Qué espectáculo están dando ciertos políticos catalanes. Están flirteando con la independencia. Si a mí me dejaran me haría ciudadano británico. Lo malo es mi menesteroso nivel de inglés. También el opresivo Estado español, que no me deja. De hecho acabo de renovarme el carnet de conducir y veo con resignación que me pondrán la ignominiosa E.
Los españoles nos hemos acostumbrado al bochorno frecuente: tenemos una clase política de vuelo gallináceo. Vean, si pueden, a Mariano Rajoy. Yo no consigo distinguirlo…
Artur Mas es un representante de la burguesía de medio pelo. Entiéndaseme: yo soy un burgués de baja estofa, es decir, que no le reprocho desdeñosamente lo que no es. Pero ese burgués que encarna, representa, postula intereses empresariales catalanes es un hombre de partido y de corporación.
Que los emprendedores del Principado estén inquietos con su deriva independentista muestra dos cosas. Por un lado, la radical separación que se da entre la superestructura política y la base económica de la sociedad. Mala cosa para el modo de producción ‘catalán’. Por otro, muestra la confusión que hay entre lengua y nación. Los catalanes han de poder expresarse en su idioma sin cortapisas. Por supuesto que sí.
Mis hijos son bilingües y yo no aceptaría recortes verbales… Pero mis vástagos no son sólo catalanoparlantes. Se expresan en castellano que es un primor. De hecho, no sólo hablan bien: es que es una de sus lenguas. ¿Deberían recortarse, reprimirse, amputarse? Mis hijos han estudiado en la línea en valenciano: a pesar de la cicatería del Partido Popular de la Comunidad Valenciana. Es decir, han aprendido el catalán. Y han aprendido bien, incluso muy bien el español. De paso, en casa y fuera empujamos con el francés y el inglés. Al alemán no llegamos. ¿Hemos de lamentarnos?
Ahora, en Navidad, han de leer. De hecho leen. ¿Sólo en catalán? ¿Sólo en castellano? No: leen en todos los idiomas que les son posibles. Cómo envidio esa facilidad. Ellos no traducen cuando pasan del catalán al castellano. O del español al valenciano. Simplemente tienen un registro múltiple. Decía Julián Marías en Consideración de Cataluña que no es cierto que el catalán culto traduzca cuando habla en castellano. Claro que no. Lo tengo archicomprobado.
¿Y eso qué tiene que ver con Artur Mas? Imaginen que mis hijos hubieran nacido en Cataluña. ¿Deberíamos optar? ¿Nuevas nacionalidades? ¿Nuevas identidades? Sin duda, si Cataluña se independiza, yo no voy a desgarrarme las vestiduras. Pero lamentaré las quimeras. Como la España autosuficiente. Sé que esto que digo no me favorece: es posible que amigos virtuales se den de baja de mi lista. Piénsenlo: yo hablo sin envaramientos y sin ensañamientos.
Luego vuelvo…
Abrazo fraternal y mis mejores deseos para Año Nuevo!
Et desitje el millor i el mateix.
He empezado a escribir este comentario pero me ha desaparecido. Si se publica dos veces, disculpen la torpeza. Decía que las chicas Montesinos quedan saludadas y aprovechan la ocasión para desearle a usted una Feliz Navidad. Estamos pasando el día en tierras alicantinas; «el gigante» se ha quedado al cargo de la cueva durante unas horas.
En las fronteras de los reinos -y el Pinós lo es-, la cuestión de la lengua da mucho juego no solo porque los «inventos políticos» sobre la cuestión llegan siempre tarde y muy debilitados, sino por la forma en la que conviven las dos lenguas y la forma en la que los lugareños usamos una o otra en función de la ocasión -o las mezclamos y acabamos antes-. Al Sr. Montesinos le parece muy divertido.
En fin, Bon Nadal.
Me doy yo también por biendeseado, doña Pepa. Tuve una compañera en mis largos e intensos años de trabajo en el pueblo de usted, profesora de Matemáticas, que por distintos motivos que no vienen al caso llegó a tierras alicantinas procedente de los lejanos confines de la meseta, vamos que era más castellana que el cocido. Aparte de a sus alumnos y a sus clases, esta admirable compañera vivía por y para las numerosas ongs a las que estaba vinculada y en la que se dejaba desde muchos años atrás meses veraniegos de cooperación -a veces en situaciones de gran penuria y riesgo-. Lo que intento decir es que hablo de una persona nada sospechosa de reaccionaria ni de ser el típico castellano al que se empeñan en imaginar los nacionalistas catalanes o vascos, es decir, una especie de bruto carpetovetónico que se ha quedado en aquello de las monedas de a duro, «una, grande y libre»… Jamás he conocido a nadie tan sinceramente solidario. Pues bien, en una ocasión, y ante la visión del telediario de la hora de comer, se me ocurrió preguntarle, puesto que ya llevaba un tiempo en la «Catalunya Sur», cómo veía a esas alturas y «desde fuera» el asunto secesionista.
«Pues mira, lo que sobre todo me parecen los nacionalistas es un hatajo de pelmas», contestó. Y me abrió los ojos, aquella tarde me di cuenta de que, efectivamente, lo que son los nacionalistas es unos tipos pesadísimos… Y vale para todos los nacionalistas, es decir, también para los españolistas.
Por cierto, doy algunas de mis clases en la línea en valencià, y hablo a mi hija en dicha lengua… Pero Artur Mas… qué tío más pelma, casi más que Mourinho.