Juan Cotino

imageJuan Cotino es un señor de Valencia, nacido en Xirivella. Hasta hace nada, era poco conocido: pasó de concejal de la ciudad a director general de la Policía de España, que es una carrera política previsible. Lo normal, vaya. Pero poco más: que si una consejería por aquí, que si otra consejería por allí. Nada serio, agricultura, medio ambiente, cosas así: como muy del terreno.

Hasta qué no llegó a la Presidencia de Les Corts Valencianes no adquirió cierta notoriedad. Fue entonces cuando se hizo martillo de herejes y de camisetas, censor de Mònica Oltra, que siempre aparecía en sede parlamentaria con letreros de mucha peligrosidad. Según dicen, la insultó gravemente a propósito de su progenitor. Usted no conoce ni a su padre, vino a decirle. O eso cuentan los testigos.

Pero a Cotino la fama le llegó un día y desde entonces forma parte de la jet set local: algunos se ponen gafas ahumadas y otros se dejan barba. Él se deja barba. Cotino es conocido ahora gracias a la televisión, concretamente gracias a ‘Salvados’, de La Sexta. Es lo que hay. Tuvo sus quince minutos de gloria ante Jordi Évole, incluso sin decir ni pío alcanzando una gran celebridad. «El mudo de Valencia, el mudo de Valencia», decían los retoños a sus madres cuando lo divisaban. Los muchachos huían despavoridos. No sé por qué, la verdad: tampoco es el hombre del saco ni un ogro.

Es feote, eso sí; está grueso y tiene cara o boca de rape. Pero es un santo varón, un hombre piadoso, de mucha religiosidad. Pertenece al Opus Dei, del que es agregado, cosa que seguramente no se le perdona: los envidiosos reconocen que ya tiene ganado el cielo, lugar de gentes honradas. Lo tiene ganado a pesar de sus pecadillos (que los tienes, bellaco) y a pesar de esa boca de rape de gruesos labios, nada sensuales.

Desde entonces, desde que apareciera en ‘Salvados’, lo persigue «la izquierda marxista», ha declarado el propio Cotino. Por los clavos de Cristo, parece que volvemos a la saña del anticlericalismo, cuando los rojos se comían crudos a los capellanes. Esta comprobado: sales en la pequeña pantalla o no tan pequeña que algunos ya tienen aparatos de muchas pulgadas, sales en la pequeña pantalla –ya digo– y las hordas te amedrentan y te hostigan. ¿De qué le acusan? De beneficiar a las empresas familiares, de tener conexiones con la trama Gürtel. Él lo niega con vehemencia y hemos de creerle. Amén.

Pero no todo el mundo es tan crédulo como yo. Quizá por eso, el sr. Cotino se ha dejado barba: a ver sí ya no se le reconoce por la calle. Pero, claro, ya ha aparecido por televisión con su nuevo look otoño-invierno y los rojos han renovado las fichas de identificación del enemigo. Alguien debería aconsejarle que se pusiera una máscara para hacer declaraciones o para presidir les Corts Valencianes. Podría ser de demonio o de San Sebastián, de Sant Vicent o de Rosita Amores: como ninguno de ellos tiene nada que ver con él ni por admiración ni por devoción, pasaría inadvertido.

Habla pésimamente el valenciano, con un acento ‘apitxat’ que duele, que duele a los oídos. No hace nada por mejorar su dicción y el uso que hace del idioma forma parte de la campaña institucional: «Destrossem la nostra llengua». De su vida privada poco se puede decir. Es tan anodina su figura, tan escaso su relumbre, que los espías rojos dejaron de seguirle.

Toma cortados en el bar de las Cortes (que son más baratos), come paellas (algo aceitosas) en el Palmar, reza con unción y veranea, dicen, en el Perellonet o en Cullera o en Sollana o en Gandía o en la casa familiar de Xirivella: con su hermano, el otro Cotino, el que respondía telefónicamente a Jordi Évole.

El hermanito tiene una voz profunda, varonil, que denota mucha personalidad. Podría tener un futuro. Ya verán: lo veremos en La Voz. Por su parte, los malos dicen que Juan Cotino visitará pronto el plató de ‘Encarcelados’, de La Sexta.

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La fotografía es de la agencia EFE.

2 comentarios

  1. Coincido con Alexander. Respecto a la conclusión de Justo Serna tengo aún más dudas de las que él expresa. Yo no creo que acabe en «Encarcelados». En realidad casi nadie acaba allí. Uno tiene la sensación de que el País Valenciano está atravesado por la corrupción, cree tener evidencias palmarias, pero la realidad es que muy pocos lo pagan, lo cual da a entender -fíjese si no en la tardía resolución del caso Malaya de Marbella- dos cosas: o es que todo son invenciones de la prensa, o es que algo está fallando en el sistema democrático, y no estoy nada seguro de que todo el problema esté en la judicatura. Algo huele a podrido en Dinamarca, y a mí se me van quitando las ganas de pedirles a mis alumnos que confien en el sistema.

    Quería también referirme al estreno de la película Orson West, del pinosero Fran Ruvira. Me gustó mucho el comentario que hizo usted en twitter, me pareció lúcido y generoso, pero generoso con razones. Estamos ante una ópera prima. Y creo que contiene momentos de una enorme sensibilidad. Hay dos escenas, la de la actriz veterana que estuvo a punto de ser contratada por Wells para el proyecto de western que nunca llegó a cuajar, o la de la anciana que soñaba con hacer una peli a los veinte y que, ahora, a los noventa, finalmente la ha hecho: «lo que son les coses». Creo que hay mucho esfuerzo, mucha ilusión, creo que rodar un largo es complicadísimo, una aventura emocionante en la que sólo la gente con una voluntad de hierro sobrevive. Por cierto, vi ayer en el Espai la Rambleta a algunos conocidos suyos, por ejemplo Luis Puig, al que Alejandro Lillo y usted dedicaron muchos elogios por su ayuda en la exposición de Covers. Por cierto, mucha gente no sabe que en España se ruedan muchas más películas de las que se exhiben en salas comerciales, qué cosas.

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