Cero. De ciertas obras, mi padre solía decirme: este libro tiene mucha lectura. El sentido literal y el sentido figurado estaban en esa expresión. Por un lado quería decirme que este o aquel volumen tenía muchas páginas. Muy animoso hasta el final, mi padre se ponía a leer a pesar de la extensión de esta o de aquella novela, sobre todo si tenían que ver con la Guerra Civil o el Franquismo.
Pero también decía eso cuando quería destacar su cualidad o virtud: que tenía muchas lecturas, muchas intepretaciones; que tenía mucha enjundia, vaya. Bien, me veo en este mes de julio que ahora empieza con libros de mucha lectura, como los que le gustaban a mi padre: sobre la Guerra Civil. Y con un número suficiente de páginas…
Uno. Estoy leyendo y escribiendo sobre la última obra de Santos Juliá. Es una reseña que debo a Ojos de Papel y que muy gustosamente hago. El título de la obra analizada es Hoy no es ayer (RBA). Es un volumen denso, extenso e imprescindible. Por el objeto: la España prometedora y torturada del siglo XX. Y es un libro revelador. Por el enfoque que Juliá adopta: textos de síntesis, previamente publicados, ensayos en los que el autor examina y relata los efectos y los defectos de esa vicisitud española.
Es un libro de retales muy bien cosido. Es una obra acabada y es también una obra en construcción: examinar el pasado reciente es abordar procesos inacabados, cosa que te hace estar en medio del desfile cuando los pasos no han terminado o cuando las ejecuciones o realizaciones no han concluido. De momento no diré más.
El resultado de mi lectura ha de ser la reseña y, por tanto, he de reservas mis fuerzas para el karaoke, que decía Homer Simpson. Pero les adelanto que el autor demuestra gran finura intelectual: sabe componer valiéndose de una prosa cuidada y sabe analizar sirviéndose de una documentación exhaustiva. Sus páginas suelen ser esclarecedoras y polémicas y sólo a veces alguna generalización o cierto tono expresivo empañan la habilidad del autor, su destreza narrativa. Ya les diré cuándo o por qué [aquí].
Dos. Un proyecto para el próximo mes de septiembre que me obliga a releer a Antonio Muñoz Molina (que aquí lo tienen, en fotografía de Ricardo Martín). A releerlo con placer, por supuesto, y a documentarme más sobre la Guerra Civil, sobre los efectos de la contienda.
Anoto: «La Fundación José Manuel Lara colabora un año más con la celebración del Hay Festival de Segovia, y lo hace en esta ocasión aportando la participación de tres escritores que hablarán de su obra más reciente. Se trata de Antonio Muñoz Molina -que protagonizará dos encuentros, los días 3 y 23 de septiembre, éste acompañado de Justo Serna-, Ángeles Caso -que conversará con fernando Delgado el día 24- y Clara Sánchez, que dialogará con el periodista Manuel Calderón».
Concretamente en el acto previsto para esa jornada en la que participo podemos leer: «Día 23 de septiembre: Antonio Muñoz Molina, miembro de la Real Academia Española, conversará con Justo Serna, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia y especialista en Historia Cultural. Ambos disertarán sobre la última gran novela de Muñoz Molina, ‘La noche de los tiempos’, una mirada personal sobre las causas que desembocaron en la guerra civil española». Un honor. Y un placer regresar a esas páginas. [El resultado de dicho encuentro: aquí].
Tres. En cuanto termine la reseña de Hoy no es ayer me pongo con otra obra de mucha lectura. Me refiero a Sefarad (2001), también de Antonio Muñoz Molina. De ella he de hablar el día 16 de julio en Gandía a las 9:30 horas: participo en el curso que organiza María José Hernández, dedicado a la Educación, memoria y tradición. Se celebra en el Centre Internacional de Gandia (Carrer Fundació Vicent Ferrer, 6). Concretamente, el título que le he puesto a mi intervención es: Yo, narrador. Historia y memoria en Sefarad, de Antonio Muñoz Molina.
Valiéndose de un género híbrido en el que mezcla ficción e historia, novela y memoria, Antonio Muñoz Molina repasa en Sefarad una a una las vidas de otros, gentes que se vieron en circunstancias extremas o en situaciones más o menos insólitas. Hay que tomarse en serio esas vidas narradas, esas existencias pasadas que sirven para evaluarnos, para enjuiciar nuestros actos de hoy. En esa obra, Muñoz Molina radiografía un mundo ya desaparecido, un mundo retenido imaginativamente en la memoria: evoca de forma transfigurada las zozobras del último siglo.
Desde este punto de vista, es un libro de difícil clasificación, de incómodo etiquetado. Aunque se presente como una novela, parece un volumen de relatos. Aunque se venda como una ficción, está hecho con numerosos materiales referenciales y con personajes históricos que le dan un sesgo propiamente documental. Es un conjunto de testimonios, de memorias personales que se confunden con el siglo. Tiempo atrás, Ojos de Papel reprodujo el análisis que de dicha obra hice en mi libro Pasados ejemplares. Ahora, para Gandía, releo dichas páginas, examino esa suma de vidas, la historia y la memoria, poniéndolas en relación con el testimonio y la invención. Tiene más de seiscientas páginas.
Cuatro. Por qué leer novelas. Las pequeñas virtudes según Javier Cercas. Ése es el título de la otra conferencia que debo impartir en la Universitat d’Estiu de Gandia (23 de julio), en este caso en el curso dedicado al poder del relato. Lo dirigen Milagros Julve y Rafael Aliena. El tema, desde luego, no me resulta extraño.
Una novela es una estructura verbal en prosa en la que se narra algo ficticio, algo que no ha sucedido. De entrada, la ficción no interesa al analista de la sociedad, al estudioso de la conducta humana: al historiador,por ejemplo. Al fin y al cabo, eso que se narra no ha ocurrido. Sin embargo, la novela es una recreación posible del mundo real: una conjetura de hechos que bien podrían haber acontecido. Lo mismo sucede con los personajes novelescos: a pesar de ser ficticios son proyecciones de virtudes y defectos humanos. Los caracteres de las novelas están pensados a partir de tipos reales. Son, por tanto, propiamente humanos. Al leer una novela y al averiguar qué le sucede a alguien verificamos qué nos ocurre a nosotros: no comparamos y, por consiguiente, esos relatos nos sirven para cotejar nuestras propias conductas.
Javier Cercas es uno de los novelistas españoles de mayor éxito y profundidad, uno de los escritores actuales que con mayor hondura ha tratado el problema de la virtud humana. Los protagonistas de sus obras suelen ser varones que intentan averiguar por qué ciertos actos fueron realizados, por qué otros individuos se comportaron como tipos morales y dignos a pesar de las villanías, a pesar del entorno o a pesar de las circunstancias. Esos personajes no son héroes de una pieza, ni titanes. Son personas como nosotros: capaces de obrar el bien o el mal siendo conscientes y mostrando coraje o cobardía. Cercas observa a aquellos personajes que demuestran valor y que se proponen no agravar el estado del mundo. Los somete a escrutinio en sus obras y descubre en ellos las pequeñas virtudes –por decirlo con Natalia Ginzburg–, las cualidades del hombre ordinario en circunstancias siempre extraordinarias.
Regreso a sus libros y alterno obras… Son volúmenes de mucha lectura. Mi padre no pudo leer Anatomía de un instante (2009). No es una novela, pero la crónica del 23-F le habría encantado: Javier Cercas narra con habilidad prodigiosa esos hechos, pero sobre todo habla de su propio padre. Como dije en la reseña que hice del volumen, «el padre ya no pudo leer la obra del hijo, y la frustración y el dolor se aprecian [en las páginas de Anatomía de un instante], pero se distingue también la generosidad que da la madurez». Eso dije en Ojos de Papel. «Que yo no soy mejor que él, y que ya no voy a serlo”, admitía Cercas: es ésta una confesión de cuatrocientas y pico páginas que aún nos conmueve. Ustedes entenderán por qué [Resultado de la relectura y revisión: aquí]
Ayer por la tarde estuvo Santos Juliá en CNN+ hablando de ese libro:
http://www.cuatro.com/noticias/videos/cara-cara/20100630ctoultpro_70/
Aunque no han colgado la entrevista entera, en lo poco que dura el vídeo se intuye la calidad del volumen y, sobre todo, la capacidad del autor.
A ver si me leo La noche de los tiempos de Muñoz Molina. ¡Con lo que me gustó El jinete polaco!, que igual me releo.
También me quiero leer Esperando a Robert Capa de Susana Fortes.
Además de Héroes alfabéticos.
Y El testamento ológrafo de Honorato Boscá.
Ya leí Bajo los árboles azules de Daniel Arenas, también sobre la Guerra Civil y Soldados de Salamina … de Javier Cercas. Y El corazón helado de Almudena Grandes.
Parece muy atractivo ese libro de Santos Juliá. Lo pongo en mi lista. He leído con sumo interés sus artículos de prensa. Y el tema -la guerra civil- también es de mis favoritos. Si, además, usted lo recomienda, tiene todas las papeletas para entrar a formar parte de mi humilde biblioteca.
Y ese encuentro con Muñoz Molina en Segovia, es muy digno de tener en cuenta. Me lo voy a plantear. Ya lo hablamos el día de la quedada.
El libro de Antonio Muñoz Molina, «Las Noches de los Tiempos» es bastante reiterativo, y sobran páginas, en cuanto a las circunstancias del Madrid de su batalla y de su asedio, están un tanto desfiguradas y lejos de lo que fué aquella tragedia, hay errores notables.- Yo viví y sufrí aquellos aquellos acontecimientos, y eso me autoriza sobradamente para hacer esta crítica.-
El vídeo de la entrevista a Santos Juliá es muy interesante, una invitación a leer un volumen con momentos realmente atinados. Agradezco a Francisco Fuster el detalle que ha tenido con todos nosotros.
En cuanto a ‘La noche de los tiempos’, creo que es un gran libro (y no sólo por el tamaño): lo creo y por eso detallo en la reseña sus características. Por otro lado, la memoria del testigo y la reconstrucción histórica no coinciden. Historia y memoria no son lo mismo. Como tampoco son idénticas novela e historia. No es lo mismo estar en el lugar de los hechos que documentarse para reconstruirlos: el recuerdo no es necesariamente más fiable que la detallada investigación.
Da verguenza leer esto Serna!
Valiéndose de un género híbrido en el que mezcla ficción e historia, novela y memoria, Antonio Muñoz Molina repasa en Sefarad una a una las vidas de otros, gentes que se vieron en circunstancias extremas o en situaciones más o menos insólitas. Hay que tomarse en serio esas vidas narradas, esas existencias pasadas que sirven para evaluarnos, para enjuiciar nuestros actos de hoy. En esa obra, Muñoz Molina radiografía un mundo ya desaparecido, un mundo retenido imaginativamente en la memoria: evoca de forma transfigurada las zozobras del último siglo.
Desde este punto de vista, es un libro de difícil clasificación, de incómodo etiquetado. Aunque se presente como una novela, parece un volumen de relatos. Aunque se venda como una ficción, está hecho con numerosos materiales referenciales y con personajes históricos que le dan un sesgo propiamente documental. Es un conjunto de testimonios, de memorias personales que se confunden con el siglo. Tiempo atrás, Ojos de Papel reprodujo el análisis que de dicha obra hice en mi libro Pasados ejemplares. Ahora, para Gandía, releo dichas páginas, examino esa suma de vidas, la historia y la memoria, poniéndolas en relación con el testimonio y la invención. Tiene más de seiscientas páginas.
Continuará…
Además de mi memoria que es exelente, yo llevaba un diario que conservo, con fotografías, documentos, de aquellos trágicos acontecimientos,de los que miembros de mi familia fueron protagobistas,mi testimonio es veraz y de primera mano
Se me olvidaba comentar que yo llevo, desde entonces, investigando tambien aquellos años en hemerotecas y archivos, así como el contacto con personas que como yo, vivieron aquellos momentos, un conocido euro diputado, me dijo, hace años, que nuestra historia, no se la dejaramos contar a los profesionales, si no que lo hicieramos nosotros mismos, porque desde luego una memoria directa, es mas importante, que una investigación que muchas veces es de segunda o terceras manos.-
Sr. González Juarranz, me permitirá disentir. Por supuesto, estoy en absoluto desacuerdo con esa afirmación que hace: «un conocido euro diputado me dijo, hace años, que nuestra historia no se la dejaramos contar a los profesionales, sino que lo hicieramos nosotros mismos, porque desde luego una memoria directa, es mas importante, que una investigación que muchas veces es de segunda o tercera mano».
Primero, por principio la memoria directa no es más importante que una investigación; lo que es importante es investigar bien y que el resultado sea documentado y atinado. Uno puede estar en el centro de los acontecimientos y no captar el sentido colectivo de los hechos.
Segundo, una investigación propiamente dicha no es de segunda o tercera mano: es siempre de primera mano. Un investigador ha de informarse a partir de fuentes primarias. Si el grueso de su información procede de segunda o tercera mano no es investigación: es una síntesis o una obra de divulgación.
Tercero, la memoria puede ser excelente, pero lo importante no es la cantidad de datos acopiados. Lo importante es la veracidad y el significado que se le da a los hechos. La memoria es emocional.
Cuarto, dice usted que llevaba «un diario que conservo, con fotografías, documentos, de aquellos trágicos acontecimientos, de los que miembros de mi familia fueron protagonistas, mi testimonio es veraz y de primera mano». No pongo en duda la intención veraz de su documento, pero un joven que anota un diario y un hombre maduro que recuerda lo que siendo muchacho escribió no son la misma persona: las experiencias nos cambian, como cambia el sentido de las cosas.
Atención, nuevo número de
Con interesantísimas reseñas: http://www.ojosdepapel.com/Magazine.aspx
Fuí yo, personalmente quién presenció aquellos hechos, y fuí objetivo al escribirlos, y despues de tantos años de investigación y de recopilación de datos, me han confirmado que lo hice bien.- Hay curiosos acontecimientos, incluso de la vida cotidiana, que cada vez hay menos gente que tenga conocimiento de ellos, y que dan una verdadera idea de lo que supuso aquello, para la población madrileña.-
Yo también vuelvo a las páginas de AMM, a las de su primera novela “Beatus Ille”. Compruebo que sobretodo este autor lo que hace es resucitar y recrear a través de la ficción una determinada época recuperando la memoria. Lo hace en algunas de sus obras, y lo hace de una manera particular en cada una de ellas. En “Sefarad”, creo que hay un intento de ver la problemática española en un contexto más amplio. Si no recuerdo mal, en todas las historias que se cuentan están presentes el desarraigo, el sufrimiento y las identidades rotas.
En “La noche de los tiempos” más allá de los acontecimientos históricos que se narran, el propósito es mostrar qué circunstancias morales, sociales y psicológicas propiciaron esos hechos y sobretodo cuál es la gravitación sobre los que los vivieron y las generaciones siguientes.
Hola, me asomo de nuevo a esta ilustre e ilustrada ventana de conocimientos tras una larga ausencia.
Hace unos días regresé de Madrid. Mi mujer, Victoria Fernández, presentó en el Ateneo madrileño su libro “El exilio de los marinos republicanos”, al que Justo se refirió en una ocasión http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/1939/elpepiespval/20091125elpval_13/Tes/
La presentación en marco tan incomparable fue todo un éxito de publico y contó con interesantes presencias, como la de la hija del marino Oliveira, ayudante personal del almirante González Ubieta; o las sobrinas de Tomás Martín, otro marino que pasó las penurias del exilio y conoció el campo de concentración de Mauthausen-Gusen.
Por la mañana, Victoria fue entrevistada para Cuatro en el Museo Naval http://www.cuatro.com/noticias/videos/exilio-marinos-republicanos/20100628ctoultpro_11/
La visita al Museo nos sirvió para conocer de cerca lo poco que han cambiado algunas cosas referidas al ejército con la democracia. Por ejemplo, la supuesta sala dedicada a la Marina de la República tan solo se abre un día a la semana.
En esta sala los documentos referentes a la República son una mínima parte. Además de estar presidida por un busto en mármol negro de Franco, la parte central está ocupada por una inmensa maqueta del crucero Canarias, barco gemelo del Baleares, buque insignia de la armada franquista que fue hundido por los marinos republicanos con todo el Estado Mayor de Franco a bordo.
Desde mi humilde punto de vista, tanto Justo como Juarranz tienen su parte de razón. La experiencia vivida aporta elementos que un tipo de relato histórico obvia, o al menos obviaba. Los historiadores cada vez toman más en consideración los aspectos referidos a la vida cotidiana. Pero también es necesario un cierto distanciamiento para que el relato histórico no caiga en una mera formulación de subjetividades, más atenta a transmitir y crear estados emotivos que a buscar la aproximación a esa verdad histórica tan difícil de encontrar.
Enhorabuena, señor Alvarez, por esa estupenda presentación que nos relata. Tiene usted toda la razón: no entiendo cómo se nos sigue escamoteando esa parte de nuestra historia, como si fuera vergonzoso recuperarla, cuando lo realmente terrible fué lo que aquella colección de salvapatrias hizo por eliminarla, no sólo de nuestras vidas, sino también de nuestros recuerdos.
Señor Lillo, sus reseñas de libros son de una claridad y una madurez realmente interesantes. Siga usted por ese camino, para nuestro deleite y orgullo.
Y conectando de nuevo con el post, he de decir que Sefarad es una de mis obras preferidas, y digo obras precisamente por eso, porque no tengo clara su clasificación primera, ¿realidad o ficción? ¿novela o relato histórico?. Realmente Muñoz Molina es un buen testigo del siglo XX, de sus avatares y sus gentes, porque los trata a pié de calle, como uno de ellos, sin encastillarse como el gran intelectual que lo observa todo desde su altura. Es objetivo con lo que cuenta, al tiempo que nos descubre su gran sensibilidad por las penas y alegrías de sus contemporáneos, pues se trata de las mismas que él ha vivido, implicado en la historia de su tiempo como ciudadano comprometido y responsable.¡Qué suerte, señor Serna, poder sentarse a departir con él! No sabe usted cómo le envidio…
Bueno, doña Marisa, muchas gracias, me da usted una alegría, de verdad.
Pues no creo, don Alfons, que el señor Serna y el señor González tengan cada uno su parte de razón. Claro que son muy importantes las memorias o los diarios para comprender una etapa o un acontecimiento histórico. ¿Se imaginan que se encontrase un diario de un visigodo que saqueó Roma? Sería un documento de un valor incalculable, desde luego, pero para nada determinante. Creo que el señor Serna lo ha explicado perfectamente. La memoria es traicionera, recuerda algunas cosas y olvida o incluso reprime otras, y eso es algo que no tiene nada que ver con la honestidad del memorialista. Los recuerdos de una persona pueden ser muy importantes, pero deben verificarse en relación con otros hechos. De otro modo se corre el riesgo de adquirir una visión parcial (por exceso o por defecto). Estoy convencido de que el testimonio don Pedro es muy interesante y valioso, pero deberá ser contrastado por alguien capacitado para ello.
Por otro lado, estoy un poco cansado de lo que se les exije a las novelas, en especial, las que tienen que ver con algún asunto más o menos histórico. La fiebre por la rigurosidad histórica en una novela empieza ya a hartarme, la verdad. Una novela es una ficción. Punto. Puede estar mejor o peor lograda pero es una ficción. No he leído «La noche de los tiempos», pero en su caso, me parece (y corríjanme si me equivoco) que el narrador es una persona que vivió el asedio de Madrid. Bien, ¿por qué su testimonio tendría que coresponder a la «verdad histórica»?
Donde digo: «Sería un documento de un valor incalculable, desde luego, pero para nada determinante», es mejor decir: «Sería un documento de un valor incalculable, desde luego, pero no necesariamente determinante».
Sobre libros, memorias, testigos, historiadores y biógrafos
1. Dice Alejandro Lillo en su reseña que uno de los aspectos más importantes de la obra de J. M. Coetzee es la figura del biógrafo que va presentarnos la vida del escritor.
«Un libro de memorias, aunque sea novelado, puede abordarse de muchas formas», dice Lillo. «Coetzee opta por una bastante curiosa, centrada en torno a la figura de Vincent, un personaje interpuesto. Este hombre es un investigador, un académico que pretende escribir la biografía del fallecido J. M. Coetzee»
«El biógrafo Vincent se presenta como un investigador académico que intenta conocer mejor una etapa de la vida del autor sudafricano, pero lo cierto es que los métodos que emplea son bastante discutibles, bastante dudosos incluso».
2. Lamentablemente no he leído aún la obra de J. M. Coetzee, novela que me gustaría disfrutarla con las otras que forman la autobiografía novelada del autor. Pero sí puedo decir que la reseña de Alejandro Lillo es lúcida y destaca ese sentido de lo real y ficticio que está en el expediente narrativo de ‘Verano’. ¿Es autobiografía, es autoficción? Entre los lectores del blog, tenemos a algún especialista en este tema: la autoficción. No sé qué pensará al repecto…
3. Me gusta la reflexión que Alejandro Lillo hace del biógrafo-personaje de esta novela, un tal Vincent. La clave emocional e intelectual de todo biógrafo es la comprensión del biografiado. Y la comprensión es captar el sentido del pensamiento y de la acción. Es captar también las intenciones que animan al sujeto, y es entender el significado que otros dan a la acción y al pensamiento de ese sujeto.
El tal Vincent parece un biógrafo arrogante, sabelotodo y algo inescrupuloso: ¿en qué basa el crédito de lo que dice? El pacto fiduciario que establece todo biógrafo con el lector obliga a fundamentar toda afirmación, a documentarla y a advertir cuando está conjeturando. Pero, además, la jactancia de ese biógrafo sabelotodo es la de quien ha vivido después y se siente capaz de juzgar los errores y los empecinamientos del biografiado. De todos modos, yo no he leído la novela y no sé hasta qué punto es fiable lo que sostiene el tal Vincent. Lamento no haberla leído, ya digo, pero creo que debería leer todo el ciclo autobiográfico para pronunciarme.
4. Creo que lo que Lillo dice es muy inteligente: suscita la duda del lector. Que no se fíe el lector de ese narrador. Pero yo no lo sabría decir más claro. Por otra parte, quizá echo de menos en su texto algún dato o alguna anécdota de la vida de Coetzee: tal vez podríamos hacernos una idea más precisa del mal o buen procedimiento del narrador. Finalmente: quizá podríamos interpretar todo el artificio novelesco-biográfico de Coetzee como el propio de un narcisismo incurable. O como una defensa contras las posibles ofensas de un biógrafo.
Quién sabe.
Post scriptum: ah, por cierto, dos personas me han escrito sendos correos diciéndome que no sale mi reseña del libro de Santos Juliá en Ojos de Papel. En efecto, aún no ha salido: si todo va bien, saldrá el lunes 6 por la tarde.
En una entrevista reciente, E. L. Doctorow habla sobre la distorsión histórica de las novelas, sobre las diferencias entre historia y ficción. Cuando escribió «Ragtime», en los setenta, falseó a personajes como Houdini o Freud, por lo que recibió bastantes críticas. Doctorow contesta: «Cuando publiqué ese libro se dijo que había roto una regla del oficio, que había transgredido algo. Pero yo crecí leyendo novelas donde pasaban estas cosas. En «Guerra y paz», Napoleón no sale muy bien parado. Ni el cardenal Richelieu en las novelas de Dumas. Yo no pensé que estuviera haciendo nada distinto (…) Lo que molestó a los críticos fue el tono del libro: irreverente, capaz de tomarse libertades para escribir un simulacro de crónica histórica. De todas formas, creo que la primera ficción es la versión que dan los personajes históricos de sí mismos. Si de verdad quieres leer ficción, lee las memorias de JP Morgan».
Gracias, por sus palabras, señor Serna, y tomo nota de la crítica. Vincent es un personaje interesante, sí. Inventa cosas relacionadas con la vida de Coetzee, construye, creo que sin ser totalmente consciente de ello, un personaje de ficción llamado Coetzee cuando, paradójicamente, él mismo es un personaje de ficción creado por el propio Coetzee. Es un juego complejo el que plantea el Premio Nobel. Creo que tomar como cierto todo lo que se dice en «Verano» sobre la vida de Coetzee es un error, como mínimo hay que dudar. Las intenciones del escritor me parecen otras, tal y como se plantea en la reseña. Vincent, desde luego, no pretende entender nada.
Una novela es una estructura verbal en prosa en la que se narra algo ficticio, algo que no ha sucedido. De entrada, la ficción no interesa al analista de la sociedad, al estudioso de la conducta humana: al historiador,por ejemplo. Al fin y al cabo, eso que se narra no ha ocurrido. Sin embargo, la novela es una recreación posible del mundo real: una conjetura de hechos que bien podrían haber acontecido. Lo mismo sucede con los personajes novelescos: a pesar de ser ficticios son proyecciones de virtudes y defectos humanos. Los caracteres de las novelas están pensados a partir de tipos reales. Son, por tanto, propiamente humanos. Al leer una novela y al averiguar qué le sucede a alguien verificamos qué nos ocurre a nosotros: no comparamos y, por consiguiente, esos relatos nos sirven para cotejar nuestras propias conductas.
Javier Cercas es uno de los novelistas españoles de mayor éxito y profundidad, uno de los escritores actuales que con mayor hondura ha tratado el problema de la virtud humana. Los protagonistas de sus obras suelen ser varones que intentan averiguar por qué ciertos actos fueron realizados, por qué otros individuos se comportaron como tipos morales y dignos a pesar de las villanías, a pesar del entorno o a pesar de las circunstancias. Esos personajes no son héroes de una pieza, ni titanes. Son personas como nosotros: capaces de obrar el bien o el mal siendo conscientes y mostrando coraje o cobardía. Cercas observa a aquellos personajes que demuestran valor y que se proponen no agravar el estado del mundo. Los somete a escrutinio en sus obras y descubre en ellos las pequeñas virtudes –por decirlo con Natalia Ginzburg–, las cualidades del hombre ordinario en circunstancias siempre extraordinarias.
Regreso a sus libros y alterno obras… Son volúmenes de mucha lectura. Mi padre no pudo leer Anatomía de un instante (2009). No es una novela, pero la crónica del 23-F le habría encantado: Javier Cercas narra con habilidad prodigiosa esos hechos, pero sobre todo habla de su propio padre. Como dije en la reseña que hice del volumen, «el padre ya no pudo leer la obra del hijo, y la frustración y el dolor se aprecian [en las páginas de Anatomía de un instante], pero se distingue también la generosidad que da la madurez». Eso dije en Ojos de Papel. «Que yo no soy mejor que él, y que ya no voy a serlo”, admitía Cercas: es ésta una confesión de cuatrocientas y pico páginas que aún nos conmueve. Ustedes entenderán por qué.
No he leído “Verano” pero lo que sugiere Alejandro Lillo en su reseña respecto de la imposibilidad de dar cuenta de la vida de un hombre me parece muy acertado. Hay algo que siempre permanecerá oculto y ajeno a nosotros. Por más que el biógrafo se documente el producto final es un compendio de hechos, vicisitudes, experiencias del biografiado, la interpretación que de ese material hace el biógrafo y de lo que permanece oculto y ajeno hasta para el propio yo. Me da la impresión, por la lectura de la reseña, que Alejandro Lillo señala precisamente el segundo aspecto como algo llamativo de “Vincent,” hasta tal punto que introduce la duda en el lector respecto de lo que lee. De esta relación entre biografiado y biógrafo comentó no hace mucho Justo citando a Jean-Bertrand Pontalis en L’un et l’autre
Coetzee parece proclive últimamente a los juegos literarios. En “Diario de un mal año” introduce un formato original y novedoso en el modo de relatar. Nos cuenta una historia a la par que a través de un famoso escritor emite “opiniones contundentes” reflexiones sobre temas de la modernidad. Opinión y ficción van de la mano página a página.
Hablando de memoria e historia, el viernes Santiago Carrillo presentó en la sala Octubre su último libro “Los viejos camaradas” ¿es historia lo que allí se cuenta? Según el propio Santiago es su recuerdo de aquellos acontecimientos históricos que protagonizaron muchos héroes anónimos y él mismo. El acto fue presentado por Alfons Cervera y el texto con el que inauguró el acto fue el realizado por José Luis Sampedro para la ocasión. También ha sido premiado y está publicado en el especial de esta semana.
Testigos del S.XX, él y Sampedro hablaron de cómo va el mundo.
Estimado RSR, efectivamente el texto leído por Alfons Cervera en el Centre Octubre fue escrito por José Luis Sampedro para el especial de Cartelera Turia dedicado a sus premios anuales. http://www.carteleraturia.com/
Entre los premiados estaba Santiago Carrillo, ese fue el motivo de su presencia en Valencia y del acto celebrado en el Centre Octubre.
Carrillo también habló durante la entrega de los premios que se celebró el sábado en la Casa de Cultura de Burjassot. Habló sobre la memoria, pero también -y mucho- sobre el presente.
Como en la conferencia del día anterior, Carrillo hizo un brevísimo repaso -apenas unos titulares- de lo que ha sido para España y para Europa el siglo XX. Dejó constancia del sacrificio de, al menos, una generación en las turbulencias ideológicas que sacudieron el territorio español, europeo y mundial en el siglo pasado. Y apostó, a sus 95 años, por un futuro de progreso.
No sé si su libro «Los viejos camaradas» se puede considerar historia. Desde luego es un valioso documento para conocer la opinión de Santiago Carrillo sobre algunos personajes que tuvieron un cierto protagonismo en nuestra historia reciente, al menos en la del Partido Comunista de España.
Un libro al que seguro acudirán los historiadores que quieran sumergirse en las procelosas aguas de nuestro siglo XX.
Reseña de ‘Hoy no es ayer’, de Santos Juliá, por Justo Serna, en Ojos de Papel, julio de 2010
Me parece magnífica la reseña de ‘Hoy no es ayer’ para ‘Ojos de papel’. Leo la rigurosidad y la profesionalidad con la que el Sr. Serna retrata la guerra, el franquismo y la transición, y eso me parece admirable. No enfoca estos temas desde una posición partidista, no (algo que debe resultar muy difícil), sino que expone datos objetivos bien explicados, bien analizados, de modo que es el lector quien debe construirse su propia visión de las cosas. Felicidades.
Doña Ana, ojalá viniera para Valencia en la próxima quedada bloguera-veraniega y por fin pudiéramos conocernos… ¡hasta la pequeña Helena también quiere verla!
El testimonio directo es muy importante, pero también el esfuerzo de nuestros novelistas por explicar nuestra reciente historia. En ese sentido, Soldados de Salamina de Cercas, El corazón helado de Grandes, Bajo los árboles azules, de Arenas y creo que Esperando a Robert Capa de Fortes y a ver si encuentro tiempo de leer La noche de los tiempos de Muñoz Molina. Sé que Almudena Grandes se basó en testimonios directos para componer su novela, pero, claro, al fin es ficción.
Lamento no poder contestar como corresponde a cada uno de los comentarios que aquí se han publicado. Estoy acabando de corregir trabajos, de poner notas, de cumplir con mis obligaciones académicas. Y estoy acabando de remitir artículos pendientes. No lo tomen como una descortesía: uno llega a lo que llega.
I’ll be back…
http://www.elpais.com/articulo/espana/Detenidos/presidente/Diputacion/Alicante/empresarios/corrupcion/elpepuesp/20100706elpepunac_9/Tes
Tres de tres
En efecto, R.S.R., en efecto. Da usted en el clavo, como suele ser habitual, por otro lado. Vincent, en le mejor de los casos es un incompetente. En el peor, un tergiversador, un mentiroso, un inmoral y un aprovechado… a no ser que Vincent nos esté tomando el pelo, que también esté jugando con nosotros.
Y me sumo a las felicitaciones de doña Isabel a la reseña del señor Serna. ¡Chapeau!
Sr.Alfons Alvarez, mi género es femenino, claro que usted no tiene por qué saberlo. Coincido con usted en que puede que ese libro no sea un compendio de historia, posiblemente tampoco lo pretenda, pero seguro que es representativo de unos discursos vigentes respecto de aquellos acontecimientos. Me gustó ver a D.Santiago.
Sigo este blog que veo muy ‘activo’.
Yo os dejo mis opiniones sobre el libro de Landero que habéis comentado. Mi aportación es un poco crítica. Sirva de contrapunto.
He leído casi todo Landero y siempre con placer. Compruebo en su último libro Retrato de un hombre inmaduro que el autor mantiene una prosa magnífica; sin embargo, el libro es, a mi entender, un proyecto fallido. Landero contaba con muy buen material: recopilación (galería) de personajes extravagantes que viven peripecias chocantes; el reto era encontrar el modo de ensamblarlos. Tomó como recurso el del narrador en primera persona al estilo memorias. En mi opinión, resulta muy forzado y poco creíble que el protagonista haya participado en ese sinfín de situaciones y que haya mantenido actitudes tan contradictorias en ellas.
El autor, creo que consciente de lo forzado del artificio, intenta una y otra vez aludir (a través del propio protagonista) a su naturaleza contradictoria, a su personalidad sin personalidad, a su falta de consistencia. Y sí, esa es la flaqueza de la novela. El lector (lectora en este caso) no consigue creer a ese personaje audaz en ocasiones, apocado en otras. Tierno y cínico en diversos incidentes. Con altos valores morales o sin escrúpulos en percances similares.
Si el autor quería mantener los relatos en primera persona (les da viveza) hubiera sido mejor la opción polifónica: varios personajes reunidos en un espacio (ese bar Maracaná que recrea) haciendo un repaso de anecdotario singular. O incluso mejor: elegir un narrador en tercera persona. En mis últimas lecturas, Sebald en Vértigo presenta a un personaje que regresa a su pueblo y evoca las muchas tramas de relaciones que diversos personajes, extravagantes también, en allí vivieron. Y resulta. Agustín Fdez Mallo en una de las Nocillas muestra una galería de personajes estrafalarios que transitan en algún momento por una carretera perdida de un desierto de Nevada. Y resulta. Son sólo ejemplos.
Por otro lado, cabe pensar que una persona en su última noche de hospital rememore un sinnúmero de desordenados episodios vividos (la mente embarullada y desbocada puede con todo ello), es, no obstante, dudoso que ese enfermo relate con tanta minuciosidad todos esas vicisitudes a una desconocida. Tal vez el monólogo interior hubiera sido más acorde con la situación que presenta y de más natural lectura.
Sin más, dejo aquí mis impresiones de lectora para un autor al que respeto.
Gara Bato.
Hola, sra. Bato. Le agradezco su intervención. Suspendo brevemente mi dolce far niente –días y días de plácida lectura– para comentar su reflexión. Perdone mi falta de fuelle: estoy desentrenado.
Sra. Bato, sus apreciaciones son bienvenidas y sus observaciones son muy sugerentes y discutibles. Landero opta por escribir una novela cuyo narrador es un parlanchín, y justamente nos cuenta su vida: en realidad, la cuenta a una interlocutora muda. La relata en los últimos momentos de su existencia. ¿Es eso inverosímil? Podría haber optado por la polifonía, desde luego, pero en Landero y en tantos otros novelistas la voz narrativa única que relata y da sentido es una opción muy apreciada. Se obligan a ser coherentes a pesar de la que vida y los lances parezcan contradictorios. Por otro lado, en Landero siempre está presente el crédito que concedemos o no al narrador. Con este novelista nunca hay que fiarse, pues sus narradores suelen ser verbosos impostores: les dediqué un capítulo titulado así, «Impostores» de Héroes alfabéticos.
Por otra parte, lo verosímil es una categoría que varía: lo que hoy, en una novela, nos parece increíble, mañana es un hecho perfectamente posible y aceptable. No sé si ha leído la reseña que publiqué en Ojos de Papel
http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=3415
Me explico mejor de lo que ahora pueda hacer en este paréntesis estival. En todo caso, tengo mucho respeto a los novelistas: normalmente no escribo ditirambos de sus obras; tampoco suelo aconsejarles. Espero, sra. Bato, que podamos continuar con esta simpática polémica.
Reciba un saludo cordial,
JS
No paras de ensuciar internet!!
Después de días de descanso veo el comentario anterior de mi némesis… No sea papanatas: no merezco tanto.
Sr Serna,
sí, leí la reseña en Ojos de papel (disfruté de su lectura), y desde ella llegué al blog.
De acuerdo, la cuestión de la ‘verosimilitud’, ¿a quién importa?
No sé si necesitamos otra palabra, un término que exprese que el lector necesita ‘creer’. Puede ser en algo totalmente fantástico, desmedido…, que, sin embargo, el escritor consigue hacer creíble.
Hubo un momento en la lectura de Landero en el que dejé de creer en ese moribundo parlanchín de personalidad tan inconsistente.
Veo que ha incluido una entrada de Elvira Lindo. Me alegra. Me resulta muy prometedora la línea que va tomando su escritura.
Saludos
Gara