Lo malo es que esas ideas,cuando se llevan a cabo,se desvirtúan y lo que resulta es algo muy diferente a la idea madre.
    Por otro lado, y quiero que esta afirmación se acoja benévolamente, los intelectuales detestan a las masas,que al fin y al cabo son las que dan contenido a la democracia,obviamente.Los intelectuales saben que las necesitan, pero las quieren lejos, a lo sumo las quieren para que les aplaudan.
    Aquellos que sepan aunar ideas y acción política,conquistarán el poder.Mientras nos espera o la mediocridad o el diletantismo político.

  21. Uso la red para el correo electrónico o para comprar libros de viejo, pero en esta ocasión, invitado por mi querido amigo Justo Serna, leo su comentario acerca de Ciutadans-Partit de la Ciutadania. Me ha parecido que el recurso al no sé, no sé, tiene algo de aquel no es eso, no es eso, de los años treinta. Yo yo creo, justamente, que sí es eso, sí es eso. No sé, no sé, cual será el logro electoral del reciente partido -sospecho que escaso- pero tiene uno la impresión de que la retirada de Maragall se explica también por ese razonable basta ya frente al agobio de las identidades excluyentes. Nunca he tenido particulartes emociones anarquistas, pero siempre recordaré el bochorno que me produjo el clamoroso abucheo de que fue objeto Federica Montseny, en un mitín celebrado en la plaza de toros de Valencia en los inicios de la transición, cuando utilizo la expresión «Levante», propia de la cultura politica republicana. ¿Cómo se le ha ocurrido a la izquierda española hacerse nacionalista? Allons enfants…

  22. Me da la impresión de que CdC va a recorrer un camino errante, y probablemente fugaz (aunque no me atrevo a apostar por esto último, vistos los sorprendentes apoyos recibidos, y también las exacerbadas reacciones).

    Es una propuesta que, pudiendo hacer partícipes a las presas del desencanto, o de la disidencia positiva de izquierdas (no hay que olvidar que no deja de ser una iniciativa surgida durante el primer gobierno catalán de izquierdas (?) tras un largo reinado de CiU), ha optado por un discurso basado en el victimismo, curiosa paradoja: creo que uno de los puntos sobre los que se apoya este proyecto, y especialmente, sobre los que se apoyan los extraños compañeros de viaje que ha encontrado en el camino, es la proposición inversa, según la cual el nacionalismo catalán toma fuerza y consigue adeptos en función de un crédito histórico frente a España.

    Existe un problema básico: la falta de definición. No sé qué es CdC. No sé qué propone CdC. Sé lo que no propone, conozco aquellas cosas en contra de las cuáles está. Eso es todo. Donde debería haber propuestas, sólo hay crítica; donde uno espera encontrar argumentos, únicamente encuentra lamentaciones.

    Por último, y dejando aparte mi opinión personal acerca de los intelectuales de marras, me parece que CdC va a perder su coartada izquierdista (hum) con la salida de Boadella y compañía del partido, lo cual hará que Ciutadans acabe situándose, desde el punto de vista de los electores, en un espectro político más próximo al PP que al PSOE.

    Saludos, felicidades por la nueva andadura…

  23. Querido Salvador: te agradezco tu comentario aunque no coincidamos exactamente en el juicio sobre CdC: un comentario hecho, además, en pleno 14 de julio. Allons enfants…: en eso sí que coincidimos.

  24. Para entender lo que pasa, no hay más que leer «Los cipreses creen en Dios» de Gironella; el tiempo se repite y también los personajes. El único interés de los politicos, todos, es medrar; el que crea otra cosa alucina.

  25. Me ha sorprendido lo de meter a Boadella y Rubianes en el mismo saco. La idea que me llega de Boadella es que la democracia hay que defenderla, incluso con las armas si fuera necesario. Y no lo dice desde Nueva York, lo dice en Cataluña. Nada extraño. Es lo que piensa. Rubianes no me dice nada porque no tiene nada que decir, el actua y después cobra, el guión es de otros. En fin, Pilarín.

  26. Manolete, si no sabes torear, para qué te metes
    Y es que ahora resulta que a mi ex profesor Arcadi le ha dado por la política. No sé yo dónde quiere ir a parar, pero todo me parece un inmenso brindis al sol. Siempre le consideré un brillante docente, y entre sus huestes de alumnos, pasé de ser pro- a anti-; y de contrario, a mirármelo con escepticismo. Porque sus paranoias personales son y serán de órdago. De la apreciación más o menos correcta siempre acaba llevándolo todo al paroxismo más extremo.
    Sin ir más lejos, cuando Maese Espada cruzó su camino con el mío, se hallaba en plena yihad contra el pobre de Javier Bauluz. Nunca entenderé el porqué se ensañó tanto con él cuando, por mucha foto en diferentes ángulos que quisiera exponer como pruebas de que el joven fotógrafo mentía, con el tiempo concluí que Arcadi no tenía razón. Quizás el orgullo le impidó bajarse del burro. Ese orgullo que le haría olvidar hoy que en su día me acusó de demagogo, cuando le comenté que la edición digital de El País de pago no iba a ninguna parte.
    Pero sus manías persecutorias proseguían, y lo encontré en plena cruzada por la Verdad. La misma le llevó a destripar titulares, a hacer sorna del trabajo de profesionales de la prensa, becarios, colaboradores y otros seres humanos usuarios del Quark Express, martirizados por encajar un titular en Times 16 en un espacio de 15 centímetros. La sorna del inquisidor que no necesita malvivir chapoteando en tinta e impresiones provisionales tachadas mil veces por correctores y redactores jefes. Del que hace mil siglos que no le salen ampollas en los dedos de manejar información contrarreloj. El cachondeíto del que desde su Torre de Marfil pontifica con la seguridad del que no se le puede reprochar nada, y de sus encíclicas salen libros, premios, y pasta gansa vía una editorial de similar nombre a su apellido.
    Y seguimos. De la sana crítica a los tremendos excesos del pujolismo, pasó a ver nacionalistas por todas partes. Recuerdo una conversación que mantuvé con él acerca de Manuel Vázquez Montalbán. Lo acusaba de nacionalista, de vendido al pensamiento pujolista. El bueno de Manolo, como yo, pedía un estado federal. De la misma manera, le echó en cara el ver conspiraciones y la CIA en todos los lados, y de aplicar de manera chapucera el viejo método marxista en sus brillantes textos «Historia social y comunicación» y «Informe sobre la Información». Pobre Manolo, que lo afilió al PSUC en 1977 porque era una buena carta de recomendación para trabajar en Mundo Diario. Ojalá el carnet comunista sirviera para lo mismo hoy, me digo a mi mismo entre lástima y diversión.
    Amistades peligrosas. Y invenciones, esas que tanto combate. Tuvo la santa desfachatez de afirmar en una de sus clases que la huelga de tranvías de 1951 fue obra exclusiva de falangistas, cosa que su amigo Gregorio Lopez Raimundo -para los no introducidos, histórico militante comunista catalán- le ratificó, tal como afirma en sus memorias. A los pocos días se lo comenté: yo también conozco a Gregorio, y eso que dijiste me lo desmintió categóricamente. De paso comprobé que no afirmaba eso acerca de los camisas azules, ni de lejos, en su obra «Primera Clandestinidad»
    Proseguimos. Su blog a sueldo (que no enlazo dado que: 1- no creo que el hacerlo me dé más lustre 2-él no me enlaza a mí) es un compendio de sus obsesiones esquizoides habituales. De comentarios que creo yo muy acertados -su negación categórica de que la ERC de 2004 sea el PSUC de 1977- pasa con una facilidad pasmosa a textos crípticos. De reivindicaciones hipócritas -¿así que llorando a Hunter S. Thompson? ni un segundo de clase le dedicaste en su momento- a una hiper-endeble micro-campaña por el Sí al tratado Giscard, cuyas bases eran el antiterrorismo y el antinacionalismo periférico. ¿Ensalzamiento del liberalismo a categoría de ley fundamental? ¿Militarización europea? ¿Continente fortaleza? Eso no importa para Arcadi que, abriendo puertas abiertas rumbo hacia el Orianafallacismo, le lleva a tomar partido en la mayor distracción de masas en lo político, al show mañanero de Teresas Campos y Cunís: las banderitas y el pánico terrorista.
    Y ahí lo tenemos, en Plaça Reial, en ese espacio público con tanta historia a cuestas. Canta un órdago definitivo: se reúne con unos cuantos colegas y, dado que el nacionalismo catalán es tan pernicioso, jugaremos al acción-reacción contraatacando con el mayor brindis al sol en siglos de política catalana. Nos vamos a montar un partidito, pero yo no voy a hacerlo. Cómoda decisión, desde luego. Creo que seguiré sus pasos y voy a redactar un manifiesto por la constitución de un verdadero Partido de los Trabajadores, pero que lo construya esa clase social. Sólo me voy a dedicar a ser el guía luminoso, el nuevo Moisés del siglo XXI, una especie de Silo pero en marxista-leninista.
    ¿Y cual es la bandera del partido que deben hacer las masas descontentas? El a-nacionalismo. ¿Ideologia? NS-NC. ¿Ubicación en el espectro izquierda-derecha? Izquierda del PP. Vaya. Podrían afiliarse en bloque al CDS de Mario Conde, entonces. Ya se sabe que el PP es nacionalista catalán también oiga, lo dijo el otro día en la TV. Me acuerdo en este instante de los, pongamos por ejemplo, trotskistas que ven estalinistas por todas partes, y viceversa. ¿Y, aparte de este mini-fiesto, no hay más corpus teórico? No, no lo hay. Vagas referencias a la ilustración, mucho ex-Ciutadans pel Càrrec, algún ex-Mientras Tanto salido por la puerta de atrás (Félix Ovejero) y un argentino ex-comunista, ex-trotskista y actual animador cultural de Libertad Digital, don Horacio Vázquez Rial, un sujeto que ve una bizarra conjura nacional-bolchevique-antijudía -no, no hablo de Pilar Rahola- por todos los poros de la humanidad.
    Uno, que sabe lo que es construir una organización política desde cero, le diría estos señores que se animen a ello. Que peleen por abrir sedes, que constituyan comités locales y sectoriales, designen liberaciones técnicas, financiación de debajo de las piedras y, una vez constituido el Partido, que se den de tortas por el programa. No habían caído en ello. Uno no puede definirse por negación a X. No digamos ya un colectivo. ¿Modelo económico? ¿Social? ¿Aspiramos a algún tipo de sociedad? Silencio.
    El arriba firmante, que ha compartido y comparte algunas observaciónes del amigo Arcadi en su libro Contra Catalunya, y ha mamado en temas de cuestión nacional de la mano de Don Lenin y Doña Rosa, opta en primer lugar por la libre decisión de los ciudadanos sobre lo que quieren ser y a qué quieren pertenecer. Y en segundo lugar, por la unidad más allá de fronteras de las clases humildes, desposeídas, trabajadoras, proletarias o populares, como quieran llamarlas. Porque entre unos y otros nadie se va a acordar que la aplicación del plan Bolonia en educación superior española ha provocado algunas expresiones estudiantiles subversivas que, nuevamente, serán atribuidas a efluvios hormonales propios del desarrollo post-adolescente.

    http://ifoughtthelaw.blogia.com/

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