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Uno. Estuve invitado en Juego de espejos, el programa de Radio Clásica que dirige Luis Suñén. Se emitió el domingo 26 de junio de 2011. Agradezco a Luis la amabilidad que tuvo conmigo, esa cortesía de convidarme a su prestigioso espacio.
En el programa, el invitado escoge unas músicas que tengan que ver con su vida. No se trata de alardear de conocimientos ni de fantasear con erudiciones que uno no tiene. Se trata de reflexionar sobre impresiones musicales que tanto nos afectan.
En mi caso, la elección era bastante previsible: la banda sonora original de 2001. A Space Odyssey (1968). Sobre dicha película he escrito en varias ocasiones. Sobre ella hablo en el programa. De todo lo que dije y se emitió y de todo lo que dije y no se grabó, quizá lo que más me motiva es HAL 9000, la computadora que gobierna la Discovery.
Es un ojo panóptico, un observador que escruta cada rincón de la nave. Al grabar el programa cometí un lapsus fónico: atribuí la figura del Gran Hermano, el Big Brother, a H. G. Wells. Por supuesto, me refería a George Orwell: la homofonía o, mejor dicho, la vecindad sonora me hizo cometer dicho desliz. Tal vez también el recuerdo de una novela imperecera: Los primeros hombres en la Luna (1901), que leí en la edición española de Rotativa.
Ustedes me perdonarán ese error, pero lo básico sigue en pie. ¿A qué me refiero? A lo inquietante de un ojo observador, un ojo que tiene algo de obsceno. Y me refiero también a la fascinación de la carrera espacial, de la que aquí he tratado en ocasiones anteriores: eso sí, siempre cuando llega el verano.
Dos. ¿Por qué elijo estas músicas procedentes de 2001. A Space Odyssey. Como indico en el programa de Luis Suñén, veo el film a los nueve años y quedo impresionado: prácticamente no entiendo nada y me fascina de manera perdurable. Hay piezas musicales y compositores que para mí ya están indisolublemente unidos a ciertas imágenes: ¿A quiénes me refiero? Pues a György Ligeti o Johann Strauss, pasando por Aram Khachaturian o Richard Strauss.
¿Es posible contemplar El amanecer del hombre, la primera parte de la película sin asociar música e imagen? Vemos primates pacíficos, vemos de repente un monolito extraño, incongruente; pero sobre todo vemos la transformación del mono en hombre: la hominización gracias a la violencia, gracias al uso de las armas en disputa por los recursos escasos, por el agua, por la charca; la definición del territorio y de las posesiones.
¿Es posible sustraerse a la fascinación de ese vals que suena mientras las naves se desplazan o están suspendidas en el espacio exterior? Hemos llegado hasta allí tras una elipsis de varios millones de años y nuestros oídos escuchan con arrobo El Danubio azul, de Johan Strauss. Las pesadas máquinas flotan con levedad y a la estación espacial llega el doctor Heywood Floyd, un personaje cuyo nombre tiene evidentes resonancias. O parecidos fónicos: con Sigmund Freud, claro.
Hay algo en la Luna, nuevamente un monolito en el cráter Tycho. ¿Qué me dicen de la estética de los objetos, de los gadgets que emplean Floyd o la azafata que lo atiende? Todo tiene una inspiración pop: mucho plástico y diseños retrofuturistas, si podemos llamarlos así. ¿Y la falta de gravedad? Siempre pensé que el futuro sería eso: una levedad que nos quita pesares… Qué ingenuo. La levedad no nos quita pesares.
Tres. En un comentario de Facebook me pregunta Ignacio Martínez de Lejarza que qué significa eso de la levedad. Se refiere a la afirmación mía según la cual «la levedad no nos quita pesares». Permítaseme la metáfora, dicha imagen.
La levedad es una ingravidez muelle. Flotar lo asociamos a un estado de bienestar. De placidez. En realidad, es un espejismo. La ingravidez no nos alivia del peso del porvenir, de lo que está por llegar y que es amenazante: la pesadumbre del futuro para los miembros del Discovery. Sobre ellos, sobre Frank Poole y Dave Bowman, se cierne algo.
Y eso es lo que observa bien pronto un niño: por ejemplo, el que a los nueve años contempla fascinado a la computadora HAL 9000, que lee los labios de Poole y Bowman.
HAL es un artefacto ubicuo y con engranajes de muchos kilos. Hoy pensamos los ordenadores a partir del microchip. Entonces, a la altura de 1968, las computadoras pesaban y las imaginábamos gigantescas e infalibles.
De hecho, HAL se confunde con la nave, tiene planes, gobierna el porvenir y no admite errores. Nada menos.
Cuatro. La vida a bordo es muy plácida. La computadora se ocupa de lo básico mientras parte de la tripulación duerme en espera de ser despertada al cumplirse la misión: llegar a Júpiter. ¿Se equivoca HAL? En un determinado momento, Poole y Bowman así lo piensan. Deciden tomar medidas… La máquina lo advierte (HAL reads lips) y no lo consiente. Escruta cada rincón de la nave y puede oponerse a las decisiones de los tripulantes, pues HAL es el único que tiene todos los datos de la misión.
La actuación de la computadora será propiamente criminal y precisamente por ello Bowman –el único superviviente– deberá apagarla. Asistimos a una de las secuencias más bellas y estremecedoras de la historia del cine: la desconexión de HAL, equivalente a su muerte (cerebral, claro).
Ese proceso de pérdida, de regresión, de cierre de sus sistemas neuronales, es justamente un retorno a la infancia. De ahí que la computadora cante Daisy, Daisy, tonadilla cuyo sentido nos desvela Eladio Ramos: otro guiño de Kubrick.
HAL tiene frío, tiene miedo y siente un desamparo propiamente infantil. ¿Oyen la respiración entrecortada de Dave? Avanza con dificultad, con esa ingravidez de lo cerebral y no material. Nos vamos despidiendo de la computadora panóptica. Su largo parlamento y su sentido lamento, su entonación metálica: todo en HAL es pura música celestial.
Colofón. Tantas cosas se podrían decir de la computadora… Y de la creación de Kubrick. Me tuve que contener. En un programa musical, lo relevante es ese sonido que nos envuelve e impresiona, no la glosa que uno pueda hacer. Acabo de recibir de Radio Clásica un CD con la grabación del programa. Una cortesía.
2001 dura ciento treinta y nueve minutos. Si no recuerdo mal, de todo el metraje montado, hay más de cien minutos sin diálogos: lo que se puede expresar con impresiones no se dice con digresiones. Este verano quiero volver a ver la película de Kubrick. Y quiero volver a ver La naranja mecánica (1971).
Ay, si supieran las erudiciones que quedaron si grabar. Nos las dijimos fuera de micrófono, por deferencia hacia los oyentes. ¿Un ejemplo? El caso de Alex North, el compositor al que Kubrick encargó la música de 2001, luego descartada. Hablamos sobre ello, pero no nos cabía… En fin, siempre es un placer la charla consentida y con sentido. Con amigos.
A. Podcast del programa: aquí puede escucharse completo
B. Cortes musicales
1. Requiem for soprano, mezzo soprano, two
mixed choirs & Orchestra (6:33)
György Ligeti
Francis Travis
The Bavarian Radio Orchestra
.
2. The Blue Danube (5:42)
Johann Strauss
Herbert Von Karajan
The Berlin Philarmonic
.
3. Lux Aeterna (2:52)
György Ligeti
Clytus Gottwold
The Stugart Schola Cantorum
.
4. Gayane Ballet Suite (Adagio) (5:15)
Aram Khachaturian
Gennadi Rozhdestvensky
The Leningrad Philarmonic Orchestra
.
5. HAL 9000 (9:11)
Dialog Montage
.
6. Atmospheres (2:49)
György Ligeti
Ernest Bour
The Südwestfunk Orchestra
.
7. Also sprach Zarathustra (1:41)
Richard Strauss
Herbert Von Karajan
The Vienna Philharmonic
.
8. The Blue Danube (5:42)
Johann Strauss
Herbert Von Karajan
The Berlin Philarmonic
¡Vaya! suelo oir ese programa, pero esta vez no estaba en casa. Trataré de bajarme el podcast
Ramón, gracias por su interés. Éste es el podcast:
http://www.rtve.es/alacarta/audios/juego-de-espejos/juego-espejos-justo-serna-26-06-11/1138708/
Estoy dispuesto a perdonarle el lapsus, e incluso a vitorearselo. Yo crecí con HG Wells. Me impactó tremendamente La máquina del tiempo, tomé carrerilla y me zambullí en La guerra de los mundos, El hombre invisible, La isla del Doctor Moureau o En el país de los ciegos. El atractivo de Wells me parece comparable al de Verne, con una obra igualmente prolífica, aunque no tenga tantas obras famosas. Iba a decir que el lapsus tiene algo freudiano, por aquello de que se asocia a Wells con el mundo infantil, o al menos, el adolescente. Pero no me gusta esa etiqueta, pues parece desaconsejar su lectura para almas formadas. Fíjese, hablando de esas lecturas que uno supuestamente ha de dejar atrás, tengo un compañero, filólogo, experto en Dostoievsky y en la historia de la literatura española, que me insiste una y otra vez en la conveniencia de releer a Salgari.
Respecto a Kubrick. A mí me pasa algo con el cine de este caballero -y pienso también en lo que a ello contribuye el uso magistral de la banda sonora- que me subyuga de una manera inexplicable. De un gran maestro puedo pensar que hace las cosas maravillosamente y admirarme de ello. Con Kubrick es otra cosa, hasta el punto de que a veces creo estar a punto de descubrir en él las imposturas de un ilusionista, un insulto con el cual, por cierto, no estoy seguro de que el caballero se revuelva indignado en su tumba. Sus imágenes tienen tal poder hipnótico que llega a parecerme que estoy siendo arrastrado contra mi voluntad por los efectos de algún narcótico. Ese efecto de hipnosis… no sé de dónde proviene ni cómo se consigue, como si el ojo del autor descubriera estructuras secretas en la realidad y éstas sólo después resultaran accesibles para los demás a través del hecho artístico ya manufacturado. Siempre necesitamos un segundo y un tercer visionado. Lo que parece desangelado y hermético en la primera mirada adquiere con las sucesivas revisiones una densidad que requiere adiestramiento, un adiestramiento de la mirada del espectador.
Debo decirle que «2001» no es mi preferida del maestro, pero esa es otra historia…
Ah, sr. Montesinos, nuevamente me complace coincidir con usted en un 90%
Un par de tontadas más. Sospecho que el título del post remite a Bataille. No acabo de estar muy seguro de que ese relato, ciertamente muy influyente, le cautive especialmente, pero sólo es una impresión indocumentada. Por otra parte, hay un cráter en la luna, por lo visto producido por un meteorito, al que dieron el nombre de Herbert Graham Wells. Mola, ¿verdad?, y más si le digo que está en la cara oculta de nuestro amado satélite. (Hay que ver lo listo que uno parece gracias a wikipedia)
2001. A Space Odyssey (1968)
En La cueva del gigante, de David P. Montesinos:
http://lacuevadelgigante.blogspot.com/2009/11/ese-cabronazo-de-hal-hal-es-el-nombre.html
En Los archivos de JS:
https://justoserna.wordpress.com/2007/01/22/nostalgia-del-futuro/
https://justoserna.wordpress.com/2007/04/18/jovenes-eramos-tan-jovenes/
https://justoserna.wordpress.com/2007/10/13/%c2%bfvacaciones-en-roma/
https://justoserna.wordpress.com/2008/11/24/a-que-nos-lleva-el-futuro/
https://justoserna.wordpress.com/2009/03/24/%c2%bffriedrich-nietzsche-hoy/
El post remite a Georges Bataille, en efecto. La obscenidad del ojo que mira y que hace otras cosas… ¿Me cautiva la ‘Historia del ojo’, de Bataille? No. Este post se titula intencionadamente como la obra del escritor francés. En principio, la vicisitud de HAL 9000 es lo opuesto, presuntamente, a la historia de Simona y su amante, la ‘Historia del ojo’. Pero hay en ambos relatos un predominio de lo visual-obsceno, algo estrictamente pornográfico. HAL puede verlo todo, hasta la intimidad de Frank Poole y Dave Bowman…
–¿Ves el ojo?
–¿Y qué?
–Es un huevo, concluyó con absoluta simpleza.
–Pero, insistí muy turbado, ¿adónde quieres llegar?
–Quiero jugar con el ojo.
–Explícate.
–Escuche, Sir Edmond, dijo ella, me tiene que dar ese ojo ahora mismo, quiero que se lo arranque
Estimado Sr. Serna, me ha encantado oírle en «Juego de espejos». Entre otras cosas porque tengo su edad y mi experiencia con «2001…» es muy parecida a la suya: yo también la vi de pequeño y me empeñé en entenderla, lo que hizo que la fuera a ver 10 o 12 veces.
Por si no lo sabe, el origen de la elección por parte de Kubrick de la canción «Daisy» para la escena de la muerte de HAL es ésta:
Un saludo
Iba yo encaminado, pues. Me gusta en cualquier caso el Bataille de otros ensayos.
George Orwell: 1984.
2001: Una odisea del espacio de Stanley Kubrick.
Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
Brave New World de Aldous Huxley.
Le seguí en «Juego de espejos». Hay una cosa que me gustó especialmente y es que transmitió, a partir de sí mismo , una visión integrada entre lo sensorial y lo emocional y cómo cualquier experiencia artística- en este caso el cine- va inextricablemente unida a una emoción que registramos. En su caso, esa película y aquel monolito condensaron los enigmas que la vida y el futuro podía tener para un niño de diez años (no sé si después de haber visto la película tantas veces ha conseguido descifrarlos todos o a estas alturas todavía quedan algunos) Para mí,la música del Danubio Azul quedó unida a la imagen de una nave espacial en dirección hacia el futuro y a la ingravidez de un bolígrafo. En relación a esta música señaló usted que era una música que estaba fuera de contexto pero que se habría resignificado a partir de esta película. Me hizo pensar, que para Kubrick el vals debía expresar como ninguna otra cosa la ingravidez , la misma que envuelve a 2001 y que contagia al espectador.
El lapsus me pasó desapercibido pero seguramente los oyentes se lo perdonaran a cambio de haber sido devueltos a través de sus palabras a esa “primera vez”
Esta película me parece visualmente de las más poéticas, dice el sr.Montesinos que se ve, subyugado, narcotizado… Creo que ese efecto entre otras cosas puede estar motivado porque al ser una película con tan poco diálogo, el poder de las imágenes queda amplificado y conecta con algo profundo de los seres humanos, algo que es previo a lo verbal y que debe estar en “la trastienda”.
Estoy de acuerdo en que es necesario visionar los trabajos de este director más de una vez pero a la que renuncio conscientemente a volver a ver es “la naranja mecánica”. Todavía me dura la conmoción.
Hace mucho que no he vuelto a ver la película. Pero como usted tiene la virtud de explicar las cosas desde su emoción personal, tengo la sensación de haberla visto de nuevo, apreciado de nuevo, con todos los sentidos: incluso con la vista, aún careciendo de imagen.
Kubrik me impresionó, me impresiona cada vez, pero bajo su prisma (y con la estimable ayuda de su bien timbrada voz) cobran nuevas dimensiones la música y la simbología de las imágenes.
Cuando usted nos explica las cosas, yo descubro haber visto cosas que no sabía que había visto. No sabe cómo se lo agradezco.
Ahora después le contesto, sr. Ramos. Bienvenido, en primero lugar. Tengo pendiente, además, ampliar el post: me lo impiden -de momento- tareas académicas. Luego vuelvo. R. S. R., sra. Bou y demás contertulios, no tomen mi silencio como descortesía. Ya digo: luego vuelvo.
Dos. ¿Por qué elijo estas músicas procedentes de 2001. A Space Odyssey. Como indico en el programa de Luis Suñén, veo el film a los nueve años y quedo impresionado: prácticamente no entiendo nada y me fascina de manera perdurable. Hay piezas musicales y compositores que para mí ya están indisolublemente unidos a ciertas imágenes: ¿A quiénes me refiero? Pues a György Ligeti o Johann Strauss, pasando por Aram Khachaturian o Richard Strauss.
¿Es posible contemplar El amanecer del hombre, la primera parte de la película sin asociar música e imagen? Vemos primates pacíficos, vemos de repente un monolito extraño, incongruente; pero sobre todo vemos la transformación del mono en hombre: la hominización gracias a la violencia, gracias al uso de las armas en disputa por los recursos escasos, por el agua, por la charca; la definición del territorio y de las posesiones.
¿Es posible sustraerse a la fascinación de ese vals que suena mientras las naves se desplazan o están suspendidas en el espacio exterior? Hemos llegado hasta allí
tras una elipsis de varios millones de años y nuestros oídos escuchan con arrobo El Danubio azul, de Johan Strauss. Las pesadas máquinas flotan con levedad y a la estación espacial llega el dr. Heywood R. Floyd, un personaje cuyo nombre tiene evidentes resonancias. O parecidos fónicos: con Sigmund Freud, claro.
Hay algo en la Luna, nuevamente un monolito en el cráter Tycho. ¿Qué me dicen de la estética de los objetos, de los gadgets que emplean Floyd o la azafata que lo atiende? Todo tiene una inspiración pop: mucho plástico y diseños retrofuturistas, si podemos llamarlos así. ¿Y la falta de gravedad? Siempre pensé que el futuro sería eso: una levedad que nos quita pesares… Qué ingenuo. La levedad no nos quita pesares.
Continuará…
Tres. En un comentario de Facebook me pregunta Ignacio Martínez de Lejarza que qué significa eso de la levedad. Se refiere a la afirmación mía según la cual «la levedad no nos quita pesares». Permítaseme la metáfora, dicha imagen.
La levedad es una ingravidez muelle. Flotar lo asociamos a un estado de bienestar. De placidez. En realidad, es un espejismo. La ingravidez no nos alivia del peso del porvenir, de lo que está por llegar y que es amenazante: la
pesadumbre del futuro para los miembros del Discovery. Sobre ellos, sobre Frank Poole y Dave Bowman, se cierne algo.
Y eso es lo que observa bien pronto un niño: por ejemplo, el que a los nueve años contempla fascinado a la computadora HAL 9000, que lee los labios de Poole y Bowman.
HAL es un artefacto ubicuo y con engranajes de muchos kilos. Hoy pensamos los ordenadores a partir del microchip. Entonces, a la altura de 1968, las computadoras pesaban y las imaginábamos gigantescas e infalibles.
De hecho, HAL se confunde con la nave, tiene planes, gobierna el porvenir y no admite errores. Nada menos.
Continuará…
Es posible que el efecto narcótico tenga que ver con ese ámbito pre-verbal al que se refiere R. Tengo que volver a verla. Con La naranja mecánica también tengo problemas. Bien pensado, los tengo también con The full jacket y hasta con Senderos de gloria. NO es precisamente de digestión fácil el cine de Kubrick… De hecho, aún recuerdo cuando se estreno Senderos por fin en España, no hace mucho en realidad, y como dijo Rene Char, «el rayo me dura». No me extraña que Franco la prohibiera.
La verdad es que este post te hace repensar la película que, efectivamente habría que volver a ver, quizá lo haga este fin de semana.
Supongo que un niño de nueve años quedaría fascinado con Hall pero imagino que también recogería su mensaje ambivalente: la advertencia sobre los peligros de la maquina. Finalmente Hall es un eslabón más de todo ese debate en torno a las relaciones del hombre y la máquina, que ha recorrido la historia del cine desde “El golem”
Las primeras imágenes de los primates en torno al monolito me parece que es una de las escenas que mejor muestran cómo lo que impulsa al ser humano es la curiosidad, ante ella sí que estamos rendidos y condenados. Ese monolito podría representar muy bien “la duda” “lo desconocido” y cómo la curiosidad logra vencerlo.
Les agradezco sus reflexiones de altura, de mucha altura. Y sensibles.
Yo, por mi parte, intentaré completar este post hacia el mediodía, tras correcciones de trabajos académicos. Calculo que a las 14 horas o así puedo haber pensado lo último que quería escribir que sirviera de complemento a lo dicho en el programa. Eso sí: no voy a enunciar erudiciones o interpretaciones, que son numerosas, inacabables; voy a hacer lo que hecho hasta ahora: plasmar emociones que son visuales y sonoras.
Hola Justo,
mi padre trabajaba en la IBM de La Pobla de Vallbona y me dijo que HAL se llamaba HAL porque son las 3 letras alfabeticamente anteriores a IBM. A mí siempre me sonó a esa famosa locución interjectiva del inclito Gregorio Sánchez Fernández (Málaga, 28 de mayo de 1932), conocido por el pseudónimo de Chiquito de la Calzada, humorista, cantaor y actor cómico español que decía aquello de «¡HAL!, no puedo, no puedo.»
P.S. Gracias a Wikipedia por tan importante aportación documental ¿A que nadie sabía su nombre verdadero? ¿A que…a nadie le importa?
Saludos.
Cuatro. La vida a bordo es muy plácida. La computadora se ocupa de lo básico mientras parte de la tripulación duerme en espera de ser despertada al cumplirse la misión: llegar a Júpiter. ¿Se equivoca HAL? En un determinado momento, Poole y Bowman así lo piensan. Deciden tomar medidas… La máquina lo advierte (HAL reads lips) y no lo consiente. Escruta cada rincón de la nave y puede oponerse a las decisiones de los tripulantes, pues HAL es el único que tiene todos los datos de la misión.
La actuación de la computadora será propiamente criminal y precisamente por ello Bowman –el único
superviviente– deberá apagarla. Asistimos a una de las secuencias más bellas y estremecedoras de la historia del cine: la desconexión de HAL, equivalente a su muerte (cerebral, claro).
Ese proceso de pérdida, de regresión, de cierre de sus sistemas neuronales, es justamente un retorno a la infancia. De ahí que la computadora cante Daisy, Daisy, tonadilla infantil cuyo sentido nos desvela Eladio Ramos: otro guiño de Kubrick.
HAL tiene frío, tiene miedo y siente un desamparo propiamente infantil. ¿Oyen la respiración entrecortada de Dave? Avanza con dificultad, con esa ingravidez de lo cerebral y no material. Nos vamos despidiendo de la computadora panóptica. Su largo parlamento y su sentido lamento, su entonación metálica: todo en HAL es pura música celestial.
Continuará…
Si quienes programaron a HAL hubieran contado con Isaac Asimov y su «Yo robot», no hubieran tenido tantos problemas. Las órdenes que ha recibido HAL han sido claras: tiene que llegar a toda costa a Júpiter y repeler y hacer frente a cualquier amenaza que ponga en riesgo o haga peligrar el éxito de la misión. ¿Qué hay más amenazante que la imperfección humana? ¿Qué otra cosa puede poner en riesgo la misión sino la presencia de humanos en la nave con sus caprichos y arbitrariedades? HAL es una máquina implacable y nadie le dijo que antes que cumplir la misión debe velar por la salud de los humanos; que por encima de una misión, de un propósito, de unos principios o de unos resultados está la vida humana.
Ay….
Hay, sin embargo, otra cosa. El problema de… o con HAL no es exactamente de programaciòn. Tampoco tiene que ver con los objetivos de la misión, aunque lo parezca. El asunto es si HAL comete errores o no. La computadora se comporta humana y ufanamente. No admite que quizá se equivoca. Tiene la arrogancia de sus programadores…
Nos dice Ud.,en el programa Juego de Espejos,ante el impacto infantil de ver 2001,pensó: voy a dedicar a dedicar mi vida a entender esta película,hermoso proyecto, sin duda. Saludos
Vi esta película hace muchos años en un cine ya cerrado y confieso que me desconcertó muchísimo, supongo que porque en aquel momento había un empeño por mi parte en hallar sentido a todas las películas que veía por muy peñazo que fuesen. Ésta no lo era y me fascinó profundamente, y es por ello me irritara no acabar de hallarle el qué a toda esa historia exuberante. Con el tiempo he ido conociendo opiniones y teorías sobre ella que me han permitido descifrarla poco a poco, aunque no esté seguro de haber llegado aún a hacerlo del todo. La última de esas contribuciones es la suya, Justo, y me ha impresionado esa idea de involución y de retroceso a la infancia aplicada a Hal.
Estimados amigos, me habría gustado comentar como es debido sus sugerentes reflexiones, pero los primeros rigores estivales me impiden pensar seguido y seriamente. Este verano se me hace cuesta arriba. Necesito entrar en estado de hibernación, como en ‘2001’.
Luego vuelvo.
Eso deseo.
Esa hora de radio hablando sobre 2001 me resultó de los más entretenido e instructivo. Se me hizo muy amena y me quedé con ganas de más. ¿Qué otra cosa se le puede pedir a un programa de radio? Lo que está claro es que este verano hay que volver a ver la película.
Colofón. Tantas cosas se podrían decir de la computadora… Y de la creación de Kubrick. Me tuve que contener. En un programa musical, lo relevante es ese sonido que nos envuelve e impresiona, no la glosa que uno pueda hacer. Acabo de recibir de Radio Clásica un CD con la grabación del programa. Una cortesía.
2001 dura ciento treinta y nueve minutos. Si no recuerdo mal, de todo el metraje montado, hay más de cien minutos sin diálogos: lo que se puede expresar con impresiones no se dice con digresiones. Este verano quiero volver a ver la película de Kubrick. Y quiero volver a ver La naranja mecánica (1971).
Ay, si supieran las erudiciones que quedaron si grabar. Nos las dijimos fuera de micrófono, por deferencia hacia los oyentes. ¿Un ejemplo? El caso de Alex North, el compositor al que Kubrick encargó la música de 2001, luego descartada. Hablamos sobre ello, pero no nos cabía… En fin, siempre es un placer la charla consentida y con sentido. Con amigos.
Mañana miércoles 6 de julio, nuevo post. Como ven, el ritmo de publicación de actualizaciones en el blog se ha ralentizado. Los rigores estivales nos tienen muy diezmados. Pero aún tenemos fuerzas suficientes para publicar: aprovechamos este inicio de verano para hacerlo con menor asiduidad, aunque no con menor enjundia. Eso espero.
[…] o metálicas, con cascos que aíslan. Ustedes me perdonarán, pero digo futuro y pienso en Stanley Kubrick. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han […]
[…] a pesar de ser tan ampuloso. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han familiarizado con esas utopías negativas, como la que trazaba Kubrick …. En realidad, lo que anticipamos no es más que una suma de miedos bien presentes, un repertorio de […]
[…] a pesar de ser tan ampuloso. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han familiarizado con esas utopías negativas, como la que trazaba Kubrick …. En realidad, lo que anticipamos no es más que una suma de miedos bien presentes, un repertorio de […]
[…] a pesar de ser tan ampuloso. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han familiarizado con esas utopías negativas, como la que trazaba Kubrick …. En realidad, lo que anticipamos no es más que una suma de miedos bien presentes, un repertorio de […]