1. Alberto Ruiz-Gallardón. Cuando votamos lo hacemos movidos por alguna intención, por alguna ideología, por alguna simpatía o repudio, o… tal vez guiados por el conocimiento de unos sondeos, por esos datos que confirman lo que deseamos o que niegan lo que esperamos. El caso es que, como dije en un artículo, los efectos de composición de nuestras acciones son, en parte imprevisibles, sobre todo cuando la campaña es general y lo que se vota es un candidato municipal, por ejemplo.
Lo imprevisible no es, sin embargo, el resultado local, sino la suma de todo ello y cuando todo ello puede evaluarse en números absolutos o en cuotas de poder. Los números absolutos dan o quitan la victoria, pero al final las concejalías obtenidas o las comunidades autónomas ganadas o arrebatadas al contrario son lo que da la medida de lo que está pasando. Y eso que está pasando no necesariamente es lo que puede suceder con elecciones generales, pero eso que ahora se interpreta y cómo se interpreta sirve para formar opinión. Repasemos, pues, la opinión de quienes desde la derecha más han hecho por el triunfo del Partido Popular
El editorialista de Abc, por ejemplo, quiere hacer la mejor lectura posible de los resultados, celebrando a Mariano Rajoy y advirtiéndole a Rodríguez Zapatero. Pero más allá de esa presentación, sus columnistas expresan malestar…
La abstención ha sido alta, qué duda cabe, y ello puede interpretarse de distintos modos. El PP ha ganado en votos, sobre todo gracias a los resultados de Madrid, pero quedándose prácticamente como estaba, sin aumentar sustancialmente las instituciones que controla. El PSOE, que ha obtenido mayor número de concejales, no se ha hundido pese a los augurios o deseos de algunos. Como el domingo vaticinábamos, “salvo que el PSOE incremente netamente su respaldo (hazaña improbable) o salvo que los socialistas obtengan alcaldías o autonomías emblemáticas, todos podrán presentarse como ganadores”. Eso es lo que en parte ya está ocurriendo. El mayor número de concejales del PSOE le sirve para salvar la cara ante el desastre de Madrid y de… ¿Qué lectura puede hacer Rajoy? ¿Qué respaldo real tiene su candidatura frente al éxito Alberto Ruiz-Gallardón o de Esperanza Aguirre? El editorialista de Abc recuerda –imprudentemente, a mi juicio— lo dicho por el alcalde de Madrid: “en su momento, Alberto Ruiz-Gallardón ya anunció que su oponente no era Miguel Sebastián -desde ayer un cadáver político-, sino José Luis Rodríguez Zapatero”. Esa declaración es algo más que una jactancia: desde luego es un reto para el actual presidente del Gobierno, pero sigue siendo también una seria advertencia para Mariano Rajoy… Ruiz-Gallardón tiene sus triunfos, pues.
Repasemos lo que dicen algunos caracterizados representantes del columnismo conservador. Que la abstención haya sido alta le sirve al articulista de Abc Xavier Pericay –uno de los intelectuales inspiradores de Ciutadans— para subrayar lo evidente: la creciente desafección del votante, por el alejamiento cada vez mayor que se da entre ciudadanos y representantes. Traduciría una falta de interés por lo que los políticos discuten o abordan o presentan. Lo raro, añade Pericay, es que el PSOE haya resistido: cuatro años jugando con fuego y el resultado es que los socialistas no se queman. Era lo mínimo que cabía esperar: eso, quemarse. “Aunque sea un poco”, admite resignado. Tanto ha afectado el abstencionismo en Cataluña que Valentí Puig, también en Abc, no saca ventaja para nadie. Normalmente hostil con el tripartito y con CiU, podría pensarse en que esos resultados eran aprovechables para PP o para Ciutadans. Ni eso: la consecuencia es, dice Puig, una sociedad átona en la que sólo “el PSC-PSOE amplía su maquinaria de poder” catalán. Es decir, suben quienes deberían haber pagado los platos rotos del Estatut: en vez de ocurrir tal cosa, los socialistas se ven premiados por los suyos y por el grueso de los desencantados que no votan.
Con sentido moderado, sin repeluzno verbal, Pablo Sebastián dice cosas muy ciertas en Abc: “En lo que al Partido Popular se refiere, estos resultados pueden considerarse parcialmente buenos, pero no definitivos para atisbar la victoria y el alcance del poder a nivel nacional. Y revelan, en una primera lectura, que los ciudadanos no han apreciado como positiva su política de oposición frontal a la política antiterrorista del Gobierno, tanto en el Parlamento como en la calle. Y aunque a nivel nacional se puede hablar de una victoria moderada -o de empate técnico de votos- lo cierto es que el vuelco político que esperan los populares de manera clara y decisiva no se ha visto, y ello impide imaginar que, al día de hoy, o en unas elecciones anticipadas, el PP no podría alcanzar una holgada mayoría para gobernar España”.
Un tono aún más dolido, apocalíptico, simplemente desgarrado es, cómo no, el de Hermann Tertsch, en Abc. Conviene reproducir ampliamente sus palabras: “lo terriblemente cierto es que no se hunde ni mucho menos la permanente infamia conceptual del proyecto lanzado por ese Partido Socialista de Rodríguez Zapatero, con su cúpula sectaria de neopensadores mágicos y sus cómplices nacionalistas. No parecen generar el rechazo que merecen sus propuestas de desigualdad territorial, su inseguridad jurídica y ética ante la agresión terrorista y la inanidad moral de que hacen gala en política interior, de seguridad y exterior. El único partido de oposición, el PP, ha fracasado en liderar una revuelta nacional que requería sin duda un cuerpo social más activo para hacer frente a la agresión continua que sufren las libertades agredidas por socialistas y nacionalistas. España no está mejor después de estos resultados”.
Leído lo anterior, conviene saber cuáles son los triunfos de la derecha en un juego de paciencia con peligrosos compañeros de partida, con rivales correosos… Algunos candidatos suben imparablemente; otros se la juegan y su destino aún es incierto. O, como apostilla Ignacio Ruiz Quintano también Abc, “el socialismo zapateril consolida su naufragio en la capital de España, donde Alberto Ruiz-Gallardón se proyecta como la gran esperanza monclovita, acaso la única, del Partido Popular”. ¿Ruiz-Gallardón es el rey del tapete?
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2. Como Ciutadans ha cosechado un inmenso fracaso, Arcadi Espada dice en su blog que no ha triunfado el PP. «El nacionalismo ha ganado las elecciones municipales en España. En Navarra, desde luego, pero también en Baleares, Canarias y Cataluña, y en Vitoria, Palma de Mallorca o Vigo. Existe la posibilidad de que también haya ganado en Madrid, pero sobre eso no me voy a pronunciar ahora. La posibilidad de que el Partido Popular haya ganado las elecciones es sencillamente ridícula. Ganar es gobernar», dice Espada reproduciendo –casi literalmente– palabras de Victoria Prego en El Mundo.
Cierto, cierto. Por eso, la pregunta es decisiva: ¿el PP espera gobernar sin llegar a acuerdo alguno? Si ganar es gobernar –como dolorosamente apostilla Espada–, en ese caso no es probable que Ciutadans gane nunca. Es decir, permanecerá sin contaminar, como un partido que sólo espera «el restablecimiento de la realidad», según reza su primer manifiesto. Mientras tanto, los otros partidos –incluido el PP de Alberto Fernández Díaz— conseguirán concejales, eso sí: sumidos en la irrealidad de la que habla Arcadi Espada, en esa abstención que no ha beneficiado a Ciutadans.
Por eso, el propio Espada reconoce: «el tercer partido tiene su mayor enemigo en la abstención, que alcanza en Barcelona dimensiones históricas: desde que las chicas votan jamás había votado tan poca gente en la ciudad. Y es en Barcelona donde Ciutadans ha perdido de modo más doloroso. Aunque no entra en el Ayuntamiento por muy pocos votos, es el único partido que no puede escudarse moralmente en la abstención: él nació para combatirla y para devolverle a la política su nobleza y su pasión».
Devolverle a la política su nobleza y su pasión, interesante e irreal propósito que se enfrenta inevitablemente a lo que los partidos son: no sólo una organización para alcanzar el mayor número de empleos públicos, sino también una estructura de poder interno. La nobleza y la pasión no le quitarán al partido político su naturaleza: ser una organización más o menos oligárquica. Desde luego habría que dotarse de todo tipo de frenos para impedir la deriva absolutamente cerrada de sus funcionarios, del aparato, pero quienes tienen apetito de poder y ya lo tocan o ya lo disfrutan no son partidarios de que sus cargos se revoquen: por mucha nobleza y pasión que le pongan la militancia o los simpatizantes. Es decir, siendo estructuras más o menos oligárquicas, los partidos son, sin embargo, instrumento de la democracia. Pero la democracia de hoy es sobre todo un espacio de representación, de visibilidad mediática, un proscenio en el que se muestran ciertas cosas con ostentosa publicidad y en el que se ocultan o se velan otras igualmente decisivas para la marcha política. Por eso, la clave del éxito y de los triunfos electorales suele ser el que da la suma del populismo más el crecimiento económico. ¿Duele reconocer esta vulgar realidad?
En Ciutadans. Sed realistas: decid lo indecible, sus intelectuales fundadores creen posible refundar la forma partido y, por ello, proclaman en su ideario un repertorio de evidencias o de buenas intenciones que no cumplirían las restantes organizaciones: una democracia de ciudadanos, un espacio ideológico nuevo (transversal, liberal y socialista a la vez) en el que hacer explícito otro modo de hacer política, una «gestión objetiva de los problemas reales», una defensa de «la libertad de pensamiento, es decir, el derecho a criticar ideas (incluso sistemas de ideas) suscritas por otros». Etcétera. Sorprende la confianza que los intelectuales dispensan a los principios, como si esas convicciones expresadas fueran un detente bala, como si los ideales proclamados fueran pensamiento mágico capaz de enderezar el fuste torcido de las conductas sectarias. Frente al nacionalismo, Ciutadans propone nada menos que restituir la realidad o, como antes citaba, gestionar objetivamente los problemas reales. Es ésta un voluntad mayúscula, desde luego, que puede tener, sin embargo, una lectura autoritaria: eso de gestionar objetivamente sólo pueden pretenderlo los tecnócratas… Pero es que, hoy, la política no es el dominio de los tecnócratas: tiene mucho de arte de recreación fantasiosa y de arbitrismo. O, en otros términos, de simulacro y decisionismo. Son, por supuesto, patologías de la democracia, pero sobre todo son dolencias crónicas de la sociedad mediática: aquella sociedad en la que el populismo vistoso y visual triunfa. Insisto: esto es realismo, no cinismo.
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3. Aviso. Un análisis de lo ocurrido en las elecciones valencianas (con el triunfo rotundo del PP de la CV) podrá leerse en Levante-EMV el próximo viernes en el artículo semanal de JS. Aquí, en el blog, pensaba poner un nuevo post hoy. Las declaraciones de Ruiz-Gallardón («Ruiz-Lancelot», según Ignacio Camaño en Abc) en el Foro ABC y la respuesta dada por Rajoy me obligan a retrasar el texto. Reproduzco el Discurso en la sección de comentarios. Pueden leerlo y analizarlo.

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