Antonio Muñoz Molina. La felicidad

24 de septiembre de 2010, Fotografía de Ricardo Martín

Antonio Muñoz Molina ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Si les digo que me alegro mucho, me quedo corto. Si les digo que mi felicitación es pura alegría, me quedo cortísimo. Voy a romper una norma que me impongo: no celebrar los logros de los demás refiriéndome a mí mismo. Pero no tengo más remedio. Ahora verán por qué.

Antonio Muñoz Molina es, para mí, un autor de referencia: probablemente el novelista más importante de mi madurez. Fue mi padre quien me insistió en que lo leyera. Tanto y tanto me lo dijo, que acabé disfrutando El dueño del secreto (1994), obra que por entonces acababa de aparecer y que he leído de momento seis veces.

https://justoserna.com/2011/03/24/por-que-hay-que-releer-novelas/

Muñoz Molina fue para mí un descubrimiento relativamente tardío: 1994. Desde entonces no he dejado de leer sus obras. No he dejado de releer sus libros, de escribir ensayos sobre sus ficciones, de publicar reseñas, de presentarlo en Valencia y en Segovia, de vernos, de tratarnos, de almorzar, de compartir unas cervezas. Es más: él tuvo el gesto de avalar Diario de un burgués (2006), del que somos autores Anaclet Pons y yo, en un Madrid gélido: en el Círculo de Bellas Artes. Normalmente, no hay fidelidad que dure tanto. Pues bien, espero serle leal hasta que me muera.

Es un autor que se compromete, que escribe admirablemente, con el que discrepo y convengo, con quien comparto y disiento. No hay frase irrelevante. No hay obra menor. No hay texto breve. No hay idea secundaria. Todo en él es significativo y discutible. Todo en él es prueba de amor propio, de esfuerzo, de valor. De cultura y de lectura.

Puedo considerarme amigo suyo. No saben de qué premio gozo. Una tarde de 2004, en la cafetería del Colegio Mayor Rector Peset, de Valencia, tuvimos una conversación tres personas: Antonio, mi padre y yo. ¿Imaginan? Fue probablemente el día más feliz de la vejez de mi padre. Aún me emociono. Yo viví aquello con una dicha absoluta.

Antonio, un fuerte abrazo y mi enhorabuena.
Justo.

——

Fotografía: Ricardo Martín

2 comentarios

  1. Yo también me alegré mucho aunque no lo conozco personalmente. Gracias a él y a su «Sefarad» me puso en el camino para descubrir la historia del embajador Sanz Briz en la Hungría de la Segunda Guerra Mundial.
    Y lo que seguramente me queda por descubrir a través de su obra ya que no he leído todos sus libros…

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