De qué escribe Esperanza Aguirre

Uno. La literatura política circunstancial es un género extraordinariamente entretenido, una rama de la edición de la que me he ocupado en repetidas ocasiones. Leerla no es una pérdida de tiempo. Es un medio de análisis cultural. Aprendes mucho. Para qué emplear el poco tiempo de que disponemos en obras pasajeras que sólo sirven para ensalzar a los políticos retirados o a los aspirantes con expectativas, se preguntará el lector escéptico.

Yo creo que la historia cultural ha de examinar con detalle estos productos: son documentos pensados para legitimación o para racionalización del postulante o del jubilado. En ellos vuelcan sus deseos y aspiraciones y en ellos mostramos nuestra simpatía u ojeriza. Los políticos los toman como el yo que se rehace con la escritura. Y nosotros los tomamos como una pantalla o como un espejo en el que los vemos o nos vemos. Solos o en compañía de otros escriben sus memorias, sus autobiografías, sus diarios, sus balances. O sus prontuarios, sus decálogos, sus mandamientos.

Dos. Esperanza Aguirre es una líder del Partido Popular que no oculta sus pretensiones. Todo político de campanillas ha de tener el volumen que lo justifique. Ella carecía de una obra digna de inmortalizar su pensamiento. Es más, ella se considera una mujer de principios doctrinales. Por tanto, necesitaba un texto que resumiera y reuniera ordenadamente las convicciones de que se vale. Ya lo tiene: es el vademécum de sus ideas, la biblia de su liberalismo. El título es enfático y obvio, como no podía ser de otra manera:Discursos para la libertad. Momentos que forjaron la civilización occidental. Si el lector va buscando una obra sólida y de especulación profunda, se decepcionará. Su misma concepción y lo escueto de su trabajo desmerecen una edición tan cuidada.  Por tanto, no recomiendo su compra. Vamos, que no recomiendo el desembolso de veintintantos euros. Eso digo en la columna que hoy publico en El País con el titulo de «Esperanza Aguirre«. Es un artículo breve, como no podía ser de otra manera: de dos mil ochocientos y pico caracateres con espacio. Aquí, en el blog, detallaré la forma y el fondo, la cubierta y los contenidos. Prepárense para la historia intelectual de Aguirre. Yo les hago este servicio.

Tres.De la editorial Ciudadela ya hemos hablado en este blog. En mayo de 2007 decía de ella que es «una  editorial pujante: Ciudadela. Así se llama, nada menos. El bastión de las verdades, el dique de la increencia, el freno del relativismo. Le debo estos detalles editoriales a Alejandro Lillo, que me tiene al día de las insólitas novedades que estos militantes publican. Es hasta probable que lea alguno de estos opúsculos: ¡tanto es mi interés por la literatura fantástica!»

Literatura fantástica. Bien, el momento ha llegado: la historia intelectual que Esperanza Aguirre traza en este volumen de Ciudadela pertenece, por género, a la literatura fantástica, a la pura imaginería: talla personajes fabulosos a hechura de sí misma. Por eso, he disfrutado con las audacias históricas, con los anacronismos, con las continuidades imaginarias que la presidenta traza en un proceso intelectual que abarcaría desde Pericles hasta Juan Pablo II.

El pasado como espejo. ¿Cómo puede hermanar a gentes tan distantes y tan dispares? ¿De verdad emplean el mismo concepto de libertad? Para Esperanza Aguirre no hay fronteras espaciales o temporales. La historia es, sobre todo, un arma cargada de futuro, un depósito para fines inmediatos, un recurso con el que perfilarse ella misma. El pasado no existe, carece de profundidad contextual y sólo es un baúl del que tomar lo que nos interesa y nos justifica. ¿Que los pensamientos o las palabras se dijeron en una circunstancia determinada? No importa: arrancar esas expresiones, sacarlas de contexto, para apropiarnos de ellas no es delito intelectual, cree Aguirre.

Esperanza glosa. Decía Richard Rorty que hay dos clases de lectores: los metódicos y los creativos. Los metódicos se someten al contexto y a las reglas del texto, que lo leen con respeto a la circunstancia en que fue alumbrado. A los creativos no les ciñe esa circunstancia: toman el texto como excusa para hablar de otra cosa, como instrumento para otros fines. El creativo es un salvaje que tritura lo que lee. Esperanza Aguirre no es metódica, no. Tampoco es salvaje: le falta la chispa de inspiración que tienen los creativos, esos que  leen desmenuzando o pulverizando los textos. Esperanza Aguirre lee deprisa y de su asimilación sólo salen gotitas, glosas chiquitas, unos anémicos comentarios de nula o escasa erudición. Por eso, la editorial Ciudadela tiene que componerle el libro…

Poner el nombre. Ciudadela pone al servicio de Esperanza Aguirre un artefacto promocional. Ella, a cambio, pone el nombre. Así aparece en la cubierta, en blanco, con letras destacadas que las yemas de los dedos pueden recorrer. Es un blanco nuclear que deja en la sombra a los autores que ella recopila. Apenas entrevemos esas imágenes, que sólo son fondo, precisamente. El rótulo con su nombre y el título en dorado e igualmente sobresaliente atraen la mirada: Discursos para la libertad parece un enunciado traducido, casi un anglicismo de uso corriente. Esa preposición «para» nos resulta extraña, nos incomoda. Lo dicho. Ella pone el nombre, pero, como  carece de tiempo o de preparación suficiente o de ambas cosas a la vez, la empresa le hace el trabajo más oscuro, la tarea fatigosa. Se lo hace un reportero de Alba, esa publicación del catolicismo ultramontano. Aquí, en este libro, hace las tareas de edición y algo más. Así se lo agradece Aguirre en una nota inicial, en la que reconoce sólo «su colaboración en esta obra». Inmediatamente le agradece también «su asistencia en la documentación, edición y corrección de textos». Esto es, ha sido su documentalista y su corrector, labores que aligeran enormemente la enojosa tarea de escribir y, sobre todo, de publicar. Si te documentan y te corrigen, la escritura se vuelve un trabajillo muy liviano.Como livianas son las acotaciones de Aguirre. Eso sí: eleva la voz para subrayar los valores, los principios, en declaraciones algo pomposas o triviales.

Contra el apaciguamiento.«Cada vez que repaso estos discursos y pienso en los difíciles momentos históricos en que fueron pronunciados hay una conclusión que se me hace evidente: la libertad merece la pena. En los momentos difíciles, especialmente en los momentos difíciles, es cuando no podemos tirar la toalla, sino pelear por lo que somos y recuperar lo mejor de lo que hemos sido». Por su formación anglosajona, Aguirre tiene un modelo de excelencia al que siempre se refiere, un modelo que aquí también es protagonista: Winston Churchill. Como en el caso de José María Aznar, la presidenta de Madrid siempre cree estar en el borde mismo del apocalipsis, en el instante anterior a la derrota ignominiosa, cuando sus iguales postulan el apaciguamiento. Justamente por eso, un leve movimiento, un gesto de autoridad o una voz la agrandan. Se enfrenta sin remilgos. Hay enemigos poderosos y hay un pueblo desorientado y quizá dispuesto a claudicar: un líder capitanea la reacción. Churchill le resulta atractivo: es un tipo gordo, algo zafio y, sin embargo, de gran energía. Es un héroe cuyas limitaciones lo agigantan.

Persona non grata. Churchill es un comandante que guía a la sociedad civil. Curtido en batallas coloniales y en los escaños, tiene la experiencia militar y parlamentaria. Dsiponía de la condición de Sir y de otra quizá más valiosa: «desde 1929», precisa Aguirre, «tenía extraoficialmente el título de persona non grata dentro de su propio partido, el Conservador». ¿Se puede aspirar a más alta distinción? No lo dudo: que sepas granjearte la animadversión de tus correligionarios es un timbre de gloria superior al que te pueden conceder las victorias sobre tus enemigos. Esperanza Aguirre emplea el pasado como espejo que la confirma, como lugar de corroboración. Ella se ganará el liderazgo de su partido a pesar de la ojeriza que despierta su energía incansable y su contundencia expresiva. O precisamente por eso. Churchill era un «orador excepcional, poseedor de una de las prosas más brillantes de todo el siglo XX», pero lo verdaderamente importante era que «también sabía expresarse, cuando la ocasión lo requería, con una sequedad, contundencia y falta de remilgos verdaderamente explosivas». Eso apostilla Aguirre, y lo apostilla porque eso es ella: no una oradora excepcional, sino alguien que cree  expresarse con sequedad, con contundencia y sin remilgos. De eso se enorgullece

The lady es not for turning. «…Esta señora no se amilana  o, dicho más castizamente, esta señora no se achanta…», traduce Esperanza Aguirre. ¿A quién alude? A Margaret Thatchet, por supuesto. O mejor dicho: se refiere a sí misma. También en el caso de la ex primera ministra británica, lo que Aguirre destaca es lo que la confirma, aquello que le sirve para trazar mejor su propio autorretrato, tan parecido a un Churchill femenino. «Si en algo coinciden tanto los amigos como los advesarios», dice de ella, «es el poco miedo que (…) siempre le ha tenido a la polémica. Sus recortes presupuestarios en educación, al mes de ser elegida ministra, causaron honda polémica social». Esperanza Aguirre la envidia, la imita y, como ella, se presenta «tomando posturas que, en no pocas ocasiones, contrariaban incluso a la oficial de su propio partido». ¿Por que digo todo esto? ¿Es que, acaso, no son ciertos estos rasgos? Por supuesto, Aguirre no falsea la biografía de Tatcher: simplemente la adelgaza, recordándonos únicamente lo que hace de ella, de la ex primera ministra, una figura entera, inflexible, completa. Lo tiene todo, a juicio de la presidente de la Comunidad de Madrid. La señora Tatcher es de origen humilde, con un padre que ejercía de modesto tendero, y alcanza las mayores distinciones nobiliarias: Baronesa Thatcher. Nace en el seno de una familia fervorosamente creyente, frecuenta el templo metodista en el que su padre predica y consigue dos títulos universitarios: Ciencias Químicas y Derecho. Aguirre se mira en su figura y, por encima de todo, envidia su gran logro, una victoria tan grande como la de Churchill: «el desmantelamiento del monstruoso Estado del bienestar». Estamos a la espera.

¿España? No hay español alguno que merezca figurar en el canon liberal de Esperanza Aguirre. ¿De qué peca la presidente madrileña? ¿De provincianismo o de papanatismo, esa tontería distinguida de quien sólo frecuentó el Instituto británico de la Villa y Corte? ¿O es que un exceso de cultura british ha excluido el casticismo de su bagaje personal? «Hasta no hace muchas generaciones, cualquier estudiante de bachillerato de cualquier país de Europa conocía estas palabras», dice Aguirre refiriéndose a la catilinaria de Cicerón: «Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» Con paciencia, Aguirre admite la derrota de Europa, la caída del pensamiento: «lamentablemente, el cultivo de las humanidades hoy no es el mismo, y los estudiantes de la LOGSE lo ignorarán ya para siempre». La eduación está en declive, sí, y la juventud está perdida desde hace unas generaciones, qué digo generaciones: desde que dejamos de hablar en Latín. Tanta nostalgia de latines y no dice nada del casticismo. Porque sí, en su patronimonio intelectual, echo a faltar eso, lo castizo, una cosa tan nuestra. Por ello, el elenco que Aguirre nos propone no es una amalgama subjetiva, sino arbitraria: puro extranjerismo.

Nación.¿Por qué deja fuera a defensores patrios de la libertad, del concepto de libertad, que ella dice profesar con tanto ahínco? El liberalismo español fue temprano, doctrinalmente atendible e intelectualmente destacable. ¿Que no tuvimos a Thomas Jefferson o Alexis de Tocqueville?  Cierto, pero hubo pensadores menesterosos que con el iluminismo supieron proponer el fomento del país, su reforma material, el avance del librecambio, la mejora de las infraestructuras: justamente ese progreso modesto de las cosas (del que hablaba yo mismo el otro día). Frenta a utopismos, España fue cuna de liberales empeñosos, contradictorios y sobresalientes. ¿Los menciona alguna vez? No en estas páginas: aquí habla de la civilización, de la que España debe de ser su periferia, seguro. Cuando Aguirre se acuerda de ellos, de esos liberales peninsulares, sólo es para fines nacionalistas y presentistas, precisamente cuando profesan una idea enfática de nación, justamente cuando sus ideas liberales, modestas o templadas, se consuman en la Nación que ahora predica como una letanía. Tuvimos una muestra en la conmemoración de 1808 (qué cruz) y la tendremos en la celebración de 1812.

¿Ortega y Gasset? Y, sin embargo, hay filósofos castizos que rebasan el contexto en que pensaron y que una pensadora como Esperanza Aguirre no puede dejar de considerar. Es lamentable que no entronice a Salvador de Madariaga o a José Ortega y Gasset. Pongamos a don José, vaya. El publicista madrileño no merece un puesto de honor en la lista urgente de Aguirre. No lo entiendo. Es un descuido imperdonable en quien se las da de liberal a toda hora. No entiendo, en efecto, el olvido de la mejor, de la más noble defensa del liberalismo. La  leí  en un pasaje de La rebelión de las masas (1929). Dice así: «La forma que en política ha representado la más alta voluntad de convivencia es la democracia liberal. Ella lleva al extremo la resolución de contar con el prójimo y es el prototipo de la ‘acción indirecta’. El liberalismo es el principio de derecho político según el cual el Poder público, no obstante ser omnipotente, se limita a sí mismo y procura aun a su costa, dejar hueco en el Estado que él impera para que puedan vivir los que ni piensan ni sienten como él, es decir, como los más fuertes, como la mayoría. El liberalismo –conviene hoy recordar esto– es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a las minorías y es, por tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo; más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural (…). ¡Convivir con el enemigo! ¡Gobernar con la oposición! ¿No empieza a ser ya incompatible semejante ternura?»

Tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural.En efecto, Esperanza Aguirre no peca de semejante ternura (convivir con el enemigo débil), un concepto tan bonito, tan paradójico, tan elegante, tan acrobático, tan antinatural. Si una tiene convicciones, parece decirse la presidenta constantemente, cómo va a aceptar la tolerancia doctrinal o los equilibrios intelectuales. Eso es incurrir en el relativismo: anything goes? Además, ella está destinada a convivir con líderes morales de proyección histórica y mundial, y Ortega sólo es un filósofo local fuertemente influido por los alemanes.

¿De qué libertad nos habla? ¿Dije filósofo? Resulta decepcionante que nuestra pensadora no profundice en unas categorías de la libertad que son ya patrimonio común de la tradición política. Porque, en efecto, el primer cargo que cabría oponerle a la presidenta es haber ignorado un principio básico: el que separa la libertad de los antiguos de la libertad de los modernos. O, en otros términos, el criterio que distingue entre la libertad positiva y la libertad negativa, una concepción que cabría remontar a Benjamin Constant. La teorizó Isaiah Berlin: la primera es la capacidad que tiene el individuo para emprender algo, para realizar sus acciones, capacidad que depende del marco institucional, de la Constitución que reconoce la intervención; la segunda es la ausencia de coerción, del Estado limitado o incluso mínimo, en virtud del cual el ciudadano hace sus cosas y marca sus planes porque no está sometido a coacción. Esperanza Aguirre no distingue estas dos nociones de la libertad y, por tanto, sus pensadores parecen hablar un mismo lenguaje, parecen decir los mismos conceptos, parecen compartir idearios comunes. ¿El principal de todos ellos? Su oposición al relativismo: como si el relativismo fuera un mal más o menos eterno y se definiera igual en todo tiempo.

Conservadurismo. Edmund Burke, el gran pensador británico, que asiste despavorido al estallido de 1789 y que escribe sus incisivas Reflexiones sobre la Revolución francesa, merece un puesto de honor en el club de los filósofos muertos, justamente por oponerse a tal cosa, a la revolución. La biografía que de él nos presenta Esperanza Aguirre es lamentablemente breve y sesgada, cuatro apuntes de manual o de enciclopedia. De él sólo destaca todo lo que fundamente el conservadurismo en el que la presidenta quiere inspirarse. Y es cierto, sí, que Burke fue un pensador del Setecientos opuesto a la revolución, un escritor que prefirió la conservación. Pero fue también un observador de vastísimos intereses que aquí, en las páginas de este volumen, no se mencionan. Por ejemplo, ¿por qué Aguirre no habla del ensayo que Burke dedicó al concepto de lo sublime? ¿Lo sublime es sólo un concepto de la estética? Aquí tratamos esta cuestión días atrás: lo sublime es una forma de concebir el mundo, que mucho tendrá que ver con la sensibilidad romántica y con la idea revolicionaria. Pero Aguirre enmudece, seguramente porque lo dicho por Burke sobre este punto encaja mal en la tesis que ella sostiene.

¿Dije relativismo? De Edmund Burke, Esperanza Aguirre destaca especialmente la vuelta al sentido religioso de la existencia, una reivindicación que la presidenta saca de contexto. En la Gran Bretaña del Setecientos, Dios no es ese ser extremado, exigente, metomentodo, intervencionista, estatalista que en el Continente asfixia la libertad pública y privada. En Francia, los revolucionarios apean a ese ser trascendente y en su lugar erigen nuevas deidades, es cierto. Pero cuando Burke postula una vuelta a lo religioso, lo hace en términos templados, moderados: tras siglos de guerras de religión, tras persecuciones. En cambio, en Esperanza Aguirre, el retorno a lo trascendente es el regreso a un clericalismo encubierto. «Porque, parafraseando a Chesterton, cuando el hombre deja de creer en Dios no lo hace para no creer en nada, sino para empezar a creer en cualquier cosa. Lo que suele traducirse, en última instancia, en la sustitución de las convicciones religiosas por credos ideológicos de cariz totalitario». ¡Por los clavos de Cristo! ¿Si yo no creo en Dios, si yo he perdido mis convicciones religiosas, entonces profeso credos totalitarios? ¿Eso es lo que suele suceder? Conozco agnósticos e incluso ateos, gentes que no tienen esas convicciones religiosas que proclama la presidenta. Pues bien, son personas sensatas, morigeradas, incluso más moderadas que la militante Aguirre. Hagan, por favor, examen de conciencia, no sea que ustedes estén intoxicados por algún credo ideológico de cariz totalitario.

Colofón. ¿Hay alguna conclusión que podamos sacar de este libro? Los libros son como los cerdos: todo en ellos es aprovechable. Si nos saltamos los prefacios de Esperanza Aguirre para ir directamente a los textos recopilados no perderemos gran cosa. Ya digo que sus anotaciones son sumarias, escuetas, extractos de enciclopedia. Todo muy manejable… Por tanto –podríamos decirnos– leamos a los clásicos aquí reunidos. Pero entonces la pregunta sigue: ¿para qué leer textos que no siempre son completos?

En ocasiones, uno tiene la impresión de que lo secundario ha sido amputado: como esa fotografía que tienen a la derecha. Imaginemos que de un retrato sólo nos interesaran las extremidades superiores. Entonces, quitaríamos de esa imagen el resto de cuerpo.  Las manos retratadas de las que ofrecemos un detalle serían el cacho de un entero. Es eso lo que nosotros vemos. Nada más. Queda fuera lo irrelevante: es decir, el resto del cuerpo, el fondo. Como queda fuera de este libro lo que Esperanza Aguirre o su asistente consideran marginal. Pero en el desarrollo de un pensamiento no hay nada irrelevante: lo secundario, lo que parece insustancial, da la medida exacta de un pensamiento.

Indudablemente, Esperanza Aguirre hace una declaración de fe sobre la libertad. Pero esta manifestación es eso: una declaración de fe, de confianza, de esperanza. Es una manifestación campanuda. ¿Hay alguien que, de entrada, se niegue a celebrar teóricamente la libertad? Los totalitarios, responderá Aguirre. Y quienes no comulgamos con las doctrinas de la presidenta punto por punto, ¿qué somos? ¿Totalitarios? En ella, en la presidenta de la Comunidad de Madrid, la profesión de liberalismo no tiene fecha: aunque da un breve apunte circunstancial de cada pensador, lo cierto es que los descontextualiza al establecer una serie. Según su artificio, habría una corriente subterránea o manifiesta que llevaría desde la Antigüedad hasta hoy (bueno, también Hayek sostuvo algo parecido aunque con mayor enjundia…). Pero, amiga presidenta, la historia no es lo que nos identifica o aquello en lo que nos reconocemos, sino lo que nos permite diferenciar, lo que nos faculta para entender lo distinto. El pasado es un país extraño…

Pero, para Aguirre, la historia de la libertad es la historia de un puñado de individuos que compartirían un credo básico: por eso, puede trazar una línea de continuidad. ¿Y por qué decir esto ahora, por qué proponer eso, justamente en este instante? Nunca es tarde para defender la libertad, responderá la presidenta. En nuestro caso y ahora precisamente, son el caos y el relativismo hacia los que nos precipitamos los factores que nos mueven: aquello que exige dar un paso al frente. «No sólo España, sino el conjunto de las naciones que solemnos denominar Occidente, atraviesan momentos históricos difíciles», momentos «de duda e incertidumbre. Dudas sobre lo que somos y sobre lo que queremos  ser. Dudas sobre lo que hemos ido y sobre los principios que nuestros antepasados escogieron para construir nuestra comunidad».

Me los imagino: de Pericles a Wojtyla, un grupo de esclarecidos pensadores, un pelotón selecto sabe cuáles son los criterios a defender, las convicciones a mantener, las doctrinas a compartir. Se trata de apretar los dientes, proclamar los principios, confiar en la Nación, amar a Dios y esperar el advenimiento de un guía tutelar que revele el camino.

¿Cuál es el colofón? No hay colofón: hay hilo un conductor: la persona que vislumbra lo que para muchos es oscuro, Esperanza Aguirre.

Hemeroteca

Justo Serna, «Esperanza Aguirre», El País 9 de diciembre de 2009

44 comentarios

  1. Gracioso y breve (no merece más) artículo, Justo. Esta señora recopila artículos (¿Ella los recopila?) y Ana Botella cuentos. Hacen unos comentarios (¿Los hacen ellas?) Y nosotros nos lo creemos. Todos contentos.

    Como diría Forges ¡País!

  2. Leo su artículo en el País y no puedo por menos que reírme, mire que a veces tiene gracia contando.
    Simpático y cáustico, no es para menos. Un titulo sin un gramo de pretensiones y un contenido que según nos dice no quiero ni imaginar. ¿Breve, su artículo? para qué más, no le han hecho falta más de esos dos mil y pico caracteres para darnos una idea de la calidad del libro y de la profundidad y solidez intelectual de su autora.
    ¿Lo mejor? el mensaje que según dice le ha trasmitido.

  3. ¡Menos mal que ha vencido su tentación consumista! ¿Esta señora no es la de SARA MAGO?
    Yo creo que son personas a las que no les tenemos que dar ninguna credibilidad en lo que dicen ni en lo que hacen. Espero que los que lo compren sean de esos que amontonan libros en sus librerias y allí se quedan, así al menos sólo engorda -espero que poco por este camino- la c/c del autor y no otras cosas.Aparte de todo su artículo, brillante.

  4. Creo que esta señora ha demostrado ya, en sobradas ocasiones, que es capaz de cualquier cosa por estar en el «candelabro», máxime cuando le reporta beneficios -económicos, que de otros no entiende- y en esta ocasión se ha hecho a sí misma un regalo navideño, probablemente para paliar la falta de ellos que la crisis económica y el escándalo de la corrupción van a propiciar este año. ¡Qué lista es, caramba!

    Como siempre, don Justo, en su línea jocosa que tan buenos ratos nos depara.

  5. Cualquiera de nosotros puede ser ese posible lector-comprador. Como muy bien indica el Sr. Serna en su artículo, “hay fabricantes que inventan nuestras necesidades, que comercian con mercancías superfluas”. Vamos, que de la tentación no se escapa nadie. No sé hasta qué punto somos dueños de nuestras compras, teniendo en cuenta que fabricantes y toda la industria que se desarrolla a su alrededor generan nuevas necesidades continuamente, necesidades que siempre resultan imposibles de saciar. Así que el que esté libre de pecado…

    ¿Y este es el mensaje de Esperancita?: «nada, o al menos nada importante, se construye sin esfuerzo ni dificultades». Ya. ¿Cómo el libro del que usted nos habla, Don Justo? ¿Ese del que no es propiamente autora, ni de los textos, ni de su edición? ¿Y encima titula a “su” libro “Discursos para la libertad”? Será para poder engañar libremente, porque si hacemos caso a la portada, parece que ha hecho una auténtica tesis doctoral.

    Qué barbaridad… por favor, no caigamos en esta “tentación”.

    Me encantó su artículo, Sr. Serna.

  6. ya te faltaba el tiempo para meterte con Esperanza Aguirre. que facil lo haces siempre y que malos son los del PP.

    eres un sociata blandengue!!

  7. Me bajo de los tejados, donde he estado ocupadísimo persiguiendo ratones y ¿qué me encuentro? Sí, con ella. Uno de los juguetes bobos del PP. Se me empeña más de uno en confundir el ardid tramposo, la artimaña traicionera y el devenir miserable de la doña con una presunta inteligencia superior al calamar. Si recordamos uno de sus grandes hitos que perpetró como ministra de cultura, cuando fue incapaz de saber quien era Santiago Segura, permítaseme que la anterior aseveración esté fundamentada. Que la misma individua pueda poseer una sagacidad aceptable para moverse por las cloacas de la política, para dedicarle tiempo a preparar pócimas y venenos para acabar con sus compañeros de partido y, sobre todo – eh ahí su mejor cualidad – obedecer a la “mente superior” que le indica el camino a seguir, no niega la mayor: sigue a la altura del calamar (uno de los cefalópodos más inteligentes, ojo). Más inteligencia que esa, no, por favor. Es un atributo más que excesivo para quien parte de tildarse de liberal y, con semejante bandera, carga contra los avances sociales que aportó el liberalismo y trata de barrar nuevos. Mi coincidencia, pues, con doña Ana – una vez más – al poner en duda su capacidad no sólo para redactar articulillos – que de otra magnitud no pasan – ni siquiera para compilar los presuntamente propios. Si al menos se hubiese buscado algún “negro” de fuste, pero, vaya, con becarios de la sacristía poco más le puede salir.

  8. Bueno, gracias, por la calificaciones que dedican a mi articulillo sobre Esperanza Aguirre. En el post desarrollo –ya ven– una lectura analítica y sintética del volumen de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Todo él es muy interesante por las dos razones que indico: amalgama lo que pertenece a contextos diferentes y toma a cada personaje como espejo de sí misma. Todo, con mucha devoción.

  9. El libro de Aguirre y la referencia a Churchill (alguien les ha debido decir a la gente del PP que citen siempre a Churchill, que eso siempre queda bien) me recuerdan a un momento que tengo grabado. En el pasado Congreso del PP en Valencia, recuerdo que me sorprendió un pasaje del discurso de despedida de la dirección del partido que pronunció Ángel Acebes. Recuerdo que hablando de María San Gil (ninguneada días antes) citó de forma solemne a Churchill; concretamente, citó aquello que se supone que dijo Churchill sobre los soldados británicos tras la Batalla de Inglaterra: «Nunca tantos debieron tanto a tan pocos». Pese a que se notaba lo artificial y lo forzado de la cita, confieso que me sorprendió positivamente esa dosis de erudición en boca de Acebes.

    Por otra parte, me gusta mucho esa distinción rortyana. En la conferencia que di en Barcelona y hablando de la «sobreinterpretación» de algunos textos literarios que ha hecho el feminismo, cité precisamente el texto de Rorty en el que la explica. En ese mismo texto dice Rorty que en ocasiones, lo que hacen los lectores es «golpear el texto hasta darle una forma que sirva a su propósito”, imponiéndole un vocabulario totalmente ajeno al del texto o al de su autor. Aunque sospecho que Esperanza no ha leído ese texto de Rorty, si que tiene toda la pinta de haber hecho una genealogía del liberalismo bastante curiosa.

    PS: No sé si es casualidad, pero en el hipermercado al que suelo acudir de vez en cuando, los libros están justamente colocados donde los sitúa Justo en el artículo: exactamente al lado de los electrodomésticos y los videojuegos. Supongo que habrá alguna razón de marketing.

  10. Me alegro, Justo, de que, al fin se comprara el libro. Estaba usted viniéndose muy arriba, que diría Buenafuente (mis citas sí que son eruditas; Forges y Buenafuente) con su Rita Barberá. Leyendo el engendro se le bajarán los humos y verá que nada tenemos los madrileños que envidiarles a ustedes, más bien al contrario.

    No, no, noooo ¿Cómo va a haber leído Espe ese texto de Rorty? Ni ese ni ninguno ¿Se la imaginan leyendo? Por los clavos de Cristo, qué ocurrencia.

    Y sí, hay lugares en que algunas citas son obligatorias. No sé si los del PP tienen la consigna de citar a Churchill, pero, desde mi modesta experiencia de comisaria de exposiciones, les aseguro a ustedes que, sistemáticamente, se me ha rogado que, en el texto del catálogo que fuera, citara a las Señoritas de Avignon de Picasso porque no se puede hablar de arte actual sin mencionar ese cuadro. El mundo es tan absurdo en todos los órdenes y disciplinas que es posible que Chuirchill sea obligatorio.

    Debo decirle a F. que, gracias al socialista blandengue, estoy a punto de creer en Dios, ya ve. Un dios maligno, pero dios, al fin. ¿Quién si no, con dos ojos, una nariz y una boca puede producir dos engendros tan dispares, malignos y repugnantes como Rita Barberá y Esperanza Aguirre?

    Algún día nos tendrá que explicar Justo por qué se fustiga y flagela de ese modo.

  11. Ana, yo no me he comprado el libro de Esperanza. Lo he leído de gorra, pirateando virtualmente sus páginas, gracias a la amabilidad de un librero amigo. La única condición es que no subraye, y bien que lo siento. Con lo que me gusta poner mis acotaciones en los márgenes…

    Y, sr. Fuster, no se sorprenda tan positivamente de la erudición de Ángel Acebes. La frase que usted reproduce pertenece a cualquier florilegio de citas célebres. Son el corta y pega de los políticos de baja estofa, un prontuario de chicha y nabo. No se deje engañar por la cultura de nuestros populares. Acostumbramos a fustigar a los socialistas. Los populares, que estudiaron en buenos colegios –de eso presume Esperanza Aguirre, por ejemplo– tienen unas carencias simplemente aterradoras: como dice Pumby, Aguirre ignoraba quién era Santiago Segura. Qué mal, Dios, qué mal.

    Talueg…

  12. En primer lugar felicitarle, don Justo, por su artículo de El País. Me parece que le ha quedado redondo, impecable. Y lo mismo tengo que decirle del desarrollo que, a partir del mismo, está realizando del libro de Esperanza Aguirre en su blog. Por favor, continúe, porque el análisis es interesantísimo. Esta mujer, desde luego, no tiene vergüenza alguna.

    Más allá del fondo del libro, me gustaría insistir, analizando únicamente la forma y la estructura, la ideología que se esconde en este artefacto “esperanzil”, profundizando –si se me permite- en lo dicho al principio del post por el señor Serna. Convengo en que la mejor y más inteligente forma de abordar este asunto es con mucha ironía y sentido del humor (como hace el señor Serna), pero no querría dejar pasar la ocasión para enfatizar algunas de las cosas –muy serias- que la elaboración de este libro oculta y que dice mucho de sus autores materiales y, como diría aquél, intelectuales.

    Veamos en qué ha colaborado Esperanza Aguirre.

    Resulta que tenemos la portada de un libro en el que la única palabra que aparece rotulada en letra más grande que el nombre de la supuesta autora del libro (Esperanza Aguirre) es el vocablo “Libertad”. Así, tenemos una asociación clara y evidente: Esperanza Aguirre – Libertad.

    Dejaré de lado la concepción que los autores del libro tienen de la historia, una concepción que expresan con claridad en el subtítulo: “Momentos que forjaron la civilización occidental”. ¿Los discursos de las grandes personalidades son los que han forjado la civilización occidental?

    Pero vayamos al intríngulis del asunto. Resulta que la editorial que publica el libro es “Ciudadela”. Ciudadela, según el María Moliner, es un “recinto fortificado en el interior de una ciudad, que servía para dominarla y como último refugio de la guarnición”. Permítanme que subraye tres palabras: “dominar” y “último refugio”. La impresión inicial se confirma observando los títulos del catálogo de dicha editorial: “Ciudadela” nace como el último bastión, como el único refugio ante el relativismo, el caos y el descreimiento contemporáneo, como los defensores de los valores genuinamente occidentales, prístinos e inmaculados, originarios y verdaderos de nuestra cultura occidental. Y éstos, como los diez mandamientos, se podrían resumir en dos (aunque yo lo haré en tres): catolicismo, nacionalismo y neoliberalismo.

    La editorial, aparece como muy vinculada al catolicismo. Un catolicismo que supuestamente defiende los valores de la verdad, la honradez, la solidaridad, etc, etc. (No se me alteren, que he dicho supuestamente).

    Pues bien, cuando esta editorial, con el consentimiento de Esperanza Aguirre, la coloca de manera visible y ostensible como autora de un libro, cuando en realidad ella sólo “ha escrito” un prólogo de página y media y una breve introducción a cada uno de los pensadores, ¿no están faltando, tanto ella como la pía editorial, al octavo mandamiento, ese que dice “no dirás falso testimonio ni mentirás”? ¿No están manipulando al comprador haciéndole creer que doña Espe ha escrito un libro?

    Y si manipulan para vender, para ganar más dinero (el dinero de los demás), ¿no están faltando al décimo mandamiento, ese que afirma “no codiciarás los bienes ajenos”?

    Y si encima de que intentas engañar a la gente para apoderarse de su dinero, utilizas textos antiguos, ya usados y baratos (en términos de derechos de autor) de conseguir, y pones el librito (224 p.) a la venta a un precio de 23´50 euros, ¿no estás rozando el incumplimiento del séptimo (no robarás)?

    Lo que me gustaría poner de manifiesto es la enorme hipocresía de esta gente, un fariseísmo (por utilizar sus propios términos) inconcebible y verdaderamente repugnante. Porque en la portada del libro, como ya he dicho, aparece con letras bien grandes la palabra libertad. Una palabra con la que esta gente se llena siempre la boca. Ellos son los adalides de la libertad, sus acérrimos defensores, los únicos que la cuidan y la vigilan, los únicos que la protegen, como las vestales cuidaban el fuego sagrado de Roma.

    En realidad, la palabra libertad, esa que se asocia con otras como verdad, justicia, igualdad y demás valores positivos que ellos asumen también como propios, se la pasan por el forro. La portada del libro de Esperanza creo que es un ejemplo paradigmático de ese engaño y de esa manipulación vomitiva que ejercen nuestros autoproclamados guardianes de la sagrada y cristiana cultura occidental.

  13. Me pide, Alejandro, que continúe con el análisis del libro de Esperanza Aguirre, pero usted lo disecciona sin necesidad de leerlo con una sutileza y mala leche increíbles. ¿De verdad creen que vale la pena que siga estudiando esos contenidos que he leído?

  14. Bueno, leo que el post sigue la línea del artículo, irónico e implacable como dirían en mi tierra «está sembrao».El comentario de Doña Ana me ha hecho dudar y por un momento pensé que había comprado el libro .
    En fin, no sé si esta señora lee, ni qué lee, lo que les aseguro es que no me la imagino escribiendo, no al menos en la línea que señala Maria Zambrano de aquello que significa la escritura y el acto de escribir.
    ¿Sabrá quién es Maria Zambrano? Porque si una de las “mejores películas extranjeras” era Airbag, no sé qué pensar.

    Simpática la comparación con el calamar que hace el Sr. Pumby, porque imagino que no es solo por su inteligencia puesto que de la inteligencia del calamar sabemos muy poco (al menos yo) también será por lo de sus brazos largos y flexibles es decir, por sus tentáculos que tienen ventosas o garfios (según se mire) con los que atrapa a sus presas, o será por la capacidad que tienen para mimetizarse?

    Menudo repaso a los mandamientos Sr. Alejandro, especialmente a su incumplimiento.

  15. El que está «sembrao» es usted Sr. Serna no el post, y para que no haya malos entendidos se aplica a alguien que está muy acertado o atinado.

  16. Ya, ya. Muchas gracias R. S. R.

    ¿Continúo con el desmembramiento de este volumen? Aún quedan Ronald Reagan, Juan Pablo II, Alexis de Tocqueville, etcétera. De seguir no se trataría de abordar uno a a uno, sino de rematar la faena (qué taurino)…

  17. Serna eres partidista. E. Aguirre es una esperanza de los liberales con mucho futuro. Y tu eres un profesor malasombra.

  18. Por favor, don Justo, continúe, que yo sólo quería reflexionar sobre el envoltorio. Su análisis del contenido es necesario y brillante. Por ejemplo, aún estoy anodadado con esta frase que usted entrecomilla y que por tanto (si no me corrige) atribuyo a la propia Esperanzita: «el desmantelamiento del monstruoso Estado del bienestar”. ¿Realmente hace esa afirmación la señora Aguirre?

  19. Pues me deja sin palabras. Una afirmación tan categórica demuestra confianza, determinación y fuerza. ¿Qué futuro nos espera con gente así?

  20. ¿Cómo actúa la derecha? Poco a poco, a la vieja usanza. Van desmantelando es estado del bienestar paulatinamente: que si un hospital de gestión privada aquí, que si cobrando un euro por visita por allá, que si concertando un instituto por acullá… y como las hormiguitas, pasito a pasito van desapareciendo los logros que tanta sangre costó obtener.

    ¿Cómo actúa la izquierda? Cuando se toma, desde el gobierno, por ejemplo, una medida social, avanzando un poquito hacia el refuerzo de ese mismo estado del bienestar, todo son críticas: que si esa medida es insuficiente, que si sólo se hace de cara a la galería, que si es demagogia etc. etc.

    Con esta actitud flaco favor se hace la izquierda a sí misma.

  21. En efecto, señora R.S.R. del calamar toma esas características que tanto abominan tantos compañeros suyos – de ella – del Partido: su pico de loro, sus tentáculos traicioneros, sus chorros de tinta para huir entre las aguas enturbiadas por sus vómitos, su mimetismo para aparentar lo que no es… Y así, también los hay que le desean el mismo fin que al cefalópodo: unos pinchitos de calamares a la romana con salsa mahonesa.

    Lo que tiene usted que hacer, sr. Serna es no detenerse ahora. Siga, hombre, siga, que ahora viene lo bueno, tras alabar a la señora que hundió a Gran Bretaña en el desastre económico que vio el siglo XX británico, pasa a adular al “liberal” Juan Pablo II, martillo de herejes católicos e inútil ecumenista cristiano; o al “liberal” Reagan, con el segundo déficit público más alto de la historia de los EEUU (sólo lo superó George W. Bush… y medalla de bronce en el “ranking” de despropósitos gubernamentales el no menos “liberal”, su señor padre)… ¡Hombre, y se atreve con Tocqueville! valiente bribón. A ver, a ver qué cuenta la doña sobre los citados, con el fino olfato de su “negro” de cabecera y su denodado propósito de pasar a Burke por la derecha. ¡Ardo en deseos!… ¿qué perlas no nos reservará su librillo?

    Bueno, mire, don Alejandro, por más retórica que fuera su cuestión, se la voy a responder airadamente, como me corresponde. Si me dice: “(…) Una afirmación tan categórica demuestra confianza, determinación y fuerza. ¿Qué futuro nos espera con gente así?” Pues, señor mío, el que el soberano decida con sus votos. Aunque, claro, ante actitudes como la que describe, urge una respuesta igualmente contundente: una actitud confiada, determinada y fuerte contra tanta petulancia paleoconservadora (que éstos, en España, no llegan ni a neoliberales) que, además, espolee la gazmoñez socialdemócrata y le proponga a los ciudadanos una alternativa electoral capaz de transmitir esas ideas que, hoy por hoy, sólo se perciben en el bando reaccionario; y tan ricamente que les va: son sus presencias reales de la derecha frente a la impostura intelectual y el simulacro de la política que practica la izquierda, toda la izquierda.

  22. Muy interesante su «deconstrucción», sr. Serna, del engendro de ¿Esperanza Aguirre? Cuando no majadería, cáscara huera. Lo único sensato que he leído estos días de penosidad económica y política ha sido el documento -bueno, extractos del mismo, que nos ha facilitado El País CV, ya que aún no se ha presentado públicamente- de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE). Su diagnóstico es ejemplar («La sociedad civil ha abdicado de sus responsabilidades dejando en manos de la clase política la tarea de dirigir y gestionar la marcha de la sociedad. Y los políticos no encuentran el camino para alcanzar el pacto de Estado que el país necesita para salir airosamente de la crisis»), y acertadísimo en las medidas, centradas en el sistema educativo, el mercado laboral, el plan industrial y las administraciones públicas. El documento lleva como título, «Los pilares del nuevo modelo de desarrollo económico valenciano», y junto a otro presentado hace unos día por la CEV, «Objetivo: competitividad», cuenta con la sintonía de los grandes sindicatos. ¿Acabarán por darse cuenta?

  23. Bueno, pues no me detendré. Seguiré desgranando parte de este libro, que me ha deparado momentos dulces. Pero no me pidan que lo destripe todo todo. «Hoy lo cuento todo todo», que decía aquél. Pues no. Todo, no. Un repaso más y ya está. Si hay más interés, tendremos que regresar al Hipermercado…

  24. Odias y crees que machacas el libro. Que te lo has creido chaval. Hala intenta destruirlo. Pues no tio enterate. Yo me lo he comprado y está muy bien escrito. Ya te gustaria a ti que solo escribes cagadas.

    Con Esperanza Aguirre se aprende historia. Contigo no se aprende nada.

  25. Ja, ja, ja… ay… ja, ja, ja. Cómo me río con este F.A.E. Si es que es gracioso/a hasta para ponerse nombre. Ja, ja, ja.

  26. Amiga Rata, no se detenga en FAE. No le dé mayor importancia. Yo sólo escribo cagadas, según él. FAE escribe tratados. A la vista está.

  27. Su colofón sr. Serna me parece magistral, una singular pieza de valor político y ético. En sus incertidumbres y en sus certezas me identifico. Valía, pues, la pena pasar por el suplicio de una lectura incómada, más allá del excelente ejecicio de «historia cultural», o más allá de ese despieze textual, analítico, tan juicioso, tan irónico, tan sabio. Voy entendiendo (soy tardo en estas lides) su propensión a las lecturas de esa «literatura política» de la derecha española.

  28. Juan Antonio, es usted muy generoso y, si me permite, exagera enormemente. Sin embargo, me gusta eso que dice: que despiezo. Suena a carnicería, a cuarto y mitad, a cuarto trasero, a trocear el animal. Bueno, quien trocea a los autores y quien los presenta tan livianamente es Esperanza Aguirre. Qué atrevimiento intelectual, por Dios.

    La verdad es que llevo años leyendo y comentando libros de los conservadores españoles de hoy. Es un ejercicio intelectual fascinante.

    Abrazos, sr. Millón.

  29. Bueno, pues a mi el colofón me sabe a poco, miren. Me quedé con las ganas de saber más del contenido del libro con unos personajes tan prometedores como los que señalaba en mi anterior intervención. Sólo pensar en que incluye entre los “liberales” al máximo dirigente de una iglesia jerárquica y dogmática que funciona por el modelo de mando del despotismo ”inilustrado”, cual es el anterior papa de los católicos, el señor Wojtyla, ya es tan hilarante que, sólo con eso, ya se desacredita ella misma y ridiculiza al encumbrado. Algo digno de conocerse. Creo que haré de lector gorrón – como Marx recomienda… Groucho Marx, digo – en alguna gran superficie comercial para buscar la referencia para leerlo yo mismo. Obviamente, no me gasto un óbolo en semejante libraco, mi tacañería con las inteligencias fracasadas es proverbial.

  30. El capítulo dedicado a Wojtyla es decepcionante. El dedicado a Reagan es igualmente decepcionante. El dedicado a Alexis de Tocqueville es… el mejor.

    Pero no quería entregarles todo el pastel: quería dejarles, precisamente, con la miel en los labios. Veo que Pumby ha picado.

    ¿Por qué el capítulo de Tocqueville es el mejor? Porque la igualdad como despotismo social que él vio en los albores de la sociedad liberal se convierte en socialismo, según Esperanza Aguirre. O sea que manipula y saca completamente de contexto a Tocqueville.

    Así es que el sr. De Villarrabitos deberá dirigirse al Hipermercado para completar una lectura que yo no quiero trocear más. Como dije, eran generosas y exageradas las palabras del sr. Millón. Lo que el sr. De Villarrabitos me pedía (que siguiera personaje a personaje) es exagerado.

  31. Serna te cachondeas porque no soy profesor. Vale seré del montón pero me gustan los buenos periodistas no «los profesores». No te compares con Arcadi Espada. Gusano.

    Adios!!

  32. Vale, vale, don Justo, ya me ha picado con lo de Tocqueville pero, lo dicho, ni en hipermercado, yo de “lector gorrón” que ni Ciudadela ni la doña verán un céntimo de euro de un servidor de ustedes.

  33. Sr. De Villa Rabitos, le agradezco su comprensión. Seguir con Esperanza Aguirre y su concepción de la libertad me resultaba ya cansado.

    He quedado exhausto. ¿Por esto? No: por tres trabajos que debía completar este fin de semana. Vamos, dos reseñas y un capítulo de libro. Todo lo tenía escrito pero todo debía ser corregido y revisado. Con el peligro de que no te des por satisfecho.

    No sé por qué pongo todo esto en pasado. He entregado dos de esos trabajos a sus destinatarios. Me falta el tercero.

    No sé si podré renovar el post hoy mismo. Quizá deba retrasarlo hasta mañana.

  34. Pero mire que es usted cabezota, don Justo: no se imponga usted tan severos esfuerzos, dosifíquese, y si el “post” lo renueva otro día, pues otro día. Por cierto ¿cerrará usted el “blog” por las fiestas en honor a la Natividad del Sol Invicto – con la consiguiente quedada invernal de contertulios para degustar un chocolate bien caliente con algún condumio dulce henchido de grasas saturadas y aceites refritos (buñuelos, churros o porras) – o persistirá usted en su denodado intento de matarse trabajando?… ¡¡Recuerde a Lafargue!!

  35. 1. Le agradezco sr. De Villa Rabitos sus amables consejos, que desatiendo siempre que puedo, ya ve. Me pregunta si cerraré el blog por las fiestas. En principio, no lo cerraré: como mucho espaciaré las actualizaciones, que es lo que ahora me está pasando, de tantos compromisos que debo acabar y entregar.

    Pero eso no impedirá una quedada, por supuesto, con algún tonificante que nos quite el frío del cuerpo. Vamos pensando y organizando, pues.

    Me recuerda usted a Lafargue. Y yo le recuerdo las bellas indicaciones que Robert Louis Stevenson hacía en su ensayo ‘En defensa de los ociosos’ (que creo haber mencionado y citado aquí días atrás). Creo… La verdad es que uno lee cosas tan variadas y cita pasajes tan distintos que al final la cabeza es un caos: un caos productivo, dirá el optimista; pero un caos, admitiré yo.

    Justamente por eso y por la hora que es, me permitirán no responder ahora por extenso y con enjundia a las interesantísimas y discutibles puntualizaciones que me hace Pedro Amorós a porpósito del cine y el montaje. El sr. De Villa Rabitos responde contundentemente. No lo comparto todo, pero sí que coincido en la importancia que da al montaje.

    En todo caso, como dice Pedro Amorós citando algo que yo había señalado, el montaje no es sólo una tarea mecánica o creativa de un especialista: es un proceso compositivo que abarca todo el film. Los cineastas que ya tienen toda la película en la cabeza han hecho un montaje. ¿Qué otra cosa podría ser? Un larguísimo plano-secuencia que parece evitar los cortes entre planos también forma parte del… montaje.

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