1. La educación. Todos los días, por hache o por be, las páginas de los periódicos dan cuenta de los problemas del sector, de las manifestaciones o movimientos de los estudiantes, organizándose contra el Plan de Bolonia (el Espacio Europeo Superior de Educación).
Todos los días, las secciones de opinión de la prensa publican artículos o columnas sobre el estado de la enseñanza. De todas las piezas leídas, la que más me ha sorprendido y disgustado es la de Ricardo Moreno Castillo, catedrático de Matemáticas en Enseñanza Media y profesor asociado en la Universidad Complutense. Se titula “Algunos males del sistema educativo”. Se publicó en El País.
De su autor ya he hablado en varias ocasiones. Una en un artículo de prensa y otras en este mismo blog: aquí y aquí. En ambos casos, lo hice para deplorar el tono escandaloso que le da a sus escrutinios educativos y para lamentar sus soluciones pedagógicas. Pero qué digo pedagógicas.
Para Moreno Castillo, los males de la educación proceden de la pedagogía. Lo decía en el primer libro que dedicó a este tema, lo repite en el nuevo volumen que ahora publica y lo reitera otra vez en ese artículo de El País. Nuestro autor busca dos tipos de lector, principalmente: los padres que se quejan de la educación; y los profesores que protestan por las condiciones en que están obligados a impartir sus clases.
Los busca diciéndoles lo que, seguramente, esperan oír: que las cosas van mal y que cualquier tiempo pasado fue mejor. En los viejos buenos tiempos, numerosos muchachos estaban instruidos, eran educados, sabían todo lo que había que saber, operaban matemáticamente sin grave dificultad y, como retóricos de la mejor clase, sabían exponer, argumentar, escribir. En cambio, ahora, todo se ha deteriorado.
¿Causas? Las leyes de educación, que han trastornado el aula, su autoridad, su función, su razón. La pedagogía habría sido así el mal de fondo, el que habría inspirado a los ministros tontamente reformadores, y a los profesores engañados por un deseo inocente: el de que los muchachos estudien en mejores condiciones que ellos.
Lo que me molesta de Romero Castillo es su forma de argumentar: se vale de inventarios imprecisos, de generalizaciones abusivas, de apelaciones emotivas, de descripciones que son acusaciones, de pruebas que no pueden seguirse, casos que no podremos comprobar. Verifiquémoslo en su artículo “Algunos males del sistema educativo”.
Algunos males del sistema argumentativo de Ricardo Moreno Castillo
1. El inventario impreciso. “Hay alumnos que acaban la Educación Secundaria Obligatoria incapaces de operar con decimales, ignorando cosas muy elementales de geometría y, en algunos casos, sin saber la tabla de multiplicar”. Hay alumnos. ¿Cuántos? Cuando presentas un hecho objetivo debes describir concretamente el caso, no hacer una generalización con la que no puedes no estar en desacuerdo.
Claro que hay alumnos que son incapaces de operar con decimales. Yo me recuerdo operando con dificultades…, no con decimales: simplemente me salvaron estudiar Letras y operar con las calculadoras de Texas Instruments. Desde adolescente he podido sobrevivir con estas graves carencias. Eso sí, antes de librarme de aquello, en clase fui golpeado con una fusta, fui abofeteado, se me repartieron capones. Ah, los viejos buenos tiempos…
2. La generalización abusiva. “No es insólito que un ‘niño’ vaya con su mamá a matricularse a la facultad, y se han dado casos de alumnos universitarios que han ido a la revisión de notas acompañados de sus padres”, dice Moreno Castillo.
Alf llamaba hipergeneralizaciones a este tipo de enunciados. ¿Alf? ¿No lo recuerdan? Era aquel personaje extraterrestre que salía en televisión. Desde mi punto de vista, razona mejor que el catedrático de Matemáticas. ¿Qué probaría que algún “niño” acudiera con su mamá a matricularse? ¿Que el mundo está en declive, que la civilización se derrumba, que la juventud está perdida? ¿Qué probaría que algún alumno revisara las notas acompañado de sus padres? Que España ha perdido madurez, que Occidente ha entrado en un proceso de regresión?
Puestos a generalizar a partir de un caso, propongo el mío: yo no me matriculé con mi mamá; tampoco mi hijo. Han pasado más de treinta años, los hábitos familiares se mantienen. Como profesor que imparto clase veintitantos años, puedo decir que sólo una vez acudió una madre con una hija para la revisión de notas. ¿Qué he de inferir de ello? Veo entre mis estudiantes bastante madurez y algo de amor propio: o de vergüenza torera, ¿no?
3. La apelación emotiva. “Si los efectos de la reforma no son todavía más desastrosos, es porque los profesores hacemos bastante más de lo que estrictamente nos corresponde”, apostilla Moreno. Esa frase, leída por un docente a las 20 horas de un día corriente, sólo puede suscitar aprobación: a esa hora, repasando el periódico, te tropiezas con un artículo que te dice que haces más de lo que debes y que sólo por eso no se derrumba el sistema educativo.
Lo suscribes inmediatamente: estás cansado y quien escribe carga en otros la responsabilidad de tu sobreesfuerzo. Es un modo muy curioso, autoindulgente, de granjearse el apoyo de tus lectores. Esa interpelación implícita es demagogia.
4. La descripción que es una acusación. “Entre los males de nuestro sistema está la proliferación de unos presuntos expertos que, usando un discurso vacío, están empeñados en intervenir en la formación de los docentes”, añade Moreno Castillo. Se refiere, claro, a los pedagogos. ¿Qué quiere decir? ¿Que la pedagogía puede ser una disciplina inútil por sus verbalismos?
En el caso de que sea así, lo que le sucede a la pedagogía no sería algo distinto a lo que le ocurre a otras ciencias sociales. Decía Henri Poincaré que “la sociología es una teoría que puede ofrecer el mayor número de métodos y el menor número de resultados». Y la antropología, y la economía. Y la historia, si mucho me apuran. ¿Vamos a echar la culpa de los malos conocimientos históricos a una historiografía densa?
5. Las pruebas que no pueden seguirse. Dice Moreno Castillo que los responsables de la pedagogía escolar, de ese mal, son algunos profesores de instituto. En concreto, algunos que habrían “desertado de la tiza y aprendido la jerga pedagógica. No tienen que soportar las consecuencias de sus propias teorías, pero se dedican a dar cursillos a quienes seguimos dando clase. Otros son profesores de Universidad, que jamás han trabajado con alumnos de instituto, pero que hablan del tema con el atrevimiento propio de los ignorantes. Veamos algunos ejemplos”.
Pone ejemplos de afirmaciones tontas, pero no identifica a sus autores y el número que representan. Por tanto, impide su verificación: has de creer que lo que te dice es cierto. Un científico aporta las pruebas y deja indicaciones suficientes (las notas, por ejemplo) para que el lector pueda seguir la investigación. De lo contrario, el único crédito de lo que dice es su palabra, la fe que su palabra te inspira: algo inaceptable en una discusión racional con datos y argumentos.
¿Sigo? Podemos convenir en que la formación merece un cuidado especial, una atención legal y pedagógica adecuada, unos profesores preparados y motivados, unos alumnos respetuosos que han sido educados por sus padres. Lo que la instrucción pública no merece es el sombrío diagnóstico del apocalíptico de turno. Hace daño y convierte la materia en munición peligrosa.
¿Educación? No, gracias
————
2. ¿La pedagogía es un mal? Creo que plantear así las cosas es una muestra de pensamiento gallináceo. Passe moi le mot. Una reflexión sobre la docencia, sobre el aprendizaje, sobre las condiciones en que se produce el acto educativo no es algo baladí. Es una pregunta sobre el sentido, sobre el lenguaje que empleamos, sobre las determinaciones que ignoramos. Es una pesquisa sobre las circunstancias del pensamiento, de la instrucción y del análisis. La pedagogía no es puro humo, como sostiene Àngel Duarte.
Una mala experiencia con la pedagogía es igual de dañina que una mala experiencia con la sociología. O con los mixtos o con los venenos. Los pedagogos examinan y tratan con un material explosivo o tóxico… La pedagogía es examen circuntancial y es estudio de procedimientos: una indagación acerca de los marcos del pensamiento. Es análisis de metas y de objetivos. ¿Un absurdo estratégico? Digan esto mismo sobre la guerra y sus rectores.
Recuerdo haber leído numerosos libros de pedagogía cuando preparaba mi oposición a profesor. No me hicieron ningún daño: me hicieron más cauteloso con mi ignorancia procedimental. Como recuerdo también los volúmenes leídos sobre archivonomía cuando me disponía a presentarme a las oposiciones del ramo. Tampoco me hicieron daño: me hicieron más precavido ante mi inocencia textual.
La pedagogía y la arhivonomía ordenan, clasifican, catalogan las acciones humanas. Claro que en un archivo podríamos avanzar sin ayuda alguna, sin índice, sirviendonos del olfato y de la pura intuición. Sin catálogos, sin inventario alguno. Igual que en una clase podríamos adentrarnos sin técnicas, sin procedimientos, valiéndonos sólo de la palabra libre en el espacio libre. Pero el aula
Analizar las condiciones de producción del documento, de su archivo; analizar las condiciones de recepción del discente, del alumnado…, no son tareas inanes de pseudociencias abstrusas. Son pura disciplina intelectual, lo que no impide valorar la excelencia. Lamentablemente, Ricardo Moreno Castillo ha puesto de moda despotricar contra la pedagogía para así oponerla a la excelencia. Es sencillísimo: las causas del mal estado educativo están muy claras y sabes los nombres de los responsables. Qué comodos nos sentimos todos los ex progres, dirá el feroz Moreno Castillo.
——————-
3. Links de o sobre Ricardo Moreno Castillo citados (y otros…).
JS, «¿La mala educación?», Los archivos de JS, 19/7/ 2006
JS, «Violencia pedagógica», Levante-EMV, 26 de septiembre de 2006
JS, «Los profesores están en las nubes», Los archivos de JS, 27/11/
RMC, «Entrevista televisiva», 16/3/2007
RMC, «Algunos males del sistema educativo», El País, 4/12/2008
JM, «Una ocasión perdida», El País, 6/12/2008
RMC, «Respuesta a Julián Moreiro», El País, 9/12/2008
MAGC, «Aprender a enseñar», El País, 14/12/2008
—————-
4. Scriptorium. Perdonen la autocita de 2001. «…Pero para que ese acto milagroso se consume, para que en un libro inerte haya vida y de él se extraiga lo universal que encierra la vivencia particular, hacen falta profesores sabios y dotados, profesores que ejerzan la inteligencia y la tolerancia y que empleen la historia y la literatura y la filosofía, no porque lo dicte el currículum ministerial, no porque lo exijan los contenidos impuestos por las comunidades autónomas, sino porque esas disciplinas son sus nutrientes, porque les alimentan el espíritu, porque les forman integralmente y con su ejemplo de excelencia persuaden. Hacen falta adolescentes dispuestos a tomarse como individuos, dispuestos a hacerse hombres por sí mismos, como insistía Fromm. Hacen falta padres orgullosos de ser tal cosa, que les exijan a sus hijos con fuerza y con tolerancia, con energía y con ironía, que den ejemplo y que cuiden a la prole, que la atiendan sin apresuramientos y que lean y que les lean. Pero –insisto– hacen falta también profesores de humanidades que ejerzan como educadores, que no se abandonen a un fatalismo avinagrado, que se descubran igualmente creadores de sí mismos más allá de las obligaciones escolares y de las prescripciones ministeriales, que inspiren con el caudal de ejemplos que aportan, que tutelen porque se saben, ellos y nosotros, arrojados al mundo».
http://www.uv.es/jserna/Historiador.htm
————–
5. Fernando Savater, Antonio Muñoz Molina y Eduardo Mendoza, entre otros. ¿Por qué avalan a Ricardo Moreno Castillo gente fina e intelectual? Fernando Savater, Antonio Muñoz Molina y Eduardo Mendoza son, entre otros, los escritores que han hecho público su apoyo a las tesis de Moreno Castillo.
Si intelectuales tan distinguidos y sensatos se expresan así, ¿no deberíamos convenir con el autor del Panfleto antipedagógico? ¿No deberíamos rendirnos a la evidencia de su superior sabiduría?
«No hace falta compartir uno por uno todos su argumentos para sentirse intelectualmente estimulado por ellos», decía Savater del último libro de Moreno Castillo. Hablando de su primer volumen, el filósofo añadía: «ese texto, sin duda poco complaciente hacia lo establecido pero bien razonado y mejor escrito». Lo «poco complaciente hacia lo establecido» siempre es un acicate para el intelectual…
Hay momentos en que algunos de tus escritores favoritos aprueban lo que tú también lees y no aprecias. ¿Moreno Castillo, razonando bien cuando habla de pedagogía? Sin duda, es poco complaciente hacia lo establecido por las normas de la argumentación.
Yo pensaba que no es procedimiento correcto valerse de inventarios imprecisos, servirse de generalizaciones abusivas, utilizar apelaciones emotivas, usar descripciones que son acusaciones, aportar pruebas que no pueden seguirse, ilustrar con casos que no podremos comprobar.
Creo que Savater o Muñoz Molina o Mendoza tienen una seria preocupación por la enseñanza preuniversitaria; creo que están muy interesados por el aprendizaje. Pero creo que escriben de oídas o a partir de informes personales: testimonios de amigos, por ejemplo.
Si los informes sobre la Educación en España no son favorables, entonces es normal que uno atienda a quienes denuncian con mayor contundencia. Quizá se hagan oír porque la laceración es mayor. Pero la contundencia no es prueba de acierto. Como tampoco acertaba
Insisto: ¿por qué intelectuales de criterio fino atienden a alguien que dice estas cosas? Sólo puedo pensar que comparten su preocupación por la educación sin haber leído

Deja un comentario