Leo en El País: «Operación contra la mafia rusa en el Ayuntamiento de Lloret de Mar». Figura en portada de la edición digital.
Y los redactores añaden: «La Guardia Civil ha detenido esta mañana en
Girona a cuatro personas vinculadas a la mafia rusa. Además, el
instituto armado está reclamando documentación en el Ayuntamiento de Lloret del Mar, gobernado por CiU. Se trata de una investigación
derivada de la Operación Avispa, coordinada por el juez de la Audiencia
Nacional Eloy Velasco, y que se ha saldado con la detención de este
grupo, formado por un empresario y sus colaboradores. La operación está bajo secreto de sumario».
Francamente: ignoraba que existiese la Operación Avispa.
Suena a aguijón, a pinchazo, a picotazo. ¿Imaginan el dolor? Te taladran
y luego tienes venenos o líquidos extraños en tu cuerpo. Perdonen mi
prosa torpe: no sé nada de estos bichos, salvo el dolor que te produce
su picadura.
¿Las mafias ahora son como aguijones que se te clavan? No es mala imagen. Si
no estoy equivocado, cuando estos bichos te pican, se mueren. ¿Es así?
Es decir, se entregan totalmente a la víctima. Lo mismo yerro, y las
mafias sobreviven a pesar del aguijonazo. Por supuesto, lo que está en
juego es una construcción. Concretamente, la construcción de un centro
comercial.
Aparte de blanqueo de dinero, los periodistas destacan que al detenido «se le
ha incautado un kalashnikov en su domicilio». Digo kalashnikov y pienso
en la descolonización. Digo descolonización y pienso en un salacot. Cómo
me habría gustado tener ese casquete.
Javier Marías ha contado en repetidas ocasiones la impresión que le causó encontrar un salacot de su padre. ¿De dónde procedía? Julián Marías viajó muchísimo desde joven y ese salacot es el resto de un mundo ya perdido.
No tengo claro que el kalashnikov sea un objeto del pasado. Tampoco las avispas. Menos aún, Convergència i Unió.