Observaciones intempestivas

Uno. Universitat de València. Publico aquí, en el blog, un escrito de Juan Carlos de Miguel, profesor de Filología. Es una crónica de las pasadas elecciones celebradas en la Universitat de València, la institución en la que él y yo impartimos clase. Su texto, que amablemente me ha remitido, es una crónica pensada y escrita para todos los lectores, no sólo los académicos: está concebida para que cualquiera de nosotros pueda tener todos los elementos del debate. Leyéndola podremos entender qué ha sucedido en estas elecciones a rector, elecciones en las que compitieron cuatro candidatos. Bien pensado, fue un hecho insólito. En este blog pudimos seguir la fase final de la disputa con un par de posts: Elecciones personales y Universidad u hostilidad.

Ahora, Juan Carlos de Miguel escribe para todos nosotros una crónica rigurosa, crítica, sensata, mesurada y con su punto de acidez o su dosis de ironía. Algunos amigos y seguidores de este blog, desvinculados de la Universidad, me dijeron en alguna ocasión que no tenían todos los elementos de juicio acerca de lo que se disputaba, que no podían pronunciarse sobre lo que desconocían. Es comprensible: en una Universidad hay funcionamiento institucional y hay corrientes de opinión; hay posiciones políticas y hay intereses corporativos; hay  expectativas colectivas y hay intereses personales. Por favor, lean la crónica de Juan Carlos de Miguel. Se titula Elecciones a rector en la Universitat de Valéncia 2010. Crónica de una victoria augurada. Comprenderán mucho de lo que aquí, en esta institución, se libraba…

No sé, la verdad, por qué escribo el verbo en pasado. Lean más…

Dos. Estatut de Catalunya. Hace casi cinco años publiqué un artículo sobre el proyecto de Estatuto de Cataluña. Me granjeó la adnimadversión de ciertos nacionalistas de cortas entendederas. Por supuesto no todos son así.

Ha pasado mucho tiempo de aquel escrito. El Tribunal Constitucional aún no se ha pronunciado públicamente sobre la norma estatutaria. Como admite casi todo el mundo, que esto siga así es una rémora institucional grave. Yo no tengo competencia jurídica para enjuiciar la constitucionalidad del texto, pero cuando escribí dicho artículo me pronunciaba como historiador. O quizá como simple observador: concretamente analizaba  el concepto de historia y  el concepto de nación de los que se servía el legislador en el preámbulo de dicho proyecto. El título era éste: Los preámbulos de Cataluña. No sé, leído ahora, quizá aún conserve algún valor. Habrá que comprobarlo.

Entre otras cosas decía: «El pasado no es esa patria primera, el limo original, el paraíso que algunos añoran: siempre es algo extraño cuyo significado se nos resiste, un significado que no podemos trazar con el hilo rojo, con una continuidad que el legislador pretende, además, proyectar hacia el porvenir como si fuera un proceso obvio. Así, en el preámbulo del ‘Estatut’ se habla de la libre y plena interdependencia que una nación necesitaría hoy. La redacción es muy confusa…».

Algún adversario me dijo: si hablas de redacción confusa, es la tuya la que se lleva todos los merecimientos. Quizá. Lean más…

Tres. Aprender. David P. Montesinos formula una serie de cuestiones a los universitarios. Marisa Bou se plantea los mismos interrogantes. Las preguntas son pertinentes y algunas de ellas –no todas– yo también me las hago. No sé si me creerán pero no me interesa nada la disputa de poder que hay en el seno de la institución (en el seno de toda institución: no me gusta mandar). Cuando digo disputa de poder no me refiero a las elecciones y a los cambios que puedan darse si triunfa esta o aquella candidatura. Cuando digo que no me interesan las luchas intestinas aludo a los juegos de suma cero que enfrentan a distintas capillas para el reparto de lo escaso.

¿Me creerán si les digo que mi experiencia académica más placentera es la docente, enseñar y aprender al tiempo que enseño? No es una pose divina. Es la verdad de lo que siento. Me interesa el saber: lo que aprendo al informarme e informar. Me interesa la instrucción: la calidad de los datos y el acopio documental, claro que sí. Pero me preocupa más la educación, llegar a ser culto.

Ser culto no es tener muchos datos o conocer todas las respuestas. Tampoco es abrumar con erudiciones de enciclopedia, sino saber formularse las preguntas reveladoras; saber qué consultar o qué leer o qué buscar para colmar lagunas o ignorancias. Muchas de las cosas que nos rodean en la Universidad no tienen nada que ver con eso y son ordenancismo o burocratismo. Ojo, no nos abandonemos a la demagogia: hacen falta las ordenanzas y la burocracia, reglamentos racionales y funcionarios probos. Hacen falta personas eficaces y entregadas que gestionen a partir de normas claras. Pero convertirlo todo en trabajo administrativo  seca la educación.

En Schopenhauer como educador, Friedrich Nietzsche arremetía contra la enseñanza rutinaria de su tiempo. Ya lo he citado en otras ocasiones. Nietzsche defendía la figura del educador, aquel que es capaz de despertar la curiosidad intelectual y el afán. El libro dedicado a Schopenhauer era una de sus Consideraciones intempestivas. «Observaciones intempestivas» he titulado precisa y conscientemente este post.

Yo quiero transmitir entusiasmo en mis clases, la apetencia de saber, las ganas de aprender, la modestia de exigirse a uno mismo: no hay que conformarse con cuatro datos y con cuatro conocimientos manoseados y repetidos.  Admiro a los científicos, pero yo no lo soy. Eso no me permite hacer cualquier cosa. Quiero ser riguroso y quiero que quienes cultivamos las humanidades –o las enseñamos– seamos serios y no meros diletantes.

Pero también admiro a quienes analizan lateralmente, con capacidad de conexión, de relación, a partir de criterios comunicables. Admiro a quienes sortean las barreras académicas y las fronteras departamentales para pensar contra lo obvio, contra la corriente. Ojalá pudiera seguir ese ejemplo con humildad. Por eso no me gustan los ventajistas, los savonarolas o los que ya están a vuelta de todo.

23 comentarios

  1. Mi condición de observador a bastante distancia me deja un tanto indefenso, incluso después de leer el artículo aconsejado, de manera que opto por confiar en mis amigos, y entiendo como tales a los habituales de este blog. No pregunto por simple curiosidad, entre otras cosas porque creo que es un deber esforzarse por entender cuáles son los caminos por los que transita la universidad española, dado que envío año tras año -la siguiente hornada sale en algo más de un mes- a una notable cantidad de alumnos de Bachiller a los diferentes distritos de Valencia y de lo que no es Valencia. No pido contestaciones exhaustivas, pero dado que me sigue resultando difícil saber en qué habrían de cambiar las cosas en la universidad valenciana en función de que el rector hubiera sido este u otro -para mí, lo siento, son solo apellidos que ustedes nombran continuamente, pero a los que no consigo poner cara- me gustaría lanzar cuál mensaje en una botella unas cuantas preguntas que están más allá -o más acá- de un simple proceso electoral. Helas:

    1. Respecto a Bolonia. ¿Está realmente aplicándose con todas sus consecuencias? ¿Está la universidad española en condiciones de homologarse a todos los efectos con las del resto de Europa? ¿Es sostenible a nivel financiero el reto de Bolonia, sobre todo en aquellas especialidades supuestamente menos vinculadas al tejido productivo? ¿Por qué los sectores más participativos y comprometidos del alumnado universitario protestaron insistentemente contra la aplicación del Plan? ¿Se les ha hecho algún caso?

    2. ¿Hay un interés extendido y sincero entre los poderes universitarios de remediar el mal de la endogamia, percibido entre quienes no formamos parte de ella, como el mayor de sus vicios?

    3. ¿Por qué hay diferencias tan brutales entre los profesores fijos y los eventuales y asociados a nivel de retribución y derechos de todo tipo, diferencia que, por cierto, no se da a nivel de enseñanzas no universitarias entre fijos e interinos?

    4. ¿Por qué hay tantos profesores malos en la universidad?

    5 ¿Se fiscalizan o inspeccionan adecuadamente las actividades profesionales?

    6. En el mundo universitario parecen tener mucho peso los corsés ideológicos -nacionalistas, marxistas…- está muy bien, pero ¿hay verdadera conciencia entre los profesionales de que la gente recala en sus aulas porque quiere labrarse un futuro laboral digno?

    7. Los departamentos transmiten con frecuencia la sensación de tramarse cotidianamente en forma de luchas intestinas de poder incesantes, donde la gente se dedica a formar pesebres y a darse puñaladas. Esta percepción es, sin duda, abusiva y desinformada, pero… eso que entre profesores de secundaria, y más entre maestros, tenemos tan claro de que nuestros enemigos son externos y que si no nos unimos ante gestores y a veces incluso ante asociaciones de padres terminaremos pereciendo, ¿lo tienen claro ellos?

    8. ¿Se siente la universidad en la obligación de dar cuentas ante la sociedad de su pertinencia y utilidad -respecto a la cual yo no dudo- o cree aquello de yo no tengo por qué darle explicaciones a nadie de lo que hago con la pasta?

    Son muchas preguntas, lo sé, muchas de ellas motivadas porque ante la universidad, como diría Baricco, soy un bárbaro que observa con admiración y envidia. Pero eso no invalida la desazón que me produce cada uno de los contactos que tengo con ella. A quien corresponda…

  2. Señor Montesinos, suscribo una por una todas sus preguntas y espero con impaciencia las respuestas (de quien corresponda, claro)-

    Ya sé que es una postura muy cómoda, pero después de leer sus planteamientos y sus dudas, me veo incapaz de proponer más preguntas, pues a las suyas no les falta ni cantidad ni calidad.

    Espero que las respuestas nos aclaren un poco, a los que -unos más, otros menos- somos profanos en la materia, pero no faltos de interés por saber cómo funciona el horno en que se cuecen nuestros pasteles (futuros ciudadanos, quiero decir) y si el producto final es realmente exportable o de consumo casero. Dicho así, «a pata llana», porque una es así de natural.

  3. Tres. Aprender. David P. Montesinos formula una serie de cuestiones a los universitarios. Marisa Bou se plantea los mismos interrogantes. Las preguntas son pertinentes y algunas de ellas –no todas– yo también me las hago. No sé si me creerán pero no me interesa nada la disputa de poder que hay en el seno de la institución (en el seno de toda institución: no me gusta mandar). Cuando digo disputa de poder no me refiero a las elecciones y a los cambios que puedan darse si triunfa esta o aquella candidatura. Cuando digo que no me interesan las luchas intestinas aludo a los juegos de suma cero que enfrentan a distintas capillas para el reparto de lo escaso.

    ¿Me creerán si les digo que mi experiencia académica más placentera es la docente, enseñar y aprender al tiempo que enseño? No es una pose divina. Es la verdad de lo que siento. Me interesa el saber: lo que aprendo porque debo informarme e informar. Me interesa la instrucción: la calidad de los datos y el acopio documental, claro que sí. Pero me preocupa más la educación, llegar a ser culto.

    Ser culto no es tener muchos datos o conocer todas las respuestas. Tampoco es abrumar con erudiciones de enciclopedia, sino saber formularse las preguntas reveladoras; saber qué consultar o qué leer o qué buscar para colmar lagunas o ignorancias. Muchas de las cosas que nos rodean en la Universidad no tienen nada que ver con eso y son ordenancismo o burocratismo. Ojo, no nos abandonemos a la demagogia: hacen falta las ordenanzas y la burocracia, reglamentos racionales y funcionarios probos. Hace falta que personas eficaces y entregadas gestionen a partir de normas claras. Pero convertirlo todo en trabajo administrativo seca la educación.

    En Schopenhauer como educador, Friedrich Nietzsche arremetía contra la enseñanza rutinaria de su tiempo. Ya lo he citado en otras ocasiones. Nietzsche defendía la figura del educador, aquel que es capaz de despertar la curiosidad intelectual y el afán. Su libro dedicado a Schopenhauer era una de sus Consideraciones intempestivas. “Observaciones intempestivas” he titulado precisa y conscientemente este post.

    Yo quiero transmitir entusiasmo en mis clases, la apetencia de saber, las ganas de aprender, la humildad de exigirse a uno mismo: no hay que conformarse con cuatro datos y con cuatro conocimientos manoseados y repetidos. Admiro a los científicos, pero yo no lo soy. Eso no me permite cualquier cosa. Quiero ser riguroso y quiero que quienes cultivamos las humanidades –o las enseñamos– seamos serios y no meros diletantes.

    Pero también admiro a quienes analizan lateralmente, con capacidad de conexión, de relación, a partir de criterios comunicables. Admiro a quienes sortean las barreras académicas y las fronteras departamentales para pensar contra lo obvio, contra la corriente. Ojalá pudiera seguir ese ejemplo con humildad. Por eso no me gustan los ventajistas, los savonarolas o los que ya están a vuelta de todo.David P. Montesinos formula una serie de cuestiones a los universitarios. Marisa Bou se plantea los mismos interrogantes. Las preguntas son pertinentes y algunas de ellas –no todas– yo también me las hago. No sé si me creerán pero no me interesa nada la disputa de poder que hay en el seno de la institución (en el seno de toda institución: no me gusta mandar). Cuando digo disputa de poder no me refiero a las elecciones y a los cambios que puedan darse si triunfa esta o aquella candidatura. Cuando digo que no me interesan las luchas intestinas aludo a los juegos de suma cero que enfrentan a distintas capillas para el reparto de lo escaso.

    ¿Me creerán si les digo que mi experiencia académica más placentera es la docente, enseñar y aprender al tiempo que enseño? No es una pose divina. Es la verdad de lo que siento. Me interesa el saber: lo que aprendo al informarme e informar. Me interesa la instrucción: la calidad de los datos y el acopio documental, claro que sí. Pero me preocupa más la educación, llegar a ser culto.

    Ser culto no es tener muchos datos o conocer todas las respuestas. Tampoco es abrumar con erudiciones de enciclopedia, sino saber formularse las preguntas reveladoras; saber qué consultar o qué leer o qué buscar para colmar lagunas o ignorancias. Muchas de las cosas que nos rodean en la Universidad no tienen nada que ver con eso y son ordenancismo o burocratismo. Ojo, no nos abandonemos a la demagogia: hacen falta las ordenanzas y la burocracia, reglamentos racionales y funcionarios probos. Hacen falta personas eficaces y entregadas que gestionen a partir de normas claras. Pero convertirlo todo en trabajo administrativo seca la educación.

    En Schopenhauer como educador, Friedrich Nietzsche arremetía contra la enseñanza rutinaria de su tiempo. Ya lo he citado en otras ocasiones. Nietzsche defendía la figura del educador, aquel que es capaz de despertar la curiosidad intelectual y el afán. Su libro dedicado a Schopenhauer era una de sus Consideraciones intempestivas. «Observaciones intempestivas» he titulado precisa y conscientemente este post.

    Yo quiero transmitir entusiasmo en mis clases, la apetencia de saber, las ganas de aprender, la modestia de exigirse a uno mismo: no hay que conformarse con cuatro datos y con cuatro conocimientos manoseados y repetidos. Admiro a los científicos, pero yo no lo soy. Eso no me permite hacer cualquier cosa. Quiero ser riguroso y quiero que quienes cultivamos las humanidades –o las enseñamos– seamos serios y no meros diletantes.

    Pero también admiro a quienes analizan lateralmente, con capacidad de conexión, de relación, a partir de criterios comunicables. Admiro a quienes sortean las barreras académicas y las fronteras departamentales para pensar contra lo obvio, contra la corriente. Ojalá pudiera seguir ese ejemplo con humildad. Por eso no me gustan los ventajistas, los savonarolas o los que ya están a vuelta de todo.

  4. Entiendo que el tono de las preguntas que he lanzado denota crítica e incluso cierta aversión contra la universidad, pero espero que lo que Justo Serna nos cuenta respecto a su autoconcepto como profesional no constituya un a modo de defensa frente a un ataque, pues no es ni a todos los profesores universitarios, ni a la mayoría, ni, desde luego a él en concreto a quien va dirigida la pólvora de algunas de dichas preguntas. En el importante texto al que se refiere, «Schopenhauer como educador» se nos enseña que el mal es la pereza, el espíritu acomodaticio de quien no se aviene a luchar contra su gris pertenencia a la masa, y que la misión del educador es hacernos entender lo contrario de lo que esa cotidianeidad de la enseñanza homogeneizadora -«burocratizadora» aquí significa eso-, es decir, entender que la experiencia vital de cada uno es un «únicum», que somos irrepetibles, eso que el artista ha sabido entender desde siempre antes que los otros. Algunos de los momento más emocionantes de mi vida -ríanse si quieren- los he vivido en un aula, y no cambiaría por minas de oro las enseñanzas de mis mejores maestros, algunos de ellos docentes universitarios… Es el miedo a que eso muera y a que lo dejemos morir en el triste adocenamiento que transmite hoy la universidad lo que suscita mi enfurecimiento.

  5. En efecto, sr. Montesinos, como usted dice, yo no me defiendo frente a un ataque que no veo como tal. Me inquieta, eso sí, la cuarta pregunta que usted formula: «4. ¿Por qué hay tantos profesores malos en la universidad?»

    ¿Los hay de verdad? Que hay profesores malos es un dato de hecho. Hay malos profesionales en cualquier ramo del trabajo, del oficio. Los hay en cualquier ámbito del funcionariado. ¿Tantos? Usted emplea esa cantidad: tantos. Lo poco o lo mucho que pueda haber dependerá de con qué lo comparemos.

    Cada año académico que cursaba recuerdo haber tenido profesores malos, incluso muy malos. Pero recuerdo también haber tenido otros tantos –insisto: otros tantos– que compensaban el desvarío de los otros. Como usted dice, «algunos de los momentos más emocionantes de mi vida -ríanse si quieren- los he vivido en un aula, y no cambiaría por minas de oro las enseñanzas de mis mejores maestros, algunos de ellos docentes universitarios…»

    Desde la perspectiva de Nietzsche, un solo educador nos salva de la mediocridad o nos aleja de la seca erudición de la instrucción formal. Un solo educador nos estimula y nos trastorna con la mezcla exacta de respeto, erudición, ironía y provocación. No todos los alumnos lo aprovecharán, pero el profesor disfrutará. Tú no puedes abordar una materia –la que sea– sin el entusiasmo del conocimiento. El entorno ambiental no ayuda, es cierto, pero hay que sobreponerse. Y sobre todo hay que sobreponerse al burocatrismo.

    ¿Bolonia? ¿Reformas académicas? Bienvenidas sean si no agravan el estado del mundo. Yo, por mi parte, quiero seguir dando mis clases como siempre: preparándomelas, renovándome y disfrutando con aquello que enseño. Los límites y los errores, también son míos.

  6. Lamentablemente, me veo incapaz – por falta de tiempo y de fuerzas – de responder a todas esas preguntas que plantea el amigo Montesinos, y menos por escrito; necesitariamos varias charlas de horas y horas… Podria responder telegráficamente, pero la complejidad de esas preguntas si se quieren tomar en serio es mucho mayor de lo que aparentan.

    Por si sirve de algo, pongo en enlace a un texto sobre el tema universitario que publica hoy «El País». Aunque un poco simplificador (tampoco se puede hacer mucho más en un artículo de opinión), el autor dice algunas cosas que no van nada desencaminadas, en referencia a la endogamia que citaba Montesinos y a otros vicios del sistema universitario español que lo hacen demasiado rígido:

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/Espana/necesita/Madrid-Barca/universitario/elpepuopi/20100419elpepiopi_5/Tes

  7. –¿Has leído la novela de Neuman?”, preguntó Fernando Valls refiriéndose a El viajero del siglo.

    –Empecé a leerla en un momento equivocado, supongo –le respondí–. Me pareció muy bien escrita, pero con un lastre de difícil definición: excesivamente literaria. No era el tema lo que me extrañaba, pues soy coautor de Diario de un burgués. La Europa del siglo XIX vista por un valenciano distinguido (un libro muy bien editado pero tristemente desaparecido en una editorial pequeña y abocada al desastre). Lo que me extrañaba de El viajero era ese empeño tan perfeccionista. He de volver sobre ella”.

  8. Ernest Gellner rompe con la idea de la nación como algo muy antiguo con una frase rotunda: “La cultura y la organización son universales y perennes. Los estados y los nacionalismos no lo son”. Luego argumenta el origen del nacionalismo, su por qué y su para qué.
    Pero los nacionalistas escarban en la historia para situar el nacimiento de su nación cuanto más atrás mejor. Recuerde la “Historia de España: De Atapuerca al Euro”, del insigne historiador Fernando García de Cortazar, Premio Nacional de Historia 2008. No imagino al Homo antecessor identificándose como español, pero parece que el señor Cortazar sí.
    No ha de extrañar, pues, que un Estatuto de Autonomía o una Constitución contenga esa clase de cosas que buscan mayor pedigrí para una nación. Nación, según la DRAE, es el conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno. En su tercera acepción dice que es el conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común. Cabe pues Cataluña como nación en una nación de naciones. Es solo cuestión de voluntad política.
    Y como cuestión puramente política, el nuevo estatut, solo tendría que cumplir con los procedimientos que marca la Constitución. Y los siguió. Se aprobó en el Parlament Català, se aprobó en el Parlamento Español, se aprobó en Referéndum, ¿Qué más dice la Constitución que hay que hacer?
    El Tribunal Constitucional no puede actuar como una Tercera Cámara. Eso es un trabajo político y ya está hecho y refrendado por quienes nos representan a todos y por el pueblo catalán, que es el directamente afectado.
    Poner al TC en el compromiso de decidir qué vale y qué no vale del estatut es, en mi opinión, forzar demasiado la institución y hacerle jugar un papel que no le corresponde.

  9. Gracias a ambos, Justo, por las apostillas, y Paco, por lo mismo y por el link, que paso a leer. Por supuesto que algunas buenas lecciones compensan larguísimas horas de tedio y, en algunos casos, de indignidad. De lo contrario mi relación con la universidad ya solo sería la del trauma. Más allá del tono ácido de mi intervención, pretendía trasladar el debate más allá de la lucha -democráticamente legítima- por el poder político, recordar que la universidad es, por encima de todo, un servicio público y que su imagen ante la ciudadanía no se justifica a sí misma solo por existir, que le es exigible, en suma, rendir cuentas ante un gran consejo social imaginario que conformamos todos, incluyendo por supuesto a quienes jamás pasaron por ello. Y por supuesto que hay funcionarios ineptos en todas partes, si yo le contará… En una ocasión un padre airado me preguntó por qué nunca podía hablar con tal profesor acerca de su hijo. Me mordí la lengua y no le dije lo que pensaba: «este tipo se las arregla para no aparecer nunca en sus horas de atención», pero me lo callé. Mal detalle de gremialismo, si quieren, pero al menos tengo la lucidez para darme cuenta que aquel señor tenía toda la razón para enfadarse. ¿Ven por dónde voy?

    Cambiando al otro tema propuesto. Me gustaría preguntarle algo a John, y entienda por favor que no planteo una controversia con lo que usted muy razonada y mesuradamente expone, pues no me siento en condiciones de aseverar nada respecto a un tema de derecho constitucional sobre el que no me considero suficientemente ilustrado. Yo, como usted, no entiendo el TC como una «tercera cámara». Los jueces no legislan, de igual manera que los legisladores no juzgan -por más que la subordinación de los altos cargos de la judicatura dependa de los partidos, pero esa es otra historia sobre la que habríamos de discutir largamente-. De acuerdo, pero -por alguna situación de mi propia vida, en la que junto a otras personas me vi enfrentado al poder legislativo y acabé llevando el caso al TC- me planteo si un «trabajo político» como el del Estatut, por más que se haya refrendado tanto en la cámara nacional como en la local, está libre de la posibilidad de recusación. No cuestiono el Estatut -yo desde luego no lo habría recurrido, aunque tampoco necesariamente lo comparta hasta su última coma-, lo que planteo es si el legislativo está libre de la sospecha de aprobar contenidos que pudieren atentar contra la Ley Magna, en cuyo caso, los ciudadanos tendrían derecho a impugnarlo. El papel del TC no es, como el de ninguna instancia de la judicatura, determinar cuáles son las leyes, pero sí debe velar por la salud de las leyes fundamentales que rigen la convivencia democrática. Si dice qué vale y qué no vale del Estatut no es porque legisle, sino porque su competencia es determinar qué se ajusta y qué no a la Constitución, a partir de lo cual toca rehacer las leyes mal hechas a quien corresponda, que volverán a ser las cámaras respectivas. Me gustaría perfeccionar mi visión de este tema con su ayuda y con la de los demás contertulios.

  10. Una posdata, lo que de ninguna manera entiendo es que tarden tanto. La justicia, cuando es lenta, termina no siendo justicia. Y espero de corazón que el estatut termine aprobándose, dicho sea de paso.

  11. A mí me parece muy bien que el TC revise culquier ley o norma antes de ser aprobada, que compruebe que no se opone en nada a la Carta Magna, por supuesto que sí.

    Pero no sólo me parece mal, como afirma el señor Montesinos, que lo haga con tanta lentitud, sino que la demora se deba a que haya jueces -con todos mis respetos- que le dan diez vueltas a la Sierra de Rodear con el fín de encontrar fallos incluso en la tipografía empleada en poner por escrito el Estatut. Vueltas y más vueltas al tema del idioma, cuestión a todas luces enriquecedora y en absoluto motivo de tanto rasgado de vestiduras.

    En tanto no logremos dotarnos de un Poder Judicial totalmente despolitizado, no vamos a librarnos de incongruencias como la del Estatut y -por poner otro ejemplo sangrante- el acoso al Juez Garzón.

    Pero, volviendo al tema universitario, querría decirle al señor Serna que le entiendo muy bien cuando dice que malos funcionarios los hay en todas las administraciones. Lo malo es que de la Universidad van a salir, no sólo futuros ciudadanos, así, en general, sino también futuros formadores. Y eso, a la larga, se convierte en la pescadilla que se muerde la cola.

    Abundo también en que un buen profesor compensa con creces el tiempo «perdido» con los «malos» (que nunca será ni totalmente perdido ni absolutamente malo) y que una hora pasada escuchando (o leyendo) al buen profesor, nos enriquece y hasta nos hace felices, doy fe de ello. No hay placer comparable al de descubrir el mundo de la mano de un profesor vocacional.

    Pero la gestión existe, y es necesaria. Hacen falta buenos gestores en todos los campos. Sin embargo, el que no es buen conocedor de la materia que debe administrar, no será nunca un gestor competente. Y ese conocimiento, tengan por seguro que no lo da la política.

  12. Si se me permite, vuelvo al debate sobre la elección del Rector. En primer lugar, una advertencia sobre la posición desde la que escribo. Soy economista, fuí algún tiempo profesor asociado, pero desde hace más de diez años no tengo otra vinculación con la Universidad que la del mero observador externo. En estas circunstancias, seguí interesadamente el proceso de elección del Rector a partir de la información que se publicaba en prensa, sobre todo Levante, y completo ahora la información con el intresante artículo de Juan Carlos de Miguel. No sé si alguién lo ha nombrado en este proceso, pero a mí sobre todo, el proceso me recordó a lo que algunos han denominado el síndrome Jospin, haciendo referencia a la famosa elección presidencial francesa en la que la desunión de las fuerzas de izquierda y su dispersión, propició el paso a la segunda vuelta del partido de Le Pen. Para mí, es el fracaso inicial en la primera vuelta el que genera el fracaso global del proyecto, porque a priori y simplificando sin duda, se podía pensar en una mayoría abrumadora de 3 a 1. Pero la dispersión lleva a la derrota de los dos candidatos más afines (Soler/Furió), y a partir de ahí, la segunda vuelta ya no es más que la elevación a categoría de drama del error inicial. ¿Tan difícil era superar personalismos o particularismos?. ¿No habían más elementos comunes que diferenciales?. Puede que desde fuera sea más fácil de decir, pero para un observador externo, casi lejano, no había tantas distancias. Desgraciadamente, a los socialistas franceses les volvió a pasar y en lugar de aprender, del síndrome Jospin pasaron casi al antes muertos que apoyar a Segolene Royal. El resultado ya sabemos cual es, y aunque algo han mejorado, no tengo claro que no se repitan las escaramuzas antes de las próximas presidenciales. Aunque estas cosas sólo pasan en Francia, ¿o no?.

    Cabe hacer dos lecturas adicionales:

    – Desde una perspectiva general, ¿cuántos votos se han tirado a la basura en los últimos veinte años en la C.V. por la desunión de fuerzas que , vistas desde fuera, podrían haber encontrado fácilmente puntos de acercamiento?.

    – ¿Es posible que el problema, en general, sea precisamente el del punto de vista, dentro/fuera, la visión desde los partidos vs. la visión desde la sociedad?.

    Que conste que no quiero abrir un debate político, pero la eleccción de Rector me ha dejado un sabor amargo y tenía ganas desde hacía semanas de hacer esta reflexión.

  13. Aprovecho la nota de Justo para decir que estoy tan, tan contenta del premio a Andrés Neuman… Tengo unos amigos gloriosos. Es la segunda vez que recibe ese premio un amigo mío, pero Andrés es que es, además, mi niño adoptado :-) No he leído aún la novela, es muy voluminosa y quiero cogerla con tiempo; pero sí he leído todo lo anterior, todo. Escribe tan, tan bien desde niño.

    Quizás eso que usted ve como deseo perfeccionista es su modo de ser (el de Neuman). Habla así, casi como en el siglo de oro (recuerde que es argentino) y tiene un ritmo interno en su prosa evidentemente musical (sus padres y su hermano son músicos) y la obra está inspirada en el Viaje de Invierno y la escribió mientras su madre -tan joven- se moría y murió sin verla editada… No sé, estoy tan, tan contenta, que me da mucho miedo leerla.

    Gracias por reseñarlo, Justo.

  14. No he contestado como se merecen las pertinentes observaciones que hacen a este post o en los otros que permanecen ‘vivos’. El mucho trabajo…

    Gracias, Ana. Habrá que leer como se merece a Andrés Neuman, captando esa musicalidad. Trataré de olvidarme del perfeccionismo que, en efecto, es la impresión que me causó cuando lo leía.

    Por otra parte, estoy releyendo ahora a Eduardo Mendoza. He de hacer una reseña y eso me ha llevado a releerlo, ya digo. He tenido la suerte, además, de hablar en la clase de una compañera de ‘La verdad sobre el caso Savolta’. Estaba tratando el tema de la Restauración y me ha invitado a abordar la novela y a presentarla. Me lo he pasado muy bien. Qué maravilla de obra. Lo confirmo cada vez que la leo. Publicada en 1975, el estilo de Mendoza ya está maduro, completamente maduro. ¿Ustedes saben qué satisfacción da hablar de una obra así ante estudiantes interesados?

  15. Agradezco al señor Montesinos su pregunta. Gracias a ella he reflexionado más sobre el asunto porque yo tampoco soy un experto en derecho constitucional. Sin embargo creo que, igual que para formar parte de un jurado popular, solo hace falta sentido común y voluntad de entender a las partes en conflicto. En mi caso también ayuda la tranquilidad de saber que lo que aquí se diga no va a tener consecuencias en el tema que nos ocupa.
    Le explicaré mi punto de vista. La Constitución española, como la mayoría de ellas, ofrece un marco amplio, susceptible de interpretaciones diferentes. ¿Qué hace que sea válida una opción, dentro del marco, o que no lo sea? A mi entender es una cuestión política y por tanto se debe decidir en el foro de la política, es decir, en los parlamentos.
    El TC debe decidir sobre los conflictos de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas o de estas entre sí, según el Art. 59 de la Ley Orgánica que regula al TC. Es una de sus funciones. Pero el recurso del Partido Popular se centra en el uso del término “nación”, en el deber de saber catalán, el establecimiento del Poder Judicial propio, etc. De los 223 artículos del Estatut el PP recurre 114. En mi opinión, prácticamente todos, dependen de la voluntad política, no jurídica, para ser considerados constitucionales o no. Es por esto que considero poner en un brete al TC, porque se le obliga a tomar posiciones políticas, campo en el que no debería entrar.
    Otra cuestión es que haya autonomías que consideren algún artículo del Estatut lesivo para su territorio o que invada sus competencias. Es el caso de Murcia y Valencia con el agua del Ebro o de Baleares, Aragón y Valencia con el tema del Archivo de la Corona de Aragón. En estos casos, no menos peliagudos, el arbitraje del TC puede ser necesario si no se llega a acuerdos entre las partes.
    De todas formas estoy convencido de que el PP solo pretende hacer descarrilar al gobierno sea como sea. En este asunto ha movilizado a los nacionalistas españolistas frente a los nacionalistas catalanistas. A unos y a otros les va bien tener un enemigo “extranjero”. Lo triste es que lo hace comprometiendo la credibilidad de una institución como el TC. También han puesto en duda a las fuerzas de seguridad, a la judicatura y a cualquier institución que no responda a sus intereses. Quizá sea por el sentido patrimonial, hacia las instituciones, que la derecha ha desarrollado en este país después de tantos años en su poder, absolutamente.

  16. Le copio aquí lo que días pasados señalaba José Carlos Mainer respecto del proceso de Bolonia , es poco alentador
    “Y luego está Bolonia: es descorazonador. No comparto ese plan. Le garantizo que de Bolonia no va a salir Harvard alguna. Nos hemos equivocado de modelo; quizá aporte mejor gestión profesional, pero no conducirá a la excelencia académica, a la innovación arriesgada pero de relativa rentabilidad. Tampoco generará una internacionalización del conocimiento; sólo se hacen intercambios de alumnos, pero no de profesores y sus métodos. Será turismo académico”

    Qué casualidad, porque en la empresa la que ando metida , buceando por la política y la literatura de los años setenta, me ha llevado hasta un artículo muy interesante en el que se apuntan algunas claves del éxito que tuvo esa novela cuando se publicó en 1975.La comparación de dos tiempos históricos parece ser arriesgado pero según explica “el impacto de la misma surgía de la conjunción de dos tiempos de 1917-1975 intuyendo el lector que aquellos sucesos que ocurrían en 1917 le daban alguna manera la clave de lo que ocurría en España en 1975”.
    Apuesto a qué los alumnos también se lo han pasado bien.

  17. En efecto, me parece arriesgado comparar 1917 y 1975, la situación convulsa de aquella Barcelona y la situación prometedora del final del franquismo. Sin duda se puede leer la acción de 1917 como un roman à clef ideado deliberadamente por Eduardo Mendoza. También se ha leído ‘El nombre de la rosa’ como una alegoría de la Italia de los ‘anni del piombo’.

    Por otra parte, lo que hace grande a Mendoza es su maestría temprana en combinar la novela de intriga, la novela de acción (al modo de Baroja), la novela sentimental, la novela social e incluso el folletín. Se le ha calificado como novelista posmoderno. Qué curioso: también ‘El nombre de la rosa’ es una operación posmoderna…

    R.S.R., gracias por sus palabras.

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