En el mes de marzo de hace cuatro años se publicaba en la prensa una fotografía que todos ustedes recordarán. A esa instantánea se le concedió unos meses después el Premio Ortega y Gasset de Periodismo en la categoría de Información Gráfica. Me refiero, claro, a la fotografía tomada por Sergio Pérez Sanz sobre la reunión de las Azores en la que participaron George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar. El jurado que le otorgó el galardón subrayó el valor histórico de la instantánea, convertida en «verdadero icono de esa reunión» y «su revelación de la psicología de sus protagonistas». No hace falta que reproduzca aquí aquella imagen, que está en la retina de todos. O tal vez sí: volvamos mirar aquella fotografía, echémosle un vistazo, ya que si fue una instantánea, si lo fue auténticamente, entonces captó el instante, la circunstancia irrepetible de aquel momento.
A diferencia de lo que sucede con la pintura, el instante que capta el objetivo fotográfico se adhiere al soporte. Roland Barthes insistió en ello en La cámara lúcida haciendo de dicha peculiaridad su condición. Un óleo, aunque represente un momento que fue real, que existió verdaderamente, ese momento congelado en la retina del pintor y que su destreza le permite reproducir sobre la tela, es resultado de una larga elaboración: a la tela se adhieren diferentes instantes que no son los que finalmente se reflejan, las largas horas de pose, por ejemplo. Es posible que también la fotografía necesite mucha preparación, pero aquello que capta es ese momento único e irrepetible que hubo en la vida real de quienes fueron retratados.
El tiempo es un instante, cierto: ese presente eterno que es el que únicamente vivimos, del que tenemos constancia; pero el tiempo dura, se extiende en una sucesión, en una yuxtaposición de momentos, de fotogramas o fotografías, por ejemplo. La pintura figurativa puede optar por una representación realista, hacer explícita la semejanza icónica, como diría Umberto Eco, y puede darnos también un fragmento de vida que jamás existió, porque no hubo nunca ese instante que es posible técnicamente en la fotografía. Por eso, los lienzos más realistas son a la postre los más elaborados, los más artificiosos, aquellos en los que mayor esfuerzo se invirtió en busca de la autenticidad, de la naturalidad. Si en conclusión es eso la pintura, tendríamos que admitir que la fotografía es el arte verdaderamente realista. ¿Lo es? Como resulta a todas luces evidente, la fotografía es también extremo artificio técnico, pero sobre todo es preparación y pose que desnaturaliza, recreación del escenario; es encuadre del mundo, un encuadre que secciona, que recorta sólo una parte de la realidad posible para incluirla en el campo visual; es, en fin, representación sofisticada, laboriosa y connotación, valor significativo y añadido simbólico, como la mano acogedora, amistosa o paternal de George W. Bush que se deposita sobre el hombro de José María Aznar.
Juan José Millás reproduce en su libro Todo son preguntas la revelación del fotógrafo. Sergio Pérez Sanz “dice que cuando comenzó la sesión fotográfica Aznar estaba colocado entre el presidente de Portugal, que era el anfitrión, y Blair, «Pero el mandatario español», añade, «realizó un fugaz desplazamiento de 180 grados y, en cuestión de segundos, se situó a la izquierda del presidente estadounidense, quien, nada más reparar en su presencia, se apresuró a colocar la mano sobre el hombro izquierdo de José María Aznar». Pérez Sanz”, prosigue Millás, “obtuvo una perspectiva distinta a la del resto de los fotógrafos congregados para la ocasión gracias a una escalera de mano con la que situó el objetivo de su máquina un metro por encima de sus colegas”.
No hace falta que seleccionemos otras fotos de aquel encuentro de las Azores para comprender esa clase y esa sucesión de artificios. Podemos volver a mirar ese retrato galardonado: una pieza que carece de valor estético en sí misma, pero a la que todos confieren una dimensión simbólica. ¿Y qué vemos, si de simbolismo se trata? Distinguimos, en este caso, un retrato de grupo, en el que destaca lo que a todos ellos mancomuna: los miembros de una peña de amigos, de tres amigos, se fotografían mostrando lo que son, haciendo ostentación de sí mismos, de su orden jerárquico y funcional, en perfecta disposición, preparados para cumplir su misión. Por supuesto, como ya sabemos, la vida de aquellos colegas no se captó de forma espontánea y la realidad ordinaria de dicho grupo no se tradujo en imágenes. Por descontado que estaba recreada expresamente, haciendo una representación artificiosa, tanto que hasta nos incomoda la representación, como cuando nos vemos en una foto antigua y recordamos la pose forzada, impostada, que adoptamos. No es el instante prodigiosamente captado de unos amigos; es, por el contrario, la esforzada puesta en escena de una circunstancia artificial.
Ahora bien, no pensemos que ese hieratismo o esa impostación o esa puesta en escena son lo exclusivamente artificial: aun cuando los hubiéramos sorprendido trabajando, con los pies encima de la mesa, por ejemplo, la mirada del fotógrafo se hubiera detenido en un instante ya visto, en un esquema perceptivo previo y reconocible, probablemente aquel que captura y reproduce el punctum (que diría Barthes), el elemento simbólico, incoherente, extraño que atrae o concentra las miradas: la mano sobre el hombro, la palmadita en la espalda.
¿Pero por qué digo todo esto? ¿Habré caído en la trampa de la propaganda? En ese caso regresaría porque el partido socialista devuelve actualidad a esta foto para así contrarrestar el efecto de De Juana. No: lo digo porque la prensa lo registra –la afín y la hostil al partido socialista– convirtiendo en noticia unas declaraciones y haciendo realidad un efecto. Pero sobre todo lo digo porque ahora se confirman con toda claridad las consecuencias de aquella guerra que se quiso rápida, expeditiva y efectiva, y de la que esta foto era un instrumento de propaganda. El Pentágono admite que el resultado de aquella contienda es ahora lo más parecido a una guerra civil, algo que muchos anunciábamos años atrás.
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2. Hemeroteca (18/03/2007)
A. Manifiesto leído en Madrid el día 17 de marzo de 2007
B. La izquierda vuelve a utilizar la guerra de Irak para arremeter contra el PP (Abc)
C. Madrid exige a Aznar que pida perdón (Levante-EMV)
D. Miles de personas exigen en Madrid que el ‘trío de las Azores’ pida perdón por la guerra de Irak (El País)
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3. Artículos de JS
A. Sobre Irak, en la prensa
Civismo sonoro (caceroladas)
Las analogías de Trillo (El euro)
B. Sobre Irak, en el blog
Irak en Los archivos de Justo Serna
C. Temas varios en Levante-EMV, viernes 16/03/2007
Contra el entusiasmo (Mariano Rajoy), Levante-EMV, 16 de marzo de 2007
Lujos en la Valencia burguesa, Levante-EMV, Posdata, 16 de marzo de 2007


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