Uno.«Soy de alma mestiza pero ardo muy bien / en las laderas cuando el sol / me agosta, pronto a resucitar en rocío», leemos en el poema.
Es metáfora y es dura, cruel realidad:»nuevo: Como violenta lava / que brota, mundo calcina y sentido aviva».
Resulta doloroso confirmar algo así. «Del rosal, coronado por cascotes / de vidrio roto». La imagen hiere: pincha y corta, perfora y secciona.
Estamos al final de la tarde, cuando todo se desploma y se desangra, cuando el reflejo multiplica y pica. Son flores del atardecer que se abrasan: dicho así, con tanta propopeya y afectación.
Pero dicho también con fina metáfora, con febril trazo, con palabra exacta: el del enfermo que lucha por sobrevivir, el del herido que se desprende, el del muerto al que todo se le apaga. Apagar el incendio…
Se cierra el puente. Todo concluye. Todo se extingue y todo se opaca: a pesar del ardid; a pesar de que arde. Vecinos que corren. Humos que sofocan. Los muertos que esperan. «Estar muerto te permite ser bosque o vapor / de horizonte en tierra / estero, canto rodado. Eras astro que jugaba / a surcar incendios. Querías pr0longarte así».
Lo que canta el poeta es lo que nos conmociona. «Canto todo cuanto perdí, follaje oscuro o sueño». Todo arrasado. «Noche sin poniente, / memoria/ de un día que golpea / o palpita –fámula / ciega, todo sentido a un tiempo». Eso es: el incendio arrasador: todo sentido a un tiempo, a la vez. Padecido, vivido y sobrevivido.
«Perdidos transitamos sobre polvo / dorado que alienta / bajo infinitas praderas / de latón. Atravesamos destellos / que no nos dejan ver más / allá. Apariencia». Eso dice el poeta. «Entretanto vivo aislado donde ya no llegan caminos / pues la arena de las horas se detuvo / al cesar el temporal y devolver al espacio», añade. «Eres tú quien arde en cada rama dorada / que incendia el seso– y», dice el poeta con resonancias cultímas. «Si la llama es una llama / es una llama –tautología sagrada». La llama no se alimenta de leña. «No de luz y fuego se alimentan los volcanes», precisa.
«Orto y ocaso ya no existen / calcina la costa ora / roja de cénit a / nadir asolada esfera / cerraba el poema / de Parménides al mundo plano».
¿El mundo plano? Hay un mundo superficial y hay una realidad honda, profunda. Hay un bosque que se quema. Y hay personas que sobreviven a un mundo achicharrado, abrasado. Es metáfora y es poniente de nuestros días.
Miguel Veyrat, Poniente (2012). Madrid, Bartleby Editores.
Dos. He sentido un estremecimiento cuando he visto las fotografías que reproduce El País. Son instantáneas de los incendios valencianos. Por supuesto, ese estremecimiento me lo provocan la destrucción y el dolor que se observan. Se ve la devastación: la catástrofe. Pero ese espasmo lo he sentido también por otra razón. ¿Cuál?
Las imágenes son inquietantemente bellas. Ya sé que está de más un adjetivo como éste. Ya sé que sobra la inquietud que me provoca una imagen. Pero he de confesar que dicha emoción me la han causado esas instantáneas y otras que he visto. Además, para mayor paradoja, me recuerdan circunstancias ya vividas en la ficción. ¿Imágenes dantescas? Por supuesto, todo esto remite al Inferno, pero no es eso. O no sólo eso.
La fotografía que encabeza este post y que abajo vuelvo a reproducir es obra de Germán García (AFP). En ella vemos las llamas cerca de Yátova. En las dos siguientes instantáneas distinguimos un helicóptero volando cerca de Alcublas y Llíria, por Kai Försterling (EFE), y un monte quemado en Macastre, por Tania Castro. La imagen del helicóptero me remite a Apocalyse Now (1979), de Francis Ford Coppola. Qué incongruencia.
La bella poesía de Veyrat sólo añade lágrimas a nuestros ojos dañados por la imagen y por el humo. Y esas bellas lágrimas no consiguen llevarse a su paso el rastro de ceniza que nos va quedando.
Incendio: la madre de todas las calamidades.
Impotencia: la que nos produce ver cómo el fuego arrasa la belleza de los montes,
¿Qué nos quedara? No resignación, eso nunca.
Dos. He sentido un estremecimiento cuando he visto las fotografías que reproduce El País. Son instantáneas de los incendios valencianos. Por supuesto, ese estremecimiento me lo provocan la destrucción y el dolor que se observan. Se ve la devastación: la catástrofe. Pero ese espasmo lo he sentido también por otra razón. ¿Cuál?
Las imágenes son inquietantemente bellas. Ya sé que está de más un adjetivo como éste. Ya sé que sobra la inquietud que me provoca una imagen. Pero he de confesar que dicha emoción me la han causado esas instantáneas y otras que he visto. Además, para mayor paradoja, me recuerdan circunstancias ya vividas en la ficción. ¿Imágenes dantescas? Por supuesto, todo esto remite al Inferno, pero no es eso. O no sólo eso.
La fotografía que encabeza este post y que abajo vuelvo a reproducir es obra de Germán García (AFP). En ella vemos las llamas cerca de Yátova. En las dos siguientes instantáneas distinguimos un helicóptero volando cerca de Alcublas y Llíria, por Kai Försterling (EFE), y un monte quemado en Macastre, por Tania Castro. La imagen del helicóptero me remite a Apocalyse Now (1979), de Francis Ford Coppola. Qué incongruencia.
Ana Albuixech
No, no es una incongruencia que te remitan a esa película. La incongruencia del ser humano es la atracción estética por lo terrible. El meme del infierno.
Gracias por esa comprensión. En efecto es la atracción estética por lo terrible. Intenté reflexionar sobre ello en un post antiguo:
https://justoserna.com/2009/11/06/lo-sublime-y-lo-siniestro/
¿El incendio es la madre de todas las calamidades? Por intervención humana se nos cuela la madre en un desastre natural…
http://blobic.com/entry/soy-yo-quien-arde-ahi-interesante-reflexion-de-justo-serna-ardevalencia
¿Padre o Madre?
Leo a David P. Montesinos, que escribe sobre ‘Blade Runner’ (1982). Qué generoso es: nos hace disfrutar con su reflexión.
Se cumplen ahora treinta años del estreno. Si no recuerdo mal, yo la vi en 1983 en versión española. Fui a la sala empujado por un amigo de entonces, alguien que sabía mucho del género fantástico.
La verdad es que me sorprendió agradablemente: no me refiero a aquel amigo, sino al film. Recuerdo cada detalle de la película, prácticamente todo me pasmó: tanto, que me compré después mucha quincallería sobre la película.
Yo no era perito en ciencia-ficción, pero por eso tenía más valor la historia: no estaba convencido de antemano.
David P. Montesinos admite la influencia que esta película ha tenido en quienes nacieron en la segunda mitad de los sesenta. ¿Y quienes nacimos a finales de los cincuenta?
No le quiero restar protagonismo, pero los que acudimos con veintitantos a su estreno estábamos en sazón para disfrutar ‘Blade Runner’.
He de admitir que tiene excesos estéticos: sobra algo de esa ampulosa puesta en escena. Hay gente que la odia con una porfía inexplicable; y hay otros que se rinden acríticamente ante la presentación tan ‘filosófica’ del film, algo fatua y aparatosa.
Pero la historia de fondo es sencilla y las preguntas son primordiales. ¿Por qué hemos de morir? ¿A quién le pedimos responsabilidades?
¿Al creador? Hay, sin duda, un resabio religioso que no me entusiasma, algo que está en la novela de Phillip K. Dick de la que procede la película. Pero hay sobre todo un desafío al padre. Al Padre, nada menos.
Decía Jorge Luis Borges que la teología pertenece al género fantástico. Yo, si David P. Montesinos me lo permite, prefiero otro film de Ridley Scott: ‘Alien’ (1979). No hay trampas místicas y hay madre. ¿Ripley? A ver si me explico.
Es simplemente una historia de lucha y supervivencia. ¿De quién? De la tripulación del ‘Nostromo’ y de la Teniente Ripley, en particular. Sí: la Teniente Ripley, no Sargento, según dice Montesinos. O eso es lo que yo oí en la versión española.
El personaje que encarna Sigourney Weaver es una madre coraje, una mujer fuerte que defiende lo poquito que queda de humanidad.
Ah, y la computadora del ‘Nostromo’ se llama Madre, nada menos.
Nos ponemos sublimes…
Buenos días, señor Serna. Le agradezco en primer lugar el comentario, ciertamente enjundioso, y le pido disculpas por la tardanza en publicarle y responderle, pues llevo ya unos cuantos días sin posibilidad de acceso a la Red. (Mis alumnos dicen que eso ya no es problema, que con el móvil patatín y patatán, pero es que tampoco tengo móvil, no sé cómo explicárselo…)
Le alabo el gusto respecto a Alien, no me impactó tanto como Blade Runner, pero es una competencia muy razonable, lo que nunca he entendido es por qué este director ha llegado a parecerme tan malo y tan falaz en otros productos posteriores, es un poco como el Duo Dinámico, que a los veinte años se les acabó la inspiración y han vivido desde entonces de aquel cuento.
Yo creo que estos dos films transformaron drásticamente nuestra manera de ver -e incluso de leer- ciencia ficción. Alguien dijo que si Star wars era los Beatles, Alien era los Rolling Stones. Acepto el símil. El marco de la serie de Lucas es la inmensidad interminable del espacio exterior, en Alien eso es solo la excusa, lo que de verdad nos aterroriza es lo contrario, es decir, la claustrofobia, la presencia cercana y constante de un extraño monstruo que merodea en un espacio reducido y del que no podemos salir. En Lucas los efectos lo son todo, eso y el merchandising que prolifera a resultas de una experiencia legendaria pero infantil; en Alien los efectos son solo parte de una narración en la que chocan y se entrecruzan emociones humanas muy básicas y que no reconocemos como características de ningú futuro imaginado.
En cuanto a Blade runner, creo que aquí sí hay una visión de lo que acaso esté por venir, no por el desastre ecológico, no por la anomia en que parecen haber caído unas comunidades que se han desestructurado, ni siquiera por la sofisticación de la cibertecnología, capaz de producir robots que simulan tan perfectamente la condición de humanos que hace falta un test especial y protocolarizado con derechos de autor para detectarlos y, si procede, «retirarlos»… Es todo eso, pero también es la proyección de una mirada angustiada sobre el devenir de las almas, sobre el problema del quiénes somos y a donde vamos en un mundo donde ya no parece haber identidades colectivas que nos protejan. En cierto modo, ese mundo de 1919 es el de la esquizofrenia, entendida ésta como el mal por antonomasia de las megalópolis tardoindustriales, en las cuales la gente deambula habituada a no encontrar respuesta para sus incertidumbres, condenada a vivir sin los referentes que proporcionaron marcos de sentido a las generaciones anteriores. Por eso en BR no sabemos si somos humanos de verdad humanos o replicantes. Y, en cualquier caso, si nos miramos el brazo al microscopio y descubrimos una marca de fábrica nos va a dar lo mismo, seguiremos queriendo durar, amar y encontrarle un sentido a las cosas como hacen los humanos, esos de los que somos una copia.
Tiene razón,es la Teniente Ripley. El lapsus proviene de que en mi casa, cuando una mujer tiene carácter fuerte se dice: «ésta es una sargento».
Lo dice mi madre, ya se lo imaginaba usted.
Bueno, creo que era irremediable referirse a Blade runner, por aquello de los treinta años. Dicen algunos que en El padrino están todas las respuestas, yo creo más modestamente que en otros relatos, como éste que Ridley Scott tomó de Philip K.Dick están todas las preguntas, las grandes preguntas, al menos. Disculpas por la desconexión en que me encuentro, pero salvo por esta breve escapada, sólo tengo la radio allá donde paso estos días. Es curioso, pero, sin televisión, sin imágenes, la narración de lo que está ocurriendo -me refiero obviamente a los incendios- resulta más angustiosa y desesperanzadora.
Cuando empecé la carrera me encontré por Blasco Ibáñez en un autobús con un compañero de instituto que había conseguido entrar en la Facultad de Medicina. Le hice la pregunta estúpida: «¿has pasado ya por la sala de Disección?». Debo decir que mi padre, que pretendía ser psiquiatra, empezó la carrera de Medicina y, pese a ser un tipo poco aprensivo, reconoce haberlo pasado mal cuando tocaba ir a a hacerle todo tipo de cosas -no entraré en detalles- a los cadáveres. Terminó dejando aquello. Eso explica la pregunta a mi coetáneo. Me dijo que sí, que ya había estado largas horas, que al principio vas un poco nervioso, que no tarda en pasársete a no ser que seas un poco blando, que tienes que superarlo, que al final te da un poco igual, etc…
Cuando llegó a su parada, antes de bajarse, me hizo una reflexión muy pedagógica para que yo le entendiera:
-«¿Sabes? No me angustia nada un cadáver abierto ni el olor ni el instrumental ni nada de eso, lo que de verdad me pone enfermo y me paraliza son los incendios en los bosques»
En aquella época, hablo de la segunda mitad de los ochenta, el monte valenciano empezaba a arder en verano de forma cotidiana, como si tal cosa, como si fuera algo a lo que hubiéramos de acostumbrarnos. Aún no lo hemos hecho, claro, aunque a veces pienso que lo mejor de este incendio es que el aire ha traído una nube de cenizas con pinta apocalíptica a la ciudad y sus aledaños. Parece que así al menos nos damos cuenta de lo que está pasando, y es simplemente que nos estamos cargando el territorio.
Me conmociona el poema tan hermoso de Veyrat. Y me gustaría saber por qué pasa esto -por qué sigue pasando- y si realmente se puede hacer algo por evitarlo o, como parecen intentar hacernos ver las autoridades: en ciertas circunstancias climáticas estamos condenados.
Parece que es el sino de la política últimamente: todo el pescado está vendido, no hay nada que podamos hacer, resignémonos o será peor… O lo que es lo mismo: adiós a la política.
Agradezco mucho que Justo Serna haya llamado la atención sobre el post de David Montesinos, nunca me hubiera perdonado perderme un texto que, en mi opinión, disecciona tan inteligentemente las realidades de la sociedad posmoderna a través de una película de culto (para unos cuantos).
(spot publicitario) Pronto veremos en Ojosdepapel cómo comenzó esta suerte de desintegración en un análisis de la quinta temporada de «Mad men» a cargo de Montesinos.
Una última observación: la alusión de Justo Serna a la película «Alien» encaja como un guante en lo que intepretamos en este blog durante el debate acerca de la serie «The Walking Dead», salvo que en ésta el enémigo es algo menos inteligente y no está en peligro de extinción por deshidratación.
Tan solo, gracias a ambos.