0. Me permito ligerezas: cosas triviales que me levantan el ánimo y que están en los medios. Esos aspectos chiquitos que también son reveladores. Los iremos precisando durante estos días…
1. ¿Canción ligera? Reaparece Sébastien Tellier con su canción festivalera en el nuevo anuncio de Renault Mégane. Algunos lo dijimos en su momento: por ejemplo en este blog hace meses, hacia el final del post titulado Esperando al Dr. Jones. En la sección de variedades (25 de mayo). La de Tellier era la mejor pieza de todas, decíamos. Perfectamente digna dentro de lo que es la tradición de canción ligera del certamen.
A final de nuestro post señalábamos concretamente: «La France. Para mi gusto, la mejor canción del Festival –respetuosa con sus tradiciones canoras y sonoras, y con reminiscencias sesenteras– fue la pieza interpretada en representación de Francia. Divine, se titula y la canta Sébastien Tellier. Sólo tiene una pega: es breve, demasiado breve e intelectual para un certamen que premia hoy copias degradadas del modelo Abba. Tellier no oculta su frikismo consciente (y no involuntario como Rusia, Europa oriental o los países escandinavos), y tiene unos coros que le dan excepcionalmente la réplica: como si recreáramos en una nueva balada el tonillo de Rocky Sharpe & The Replays. Su look es inquietante y canta en inglés (25 de mayo)».
2. Fernando Savater. Leo La hermandad de la buena suerte, la novela que ha sido galardonada con el Premio Planeta en la edición de 2008: una obra de la que debo hacer una reseña para Ojos de Papel. Se me antoja correcta y tiene toda la ligereza de la que Savater es capaz. A la vez he de admitir que me provoca poco entusiasmo. Aún no la he acabado. O sea, que quizá todavía cambie el juicio. No sé. Un ensayista ha de hacer valer su voz. Un novelista ha de servirse de distintas voces narrativas. Savater lo hace y lo hace con empeño aplicado. Ahora bien, siempre tengo la impresión de leer al brillante ensayista. Las erudiciones filosóficas, las ironías cultas, la celebración de la felicidad pesan… mucho. Hay que tener buen oído para dejar de ser uno mismo, para hacerse liviano. Hay que abandonar la propia voz para ser portavoz de expresiones que no son nuestras. Savater es demasiado torrencial y brillante como para taparse o cancelarse o suspenderse…
3. Alone, again. Naturally. Obama regresa. Àngel Duarte se sorprende en su blog del eclecticismo del presidente electo. Está leyendo La audacia de la esperanza. ¿Qué impresión le causa? «Una especie de mezcla abigarrada de conservadurismo liberal y de buenos usos, intenciones y costumbres; servida, toda ella, por alguien que reconoce que su principal virtud política es, junto a la ambición, el dominio de la retórica… y, lo que a mí me resulta más temible, un concepto de la empatía que le lleva no ya a ponerse en el lugar del otro, sino a ver la situación desde el punto de vista del otro».
No sé. ¿Demasiada ligereza? No acabo de convenir con ese juicio. Me parece un astuto creador de sí mismo, ducho en el arte de moldearse con aleaciones varias. Pero eso sí: teniendo dos o tres ideas rompedoras que toma de la mejor tradición, ideas que le vienen del constitucionalismo que profesa. Leyendo el capítulo dedicado a la Constitución en La audacia de la esperanza («Nuestra Constitución»), te percatas de cuál es el origen de sus certezas.
4. Obama sale ligero. Leo La fe de Barack Obama, de Stephen Mansfield, reseñado por Francisco Fuster. «Su trayectoria ya se ha convertido en el método de su mensaje, tal vez en mayor medida que en el caso de la mayoría d elos políticos. Él es el niño mulato que nació en un hogar ateo, de una madre cuyos vaivenes de la vida a veces dejaba a la familia sumida en la necesidad de vivir con muy poco. Es el talentoso adolescente negro que buscaba un lugar de pertenencia en medio de la movida cultural de los años setenta. Es el gradudado de la Universidad de Columbia que se dedicó a trabajar por los necesitados de los barrios de Chicago cuando otros de su clase no lo hacían. Es el que no tenía dios, el que buscó andando sin rumbo hasta encontrar a Jesús y hallar un hogar espiritual en una iglesia del sector sur de Chicago. Y es también un político inusualmente bendecido que trae la esperanza de sanar a nuestra tierra mientras sigue caminando entre dos mundos: el mundo negro y el blanco, el del creyente y de lo secular, el mundo del que no tiene y el del privilegiado, el de los de mayor edad y el de las nuevas generaciones».
¿Y el Obama gimnasta? Me pregunto por la ligereza, otra vez.

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