1. Es tan confuso el estado de la política española, con esa mezcla de agitación y electoralismo, que lo discutido pronto se olvida: el asunto de controversia es inmediatamente reemplazado por un nuevo objeto con el que alancear al adversario. Según sostienen sus responsables, el Partido Popular esgrime el liberalismo como fondo doctrinal con el que oponerse a la política sectaria de los socialistas. Pero, visto de otro modo, el liberalismo puede muy bien justificar algunas de las medidas adoptadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero y, por tanto, serviría para desmentir punto por punto el discurso popular. ¿Piensan ustedes que fuerzo el sentido lógico de las cosas? Trataré de explicarme con un ejemplo conocido, un ejemplo al que debemos volver para orear la bruma que todo lo envuelve.
Es probable que ya no se acuerden pero una de las primeras manifestaciones que movilizó al Partido Popular tuvo como motivo el reconocimiento del matrimonio entre homosexuales. Pues bien, recuerdo las dificultades conceptuales que tuvo que afrontar Mario Vargas Llosa cuando en un artículo de junio de 2005 enfrentaba los hechos. Eran éstos, eso sí, unos aprietos doctrinales expresados desde el liberalismo. Por un lado, desde ese liberalismo al que se adhiere, aplaudía la medida legal; por otro, desde sus inclinaciones electorales, quería seguir apoyando al Partido Popular. Repito. Por una parte aprobaba sin reservas el avance legislativo que suponía el reconocimiento del matrimonio entre homosexuales; pero, por otra, no se explicaba la actitud de la oposición parlamentaria que se había echado a la calle para mostrar su repudio.
“Es difícil, para mí, entender las razones por las que el Partido Popular ha apoyado la manifestación contra el matrimonio gay”, admitía. Para un seguidor del liberalismo como es Vargas Llosa, la ampliación de derechos no es un riesgo sino una bendición: justamente por eso, le resultaba extraña la oposición de un partido que dice ser liberal. Al PP le perdonaba este error táctico o esta incongruencia doctrinal, pues –pese a las enfáticas y apocalípticas declaraciones de sus líderes– “es verdad que su dirigente máximo no asistió” a aquella manifestación a la que acudieron tantos obispos; como también es verdad, añadía, “que tampoco estuvieron presentes sus principales líderes”. ¿Que no estuvieron presentes sus principales líderes? Aquí, Mario Vargas Llosa cometía un error de percepción muy notable, pues en la movilización habían estado presentes Acebes y Zaplana, esto es, el secretario general y el portavoz parlamentario. Si, fuera de Mariano Rajoy, esos representantes políticos no eran sus principales líderes, entonces que venga Dios y lo vea…, podríamos decir (y nunca mejor dicho). De aceptar la argumentación de Mario Vargas Llosa, entonces deberíamos admitir que o eran cargos de pega que encubrían a otros militantes que en la sombra disponían del poder real; o son figuras heredadas de la época anterior que ya estaban amortizadas; o ambas cosas a la vez.
El protagonismo creciente que ambos líderes han tenido después desmiente la aseveración de Vargas Llosa: no sólo no han perdido peso, relevancia, sino que han arrastrado a Rajoy a una política de callejeo político. Siempre, eso sí, echándole la culpa a Rodríguez Zapatero por lo bueno, por lo malo y por lo regular. Durante un tiempo, Mariano Rajoy pudo mantener una posición moderada, institucional; hoy, por el contrario, ha hecho de la calle su principal modo de expresión. ¿Por haber sido arrinconado parlamentariamente al aliarse el Gobierno con fuerzas antiespañolas o separatistas? Ese argumento vale para una vez, para cuando te engañan o te relegan, pero no vale para siempre, porque entonces lo que revela es falta de orientación.
Creo que la explicación mejor es la que ahora da Enrique de Diego: a esa posición insostenible que sólo puede expresarse confusamente le han empujado en mayor medida los portavoces más radicales de la derecha. Si el periodista Enrique de Diego, conservador y confesional, reprocha al locutor de la Cope el extremismo en el que ha hundido a ciertos sectores del PP. Por eso se escandaliza al contemplar el “machacón dogmatismo sectario” en que ha caído “una buena parte de la derecha sociológica, atormentada por los zumbones fervorines del propagandista Federico Jiménez Losantos”. Muy benevolente se muestra De Diego, porque si se han dejado confundir por éste es gracias al respaldo mediático que cree obtener con su sumisión.
Entretanto, aunque de ellos no dependa, supongo que los responsables del Partido Socialista seguirán apostando por la permanencia de Jiménez Losantos: no hay nada mejor que radicalizar al adversario para espantar a la gente de orden o a los moderados. Aunque con una prosa algo confusa, De Diego lo expresa sin tapujos: “han extendido una cortina de humo sobre los problemas reales y llevando a la derecha sociológica a la situación más absurda y ridícula de la historia de España”.
Pero regresemos al reconocimiento del matrimonio homosexual y a la oposición que provocó. Según el propio Vargas Llosa, esa misma situación absurda (y no sé si ridícula) es en la que había recaído el Partido Popular al respaldar aquella manifestación. Apoyarla “sólo puede haber contribuido a confundir y lastimar no sólo a los homosexuales que hay en sus filas sino, sobre todo, a su sector liberal, y a dar argumentos a quienes lo presentan como una formación política ultraconservadora”. Y ése es precisamente el reproche más sensato que cabría hacer a los populares: que la integración de la derecha que logró José María Aznar, lejos de haber domesticado a los sectores más ultramontanos, les ha dado cobijo hospedando a divisiones confesionales que están dispuestas a batallar a poco que los liberales, en conserva o en sazón, decaigan o pierdan el poder.
Pero Vargas Llosa, que repartía mandobles al partido con el que en principio simpatiza, no ahorraba verdugazos al socialismo. “El Gobierno que ha dado esta ley en España”, precisaba, “es socialista y hay que reconocerle todo el mérito que ello tiene”. Ahora bien,“para evitar confusiones”, conviene recordar que el reconocimiento del matrimonio gay es “una medida de profunda entraña democrática y liberal, y nada socialista”, añadía Vargas Llosa. “El socialismo ha sido a lo largo de toda su historia, en materia sexual, tan puritano y prejuicioso como la Iglesia católica”, insistía. “Si de él hubiera dependido, la gazmoñería y la pudibundez hubieran dictado la norma aceptable en materia de costumbres sexuales y ésta se hubiera impuesto a la sociedad por la fuerza. Por eso, en las sociedades comunistas, la discriminación y persecución del homosexual fue, en ciertos periodos, tan feroz como en la Alemania nazi”, apostillaba. La descripción de Vargas Llosa era empeñosamente errónea y sorprendía en alguien con espíritu liberal la mixtura deliberada y equívoca que hacía.
En primer lugar, asociaba, sin más, democracia a liberalismo como si los socialistas no tuvieran nada que ver con la democracia (“una medida de profunda entraña democrática y liberal, y nada socialista”), como si la socialdemocracia europea no hubiera contribuido a edificar el sistema de derechos que se extiende y se generaliza a partir de los acuerdos de posguerra.
En segundo lugar, la voz socialismo la empleaba en su acepción comunista, identificándola, pues, con el bolchevismo, con el leninismo, con la III Internacional, justamente como si ambas tradiciones políticas hubieran sido idénticas. Es habitual emplear así la voz socialista cuando se trata de desprestigiar electoralmente al adversario: José María Aznar, por ejemplo, hace eso y en semejantes términos en sus dos últimos libros: no se confundan, todos los socialistas son lo mismo, son todos lo mismo y punto.
En tercer lugar, el error culpable en el que incurría Vargas Llosa se revelaba al mezclar los distintos matices de lo liberal, al usar liberal en su sentido europeo y norteamericano como si significaran lo mismo. Decía: “han sido las sociedades democráticas, impregnadas de cultura liberal, como los países escandinavos y los Estados Unidos, donde se ganaron las primeras batallas contra la discriminación de los gays”. Si hablamos de países escandinavos, entonces no podemos dejar de hablar de la tradición socialdemócrata: en Suecia, por ejemplo, ese país en el que gobierna la socialdemocracia desde hace varias décadas, las parejas homosexuales gozan de los mismos derechos que las heterosexuales en materia de trabajo, pensiones, inmigración y adopción. Y si hablamos de Estados Unidos, en donde el socialismo –como dijo Georg Simmel— no podía triunfar, entonces habrá que admitir que los avances en materia de derechos tienen mucho que ver con la revolución cultural y moral que se experimenta en los años sesenta y que empujan sus sectores “liberales”, sus sectores radicales, incluso izquierdistas.
Liberalismo y socialismo son voces confusas que pueden usarse según convenga. Como sabemos, el propio Jiménez Losantos dice profesar de liberal. ¿Y…? El examen de un Gobierno no puede depender de la etiqueta ideológica con la que se reviste o con la que le estigmatizan sus adversarios. Ha de depender de sus acciones, de sus decisiones, de sus provisiones. El reconocimiento del matrimonio homosexual fue un logro que desorientó a los auténticos liberales del PP o a sus afines, según hemos recordado con Vargas Llosa. Y, sin embargo, la movilización antiliberal, confesional, conservadora arrastró también a aquel sector templado o laico de los populares. Ésa es la clave de la política en España: toda decisión importante que el Gobierno ha ido tomando –más o menos discutible, más o menos razonable— bien pronto empezó a ser objetada en la calle y con estrépito a falta de una mayoría parlamentaria.
El Partido Popular dice sentirse fuerte ahora porque se ve respaldado en las sucesivas manifestaciones que apoya. Argumentan sus responsables que la mayor parte de esas movilizaciones no las ha convocado el partido, sino la sociedad civil, lo que sería prueba de malestar y repudio de los ciudadanos…, pronto electores. Pero esas manifestaciones no son ejemplo de fortaleza, sino de dependencia: el Partido Popular está condicionado por numerosas instancias externas que condicionan su política. Una lectura precipitada nos puede hacer creer que esos apoyos dan eco mediático al PP. Es justamente a la inversa: la Iglesia, los locutores exaltados y otros factores exteriores están patroneando al partido de la oposición. Cuando se convocó la manifestación contra el reconocimiento del matrimonio homosexual, no acudió Mariano Rajoy. Ahora ya no falta a ninguna.
————
2. Scriptorium. Y ahora un obsequio por su fidelidad…, al haber llegado hasta aquí. Les enlazo al célebre texto de Félix Salvá y Sardany, fechado en 1887.
Hombre Serna, ya me extrañaba que no hicieras este juego histórico. Y esto de citar un libro del s. xix para criticar al pp no es un «anacronismo» ? Tu usas mucho esa palabtita para poner verdes a los políticos o para excomulgar a Pio Moa. Pues toma dos tazas.
Señor Serna: yo creia que hoy mantendria el post de la Foto por cumplirse los cuatro años de la invasión. ¡Vuelve a Rajoy!
No nos merecemos esta crispación
Editorial
Levante-EMV, 19/03/2007
En los últimos tiempos del franquismo y los primeros de la nueva era se hizo popular en España la diferenciación entre el país oficial y el país real y con ella el deseo de adaptar el primero al segundo, superando la gran distancia que los separaba. Uno de los grandes aciertos de Adolfo Suárez como gobernante fue proponer con claridad ese objetivo y trabajar con decisión e inteligencia para conseguirlo, empeño para el que contó con la generosa colaboración de todas las fuerzas políticas democráticas. Gracias a ese acierto España es hoy un país enormemente diferente de aquél. Tiene unas instituciones democráticas, está perfectamente insertado en la Europa que se envidiaba como paradigma y, como resultado de todo ello, España es un país moderno y próspero cuyos ciudadanos disfrutan de las cotas de bienestar más altas de su historia. Y es en estas circunstancias cuando, de forma absurda, vuelve a producirse una grave distorsión en torno a la situación política.
Con una diferencia sustancial. El problema no está en la realidad sino en la forma en que ésta se quiere presentar. El cristal distorsionador es la crispación.La gran mayoría de los ciudadanos asisten desconcertados al espectáculo del cada vez más exasperado enfrentamiento de las fuerzas políticas, que se visualiza en ámbitos tan diferentes como la calle, el parlamento o algunos medios de comunicación y no entiende que haya motivos para un enfrentamiento tan descarnado e irracional.
Por fortuna España es hoy un país tranquilo y pacífico, en el que la moderación es a la vez su mayor fuerza y lo mejor de su patrimonio. Es una gran irresponsabilidad poner en riesgo esa riqueza. Y, sin embargo, los dos principales partidos políticos españoles lo están haciendo al llevar su confrontación a extremos peligrosos. La clave está, según todas las apariencias, en la lucha por el poder. El PP transmite la sensación de no haber asumido el resultado de las últimas elecciones generales, en las que ciertamente resultó gravemente perjudicado como consecuencia de la tragedia del 11-M, y, ya que no puede deslegitimar el triunfo del PSOE, se ha lanzado a montar un escándalo sobre cualquier decisión del Gobierno, cuando seguramente sería suficiente con que se volcara en la crítica de los errores gubernamentales. Y los socialistas, con Rodríguez Zapatero en la Moncloa, se han lanzado a una política imprudente, metiéndose, sin que sea ni necesario ni urgente, en el mayor número posible de avisperos. Tal parece que si desde el PP se ha cedido a la tentación de considerar a los socialistas como unos usurpadores, desde el PSOE el señuelo autoinventado ha sido el de la posibilidad de acabar, mediante cualquier tipo de pactos y con cualquiera, con los populares por muchos años.
El choque ha sido particularmente estruendoso en el terreno delicadísimo de la política antirrerrorista. Zapatero parece haber creído que estaba a su alcance conseguir el final de ETA a través de la negociación y que semejante éxito le haría pasar a la historia y, de paso, prolongar su estancia en el poder. Enfrente, el partido que dirige Rajoy bajo la sombra cada vez más visible de José María Aznar, ha percibido que la discrepancia radical de la política del Gobierno en materia de terrorismo se convertía en la más clara oportunidad para reconquistar el poder. Cada uno ha arrastrado a sus fieles, mientras en tierra de nadie han quedado con estupor millones de personas a las que se les pide la fe del carbonero o se les alienta con consignas. Que la división haya alcanzado a las propias víctimas del terrorismo, que se han visto convertidas en peones de batalla o en arma arrojadiza, habla tal vez más elocuentemente que nada, de lo lejos que se ha llegado.
Por si fuera poco, el comportamiento de algunos medios de comunicación ha echado más leña al fuego. Si en materia informativa se dice que en una guerra la primera víctima es la verdad, en la batalla de la crispación que se libra en España parece haberse convertido en un imposible que la objetividad sobreviva. Algunos medios afines a la actual oposición participan tan activamente en la lucha que no sólo respaldan sin fisuras a los suyos sino que les reclaman más agresividad si entienden que se comportan de forma pusilánime.
Otros asumen tan acríticamente las posiciones del Gobierno que dan la impresión de ser unas veces su guía y otras, un instrumento suyo. El juicio del 11-M se ha convertido en una piedra de toque de la desviación de objetivos de unos medios que es lógico que tengan opiniones diferentes pero que deberían coincidir en la búsqueda de la verdad, porque eso es lo consustancial al periodismo. Sin embargo, los hechos que se desarrollan en el tribunal dan lugar a versiones escandalosamente contrapuestas: donde unos ven blanco, otros lo describen como negro. Casi se diría que las informaciones sobre un acontecimiento que aspira a descubrir la verdad sobre un acontecimiento están prefiguradas por las informaciones que antes del juicio había publicado cada cual. Quienes pierden son los ciudadanos, que ven interferido su derecho a estar bien informados. Y de paso padece el prestigio social de los medios, hasta el punto de que puede afectar a los que no se alinean en la batalla política sino que aspiran solamente a dar constancia de su desarrollo con la máxima objetividad posible, porque eso exige el respeto a nuestros lectores.
La actual crispación no es buena para nadie; a la larga, ni siquiera para quienes la alientan. Si mantiene su escalada, puede llegar incluso a perjudicar la imagen exterior de España, al presentarla como un país conflictivo y, por tanto, poco digno confianza. Pero el principal argumento es de naturaleza interna. Estamos convencidos que la gran mayoría de la sociedad española no desea una confrontación tan áspera, lo que no quiere decir que carezca de ideas políticas y opiniones y que, en función de ellas, juzgue a los que gobiernan y a los que pueden sustituirles. Que esas alternativas se perfilen como claramente diferenciadas es tan bueno como legítimo. Pero no menos conveniente es que la decisión se tome con serenidad. Los españoles se han ganado a pulso, con su comportamiento cívico de estos años, el derecho a la normalidad. No merecen la actual crispación.
Lo que diga Vargas Llosa empieza a ser cada día más irrelevante,y que conste que desde el punto de vista literario ha dejado ya de interesar a ningún lector. Su última gracieta de pseudoliberal engañabobos ha sido declararse entusiasta votante de Esperanza Aguirre en las próximas elecciones. Sí, Justo, tienes razón también esta vez: El PP ha intentado —¿Recordáis sus incursiones en Cádiz a celebrar los aniversarios «LA PEPA»?— Queriendo hacer olvidar que los liberales españoles fueron los predecesores de la izquierda actual cuando Marx aún no había nacido. Ser liberal en España era ser de izquierdas frente a la reacción católico-hidalga de los descendientes de los godos.Como lo es actualmente en los Estados Unidos, donde el adjetivo ¡¡¡Liberal!!! te lo suelta cualquier neocon que quiera llamarte rojo. Y sí, yo soy liberal a fuer de rojo, como solía decir Indalecio Prieto de su condición de socialista.
Miguel, creo que eres muy duro con Vargas Llosa. Desde el punto de vista literario –me refiero.
Aunque las Travesuras de la niña mala no haya sido una obra redonda (tuve oportunidad de señalarlo: http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article_id=2412), creo que Vargas Llosa sigue siendo un escritor atendible: incluso hay páginas suyas recién escritas que maravillan. Otra cosa es lo que pensamos de sus obras de diez, de veinte años atrás. Es en los ochenta –en la época de La guerra del fin del mundo— cuando el autor alcanza la excelencia (incluso por encima de la obra cumbre de los sesenta, Conversación en La Catedral). Coincido contigo en que los juicios políticos de MVL son discutibles (¿y cuáles no lo son?). Para mí, el problema de Vargas Llosa no es que se declare liberal, pues –como tú mismo dices– esa etiqueta identifica cosas muy distintas: sirve para designar a los rojos neoyorquinos, por ejemplo. El auténtico problema de nuestro escritor es que todo aquel que se identifica como liberal recibe su plácet. Y eso me parece un rastro intransigente: puedes declararte liberal y ser un intervencionista. Como puedes reconocerte socialista y tener una política liberal, propicia a la ampliación de las libertades.
Lo que es duro es el estado de la política española. Dice el profesor Serna que es confuso. Yo creo que es peor. A ver quien es más sectario. ¿No se puede parar?
Querido Justo, «de gustibus et coloris non disputandum». Para mí Vargas L. terminó cuando después de Conversación en la Catedral, donde coincido contigo que se trata de su obra cumbre, perpetró Pantaleón y las visitadoras, dando pruebas de un rastrero oportunismo. El mismo oportunismo guía todos sus pasos actualmente intentando alinearse con el rapidísimo paso, casi legionario,o de bersagliere, del márqueting editorial. No digamos, tú mismo lo señalas, de su oportunismo político, típico del «pijo» limeño que ha sido siempre. Sus artículos, bellamente escritos, faltaría más, rezuman pleitesía hacia el poder económico-político «liberal» que domina el mundo en la actualidad globalizada.Pronto, el PCCH, tras el entusiasta reconocimiento de la propiedad privada —¿De los grandes medios de producción?: No lo han dicho— será alabado como liberal por M. V. L.
NOTA BENE: Les doy a ustedes una gran noticia, conectada con el debate de ayer. El diputado navarro del PP Jaime I. del Burgo, acaba de declarar que Aznar tomó solo la decisión de que España entrase en la guerra de Irak. No consultó a su Partido. ¿Empieza a descomponerse el corpus pepero?
Por otra parte, quisiera decirle a Jaime que dónde ve el sectarismo a la declaración reiterada machaconamente del Presidente del Gobierno de que sobre Navarra decidirán única y exclusivamente los navarros, cosa qu epor otra parte les reconoce la Constitución vigente. Lo sectario es seguir erre que erre diciendo que el PSOE dice lo contrario. Acabo de ver a Miguel Sanz en una televisión reiterando que el PSOE quiere vender navarra a Euzkai a cambia de que ETA deje de matar… De locos. Si no fuera de embusteros.
Como dice el sr Veyrat: no se pierdan lo que dice «El Pais». No salimos de Iraq!
«Del Burgo ha admitido que «políticamente, el señor Aznar apoyó la guerra de Irak», si bien ha justificado que fue «por los datos que tenía entonces, suministrados por las dos potencias militares que, en teoría, se supone que tienen unos servicios secretos que son la pera».
«Le dijeron que había armas de destrucción masiva y que, por tanto, era un peligro Irak para la humanidad”, ha añadido el diputado.
Para el dirigente de UPN, «vistas las cosas con perspectiva, evidentemente [Aznar] sí se equivocó». «Creo -ha indicado- que Aznar no debió estar en Las Azores, porque además estuvo y pareció que era uno de los que declaró la guerra, cuando no íbamos a la guerra y esa imagen que transmitió desde Las Azores fue profundamente negativa».
Del Burgo ha reconocido que, en este sentido, se debe de hacer «autocrítica» y admitir que «fue un error», y ha recordado que aquella determinación no fue aprobada por el Comité Ejecutivo del PP.
«Fue una decisión personal, él dirigía la política del Gobierno, consideró que debía estar allí, y la imagen que transmitió, es la que permite decir que estuvimos en la guerra de Irak cuando no estuvimos», ha concluido.
El Pais.
[Nota de JS: He cortado el enlace que ponía Juan Luis y lo he insertado para que no sobrepasara los marcos]
En declaraciones a Radio Euskadi, Del Burgo consideró que el Congreso de los Diputados «no avaló» la invasión de Irak y se limitó a asegurar que, «en ese conflicto», no se efectuaría «más que el envío de tropas en misión humanitaria».
«Es lo que ocurrió. Nosotros no estuvimos en la invasión, ni tuvimos ningún acto de hostilidad contra Irak, sino que simplemente enviamos una dotación de ayuda humanitaria que, lógicamente, era militar en la medida en que era una zona de conflicto. Eso es todo lo que hicimos», explicó.
Si lo copian, háganlo entero. Curioso que no aparezcan nunca los párrafos en los que queda claro que no se particípó en la invasión, barcos-hospital y similares
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/03/19/espana/1174301917.html?a=2f1cf1160b5a77924009b310cf938ba4&t=1174324916
Oiga What if… si no quisiera que se leyeran esos parrafos no habria puesto el link a El Pais
No lo dudo, pero es que tan sólo faltaban esos dos de todo el artículo y aportan una información relevante ¿no cree?.
Es una parte de este desgraciado asunto al que no se le suele dar importancia.
Saludos
También ha dicho, acabo de escucharlo en La Sexta, que Aznar no debió ir jamás a Las Azores, y que no informó de ello al Comité Ejecutivo del PP. No se empecinen algo está empezando a oler a podrido. Aún más que antes.
No sé si es verdad, pero algunos periodistas atribuyen a Mariano Rajoy una frase que al parecer habría dicho el candidato en la noche del 14 de marzo de 2004. Tras la derrota del PP, enfadado con José María Aznar, Rajoy le habría espetado algo así como: «Ahí tienes el efecto de tu guerra». Insisto: ignoro si es cierta la aseveración.
Sí, pero es curioso que ahora que la guerra de Irak puede pasarles factura de nuevo (y el horrible atentado de hoy no es el último, y el empecinamiento de Bush reiterado también hoy, no deja de crecer) electoralmente pues persiste y persistirá en las memorias horadando día a día su credibilidad, es curioso, repito, que ahora alguien tan poco sospechoso de desafección como Del Burgo, sea el encargado de «exculpar» al PP cargando toda la culpa en Aznar, molesto desde hace tiempo para sus correligionarios, con sus intervenciones intempestivas que nadie aprecia. Es curioso. Porque como en todo hecho insólito cabe preguntarse como todo buen investigador hace : ¿Cui Prodest? ¿A quién beneficia?
1.- En Irak los suníes mataban a los chiíes
2.- Ahora suníes y chiíes se matan entre sí de una manera absolutamente deleznable (si es que es posible la gradación del asesinato), matanza indiscriminada de civiles en barrios populosos en momentos de aglomeración, a veces hasta con engaños.
3.- Muchos muertos se deben a los ejércitos occidentales (no al español precisamente, pero bueno), pero siendo inadmisible no son precisamente la mayoría.
4.- Atribuir los atentados suicidas contra una de las dos ramas religiosas a Aznar, y al envío de barcos hospital, es cuando menos insultante.
5.- La cooperación con americanos e ingleses fue una desgracia, porque violentaba la voluntad de la mayoría, no porque nuestro ejército haya masacrado a nadie, ni sea culpable de los miles de muertos.
6.- Hace tres años que no estamos allí ni de lejos, es infame seguir atribuyendo los muertos del odio entre ramas religiosas al señor Aznar.
7.-¿Cui prodest?, buen investigador…si eso fuese propio de un buen investigador, no haría falta la policía. Con el Cluedo nos apañaríamos. Aplique esa pregunta de parvulario al 11-M y obtendrá una respuesta tan falsa como la pregunta que ha formulado.
Me he hartado de criticar a los que achacan al gobierno haberse beneficiado de los muertos de Madrid. Ahora los del otro lado hacen lo mismo. Desolador
El estado de la política española es todavía peor de lo que parece. Estamos en preeleciones y como se suele decir, \
El estado de la política española es todavía peor de lo que parece. Estamos en preeleciones y como se suele decir, «todo vale». Los políticos suelen ser prepotentes. Aznar cometió el error de no pedir disculpas a las familias por lo de Irak, como tampoco pidió disculpas por utilizar la investigación del atentado (11 M) en favor de su campaña electoral.
Hay muy poco respeto por el electorado por la forma de enmascarar los problemas y de utilizar los medios para embarullarlo todo. Faltan propuestas concretas y compromisos más firmes, más en consonancia con los necesidades reales del país. Falta más brillantez en la ejecución de estas propuestas y mucha menos burocracia.
EStos días estamos oyendo hablar mucho de los atentados y del terrorismo. ¿Acaso las necesidades o problemas de la tercera edad están resueltos? La tercera edad es el voto más seguro, el colectivo que menos disturbios ocasiona, el electorado más manipulable y manipulado. En «apariencia» es uno de los sectores más favorecido en las campañas electorales de los partidos, pero la realidad es bastante distinta. El voto de los mayores se compra con «viajes imserso», «balnearios» y comilonas en fechas muy concretas. La vejez, esa etapa de la vida tan fea, tan ignorada. El menosprecio social y gubernamental a los mayores es algo que cualquier cuidador sufre. Los mayores no eligen, cuando molestan, si pueden o se les concede una ayuda van a una residencia. No hay opción, ni ayudas insisto «concretas» para que puedan decidir si quiere envejecer y morir en casa. En la asistencia sanitaria, las cosas no van mejor. No existe más que un especialista de geriatría en la seguridad social.
Por lo general, los médicos de cabecera se encuentran con un problema que no saben cómo solucionar y recetan, recetan y recetan medicamentos para tenerlos tranquilos. Cuando son repetidas veces las que los ingresas la crispación sigue en aumento y te dicen: ¡señor1, ¡lo que usted tiene que hacer es velarlo en casa hasta que se muera, eso es lo que se ha hecho siempre¡ ¿Y el derecho al trato de igualdad, de asitencia y de respeto? Estas cosas en la asistencia médica francesa, inglesa o europea no pasa, no porque sean la panacea, sino porque hay mucha más conciencia de los derecho que el ciudadano tiene y asume.
Un médico me contaba: son el colectivo que más dinero generará en 15 años, y será también por el que menos se preocupen los políticos. Lamentable ¿no? Este es uno de los problemas «enquistados» y carentes de alarma social sobre el que pasarán las elecciones. Y digo bien pasarán.
Qué tiene que ver esto con el liberalismo, mucho. El logro, la conquista social es muy importante. Pero más importante es el respeto al ciudadano de a pie que mantiene todo un sistema institucional, y se merece un proceder más serio y menos cirquense de sus políticos con menos demagogía. Puesto a pedir…. Nuestros políticos se pueden aplicar más en sus tareas y poner un poquito más de empeño en lo que verdaderamente preocupa al ciudadano. ¡menos cortinas de humo, por favor!
Yes, sí, my dear friend, está empezando a resultar desolador para el PP. Decíamos ayer… que ésto no había hecho sino empezar. Hoy es el diputado cántabro del PP Jesús López Medel, abogado del Estado y vocal de la Comisión Constitucional, quien critica abiertamente la participación de España en la guerra de Irak impulsada por su ahora Presidente «de honor» José María Aznar de las Azores. Pronto, a medida de la cercanía de las dos convocatorias electorales ya muy próximas, veremos a las mentes menos gregarias del PP iniciar la procesión cantando la Palinodia. Sí, «a quién beneficia» puede ser pregunta de parvulario, pero sirve para que los parvulitos empiecen a entender las leyes que rigen el entramado de relaciones humanas, querido. Menos cortinas de humo, como pide Concha más arriba. Up to you.
De acuerdo, señor Veyrat, pero parece que las Palinodias peperas no han hecho más que empezar: Ahora Rajoy dice en el Diari de Girona que el PP nunca ha dicho que ETA estuviese detrás de los atentados del 11-M, y que si alguno del Pp lo ha dicho le pedirá responsabilidades… ¡Dios mío, qué afán por pasar el borrador! ¡Que le pregunte precisamente al ardoroso y guerrero navarrico señor Del Burgo,que ya ha empezado a retractarse de todo, ¡Inocente corderito!
Lean, lean, http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=10501
En efecto, querida amiga, empieza la «desbandá».
¿Habrá sido la «aparición» de Rajoy en Majestad como nuevo mesías mussoliniano sobre el podio de la Plaza de Colón de Madrid, su canto del cisne? Poco le ha durado el intento de proclamar su hegemonía sobre los demás aspirantes a «presidir» a la retroderecha española.También el error de Navarra lo va a pagar caro.
Como dice Zapatero al contener al PSOE en estos días de prueba para su partido: No hagáis nada, que se hunden solos.
Irak y Germán Yanke
Una de las cosas más llamativas de este asunto, de este terrible asunto (las consecuencias sangrientas de la intervención), es el estado general en que han quedado la opinión y el columnismo. Ayer, por ejemplo, leí en Abc una tribuna de prosa confusa y sintaxis tosca en la que Germán Yanke decía ahogarse entre el sectarismo de unos (PSOE) y la inacción o la falta de autocrítica de otros (PP). «El partido gubernamental», decía Yanke, «se suma a las manifestaciones que bajo la manta de la paz son contra los Estados Unidos y el de la oposición, en vez de proponer una política exterior consecuente que no olvide esta candente cuestión, responde una y otra vez que es un asunto pasado. Si estamos fuera del mundo, me parece, lo estamos ahora doblemente. Entre la calentura de unos y el complejo de otros, doblemente fuera del debate serio y de un papel mínimamente influyente».
Yanke criticaba suavemente la intervención por la evidente falta de previsión de las fuerzas ocupantes. «Es difícil negar que no se hizo bien, fundamentalmente porque no se organizó adecuadamente la seguridad de un país complicado y tenso como Irak tras el derrocamiento del dictador y porque faltó la consideración adecuada (por otra parte tan straussiana, tan propia al que se tiene por padre espiritual de los neoconservadores) de que una democracia precisa no sólo instituciones sino un entramado de relaciones y costumbres que precisan tiempo, voluntad propia y no sólo una intervención exterior».
Confundiendo a Leo Stauss con Karl Popper, Yanke no se preguntaba por qué unos estrategas habían hecho previsiones tan ciegas. En realidad, sus palabras sólo pretendían justificar el intervencionismo: si hay dictadores y nosotros hacemos como que no los vemos estaremos «muy cómodos, pero muy lejos del mundo». Ese argumento es propio del buenismo (ese que tanto repudian nuestros intelectuales conservadores), aquel que justifica las relaciones internacionales a partir de la moral, cosa que puede ser éticamente irreprochable (“¿Tiene el mundo el valor de actuar contra el Mal o no?”), pero históricamente desastrosa. Como dice Umberto Eco en su último libro (A paso de cangrejo), si nos tomamos en serio el derrocamiento de todos los dictadores, entonces el baño de sangre será masivo. Seguramente habrá que conseguir su debilitamiento o caída de modo más inteligente, evitando el daño directo sobre la población que padece las tiranías.
Por otra parte, para defender el derrocamiento del dictador de Irak, Yanke dice apoyarse en Slavoj Zizek. En palabras de Yanke: «no estaría de más subrayar que uno de los más agrios críticos de la política exterior norteamericana, el pensador esloveno Slavoj Zizek, ahora de moda, escribió en Irak. La tetera prestada que habría que considerar la razón que había en el argumento de Christopher Hitchens: Sadam Husein era un dictador sanguinario, con un abrumador historial de represión y asesinatos, que merecía una intervención exterior para detenerle».
Resulta simplemente erróneo lo que Yanke le atribuye a Zizek. Lo que hace el pensador esloveno es enumerar una tras otra las razones que se dieron para la intervención con el fin de ir argumentando, razonando y documentando en contra. Es decir, o Yanke lee mal, deprisa, y, por tanto se equivoca; o simplemente falsea lo dicho por Zizek para justificar el intervencionismo. Cómo está el servicio, digo… el columnismo.
Ahora que insistimos, en este blog, en mirar el dedo (de la ponzoña del PP y de la desorientación del PSOE) e ignorar la Luna que nos señaló el señor Serna, me gustaría recuperar el tema inicial de esta charla. No les niego el interés de lo urgente pero sí les propongo volver a lo importante pues, tal vez, en el lugar de las importancias – no de las urgencias – encontremos argumentos y razones más sólidas que las opiniones viscerales.
Viene todo ello a colación de la perversión de las palabras (y sus consiguientes conceptos). Me da a mí que estamos ante un par de embusteros de enjundia. Mienten tanto los conservadores, tildándose de liberales, como los socialdemócratas, englobándose en un socialismo «deudor» del mismo movimiento. Y peor, en un cruce de despropósitos, los primeros quieren ver en los segundos ese fantasma que espantó Europa en el XIX (y en el XX al mundo), y los segundos interpretan a los primeros a partir de la confusión que impera en la derecha española tradicional sobre su papel ante lo político, social y económico. El cenit se alcanza cuando ambos sinvergüenzas (o sea, los carentes de vergüenza para reconocerse a si mismos y para reconocer a su oponente… porque si no son sinvergüenzas, son ignorantes, elijan ustedes) se empeñan, además, en presentarse a si mismos como “centro”, esa insospechada masa electoral en la que los profesionales de la política – desde luego, no los del pensamiento ni los de la salud pública (Robespierre me entiende) – pescan su sustento cotidiano. De tal forma que «liberalismo» y «centro» queda englobados en una especie de territorio unitario y sacrosanto que tirios y troyanos tratan de conquistar.
Aquí, hoy, vamos haciendo pulsos para ver quien es más “liberal”. Porque, ahora resulta, que todos son liberales. El PSOE olvidando que si apareció un partido para los obreros y por el socialismo fue porque, precisamente, los partidos liberales no recogían ni las más mínimas exigencias de las clases más desfavorecidas, explotadas y humilladas, extraña pues la “deuda” que tienen los nietos de Pablo Iglesias con el liberalismo. El PP olvidando que si el liberalismo alguna cosa positiva aportó fue el de asumir la permisividad y la tolerancia en la comunidad y la libertad del individuo en su privacidad y en su vida política pública, o sea, justo lo que ellos no practican (aunque, de vez en cuando, enuncian). En una loca carrera de gallinas decapitadas, los grandes partidos de la política española, soltando plumas “a tort i a dret”, salpicando sangre inocente, sólo encuentran en el entontecimiento de la población a través de los otrora medios críticos de comunicación (aquel que fue “cuarto poder”) y la crispación de las masas ciudadanas la justificación de su existencia y el pan de sus cargos públicos.
Son, desde luego, los valores bastardos de ese “centro” – los de los conceptos pervertidos, las palabras huecas, el equívoco conceptual, los argumentos vacíos, las actitudes “políticamente correctas” y, sobre todo, «pragmáticas» (¡qué buen embozo para los impostores!) – las que nos llevaron a Iraq y las que nos retienen en Afganistán, las que jalean la ignorancia y la sinrazón en las calles y las que impiden que la crítica más palmaria pueda expresarse sin ser objeto de la sospecha de “ser de los otros”. Y eso, conciudadanos, eso no es liberalismo, ni hoy ni ayer, ni de unos ni de otros. Por no ser, ni siquiera es democrático por más que se enmascare tras una constitución, unas elecciones o una – nunca vista – separación de poderes. Maquiavelo, sigue ganando, a Montesquieu aún ni llegamos, ¿de verdad podemos pensar ya en Félix Sardà y Salvany?
Apreciado Kant, desde luego ha repartido mandobles a diestro y siniestro. Es la suya una filípica de la que los criticados difícilmente podrían reponerse, y más viniendo de una pluma de las Luces. Creo, sin embargo, que debemos ser más condescendientes con nuestros partidos políticos. Al fin y al cabo, son organizaciones humanas y, por eso, en parte averiadas pero necesarias. Las mejores cabezas del liberalismo clásico no esperaban gran cosa de la conducta de los individuos, descreían de la perfectibilidad humana y, por dicha razón, pensaron la política en términos de contención, de ‘libertad negativa’. Era una manera de evitar la probable corrupción de los mandatarios, el abuso de poder, la tentación cesarista. Hoy, los partidos se merecen un examen crítico como al que usted los somete, pero me concederá que si arremetemos con toda dureza contra los partidos, no sería raro que empezara el momento de la antipolítica, que es lo contrario, precisamente, del liberalismo.
¿Ya, pero estás de acuerdo, Justo, en que Milton Friedman, padre de LA ESCUELA DE CHICAGO QUE SUMIÓ EN LA MISERIA A POBLACIONES ENTERAS DEL TERCER MUNDO y ascendió a la riqueza inmoderada a sus dirigentes, fue el padre de los neo-liberales, pues así se llamaba a sí mismo y de ahí a los neocons, incluídos los españoles? ¿De qué liberalismo hablamos? ¿Del que luchaba antes de que el socialismo, incluso el feble de Jean Jaurés surgiera desde el movimiento obrero, o de éste engañabobos actual —y viejo como el mundo, de todas formas— desde todas las televisiones? Y yo pediría moderación al luciérnago macho señor kant, pues no es cierto que desde la razón más depurada, quienes no sean singerguenzas sí sean ignorantes cuando discrepen de su verdad tan duramente adquirida. El centro, con el que no comulgo, no es una posición de cobardes, es una ideología con su trascendencia política, tan digna de respeto como cualquiera. Incluso desde la más extrema. Al menos desde la democracia formal que decidimos aceptar un día. Cosa harto difícil, por cierto.
«¿De qué liberalismo hablamos?», me pregunta Miguel. Cuando yo escribía mi anterior comentario pensaba en Adam Smith y en David Hume, en la Ilustración escocesa. Insisto: ambos rechazan la idea misma de perfectibilidad humana, algo en lo que sí creían de manera ferviente los ilustrados franceses, por ejemplo. Guste o no guste, Smith y Hume forman parte de los nutrientes intelectuales del mejor Occidente.
Por otra parte, el señor Kant citaba más arriba a Robespierre: justamente un heredero de los iluministas que pensaban como posible enderezar el fuste torcido de la humanidad; justamente un temible defensor de la «virtud». De este tronco, a largo plazo, arranca el leninismo, el intervencionismo. Dice el señor Kant «que si el liberalismo alguna cosa positiva aportó fue el de asumir la permisividad y la tolerancia en la comunidad y la libertad del individuo en su privacidad y en su vida política pública». Pues eso.
Finalmente, de Milton Friedman no tengo mucho que decir: no puedo decir mucho porque de él sólo he leído ‘Libertad de elegir’ y cuando lo leí pensaba en los argumentos que el profesor de Chicago empleaba para justificar la escuela privada y de pago. Yo mando a mis hijos a la escuela pública: un tic de progre, dirán algunos. En realidad, creo que la escuela pública sirve para la Instrucción de la ciudadanía (eso que atemoriza a los confesionales del PP); creo, además, que debe ser impartida con empeño liberal. Como le enseñó a mi padre su viejo maestro republicano durante los años treinta. Siempre fue muy liberal, me dice mi padre cuando lo recuerda…
Y dicho ésto, con su permiso volvamos a la luna nueva hacia la que el sabio dedo de la actualidad hizo volver nuestros rostros, ya que el cuarto aniversario de la Guerra de Irak ha hecho virar en redondo la táctica de comunicación del PP. Al desenganche de un par de diputados ha seguido el lema repetido por todos sus portavoces en todos los foros, con Arístegui a la cabeza —hijo de un fascista notorio, aunque diplomático desgraciado en el final de sus días— de que la Guerra no fue un error, pero que la postguerra sí que lo es, un error inmenso. Y desde ahí desgranan palos sobre la testa de Paul Brenner, primer consejero delegado del Consejo de Administración de Donantes que se debían repartir el precio de la sangre derramada. Seiscientos cincuenta mil muertos contados, son quizá demasiado aperitivo para la predigestión electoral del PP. No les servirá de nada, como tampoco desviar la atención hacia la intervención en Afganistán patrocinada por la Comunidad Internacional, incluída la NATO, ya que el Trío de las Azores abrió un nuevo frente al Terrrorismo internacional permitiéndole instalarse en Irak mientras los Talibanes rehacían sus fuerzas en las montañas afganas. Ahora tanto el gobierno bufo de Irak, como las tropas americanas, como los chiitas y kurdos combatientes se enfrentan a una guerra civil, sí, pero de todos ellos contra los sunitas reforzados y entrenados por las fuerzas de Bin Laden. Y no sólo es una una guerra entre árabes (porque árabes son también los chiitas iraquíes), es una guerra civil de la humanidad, entre dos concepciones teocráticas de la humanidad. Con la que los no cristianos, no judíos, no árabes, los que no somos hijos de Abrahám sino de la razón, no tendríamos nada que ver si no fuesen hombres, mujeres y niños inocentes quienes muriesen sacrificados en el altar de ese trío de intolerancias supremas.
Pues Milton Friedman es el padre ideológico de Bush, Reagan, Thatcher, Rato, Aznar, Rajoy etc altera et altera… Además de haber sido el soporte económico y consejero privilegiado del Régimen de Pinochet. Por cierto, que en Chile, la Seguridad Social y todo tipo de servicios sociales, así como el Régimen de pensiones, sustituido por una empresa privada, fueron suprimidos durante la dictadura. El que no tuvo dinero para pagarse el hospital, murió en la calle.
No veia el blog desde ayer.Del liberalismo hemos regresado a Irak. El asunto no es rancio ya que la desestabilización que ha traido la invasión (¡y las muertes!) lo hace tema de combate. ¡Pero de combate electoral! ¿Con que contra-atacará el partido popular? Esto es una guerra de nervios electorales.
Cierto, cierto, señor Serna. No le desdigo pero, convendrá también conmigo que de aquellos momentos en que el pensamiento europeo (y occidental) toma forma, también nació el movimiento libertario. Una (otra) esperanza que, desdichadamente, se perdió por la mísera condición humana pero que dejó unos hijos – que lo son aún sin saberlo – cuyos primeros pasos ya comenzamos a ver, los altermundialistas. No hace falta recurrir al nihilismo individual, ni a la represión estatal para no caer en esa pasta densa, meliflua e inidentificable que es, hoy, (no ayer, hoy, insisto), el “liberalismo”. Creo que me admitirá que lo que apunta el señor Veyrat sobre la denominación que hizo fortuna durante el periodo finisecular del XX entre lo más reaccionario de la derecha mundial – “neoliberal” – es bien elocuente. (Por cierto, gracias – a quien corresponda – por patrocinar el de “neoconservador”, es más obvio).
Que “otro mundo es posible” lo considero un enunciado justo, razonable y asequible, y, desde luego, con una expectativa ciertamente más esperanzadora que la de los partidos políticos españoles del presente, unas organizaciones que en apenas un cuarto de siglo han adoptado unas prácticas cotidianas que dejan bastante que desear en lo que debía ser “la nueva política” (y permítame que use a Cambó para la cita). No quiero fomentar la “antipolítica” pretendo que las cosas se puedan pensar de forma diferente, que el dualismo mental comience a relegarse y pensamientos más complejos y propuestas más innovadoras dejen paso a esta bipolaridad intelectual, social y política de la que no salimos desde que aquel dijo que lo que es, es y lo que no es, no es. Hace falta otro mundo, sin lugar a dudas, con las aportaciones liberales, sin duda, y con las libertarias, or supuesto, y las marxistas, las socráticas, hegelianas, nietzchianas y hasta con las de Mafalda, si con ello vamos a vivir mejor y ser más felices, no en la República de las Ideas sino en el Mundo de las Realidades.
¡Eso, las de Mafalda, a la que no le gusta la sopa! Y a mí tampoco. No abandonemos nunca el mundo de las realidades, como propone nuestro Kant. El idealismo tiene por objeto, desde su formulador, el de las anchas espaldas, desviarnos de ella hacia el reino donde se puede explotar mejor nuestra debilidad, nuestra incomprensible ansia de infinito unida al desolador miedo a la muerte.Y los idealistas han sido quienes mejor han manipulado a los pueblos a lo largo de la historia, engañándoles y derramando su sangre en los altares de las guerras bendecidas por sus dioses.
Pero bueno què intelectuales e izquierdistas están ustedes hoy. Que si la ilustración, que si los libertarios, que si Milton, que si Friedman, que si otro mundo es posible. Todo eso: lo creen y lo leen de verdad?
EFE
Un niño iraquí de 13 años fue evacuado a un hospital de Kuwait desde el buque «Galicia» de la Armada española, donde fue operado de heridas en el abdomen y el tórax sufridas durante la guerra. En el ‘Galicia’ se recuperan de sus heridas otros tres menores iraquíes.
http://www2.elmundolibro.com/elmundo/2003/04/18/enespecial/1050690036.html
Nuestro malvado ejército, nuestros malvados barcos, enviados por el «poderoso y maligno» presidente español, actuaron de manera perversa y canalla, masacrando a 600.000 personas, nonono! ha sido el propio Aznar quien lo ha hecho!
Aznar cayó víctima del virus que habita en la Moncloa a los 6 años de mandato. González tardó 8 años, Rodríguez Zapatero sucumbió en 2. Se llama prepotencia y pérdida de contacto con la realidad.
Y ahora señores, ante la vista de los atentados diarios entre suníes y chiíes, hacemos como en los Balcanes?. Si claro! nosotros somos pacifistas, renegamos de la guerra. No nos metemos en guerras ajenas, esperemos a que entren en razón ellos solitos, y si no, puede que ya no quede nadie con quien razonar, pero nosotros pacíficos. Como Gandhi.
Pero creo que también Gandhi ha de soportar el mal de nuestro siglo. Es malinterpretado.
Gandhi tuvo las narices de ponerse delante de los fusiles británicos, no de los leones de piedra del Congreso.
Saludos
Y lo practicamos, joven Paco, y lo practicamos.
Respondiendo por mi mismo, ignoro cómo se ganará usted el pan pero yo estoy enfrentado todos los días a la praxis más pura de la política española: la de su vida cotidiana, esa que no aparece en los medios de comunicación, esa que, a la postre, da el componente real de nuestros políticos y de sus políticas y de sus partidos y de sus presuntas ideas para mejorar la sociedad. Así pues, no lo conozco de oídas ni de leídas, lo conozco de muy, muy cerca.
Ah, por cierto, pasmado, estupefacto y boquiabierto me ha dejado usted con eso de «izquierdistas». Estaba por citarle al señor Primo de Rivera (hijo) para ver si podía transmitirle la idea de que se puede vivir espléndidamente más allá de la izquierda y de la derecha sencillamente teniendo una opinión propia. Pero luego pensé que tal vez usted lo interpretara por la vía lepenista (no, no es un señor que tiene el pene monstruosamente desarrollado, es un político de la República Francesa que se llama Le Pen) y me saliera con el lema de su campaña electoral para este año (“Droite/Gauche. Ils ont tout cassé!”), así que opté por citar – aunque al señor Serna le rechinen los dientes – a Vladimir Illich Ulianov para despacharme al “izquierdismo” como una inmadurez, un infantilismo, del movimiento comunista. Claro que en este caso, por mayor placer que obtuviera de crearle algún sarpullido al citado Serna, me temo que obtendría de usted alguna de esas frases tan pintorescas con las que nos suele regodear, del tipo de “mira el mamoncete de Kant, en realidad es un criptocomunista” (eso de “criptoloquesea” les encanta a unos cuantos, eh, galopines), así es que tampoco se lo voy a decir.
Mmm… ¿Y que le digo yo a usted?… me temo que a estas alturas, apreciado joven, soy incapaz de hacerle entender cual es mi postura. Válgale pues mi palabra – si alcanza a comprender al menos eso y por ende valora mi sinceridad – y descanse tranquilo, aquí no hay ningún contubernio izquierdista, hay personas que piensan e intercambian ideas, ese nefasto vicio que conlleva el uso del intelecto. Le concederé, pues, que si en ese sentido cree usted que hay una reunión de intelectuales, sí, la hay, y usted participa en ella – por más badulaque que insista en presentarse – por tanto, es usted tan culpable como el resto.
(Post scriptum: como vengo experimentando lo puntillosos y susceptibles que son algunos de ustedes, le diré que si usé “badulaque” para referirme a usted, fue sin ánimo ofensivo. Lo usé actuando de forma algo díscola, sí, pero sin mala intención. Y no trate de encontrar ninguna relación entre Apu y usted… no va por ahí la cosa)
Sobre un comentario del polígrafo Veyrat. Esdrújulo caballero, ya advertí cuando usé la palabra “sinvergüenza”, qué sentido le daba y, desde ese concepto, pienso que queda diáfano que si se emplea como argumento una falacia objetiva (y aquí estábamos ante una que pocas dudas admite), el que la usa o lo hace sin rubor alguno (ergo es un carente de vergüenza, un sinvergüenza) o lo hace sin saber que su argumento es falaz (ergo es un carente de conocimiento, un ignorante). En conclusión, no se trata de que recrimine a quien no piense como piense yo, me limito a exponer unos hechos y llamarle a las cosas por su nombre, cosa que, en efecto, no es políticamente correcta, pero la corrección política ya tiene suficientes sátrapas, mandarines, palmeros, palafreneros y voceros como para que necesiten mi colaboración.
Otrosí. No entiendo de donde induce que yo considere al “centro” una posición cobarde. Entendería que hubiese interpretado mi opinión del “centro” como un artificio político novedoso – en plazos históricos, no en calendario, claro – para el profesional de la política y como una opción electoral dado al pragmatismo del idiota (vox populi, vox dei: “dame pan y llámame tonto”) entre la ciudadanía pero, desde luego, nada más lejos de considerar a nadie cobarde por militar en el partido que le plazca. Sepa usted que hace años, yo mismo defendí la opción del Tejero (la condición de señor la perdió este individuo al ser felón, fementido y perjuro, entre otras cosas) cuando quiso presentarse a las elecciones para adquirir una plaza en el Parlamento que él mismo mancilló y, con la misma vehemencia defiendo hoy día que cualquier colectivo vasco pueda presentarse a las elecciones de su país (¡por todos los Dioses, espero que esto no se considere “apología del terrorismo”!), así que le ruego contenga su espíritu ardiente antes de acusarme de nada en esta línea que otros defectos tendré pero no el de dejar que el pueblo soberano exprese su parecer (por más estéril que a mi, personalmente, me pueda parecer).
Item más. Como le decía el otro día a uno de mis innumerables enemigos, la moderación se la dejo a otros más capacitados que yo para estos menesteres, prefiero en este caso hacer mías las palabras de Dick Solomon: “Es que en una sociedad tolerante no hay sitio para las personas como yo? ¿Es que tengo que caerles bien a todos? ¿Es que no podemos llevarnos mal? El conflicto es necesario. A lo largo de la historia los seres humanos han perseguido a los grandes agitadores: Sócrates, Galileo… y ahora, Dick Solomon. ¿Dónde estarían (los humanos) sin nosotros que los provocamos e iluminamos y enganchamos los electrodos del conocimiento en los pezones de la ignorancia”.
Reciba usted mi más cordial consideración.
¡Kant en estado puro…!
¿Debo entender, admirado y esdrújulo ( su «dame pan y «llámame» tonto» convierte en nonasílabo el verso octosílabo castellano del proverbio «dame pan y dime tonto» ) ataque admirado Kant, por su mal traído ejemplo, que considera a Tejero «de centro»? ¿O también lo he leído mal? Item más, creo que existe una ideología centrista, pero ante ella tengo que contener las náuseas tal y como indica que debiera hacer el consejo bíblico que clama: «a los tibios los vomitaré de mi boca». Ni en mi vida, pensamiento, comportamiento, etc. soy ni he sido jamás centrista. Y con un suspiro debo decir al echar la vista atrás que… ¡Ojalá!. Como decía mi llorado padre, me hubiera ahorrado muchos disgustos, pues he padecido «enfermedades infantiles varias», seguramente como usted mismo, tan seguro ahora de lo que es y quiere ser. Y le aplaudo de veras por ello.
No, no, estimado Veyrat. Lo escribí mal, sin duda. No quería decir que el tal Tejero fuera un centrista, los Dioses Inmortales me valgan, lo ponía como ejemplo de mi facilidad para apoyar causas a todas luces injustas pero que si queremos dotarnos de un sistema liberal (y este era el tema propuesto por el señor Serna), en el que todos tengan el derecho a expresarse, aunque sea con gruñidos, no podemos comenzar por tamizar, precisamente, el Parlamento, o sea, el “lugar donde se va a hablar”, o sea, el fundamento político del liberalismo.
Comprenderá usted que no me asombre con su revelación: en efecto, no es usted centrista. No obstante, le agradezco el detalle que, sin duda, deja mi espíritu más confortado.
Desde luego existe una ideología centrista, tampoco lo niego, es más, me parecería absurdo hacerlo. Y que esa ideología tiene como uno de sus sillares – junto a otros – el principio del pragmatismo, también se lo digo, el DRAE tiene una acertadísima acepción de la palabra. Claro que de ahí a “vomitarles de mi boca” hombre, eso leído de una religión de pastores, vale, pero como definición para establecer una relación con el centrismo, caramba, Veyrat, hasta yo me contengo en ello. De ahí mi interés en deslindar el liberalismo, nobilísimo posicionamiento de una derecha sensata, de ese centrismo definible por Darío como “vulgo errante, municipal y espeso”.
En este caso, y por seguir con citas bíblicas, para referirme a los centristas, prefiero aquella que dice, mutans mutandis, “dejad que los muertos entierren a los muertos”. Ahora, que si preferimos el lenguaje de las paredes, le transcribiré una pintada ácrata que apareció en mi barrio a principios de los 80: “si Dios existe, ese es su problema”. Así que, sean “muertos” o sean “Dios”, el centrismo vive en su propia galaxia, muy al margen de mí, egocéntrico egolátrico, como soy.
Por último, alabarle el recuerdo al padre. Qué jodido, eh, Veyrat. Descubrimos la sabiduría paterna (y materna) cuando ya es tarde para reconocérsela. Y sí, yo, al igual que usted y que la caterva de jovenzuelos que revolotean por estos blogs del Dios de Silicio, pasé por mis infantilismos y, reconozcámoslo, alguno que otro aún conservo. Mi única satisfacción personal está en haberme enmendado, en lo enmendable y haber perseverado en lo que consideré mi propia, personal e intransferible, razón (el apostolado, también se lo dejo a otros… creo que soy algo vago)
Sí, mi admirado Kant (por su prosa vibrante, cortante como cuchillo, y su acerbo verbal envidiable y fruto de muchas y variadas lecturas unido a su lúcida mente), a mí me faltó transcribir la frase entera, con lo que cobra mejor sentido: «por que no eres caliente ni frío, te vomitaré de mi boca». Esta condena a los tibios, muy propia del maniqueísmo larvado de toda religión de pastores da idea del cálido refugio que buscan muchos en las posiciones centristas, para «no comprometerse» —hijo, no te comprometas, claro, y mutatis mutandis, Pepe no te metas, mucho más claro todavía— . Esa era la razón de mi aportación bíblica que de todas formas preña desde sus raíces muy hondas todo el acervo cultural del occidente ario-judeo-cristiano, desde Marx a Sartre, desde Erasmo a los quietistas de Miguel de Molinos o iluminati tipo Fray Juan de la Cruz o la Madre Teresa de Ahumada, de Savater a Pepe Sacristán, de Aristoteles a Heidegger etc.etc.Abajo los tibios, desde mi radicalismo visceral.
Dicho sea con todo respeto, resulta muy difícil, si no de todo punto imposible pensar de modo medianamente claro sin las bases que sembraron todas esas generaciones desde Aristóteles, comprimidas en píldoras deglutibles hoy en todo tratado o manual. No se culpe, Kant, por ser algo vago, de tanto y tanto tener que aclarar lo obvio, la mente opta a menudo por vagar por esos espacios puros donde se pierden a menudo los halcones.