‘Abc’ tiene dos o tres problemas…

  abc1.jpg El diario Abc, del Grupo Vocento, tiene que enfrentar adversarios muy poderosos. Por un lado, los rivales de la prensa, unos periódicos que le disputan audiencia, lectores; por otro, enemigos que esperan su hundimiento, justamente para allanar el terreno de la comunicación, para simplificarlo. Entre los primeros, está, por ejemplo, El País (de Prisa), que sigue encabezando las ventas a costa, entre otros, de Abc. Entre los segundos, sin ir más lejos, está La Cope, cuyo principal comunicador se opone enfervorizadamente al periódico de Vocento, sobre todo en la cabeza de su director: José Antonio Zarzalejos (mal llamado “Carcalejos” por el locutor). Este grupo editorial se queja de la hostilidad de Federico Jiménez Losantos denunciando el motivo de esa ojeriza: la competencia que la cadena radiofónica le haría a Abc. El comunicador de La Cope responde con guasa diciendo que una emisora de radio no puede competir con un periódico, pues mientras una tiene oyentes el otro tiene lectores. Admitamos, de entrada, la aparente lógica de Jiménez Losantos: La Cope no rivaliza con Abc porque ambos medios no compiten en el mismo espacio comunicativo. Sin embargo, Jiménez Losantos tiene a El Mundo y a su director, Pedro J. Ramírez, como principales aliados contra Abc. Por tanto, el declive del diario de Vocento repartiría necesariamente a sus lectores. De ese modo, todo lo que el periódico de Pedro J. Ramírez consiga arrebatar al diario  de José Antonio Zarzalejos es una ganancia absoluta en lectores y una ventaja relativa en la encarnizada lucha que mantiene con su principal y primer competidor: El País, el periódico de Prisa.  

Pero Abc no tiene sólo este problema (del que hablé en una ocasión anterior). Tiene, además, un eventual contratiempo, que es resultado de un huida hacia delante, una apuesta muy firme de la que puede salir malparado: su apoyo incondicional y frecuentemente untuoso a Mariano Rajoy. Todos los diarios muestran sus simpatías por este o por aquel partido, pero esas adhesiones suelen hacerlas con cautela estratégica, con una prudencia razonablemente empresarial. Un ejemplo de ello lo tenemos en El Mundo. Reúne a columnistas muy distintos, de diversas filiaciones, incluso contradictorias: a Jiménez Losantos, sí; pero también Javier Ortiz o Manuel Hidalgo. Escribe Raúl del Pozo, pero también publican en sus páginas antiguos colaboradores de El País. Alejados de la madre nodriza, ahora sobrevolarían libremente, sin las ataduras de antaño. Ésa es la apariencia y el modo de presentarse que éstos tienen: ésos son los casos, por ejemplo, de Martín Prieto (enemigo encarnizado de Juan Luis Cebrián) o de Arcadi Espada… Este último, en su columna y en su blog, se dedica empeñosamente a desmontar la argumentación de Rodríguez Zapatero (al que llama el “adolescente”) y a denunciar la conducta sintáctica de El País (que califica, sin nombrarlo, como el “periódico socialdemócrata”). ¿Qué muestra y qué demuestra con ello El Mundo? En principio, disponer de articulistas tan variados sería ejemplo de pluralismo, sin que ello tenga por qué comprometer lo verdaderamente esencial: la línea editorial marcada por Pedro J. Ramírez. Éste siempre muestra seguridad en sus juicios empresariales y en su intuición comercial: valora ocasionalmente a Rodríguez Zapatero, adula con frecuencia a Rajoy y a la vez su periódico ensalza de manera continua a don Eduardo Zaplana Hernández-Soro 

Abc, por el contrario, es un dique de contención, una tropa contra Rodríguez Zapatero y contra Zaplana. Es un periódico que muestra una adhesión total a la figura de Rajoy más allá de sus actos concretos. Una vez aceptado que Rodríguez Zapatero es una ruina para España, según dictamina Abc, los adversarios a combatir están claros: Eduardo Zaplana y Jiménez Losantos. Para Abc, Zaplana sería un enemigo interior, alguien sin demasiados escrúpulos, capaz de hostigar al propio partido si con ello obtiene beneficio personal. Por su parte, Jiménez Losantos sería también un opositor peligroso, alguien que valiéndose de falacias ideológicas y de presuntos principios esperaría abatir comercialmente al Grupo Vocento. Hay, por supuesto, rencillas personales en todo ello, rencores de unos contra otros que van más allá de las afinidades políticas. En esta circunstancia, Abc parece hundirse y con él estaría afectando a Mariano Rajoy. ¿O es al revés? 

Los lectores y los electores no nos dejamos engañar por su doctrinarismo manifiesto y tozudo. Vemos cómo el periódico de Vocento se ha convertido en un diario de partido, en tribuna de una figura aún incierta. Yo soy lector habitual de Abc y, por supuesto, creo que ABCD Las Letras  es el mejor suplemento cultural de la prensa madrileña. Pero creo también que el rajoyismo militante y sus derivados (el campsismo, de Francisco Camps) son un lastre editorial y comercial que les está costando caro. A ese palo se ha atado José Antonio Zarzalejos, mostrando cada vez más mayor untuosidad, obstinación o ceguera (como Ulises frente a las sirenas, siendo las sirenas, en este caso, otros potenciales líderes del Partido Popular). ¿Qué podría pasar si el futuro del Partido Popular no pasa por Rajoy? El Mundo sobreviviría a dicha circunstancia sin mayor problema, tal vez porque el cesto ideológico en el que invierte Pedro J. Ramírez es más amplio, más cínico y menos militante. En cambio, ¿qué supondría para José Antonio Zarzalejos una derrota de Mariano Rajoy si su propio periódico ya marcha mal en los datos de audiencia? El desconcierto que se avecina puede ser muy aleccionador… ¿Y José María Aznar? ¿Qué hará o dirá el ex Presidente? Yo, por si acaso, me he puesto a releer su último libro. Ya les diré.

12 comentarios

  1. Muy interesante análisis del lector atento de la realidad española que es Justo Serna. Y digo «lector» en el mismo sentido de mi intervención en el blog anterior. Pienso que tiene razón, en parte. Ramírez sobrivirá por su cinismo, pero también por apoyo exterior que le presta cada vez de modo más fuerte el grupo italiano que edita Coriere della Sera, el periódico con más lectores en su país, que se va a ver reforzado por la reciente compra de Marca, Expansión y una pequeña emisora que seguramente se va a potenciar y que competirá con la Cope, pudiendo ser una salida «profesional» para los predicadores copelianos en el caso de que la Conferencia Episcopal salga del delirio enloquecido en el que anda metida. ABC resistirá también, como resistió el embate democrático de la Transición con un arrepentimiento mucho más cínico que el de Pedro J. desde su pasado borbónico-franquista y golpista de primera hora. Su lector, mucho menos lábil que el que ha escuchado los cantos de sirena de la extrema derecha representada ahora mismo por los oyentes de FJL y lectores de La Razón, mas algunos columnistas de El Mundo, permanecerá fiel. Mientras ABC se encuentre en las mesitas de lectura de las anteasalas de Notarios, Registradores y Dentistas de lo que antaño se llamaba «Provincias», estará a salvo al igual que «La Vanguardia Española». Quiero añadir, y no es desvelar ningún secreto, que los repentinos y periódicos abrazos a Zapatero y la presencia de supuestos izquierdistas en las páginas del Mundo, se debe a una vieja técnica de disfraz del olor del lobo: de vez en cuanto se revuelva en estiércol para disimular. Asumir una parte de las razones del contrario, sin que se note mucho, acredita la mercancía que se vende. También El País, para que se me entienda, publica de vez en cuando cartas críticas y a veces muy críticas de los lectores, pero con prudencia, claro. O Tribunas de auténticos majaderos que disparan contra ZP, como la de hace unos días escrita por el frívolo y ya desacreditado intelectualmente Félix de Azúa intentando mantener parte del afecto de lo que él supone deriva felipista del diario de Polanco.En definitiva, pienso que la realidad actual de los medios españoles, nos guste o no, es una sana expresión de la realidad ideológica, que tiene su reflejo en la política, de la sociedad española. Muy fraccionada, pero también muy móvil hacia movimientos de reagrupamiento en situciones electorales como las que se avecinan.

  2. Gracias, buen Gelmírez… ¿Familiar del famoso obispo galaico, supongo? Aquello quedó muy atrás, pero me alegra que perviva en la memoria de la gente. Fue un tremendo esfuerzo… Enviaba cuatro crónicas diarias.

  3. Yo no creo que ABC tenga solo esos tres problemas señalados. Està también otro problema que se llama «La Razón». Si los datos son ciertos estàn creciendo sus lectores. Es así?

  4. ¿No será que quien de verdad tiene un problema es la derecha española? Estamos ante una «limpieza de chimenea»en el sentido más freudiano de la palabra, una salida del armario con todos los aderezos de reinona puestos. La mayoría de los conservadores de este país leen La Razón, El Mundo o escuchan la Cope porque les dicen lo que quieren leer y oir, que Zapatero es el Mal, que Polanco es el demonio, por no hablar del franquismo, cuya filiación no tienen superada… Insultar, chillar, no someter a juicio ningún dogma asumido… ¿No será por eso que la gente instruida y razonable prefiere El País o la Ser? La deliberación, el debate… son costumbres de la izquierda, y, ¿por qué no?, del viejo liberalismo al que Losantos dice adherirse como si todos fuéramos imbéciles y hubiéramos de creerle. Tan liberal como la Conferencia Episcopal, que hipócritamente financia sus progromos. Algo va mal en un país donde una manifestación «contra el terrorismo» sólo exhibe pancartas contra el gobierno. Y ese es un problema que tiene la derecha. La izquierda tiene otros, pero no ése. Por cierto, ¿no os parece que Losantos ha heredado el estilo «sucio» de José María García llevándolo al terreno de la política general. Insultar a directivos del fútbol era más inocuo, pero todas estas me parecen figuras patológicas propias de una democracia que tiene todavía demasiados muertos en el armario del inconsciente.

  5. Leído en Levante-EMV, del pasado viernes: «En La mañana hay voces, latiguillos, anatemas, sarcasmos orales, motes, apelativos jocundos, sobrenombres que califican y tipifican, pronunciamientos afectados…, co­mo hacía en sus mejores tiempos José María García cuando como un caza quería derribar a enemigos poderosos. También aquí, el timbre de las exclamaciones es una especie de proyectil que abate».

    Artículo completo en:

    http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pIdNoticia=271111&pIdSeccion=5&pNumEjemplar=3432

  6. Carca hasta lo risible y trasnochado; decimonónicamente beato e infantilmente monárquico es el ABC, sí, pero también un magnífico periódico.

    Creo, modestamente, que, del mismo modo que enseñan a los futbolistas a hablar del equipo contrario como si fuera uno de los grandes, aunque no lo sea y así, si gana no es tanto el desastre y si pierde es mayor el mérito, no debemos negar pan y sal a quien no piensa como nosotros, que nadie es sólo malo o sólo bueno, como los personajes de los folletines de antaño. Sólo Fedegico Jiménez Losantos parece hacer méritos para lograr ser uno de los primeros, tan aburridos y tan planos.

    Y Félix de Azúa… sí frívolo y prepotente, casi diría chulo; guaperas y creído hasta extremos hilarantes, pero ¿desacreditado intelectualmente? Como cada quisque se equivoca (y tiene la peculiaridad, tan poco intelectual, por otra parte, de no reconocerlo así le maten), pero es una inteligencia luminosa y casi renacentista en sus saberes. Creo que nadie se lo niega, pese a sí mismo, lo cual tiene un mérito enorme.

  7. Estimada Frau Elsabein,si se toma la molesta de abrir hoy El País por las Cartas de los Lectores sabrá por qué hablo del déficit intelectual y oportunismo rampante exhibido por Félix de Azía en su artículo «Longevidad del rencor», publicado hace un par de días en el mismo diario.

  8.  TRIBUNA: FÉLIX DE AZÚA

    Longevidad del resentimiento
    FÉLIX DE AZÚA 12/02/2007  

    Recuerdo perfectamente con qué ferocidad despreciábamos a Adolfo Suárez. El plural se refiere a la izquierda de aquellos años. Ni siquiera le odiábamos, era demasiado insignificante. Un burócrata que sólo suscitaba el sarcasmo, un trepador cuyas contradicciones podían facilitar la insurrección proletaria. Es cierto que le había votado una mayoría de la población, pero ya se sabe: los españoles son franquistas, borregos, rancios. Supongo que eso es lo que piensan de Zapatero muchos nacionalistas.

    Luego pasamos a despreciar a González. Algunos habían sido compañeros suyos en la Universidad de Sevilla: un chisgarabís, un pelmazo del que huía la gente. Los sarcasmos contra Suárez se hicieron más virulentos contra González. Basta con releer lo que escribían las grandes plumas de la izquierda sobre la entrada de España en la OTAN.

    Ahora, cuando el país va regresando inexorablemente al Ruedo Ibérico, nos percatamos de que Suárez y González fueron una bendición inmerecida para una casta intelectual fatua y microcéfala. Un par de políticos inteligentes, prudentes, hábiles, que nos libraron de nosotros mismos. Si hubieran triunfado los míos, por ejemplo, Cataluña habría sido una república popular maoísta. Nunca se lo agradeceré suficientemente a Suárez y González.

    Éramos jóvenes y en ese periodo amorfo llamado «juventud», que en España dura hasta los cuarenta años, está permitido ser un majadero y que sin embargo te haga caso la prensa. Pero ahora, cuando se reproduce el viejo estilo del rencor y el resentimiento, ya nadie es joven, ni siquiera los jóvenes son jóvenes. Los «jóvenes» nacionalistas vascos patean las tumbas de los asesinados por sus padres. Han nacido viejos.

    El mes pasado, escribía Muñoz Molina en estas mismas páginas su desaliento ante el delirio en el que ha caído la casta dirigente. Era el grito espantado de alguien que, por vivir fuera, se percata de lo asombrosamente inútil que llega a ser la elite española. El delirio de la oposición, perpetuamente encadenada a sus tráficos vaticanos, a su ética momificada, ese espíritu de bronca tan compatible con la codicia. El delirio de los periféricos, reduciendo sus fortalezas regionales a siniestras aldeas endogámicas cada vez más hormigonadas. El delirio del actual gobierno, convencido de poder dialogar con los nacionalistas, desde los más presentables hasta ETA, y proponiendo alianzas con el Islam. Vaya panorama.

    Hace unos días tuve ocasión de hablar con una persona excepcional. Ha conocido la esclavitud verdadera, la de las mujeres que se pudren en los países islámicos. Ha vivido en Somalia, Etiopía, Arabia Saudita, Kenya… Sabe que en este momento no hay mayor injusticia que el islamismo explotador de una mitad de la población condenada por su sexo. La miseria del proletariado en la época de Marx era un privilegio comparada con la miseria de millones de esclavas (laborales, familiares, sexuales) que se ocupan de la totalidad del trabajo de la aldea mientras los hombres se dedican a pavonearse rifle en mano y a rezar. No podía concebir que alguien como Zapatero, con mando en un país europeo, hablara de «alianza de civilizaciones». ¿Qué civilizaciones? Si a sus hijas les hubieran cortado el clítoris y cosido los labios externos quizás no fuera tan frívolo.

    Suárez dialogó con gente que le despreciaba, pero que estaba deseando salir de la cloaca. Es cierto que los comunistas seguían persuadidos de que no había nación en la tierra que pudiera compararse con la URSS (¡la de Breznev!), y que nuestros jefes hablaban en verso sobre Rumania y sobre la portentosa inteligencia de Ceacescu. Estos majaderos, sin embargo, ya no creían en sus propias mentiras y por lo tanto se podía dialogar con ellos. Suárez lo hizo y consiguió que entraran en el orden democrático al que juzgaban un modo de explotación más peligroso que el fascismo. Suárez dialogó porque lo que tenía delante era un fantasma que al oír el primer ring de monedas se esfumó como Drácula y se dedicó a proteger a las focas.

    No es ese el caso de ETA, ni el de los islamistas que con tanta precisión describe una y otra vez Antonio Elorza. Ni siquiera es el caso del PNV. Quizás Esquerra Republicana esté más cerca de la lucidez: por lo menos ya se les ha producido una escisión y eso indica que puede haber pensamiento incluso en una nevera. Ley de oro desde Maquiavelo es que no puedes dialogar con quien está persuadido de que tú eres débil y él es fuerte. Que Alá está de tu parte, o que están contigo Dios y las cajas de ahorro vascongadas más algún sindicato para que el amo no esté solo.

    Nuestro presidente dice que hay que dialogar con los opresores. Parece que no haya dialogado en su vida con alguien que le toma por bobo. La quiebra de esos diálogos imposibles conduce a callejones sin salida. Los callejones sin salida generan frustración. La frustración es la madre del resentimiento. Hemos regresado a la política del resentimiento, la continuación del franquismo. El gobierno no piensa en los ciudadanos, el gobierno sólo piensa contra la oposición. Un gobierno que le tiene tal pavor a la oposición como para no abrir la boca sin mencionarla (¡mamá, mamá, mira lo que ha hecho Rajoy!), es un gobierno de una debilidad incompatible con cualquier diálogo. La consecuencia ha sido el fracaso del «proceso de paz», mal planteado desde su bautismo con esos términos episcopales.

    ¡Qué nostalgia de Suárez y González! El uno y el otro hubieron de vérselas con enemigos mucho más peligrosos que los que lidia Zapatero. Suárez con los franquistas, es decir, con la totalidad del poder económico, o sea el poder madrileño, vasco y catalán que era el único que había. González, con sus propias huestes, cabras locas, conspiradores del ochocientos. Ambos, con una ETA que en aquel momento no sólo era infinitamente más fuerte, sino que recibía el apoyo de toda la izquierda del país. Y sin embargo pudieron imponer su diálogo, es decir, meter en vereda a los inválidos morales en menos que canta un gallo.

    ¿Por qué entonces Zapatero no puede con unos adversarios desdentados como los del PP, y una ETA a la que ya sólo apoyan los caseríos y ni siquiera todo el PNV? Porque no logra convencer de su poder, es decir, el poder del Estado. Y cuando el Estado muestra su debilidad, el rencor, el resentimiento y el oportunismo ocupan la escena.

    Si alguien desea conocer el desarrollo de una conciencia política racional y no visceral, lea la estremecedora autobiografía de Ayaan Hirsi Ali (Mi vida, mi libertad). Verá cómo la inteligencia unida al coraje puede vencer a la esclavitud en las condiciones más opresoras. Ayaan Hirsi es en verdad una revolución viviente porque dice aquello que todo el mundo sabe, lo evidente. Aquello que los islamistas ocultan, niegan, disimulan, disfrazan, porque amenaza el dominio que ejercen sobre la mitad de la población. Y lo dice sin rencor, sin odio, sin resentimiento hacia sus torturadores. Sabe que no hay posibilidad de diálogo, ni alianza que valga, hasta que millones de mujeres se persuadan de su poder. Por eso dialoga con las oprimidas, no con sus opresores. Será lento, pero no hay otro camino.

    Aplíquese el cuento aquel que desee dialogar. Haga como Ayaan Hirsi, apueste por lo evidente sin rencor ni resentimiento. Utilice el poder del Estado para ayudar a los ciudadanos oprimidos, no para sumirlos en una mayor opresión dialogando con sus opresores. Y olvídese de la oposición. Está ahí para evitar el monólogo gubernamental.Félix de Azúa es escritor.

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    Sobre ‘Longevidad del resentimiento’
     Siento disentir de algunas de las opiniones vertidas por el escritor Félix de Azúa en su artículo Longevidad del resentimiento, publicado el lunes 12 en EL PAÍS. Primero, cuando afirma que la izquierda despreció a Adolfo Suárez. Es falso, al menos por lo que respecta al PCE. Santiago Carrillo recuerda en sus Memorias «el alto grado de entendimiento» que mantuvieron a lo largo de la transición, desde la legalización del PCE al golpe de Estado del 23-F, pasando por los Pactos de la Moncloa. Cuenta Carrillo una anécdota que tiene como escenario el patio de armas del Palacio Real de Madrid y como fecha el primer desfile de las Fuerzas Armadas al que asistió después de la legalización del PCE. Carrillo recorrió la distancia que le separaba de la tribuna entre abucheos de los propios invitados a la celebración, mientras los falangistas gritaban «Franco, Franco» detrás de las verjas del palacio. Suárez, acompañado del general Gabeiras, se acercó a Carrillo y le dijo: «Lo siento, a ti te han llamado asesino y a mí traidor, el único que se ha salvado es Felipe, a él no le han dicho nada».

    Por lo tanto, respeto y entendimiento. De desprecio, nada.Otra afirmación abusiva del articulista califica a los comunistas de «majaderos», porque «seguían persuadidos de que no había nación en la tierra que pudiera compararse con la URSS (la de Bréznev)». Falso también, porque en aquella época el PCE ya se había distanciado del sistema soviético: primero, cuando condenó la invasión de Praga en 1968 y luego cuando promovió el «eurocomunismo» junto al PCI de Enrico Berlinguer y, en menor medida, el PCF de Georges Marchais. Y el «eurocomunismo» fue precisamente la idea de la independencia del PCE de la Unión Soviética y la idea de que los comunistas españoles se comprometían con el socialismo en libertad, y con la democracia pluralista como la mejor forma de convivencia de los ciudadanos y no como una forma de llegar al poder.-José Manuel Fernández Fernández. Bustarviejo.

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    Acaso llevado por su vanidad endémica, mi viejo condiscípulo Félix de Azúa haya incurrido, despreciando al presidente Zapatero en su artículo Longevidad del resentimiento, en el mismo tipo de majadería que imputa a sus mayores cara a los ex presidentes Suárez y González. Comparar épocas históricas tan «distintas y distantes» como las de la peculiar Transición con la España actual supone un déficit añadido de insuficiencia intelectual a la majadería que supone considerar que la actual oposición es «desdentada» y que a ETA «sólo la apoyan los caseríos y ni siquiera todo el PNV». Traída por los pelos es también su descalificación de la Alianza de Civilizaciones enfrentándola con la heroica lucha de Ayaan Hirsi Ali como modelo de diálogo a seguir con los terroristas vascos, pero no pienso escribir un largo artículo para descalificar al autor: lo hace él mismo con gran eficacia y pone de relieve que su nostalgia de Suárez y González sólo es comparable con la longevidad de su propio resentimiento. Miguel Veyrat – Madrid – 15/02/2007  

  9. Miguel Veyrat said,
    Febrero 15, 2007 at 12:42

    Estimada Frau Elsabein,si se toma la molesta de abrir hoy El País por las Cartas de los Lectores sabrá por qué hablo del déficit intelectual y oportunismo rampante exhibido por Félix de Azía en su artículo “Longevidad del rencor”, publicado hace un par de días en el mismo diario.
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    Pues lo siento pero lo único que veo es lo mismo que en su aportación aquí: una violenta agresión hacia Félix de Azúa, que no digo que, desde su punto de vista, no sea justificadísima, pero no me aclara nada sobre el por qué de su desprecio y su descalificación a Azúa; desprecio que le lleva a llamarle, en tan breve espacio, por dos veces, majadero; deficitario e insuficiente intelectual. Dice que se descalifica a sí mismo y le acusa de resentimiento. Como dijo hace poco un ilustre contertulio nuestro, hay opinión, opinión insultante y vejatoria, pero no argumentación.

    No estoy de acuerdo en todos los puntos del artículo de Azúa citado, pero no me parece que en él demuestre su insuficiencia intelectual, es más, me parece un artículo espléndido, con las salvedades a las opiniones que vierte en él, sobre todo en las descalificaciones a Zapatero, que ya he dicho.

    Pero, si por lo que conozco de la prensa, en El País, como en otros periódicos, someten las cartas al director que se refieren a sus colaboradores al criterio de aquel al que cite la carta, es evidente que Azúa ha dado el visto bueno a su publicación y a la de la otra que nos copia amablemente nuestra «Hemeroteca». Eso quiere decir, si conozco algo a Azúa, que ya tiene su respuesta escrita. Si es como creo, durante varios días podemos pasarlo bien. Me divierte muchísimo el ingenio, el humor y la sorna que despliega Azúa cuando se enzarza en la cosa epistolar.

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