¿Para qué sirve un historiador?

Uno. El futuro ya está aquí. ¿Para qué sirve un historiador?, nos preguntamos. No es cuestión secundaria, pero antes 2001deberíamos preguntarnos qué es un historiador. Permítanme esta pedantería etimológica. El origen de la palabra ya lo dice todo: histor, en griego clásico, significa el que sabe, el que ve, el que investiga.

Un histor es alguien que observa y justamente porque observa está en disposición de relacionar hechos humanos. Es alguien que procura documentarse para tal fin. Es alguien que busca testimonios para obtener versiones de esos acontecimientos.

El histor sabe que no todos saben lo mismo, que no todos dicen lo mismo, que no todos conciben lo mismo. Es por eso por lo que ha de recopilar datos y relatos. ¿Para qué? Para poner en orden las informaciones y para contar las cosas con la mayor imparcialidad posible, con la mayor erudición posible. Con el máximo de rigor, vaya.

Tener una visión fundamentada del pasado te ayuda a sobrevivir, a soportar mejor lo que pasa. Tener un relato documentado de lo pretérito te alivia y te complica. Te alivia porque te hace ver que muchos de tus problemas son equivalentes o parecidos a los de los antecesores. Eso no significa que te consueles. Significa que tu crisis o tu dolor no son novedades jamás vistas. Los antepasados tuvieron que soportar ultrajes mayores, estrecheces inconcebibles, persecuciones sin cuento.

Conocer todo eso no te conforma, pues te hace ver los problemas en contexto y en proceso. Pero conocer todo eso, según decía más arriba, te complica. Cuando crees saber por qué pasa lo que pasa, cuando crees saber cuál es el proceso y el contexto de lo que ocurre, entonces –justamente entonces— descubres que la realidad humana está sometida a factores diversos; descubres que no hay una causa que todo lo explique; descubres que hay una parte previsible en el comportamiento individual y colectivo y que hay un lado azaroso, impredecible, en los actos humanos. Hacemos cosas con un fin, con una meta. ¿Y…? Como hay otros que también las hacen, la composición o el resultado no siempre pueden profetizarse.

Por tanto, el futuro es algo extraño, resistente, insólito. Estamos habituados a porvenires de ciencia-ficción: de tecnología punta y con humanos robotizados, vestidos con indumentarias plateadas o metálicas, con cascos que aíslan. Ustedes me perdonarán, pero digo futuro y pienso en Stanley Kubrick. Estamos acostumbrados a pensar el porvenir como algo deshumanizado. La literatura y cine nos han familiarizado con esas utopías negativas. En realidad, lo que anticipamos no es más que una suma de miedos bien presentes, un repertorio de males, de perversidades actuales que proyectamos con pánico en un futuro que ya no nos pertenece.

¿Tienen algo que decir los historiadores? O en otros términos: ¿pueden los historiadores anticipar lo que nos va a ocurrir? Si saben tanto del pasado, algo podrán predecir, ¿no es cierto? Los investigadores que han acumulado datos e informes de los hechos pretéritos aventuran un discurrir posible, pero a la vez sospechan el fracaso de sus predicciones. Lo que los humanos hagan dependerá de lo que quieran hacer y sobre todo de la composición y de los efectos imprevisibles que tengan sus actos sumados.

Dos. Josep Fontana participa en un acto del Claustre Obert. Es un evento organizado por la FontanaUniversitat de València y El País. Fontana regresa a Valencia, a cuya Universidad perteneció. Es un historiador prestigioso y polémico. Es prestigioso porque le avalan años y años de investigación. Sabe, como nadie, husmear la novedad historiográfica y sabe por dónde vendrán dadas las novedades de la investigación. Es polémico porque no es un estudioso recluido en su gabinete, porque no es un académico que guarde silencio. Siempre que puede y le dejan dice la suya y eso que dice suele provocar, incordiar.

Hace pensar. A mí particularmente me ha hecho pensar desde hace años. A veces, sus intervenciones me han obligado a cavilar a la contra: a la contra de lo que él dice. En principio, casi todo lo que sé de historiografía lo aprendí de sus textos, de sus recomendaciones. Sin ir más lejos: descubrí a Edward Hallet Carr, que hoy es un historiador canónico, gracias a él. Y seguramente estudié el desarrollo de la historiografía a partir de los libros que Fontana iba publicando: incluso para —modestamente— oponerme a sus veredictos.

No voy a poder asistir a su conferencia, cosa que lamento. Si ustedes pueden, no se pierdan su charla. “La semana pasada me pidieron en un diario de Barcelona que opinase acerca de cómo sería dentro de cinco años este capitalismo con el que nos ha tocado vivir”, leo en un texto que reproduce una conferencia anterior de Josep Fontana. “Y lo que respondí fue que eso dependía de nosotros: que lo que tengamos dentro de cinco años será lo que habremos merecido”.

El historiador se mete en harina y hace pronósticos a partir de qué cosas: a partir de la acción humana, tan caprichosa, tan imprevisible.

El futuro ya está aquí. ¿Y el presente? El presente es la historia de una crisis, de un cierre. En el casco que nos hemos puesto, en la pantalla que parpadea, se reflejan los circuitos neuronales de la computadora.

Ay.
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Blog de JS en El País:

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11 comentarios

  1. Empiezo diciendo que suscribo enteramente estas palabras del post: «Cuando crees saber por qué pasa lo que pasa, cuando crees saber cuál es el proceso y el contexto de lo que ocurre, entonces –justamente entonces— descubres que la realidad humana está sometida a factores diversos; descubres que no hay una causa que todo lo explique; descubres que hay una parte previsible en el comportamiento individual y colectivo y que hay un lado azaroso, impredecible, en los actos humanos».

    Yo también creo que la historia sirve para eso porque, al menos a mí, me hace creer que tengo más información que los demás a la hora de intentar entender el porqué de las cosas, que tengo más datos y más elementos de juicio a la hora de dar una posible explicación a lo que sucede en el mundo (aunque muchas veces lo que sucede sea tan irracional que ni un historiador puede explicarlo). En mi caso particular, mi condición de historiador se ha traducido fundamentalmente en un interés casi obsesivo por observarlo todo en su contexto (aquello que decía E. P. Thompson de la historia como la disciplina del contexto). Antes veía una película o leía un libro sin cuestionarme nada, de forma inocente y por puro placer estético; ahora no puedo: antes o después necesito conocer el contexto porque, aunque me suponga una esfuerzo extra, soy incapaz de hacerlo de otra manera.

    En la introducción que he escrito para una antología de textos de Azorín sobre la historia que he editado y que – salvo imprevisto – aparecerá publicada en otoño, dedico el último apartado a este mismo tema: a explicar muy brevemente la utlidad de la historia y el interés de unos textos en los que Azorín reflexiona precisamente sobre eso, sobre el oficio del historiador y su responsabilidad.

    Creo que un buen historiador, como un buen filósofo o como un buen científico, puede servir para muchas cosas, como también creo que un mal historiador, un historiador parcial e interesado, puede servirles a algunos para otras. De estos también habla Azorín en sus artículos (los «seudohistoriadores», los llama) y también dice algo servidor en su introducción, apelando a ejemplos y casos recientes que todos conocemos.

  2. Pues a mí, cuando hablamos de futuro e historia, siempre me acude a la mente Harry Sheldon, el inolvidable personaje de Asimov que aparece en la Trilogía de la Fundación. Era una especie de marxista-braudeliano que, manejando cifras macroastronómicas, había predicho y dejado testimonio del devenir futuro de la humanidad. Con esa carga tienen que lidiar los personajes de la trilogía -meros individuos- tratando de averiguar el sentido de las predicciones de Sheldon. A mi parecer, esa trilogía, junto con «Yo robot», representa la cumbre de su producción narrativa.

    Interesante pregunta la que da título al post, vaya que sí. Se me ocurre otra forma de plantear la cuestión: ¿Cuál es la influencia de la historia (como disciplina acádémica) en la sociedad sobre la que actúa?

  3. Yo, si me lo permite, prefiero a Ray Bradbury. Sus ‘Crónicas marcianas’ o ‘Fahrenheit 451’ están muy por encima de la producción de Asimov, tan abundante.

  4. Hombre, don Justo, donde va a parar. No hay color entre un autor y otro. Es sólo que Hari Seldon -corrijo la grafía del personaje- es un psicohistoriador. Siempre me acuerdo de él en cuanto sale el tema de adivinar o predecir el futuro.

  5. Dando vueltas, he recordado La Nave Estelar, de Brian Aldiss como una pequeña obra maestra… Esa sucesión estratificada de generaciones no es mala cosecha para historiadores… Un abrazo!

  6. Tengo un pequeño librito que reúne distintos artículos publicados por Bradbury entre 1961 y 1995. En uno de ellos comenta las vicisitudes de la publicación de «Crónicas marcianas». Es muy interesante porque, según afirma, fue su editor (que aún no era su editor) el que le hizo ver que ese conjunto de historias sobre Marte que tenía escritas sin aparente ligazón en realidad estaban unidas por un hilo común. Cuenta también cómo, en una librería, se topó con Christopher Isherwood y le dio su libro firmado, y cómo poco después le llamó asombrado y elogió su libro en una importante reseña. Al final reconoce que para él aquello sí fue un viaje de 40 años a otro mundo, pues pasó de tener cincuenta dólares en el banco, incertidumbre laboral y una familia que alimentar, a cobrar dos cheques de 1.500 dólares, lo suficiente «para pagar un alquiler de 30 dólares al año, financiar al bebé y entregar el primer pago de una casita con terreno en Venice, California».

  7. El capital nunca, nunca, nunca ha regalado nada a sus esclavos/empleados. Ni en el S. XIX (cuando no había URSS) ni tras la II GM ni antesdeayer. Lo poco o lo mucho que tenemos se ha conseguido a base de unidad y de lucha de los trabajadores. Leñe, mi padre, hace 20-25 años hacía huelga contra su empresa para conseguir mejoras en el convenio, y se conseguían, aunque ese mes cobrase un 10% de sus ingresos habituales. Ahora, en cualquier empresa, la gente se quejará mucho de lo poco que cobra o de lo malas que son sus condiciones, pero de unirse para luchar…..todos miran para otro lado….yo el primero.

  8. Seis décadas después, Alemania vuelve a dominar Europa, y Estados Unidos ve cómo China amenaza su hegemonía. ¿Por qué un historiador del siglo XIX analiza los acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX e incluye, en este espectacular estudio de casi 1.300 páginas, la última hora de esta crisis económica? “Porque un historiador lo primero que tiene que hacer es estar abierto, y a mí me interesan muchas más cosas que el siglo XIX. Cuando empecé a escribir el libro, la enseñanza del mundo contemporáneo en la Universidad era escasísima y más bien pobre. Me pregunté qué había pasado para que lo que entonces prometía ser un futuro espléndido no haya cuajado”, cuenta a este periódico.

  9. Los historiadores son los anticuarios de una época y los arúspices permanentes. Escriben, hablan, pontifican y nadie los escucha. Meteorólogos de biblioteca sin aptitud para influenciar cambios. Aportan narraciones a la cultura. Nos marean y nos duermen con cuestiones del pasado, pero no transforman. Apologistas del pasado.

  10. Muy bien. Perfecto. Un comentario como el suyo siempre es bienvenido. Mi blog necesita de personas emboscadas, calvas y pensantes. Con ese humor dolido que tanto se valora en nuestros días. Por favor, siga.

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