Los ricos tienen más ropa, sobre todo de entretiempo

Hace veinte años leí Sin noticias de Gurb (1991) en la edición de Seix Barral. Pero antes lo había leído en El País: en el folletín que Eduardo Mendoza fue publicando en las páginas de dicho diario desde el 1 de agosto de 1990. La nota que encabezaba aquella primera entrega ya anunciaba lo bueno, es decir, la ficción divertidísima:

«El novelista barcelonés Eduardo Mendoza empieza hoy una insólita experiencia en su rico historial de narrador, como es escribir a diario un capítulo de la historia de un extraterrestre que aterriza este mismo verano en la propia periferia de la capital catalana. El autor de ‘La ciudad de los prodigios’ irá entregando día a día, de lunes a sábado, los episodios de este folletín escrito por encargo de EL PAÍS, en el que se ofrece, bajo la forma de ficción científica, una aguda e irónica mirada sobre la sociedad española de nuestros días«.

Volví a comprar el volumen en 1996: dicho título ya iba por la vigesimoctava edición. Cuando se cumplen veinte años de su formato libro, lo he adquirido nuevamente, ahora en la Biblioteca furtiva de Seix Barral. Lo he leído por cuarta vez, si no me salen mal las cuentas. Como decía el autor, «Sin noticias de Gurb es quizá el libro mío que más se ha vendido». Es probable que haya que quitar el quizá. ¿A qué se debe ese éxito tan rotundo?

«Es un libro breve y sumamente fácil de leer», se respondía Eduardo Mendoza en primera instancia. Pero hay más: «A diferencia de lo que ocurre con los otros relatos de humor que he publicado», señalaba, «en éste no hay una sola sombra de melancolía. Es una mirada sobre el mundo asombrada, un punto desamparada, pero sin asomo de tragedia ni de censura». Que una cosa alienígena escriba un diario sobre su estancia terrícola se presta a todo. En el caso de Mendoza, se presta a lo jovial, a la diversión, al sarcasmo, a la ironía y a la ternura. En esta escala, podríamos decir.

¿Quién puede creer que un par de extraterrestres aterricen en Sardanyola? ¿Quién puede creer que uno de ellos, Gurb, adopte la apariencia de Marta Sánchez y desaparezca? ¿Quién puede creer que el compañero, sin nombre, escriba un diario de campo? Mendoza es capaz de hacernos creer todo eso y más: las mil y una perrerías que le hacen los terrícolas. Pero lo que  resulta especialmente desternillante es la incomprensión. El marciano –vamos a llamarlo así– desconoce muchas cosas de esos humanos tan extraños que son los barceloneses, de sus costumbres, hábitos, normas, valores, fines, objetivos, medios y recursos. ¿Por qué hacen lo que hacen?

Por supuesto, la obrita es una fábula moral que remite a la picaresca: un tipo desorientado escribe acerca de sí mismo y escribe acerca de quienes le infligen daño o le procuran el bien. Y ese diario de a bordo lo escribe a la manera de las novelas epistolares del siglo XVIII. Como las Cartas persas, de Montesquieu, o como las Cartas marruecas, de José Cadalso, Mendoza idea por decirlo así unas Cartas marcianas: somos observados por un alienígena que no nos entiende bien y que trata de describir lo que ve; y aquello que ve no siempre está registrado en su aparato lingüístico y conceptual, cosa que le provoca disonancias y malentendidos.

Pero ese extraterrestre tiene o cree tener conocimientos muy precisos e inútiles de los bajos fondos y de la purria, de los mandamases y de las autoridades: eso le permite aventurarse por donde no debe y tratar con gente buena o gente sin escrúpulos. Los batacazos y coscorrones son constantes provocando en nosotros la hilaridad. Entre otras cosas, porque el marciano no sabe cuáles son las medidas de todo: desde los churros que come en cantidades verdaderamente industriales  hasta los términos de cortesía que se gasta, rancios y retóricos. Leamos un párrafo singular:

«Según parece, los seres humanos se dividen, entre otras categorías, en ricos y pobres. Es ésta una división a la que ellos conceden gran importancia, sin que se sepa por qué. La diferencia fundamental entre los ricos y los pobres parece ser ésta: que los ricos, allí donde van, no pagan, por más que adquieran o consuman lo que se les antoje. Los pobres, en cambio, pagan hasta por sudar. La exención de que gozan los ricos puede venirles de antiguo o haber sido obtenida recientemente, o ser transitoria, o ser fingida; en resumidas cuentas, lo mismo da. Desde el punto de vista estadístico, parece demostrado que los ricos viven más y mejor que los pobres, que son más altos, más sanos y más guapos, que se divierten más, viajan a lugares más exóticos, reciben mejor educación, trabajan menos, se rodean de mayores comodidades, tienen más ropa, sobre todo de entretiempo, son mejor atendidos en la enfermedad, son enterrados con más boato y son recordados por más tiempo…»

Cuando he vuelto a releer eso de que los ricos tienen más ropa, sobre todo de entretiempo, me mondaba. Pensaba en el caso de los trajes, en Francisco Camps, que no sé si es un hombre de posibles. Pues bien de este asunto trata mi columna quincenal en El País. He probado a imaginar Sin noticias de Gurb ambientada en Valencia. Echo de menos un novelita como ésta para aclarar nuestras extravagancias y delitos, para escarnecernos.

Justo Serna, «Milagros», El País, 27 de abril de 2011

13 comentarios

  1. Ya le dije al Sr. Serna, doña Ana, que la novela de la «nueva» picaresca valenciana le corresponde escribirla a él…

  2. Muchas gracias a ambas. Me hace mucha ilusión que Ana Serrano vea alegría y primavera en lo que escribo: que no es novela ni será, sra. Leda, por mucho que usted tan amablemente se empeñe.

  3. Aún tengo pendiente Riña de gatos, de Mendoza, que tengo por aquí. Estoy terminando el poemario de Juan Planas: Los lugares del sitio. Y me estoy interesando por La puerta mágica de Miguel Veyrat, creo que lo voy a adquirir.

  4. Los lugares del sitio,de Juan Planas, un poemario que atraviesa la piel, donde está presente el juego, el tiempo, la lujuria como testigo de haber pisado este mundo. La vida se representa como una sucesión de instantes. La ciudades, el silencio y los ciclos. El renacimiento («otras ciudades y otros cuerpos nos aguardan».
    Homenajes a Luis Cernuda («Corredores / resbaladizos donde la realidad se mezcla / con el deseo …»).
    y a Antonio Machado(«no hay camino de vuelta ni sendero recorrido»).

  5. Propongo un título para la novelita: Sin noticias de Camps. Situación de salida: Después de su exitosa operación, Camps retorna de nuevo al Hospital para hacerse una prueba diagnóstica basada en la resonancia magnética nuclear. Preparado por el experto equipo médico el paciente es introducido con sumo cuidado en la cabina. Todo va perfectamente hasta que el imán del artefacto produce un movimiento inesperado en la maquinaria y el cuerpo de Camps desaparece.
    La justicia, la policía, sus correligionarios, no cejan un instante en la búsqueda del menor indicio del paradero del President. A pesar de sentirse muy compungidos por la pérdida irreparable, una amplia mayoría de ciudadanos opta por cambiar el signo político de la Comunidad Valenciana.
    El subtítulo de la novelita: O de las virtudes ciudadanas del campo magnético.

  6. Espléndido título sr. Millón. Cómo no se me había ocurrido. Perdone que se lo diga, pero la anécdota que nos cuenta, el argumento de la novelita, es de ciencia-ficción. O de fantasía. Lo digo por la cosa del campo magnético o la cosa nuclear, que suena muy avanzado…

  7. Bueno…no sé si ciencia-ficción. A mí las fotografías del anterior post me traían a las mientes un relato antiguo de Judea que habla de un lider espiritual desaparecido, quien antes de esfumarse (después de una terrible pasión, de un lacerante calvario judicial) tuvo un santo encuentro con sus acólitos. Qué quiere que le diga…en fin, puestos a obrar milagros…

  8. ¡Hola, señor Millón! Tiempo sin verle por aquí. Es simpático el tema de la desaparición cienciaficcionada del M.H. y el cambio político que produce. No me gustaría tener que agradecer (¿a quién?) semejante milagro.

    En cuanto al parecido de las fotos con la pasión y el calvario, ¿qué quiere que le diga? A mí me recuerdan más a «La vida de Brian», por cuanto los personajes me parecen algo descerebrados. Aunque, bien pensado, no me hacen reír como la citada película, sino más bien llorar.

    Saludos, amigo.

  9. Hombre, señor Millón, dichosos los ojos que le leen de regreso.

    Regreso con frecuencia como el señor Serna a esta novela, que parece menor y que probablemente lo sea, pero que tiene la peculiar virtud de volver recurrente su son, un poco como pasa con las canciones pegadizas, que parecen algo tontitas pero terminan marcando el signo de su época. Me vienen a la cabeza dos de mis personajes predilectos de Los Simpsons,los dos alienígenas babosos, verdes y malvados que se dedican a idear nuevas formas de fastidiar a los terrícolas y se pasan el día riéndose de ellos, pero que luego resulta que son todavía más gilipollas y mezquinos que nosotros, con lo que casi que dan un poco de pena, pues es evidente que no nos entienden, supongo porque los terrícolas -los de Barcelona y los de fuera de Barcelona- son incomprensibles.

    Me viene también a la cabeza cierto relato que tiene amplio pronunciamiento desde hace décadas entre los profesores de Ética de los institutos: «Los papalagi».Si no lo conocen les recomiendo encarecidamente que se lo lean a sus menores, especialmente si superan los doce o trece años. El autor, Tuiiavi, es el rey de un pueblo primitivo llamado Tiavea. Visitado y analizado en sus costumbres por un papalagi (es decir, un hombre blanco), un día invierte los papeles, viaja a Europa y escribe después un informe en el que, entre la perplejidad y la lástima, pone literalmente a parir todas nuestras costumbres. Por ejemplo, una perlita. Tuiiavi no entiende por qué los papalagi necesitamos tantas cosas, cachivaches distintos para cada circunstancia, lo cual le lleva a la conclusión de que somos pobres y desgraciados: «Se diría que cuantas más cosas necesitas mejor papalagi eres». Yo definiría el texto como «antropología inversa», que es más o menos lo que pasa con Sin noticias de Gurb, donde se trata de vernos en el espejo de los ojos ajenos para percatarnos de lo idiotas que somos y de las mezquindades por las cuales vamos deambulando por el mundo como si nos hubiéramos vuelto locos.

  10. 1. Pues sí, sr. Montesinos, ésa era la intención de mi artículo y la breve reflexión que aquí sirve de pórtico: antropología inversa. Es tan triste lo que vemos aquí en Valencia, estamos en metidos en un zanja tan honda, que hay que zarandear. O es tan cómico, tan involuntariamente cómico, que hay que sacudirse la modorra: la electoral y la otra.

    Muy buena la referencia de la sra. Bou. Estamos a un paso de que la segunda parte de ‘La vida de Brian’ se ruede en Valencia.

    2. Por cierto no se pierdan dos enlaces a El País.

    El primero es una noticia que confirma por enésima vez el estado de cosas: «El Consell pagó 600.000 euros a la Gürtel con Correa ya en prisión». Los amigos de Gurbs, digo de Camps.

    http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/Consell/pago/600000/euros/Gurtel/Correa/prision/elpepiespval/20110429elpval_3/Tes

    El segundo enlace nos lleva a una interesante y polémica reflexión, con su toque histórico y apocalíptico, de Pepe Reig y otros amigos:
    «Izquierda en la crisis. Crisis en la izquierda»

    http://www.elpais.com/articulo/Comunidad/Valenciana/Izquierda/crisis/Crisis/izquierda/elpepiespval/20110429elpval_9/Tes

    Dicen al final: «Habría que empezar por revisar todo el proceso, enmendar nuestro desconcierto y buscar de nuevo un horizonte que tire de nosotros. Frustrada la refundación del capitalismo, no queda otra que pensar en la refundación de la izquierda».

    Y habría que ganar elecciones. ¿Antes o después de repensar la izquierda? La derecha política no parece muy conmocionada por la crisis: se refunda día a día…

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